CAPÍTULO 1
Chicago, Illinois, abril de 1924
— ¡Andley! ¡Es tu turno! —le gritaron, para que ella se acercara a la reja, que le daría paso hacia el corredor—. Tienes cinco minutos, exactamente cinco… ¿Lo has comprendido? —Candy afirmó con su cabeza y casi de inmediato, su interlocutora le corrigió—. Nada de estúpidos movimientos de cabeza… ¡Palabras! Señorita Andley ¡Quiero que responda adecuadamente!
—Sí… Señora… Entendí lo que me ha dicho.
—Deja de perder tu tiempo y entra allí —le ordenó, y Candy de inmediato obedeció.
Apenas podía creer que le permitieran encontrarse con alguien que no fuera su abogado. Tenía un mes de no ver a su familia y tenía un mes y medio, sin verlo a él… No le habían aclarado quién estaba efectuando la visita, sin embargo se sentía contenta de pensar en la posibilidad de que fuera su prometido, el que la visitaba.
—Cinco minutos… Y ni un segundo más ¿Comprendido? —preguntó el guardia, observándola con fastidio.
—Comprendido, señor…
El guardia sacó un juego de llaves, que llevaba dentro del bolsillo de su pantalón, y a continuación abrió la reja.
Candy ingresó con prontitud a la sala de visitas y en cuanto sus ojos, observaron la figura del hombre, al que tanto había deseado ver, obedeció a su instinto y se apresuró para encontrarse con él...
Corrió con energía, sin importarle recibir una llamada de atención, pues les estaba estrictamente prohibido comportarse de aquella forma.
“¡No pueden tocarse!”
Les advirtió el guardia con severidad, mientras ellos afirmaban con su cabeza y se observaban fijamente.
Ella estaba muy contenta de verlo, pero él no parecía estar muy feliz... Le dirigió una mirada furiosa, la clase de mirada que ella no había visto desde sus tiempos en el colegio. Estaba molesto y no podía fingir que le agradaba verla, en ese tipo de circunstancia.
—Estás aquí... —expresó Candy, ignorando la molestia que mostraba el joven que estaba frente a ella—. Me alegra mucho verte, gracias por venir...
—No tenemos mucho tiempo, será una visita rápida…
—Sí lo sé… Me lo informaron…
—Tu familia quiere que sepas que el abogado está trabajando duro para sacarte de aquí —le dijo sin mirarla.
—Confío plenamente en eso... Sé que todo va aclararse y saldré pronto de aquí.
—No será sencillo...
—Imagino que no…
Un incómodo silencio se instaló entre ambos y por largos segundos, lo único que hicieron fue mirarse, y decirse en silencio, lo mucho que estaban sufriendo.
—Si me lo preguntas a mí, yo te diría que no tengas muchas esperanzas, tu panorama no luce prometedor —aquella gélida declaración, hizo que el corazón de la muchacha se sintiera oprimido, no esperaba escuchar esas palabras tan rudas—. No sé si tienes una idea de lo que pasa aquí, pero seré muy claro, contigo… ¡Lo arruinaste todo Candice! —reclamó él, sin poder ocultar su enojo—. Arruinaste nuestras vidas para siempre.
—Terry ¿Cómo puedes decir eso? —cuestionó la joven, mientras liberaba un sollozo—. ¿Acaso crees que yo soy culpable?
—No... No creo que seas culpable, pero ¡Maldita sea! ¿Por qué tuviste que exponerte de esa forma? ¿Por qué?
—Pero Terry… Yo no... Yo solo quería...
— ¿Qué querías? ¿Terminar presa por el resto de tus días?
—No... Yo no quería eso.
— ¿Ah sí? Pues no parece...
—Es una larga historia… Pero te juro que todo esto, tiene una explicación.
—Sí, seguro que la hay… Pero ¿Qué crees?… Ninguna explicación sirve ahora —él se llevó la mano hacía el nudo de la corbata y se lo aflojó con fastidio—. Estás en este maldito lugar y no podemos hacer nada para liberarte.
