La hija de Candy
Por Mayra Exitosa
LleGaba llorosa, cansada, la pequeña había dormido todo el camino en su regazo, hacía más de ocho años que se había ido del pueblo, pero ahora más que nunca necesitaba un descanso, y su hija necesitaba respirar el aire puro, jugar, reír, estar con más niños. Fue el día en que decidió regresar a casa.
Las vacaciones de verano habían llegado para todos, las mansiones estaban colmadas de familias deseosas de alejarse de la ciudad, el lago tenía tantos peces, que muchos hombres gozaban de competir en atrapar uno.
Las familias más acaudaladas tenían mansión cerca de aquel precioso lago de Michigan, era basto, enorme y muy relajante en el verano. La juventud de Candy había sido un fracaso tras otro, todos lo habían vivido desde que era una niña, rebelde, juguetona, hermosa, pero… huérfana, sin fortuna y sin futuro… eso lo pensaron en su momento los hombres y mujeres que formaban un grupo selecto de aquellas renombradas familias.
La familia de los Brown, era muy conocida, el Capitán Brown había llegado con su familia y gozaba de terrenos enormes con una gran parte frente al lago, donde el Capitán tenía un yate hermoso y paseaba a su joven esposa y a su hijo, que era bastante atractivo siendo un joven muy prominente al ser hijo único, en aquellos años en que conoció a la hermosa huérfana del hogar de Ponny.
La familia de los Cornwall, solo pasaba los veranos ahí, sus ingresos acaudalados eran bastante renombrados, la mansión una de las más hermosas de Lakewood, los hijos jóvenes deseosos de conocer el mundo y comérselo tal como sus padres. Así como la fortuna, los paparazzi los seguían a todos lados, sabían de sus romances, de las modelos que los amaban por su atractivo no solo era el dinero que derrochaban, sino la caballerosidad y la pasión que cada uno de estos hermanos poseía.
En su juventud los dos se enamoraron de la joven Candy, siendo una adolecente hermosa, ambos habían caído rendidos a sus pies, al darse cuenta que los dos la amaban, ambos se alejaron de ella, sin decir nada. Su amor fraterno siempre fue más fuerte y al verse amando a la misma chica, decidieron ocultar sus sentimientos y sobre todo lo que ella despertaba a su manera, en ambos hermanos. Mientras que para ella, era la alegría de no ser rechazada por ser una joven sin familia, sin apellido y sin fortuna.
Los Grandchester era otra familia que no estaba cerca del lago, sino en la zona boscosa de Lakewood, la madre de familia era una actriz muy apreciada por no temer en la actuación y había sido en su tiempo una mujer que mostraba su cuerpo con mucho placer ante la pantalla, eso había sacado de quicio a su marido y aunque fueron imágenes profesionales, el Sr. Grandchester opto por darle mucho más de su tiempo y sacarla de la actuación, al embarazarla de su atractivo hijo. El joven era rebelde, engreído, posesivo y por los compañeros del colegio, supo que su madre había realizado desnudos y algunos jóvenes mencionaban detalles sórdidos de su amor platónico por la hermosa y candente dama, utilizado en sus noches húmedas, logrando que el joven tranquilo se rebelara y golpeara a cada estúpido que se atrevía a faltarle el respeto a su bella madre.
El día que conoció a la chica del bosque, comenzaron sus problemas de control de sí mismo, siendo mayor y respetando a las mujeres por ser damas, alabar su belleza con poemas y arte. Se vio en la encrucijada de enamorarse perdidamente de la chica que corría por los bosques jugando con otros chicos, dejándola en una posición poco decorosa, pero ignoraba que ella vivía en el orfanato y que todos esos chicos eran su familia temporal, antes de ser adoptados. Así temiendo que el pasara ahora sus lamentables sentimientos apasionados, soñando en la diosa de piel suave y blanca que había visto bañarse en el lago una tarde, fue que aprendió que no era inmune a pasar por lo que aquellos jóvenes compañeros del colegio y el también podía caer en la tentación de amar a una mujer sin haberla tocado.
La familia Leagan era la que estaba más atrás en las parcelas de las mansiones del pueblo, ahí había dos jóvenes una princesa mimada y un joven bastante soberbio, molesto e incomodo con su exagerada madre, que en su educación mostraba siempre un itinerario completo obligado y del control de actividades de su hijo mayor. Rebelde interiormente aguantaba todo con tal de no enfurecer a su madre y a su hermana, que parecían aliarse en condenar su vida a un horario sin retiro a descanso. Su padre había querido mandarlo a un colegio militar para que se hiciera hombre y tuviera mejores conocimientos de valores. Sin embargo su madre escandalosamente lo había evitado.
