CAPÍTULO 7
Manhattan, Nueva York abril de 1924
"Hija mía... Si el Señor Albert y Terrence, te dicen que tienes que irte de Chicago, entonces deber hacerles caso"
Eso le dijo, la Señorita Pony, en cuanto Candy, la puso al tanto de la situación.
"Candy, querida, no seas terca... Hazle caso a quién desea ayudarte. Siempre te lo digo niña, nunca dudes de la gente que solo desea ofrecerte una mano y auxiliarte a no caer... Celebraciones ¡Habrá muchas! No te preocupes por la boda, ni por la fiesta, ahora..."
La Hermana María, fue tan dura y directa como siempre lo era.
Finalmente, después de hablar con ella y con la Señorita Pony, Candy se sintió más serena y se disculpó con Albert. Le dijo que haría lo que él dispusiera y que ya no reñiría ante su buena voluntad.
Por otro lado, Terry encontró consuelo al lado de su madre. Eleanor le habló y él la escuchó con atención.
"No te agobies por lo que Candy dice, hijo, ella está hecha un tumulto de nervios. Realmente no desea ponerse en peligro, solamente se siente perdida, ante tantas cosas que le pasan. Terry, ella no se separaría de ti, jamás... Te ama y créeme, lo que menos desea es estar lejos de ti"
Abandonaron Chicago, con total discreción, se despidieron de la familia en casa y se trasladaron a la estación de trenes usando el transporte público. No sabían si estaban siendo vigilados, pero tomaron todas las providencias necesarias.
Durante el viaje, ellos no se hablaron, ni siquiera voltearon a mirarse.
Nuevamente, sus planes se habían visto truncados y por consiguiente, sus corazones yacían intranquilos...
Tanto ella como él, ya no estaban seguros de nada... Lo único que tenían seguro en sus vidas, eran los problemas.
—Será mejor que te pongas el abrigo... —le recomendó Terry a su prometida.
—No, no tengo frío, creo que es suficiente con lo que llevo puesto.
—No se trata de si tú tienes frío o no... Afuera está fresco y aunque tú no lo sientas frío ahora, cuado salgas lo sentirás... Si te recomiendo algo, es por tu bien Candice, no lo hago por molestarte.
La muchacha no atendió la recomendación que se le hizo y salió del compartimento del tren, sin siquiera mirar a Terry.
Le exasperaba que él intentara controlarla todo el tiempo. Odiaba que estuviera vigilando sus movimientos y que la hiciera sentir como una niña.
— ¡Oye! ¡Señorita independiente! —le gritó Terry, al tiempo que ella volteaba para mirarlo—. Se ha olvidado de su maleta... —él señaló el equipaje de ella y luego de dejarlo allí, en el pequeño corredor, siguió caminando.
¿Candy quería jugar rudo? Pues entonces, sería mejor que ella se preparara, porque él ya no estaba dispuesto a sufrir más desplantes de su parte.
Al inicio, la orgullosa Candy levantó su equipaje con habilidad y caminó confiada entre los demás pasajeros, sin embargo, a medio camino de la estación, se quedó sin las fuerzas necesarias, para continuar.
¡Te odio Terry!
Exclamó en sus adentros, mientras hacía un enorme esfuerzo para seguir adelante.
Terry la observó a lo lejos y aunque sintió pena por ella, no hizo nada para ayudarla. La ignoró por completo y después buscó un transporte, que los llevara hacia el puerto.
—Al fin llegas... —dijo el actor—. El transporte nos espera. Anda, sube al auto.
Candy no respondió, solamente le dio su equipaje al chofer y subió hacia el automóvil. Estaba tan cansada que lo que menos le importaba, era responderle al insolente actor.
—Llévanos al puerto, por favor —pidió Terry al chofer.
— ¿Al puerto? Pero el barco sale hasta mañana... —susurró Candy.
—Nos hospedaremos en algún hostal y pasaremos la noche allí.
