CAPÍTULO 3
Chicago, Illinois, abril de 1924
Enterarse de lo que había sucedido con Candy, no le ayudó a sentirse mejor… En realidad, el resultado de aquella dolorosa lectura, le había dejado con el ánimo por los suelos.
Después de terminar de leer aquellos documentos, no pudo hacer otra cosa, más que sentirse el peor de los hombres. Se había atrevido a dudar de su prometida y eso, automáticamente, lo convertía en el Idiota más grande, que habitaba sobre la tierra.
Terry, era desconfiado, por naturaleza... Y aunque siempre creyó en la inocencia de Candy, reconocía que la había culpado directamente a ella, por estar metida en problemas... Conocía a Neal, pero también conocía a Candy y sabía que la rubia se metía en tremendos líos, por dejarse llevar por su innata bondad.
"Eran las nueve de la noche, cuando Neal Leagan, irrumpió en mi hogar... Él, llegó a mi casa, pidiendo ayuda… Me dijo que su hermana Elisa, estaba muy enferma y que precisaba mi auxilio. Yo me negué a prestarle atención, lo hice, porque no confío en él y pensé que estaba jugando conmigo... A pesar de eso, Neal no aceptó mis negativas y me obligó a ir con él"
Esas palabras carcomieron el alma de Terry… Neal Leagan… Nuevamente él, había hecho de las suyas y él, no pudo hace nada para evitarlo.
Maldito dandi de quinta... Pensó Terry, rememorando la "odiosa" figura de aquél muchacho... Cuando te encuentre, voy a matarte...
"Recuerdo que me dio una bofetada y que después desperté dentro de su automóvil. Ya no pude hacer nada para escapar... Intenté huir, cuando llegamos al bar clandestino, pero una vez más Neal insistió en lo mismo, me dijo que su hermana estaba mal y yo era la única que podía ayudarle... Al final él decía la verdad, Elisa estaba muy mal, apenas llegamos a tiempo, para salvarle la vida"
— ¿Estás bien? —preguntó Albert, mientras Terry le observaba y negaba con su cabeza.
No se sentía bien... De nada valía mentir, mostrarse frágil, había dejado de importarle, así que lo aceptó, le respondió a su amigo que necesitaba tranquilizarse y que quería dar una caminata, Albert le dijo que lo acompañaba y finalmente, ambos salieron a caminar por las calles del vecindario.
De regreso en casa, Terry le preguntó:
— ¿Qué han dicho los investigadores? ¿Qué información tienen, sobre el paradero de los hermanos Leagan?
—Hasta el día de hoy, no existe rastro de ellos... No se ha encontrado información en los hospitales, ni en las delegaciones... Me comuniqué con su padre, pero él está en Europa y no sabe nada al respecto... En cuanto a Sarah, tampoco se sabe nada, seguramente ella está con sus hijos, escondiéndose.
—No sé cómo es que la policía aún no ha dado con ellos… Ni tampoco entiendo por qué demonios están comportándose así con nosotros.
—Yo tampoco lo sabía, pero hoy descubrí cuál es nuestro principal problema… —Albert no pudo callar por más tiempo, lo que había sucedido aquél día y confesó—. Terry, yo fui muy paciente y confié en la justicia, creí que éste problema se podía arreglar, pero al pasar de los días me he dado cuenta de que no hemos actuado como debemos... No hemos hecho lo “correcto”
— ¿Qué quieres decir con eso?
El rubio bebió de la taza de té que había preparado y a continuación, declaró:
—Desde que Candy fue arrestada, ellos nos han puesto una y mil trabas, primero, no dejaron que la viera en los separos y después la trasladaron a la penitenciaria y tampoco nos permitieron verla...
—Entiendo… Pero… ¿Qué podemos hacer nosotros?
—Hoy he jugado tan sucio como ellos lo desean y he tirado mi primer movimiento... —Albert sonrió y añadió —. Soborné al alcaide y entonces, tú pudiste entrar a ver a Candy...
Terry le miró sorprendido y sin poder evitarlo dijo:
—Espera… ¿Le pagaste? ¿Y el muy maldito, solo me dejó verla por cinco minutos?
