Hola
Vengo con un songfic, esta canción desde que la escuche solo pensé en los rubios, espero que les agrade, en un aporte esta en vídeo que hice también.
En primer lugar quiero agradecerles a mis amigas CandyFann y Kitten Andrew por su ayuda en estos dos aportes. Cuando se esta en un grupo no es para dar batalla cual grupo es el mejor, sino para saber que cuentas con verdaderas amistades aunque se encuentren lejos de ti. chicas muchas gracias,
A mi grupo de Legión Andrew que somos poquitas pero golosas, muchas gracias por todo su apoyo chicas.
La firma es de regalo, quien la quiera por favor de dejar su nick para personalizarla, la primera es para Kitten Andrew, la gatita traviesa del grupo y eterna Albertfan como toda legionaria. Muchas gracias amiga.
Después de dejar a su sequito de legionarias dormidas con una poción mágica, Albert salió de puntillas del torreón, dirigiéndose directamente a las caballerizas, donde su corcel estaría esperándolo.
Al ver la silueta de Sansón en la penumbra, Albert sonrió, acercándose rápidamente al caballo. -Esta vez creo que hemos superado a las chicas en su propio juego, - susurro contra el morro del precioso animal. -Cuando despierten estaremos a varias horas de distancia y no podrán seguir nuestro rastro. ¿Qué te parece, amigo? ¿Estás listo?
-Todavía tiene que empacar su cepillo de pelo,- dijo una voz en la oscuridad, y Albert, sobresaltado, estuvo a punto de tirar las manos y su mochila al aire.
-¡Chiquita! ¿Qué demonios haces aquí a estar horas? – preguntó ahogando un gemido de frustración.
Chiquita cerró la puerta del establo tras su espalda con un movimiento rápido, guardando la llave en el valle entre sus pechos. -¿Acaso no sabes que necesitas más que un poco de magia para hacerme dormir? Además, soy yo quien debería hacerte esa pregunta.
-¡Vamos, mi vida! No pueden mantenerme aquí como un prisionero en mi propia casa, - refunfuñó tirando su mochila al suelo. -Necesito conquistar otros territorios, y ustedes han demorado ya mi partida muchas veces.
Esta vez no voy a caer fácilmente en tus redes. Si no me das esa llave, no me moveré de aquí.
Chiquita se acercó a Sansón, acariciando la piel que parecía brillar a la luz de la luna. -Haremos un trato. Iremos a dar un paseo… y si mi historia te aburre, puedes marcharte. Pero si te gusta y te llena de emoción, tendrás que quedarte otra noche. ¿Entendido?
-Trato hecho, mi cielo, - respondió Albert, tomándola en sus brazos para ayudarla a montar en el caballo.
-Aquí está la llave, - le dijo Chiquita, ofreciéndosela con una sonrisa cautivadora. – Y ahora, creo que puedo comenzar mi relato…
Tu mirada en mí
Por Chiquita Andrew
Los personajes de CandyCandy le perteneces a Mizuki e Irigashi. Esta historia está escrita sin fin de lucro
Por Chiquita Andrew
Los personajes de CandyCandy le perteneces a Mizuki e Irigashi. Esta historia está escrita sin fin de lucro
Primavera.
Seguramente no hay una estación más romántica que la primavera, cuando el mundo entero parece vestirse con sus mejores galas para celebrar la continuación del circulo que es la vida.
Árboles frondosos cubiertos de flores, jardines explotando en un caleidoscopio de aromas y colores… el mundo entero rebosando de vida y vibrando con su energía.
Y así es como se sentía Candy al abrir sus ojos esa mañana. Vibrando.
Desde el nido que era su cama, la chica sintió la magia de la primavera colándose por la ventana abierta de la pequeña cabaña en el bosque.
Le pareció increíble pensar que, veinticuatro horas atrás, había sido solamente Candy White, una muchacha huérfana, y ahora despertaba como Candice White Andrew, la esposa del patriarca William Albert Andrew.