—Elisa y Neal... —expresó ella—. ¿Aún no saben nada de ellos?
—No…
Terry la observó y notó como ella se limpiaba con desesperación, las lagrimas que había derramado. Le dolía verla así, pero a pesar de sentirse conmovido, no fue capaz de ceder y darle una palabra de consuelo a la joven a la que amaba... Estaba muy enojado con ella, y en esos momentos, su molestia rebasaba cualquier otro sentimiento.
"¡Se acabó el tiempo!"
Gritaron para avisarles que tenían que despedirse.
—Terry... Voy a salir de aquí, te prometo que lo haré...
—No me prometas algo que no podrás cumplir.
—Terry, por favor...
—No digas nada Candice... Ya no digas nada... No quiero hablar más contigo.
"¡Date prisa Andley!"
Gritaron con enojo, al tiempo que ella observaba al joven al que tanto amaba y el cual, parecía estar diciéndole adiós.
— ¿Vendrás a verme de nuevo? —preguntó, pero él respondió:
—No creo que pueda permanecer más tiempo en Chicago…
—Pero...
—Ya debo irme, Candice... Y tú también...
Ella afirmó con su cabeza y luego de mirar por última vez al hombre que tenía enfrente, se dio la media vuelta y caminó hasta dónde el guardia la esperaba.
Ella volvió su mirada hacia atrás, para mirar de nuevo a Terry, pero él ya no estaba...
Él se había marchado sin siquiera esperar a que ella se fuera y desapareciera de su vista.
—Y ¿Qué pasó? ¿Pudiste hablar con tu hombre? —le preguntó una de sus compañeras, en cuanto ella llegó a la sala común.
—Sí... —contestó Candy, esforzándose, para esbozar una sonrisa y mostrase naturalmente contenta.
—Me alegro por ti...
—Gracias Baxter... —respondió Candy a la mujer cuya sonrisa, le hizo saber que le apreciaba con sinceridad.
—Pronto saldrás de aquí —añadió Baxter—. Podrás estar con él y casarte, seguirán con sus planes, tal y como los habían estipulado, ya lo verás.
Candy afirmó con su cabeza, y luego desvió su mirada hacia las jóvenes mujeres que yacían frente a ella. No era que la vista que esas mujeres ofrecían, le resultara grata; sin embargo, no podía seguir mirando a Baxter. No cuando la dulce mujer, tenía más esperanzas de las que tenía ella.
—Claro, eso si no te reemplaza... —expresó una de las jóvenes reclusas que se encontraba junto a ella—. No me mires así, Baxter... Vamos... No estoy diciendo mentiras, todas aquí sabemos que el novio de Andley, es uno de "esos hombres"
—"Uno de esos hombres" ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Candy con enojo.
—Es todo un adonis y miles de mujeres lo desean... —puntualizó convencida de lo que decía—. A ti te encerrarán por mucho tiempo y eso no te ayudará... Tu prometido no tiene futuro contigo, seamos honestas, al final él te dejará atrás y seguirá adelante con su glamurosa vida.
Las palabras de aquella mujer, le llegaron hasta el fondo del corazón y le lastimaron allí, en lo profundo. Desgarraron cada pequeña fibra de esperanza, que guardaba.
La horrible muchacha tenía razón...
Terry le había dicho que quizás no volvería…
“No creo que pueda permanecer más tiempo en Chicago”
Aquella dolorosa frase, aún permanecía dentro de sus oídos, resonando con crueldad.
La próxima visita que tuviera, tal vez no sería la de él y eso le dolía mucho.
— ¿A dónde vas? —preguntó Baxter, mientras Candy se encogía de hombros y señalaba la salida de la sala común.
Rápidamente, la rubia se alejó de aquellas mujeres y se dirigió a su celda. No deseaba hablar con nadie más... Solamente quería quedarse a solas y olvidarse de todo.
