CAPÍTULO 5
Chicago, Illinois, abril de 1924
Una semana entera, fue lo que Candy esperó, para ser liberada y redimida, de los cargos de los cuáles le acusaban.
Las declaraciones de Neal Leagan, confirmaron los datos que ella había aportado; pero como era de esperarse, las autoridades tuvieron que emplear tiempo, para comprobar dicha información.
Para la policía, no fue difícil hallar culpable a Damon Andersson. El joven de 22 años, no tuvo reparo en continuar con sus negocios y cuando los oficiales fueron en su búsqueda, lo encontraron con facilidad. Andersson, pertenecía a una de las familias más adineradas de Chicago y por ello, su detención se convirtió en un escándalo.
Los últimos días en la penitenciaria, fueron especialmente difíciles para Candy, pues cuando salió del área de aislamiento, Archer se dedicó hacerle muy difícil su estadía.
Por razones de seguridad, el viejo abogado Gibson, le recomendó, no hablar con sus compañeras sobre su inminente salida, pues al enterarse de ello, era probable que la joven problemática intentara perjudicarla y hacer que se quedara allí por otros años más.
Finalmente, fue una sorpresa para todas, que Candy saliera en libertad...
—Quiero que sigas con tu vida ¿De acuerdo? —recomendó Baxter, antes de que Candy se marchara—. Toma ese bello novio que tienes, y llévalo al altar cuanto antes —pidió la mujer, sonriéndole con complicidad y observándole con nostalgia—. ¡Vamos niña, no pierdas más tu tiempo! ¡Márchate ya! —agregó sin poder evitar que se le escapara un sollozo.
—Siempre voy a recordarte Baxter... Créeme, tú estarás siempre conmigo... —le dijo Candy, enredándola en un abrazo—. Te escribiré, te lo prometo...
—Si eso es lo que deseas, entonces, estaré contenta de recibir tus cartas, querida...
Aquella, resultó ser una dura despedida, Baxter sentía a las chicas, como si fueran sus hijas y ver que ellas se marchaban, era hermoso, pero a la vez, resultaba algo complicado.
Las demás reclusas, también se unieron a la despedida de Candy y le desearon suerte, todas menos Archer, quién por supuesto, la odiaba con toda su alma. Como el sentimiento era mutuo, la rubia joven ni siquiera volteó para verla. Ella, sencillamente se acercó a la puerta y tomó el camino que le indicaban los guardias.
Candy, nunca podría olvidar ese día... Pasarían los años y ella, siempre recordaría ese momento en el que caminó a través del lúgubre corredor y observó la luz que provenía de afuera.
Tampoco podría olvidar los rostros de aquellas personas, que fueron a esperarla. Albert y Siobhan; Annie y Archie con el pequeño Vincent, en brazos... Y claro... Terrence Grandchester, el hombre al que ella amaba y al cuál, siempre amaría.
Terry, fue el primero en acercarse a ella. Él no le dijo nada, solamente la miró a los ojos, luego posó un suave beso sobre su mejilla y después la abrazó con fuerza, la abrazó tan fuerte que ella pensó que iba desmayarse, allí entre sus brazos.
Cuando Terry, finalmente la soltó, ella se tambaleó, temblorosa, sintiéndose incapaz de sostenerse por sí misma. Agradeció que Annie se acercara, para abrazarla y traerla de vuelta a la realidad.
— ¡Estaba tan asustada, Candy! —exclamó la muchacha, cuyos ojos azules, estaban llenos de lágrimas—. Pensé que no volvería a verte...
—Ya pasó, Annie no llores... —le dijo la rubia con aquel cariño que siempre empleaba hacia "su hermana"—. Estoy aquí, de vuelta con ustedes, no llores más...
Albert se acercó enseguida y también le abrazó con alegría.
—No veía la hora de volver abrazarte, pequeña... —expresó Albert, sin poder evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos.
Candy no pudo responderle, porque las palabras se le atoraron en la garganta, abrazó a Albert con fuerza y así le hizo saber lo mucho que lo había extrañado.
—Te quiero mucho... —contestó ella, haciendo sonreír al rubio.
—Yo igual, pequeña.
Siobhan también abrazó a Candy y después de ella se acercaron Archie y su hijo. El pequeño Vincent, parecía estar muy asustado, pues no comprendía por qué razón su mamá lloraba con tal sentimiento.
—Vamos, Vinny, saluda a tu Tía Candy —le pidió Archie, al bebé de tres años.
Candy se sintió muy conmovida al verlo, pues aunque Vincent estaba confundido, no se rehusó abrazarla, ni tampoco se negó a darle un pequeño bouquet con rosas, que llevaba entre sus manos.
—Te extrañamos mucho, linda... —le hizo saber Archie.
—Yo también les extrañé muchísimo...
—Patty te dejó esta carta... Y me fijo que te la entregara en el preciso momento en el que salieras... Ella quería hacer, como si estuviera aquí, con nosotros.