El odio y desprecio que había mostrado su hermana por una joven que acompañaba a un vaquero a dejar las compras de alimentos a la mansión, había despertado en él a un hombre protector y sin querer, apreciar a la dama que jugaba con el vaquero y aseguraba ser su hermana. El tiempo paso y la joven se negó a tener un noviazgo con él, sin aclararle que realmente no tenía apellido, no era la hermana de Tom, solo habían vivido en un orfanato de niños y el desprecio de la madre del joven, había terminado abofeteando a la rubia gritándole, que sus ojos jamás se posaran en su primogénito, ya que era un hombre de nivel alto y la sociedad reclamaba la integridad de su sangre real.
Un noviazgo, era conocido para todos en el pueblo. Candy fue la mujer más noviera del condado, primero fue con el rubio hijo del Capitán, luego con dos hermanos hijos del hotelero millonario, se la turnaban entre ambos según los rumores, hasta que llego el hijo de la desnudista y ese fue el novio más apasionado, muchas veces los hombres de la cacería lo encontraron sacudiéndose la ropa porque había estado… retozando con… ya saben quien, pero entonces vino una pelea, la del Leagan con el hijo de la actriz, no una, varias veces, pero después de que el joven Leagan la conociera, la familia había pagado para que ella nunca más volviera a pasar frente a la mirada de su bello hijo.
Había una gran propiedad lejana y parecía sola, rodeada en parte de lago, del bosque y de otras áreas de la colina, ahí vivía una dama mayor, sola, las familias alrededor eran sus familiares lejanos algunos de ellos, la vida la había golpeado. Amargada por la muerte de la mayor parte de sus familiares cercanos, se había hecho cargo de un niño y de este, su educación, se empeño por sacar adelante al único ser que creía suyo y que era la última gota de sangre de su dinastía directa. Eligio a los mejores profesores, lo mando a estudiar muchas veces fuera, paso por muchos viajes y por fin se hacía cargo de las empresas y las compañías que le heredara su familia. Alejado en los negocios, viajes y responsabilidades, nadie lo conocía. Lo consideraban un extravagante hombre de negocios, por el exceso de estudios y viajes jamás lo habían visto de cerca. Sabían que no era mayor de treinta años en la actualidad, pero al no verlo en su juventud, nadie sabía nada de su persona.
En el pueblo el rumor se extendió a recordar todo lo que las familias de alto nivel habían hecho por deshacerse del orfanato del pueblo, aun con todo y sus innumerables intentos, nada pudieron hacer, al contrario, el gobierno los apoyo y ahora estaba mejor que en otros años. La casucha de madera que fuese en algún tiempo, ahora poseía una capilla divina con antigüedades y cristales costosos, el orfanato poseía dos niveles y un patio central, habitaciones con actividades escolares, manualidades, repostería fina, un sinfín de actividades exclusivas para los niños que ahí eran enviados.
Candy a su regreso, fue recibida por las maestras. Tom que había ido por ellas, tomaba a la niña que traía en su brazo. Llevándola dentro a la habitación que le tenían preparada, para dejarla descansar al verla dormida, las encargadas se desvivían brindándole atenciones y mimos como si fuera la hija que nunca se fue de ahí.
--- ¡Oh Candy! Estas hecha toda una mujer.
--- Madre María, ya soy madre y tengo una hija, qué más puedo pedir.
--- Mi niña, aun que nos hayas traído a Dulce, para que la conociéramos, siempre serás mi niña. Aseguraba la bajita mujer encargada de todo el orfanato. Tom sonriente se despedía. Feliz por tener de nuevo a Candy ahí, le daba un beso en su cabeza, no sin antes asegurarle que programarían un día, iría por ellas para que fueran a su rancho.
Los días iniciaban en el verano. Candy dejo de llorar, cuidaba de su pequeña y la llevaba a caminar junto a muchos niños del hogar de Ponny. Ella a la distancia supervisaba y la niña emocionada le gritaba cada que podía de manera tímida y esperando confirmación de su madre,
--- ¡Mira mamá!
La pequeña saltaba junto a los demás tras las ranas cercanas al lago, haciendo reír a Candy por como su niña le daba tal ternura,
A lo lejos una pareja mayor observaba reconociendo a Candy, al escuchar a la niña, su asombro fue increíble, la esposa se sujetaba el pecho, emocionada y el esposo, tomaba el celular haciendo llamadas y dando indicaciones al ayudante de que regresaban a la casa.