—Esa niña está llorando se nuevo —expresó Baxter, sin dejar de mirar a la joven que ocasionó aquel drama—. ¡Y todo es por tu maldita culpa!
— ¿Y? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué le mienta?
—No Archer, en realidad no tienes que hacer nada, para la próxima solamente quédate callada y no te metas en lo que no te importa.
—Cierto... ¡Cierra la puta boca y terminarás por hacerle un favor al jodido mundo! —exclamó otra reclusa.
— ¡La que debe cerrar la puta boca eres tú! —contestó Archer con furia, haciéndole frente a Williams, su ex mejor amiga.
Williams, no era paciente y en cuestión de segundos se suscitó una gresca entre ambas.
— ¡Archer! ¡Williams! ¡Paren con eso! —pidió Baxter, con autoridad, pero a pesar de su llamado, ninguna de las jóvenes obedeció—. Está bien, llamen a los guardias ó estas dos perras van a terminar por matarse —les ordenó Baxter a sus compañeras, antes de levantarse de su asiento y marcharse, no le interesaba presenciar aquel patético pleito.
Candy, escuchó el escándalo que provenía de la sala común, sin embargo, no se interesó en ello.
Allí, las mujeres, se peleaban casi todos los días, y lo hacían por cualquier cosa. Era inútil hacerlas entrar en razón, solo le queda preocuparse por sí misma y mantenerse lejos de las riñas.
Aprendió a cómo comportarse, desde el día en el que llegó a la penitenciaria. Recién había ingresado cuando vivió una desagradable experiencia.
"Mira... Es muy bonita..." dijo Archer, dirigiendo sus palabras a su amiga Williams “¡Toda una dama de sociedad!”
"¡Carajo! Adoraría tener ese cabello..." Agregó Williams, sonriendole a su compañera… “Es realmente lindo ¿No te lo parece?” La joven enredó sus dedos en los rizos de Candy y Archer contestó:
“Podrías hacerte una peluca con ellos” Archer la miró, esbozando una divertida sonrisa y agregó: “Te ayudaré a cortar este lindo cabello, en cuanto ella se duerma”
"¡Permítanme pasar, por favor!" gritó Candy, cuando Archer, quiso arrebatarle algunas de las cosas, que le habían dado para su uso personal.
"¡Oh! ¡Ella habla y todo!" exclamó Williams, burlándose de la rubia chica.
Archer tocó el cabello de Candy y luego de meter su mano entre los rizos, tiró de ellos con fuerza.
"Necesitamos varias cosas de las que llevas, querida, así que tendrás que dárnoslas y cerrar el puto pico"
Al defenderse, Candy soltó lo que llevaba en las manos y Williams, no tardó en levantarlo todo.
"Suficiente... Deja a la princesita" expresó la chica, al ver los objetos entre sus manos.
Archer la soltó, pero lo hizo después de propinarle un puñetazo en el estómago.
“¡Bienvenida” le gritaron antes de salir de su celda.
Había sido un día difícil, pero por fortuna Baxter apareció de la nada y le auxilió. Desde aquel momento, se convirtió en su protegida y al ser la líder del lugar, ninguna otra reclusa se atrevió a molestarla.
Belinda Baxter, era la esposa de un hombre muy poderoso y todos allí, le daban un trato especial… Nadie se metía con ella, ni celadoras, ni guardias, ella podía hacer lo que quisiera.
—Las dos idiotas, están peleando—dijo Baxter, en cuanto ingresó en la celda.
— ¿Archer y Williams? —cuestionó Candy.
—No hay otras idiotas por aquí, querida.
Candy se limpió las lágrimas que había derramado y Baxter negó con la cabeza.
—No debes hacerle caso a Archer... Esa muchacha, habla por hablar.
—Quizás ella tenga razón —expresó Candy—. Quizás Terry no me ama tanto como yo a él... Es obvio que puede pasar lo que dijo...