Terry quería evitar a toda costa, a los reporteros y la única forma de ponerse a salvo, era alejarse de su propiedad, o de los hoteles, donde fácilmente los encontrarían.
—Pero...
—Querida mía —dijo Terry, haciendo evidente que le estaba cansado su actitud —. No te preocupes más, tengo todo controlado...
Candy decidió cerrar la boca y permanecer callada hasta llegar a su destino, ya no había motivo para seguir peleando... No podía hacer absolutamente nada para cambiar las cosas.
"Marido y mujer, eso es lo que seremos en cuanto entremos al hostal"
Le advirtió Terry.
"Ya sé que te repugna la idea de pensar en estar casada conmigo, pero espero que entiendas que es por tu bien..."
Aquella frase le rompió el corazón a Candy ¿De dónde había sacado Terry, que tenía ese sentimiento hacia él?
Había malinterpretado todo lo que ella dijo.
¿Cómo no iba desear una vida a su lado? Si lo amaba más que a nada en el mundo...
— ¿Vas a dormir allí? —cuestionó ella, al tiempo que Terry acomodaba una almohada y una cobija, sobre el duro y frío piso de la habitación.
—Obviamente...
—Terry, por favor, no hagas eso... —pidió ella—. Duerme conmigo... Hay espacio suficiente aquí...
—No creo que sea correcto...
— ¿Por qué no? —preguntó ella—. Ayer dormimos en la misma cama...
—Ayer dijiste que me amabas... Y hoy...
—Hoy te sigo amando, Terrence —declaró la joven, levantándose de la cama.
Él no dijo nada, solo la observó con desconcierto.
—Terry... Si me puse loca allá en Chicago, fue porque no deseaba renunciar nuevamente a nuestros planes... Solo fue por eso y no porque no desee estar contigo.
—Tu familia te ofrece escaparte conmigo y tu respuesta hacia ellos, fue un rotundo "No... " ¿Cómo quieres que sienta al respecto?
—No deseaba salir huyendo... No quería que nuestra boda se echara a perder.
—La boda se arruinó desde el preciso momento en que te arrestaron...
—No fue mi culpa que arrestaran
—Ni tampoco fue mía...
—Terry... Ven a dormir a mi lado...
Terry no atendió su invitación de unirse a ella en la cama y Candy, ya no insistió en pedirle que le acompañara.
Había sido un día muy largo y ambos necesitaban descansar. Por supuesto el relajamiento, no sería posible, para ninguno de los dos. Tanto ella como él, darían vueltas en sus respectivos lugares de descanso, haciendo evidente la inconformidad que llevaban dentro de su ser.
Ella, despertó antes que él... De nuevo su reloj biológico, le había jugado una mala pasada, y le había despertado poco antes de la seis de la mañana.
La habitación aún estaba oscura, pero eso no le impidió levantarse e ir al privado, directo a cambiarse.
Fue silenciosa en su andar y por eso Terry no se dio cuenta de que ella se levantó, mucho menos se enteró de que ella, se puso presentable y salió de la habitación.
Afuera aun estaba oscuro, sin embargo eso no le importó a la Señorita Andley, ella salió directo hacia la calle, quería caminar y estar a solas con sus pensamientos.
Apenas podía creer que el Mauritania, estuviera allí, precisamente a unos cuantos metros de ella.
Qué suerte... Pensó con más tranquilidad, analizando la situación y dándole gracias a Dios, por la oportunidad brindada.
Sí, había soñado con una bella boda en Lakewood, cerca de su hogar, con todos los miembros de su familia. Eso ya no sería posible. Sin embargo no significaba que era el fin del mundo.
Es un nuevo comienzo... pensó observando el barco e imaginando la bella postal que recordaba de Londres.
Pero él... Quizás ya no quiera casarse... aceptó contrariada, sintiendo como su corazón latía con menos fuerza. Odiaba pensar en eso...