Candy sonrió, observando en silencio al hombre aun dormido a su lado.
Si alguien le hubiera dicho años atrás que ese hombre se convertiría en la persona más importante de su vida probablemente se hubiera echado a reír. Contra todo pronóstico, el chico a quien conoció como un vagabundo, fue llenando poco a poco cada hueco vacío en su corazón.
Primero había sido un extraño que rápidamente se convirtió en su amigo y en su roca. Años más tarde, cuando el destino volvió a unir sus caminos, Albert se convirtió en alguien más importante… y los lazos que los unieron se volvieron más íntimos... más cálidos.
Y ahora, él estaba dormido a su lado.
Su esposo.
El dueño de su corazón y cuerpo en toda la extensión de la palabra descansaba tras una noche donde ambos exploraron por primera vez la profundidad de la palabra ‘amor’.
Candy extendió su mano, acariciando con un dedo la barba incipiente en la mandíbula de su esposo. Había sido una buena decisión pasar su noche de bodas en esa cabaña que guardaba tantos recuerdos para ambos. Ahí, en ese pequeño espacio, ambos eran libres para ser simplemente Candy y Albert nuevamente, y no el flamante señor Andrew y su nueva esposa, la señora Andrew.
Los parpados de Albert comenzaron a revolotear, y tras un par de segundos, unos ojos tan azules como el firmamento se posaron en el rostro sonrosado de su esposa.
-Esta es una visión de la cual jamás me cansaré, - dijo esbozando una sonrisa y rodeando el cuerpo de su esposa con su brazo. -Buenos días, mi bella esposa.
-Buenos días, mi guapísimo esposo, - respondió ella, acomodándose para encajar en el pecho fuerte y varonil de su marido.
En el pecho de Albert, una risita divertida reverberó. - ¿Cuánto tiempo llevas despierta? Me parece que hemos dormido solo un par de horas y sin embargo tengo la impresión de que estas a punto de hacer una travesura.
Candy le dio un pequeño pellizco en el pecho, y Albert se rio. -No estaba pensando en fechorías, señor Andrew,- refunfuño haciendo un puchero. -Da la casualidad que estaba pensando en los hilos del destino y cómo fue que, contra todo pronóstico, ayer tú y yo llegamos al altar para sellar nuestro amor.
Albert hundió la nariz en la curva del cuello de su esposa, inhalando su magnífico aroma a rosas y pasión. -¿Contra todo pronóstico? ¿Realmente te sorprende que hubiéramos encontrado el amor después de todo por lo que hemos pasado?
La rubia miró a esposo y con su dedo índice recorrió la tersa mejilla, depositando un tierno beso en la punta de su nariz. – Mi amado príncipe, frente a ti es fácil ser sincera, lo quiera o no lo quiera, no tengo otra manera. Cuando vivimos juntos en el departamento de la calle Magnolia fue algo maravilloso. Hasta ahora hemos sido amigos, porque aunque seas mi esposo siempre primero serás mi gran amigo Albert, el vagabundo.
Candy cerró sus resplandecientes esmeraldas, recordando los momentos que vivió con Albert en el departamento Magnolia.
-Fui tu enfermera y amiga, y eso me bastaba; yo no buscaba más. Pero cuando recobraste la memoria y dejaste el departamento yo me sentí morir. Mi corazón sufrió al no tenerte más a mi lado y fue cuando me di cuenta que me había enamorado de ti.
De repente una lágrima cayó sobre la mejilla del rubio, y el corazón se le detuvo al percatarse de lo que estaba sucediendo. ¡Su esposa estaba llorando! Aunque él también había sufrido al marcharse de aquel apartamento que tanto amaba, el dolor de su esposa había sido mayor. Porque, a pesar de que ahí fue que había encontrado el sentido a la vida siendo un amnésico, su amada Candy había encontrado algo más importante a su lado: su propio hogar.