— ¡Oh Patty! —exclamó con emoción.
—Hay algunos reporteros en la entrada —le advirtió Terry, en cuanto los abrazos concluyeron—. Será complicado llegar al auto, pero entre más rápido caminemos, será mejor.
—El chofer, está justo en la entrada —explicó Albert—. Así que no tendrán que caminar mucho... Vamos, chicos.. Salgan y no se preocupen por nosotros, los veremos en casa.
El camino hacia la mansión, fue el más silencioso que Candy recordaba.
Tanto ella, como Terry, no solían quedarse callados nunca. Sin embargo, esa ocasión fue completamente diferente y ninguno se los dos, dijo nada durante el trayecto. Fue hasta que entraron a la propiedad de los Andley, cuando el castaño rompió el silencio y dijo:
—Mi madre insistió en estar presente... —señaló al tiempo que Candy miraba hacia la escalinata de la mansión. Eleanor Baker, estaba allí, saludándola, agitando su mano con alegría, mientras esbozaba una sonrisa y le decía algo a George.
En ese momento, Candy entendió, por qué George no estaba presente en la penitenciaria y sonrió, al verlo tan atento y platicador con la actriz.
—Me da mucho gusto, volver a verla... —mencionó Candy con timidez.
Terry tomó su mano y apretó con firmeza.
—Y a ella, le dará mucho gusto verte a ti...
Candy hizo una afirmación con la cabeza y luego regresó su vista hacia el exterior. No tenía por qué sentirse así, pero la verdad, era que se sentía muy avergonzada con la actriz.
Terry notó el desconcierto de la joven, pero guardó silencio, y le permitió asimilar las cosas.
Candy bajó el auto, en cuanto uno de los sirvientes le abrió la puerta y una vez que plantó sus pies sobre la banqueta, Eleanor Baker, se acercó a ella, para abrazarla.
—Querida... —expresó ella, mientras la apretaba con fuerza—. Es un gusto volver a verte... —Eleanor se separó de la joven con suavidad y después, acarició su rostro, tal cuál lo hacían las madres con sus hijos. Candy estaba tan sentimental, que ante esa muestra de amor no pudo evitar explotar en llanto—. Ya todo está bien, cariño... Ven... Vamos adentro, para que te sientes...
Eleanor le hizo una señal a su hijo y él, entendió a la perfección. Permitió que fuera ella, la que reconfortara a Candy y sin más por hacer, se quedó allí, junto a George.
—Tomará algún tiempo, para que la señorita se acostumbre a su nueva condición... —le dijo George—. Es completamente normal que ella esté así de sensible, no se preocupe, joven Terrence.
—No puedo evitar preocuparme... —confesó Terry—. Pero agradezco tu consejo, trataré de ponerlo en práctica.
El actor se marchó hacia el jardín y buscó el sendero para dar una caminata. Caminar siempre le ayudaba y esa, no sería la excepción.Dejaría que las cosas se calmaran y que Candy llorara todo lo que tenía que llorar. No la molestaría y esperaría un rato más, para acercarse a ella.
Mientras tanto, dentro de la mansión, la rubia era atendida por Eleanor y George. Johnson, quién para no verla llorar más, le dijo:
—Le tengo excelentes noticias, Señorita Candy...
Ella le miró con los ojos llenos de lágrimas, y preguntó:
— ¿Qué noticias son esas?
—El Señor William, mandó a instalar una línea telefónica, en el Hogar de Pony...
Candy le miró sorprendida, y limpiándose las lágrimas, se levantó de su asiento.
—Quiere decir que... ¿Podría hablar con mis madres ahora mismo?
—Por supuesto, venga al estudio y yo la comunicaré...
Candy observó a Eleanor y ella de inmediato le dijo:
—Adelante, hija... Ve y háblale a tu familia, seguro que estarán muy contentos de saludarte...
El corazón de Candy se sintió más aliviado. No perdió el tiempo para nada, y siguió a George hasta el estudio, para establecer comunicación con su querido hogar.
Dejar al descubierto una verdad, no era una tarea sencilla. Mucho menos, cuando esa verdad, trae consigo grandes consecuencias.
Neal, sabía que delatar a Damon Andersson, acarrearía una serie de represalias y por ello, intentó buscar el mejor de los acuerdos, para que su tío abuelo, le dejara protegido. No solo a él, sino también a Elisa.
La joven pelirroja, quedó resguardada en la mansión de los Andley, donde Albert, su esposa y demás integrantes de la familia, estarían al pendiente de su bienestar.
—Para todos, ha sido muy complicado, recibir la noticia —expresó el joven Cornwell, mientras dirigía a Candy hacia la habitación donde estaba Elisa—. Particularmente, doy las gracias a Dios, por no permitir que la tía abuela la viera de esta forma —Archie observó a la rubia y agregó—. Mi tía, apreciaba mucho a Elisa y verla así... Hubiera sido un hueco más en su corazón... Creo que, Dios decidió llevársela antes, para que no sufriera más.