—Gracias a Dios así fue… ¡Imagina si les da más tiempo! No… los ánimos de ambos, no estaban para más de cinco minutos.
—Volvamos al tema, por favor… —masculló Terry, haciendo que Albert riera.
—Es obvio que lo que quieren es dinero… La policía de Chicago y la del país entero, está inmersa en la corrupción. Tengo principios y quise actuar conforme a lo que se supone “es lo correcto”, pero Terry… No puedo seguir así… El juicio aún está muy lejos de realizarse... Y no puedo permitir que Candy siga en ese lugar.
—Bien, entonces jugaremos tan rudo, como juegan ellos —dijo Terry—. No me importa si me quedo en la quiebra, gastaré hasta el último centavo que tengo, para salir de esto... —el actor le miró con decisión y dispuesto a corregir el error cometido, concluyó—. Ahora seré yo, el que soborne al alcaide... Mañana iré a la penitenciaría y no saldré de allí, hasta que me permitan ver de nuevo a Candy…
Albert, llegó a su casa, cuando ya era de madrugada.
Por un momento, pensó en dirigirse al estudio para dormir allí, pero finalmente, se decidió a ir hasta su habitación.
Entró sin hacer ruido, se despojó de su chaqueta y luego de su pantalón y de su camisa, no tenía ganas de ponerse la pijama, así que entró a la cama, usando únicamente sus calzoncillos.
—Creí que te quedarías en la casa de Terry... —recriminó su esposa, en cuanto sintió que él se acostaba junto a ella.
Albert esbozó una sonrisa, y sin pensarlo, encendió la luz de la lámpara, que se encontraba un costado.
—Ese era mi plan querida, no deseaba conducir hasta acá, pero la verdad es que no quise importunar más a mi amigo, Terry es una persona muy independiente y no le gusta sentirse vigilado.
—Pero... ¿No decías que era capaz de cometer una locura?
—Sí, lo pensé... Pero después de hablar con él, decidí seguir confiando en su palabra, es buen muchacho, no hará nada que lo perjudique, estoy seguro de eso —Albert se acurrucó a un lado de su mujer, la noche era fría y se estaba congelando—. Dime... ¿Acaso quieres que me vaya y no regrese hasta mañana?
Ella negó con la cabeza y se aferró al cuerpo del rubio, indicándole que aquella idea no le gustaba.
—Por supuesto que no... Pero no me gusta que atravieses la ciudad, no cuándo hay tantos peligros nocturnos que enfrentar.
—Estoy aquí, sano y salvo… No te preocupes más —Albert besó la mejilla de su esposa y ella, muy a su pesar, tuvo que confesarle algo que se había suscitado en su ausencia.
—Albert... Hay algo que tengo que decirte... —dijo ella, mostrándose un tanto inquieta.
—Siobhan Andley... ¿Por qué presiento que lo que vas a decir no es bueno?
—No sé cómo vas a tomarlo... Pero si no te lo digo en este momento, no podré conciliar el sueño esta noche…
Albert se separó un poco de ella, con la intención de buscar su mirada.
— ¿Qué pasó? Vamos… Háblame de ello…
—Tu sobrino Neal, llamó hace unas horas...
— ¿Qué te dijo? ¿A qué hora llamó?
—Llamó muy tarde, prácticamente era media noche y no me dijo nada... Querido, yo no fui la que hable con él...
Albert respiró hondo y con paciencia preguntó:
— ¿Quién respondió?
—George, fue quien atendió la llamada...
Albert se llevó las manos a la cabeza y después tomó asiento sobre la cama.
— ¿George te dijo algo?
—No... Solo nos dijo que era Neal quien llamaba... Y luego salió, sin decir nada más…
Albert sintió que la meta a la que deseaba llegar, se acercaba ellos. Conocía a George y sabía que no se quedaría de brazos cruzados y que era probable, que para ese momento, tuviera información.
Quería correr para buscarlo, pero por otro lado, sabía que debía controlarse y no darle a Siobhan, motivos para alarmarse… Esperaban un bebé … Al fin, después de cuatro años de espera, ella había quedado encinta. No debía preocuparla más de la cuenta.