Con inusitada ternura, los labios de Albert limpiaron el rastro de lágrimas, deseando con ese gesto borrar las heridas del pasado.
-Yo te amaba, Candy. Fue la decisión más difícil que he tomado en la vida. No quería dejarte, pero mis obligaciones como patriarca me reclamaban. La tía abuela estaba a punto de encontrarme y no quise exponerte en ese entonces. Traté de protegerte y termine hiriéndote profundamente, – dijo el rubio con delicadeza, terminando de secar las lágrimas de su esposa con sus labios.
La leve barba rubia cubriendo ese mentón varonil le hizo a Candy cosquillas en el cuello, y su risa repentina endulzó los oídos del joven esposo. Albert observó a su esposa mientras ella continuaba desnudando su alma en ese momento de honestidad completa.
-¿Dime que hiciste?, ¿dime que cambió dentro de mí para cruzar la línea entre tú y yo?- le preguntó en un susurro, escudriñando el rostro de su amado. - La que me convenció que eres tú el silencio que me hizo hablar, la voz que en mí dormía, la fe que me abrigaba en tu mirar. Eres tú a quien mi corazón siempre ha ansiado.
Albert dejó que nuevamente fueran sus labios los que respondieran las preguntas de su esposa, cubriendo la pequeña boca con la suya.
-Siempre fue nuestro destino estar juntos – dijo contra su cálido aliento.
Candy se derritió ante las palabras de su marido.
-¡Te amo Albert Andrew! Porque eres tú quien alimentó mi libertad. Jamás me has atado a nada desde que me protegiste. Y ahora estoy aquí entre tus brazos, y solo quiero amarte y no necesitar de nada, tan solo tu mirada en mí, – declaró la rubia colmando de besos el rostro de su amado. – Llegaste y conocí un nuevo día, entraste a mi vida cuando siempre te necesité. Mi cómplice te hacías en mis travesuras. Cuando mi corazón sufrió por la muerte de Anthony y la separación de Terry, no fue difícil encontrar la calma, porque tú le hablaste a mi alma. En tus brazos dormía la verdad.
Candy, acomodándose en los brazos de Albert, suspiró satisfecha
-Y aunque ahora somos marido y mujer, siento que aún existe mucho que conocer. Cada vez que me pierdo en tu mirada me asomo un momento a ese universo que eres tú… y siento que quisiera descubrir un poco más de ti, – finalizó la rubia con los ojos brillantes por lagrimas aun sin derramar. Durante mucho tiempo en su vida derramó lágrimas amargas… lágrimas de tristeza, pero en esa ocasión, sus lágrimas eran de felicidad.
-Candy… - susurró el rubio y, acariciando su mejilla, se acercó a sus labios para depositar un tierno beso. – Te amo… nuestro destino estuvo escrito desde aquella vez que te encontré en la colina de Pony. Tu mirada y tu sonrisa entraron a mi alma. Cuando compartimos aquel sándwich, yo te entregue la mitad de mi alma, mi corazón completo… porque solo a ti te pertenecen. Te amo… esposa mía.
Aferrándose al pequeño cuerpo, Albert, riendo, la hizo rodar hasta que Candy quedó encima de él. -¿Qué quieres hacer esta mañana? ¿Necesitas algo más para que este día sea perfecto para ti?
Candy posó un beso fugaz en la punta de su nariz antes de buscar la boca de su esposo. -No necesito nada más,- dijo en un susurro ahogado antes de profundizar el beso. -Tan solo tu mirada en mí…
Seguramente no hay una estación más romántica que la primavera, cuando el mundo entero parece vestirse con sus mejores galas para celebrar la continuación del circulo que es la vida.
Árboles frondosos cubiertos de flores, jardines explotando en un caleidoscopio de aromas y colores… el mundo entero rebosando de vida y vibrando con su energía.
Y así es como se sentía Candy al abrir sus ojos esa mañana. Vibrando.