—No, eso no es verdad.... Archer es una perra hocicona... Nada de lo que ella dice tiene sentido.
—Terry está muy enojado conmigo, además dijo que quizás no regresaría.
—Tiene que estar enojado, seguramente no sabe nada sobre lo que pasó esa noche… A ti te encarcelaron y el único que conoce tus declaraciones es tu abogado —Baxter ofreció un pañuelo a Candy y luego le dijo—. Límpiate la cara, niña... Y ahorra energías para afrontar lo que viene... Olvídate de las cosas que por ahora no tienen solución… Ya se le pasará el berrinche, a tu noviecito.
Candy afirmó con su cabeza y luego tono el pañuelo que Baxter le daba.
Tengo que confiar en que saldré de aquí... Soy inocente, yo tengo que salir de este lugar… Dios… Por favor, haz que Neal cumpla su promesa.
—No puedo seguir con esto...—expresó, tomando la mano de la chica, que yacía sobre la cama—. Madre... No puedo seguir fingiendo.
—Fingirás todo lo que tengas que fingir... —expresó la autoritaria mujer—. No permitiré que te veas inmerso en el escándalo... Hijo, eres un empresario exitoso, con un futuro brillante por delante, no dejaré que eches a perder tu vida.
—Pero yo no voy arruinar mi vida… Solamente voy a decir la verdad...
—La verdad… ¡Dios! ¡Qué estupideces dices! ¿De qué verdad hablas?
—Candy es inocente… Candy está encerrada por culpa de otras personas.
—Esas personas, no tendrán piedad, cuando las delates… Así que deja las cosas como están —Sarah Leagan abanicó su rostro con energía y después agregó—. Olvídate de Candice y concéntrate en lo que de verdad nos importa.
—No puedo… Yo le hice una promesa y...
— ¡Suficiente! ¡Deja de decir eso! Ya he perdido a tu hermana y no pienso perderte a ti...
—Madre... No has perdido a Elisa... ¡Ella sigue aquí, con nosotros! ¡Está viva, gracias a Candice!
—Hubiera sido mejor que la dejaran morir... —mencionó Sarah Leagan con molestia—. ¿No has escuchado a los doctores? ¡Elisa no volverá hacer la misma jamás!
—Eso no lo sabemos... —Neal observó a su hermana y luego dirigió sus ojos hacia Sarah—. Tenemos que ser pacientes… Elisa despertará y volverá ser la misma chica que conocemos.
—Tu hermana fue una idiota… Y tú también lo fuiste... —expresó la mujer—. Si te sientes tan culpable por el deplorable estado en el que se encuentra, te aconsejo que trabajes, y que lo hagas duro, porque tú serás quien tenga que cuidar de ella, ni pienses que tu padre o yo, vamos a premiarlos por esto… —Sarah negó con la cabeza y horrorizada añadió —. No… Yo no voy a cuidar de ella…¡No lo pienses ni por un momento!
— ¿Cómo puedes hablar así? ¡Demonios, madre! ¡Esa chica es tu hija! —gritó Neal, tomando a Sarah por ambos brazos, sacudiéndola con enojo, intentado hacerla reaccionar.
—No... Elisa no es más mi hija... —declaró con molestia—. Esa muchacha dejó de ser mi hija el día que salió de casa y se convirtió en una ramera que usa drogas para poder sentirse mejor.
Neal empujó a su madre y ésta, cayó de golpe sobre el piso.
— ¡Lárgate de aquí! —le gritó el moreno—. ¡Aléjate de mi hermana y no vuelvas a entrar a este lugar!
Sarah no respondió nada, solamente se levantó del suelo y de inmediato se marchó de la habitación.
Neal regresó a la cama y volvió a tomar la mano de Elisa.
—Estás viva, Elisa... Estás viva y despertarás muy pronto... —le dijo, mientras lloraba y se dejaba envolver por la desdicha en la que la vida lo había envuelto.
Continuará...
