Cuando el gran portón se abrió, fue como si la luz y la belleza, que no se había conocido hasta ese momento, se presentaran ante ella; nítida, prístina, como nunca antes nada en la vida.
El “Síndrome Stendhal” pareció querer hacer presa de ella en aquel instante, sintiendo cómo su pecho se agitaba y sus ojos parecían llenarse de agua ante la visión de tan maravillosa belleza.
Hace mucho que le habían hablado de aquel lugar, varias de sus amigas, en situaciones similares, habían desaparecido hace tiempo.
Lo último que había sabido antes de no volverlas a ver jamás, es que habían tomado el mismo camino que ahora estaba emprendiendo ella.
- Bienvenida… - dijo una suave y dulce voz, despertándola de aquel sueño en el que había quedado momentáneamente encerrada.
La mujer que le recibía, era más bien pequeña y menuda, pero tenía una sonrisa que parecía querer abarcar el cielo completo.
Ella le sonrió también, y tomó la mano que se le ofrecía abierta, para cruzar aquel enorme umbral.
El aroma de las flores y las esencias secretas que se fabricaban en aquel sagrado lugar la envolvió por completo.
Desde que venía subiendo el empinado camino de tierra que la conducía hacia el monasterio, a ratos la brisa le traía remanentes de aromas desconocidos y beatificantes que ella creía, venían del profundo bosque que la rodeaba, cada vez más espeso y en medio del cual, aquel caminillo rodeado de campanillas parecía empeñarse en permaneces a pesar de todo.
Pero ahora sabía de dónde venía tal bendición.
Aún tomada de la mano de la dulce mujer que le recibiera, el gran portón se cerró detrás de ella casi sin sonido, y comenzó a recorres, igual con los pies que con la mirada, los amplios jardines llenos de coloridos rosales y tupidas madreselvas.
Árboles frutales y trepadoras buganvilias.
Los cantos de las aves, el susurro de las cigarras, el rumor del arroyuelo.
Todo ahí era hermosura y paz.
- Yo soy Elsy – dijo la mujer con una sonrisa – pero tú me llamarás “Madre”.
- Yo soy Wendolyn – respondió ella, y sintió su corazón llenarse de gozo al sentir que aquella desconocida, sería pronto parte fundamental de la nueva vida que había escogido.
Los pasillos de brillantes duelas, que recorrían todo el lugar, la llevaron a reconocer el taller de las conservas, de los productos de belleza, los campos de cultivo, la seca del papel, el proceso de la seda; todo lo necesario para una vida en orden y comodidad, hecho por las propias manos de las sonrientes doncellas que despedían la misma paz que su nueva “Madre” le inspiraba.
- ¡Qué belleza! – exclamó ella emocionada - ¡Esto es lo que yo buscaba! A este sitio quiero pertenecer, al silencio y la quietud y la paz y la tranq…
Se quedó con la palabra en la boca cuando del fondo le llegó un barullo.
- ¡¡Que me des mis hachas te estoy diciendo!! – reclamaba una mujer de cabello oscuro que zarandeaba por la túnica a una joven de piel morena.
- Pe… pero ¡Jefa! ¿Qué le dijo la Madre cuando llegamos? ¡Aquí nada de armas!
- ¡Me importa un cacahuete! ¡Que me las des te estoy diciendo, con un demonio!– respondió la otra zarandeándola más - ¿Qué no ves que sin mis armas no soy nada? ¿¡Cómo se supone que voy a defender a nuestro señor sin mis hachas y mis sierras!?
- Pero… pero… pero…
- Gezabel… - dijo Elsy suavemente acercándose – ya te he dicho que para defender a nuestro señor no necesitamos usar violencia. Nuestras armas son nuestras artes y nuestro intelecto. Somos artistas, escribanas, poetisas, filósofas… ¡No somos matarifes!
- Pero… pero Elsy… digo “Madre” – contestó la otra haciendo una mala reverencia – Es que yo… verá usted “sacerdotísima”… yo es que si no tengo mi buena hoja afilada cerca, me pongo muy nerviosa y… y ¡Nononono respondo de mí, le juro que no respondo…!