— ¿Tan mal está Elisa? —cuestionó Candy.
—Lo verás con tus propios ojos...
La rubia, no esperó más tiempo e ingresó a la habitación, Bethany la enfermera, de inmediato se puso de pie y saludó a la muchacha.
—Buenas tardes, señorita...
—Buenas tardes.... Yo... Venía a ver a Elisa.
—Pase, por favor... —la mujer esbozó una sonrisa y discretamente salió de la habitación.
Candy no imaginaba que las secuelas de aquella noche, hubieran sido tan crueles con Elisa. Para ella, fue impresionante entrar a la habitación y verla postrada sobre la cama. Su corazón se oprimió con desdicha, al notar que Archie no exageraba.
—Elisa... —le llamó Candy, pero la muchacha no ja miró, permaneció observando el techo de la habitación. Candy no sabía si Elisa entendía o no, pero de todas formas quiso hablarle—. Neal quiere que sepas que él está bien y que muy pronto, vendrá por ti... Saldrá libre bajo fianza...
Elisa no la miró, pero Candy pudo observar que estaba llorando y que las lágrimas salían de sus ojos, sin cesar.
Candy sacó un pañuelo y secó aquellas lagrimas. La pelirroja emitió sonidos; desaprobando lo que Candy hacía y ella, al notar que la incomodaba, dejó de límpiarla.
—Lo lamento mucho... —expresó asustada, alejándose de la cama—. Volveré más tarde... —agregó Candy, antes de abandonar el cuarto y echarse a llorar.
Terry estaba allí, justamente, por qué sabría que su prometida no tomaría a bien el hecho de que Elisa Leagan no gozara de buena salud. Él no había deseado verla, pero imaginaba que la joven pasaba por una crisis clínica muy complicada.
—Quisiera descansar un rato... —le dijo Candy, aceptando su abrazo, pero retirándose casi de inmediato.
—Sí, claro... Descansa... —Terry le permitió marcharse, y ella de inmediato se dirigió a su alcoba.
Paciencia...
Se pidió a sí mismo, mientras observaba como Candy se alejaba de él y subía al siguiente piso.
—Debes tener paciencia con ella... —expresó Eleanor, al tiempo que Terry fruncía el ceño.
— ¡Por Dios, Eleanor! ¿Quieres matarme de un susto? —preguntó el joven con enojo.
—No, hijo... —contestó Eleanor—. Solamente quiero que evites sufrir innecesariamente.
—Ella no habla conmigo... Ha estado huyendo de mí ¡Todo el maldito día! ¿Te parece que sufro sin necesidad?
—Bien, entonces habla con ella y no permitas que siga huyendo —la actriz se alejó de su corajudo hijo y él, se quedó allí, en el corredor, pensando en que era lo que Candy necesitaba...
Paciencia o acción...
Aún no lo sabía, pero al final de la noche, tendría que tomar una decisión.
Había sido una velada larga, sobre todo, porque la tensión entre Candy y Terry estaba a flor de piel, por ello, en cuanto concluyó la cena, la rubia se excusó y se marchó a su cuarto.
— ¡Terry! —exclamó ella, al verlo trepar por el balcón.
—Ah... Ya veo que sí recuerdas mi nombre... —mencionó el muchacho, con cierto coraje en su voz.
— ¿Qué dices? —ella ignoró el tono de voz que Terry empleaba y a continuación se dirigió a la puerta, para ponerle el cerrojo.
— ¿Por qué colocas el cerrojo? —preguntó él, poniéndose cómodo sobre la cama—. Nadie vendrá a molestarte, querida... No en tu primer día en libertad.
—Terry ¿Qué haces aquí?
—Estoy visitándote... Que yo recuerde, eres mi prometida y pasé casi dos meses sin verte... Así que aquí estoy.
—Me viste hace menos de quince días y en esa ocasión, no estabas muy interesado en verme —reclamó ella, no había planeado hacerlo, sin embargo, no pudo evitar que las palabras salieran de su boca.
—Candy... Yo...
Candy tomó su ropa de dormir y luego, ingresó al privado, sin importarle que Terry estuviera allí, intentando resolver el problema.
Ella tomó un reconfortante baño en la tina y mucho tiempo después, salió del privado, dispuesta a secarse el cabello e irse a dormir. Pensó que Terry ya se había marchado, sin embargo, eso no había ocurrido. Él seguía sin ninguna pena, acostado sobre la cama:
—Terry, vete a tu cuarto... —pidió, mientras el joven, la miraba y negaba con su cabeza—. Alguien podría verte...
— ¿Y? ¿Qué tiene de malo? —él tomó la mano de Candy y después, la animó acercarse—. Soy tu prometido... —Terry, la miró a los ojos y a continuación preguntó—. ¿O es que algo cambió?