—Lo veré por la mañana y platicaré con él… Por ahora, ambos necesitamos dormir —Albert entró de nuevo a la cama y luego volvió acurrucarse junto a su esposa.
Nada más podía hacer, excepto esperar a que amaneciera.
“Su hermana, Señor Leagan, tendrá que comenzar desde cero..."
Aquellas contundentes palabras del doctor, le resultaron espantosas… Desde el inicio, se aferró a la esperanza de que todo el episodio que sufría Elisa, era solo una etapa y que no tendría consecuencias fatales. Sin embargo, sus deseos se habían hecho trizas.
"Con ejercicios, ella aprenderá a realizar las actividades más básicas... Caminar, intentar comunicarse…Eso puede lograrlo, pero solo si se atiende con un profesional..."
Neal preguntó que dónde podía encontrar esas atenciones y el médico respondió:
"El Hospital Priory, en Londres... Ese es el que yo le puedo recomendar"
Con su situación actual, no sabía si podría llevar a Elisa hasta Londres… Él hablaría y denunciaría a Damon Andersson, pero al mismo tiempo, sería acusado de encubrimiento; y claro, también sería acusado de secuestro... Eso era lo que le había dicho su abogado.
El castigo por encubrimiento, dependía del criterio del juez que llevaba el caso, pero el secuestro, ese sí era penado con la cárcel, no había fianza, ni posibilidad de ganar el juicio.
Estaba entre la espada y la pared… No había más escapatoria. O se hablaba y denunciaba, o se quedaba callado y sufría las consecuencias de su silencio...
—Bethany… —le llamó él, a la enfermera personal de Elisa—. ¿Cómo amaneció mi hermana?
—Ella ya ha despertado y ha tomado su desayuno, señor…
— ¿Usted la alimentó?
—Sí, yo lo hice… —la mujer de mediana edad, le miró con algo de pena, pues le dolía saber que gente tan joven, pasará por cosas como esa—. ¿Sabe? Ella estaba algo inquieta… Quizás estaba esperando a para verlo a usted… ¿Por qué no entra y la saluda?
Neal había evitado entrar a la habitación para ver a su hermana, no porque tuviera sentimientos como los que su madre expresó días atrás, más bien, no quería entrar porque estaba demasiado sensible y no podía contener las lágrimas, cada que veía a su querida Elisa, en ese estado.
—Sí, claro, entraré a verla…
Neal se armó de valor y en cuanto entro a la habitación, se olvidó de sus temores… Se acercó hasta la cama y observó a Elisa.
Hermana… Pensó al ver a la muchacha Tu destino pudo haber sido otro... Pudiste haber sido feliz, si nuestra vida fuera otra, tendrías un esposo, una casa e hijos, pero... Neal acarició los cabellos de Elisa y ella automáticamente le miró, no podía hacer nada, más que eso, mirarlo... Pero ninguno de los dos pudo obtener lo que deseaba, ninguno ha podido ser feliz... Y tendremos que vivir con eso, por el resto de nuestra existencia…
—Volveré más tarde, linda... —le dijo a Elisa, con voz temblorosa, sin saber si podría cumplir con esa afirmación, pues desconocía cual sería el resultado de la reunión con el patriarca del clan—. Te amo... Hermanita... —expresó él, posando un beso sobre la frente de la joven.
Elisa quería tocarlo, deseaba tomarlo de la mano y pedirle que no la dejara. Sin embargo, no pudo hacer nada más que observar como su hermano mayor se marchaba y la dejaba sola…
La joven Leagan no podía coordinar sus movimientos, ni tampoco podía hablar… Pero su corazón aún sentía y no deseaba que Neal se separara de ella, él era el único que la amaba con sinceridad y a pesar de su estado, ella era capaz de admitir que había perdido todo y que Neal, era lo único que le quedaba.
— ¿Sabes, Andley? Me preguntaba... ¿Qué se siente, compartir la cama con un famoso actor de Broadway? —cuestionó Archer, con toda la intención de molestar a Candy…—. Esa duda ha corrido por mi mente, desde ayer… Y creí que tú podías ayudarme a despejarla.