- Tranquiiiiila… - susurró Elsy, colocándole una mano en la espalda, al instante la mujer que hasta un par de segundos temblaba como adicta en recuperación, pareció como si alguien la desinflara de tanta alteración, relajándose al instante – Ten, come esta raíz, te va a ayudar con tus nervios. Y sólo para que veas que te considero, querida hija, le voy a decir a las chicas del taller de costura que te entreguen un cortahílos para que estés tranquilita.
- Pero Elsy, eso es muy chiquitito… - gimió la otra.
- Sí, pero es afilado; y es mucho más cómodo de llevar que un hacha. Lo puedes llevar escondido en el escote, o tenerlo debajo de tu almohada, y si sientes que corres peligro, te sirve bien para defenderte. Ahora hija mía, anda a tus habitaciones, medita un poco acerca de lo que hemos hablado y recuerda: somos artistas, Gezabel ¡Artistas! Igzell, tú también vete a tu cuarto a cumplir tus labores.
La joven se retiró haciendo otra mala reverencia, y la jovencita morena hizo otra más graciosa, pero visiblemente aliviada, y agradecida con la dulce mujer que le salvara el pellejo.
- Perdón, Madre. Aquella chica ¿A qué se refería cuando hablaba de “defender a nuestro señor”?
- Muy sencillo querida; somos sacerdotisas Grandchester. Nos entregamos a Terry Grandchester en cuerpo y alma, a él le ofrendamos nuestra vida diaria; y todo nuestro trabajo y nuestro arte es para honrar su amado nombre.
Al pasar cerca de las cocinas, un delicioso aroma llamó su atención, una chica de largo cabello negro salía arrastrada por otra menuda de cabello claro, en franca discusión.
- Ay Mimi no seas malita, déjame robarme aunque sea un pancito.
- ¡Que no te dicen! – respondió la otra – que todavía no está la sopa, te tienes que esperar como todas.
- ¡Puuuucha es que ya me duele la guata! ¡Tengo hambre!
Elsy sonrió al escuchar la discusión.
- En el jardín hay varios árboles frutales que pueden saciar tus necesidades Cilenita.- dijo la Madre, ambas jóvenes hicieron una reverencia - Por favor, no importunemos a quienes prestan su tiempo preparando nuestros alimentos; ni hagas rabiar a nuestra querida Guardiana del Claro de Luna, que dentro de pocas horas debe estar en su puesto.
- Sí Madre – respondió la joven de cabellera oscura – como diga Madre, yo me agarro una mandarina y le prometo que me quedo quietita.
- Ya… ¿Y cómo van sus labores asignadas, Novicia? – preguntó Elsy, señalando hacia el altar a oscuras.
- ¡¡Pucha se apagó el fuego del altar!! – exclamó la novicia Cilenita, aterrada.
- ¿¡Sí ves!? – regañó Mimi dándole un pellizco - ¡Nada más me haces pasar penas con la Madre! ¡Corre a hacer tu trabajo que el altar no puede estar a oscuras!
- Pero una mandarinita… - suplicó Cilenita con los ojos llorosos.
- ¡¡Que te vayas te digo!!
Con un amago de patada, la joven rubia sacó corriendo a la otra que apenas alcanzó a arrancar un par de moras de un seto cercano, y recogiéndose la túnica entre las piernas, dejó ver los tenis que llevaba, y que la ayudaron a correr y brincar los arbustos, hacia el altar que le tocaba mantener.
- Disculpe usted, Sacerdotisa Madre – dijo Mimi haciendo una elegante reverencia – parece que la Novicia que recomendé está tardando un poco en acomodarse a nuestro estilo de vida.
- No te preocupes, mi querida Sacerdotisa Guardiana. – respondió Elsy tomándole una mano – A los niños les toma casi un año aprender a caminar, no esperemos que corran cuando apenas están naciendo.
Con una nueva reverencia, la joven de elegante túnica y brillantes adornos en su lustroso cabello, se retiró hacia el atardecer, donde pronto su presencia sería requerida.
Elsy y su recién llegada continuaron el recorrido.