Desde el nido que era su cama, la chica sintió la magia de la primavera colándose por la ventana abierta de la pequeña cabaña en el bosque.
Le pareció increíble pensar que, veinticuatro horas atrás, había sido solamente Candy White, una muchacha huérfana, y ahora despertaba como Candice White Andrew, la esposa del patriarca William Albert Andrew.
Candy sonrió, observando en silencio al hombre aun dormido a su lado.
Si alguien le hubiera dicho años atrás que ese hombre se convertiría en la persona más importante de su vida probablemente se hubiera echado a reír. Contra todo pronóstico, el chico a quien conoció como un vagabundo, fue llenando poco a poco cada hueco vacío en su corazón.
Primero había sido un extraño que rápidamente se convirtió en su amigo y en su roca. Años más tarde, cuando el destino volvió a unir sus caminos, Albert se convirtió en alguien más importante… y los lazos que los unieron se volvieron más íntimos... más cálidos.
Y ahora, él estaba dormido a su lado.
Su esposo.
El dueño de su corazón y cuerpo en toda la extensión de la palabra descansaba tras una noche donde ambos exploraron por primera vez la profundidad de la palabra ‘amor’.
Candy extendió su mano, acariciando con un dedo la barba incipiente en la mandíbula de su esposo. Había sido una buena decisión pasar su noche de bodas en esa cabaña que guardaba tantos recuerdos para ambos. Ahí, en ese pequeño espacio, ambos eran libres para ser simplemente Candy y Albert nuevamente, y no el flamante señor Andrew y su nueva esposa, la señora Andrew.
Los parpados de Albert comenzaron a revolotear, y tras un par de segundos, unos ojos tan azules como el firmamento se posaron en el rostro sonrosado de su esposa.
-Esta es una visión de la cual jamás me cansaré, - dijo esbozando una sonrisa y rodeando el cuerpo de su esposa con su brazo. -Buenos días, mi bella esposa.
-Buenos días, mi guapísimo esposo, - respondió ella, acomodándose para encajar en el pecho fuerte y varonil de su marido.
En el pecho de Albert, una risita divertida reverberó. - ¿Cuánto tiempo llevas despierta? Me parece que hemos dormido solo un par de horas y sin embargo tengo la impresión de que estas a punto de hacer una travesura.
Candy le dio un pequeño pellizco en el pecho, y Albert se rio. -No estaba pensando en fechorías, señor Andrew,- refunfuño haciendo un puchero. -Da la casualidad que estaba pensando en los hilos del destino y cómo fue que, contra todo pronóstico, ayer tú y yo llegamos al altar para sellar nuestro amor.
Albert hundió la nariz en la curva del cuello de su esposa, inhalando su magnífico aroma a rosas y pasión. -¿Contra todo pronóstico? ¿Realmente te sorprende que hubiéramos encontrado el amor después de todo por lo que hemos pasado?
La rubia miró a esposo y con su dedo índice recorrió la tersa mejilla, depositando un tierno beso en la punta de su nariz. – Mi amado príncipe, frente a ti es fácil ser sincera, lo quiera o no lo quiera, no tengo otra manera. Cuando vivimos juntos en el departamento de la calle Magnolia fue algo maravilloso. Hasta ahora hemos sido amigos, porque aunque seas mi esposo siempre primero serás mi gran amigo Albert, el vagabundo.
Candy cerró sus resplandecientes esmeraldas, recordando los momentos que vivió con Albert en el departamento Magnolia.
-Fui tu enfermera y amiga, y eso me bastaba; yo no buscaba más. Pero cuando recobraste la memoria y dejaste el departamento yo me sentí morir. Mi corazón sufrió al no tenerte más a mi lado y fue cuando me di cuenta que me había enamorado de ti.
De repente una lágrima cayó sobre la mejilla del rubio, y el corazón se le detuvo al percatarse de lo que estaba sucediendo. ¡Su esposa estaba llorando! Aunque él también había sufrido al marcharse de aquel apartamento que tanto amaba, el dolor de su esposa había sido mayor. Porque, a pesar de que ahí fue que había encontrado el sentido a la vida siendo un amnésico, su amada Candy había encontrado algo más importante a su lado: su propio hogar.