Los rayos del sol, comenzaban aparecer y a iluminar la vista que tenía frente a ella... Hacía muchos años que no viajaba en barco. En realidad, no había viajado desde que era una niña...
Observó su anillo de compromiso y después pensó en el día en el que Terry se lo dio.
Había sido la tercera vez que la visitaba en Chicago. Ese día, pasearon y al final de la tarde, la llevó a cenar... Todo había sido perfecto.
—No me dijiste que saldrías tan temprano... —reclamó sutilmente, la voz de Terry, a espaldas de ella.
Candy cerró los ojos al escucharlo y sin poder ocultar su gusto por saber que estaba allí, volteó para mirarlo.
—No tenía planeado salir, por eso no te lo dije...
Los ojos azules de Terry, se encontraron con los suyos y por un momento, ambos se mostraron lo arrepentidos que estaban.
—Lo lamento... —dijo él, estirando su mano para tomar la de ella—. No sé qué pasa por mi cabeza últimamente...
—Yo tampoco sé lo que pasa por la mía... —ella apretó la mano de él y luego se acercó para abrazarlo—. Perdóname... —pidió, mientras Terry apretaba su abrazo y la acercaba más a él.
—No tengo nada que perdonarte... Mas bien, perdóname tú a mí... Yo soy quién más te ha hecho daño...
—No es verdad...
—Estás resentida desde lo que pasó en la visita... Y tienes razón de estarlo, fui un idiota.
—No hablemos más de eso...
— ¿Y de qué hablaremos entonces? —cuestionó a propósito, para escuchar la respuesta que ansiaba oír.
—De lo que viene para nosotros... Hablemos de lo que haremos con nuestras vidas.
—Tengo dos interesantes propuestas para ti —confesó Terry.
— ¿Cuáles son esas propuestas?
—Número uno: vivimos una aventura, fingimos que somos esposos, compartimos cuarto y contraemos matrimonio en cuanto lleguemos a Londres...—susurró al oído de Candy, estremeciéndola por completo—. Número dos: subimos como Candice Andley y Terrence Grandchester y buscamos que el capitán nos case hoy mismo —ella quiso responder de inmediato, pero él negó con su cabeza—. Me darás tu respuesta al registrarnos en el barco.
Chicago
Albert se sentó junto a su mujer, intentando consolarla y ayudarla a sentirse mejor, dentro del mal rato que atravesaba.
—No te preocupes, amor... —expresó ella—. Lo que vivo es completamente normal... Ya pasaran éstos síntomas, anda, regresa a la cama... Es muy temprano para que estés despierto.
—No... Te acompañaré hasta que te sientas mejor, de todas formas, no puedo dormir.
— ¿Sigues preocupado por Candy y Terry?
—No... Ellos estarán bien... —aseguró Albert—. Los conozco y sé que mientras estén juntos, todo irá bien...
— ¿Son tus sobrinos, entonces?
El rubio afirmó, Elisa y Neal le preocupaban de sobremanera.
—Elisa está a salvo, pero Neal... Vive en un constante peligro...
—Entiendo tu preocupación, pero por lo visto, Neal ha sabido hacer frente a la situación... Ten confianza en lo que has hecho para protegerlo y no te preocupes más... —Siobhan sonrió y para animar a Albert confesó—. ¿Sabes? Tengo algo que contarte...
— ¿Es algo que me distraerá?
— ¡Ya creo que lo hará! —exclamó emocionada—. La Señora Baker y George, estuvieron platicando hasta muy tarde...
Albert esbozó una enorme sonrisa.
— ¿Hablas del mismo George al que yo conozco? —cuestionó el rubio con diversión.
—Sí, hablo de nuestro George... —aclaró Siobhan—. Se le veía muy contento y muy interesado en la Señora Baker...
—Me tomas por sorpresa... —confesó Albert—. Él es muy discreto en cuánto a sus conquistas...
—Bueno, quizás ella no lo sea... Digo, quizás no sea una conquista más...