- ¡Sacerdotisa! ¡Sacerdotisa Madre! – una joven con una túnica similar a la anterior y adornos parecidos en su cabello oscuro.
- ¿Qué pasa Maestre Cary? ¿Por qué tanto apuro?
- Sacerdotisa Madre, es que la novicia que me asignó para cuidar el Fuego Sagrado es muy desobligada ¡Es la tercera vez en esta semana que se apaga el fuego y…!
- ¿Pero de qué habla, Maestre Cary? - La interrumpió Elsy con una amable sonrisa – El Fuego Sagrado está tan brillante como siempre ¡Mire!
- ¡Ah méndiga! – murmuró la Mestre Cary contrariada – entre que yo bajaba, ella corría y me ganó la carrera la muy…
- ¿Cómo dice, Maestre?
- ¡No, nada Sacerdotisa Madre, nada! Que, muy agradecida por la novicia Cilenita, seguro que cuando se acostumbre será una excelente ayuda para el Monasterryo.
Haciendo una graciosa reverencia, la joven Maestre se retiró hacia el Altar, rumiando
alguna cosa por lo bajito.
- Disculpa Wendolyn ¿Qué me venías diciendo? – preguntó Elsy, invitando a su acompañante a continuar el recorrido.
- No pues, de la paz y… y … y la tranquilidad… esteee… no ya nada en realidad. – Se interrumpió la recién llegada cuando escucharon una voz a su espalda.
- ¡¡Sacerdotisa!! – una joven muy menuda de cabello ondulado venía corriendo con la túnica levantada entre las manos - ¡Madre hay que prepararnos!
- ¡Oráculo Dorli pero qué es eso de correr así!
- Pero si pareciera que aquí todo el mundo corre… - murmuró Wendolyn al ver corriendo a lo lejos a la novicia Russell, pero no fue escuchada.
- ¡Sacerdotisa Elsy lo he visto! – exclamaba la Oráculo – Lo he visto con mi nuevo talento de adivinación. Ha comenzado Madre, la guerra. ¡La Guerra ha empezado hay que prepararnos!
- ¿Estás segura Dorli? Mira que aún eres novicia y tu talento apenas se está desarrollando.
- ¡No no Madre! Le digo la verdad. Hay que prepararnos para la guerra, ya ha comenzado.
- ¡Bien! entonces ve Oráculo, avisa a tus compañeras que ocupen sus puestos y tomen sus armas, ha llegado el momento de defender a nuestro señor… ¿Lista para la batalla, Novicia Wendolyn? – dijo Elsy mientras Dorli se iba a avisar a las demás.
- ¿Novicia?... ¿Batalla?... – dijo ella contrariada y sorprendida – Pero… ¡Yo acabo de llegar! ¿Cómo voy a luchar? ¡No tengo ningún arma!
- ¡Por supuesto que tienes! – exclamó Elsy tomándola firmemente por los hombros, con una bella sonrisa – Todos tenemos armas para luchar, mi querida Novicia Wendolyn, siempre que la lucha a emprender, sea en nombre del amor.
Poco a poco, las novicias, maestres y sacerdotisas, comenzaron a reunirse en medio del recinto.
La Sacerdotisa Elsy daba indicaciones a cada una de ellas. En todas se veía su emoción y su determinación para defender a su amado señor.
Una nueva Guerra Florida había dado inicio, y una vez más el Monasterryo estaba listo para la batalla.
NUESTRO TEMA DE ESTE AÑO
Marchando vamos contentas, venimos del Monasterryo
Ondeando nuestra bandera, Elsy viene a la cabeza
Nadie puede detenernos, somos las sacerdotizas
Apostando por su vida va Mimicat a toda prisa.
Siempre bien acompañadas, de Igzell, Isabel y Dorli
Terry nos guía a la batalla mientras Gezabel pone orden
Estamos ya todas listas, a la Guerra Florida vamos,
Risas y cantos se escuchan mientras vamos juntas caminando.
Recien empieza la lucha y vamos a dar batalla
Ya se escuchan en el campo como gritan de temor
Ocupadas estaremos luchando por nuestro señor.
Última edición por Mimicat Cornwell el Dom Abr 01, 2018 3:22 am, editado 1 vez