—No lo sé... Dímelo tú... —contestó Candy, evidentemente dolida por lo ocurrido el día de visita.
—Nada cambió conmigo... ¿Y contigo?
Ella negó con la cabeza, pero no fue capaz de hablar, solo sabía que se sentía muy triste y que deseaba llorar.
Terry se levantó de la cama y en seguida, la abrazó, no soportaba verla así, sin embargo, le permitió llorar hasta cansarse, una vez que sus lágrimas cesaron, la observó fijamente y le dijo:
—Te amo, Candy... Y nada de lo que sucedió, ha cambiado ese sentimiento.
— ¿Me lo juras?
—Te lo juro, por mi vida... Por favor, olvida la tontería que hice aquel día.
Ella sonrió y después quiso alejarse de él, solo deseaba ir por un cepillo, para terminar de cepillar su cabello, pero Terry no se lo permitió.
—No... —le dijo, conforme la acercaba nuevamente a su cuerpo—. No vas a irte, sin que me permitas besarte apropiadamente... ¿Te das cuenta Candy? Ni siquiera hemos tenido la oportunidad de besarnos...
Ella recordó aquel momento, en el que salió de la penitenciaria, Terry besó únicamente su mejilla, aquello había sido más que apropiado... Pero era obvio que no había sido suficiente para el.
Sin esperar más, Terry acercó sus labios a la boca de Candy y la tomó con delicadeza. Fue tierno y paciente al inicio, permitió que sus labios se deslizaran con suavidad sobre los de la joven, sin embargo, conforme avanzaban los segundos, aquél delicado beso se convirtió en un intercambio mucho más apasionado.
Agitados por la falta de aire, ambos jóvenes se separaron. Pero como aquella muestra de amor no había sido suficiente. Volvieron a encontrarse y a unir sus labios como si no hubiera un mañana.
Terry se sentó sobre la cama y a continuación acomodó a Candy sobre su regazo. Después, con habilidad, se deslizó sobre el colchón y la atrajo consigo.
—Terry... —murmuró ella, sintiendo como Terry la recostaba.
—Sí, ya sé... Esto no es correcto... —el guapo castaño sonrió, mostrándose relajado y luego llevó sus labios al cuello de la muchacha.
— ¿Es que no piensas detenerte? —cuestionó ella, siendo incapaz de retener un suave gemido.
— ¿Quieres que me detenga? —preguntó el actor, acariciando uno de los senos de ella, por encima de la tela de la bata, deslizando su mano hacia abajo para buscar la forma de deshacerse del nudo.
—Terry...
— ¿Quieres que me detenga? —preguntó nuevamente introduciendo su mano, por la parte de abajo del camisón de Candy.
Ella no respondió, solo se removió entre las sábanas y abrió las piernas, para que Terry, comenzara con el juego. Terry, la observó entregada por completo a él y sintiéndose dichoso, sonrió.
—Tienes razón... No es correcto que hagamos esto, aquí... —dijo en tono serio, retirando su mano, mostrándose arrepentido—. Cualquiera puede escucharnos y...
Candy lo miró confundida, pero no renunció al juego del cual él había marcado la pauta.
— ¡Cállate ya! —le dijo autoritaria, tornando su mano entre la suya para dirigirla de nuevo a ese punto, entre sus piernas. Le miró con decisión y él por fin dejó de jugar, supo que sus bromas no eran bien recibidas por la Señorita Andley.
—Así que me extrañaste, eh... —dijo con voz extasiada—. Yo también la extrañé Señorita Pecas... Y será un gusto regalarle un poco de placer...
Candy sonrió, pero su sonrisa se borró cuando notó que Terry deslizaba su cuerpo entero hacia abajo.
— ¿Terry? ¿Qué haces? —preguntó sorprendida.
Terry regresó a ella y colocó uno de sus dedos sobre sus labios.
—Sin preguntas, Señorita Pecas... —advirtió, haciendo que ella se estremeciera—. Solo intenta ser silenciosa, muerde las sábanas, si es preciso...
Candy hizo un moviendo con su cabeza, pero no comprendía del todo su indicación. Lo entendió hasta que Terry le abrió las piernas con suavidad y comenzó a regalarle pequeños besos, sobre los muslos.
Quiso gritar y rehusarse a seguir, sin embargo, no se negó a continuar, y se dejó llevar por la sensación de tener los labios de Terry, justo en su zona íntima.
Era una experiencia nueva, pero muy placentera para ella. Solo era el inicio de las sorpresas, que aguardaban listas, para ser descubiertas.
Continuará...
Una semana entera, fue lo que Candy esperó, para ser liberada y redimida, de los cargos de los cuáles le acusaban.
Las declaraciones de Neal Leagan, confirmaron los datos que ella había aportado; pero como era de esperarse, las autoridades tuvieron que emplear tiempo, para comprobar dicha información.