—Me alegraría saber que por fin, ha dejado atrás el recuerdo de Rosemary... Eleanor es una gran mujer, y me haría feliz saber que George no va quedarse solo para siempre.
Por ese pequeño lapso, Albert olvidó sus problemas. Y se sintió esperanzado... El futuro aguardaba por ellos y se sentía optimista al respecto.
*~*~*~*~*
"¡Neal Leagan!"
Gritaron, mientras él se escondía.
"¡Sal de allí, maldito marica!"
Neal creyó que el fin estaba cerca y que Damon Andersson, por fin lo había acorralado. Sin embargo, no renunció a seguir huyendo.
Tenía mucho miedo, tanto como nunca había tenido en toda su vida.
"¡Quemé tu casa Neal...!" Exclamó con orgullo "¡Y también quemé la casa de tu primita!" Agregó en el mismo tono "¿Qué vas hacer para que las tragedias paren? ¿Cuándo dejarás de esconderte?"
Aquellas palabras hicieron que Neal reaccionara y empuñando sus manos, salió del cubículo del baño donde se escondía.
— ¿Cómo te atreviste? —preguntó, al tiempo que le hacía frente al inadaptado aquél—. ¡No tenías ningún derecho! ¡Maldito hijo de puta!
— ¿No tenía derecho a vengarme?
—No me importa lo que hagas conmigo... ¿Pero por qué metes a mi familia? ¿Por qué molestas a mi prima? ¡Ella estuvo en la cárcel, pagando una condena por tu culpa!
—La molesto porque sé que a ti te importa... —respondió Damon—. No te interesa que ella sea de otro... ¡Tú la amas!
— ¡Déjala en paz! No pienses en hacerle daño, porque si lo haces, yo...
— ¿Tú qué?
Neal, soltó un fuerte puñetazo, dejando a Damon tambaleándose. El joven Andersson, se sintió confundido, pero no tanto como para llevar a cabo la tarea que le urgía terminar...
Con decisión, tomó la navaja que llevaba en las manos y apuñaló a Neal, sin piedad.
Continuará...
"Hija mía... Si el Señor Albert y Terrence, te dicen que tienes que irte de Chicago, entonces deber hacerles caso"
Eso le dijo, la Señorita Pony, en cuanto Candy, la puso al tanto de la situación.
"Candy, querida, no seas terca... Hazle caso a quién desea ayudarte. Siempre te lo digo niña, nunca dudes de la gente que solo desea ofrecerte una mano y auxiliarte a no caer... Celebraciones ¡Habrá muchas! No te preocupes por la boda, ni por la fiesta, ahora..."
La Hermana María, fue tan dura y directa como siempre lo era.
Finalmente, después de hablar con ella y con la Señorita Pony, Candy se sintió más serena y se disculpó con Albert. Le dijo que haría lo que él dispusiera y que ya no reñiría ante su buena voluntad.
Por otro lado, Terry encontró consuelo al lado de su madre. Eleanor le habló y él la escuchó con atención.
"No te agobies por lo que Candy dice, hijo, ella está hecha un tumulto de nervios. Realmente no desea ponerse en peligro, solamente se siente perdida, ante tantas cosas que le pasan. Terry, ella no se separaría de ti, jamás... Te ama y créeme, lo que menos desea es estar lejos de ti"
Abandonaron Chicago, con total discreción, se despidieron de la familia en casa y se trasladaron a la estación de trenes usando el transporte público. No sabían si estaban siendo vigilados, pero tomaron todas las providencias necesarias.
Durante el viaje, ellos no se hablaron, ni siquiera voltearon a mirarse.
Nuevamente, sus planes se habían visto truncados y por consiguiente, sus corazones yacían intranquilos...
Tanto ella como él, ya no estaban seguros de nada... Lo único que tenían seguro en sus vidas, eran los problemas.
—Será mejor que te pongas el abrigo... —le recomendó Terry a su prometida.
—No, no tengo frío, creo que es suficiente con lo que llevo puesto.