Otro día relajado, Candy leía sentada bajo una sombra, su hija era tan linda, se había identificado con todos de forma inmediata y la habían aceptado ahí para todos los juegos, ella observaba recordando como en su infancia, jugaba y daba órdenes, mientras su hija era retraída, seria y sonriente. No reaccionaba, como lo hacía ella, sino que le sonreía a todos y a todos seguía.
Fue con Tom y la niña al pueblo a traer los consumibles que llevaban en una lista, ambos sonreían y recordaban detalles de cuando eran niños, las confusiones, las risas, la música, todo era nostálgico,
--- ¿Y no piensas proponerle matrimonio, Tom?
--- Si, es solo que… su madre no me acepta. Soy muy poca cosa para ella.
--- ¡Tom!
--- Sabes Candy, no quiero que sepa nadie lo nuestro. Yo… prefiero que continúe siendo en secreto, sé que ella ha sufrido mucho, es una atracción entre ambos desde siempre, pero recuerda todo lo que pasaste cuando estabas aquí.
--- Fue un infierno. Te comprendo, Tom.
--- Cambiemos de tema, quieres que llevemos a mi sobrina a conocer a Jim.
--- Me encantaría, pero mira, está ansiosa de llegar a jugar con los niños. Será otro día, apurémonos a terminar con el listado.
--- Bien.
Candy observaba como Tom y los ayudantes del supermercado, subían todo, mientras la niña observaba los juguetes en un escaparate.
--- Dulce, ¡quieres ver alguna muñequita? La niña asentía, ella se separaba un poco para llevarla a la juguetería. La pequeña tomaba un oso de peluche y lo abrazaba. Candy sonriente se iba a la caja pagando por él. El anciano de la tienda le sonreía y comentaba,
--- Ahora ya no solo los ves desde afuera, Candy. Vienes a comprárselos a los niños del orfanato.
--- ¡Oh señor Wilson! ¿Me ha reconocido usted? Ella es mi hijita Dulce. El hombre se le soltaba las quijadas, tomaba el papel nervioso envolviendo el osito y cerraba la boca donde casi se le salía la placa dental.
--- Que le vaya bien, señora… Candy. Esta apretaba los labios para no reír por como se había puesto el anciano al saber que la niña no era del orfanato, sino suya. Salía con su pequeña quien abrazaba el envoltorio con un bracito y con el otro tomaba la mano de su mami.
Regresaban felices, la niña abrazaba cariñosa el envoltorio, hasta que Tom le decía que lo sacara del paquete y ella temerosa, preguntaba a su madre para confirmar, a lo que Candy asentía. Con cuidado tratando de no romper el papel, desenvolvía lentamente el pequeño osito. Le daba a su madre para que se lo cuidara y Tom observaba asombrado como la niña desarrugaba la envoltura y la doblaba de nuevo con cuidado, los listones usados los enrollaba y juntaba con mucho detalle.
--- Toma, mami. Ya se pueden volver a usar.
--- Gracias mi vida. Cuidare de esto. Ten tu osito. Tom con risas mudas comentaba,
--- Los niños la echaran a perder, Candy. Ellos hubieran roto todo el papel.
--- ¡Tom! Deja en paz a mi hija, ella es así, muy cuidadosa.
--- Nada que ver contigo, Candy. Es mi sobrina. La niña sonreía y Candy le confirmaba que podía decirle Tío Tom, a lo que ella callada y ruborizada aceptaba de forma tímida.
El señor de la juguetera marcaba el teléfono, contándole a otra persona que había conocido a la hija de la joven Candy, esta le llamaba a otra y para media tarde, mucho se volvía a rumorar. Como en otros años a costillas de Candy, parecía volver a recobrar forma, se necesitaba con urgencia internet por aquellos lugares.
En la mansión de los Cornwall, el mayordomo llamaba de forma discreta al dueño de la propiedad, el mayor de los Cornwall, Alistar y este informaba de un rumor que se estaba dando cercano a la mansión,
--- Si señor, como le comento, la joven ha vuelto. Trae una niña y dicen que es su hija. Alistar se quedaba mudo, meditando aquella frase. Con un suspiro, confirmaba la información y respondía,
--- Prepara todo, iremos para allá mi hermano y yo. No le avises a mis padres, solo iremos mi hermano y yo.
--- Bien señor como usted ordene.
La Ama de llaves que había escuchado lo que el mayordomo comento a uno de los jóvenes dueños, esperaba a que se fuera, luego entraba escurridiza y marcaba un número telefónico,
--- Si señora, lo oí cuando se lo comentaba a uno de sus hijos, que la niña es de él, pero no supe con quien hablaba, si con el señorito Alistar o el señorito Archivald.