— ¡Andley! ¡Es tu turno! —le gritaron, para que ella se acercara a la reja, que le daría paso hacia el corredor—. Tienes cinco minutos, exactamente cinco… ¿Lo has comprendido? —Candy afirmó con su cabeza y casi de inmediato, su interlocutora le corrigió—. Nada de estúpidos movimientos de cabeza… ¡Palabras! Señorita Andley ¡Quiero que responda adecuadamente!
—Sí… Señora… Entendí lo que me ha dicho.
—Deja de perder tu tiempo y entra allí —le ordenó, y Candy de inmediato obedeció.
Apenas podía creer que le permitieran encontrarse con alguien que no fuera su abogado. Tenía un mes de no ver a su familia y tenía un mes y medio, sin verlo a él… No le habían aclarado quién estaba efectuando la visita, sin embargo se sentía contenta de pensar en la posibilidad de que fuera su prometido, el que la visitaba.
—Cinco minutos… Y ni un segundo más ¿Comprendido? —preguntó el guardia, observándola con fastidio.
—Comprendido, señor…
El guardia sacó un juego de llaves, que llevaba dentro del bolsillo de su pantalón, y a continuación abrió la reja.
Candy ingresó con prontitud a la sala de visitas y en cuanto sus ojos, observaron la figura del hombre, al que tanto había deseado ver, obedeció a su instinto y se apresuró para encontrarse con él...
Corrió con energía, sin importarle recibir una llamada de atención, pues les estaba estrictamente prohibido comportarse de aquella forma.
“¡No pueden tocarse!”
Les advirtió el guardia con severidad, mientras ellos afirmaban con su cabeza y se observaban fijamente.
Ella estaba muy contenta de verlo, pero él no parecía estar muy feliz... Le dirigió una mirada furiosa, la clase de mirada que ella no había visto desde sus tiempos en el colegio. Estaba molesto y no podía fingir que le agradaba verla, en ese tipo de circunstancia.
—Estás aquí... —expresó Candy, ignorando la molestia que mostraba el joven que estaba frente a ella—. Me alegra mucho verte, gracias por venir...
—No tenemos mucho tiempo, será una visita rápida…
—Sí lo sé… Me lo informaron…
—Tu familia quiere que sepas que el abogado está trabajando duro para sacarte de aquí —le dijo sin mirarla.
—Confío plenamente en eso... Sé que todo va aclararse y saldré pronto de aquí.
—No será sencillo...
—Imagino que no…
Un incómodo silencio se instaló entre ambos y por largos segundos, lo único que hicieron fue mirarse, y decirse en silencio, lo mucho que estaban sufriendo.
—Si me lo preguntas a mí, yo te diría que no tengas muchas esperanzas, tu panorama no luce prometedor —aquella gélida declaración, hizo que el corazón de la muchacha se sintiera oprimido, no esperaba escuchar esas palabras tan rudas—. No sé si tienes una idea de lo que pasa aquí, pero seré muy claro, contigo… ¡Lo arruinaste todo Candice! —reclamó él, sin poder ocultar su enojo—. Arruinaste nuestras vidas para siempre.
—Terry ¿Cómo puedes decir eso? —cuestionó la joven, mientras liberaba un sollozo—. ¿Acaso crees que yo soy culpable?
—No... No creo que seas culpable, pero ¡Maldita sea! ¿Por qué tuviste que exponerte de esa forma? ¿Por qué?
—Pero Terry… Yo no... Yo solo quería...
— ¿Qué querías? ¿Terminar presa por el resto de tus días?
—No... Yo no quería eso.
— ¿Ah sí? Pues no parece...
—Es una larga historia… Pero te juro que todo esto, tiene una explicación.
—Sí, seguro que la hay… Pero ¿Qué crees?… Ninguna explicación sirve ahora —él se llevó la mano hacía el nudo de la corbata y se lo aflojó con fastidio—. Estás en este maldito lugar y no podemos hacer nada para liberarte.