Para la policía, no fue difícil hallar culpable a Damon Andersson. El joven de 22 años, no tuvo reparo en continuar con sus negocios y cuando los oficiales fueron en su búsqueda, lo encontraron con facilidad. Andersson, pertenecía a una de las familias más adineradas de Chicago y por ello, su detención se convirtió en un escándalo.
Los últimos días en la penitenciaria, fueron especialmente difíciles para Candy, pues cuando salió del área de aislamiento, Archer se dedicó hacerle muy difícil su estadía.
Por razones de seguridad, el viejo abogado Gibson, le recomendó, no hablar con sus compañeras sobre su inminente salida, pues al enterarse de ello, era probable que la joven problemática intentara perjudicarla y hacer que se quedara allí por otros años más.
Finalmente, fue una sorpresa para todas, que Candy saliera en libertad...
—Quiero que sigas con tu vida ¿De acuerdo? —recomendó Baxter, antes de que Candy se marchara—. Toma ese bello novio que tienes, y llévalo al altar cuanto antes —pidió la mujer, sonriéndole con complicidad y observándole con nostalgia—. ¡Vamos niña, no pierdas más tu tiempo! ¡Márchate ya! —agregó sin poder evitar que se le escapara un sollozo.
—Siempre voy a recordarte Baxter... Créeme, tú estarás siempre conmigo... —le dijo Candy, enredándola en un abrazo—. Te escribiré, te lo prometo...
—Si eso es lo que deseas, entonces, estaré contenta de recibir tus cartas, querida...
Aquella, resultó ser una dura despedida, Baxter sentía a las chicas, como si fueran sus hijas y ver que ellas se marchaban, era hermoso, pero a la vez, resultaba algo complicado.
Las demás reclusas, también se unieron a la despedida de Candy y le desearon suerte, todas menos Archer, quién por supuesto, la odiaba con toda su alma. Como el sentimiento era mutuo, la rubia joven ni siquiera volteó para verla. Ella, sencillamente se acercó a la puerta y tomó el camino que le indicaban los guardias.
Candy, nunca podría olvidar ese día... Pasarían los años y ella, siempre recordaría ese momento en el que caminó a través del lúgubre corredor y observó la luz que provenía de afuera.
Tampoco podría olvidar los rostros de aquellas personas, que fueron a esperarla. Albert y Siobhan; Annie y Archie con el pequeño Vincent, en brazos... Y claro... Terrence Grandchester, el hombre al que ella amaba y al cuál, siempre amaría.
Terry, fue el primero en acercarse a ella. Él no le dijo nada, solamente la miró a los ojos, luego posó un suave beso sobre su mejilla y después la abrazó con fuerza, la abrazó tan fuerte que ella pensó que iba desmayarse, allí entre sus brazos.
Cuando Terry, finalmente la soltó, ella se tambaleó, temblorosa, sintiéndose incapaz de sostenerse por sí misma. Agradeció que Annie se acercara, para abrazarla y traerla de vuelta a la realidad.
— ¡Estaba tan asustada, Candy! —exclamó la muchacha, cuyos ojos azules, estaban llenos de lágrimas—. Pensé que no volvería a verte...
—Ya pasó, Annie no llores... —le dijo la rubia con aquel cariño que siempre empleaba hacia "su hermana"—. Estoy aquí, de vuelta con ustedes, no llores más...
Albert se acercó enseguida y también le abrazó con alegría.
—No veía la hora de volver abrazarte, pequeña... —expresó Albert, sin poder evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos.
Candy no pudo responderle, porque las palabras se le atoraron en la garganta, abrazó a Albert con fuerza y así le hizo saber lo mucho que lo había extrañado.
—Te quiero mucho... —contestó ella, haciendo sonreír al rubio.
—Yo igual, pequeña.
Siobhan también abrazó a Candy y después de ella se acercaron Archie y su hijo. El pequeño Vincent, parecía estar muy asustado, pues no comprendía por qué razón su mamá lloraba con tal sentimiento.
—Vamos, Vinny, saluda a tu Tía Candy —le pidió Archie, al bebé de tres años.
Candy se sintió muy conmovida al verlo, pues aunque Vincent estaba confundido, no se rehusó abrazarla, ni tampoco se negó a darle un pequeño bouquet con rosas, que llevaba entre sus manos.
—Te extrañamos mucho, linda... —le hizo saber Archie.
—Yo también les extrañé muchísimo...
—Patty te dejó esta carta... Y me fijo que te la entregara en el preciso momento en el que salieras... Ella quería hacer, como si estuviera aquí, con nosotros.
— ¡Oh Patty! —exclamó con emoción.
—Hay algunos reporteros en la entrada —le advirtió Terry, en cuanto los abrazos concluyeron—. Será complicado llegar al auto, pero entre más rápido caminemos, será mejor.
—El chofer, está justo en la entrada —explicó Albert—. Así que no tendrán que caminar mucho... Vamos, chicos.. Salgan y no se preocupen por nosotros, los veremos en casa.