Candy no respondió… Y siguió llevando a cabo sus labores. Por las mañanas, eran obligadas a trabajar haciendo la limpieza en diversas secciones del lugar.
—Vamos Andley… No seas tímida… Solo cuéntame tu experiencia.
Las demás reclusas, escuchaban con atención, las impertinentes preguntas de Archer, algunas de las mujeres, reían y otras, solo miraban con curiosidad, mostrándose atentas a cualquier respuesta, que Candy emitiera.
—Déjame en paz —pidió Candy—. Si tienes ese tipo de dudas, ese no es mi problema…
Las mujeres, que estaban escuchando, se burlaron de Archer, pues Candy, no solía responder cuando ella se empeñaba en molestarla.
—Está bien… Quizás aún no sabes que se siente, porque seguramente sigues siendo virgen ¿Verdad? —Archer la observó de arriba hacia abajo, afirmando con su cabeza y sonriendo de forma burlona—. ¡Oh Dios! ¡Sí eres virgen! ¡Tienes 26 años! Y… ¡Sigues siendo virgen!
La rubia no pudo evitar que un sonrojo pintara de rojo sus mejillas, no podía creer que esa mujer tuviera el descaro de burlarse de ella de aquella forma. No se avergonzaba de ser quién era, pero le molestaba de sobremanera que la chica se metiera con su vida íntima.
—Ahora entiendo el interés de tu noviecito… Claro… ¡Todos son iguales! Se divierten con las putas, pero se casan con las vírgenes… Claro que después de que se les pasa la calentura, se dan cuenta de que las remilgadas no son lo suyo y entonces vuelven con la ramera de su preferencia… —Candy hizo un esfuerzo sobrehumano, para poder contenerse, pero Archer no paró de molestarla—. ¡Qué lástima, princesa! Tu noviecito ya no podrá disfrutar de ti… —dijo ella, al tiempo que se acercaba al oído de Candy—. Cuando salgas de aquí, él tendrá una nueva vida… Y tú jamás sabrás, lo que se siente estar con él… No te preocupes por su felicidad, él podrá buscarse a otra virgen que cumpla con tu función.
—Aléjate de mí… —pidió la rubia, con voz agitada.
—No… Yo no pienso dejarte en paz… —Archer sonrió ampliamente y agregó— . ¿Sabes? Ya es hora de que te metan al agujero y que te dejen allí por varios días…
Archer le jaló el cabello a Candy, esperando tirarla al suelo, para de esa manera, poder someterla. Sin embargo, la rubia muchacha, respondió como Archer no imaginaba.
Candy, no había perdido la agilidad de antaño, así que muy pronto, logró revertir la posición en la que estaba, y entonces fue ella quién inmovilizó a su compañera.
— ¿Quieres mandarme al agujero? —preguntó Candy, dejando salir toda la frustración que llevaba dentro—. ¡Bien! ¡Entonces voy hacer que al menos valga la pena! —agregó propinando un fuerte golpe al rostro de la muchacha. Archer quiso defenderse, pero le fue imposible, porque Candy no dejó de golpearla.
Para ese entonces, los gritos y los aplausos de las reclusas, ya habían llamado la atención de los guardias y las celadoras.
Cuando ellos llegaron, Archer gritaba histérica, y la rubia Andley, era separada de aquella infortunada, por sus demás compañeras.
Baxter, la miraba, entre asustada y complacida, no tenía idea de que la “Niña Andley” sabía defenderse de manera tan salvaje.
"Estás loca" le dijo con emoción, al verla salir ilesa, de aquella trifulca.
— ¡Andley! ¡Archer! —las llamó el guardia, obligándolas acercarse—. Ambas quedan castigadas... ¡Las dos irán a las celdas de aislamiento! —exclamó él, mientras ellas obedecían y se dejaban esposar.
Archer se sintió desdichada, su plan era mandar a Candy al aislamiento, pero no quería que la mandaran a ella también.
Candy por su parte, se fue contenta… Después de tantas burlas, al fin había puesto en su lugar a la horrible joven, que la molestó desde el primer día que piso la cárcel.