—No se trata de si tú tienes frío o no... Afuera está fresco y aunque tú no lo sientas frío ahora, cuado salgas lo sentirás... Si te recomiendo algo, es por tu bien Candice, no lo hago por molestarte.
La muchacha no atendió la recomendación que se le hizo y salió del compartimento del tren, sin siquiera mirar a Terry.
Le exasperaba que él intentara controlarla todo el tiempo. Odiaba que estuviera vigilando sus movimientos y que la hiciera sentir como una niña.
— ¡Oye! ¡Señorita independiente! —le gritó Terry, al tiempo que ella volteaba para mirarlo—. Se ha olvidado de su maleta... —él señaló el equipaje de ella y luego de dejarlo allí, en el pequeño corredor, siguió caminando.
¿Candy quería jugar rudo? Pues entonces, sería mejor que ella se preparara, porque él ya no estaba dispuesto a sufrir más desplantes de su parte.
Al inicio, la orgullosa Candy levantó su equipaje con habilidad y caminó confiada entre los demás pasajeros, sin embargo, a medio camino de la estación, se quedó sin las fuerzas necesarias, para continuar.
¡Te odio Terry!
Exclamó en sus adentros, mientras hacía un enorme esfuerzo para seguir adelante.
Terry la observó a lo lejos y aunque sintió pena por ella, no hizo nada para ayudarla. La ignoró por completo y después buscó un transporte, que los llevara hacia el puerto.
—Al fin llegas... —dijo el actor—. El transporte nos espera. Anda, sube al auto.
Candy no respondió, solamente le dio su equipaje al chofer y subió hacia el automóvil. Estaba tan cansada que lo que menos le importaba, era responderle al insolente actor.
—Llévanos al puerto, por favor —pidió Terry al chofer.
— ¿Al puerto? Pero el barco sale hasta mañana... —susurró Candy.
—Nos hospedaremos en algún hostal y pasaremos la noche allí.
Terry quería evitar a toda costa, a los reporteros y la única forma de ponerse a salvo, era alejarse de su propiedad, o de los hoteles, donde fácilmente los encontrarían.
—Pero...
—Querida mía —dijo Terry, haciendo evidente que le estaba cansado su actitud —. No te preocupes más, tengo todo controlado...
Candy decidió cerrar la boca y permanecer callada hasta llegar a su destino, ya no había motivo para seguir peleando... No podía hacer absolutamente nada para cambiar las cosas.
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"Marido y mujer, eso es lo que seremos en cuanto entremos al hostal"
Le advirtió Terry.
"Ya sé que te repugna la idea de pensar en estar casada conmigo, pero espero que entiendas que es por tu bien..."
Aquella frase le rompió el corazón a Candy ¿De dónde había sacado Terry, que tenía ese sentimiento hacia él?
Había malinterpretado todo lo que ella dijo.
¿Cómo no iba desear una vida a su lado? Si lo amaba más que a nada en el mundo...
— ¿Vas a dormir allí? —cuestionó ella, al tiempo que Terry acomodaba una almohada y una cobija, sobre el duro y frío piso de la habitación.
—Obviamente...
—Terry, por favor, no hagas eso... —pidió ella—. Duerme conmigo... Hay espacio suficiente aquí...
—No creo que sea correcto...
— ¿Por qué no? —preguntó ella—. Ayer dormimos en la misma cama...
—Ayer dijiste que me amabas... Y hoy...
—Hoy te sigo amando, Terrence —declaró la joven, levantándose de la cama.
Él no dijo nada, solo la observó con desconcierto.
—Terry... Si me puse loca allá en Chicago, fue porque no deseaba renunciar nuevamente a nuestros planes... Solo fue por eso y no porque no desee estar contigo.
—Tu familia te ofrece escaparte conmigo y tu respuesta hacia ellos, fue un rotundo "No... " ¿Cómo quieres que sienta al respecto?
—No deseaba salir huyendo... No quería que nuestra boda se echara a perder.