—Elisa y Neal... —expresó ella—. ¿Aún no saben nada de ellos?
—No…
Terry la observó y notó como ella se limpiaba con desesperación, las lagrimas que había derramado. Le dolía verla así, pero a pesar de sentirse conmovido, no fue capaz de ceder y darle una palabra de consuelo a la joven a la que amaba... Estaba muy enojado con ella, y en esos momentos, su molestia rebasaba cualquier otro sentimiento.
"¡Se acabó el tiempo!"
Gritaron para avisarles que tenían que despedirse.
—Terry... Voy a salir de aquí, te prometo que lo haré...
—No me prometas algo que no podrás cumplir.
—Terry, por favor...
—No digas nada Candice... Ya no digas nada... No quiero hablar más contigo.
"¡Date prisa Andley!"
Gritaron con enojo, al tiempo que ella observaba al joven al que tanto amaba y el cual, parecía estar diciéndole adiós.
— ¿Vendrás a verme de nuevo? —preguntó, pero él respondió:
—No creo que pueda permanecer más tiempo en Chicago…
—Pero...
—Ya debo irme, Candice... Y tú también...
Ella afirmó con su cabeza y luego de mirar por última vez al hombre que tenía enfrente, se dio la media vuelta y caminó hasta dónde el guardia la esperaba.
Ella volvió su mirada hacia atrás, para mirar de nuevo a Terry, pero él ya no estaba...
Él se había marchado sin siquiera esperar a que ella se fuera y desapareciera de su vista.
*~*~*~*~*
—Y ¿Qué pasó? ¿Pudiste hablar con tu hombre? —le preguntó una de sus compañeras, en cuanto ella llegó a la sala común.
—Sí... —contestó Candy, esforzándose, para esbozar una sonrisa y mostrase naturalmente contenta.
—Me alegro por ti...
—Gracias Baxter... —respondió Candy a la mujer cuya sonrisa, le hizo saber que le apreciaba con sinceridad.
—Pronto saldrás de aquí —añadió Baxter—. Podrás estar con él y casarte, seguirán con sus planes, tal y como los habían estipulado, ya lo verás.
Candy afirmó con su cabeza, y luego desvió su mirada hacia las jóvenes mujeres que yacían frente a ella. No era que la vista que esas mujeres ofrecían, le resultara grata; sin embargo, no podía seguir mirando a Baxter. No cuando la dulce mujer, tenía más esperanzas de las que tenía ella.
—Claro, eso si no te reemplaza... —expresó una de las jóvenes reclusas que se encontraba junto a ella—. No me mires así, Baxter... Vamos... No estoy diciendo mentiras, todas aquí sabemos que el novio de Andley, es uno de "esos hombres"
—"Uno de esos hombres" ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Candy con enojo.
—Es todo un adonis y miles de mujeres lo desean... —puntualizó convencida de lo que decía—. A ti te encerrarán por mucho tiempo y eso no te ayudará... Tu prometido no tiene futuro contigo, seamos honestas, al final él te dejará atrás y seguirá adelante con su glamurosa vida.
Las palabras de aquella mujer, le llegaron hasta el fondo del corazón y le lastimaron allí, en lo profundo. Desgarraron cada pequeña fibra de esperanza, que guardaba.
La horrible muchacha tenía razón...
Terry le había dicho que quizás no volvería…
“No creo que pueda permanecer más tiempo en Chicago”
Aquella dolorosa frase, aún permanecía dentro de sus oídos, resonando con crueldad.
La próxima visita que tuviera, tal vez no sería la de él y eso le dolía mucho.
— ¿A dónde vas? —preguntó Baxter, mientras Candy se encogía de hombros y señalaba la salida de la sala común.
Rápidamente, la rubia se alejó de aquellas mujeres y se dirigió a su celda. No deseaba hablar con nadie más... Solamente quería quedarse a solas y olvidarse de todo.