Continuará…
Enterarse de lo que había sucedido con Candy, no le ayudó a sentirse mejor… En realidad, el resultado de aquella dolorosa lectura, le había dejado con el ánimo por los suelos.
Después de terminar de leer aquellos documentos, no pudo hacer otra cosa, más que sentirse el peor de los hombres. Se había atrevido a dudar de su prometida y eso, automáticamente, lo convertía en el Idiota más grande, que habitaba sobre la tierra.
Terry, era desconfiado, por naturaleza... Y aunque siempre creyó en la inocencia de Candy, reconocía que la había culpado directamente a ella, por estar metida en problemas... Conocía a Neal, pero también conocía a Candy y sabía que la rubia se metía en tremendos líos, por dejarse llevar por su innata bondad.
"Eran las nueve de la noche, cuando Neal Leagan, irrumpió en mi hogar... Él, llegó a mi casa, pidiendo ayuda… Me dijo que su hermana Elisa, estaba muy enferma y que precisaba mi auxilio. Yo me negué a prestarle atención, lo hice, porque no confío en él y pensé que estaba jugando conmigo... A pesar de eso, Neal no aceptó mis negativas y me obligó a ir con él"
Esas palabras carcomieron el alma de Terry… Neal Leagan… Nuevamente él, había hecho de las suyas y él, no pudo hace nada para evitarlo.
Maldito dandi de quinta... Pensó Terry, rememorando la "odiosa" figura de aquél muchacho... Cuando te encuentre, voy a matarte...
"Recuerdo que me dio una bofetada y que después desperté dentro de su automóvil. Ya no pude hacer nada para escapar... Intenté huir, cuando llegamos al bar clandestino, pero una vez más Neal insistió en lo mismo, me dijo que su hermana estaba mal y yo era la única que podía ayudarle... Al final él decía la verdad, Elisa estaba muy mal, apenas llegamos a tiempo, para salvarle la vida"
— ¿Estás bien? —preguntó Albert, mientras Terry le observaba y negaba con su cabeza.
No se sentía bien... De nada valía mentir, mostrarse frágil, había dejado de importarle, así que lo aceptó, le respondió a su amigo que necesitaba tranquilizarse y que quería dar una caminata, Albert le dijo que lo acompañaba y finalmente, ambos salieron a caminar por las calles del vecindario.
De regreso en casa, Terry le preguntó:
— ¿Qué han dicho los investigadores? ¿Qué información tienen, sobre el paradero de los hermanos Leagan?
—Hasta el día de hoy, no existe rastro de ellos... No se ha encontrado información en los hospitales, ni en las delegaciones... Me comuniqué con su padre, pero él está en Europa y no sabe nada al respecto... En cuanto a Sarah, tampoco se sabe nada, seguramente ella está con sus hijos, escondiéndose.
—No sé cómo es que la policía aún no ha dado con ellos… Ni tampoco entiendo por qué demonios están comportándose así con nosotros.
—Yo tampoco lo sabía, pero hoy descubrí cuál es nuestro principal problema… —Albert no pudo callar por más tiempo, lo que había sucedido aquél día y confesó—. Terry, yo fui muy paciente y confié en la justicia, creí que éste problema se podía arreglar, pero al pasar de los días me he dado cuenta de que no hemos actuado como debemos... No hemos hecho lo “correcto”
— ¿Qué quieres decir con eso?
El rubio bebió de la taza de té que había preparado y a continuación, declaró:
—Desde que Candy fue arrestada, ellos nos han puesto una y mil trabas, primero, no dejaron que la viera en los separos y después la trasladaron a la penitenciaria y tampoco nos permitieron verla...
—Entiendo… Pero… ¿Qué podemos hacer nosotros?
—Hoy he jugado tan sucio como ellos lo desean y he tirado mi primer movimiento... —Albert sonrió y añadió —. Soborné al alcaide y entonces, tú pudiste entrar a ver a Candy...
Terry le miró sorprendido y sin poder evitarlo dijo:
—Espera… ¿Le pagaste? ¿Y el muy maldito, solo me dejó verla por cinco minutos?
—Gracias a Dios así fue… ¡Imagina si les da más tiempo! No… los ánimos de ambos, no estaban para más de cinco minutos.