*~*~*~*~*
El camino hacia la mansión, fue el más silencioso que Candy recordaba.
Tanto ella, como Terry, no solían quedarse callados nunca. Sin embargo, esa ocasión fue completamente diferente y ninguno se los dos, dijo nada durante el trayecto. Fue hasta que entraron a la propiedad de los Andley, cuando el castaño rompió el silencio y dijo:
—Mi madre insistió en estar presente... —señaló al tiempo que Candy miraba hacia la escalinata de la mansión. Eleanor Baker, estaba allí, saludándola, agitando su mano con alegría, mientras esbozaba una sonrisa y le decía algo a George.
En ese momento, Candy entendió, por qué George no estaba presente en la penitenciaria y sonrió, al verlo tan atento y platicador con la actriz.
—Me da mucho gusto, volver a verla... —mencionó Candy con timidez.
Terry tomó su mano y apretó con firmeza.
—Y a ella, le dará mucho gusto verte a ti...
Candy hizo una afirmación con la cabeza y luego regresó su vista hacia el exterior. No tenía por qué sentirse así, pero la verdad, era que se sentía muy avergonzada con la actriz.
Terry notó el desconcierto de la joven, pero guardó silencio, y le permitió asimilar las cosas.
Candy bajó el auto, en cuanto uno de los sirvientes le abrió la puerta y una vez que plantó sus pies sobre la banqueta, Eleanor Baker, se acercó a ella, para abrazarla.
—Querida... —expresó ella, mientras la apretaba con fuerza—. Es un gusto volver a verte... —Eleanor se separó de la joven con suavidad y después, acarició su rostro, tal cuál lo hacían las madres con sus hijos. Candy estaba tan sentimental, que ante esa muestra de amor no pudo evitar explotar en llanto—. Ya todo está bien, cariño... Ven... Vamos adentro, para que te sientes...
Eleanor le hizo una señal a su hijo y él, entendió a la perfección. Permitió que fuera ella, la que reconfortara a Candy y sin más por hacer, se quedó allí, junto a George.
—Tomará algún tiempo, para que la señorita se acostumbre a su nueva condición... —le dijo George—. Es completamente normal que ella esté así de sensible, no se preocupe, joven Terrence.
—No puedo evitar preocuparme... —confesó Terry—. Pero agradezco tu consejo, trataré de ponerlo en práctica.
El actor se marchó hacia el jardín y buscó el sendero para dar una caminata. Caminar siempre le ayudaba y esa, no sería la excepción.Dejaría que las cosas se calmaran y que Candy llorara todo lo que tenía que llorar. No la molestaría y esperaría un rato más, para acercarse a ella.
Mientras tanto, dentro de la mansión, la rubia era atendida por Eleanor y George. Johnson, quién para no verla llorar más, le dijo:
—Le tengo excelentes noticias, Señorita Candy...
Ella le miró con los ojos llenos de lágrimas, y preguntó:
— ¿Qué noticias son esas?
—El Señor William, mandó a instalar una línea telefónica, en el Hogar de Pony...
Candy le miró sorprendida, y limpiándose las lágrimas, se levantó de su asiento.
—Quiere decir que... ¿Podría hablar con mis madres ahora mismo?
—Por supuesto, venga al estudio y yo la comunicaré...
Candy observó a Eleanor y ella de inmediato le dijo:
—Adelante, hija... Ve y háblale a tu familia, seguro que estarán muy contentos de saludarte...
El corazón de Candy se sintió más aliviado. No perdió el tiempo para nada, y siguió a George hasta el estudio, para establecer comunicación con su querido hogar.
*~*~*~*~*
Dejar al descubierto una verdad, no era una tarea sencilla. Mucho menos, cuando esa verdad, trae consigo grandes consecuencias.
Neal, sabía que delatar a Damon Andersson, acarrearía una serie de represalias y por ello, intentó buscar el mejor de los acuerdos, para que su tío abuelo, le dejara protegido. No solo a él, sino también a Elisa.
La joven pelirroja, quedó resguardada en la mansión de los Andley, donde Albert, su esposa y demás integrantes de la familia, estarían al pendiente de su bienestar.
—Para todos, ha sido muy complicado, recibir la noticia —expresó el joven Cornwell, mientras dirigía a Candy hacia la habitación donde estaba Elisa—. Particularmente, doy las gracias a Dios, por no permitir que la tía abuela la viera de esta forma —Archie observó a la rubia y agregó—. Mi tía, apreciaba mucho a Elisa y verla así... Hubiera sido un hueco más en su corazón... Creo que, Dios decidió llevársela antes, para que no sufriera más.
— ¿Tan mal está Elisa? —cuestionó Candy.
—Lo verás con tus propios ojos...
La rubia, no esperó más tiempo e ingresó a la habitación, Bethany la enfermera, de inmediato se puso de pie y saludó a la muchacha.