—Esa niña está llorando se nuevo —expresó Baxter, sin dejar de mirar a la joven que ocasionó aquel drama—. ¡Y todo es por tu maldita culpa!
— ¿Y? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué le mienta?
—No Archer, en realidad no tienes que hacer nada, para la próxima solamente quédate callada y no te metas en lo que no te importa.
—Cierto... ¡Cierra la puta boca y terminarás por hacerle un favor al jodido mundo! —exclamó otra reclusa.
— ¡La que debe cerrar la puta boca eres tú! —contestó Archer con furia, haciéndole frente a Williams, su ex mejor amiga.
Williams, no era paciente y en cuestión de segundos se suscitó una gresca entre ambas.
— ¡Archer! ¡Williams! ¡Paren con eso! —pidió Baxter, con autoridad, pero a pesar de su llamado, ninguna de las jóvenes obedeció—. Está bien, llamen a los guardias ó estas dos perras van a terminar por matarse —les ordenó Baxter a sus compañeras, antes de levantarse de su asiento y marcharse, no le interesaba presenciar aquel patético pleito.
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Candy, escuchó el escándalo que provenía de la sala común, sin embargo, no se interesó en ello.
Allí, las mujeres, se peleaban casi todos los días, y lo hacían por cualquier cosa. Era inútil hacerlas entrar en razón, solo le queda preocuparse por sí misma y mantenerse lejos de las riñas.
Aprendió a cómo comportarse, desde el día en el que llegó a la penitenciaria. Recién había ingresado cuando vivió una desagradable experiencia.
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"Mira... Es muy bonita..." dijo Archer, dirigiendo sus palabras a su amiga Williams “¡Toda una dama de sociedad!”
"¡Carajo! Adoraría tener ese cabello..." Agregó Williams, sonriendole a su compañera… “Es realmente lindo ¿No te lo parece?” La joven enredó sus dedos en los rizos de Candy y Archer contestó:
“Podrías hacerte una peluca con ellos” Archer la miró, esbozando una divertida sonrisa y agregó: “Te ayudaré a cortar este lindo cabello, en cuanto ella se duerma”
"¡Permítanme pasar, por favor!" gritó Candy, cuando Archer, quiso arrebatarle algunas de las cosas, que le habían dado para su uso personal.
"¡Oh! ¡Ella habla y todo!" exclamó Williams, burlándose de la rubia chica.
Archer tocó el cabello de Candy y luego de meter su mano entre los rizos, tiró de ellos con fuerza.
"Necesitamos varias cosas de las que llevas, querida, así que tendrás que dárnoslas y cerrar el puto pico"
Al defenderse, Candy soltó lo que llevaba en las manos y Williams, no tardó en levantarlo todo.
"Suficiente... Deja a la princesita" expresó la chica, al ver los objetos entre sus manos.
Archer la soltó, pero lo hizo después de propinarle un puñetazo en el estómago.
“¡Bienvenida” le gritaron antes de salir de su celda.
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Había sido un día difícil, pero por fortuna Baxter apareció de la nada y le auxilió. Desde aquel momento, se convirtió en su protegida y al ser la líder del lugar, ninguna otra reclusa se atrevió a molestarla.
Belinda Baxter, era la esposa de un hombre muy poderoso y todos allí, le daban un trato especial… Nadie se metía con ella, ni celadoras, ni guardias, ella podía hacer lo que quisiera.
—Las dos idiotas, están peleando—dijo Baxter, en cuanto ingresó en la celda.
— ¿Archer y Williams? —cuestionó Candy.
—No hay otras idiotas por aquí, querida.
Candy se limpió las lágrimas que había derramado y Baxter negó con la cabeza.
—No debes hacerle caso a Archer... Esa muchacha, habla por hablar.
—Quizás ella tenga razón —expresó Candy—. Quizás Terry no me ama tanto como yo a él... Es obvio que puede pasar lo que dijo...