—Volvamos al tema, por favor… —masculló Terry, haciendo que Albert riera.
—Es obvio que lo que quieren es dinero… La policía de Chicago y la del país entero, está inmersa en la corrupción. Tengo principios y quise actuar conforme a lo que se supone “es lo correcto”, pero Terry… No puedo seguir así… El juicio aún está muy lejos de realizarse... Y no puedo permitir que Candy siga en ese lugar.
—Bien, entonces jugaremos tan rudo, como juegan ellos —dijo Terry—. No me importa si me quedo en la quiebra, gastaré hasta el último centavo que tengo, para salir de esto... —el actor le miró con decisión y dispuesto a corregir el error cometido, concluyó—. Ahora seré yo, el que soborne al alcaide... Mañana iré a la penitenciaría y no saldré de allí, hasta que me permitan ver de nuevo a Candy…
*~*~*~*~*
Albert, llegó a su casa, cuando ya era de madrugada.
Por un momento, pensó en dirigirse al estudio para dormir allí, pero finalmente, se decidió a ir hasta su habitación.
Entró sin hacer ruido, se despojó de su chaqueta y luego de su pantalón y de su camisa, no tenía ganas de ponerse la pijama, así que entró a la cama, usando únicamente sus calzoncillos.
—Creí que te quedarías en la casa de Terry... —recriminó su esposa, en cuanto sintió que él se acostaba junto a ella.
Albert esbozó una sonrisa, y sin pensarlo, encendió la luz de la lámpara, que se encontraba un costado.
—Ese era mi plan querida, no deseaba conducir hasta acá, pero la verdad es que no quise importunar más a mi amigo, Terry es una persona muy independiente y no le gusta sentirse vigilado.
—Pero... ¿No decías que era capaz de cometer una locura?
—Sí, lo pensé... Pero después de hablar con él, decidí seguir confiando en su palabra, es buen muchacho, no hará nada que lo perjudique, estoy seguro de eso —Albert se acurrucó a un lado de su mujer, la noche era fría y se estaba congelando—. Dime... ¿Acaso quieres que me vaya y no regrese hasta mañana?
Ella negó con la cabeza y se aferró al cuerpo del rubio, indicándole que aquella idea no le gustaba.
—Por supuesto que no... Pero no me gusta que atravieses la ciudad, no cuándo hay tantos peligros nocturnos que enfrentar.
—Estoy aquí, sano y salvo… No te preocupes más —Albert besó la mejilla de su esposa y ella, muy a su pesar, tuvo que confesarle algo que se había suscitado en su ausencia.
—Albert... Hay algo que tengo que decirte... —dijo ella, mostrándose un tanto inquieta.
—Siobhan Andley... ¿Por qué presiento que lo que vas a decir no es bueno?
—No sé cómo vas a tomarlo... Pero si no te lo digo en este momento, no podré conciliar el sueño esta noche…
Albert se separó un poco de ella, con la intención de buscar su mirada.
— ¿Qué pasó? Vamos… Háblame de ello…
—Tu sobrino Neal, llamó hace unas horas...
— ¿Qué te dijo? ¿A qué hora llamó?
—Llamó muy tarde, prácticamente era media noche y no me dijo nada... Querido, yo no fui la que hable con él...
Albert respiró hondo y con paciencia preguntó:
— ¿Quién respondió?
—George, fue quien atendió la llamada...
Albert se llevó las manos a la cabeza y después tomó asiento sobre la cama.
— ¿George te dijo algo?
—No... Solo nos dijo que era Neal quien llamaba... Y luego salió, sin decir nada más…
Albert sintió que la meta a la que deseaba llegar, se acercaba ellos. Conocía a George y sabía que no se quedaría de brazos cruzados y que era probable, que para ese momento, tuviera información.
Quería correr para buscarlo, pero por otro lado, sabía que debía controlarse y no darle a Siobhan, motivos para alarmarse… Esperaban un bebé … Al fin, después de cuatro años de espera, ella había quedado encinta. No debía preocuparla más de la cuenta.
—Lo veré por la mañana y platicaré con él… Por ahora, ambos necesitamos dormir —Albert entró de nuevo a la cama y luego volvió acurrucarse junto a su esposa.