—Buenas tardes, señorita...
—Buenas tardes.... Yo... Venía a ver a Elisa.
—Pase, por favor... —la mujer esbozó una sonrisa y discretamente salió de la habitación.
Candy no imaginaba que las secuelas de aquella noche, hubieran sido tan crueles con Elisa. Para ella, fue impresionante entrar a la habitación y verla postrada sobre la cama. Su corazón se oprimió con desdicha, al notar que Archie no exageraba.
—Elisa... —le llamó Candy, pero la muchacha no ja miró, permaneció observando el techo de la habitación. Candy no sabía si Elisa entendía o no, pero de todas formas quiso hablarle—. Neal quiere que sepas que él está bien y que muy pronto, vendrá por ti... Saldrá libre bajo fianza...
Elisa no la miró, pero Candy pudo observar que estaba llorando y que las lágrimas salían de sus ojos, sin cesar.
Candy sacó un pañuelo y secó aquellas lagrimas. La pelirroja emitió sonidos; desaprobando lo que Candy hacía y ella, al notar que la incomodaba, dejó de límpiarla.
—Lo lamento mucho... —expresó asustada, alejándose de la cama—. Volveré más tarde... —agregó Candy, antes de abandonar el cuarto y echarse a llorar.
Terry estaba allí, justamente, por qué sabría que su prometida no tomaría a bien el hecho de que Elisa Leagan no gozara de buena salud. Él no había deseado verla, pero imaginaba que la joven pasaba por una crisis clínica muy complicada.
—Quisiera descansar un rato... —le dijo Candy, aceptando su abrazo, pero retirándose casi de inmediato.
—Sí, claro... Descansa... —Terry le permitió marcharse, y ella de inmediato se dirigió a su alcoba.
Paciencia...
Se pidió a sí mismo, mientras observaba como Candy se alejaba de él y subía al siguiente piso.
—Debes tener paciencia con ella... —expresó Eleanor, al tiempo que Terry fruncía el ceño.
— ¡Por Dios, Eleanor! ¿Quieres matarme de un susto? —preguntó el joven con enojo.
—No, hijo... —contestó Eleanor—. Solamente quiero que evites sufrir innecesariamente.
—Ella no habla conmigo... Ha estado huyendo de mí ¡Todo el maldito día! ¿Te parece que sufro sin necesidad?
—Bien, entonces habla con ella y no permitas que siga huyendo —la actriz se alejó de su corajudo hijo y él, se quedó allí, en el corredor, pensando en que era lo que Candy necesitaba...
Paciencia o acción...
Aún no lo sabía, pero al final de la noche, tendría que tomar una decisión.
*~*~*~*~*
Había sido una velada larga, sobre todo, porque la tensión entre Candy y Terry estaba a flor de piel, por ello, en cuanto concluyó la cena, la rubia se excusó y se marchó a su cuarto.
— ¡Terry! —exclamó ella, al verlo trepar por el balcón.
—Ah... Ya veo que sí recuerdas mi nombre... —mencionó el muchacho, con cierto coraje en su voz.
— ¿Qué dices? —ella ignoró el tono de voz que Terry empleaba y a continuación se dirigió a la puerta, para ponerle el cerrojo.
— ¿Por qué colocas el cerrojo? —preguntó él, poniéndose cómodo sobre la cama—. Nadie vendrá a molestarte, querida... No en tu primer día en libertad.
—Terry ¿Qué haces aquí?
—Estoy visitándote... Que yo recuerde, eres mi prometida y pasé casi dos meses sin verte... Así que aquí estoy.
—Me viste hace menos de quince días y en esa ocasión, no estabas muy interesado en verme —reclamó ella, no había planeado hacerlo, sin embargo, no pudo evitar que las palabras salieran de su boca.
—Candy... Yo...
Candy tomó su ropa de dormir y luego, ingresó al privado, sin importarle que Terry estuviera allí, intentando resolver el problema.
Ella tomó un reconfortante baño en la tina y mucho tiempo después, salió del privado, dispuesta a secarse el cabello e irse a dormir. Pensó que Terry ya se había marchado, sin embargo, eso no había ocurrido. Él seguía sin ninguna pena, acostado sobre la cama:
—Terry, vete a tu cuarto... —pidió, mientras el joven, la miraba y negaba con su cabeza—. Alguien podría verte...
— ¿Y? ¿Qué tiene de malo? —él tomó la mano de Candy y después, la animó acercarse—. Soy tu prometido... —Terry, la miró a los ojos y a continuación preguntó—. ¿O es que algo cambió?
—No lo sé... Dímelo tú... —contestó Candy, evidentemente dolida por lo ocurrido el día de visita.
—Nada cambió conmigo... ¿Y contigo?
Ella negó con la cabeza, pero no fue capaz de hablar, solo sabía que se sentía muy triste y que deseaba llorar.
