La Noche había caído, caminar entre las callejuelas de ese pueblo, su pueblito de provincia no era mal visto y menos aun cuando aun era temprano, a cada paso o vuelta de una esquina alguien le levantaba la mano, le llamaba por su nombre, le preguntaba como estaba la familia y también le daba una pequeña queja de la que se hacia responsable, lo mejor que no pasaba de unas macetas rotas, un par de pozos en los jardines o territorio marcado.
Con saco al hombro, la corbata desanudada, el cabello enmarañado y la cabeza a punto de estallarle seguía su andar sin rumbo fijo, sin darse cuenta sabía que el tiempo avanzaba por que las callecitas se quedaban solas, las farolas iluminaban su caminar solitario así como las luces de las puertas cerradas, algunas ventanas ya lucían abiertas mostrando a sus ocupantes alistándose para ir a la cama o permanecer en alguna sencilla tertulia familiar.
Él en cambio, no se atrevía a volver a casa, sabía muy bien que ella a su manera no olvidaba nada, no le había vuelto a marcar a su móvil desde que le avisó que estaba en asuntos de importancia con Albert, mas que no se preocupara, pero llegaría, si no era por la noche al amanecer.
Sí, como no, al amanecer, eso sería una semana no encontrar su ropa lista, no tener el pañuelo sobre su traje, comer sólo mientras ella fingía ocupaciones en la misma cocina, pero sin compartir la mesa, llenarse él mismo el vaso con agua, le agradaba que sin pedirlo se adelantara a sus deseos.
;">¡¡¡Pero, como diablos volvería hoy a casa!!! Seguro lo enviaría al patio a dormir un año mínimo…, pero la conocía.
¿¡¡Que diablos podría darle de regalo de aniversario¡¡? El mismo Albert recorrió joyerías con el durante todo el día, sabía que lo ahogaría en la pileta del patio si le llegaba con un diamante o algo parecido, no le sacaría de la cabeza que ese diamante fuera obtenido bajo explotación de niños, mujeres y hombres que con su sangre lo habían extraído de las entrañas de la tierra.
¿Un vestido de seda? Le había encantado ese vestido blanco, digno de una señora, de una dama, su dama…..pero ¿Cuántas orugas habrían tenido que cooperar para su elaboración?
Un viaje por Tierras exóticas…nunca, siempre argumentaba que primero había que conocer su Patria antes de conocer otras, esa idea no estaba del todo desechada, pero si por el momento quedaba en espera, un viaje al Mar de Cortés, la visión de las ballenas la volvería loca, lo llenaría de besos y lo que más amaba era la sonrisa de ella que se perdía en la nada, ese brillo en sus ojos que le decían que veía al mismo creador del universo en esos enormes animales que bailoteaban a mitad del mar y cantaban místicamente enviando su voz al cielo, al infinito del universo.
Pero, pero no podía llegar con las manos vacías, menos en ese día, esa noche, en donde ya hacia un año, LAS MALAS Y LAS PEORES eran su lema, LAS BUENAS CUALQUIERA.
Llevar a los muchachos habían sido imposible, sus hijos estaban con su madre, el mismo hijo de ella tenia exámenes de la Universidad encima, cosa que si los deja pendientes seguro a este si lo molía a palos y lo encaminaba por donde venía.
---¡¡Demonios!!.-no pudo evitar exclamar al tiempo que pateaba un bote tirado en la calle y pegaba a un perrito solitario que salió huyendo aterrorizado.-El diablo es tan así que espero no este por aquí.-se dijo volteando a los lados, que si le hubiese visto protagonizar dicho incidente había sido causa de un sermón de varias horas, parecido a los discursos que el mismo Albert odiaba y que tenía que protagonizar ante sus socios.
Mañana, al amanecer le buscaría y trataría de encontrar una solución al abandono de ese ser, mas antes él debía salvaguardar su pellejo, recordó al acomodarse su saco sobre el hombro.
Era una noche muy bella para morir, no pudo evitar sonreír, la luna estaba en todo su esplendor que aun cuando alguna de las farolas estuviese fundida, esta guiaba sus pasos a esa casita de muchos años y muchos recuerdos.
Esa casita en donde había vivido los mejores años de su infancia al lado de su madre y hermano y que hoy compartía con esa mujer que a su manera le adoraba, mas en esta noche no sabía si seguiría amándole o le rompería cada hueso del alma.
Lanzando un profundo suspiro introdujo la llave en la puerta de dos alas dejando antes su vista un pasillo amplio limpio y fresco, adornado por multitud de plantas, al fondo en el centro del patio bajo un rayo de luna estaba un bulto de pienso para perros, un par de rosas blancas estaban pegadas a él con un sencillo moño, si ya lo había visto, faltaba su tarjeta.
Curiosos, nadie salió a recibirle, ni siquiera el par de compañeros de ella, ese par de compañeros que por muchos años en silencio fueron quienes consolaron sus lagrimas, mas sus sentidos como siempre alerta no pudo evitar reconocer un paso suave tenue cansando que se acercaba de entre las sombras que rodeaban el patio y la luna no alcanzaba iluminar.
---Hola Bruna, ¿Dónde está el resto?.-reconoció a ese bulto negro que al levantar la mirada pudo ver que su rostro seguía emblanqueciendo y su movimiento inquieto de cola le decía cuan feliz estaba de su llegada.-Estas cansada verdad.-le dijo al comprender que los años seguían pasando sobre esa perra fiel.
---¡¡Ten cuidado!!.-alcanzó a escuchar un voz femenina que le advertía de algo que no supo que era hasta encontrarse tirado en el suelo al lado del bulto que piso y haber aplastado ese par de rosas que sobre de él estaban..-¡¡¡Basta Jeremy, basta, suficiente!!.-le decía luchando por alejarlo de ese hombre que luchaba por que esas flores no se siguieran destrozando y alejar ese perro también negro, pero con una energía enorme que feliz jalo su saco y comenzó a correr a su derredor.
---Siento haber llegado tarde, pero…..-intento disculparse.-Yo..
---No importa, ya estas en casa, avisaste, la que debe disculparse contigo soy yo, te esperaba mañana y la sopa esta fría.-le sonrió.
---Pero es que las flores…
---¡¡Gracias!!.-exclamo al echarle los brazos al cuello y darle un suave beso sobre los labios.-Pero tengo esto.-le dijo al mostrarle una pequeña tarjetita que extrajo de uno de los bolsillos de su delantal que evitaba manchara su ropa de la sabia de las plantas que traía cortadas bajo los rayos de la luna.
---Mi tarjeta.-balbuceo al abrirla.-Perdón pero no sabía que enviarte y quise enviarte todo, pero creo que no envié nada.
---Enviaste todo, incluyendo tu corazón.-le dijo con voz suave.-Amo a mis perros, te amo a ti, amo a los muchachos aunque a veces no puedan estar a nuestro lado, amo mi vida amo tus palabras.-le dijo al extraer del pequeño sobre la tarjeta y devolvérsela.
---No sabía que hacer, estoy desde la tarde en el pueblo.-confesó al bajar la mirada a ese pequeño papelito en donde claramente se leía con su caligrafía elegante y fina…
...NO TE AMO POR QUE TE NECESITE, TE NECESITO POR QUE TE AMO…
No se necesitaba más, solo el silencio, la luna, el viento, el canto de los grillos y un abrazo intenso de ese par de almas gemelas.