Nada más podía hacer, excepto esperar a que amaneciera.
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“Su hermana, Señor Leagan, tendrá que comenzar desde cero..."
Aquellas contundentes palabras del doctor, le resultaron espantosas… Desde el inicio, se aferró a la esperanza de que todo el episodio que sufría Elisa, era solo una etapa y que no tendría consecuencias fatales. Sin embargo, sus deseos se habían hecho trizas.
"Con ejercicios, ella aprenderá a realizar las actividades más básicas... Caminar, intentar comunicarse…Eso puede lograrlo, pero solo si se atiende con un profesional..."
Neal preguntó que dónde podía encontrar esas atenciones y el médico respondió:
"El Hospital Priory, en Londres... Ese es el que yo le puedo recomendar"
Con su situación actual, no sabía si podría llevar a Elisa hasta Londres… Él hablaría y denunciaría a Damon Andersson, pero al mismo tiempo, sería acusado de encubrimiento; y claro, también sería acusado de secuestro... Eso era lo que le había dicho su abogado.
El castigo por encubrimiento, dependía del criterio del juez que llevaba el caso, pero el secuestro, ese sí era penado con la cárcel, no había fianza, ni posibilidad de ganar el juicio.
Estaba entre la espada y la pared… No había más escapatoria. O se hablaba y denunciaba, o se quedaba callado y sufría las consecuencias de su silencio...
—Bethany… —le llamó él, a la enfermera personal de Elisa—. ¿Cómo amaneció mi hermana?
—Ella ya ha despertado y ha tomado su desayuno, señor…
— ¿Usted la alimentó?
—Sí, yo lo hice… —la mujer de mediana edad, le miró con algo de pena, pues le dolía saber que gente tan joven, pasará por cosas como esa—. ¿Sabe? Ella estaba algo inquieta… Quizás estaba esperando a para verlo a usted… ¿Por qué no entra y la saluda?
Neal había evitado entrar a la habitación para ver a su hermana, no porque tuviera sentimientos como los que su madre expresó días atrás, más bien, no quería entrar porque estaba demasiado sensible y no podía contener las lágrimas, cada que veía a su querida Elisa, en ese estado.
—Sí, claro, entraré a verla…
Neal se armó de valor y en cuanto entro a la habitación, se olvidó de sus temores… Se acercó hasta la cama y observó a Elisa.
Hermana… Pensó al ver a la muchacha Tu destino pudo haber sido otro... Pudiste haber sido feliz, si nuestra vida fuera otra, tendrías un esposo, una casa e hijos, pero... Neal acarició los cabellos de Elisa y ella automáticamente le miró, no podía hacer nada, más que eso, mirarlo... Pero ninguno de los dos pudo obtener lo que deseaba, ninguno ha podido ser feliz... Y tendremos que vivir con eso, por el resto de nuestra existencia…
—Volveré más tarde, linda... —le dijo a Elisa, con voz temblorosa, sin saber si podría cumplir con esa afirmación, pues desconocía cual sería el resultado de la reunión con el patriarca del clan—. Te amo... Hermanita... —expresó él, posando un beso sobre la frente de la joven.
Elisa quería tocarlo, deseaba tomarlo de la mano y pedirle que no la dejara. Sin embargo, no pudo hacer nada más que observar como su hermano mayor se marchaba y la dejaba sola…
La joven Leagan no podía coordinar sus movimientos, ni tampoco podía hablar… Pero su corazón aún sentía y no deseaba que Neal se separara de ella, él era el único que la amaba con sinceridad y a pesar de su estado, ella era capaz de admitir que había perdido todo y que Neal, era lo único que le quedaba.
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— ¿Sabes, Andley? Me preguntaba... ¿Qué se siente, compartir la cama con un famoso actor de Broadway? —cuestionó Archer, con toda la intención de molestar a Candy…—. Esa duda ha corrido por mi mente, desde ayer… Y creí que tú podías ayudarme a despejarla.
Candy no respondió… Y siguió llevando a cabo sus labores. Por las mañanas, eran obligadas a trabajar haciendo la limpieza en diversas secciones del lugar.