Terry se levantó de la cama y en seguida, la abrazó, no soportaba verla así, sin embargo, le permitió llorar hasta cansarse, una vez que sus lágrimas cesaron, la observó fijamente y le dijo:
—Te amo, Candy... Y nada de lo que sucedió, ha cambiado ese sentimiento.
— ¿Me lo juras?
—Te lo juro, por mi vida... Por favor, olvida la tontería que hice aquel día.
Ella sonrió y después quiso alejarse de él, solo deseaba ir por un cepillo, para terminar de cepillar su cabello, pero Terry no se lo permitió.
—No... —le dijo, conforme la acercaba nuevamente a su cuerpo—. No vas a irte, sin que me permitas besarte apropiadamente... ¿Te das cuenta Candy? Ni siquiera hemos tenido la oportunidad de besarnos...
Ella recordó aquel momento, en el que salió de la penitenciaria, Terry besó únicamente su mejilla, aquello había sido más que apropiado... Pero era obvio que no había sido suficiente para el.
Sin esperar más, Terry acercó sus labios a la boca de Candy y la tomó con delicadeza. Fue tierno y paciente al inicio, permitió que sus labios se deslizaran con suavidad sobre los de la joven, sin embargo, conforme avanzaban los segundos, aquél delicado beso se convirtió en un intercambio mucho más apasionado.
Agitados por la falta de aire, ambos jóvenes se separaron. Pero como aquella muestra de amor no había sido suficiente. Volvieron a encontrarse y a unir sus labios como si no hubiera un mañana.
Terry se sentó sobre la cama y a continuación acomodó a Candy sobre su regazo. Después, con habilidad, se deslizó sobre el colchón y la atrajo consigo.
—Terry... —murmuró ella, sintiendo como Terry la recostaba.
—Sí, ya sé... Esto no es correcto... —el guapo castaño sonrió, mostrándose relajado y luego llevó sus labios al cuello de la muchacha.
— ¿Es que no piensas detenerte? —cuestionó ella, siendo incapaz de retener un suave gemido.
— ¿Quieres que me detenga? —preguntó el actor, acariciando uno de los senos de ella, por encima de la tela de la bata, deslizando su mano hacia abajo para buscar la forma de deshacerse del nudo.
—Terry...
— ¿Quieres que me detenga? —preguntó nuevamente introduciendo su mano, por la parte de abajo del camisón de Candy.
Ella no respondió, solo se removió entre las sábanas y abrió las piernas, para que Terry, comenzara con el juego. Terry, la observó entregada por completo a él y sintiéndose dichoso, sonrió.
—Tienes razón... No es correcto que hagamos esto, aquí... —dijo en tono serio, retirando su mano, mostrándose arrepentido—. Cualquiera puede escucharnos y...
Candy lo miró confundida, pero no renunció al juego del cual él había marcado la pauta.
— ¡Cállate ya! —le dijo autoritaria, tornando su mano entre la suya para dirigirla de nuevo a ese punto, entre sus piernas. Le miró con decisión y él por fin dejó de jugar, supo que sus bromas no eran bien recibidas por la Señorita Andley.
—Así que me extrañaste, eh... —dijo con voz extasiada—. Yo también la extrañé Señorita Pecas... Y será un gusto regalarle un poco de placer...
Candy sonrió, pero su sonrisa se borró cuando notó que Terry deslizaba su cuerpo entero hacia abajo.
— ¿Terry? ¿Qué haces? —preguntó sorprendida.
Terry regresó a ella y colocó uno de sus dedos sobre sus labios.
—Sin preguntas, Señorita Pecas... —advirtió, haciendo que ella se estremeciera—. Solo intenta ser silenciosa, muerde las sábanas, si es preciso...
Candy hizo un moviendo con su cabeza, pero no comprendía del todo su indicación. Lo entendió hasta que Terry le abrió las piernas con suavidad y comenzó a regalarle pequeños besos, sobre los muslos.
Quiso gritar y rehusarse a seguir, sin embargo, no se negó a continuar, y se dejó llevar por la sensación de tener los labios de Terry, justo en su zona íntima.
Era una experiencia nueva, pero muy placentera para ella. Solo era el inicio de las sorpresas, que aguardaban listas, para ser descubiertas.
Continuará...
Mil perdones por aparecer hasta hoy, lamentablemente no pude conectarme en la semana. Estoy muy apenada con ustedes
Sin embargo, estoy aquí nuevamente para dejarles el resto del fic, antes de que la guerra concluya ¡GRACIAS A TODAS! Espero que lo disfruten...
Perdonen si me tardo posteando, pero es que mi conexión es más lenta que un perezoso
Sin embargo, estoy aquí nuevamente para dejarles el resto del fic, antes de que la guerra concluya ¡GRACIAS A TODAS! Espero que lo disfruten...
Perdonen si me tardo posteando, pero es que mi conexión es más lenta que un perezoso