—No, eso no es verdad.... Archer es una perra hocicona... Nada de lo que ella dice tiene sentido.
—Terry está muy enojado conmigo, además dijo que quizás no regresaría.
—Tiene que estar enojado, seguramente no sabe nada sobre lo que pasó esa noche… A ti te encarcelaron y el único que conoce tus declaraciones es tu abogado —Baxter ofreció un pañuelo a Candy y luego le dijo—. Límpiate la cara, niña... Y ahorra energías para afrontar lo que viene... Olvídate de las cosas que por ahora no tienen solución… Ya se le pasará el berrinche, a tu noviecito.
Candy afirmó con su cabeza y luego tono el pañuelo que Baxter le daba.
Tengo que confiar en que saldré de aquí... Soy inocente, yo tengo que salir de este lugar… Dios… Por favor, haz que Neal cumpla su promesa.
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—No puedo seguir con esto...—expresó, tomando la mano de la chica, que yacía sobre la cama—. Madre... No puedo seguir fingiendo.
—Fingirás todo lo que tengas que fingir... —expresó la autoritaria mujer—. No permitiré que te veas inmerso en el escándalo... Hijo, eres un empresario exitoso, con un futuro brillante por delante, no dejaré que eches a perder tu vida.
—Pero yo no voy arruinar mi vida… Solamente voy a decir la verdad...
—La verdad… ¡Dios! ¡Qué estupideces dices! ¿De qué verdad hablas?
—Candy es inocente… Candy está encerrada por culpa de otras personas.
—Esas personas, no tendrán piedad, cuando las delates… Así que deja las cosas como están —Sarah Leagan abanicó su rostro con energía y después agregó—. Olvídate de Candice y concéntrate en lo que de verdad nos importa.
—No puedo… Yo le hice una promesa y...
— ¡Suficiente! ¡Deja de decir eso! Ya he perdido a tu hermana y no pienso perderte a ti...
—Madre... No has perdido a Elisa... ¡Ella sigue aquí, con nosotros! ¡Está viva, gracias a Candice!
—Hubiera sido mejor que la dejaran morir... —mencionó Sarah Leagan con molestia—. ¿No has escuchado a los doctores? ¡Elisa no volverá hacer la misma jamás!
—Eso no lo sabemos... —Neal observó a su hermana y luego dirigió sus ojos hacia Sarah—. Tenemos que ser pacientes… Elisa despertará y volverá ser la misma chica que conocemos.
—Tu hermana fue una idiota… Y tú también lo fuiste... —expresó la mujer—. Si te sientes tan culpable por el deplorable estado en el que se encuentra, te aconsejo que trabajes, y que lo hagas duro, porque tú serás quien tenga que cuidar de ella, ni pienses que tu padre o yo, vamos a premiarlos por esto… —Sarah negó con la cabeza y horrorizada añadió —. No… Yo no voy a cuidar de ella…¡No lo pienses ni por un momento!
— ¿Cómo puedes hablar así? ¡Demonios, madre! ¡Esa chica es tu hija! —gritó Neal, tomando a Sarah por ambos brazos, sacudiéndola con enojo, intentado hacerla reaccionar.
—No... Elisa no es más mi hija... —declaró con molestia—. Esa muchacha dejó de ser mi hija el día que salió de casa y se convirtió en una ramera que usa drogas para poder sentirse mejor.
Neal empujó a su madre y ésta, cayó de golpe sobre el piso.
— ¡Lárgate de aquí! —le gritó el moreno—. ¡Aléjate de mi hermana y no vuelvas a entrar a este lugar!
Sarah no respondió nada, solamente se levantó del suelo y de inmediato se marchó de la habitación.
Neal regresó a la cama y volvió a tomar la mano de Elisa.
—Estás viva, Elisa... Estás viva y despertarás muy pronto... —le dijo, mientras lloraba y se dejaba envolver por la desdicha en la que la vida lo había envuelto.
Continuará...
¡Gracias por leer!