—Vamos Andley… No seas tímida… Solo cuéntame tu experiencia.
Las demás reclusas, escuchaban con atención, las impertinentes preguntas de Archer, algunas de las mujeres, reían y otras, solo miraban con curiosidad, mostrándose atentas a cualquier respuesta, que Candy emitiera.
—Déjame en paz —pidió Candy—. Si tienes ese tipo de dudas, ese no es mi problema…
Las mujeres, que estaban escuchando, se burlaron de Archer, pues Candy, no solía responder cuando ella se empeñaba en molestarla.
—Está bien… Quizás aún no sabes que se siente, porque seguramente sigues siendo virgen ¿Verdad? —Archer la observó de arriba hacia abajo, afirmando con su cabeza y sonriendo de forma burlona—. ¡Oh Dios! ¡Sí eres virgen! ¡Tienes 26 años! Y… ¡Sigues siendo virgen!
La rubia no pudo evitar que un sonrojo pintara de rojo sus mejillas, no podía creer que esa mujer tuviera el descaro de burlarse de ella de aquella forma. No se avergonzaba de ser quién era, pero le molestaba de sobremanera que la chica se metiera con su vida íntima.
—Ahora entiendo el interés de tu noviecito… Claro… ¡Todos son iguales! Se divierten con las putas, pero se casan con las vírgenes… Claro que después de que se les pasa la calentura, se dan cuenta de que las remilgadas no son lo suyo y entonces vuelven con la ramera de su preferencia… —Candy hizo un esfuerzo sobrehumano, para poder contenerse, pero Archer no paró de molestarla—. ¡Qué lástima, princesa! Tu noviecito ya no podrá disfrutar de ti… —dijo ella, al tiempo que se acercaba al oído de Candy—. Cuando salgas de aquí, él tendrá una nueva vida… Y tú jamás sabrás, lo que se siente estar con él… No te preocupes por su felicidad, él podrá buscarse a otra virgen que cumpla con tu función.
—Aléjate de mí… —pidió la rubia, con voz agitada.
—No… Yo no pienso dejarte en paz… —Archer sonrió ampliamente y agregó— . ¿Sabes? Ya es hora de que te metan al agujero y que te dejen allí por varios días…
Archer le jaló el cabello a Candy, esperando tirarla al suelo, para de esa manera, poder someterla. Sin embargo, la rubia muchacha, respondió como Archer no imaginaba.
Candy, no había perdido la agilidad de antaño, así que muy pronto, logró revertir la posición en la que estaba, y entonces fue ella quién inmovilizó a su compañera.
— ¿Quieres mandarme al agujero? —preguntó Candy, dejando salir toda la frustración que llevaba dentro—. ¡Bien! ¡Entonces voy hacer que al menos valga la pena! —agregó propinando un fuerte golpe al rostro de la muchacha. Archer quiso defenderse, pero le fue imposible, porque Candy no dejó de golpearla.
Para ese entonces, los gritos y los aplausos de las reclusas, ya habían llamado la atención de los guardias y las celadoras.
Cuando ellos llegaron, Archer gritaba histérica, y la rubia Andley, era separada de aquella infortunada, por sus demás compañeras.
Baxter, la miraba, entre asustada y complacida, no tenía idea de que la “Niña Andley” sabía defenderse de manera tan salvaje.
"Estás loca" le dijo con emoción, al verla salir ilesa, de aquella trifulca.
— ¡Andley! ¡Archer! —las llamó el guardia, obligándolas acercarse—. Ambas quedan castigadas... ¡Las dos irán a las celdas de aislamiento! —exclamó él, mientras ellas obedecían y se dejaban esposar.
Archer se sintió desdichada, su plan era mandar a Candy al aislamiento, pero no quería que la mandaran a ella también.
Candy por su parte, se fue contenta… Después de tantas burlas, al fin había puesto en su lugar a la horrible joven, que la molestó desde el primer día que piso la cárcel.
Continuará…
¡Gracias por leer! Milser, Clint Andrew, Weiss, Cary, Citlalli, Igzell, Cilenita, Ladylore y todas aquellas que leen de forma anónima