—La boda se arruinó desde el preciso momento en que te arrestaron...
—No fue mi culpa que arrestaran
—Ni tampoco fue mía...
—Terry... Ven a dormir a mi lado...
Terry no atendió su invitación de unirse a ella en la cama y Candy, ya no insistió en pedirle que le acompañara.
Había sido un día muy largo y ambos necesitaban descansar. Por supuesto el relajamiento, no sería posible, para ninguno de los dos. Tanto ella como él, darían vueltas en sus respectivos lugares de descanso, haciendo evidente la inconformidad que llevaban dentro de su ser.
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Ella, despertó antes que él... De nuevo su reloj biológico, le había jugado una mala pasada, y le había despertado poco antes de la seis de la mañana.
La habitación aún estaba oscura, pero eso no le impidió levantarse e ir al privado, directo a cambiarse.
Fue silenciosa en su andar y por eso Terry no se dio cuenta de que ella se levantó, mucho menos se enteró de que ella, se puso presentable y salió de la habitación.
Afuera aun estaba oscuro, sin embargo eso no le importó a la Señorita Andley, ella salió directo hacia la calle, quería caminar y estar a solas con sus pensamientos.
Apenas podía creer que el Mauritania, estuviera allí, precisamente a unos cuantos metros de ella.
Qué suerte... Pensó con más tranquilidad, analizando la situación y dándole gracias a Dios, por la oportunidad brindada.
Sí, había soñado con una bella boda en Lakewood, cerca de su hogar, con todos los miembros de su familia. Eso ya no sería posible. Sin embargo no significaba que era el fin del mundo.
Es un nuevo comienzo... pensó observando el barco e imaginando la bella postal que recordaba de Londres.
Pero él... Quizás ya no quiera casarse... aceptó contrariada, sintiendo como su corazón latía con menos fuerza. Odiaba pensar en eso...
Los rayos del sol, comenzaban aparecer y a iluminar la vista que tenía frente a ella... Hacía muchos años que no viajaba en barco. En realidad, no había viajado desde que era una niña...
Observó su anillo de compromiso y después pensó en el día en el que Terry se lo dio.
Había sido la tercera vez que la visitaba en Chicago. Ese día, pasearon y al final de la tarde, la llevó a cenar... Todo había sido perfecto.
—No me dijiste que saldrías tan temprano... —reclamó sutilmente, la voz de Terry, a espaldas de ella.
Candy cerró los ojos al escucharlo y sin poder ocultar su gusto por saber que estaba allí, volteó para mirarlo.
—No tenía planeado salir, por eso no te lo dije...
Los ojos azules de Terry, se encontraron con los suyos y por un momento, ambos se mostraron lo arrepentidos que estaban.
—Lo lamento... —dijo él, estirando su mano para tomar la de ella—. No sé qué pasa por mi cabeza últimamente...
—Yo tampoco sé lo que pasa por la mía... —ella apretó la mano de él y luego se acercó para abrazarlo—. Perdóname... —pidió, mientras Terry apretaba su abrazo y la acercaba más a él.
—No tengo nada que perdonarte... Mas bien, perdóname tú a mí... Yo soy quién más te ha hecho daño...
—No es verdad...
—Estás resentida desde lo que pasó en la visita... Y tienes razón de estarlo, fui un idiota.
—No hablemos más de eso...
— ¿Y de qué hablaremos entonces? —cuestionó a propósito, para escuchar la respuesta que ansiaba oír.
—De lo que viene para nosotros... Hablemos de lo que haremos con nuestras vidas.
—Tengo dos interesantes propuestas para ti —confesó Terry.
— ¿Cuáles son esas propuestas?
—Número uno: vivimos una aventura, fingimos que somos esposos, compartimos cuarto y contraemos matrimonio en cuanto lleguemos a Londres...—susurró al oído de Candy, estremeciéndola por completo—. Número dos: subimos como Candice Andley y Terrence Grandchester y buscamos que el capitán nos case hoy mismo —ella quiso responder de inmediato, pero él negó con su cabeza—. Me darás tu respuesta al registrarnos en el barco.