Con inusitada ternura, los labios de Albert limpiaron el rastro de lágrimas, deseando con ese gesto borrar las heridas del pasado.
-Yo te amaba, Candy. Fue la decisión más difícil que he tomado en la vida. No quería dejarte, pero mis obligaciones como patriarca me reclamaban. La tía abuela estaba a punto de encontrarme y no quise exponerte en ese entonces. Traté de protegerte y termine hiriéndote profundamente, – dijo el rubio con delicadeza, terminando de secar las lágrimas de su esposa con sus labios.
La leve barba rubia cubriendo ese mentón varonil le hizo a Candy cosquillas en el cuello, y su risa repentina endulzó los oídos del joven esposo. Albert observó a su esposa mientras ella continuaba desnudando su alma en ese momento de honestidad completa.
-¿Dime que hiciste?, ¿dime que cambió dentro de mí para cruzar la línea entre tú y yo?- le preguntó en un susurro, escudriñando el rostro de su amado. - La que me convenció que eres tú el silencio que me hizo hablar, la voz que en mí dormía, la fe que me abrigaba en tu mirar. Eres tú a quien mi corazón siempre ha ansiado.
Albert dejó que nuevamente fueran sus labios los que respondieran las preguntas de su esposa, cubriendo la pequeña boca con la suya.
-Siempre fue nuestro destino estar juntos – dijo contra su cálido aliento.
Candy se derritió ante las palabras de su marido.
-¡Te amo Albert Andrew! Porque eres tú quien alimentó mi libertad. Jamás me has atado a nada desde que me protegiste. Y ahora estoy aquí entre tus brazos, y solo quiero amarte y no necesitar de nada, tan solo tu mirada en mí, – declaró la rubia colmando de besos el rostro de su amado. – Llegaste y conocí un nuevo día, entraste a mi vida cuando siempre te necesité. Mi cómplice te hacías en mis travesuras. Cuando mi corazón sufrió por la muerte de Anthony y la separación de Terry, no fue difícil encontrar la calma, porque tú le hablaste a mi alma. En tus brazos dormía la verdad.
Candy, acomodándose en los brazos de Albert, suspiró satisfecha
-Y aunque ahora somos marido y mujer, siento que aún existe mucho que conocer. Cada vez que me pierdo en tu mirada me asomo un momento a ese universo que eres tú… y siento que quisiera descubrir un poco más de ti, – finalizó la rubia con los ojos brillantes por lagrimas aun sin derramar. Durante mucho tiempo en su vida derramó lágrimas amargas… lágrimas de tristeza, pero en esa ocasión, sus lágrimas eran de felicidad.
-Candy… - susurró el rubio y, acariciando su mejilla, se acercó a sus labios para depositar un tierno beso. – Te amo… nuestro destino estuvo escrito desde aquella vez que te encontré en la colina de Pony. Tu mirada y tu sonrisa entraron a mi alma. Cuando compartimos aquel sándwich, yo te entregue la mitad de mi alma, mi corazón completo… porque solo a ti te pertenecen. Te amo… esposa mía.
Aferrándose al pequeño cuerpo, Albert, riendo, la hizo rodar hasta que Candy quedó encima de él. -¿Qué quieres hacer esta mañana? ¿Necesitas algo más para que este día sea perfecto para ti?
Candy posó un beso fugaz en la punta de su nariz antes de buscar la boca de su esposo. -No necesito nada más,- dijo en un susurro ahogado antes de profundizar el beso. -Tan solo tu mirada en mí…
Fin
Tu mirada en mí
Ha*Ash
Album mundos opuestos
2005
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Última edición por Chiquita Andrew el Lun Mayo 01, 2017 2:04 pm, editado 1 vez