*~*~*~*~*
Chicago
Albert se sentó junto a su mujer, intentando consolarla y ayudarla a sentirse mejor, dentro del mal rato que atravesaba.
—No te preocupes, amor... —expresó ella—. Lo que vivo es completamente normal... Ya pasaran éstos síntomas, anda, regresa a la cama... Es muy temprano para que estés despierto.
—No... Te acompañaré hasta que te sientas mejor, de todas formas, no puedo dormir.
— ¿Sigues preocupado por Candy y Terry?
—No... Ellos estarán bien... —aseguró Albert—. Los conozco y sé que mientras estén juntos, todo irá bien...
— ¿Son tus sobrinos, entonces?
El rubio afirmó, Elisa y Neal le preocupaban de sobremanera.
—Elisa está a salvo, pero Neal... Vive en un constante peligro...
—Entiendo tu preocupación, pero por lo visto, Neal ha sabido hacer frente a la situación... Ten confianza en lo que has hecho para protegerlo y no te preocupes más... —Siobhan sonrió y para animar a Albert confesó—. ¿Sabes? Tengo algo que contarte...
— ¿Es algo que me distraerá?
— ¡Ya creo que lo hará! —exclamó emocionada—. La Señora Baker y George, estuvieron platicando hasta muy tarde...
Albert esbozó una enorme sonrisa.
— ¿Hablas del mismo George al que yo conozco? —cuestionó el rubio con diversión.
—Sí, hablo de nuestro George... —aclaró Siobhan—. Se le veía muy contento y muy interesado en la Señora Baker...
—Me tomas por sorpresa... —confesó Albert—. Él es muy discreto en cuánto a sus conquistas...
—Bueno, quizás ella no lo sea... Digo, quizás no sea una conquista más...
—Me alegraría saber que por fin, ha dejado atrás el recuerdo de Rosemary... Eleanor es una gran mujer, y me haría feliz saber que George no va quedarse solo para siempre.
Por ese pequeño lapso, Albert olvidó sus problemas. Y se sintió esperanzado... El futuro aguardaba por ellos y se sentía optimista al respecto.
*~*~*~*~*
"¡Neal Leagan!"
Gritaron, mientras él se escondía.
"¡Sal de allí, maldito marica!"
Neal creyó que el fin estaba cerca y que Damon Andersson, por fin lo había acorralado. Sin embargo, no renunció a seguir huyendo.
Tenía mucho miedo, tanto como nunca había tenido en toda su vida.
"¡Quemé tu casa Neal...!" Exclamó con orgullo "¡Y también quemé la casa de tu primita!" Agregó en el mismo tono "¿Qué vas hacer para que las tragedias paren? ¿Cuándo dejarás de esconderte?"
Aquellas palabras hicieron que Neal reaccionara y empuñando sus manos, salió del cubículo del baño donde se escondía.
— ¿Cómo te atreviste? —preguntó, al tiempo que le hacía frente al inadaptado aquél—. ¡No tenías ningún derecho! ¡Maldito hijo de puta!
— ¿No tenía derecho a vengarme?
—No me importa lo que hagas conmigo... ¿Pero por qué metes a mi familia? ¿Por qué molestas a mi prima? ¡Ella estuvo en la cárcel, pagando una condena por tu culpa!
—La molesto porque sé que a ti te importa... —respondió Damon—. No te interesa que ella sea de otro... ¡Tú la amas!
— ¡Déjala en paz! No pienses en hacerle daño, porque si lo haces, yo...
— ¿Tú qué?
Neal, soltó un fuerte puñetazo, dejando a Damon tambaleándose. El joven Andersson, se sintió confundido, pero no tanto como para llevar a cabo la tarea que le urgía terminar...
Con decisión, tomó la navaja que llevaba en las manos y apuñaló a Neal, sin piedad.
Continuará...