--- ¡Dios! ¡Tengo una nieta! ¿Qué edad tiene, Margot?
--- No lo sé señora, ya conoce como es Robert, se ocultaba de mi para hablar.
--- Prepara mis habitaciones, le diré a mi esposo que pasemos el verano en Lakewood.
En el orfanato, todo era alegría. Ya anochecía pero nadie se iba a dormir aun, la cena había estado tranquila, los niños ahora estaban en el salón principal, las maestras comentaban que se contaría una historia y Candy con un libro en mano, subía a un pequeño escenario y tomaba asiento,
--- Hola chicos, ya saben que cuento voy a leer esta noche. Las aventuras de Tom Sawyer. Todos aplaudían emocionados y la niña de Candy giraba a ver felices porque su mami les leería y ellos estaban contentos. La madre María notaba su aprehensión y la tomaba de la mano,
--- Ven chiquita, siéntate aquí en mi regazo para escuchar a tu mami. Temerosa asentía, la madre le besaba la frente y la acunaba, viendo hacia Candy. Quien asentía al estar más tranquila por ver a la niña tomándole confianza a la madre María.
Para cuando terminaba, el salón tenía a varios dormidos abrazando una almohada en la alfombra, las madres llegaban y les cubrían con sus cobijas para después, los mayorcitos se iban a sus habitaciones.
--- Candy fue una bonita idea leerles y que pudieran dormir como si fuera un campamento. Aunque me temo que no queremos moverlos, pero será sorpresivo verlos despertar aquí, mañana por la mañana.
--- Aquí esta menos frío, la alfombra es cálida y mire que relajados están.
--- Tu niña también se durmió, me preocupa esa forma tan temerosa que tiene, pareciera asustarse con todo.
--- Lo sé. Pero aquí ella volverá a tomar confianza.
--- Bien hija, vayamos a descansar. Candy iba a tomar a su hija pero estaba muy pesada, y la madre María le decía que no, así se la llevaba hasta donde ambas dormían.
La mañana era una fiesta en el orfanato. La alfombra se había retirado, los niños tomaban sus baños y ahora ese lugar eran mesas del comedor para el almuerzo. Tom llegaba asustado y le pedía a la señorita Ponny que le llamara a Candy para hablar con ella. Esta de inmediato, se presentaba dejando a su hija que comiera con los niños y salía a hablar con Tom.
--- ¿Qué sucede, Tom?
--- Ayer paso algo muy grave, fíjate que a los Leagan les contaron que llegaste y que traes a tu hija contigo.
--- No me importa que deseen correrme, no soy una niña, Tom. Tengo mis derechos, por muchas influencias que tengan, no me podrán sacar del pueblo.
--- No creo que lo hayan tomado así. Cuando te fuiste el señor Leagan vino y se llevo a su hijo a un lugar militar, habían gritado mucho, se reveló con su hermana y su madre, dijo que jamás te separarían de él, que eras suya y que no permitiría que te hicieran daño. Candy bajaba el rostro apenada, recordaba como Niel sentía por ella un amor limpio y puro, muchas veces la defendió de las ofensas de su hermana, de los insultos de su madre y ahora con solo su llegada se habían removido el pasado. Niel ya debía estar casado o haber formado una familia.
--- Tom, es parte del pasado, Niel fue un gran chico, pero lo nuestro no pudo ser.
--- Candy… creen que la niña es suya y le han mandado llamar.
--- ¡Dios!
Candy estaba callada, asustad por lo que le decía Tom. Este era amante de Elisa, la hermana de Niel. El rumor de que la niña fuera una Leagan la dejaba muda.
En el supermercado dos mujeres caminaban una de ella una señora mayor y la otra al ser mayor parecía una joven delgada y preciosa, bajo unos lentes y un sombrero, caminaban en las compras.
--- Señora, debemos irnos.
--- Si Angelina. Deja que compre este esmalte de uñas, mira qué hermoso color, no lo tengo.
--- Es urgente que salgamos, señora. Parece que ya la reconocieron. Angelina subía apurada después de subir a su señora, comentaba lo escuchado por un par de mujeres dentro de los pasillos del supermercado. Después de escuchar la historia, Eleonor marcaba a su marido y después a su hijo.
--- Si mi vida, sería bueno que vinieras a Lakewood, el verano te sentará bien, cariño. Al confirmar que su marido y su hijo descansarían antes de lo planeado, llegarían con una semana de anticipación, con eso ella prevenía y hablaría con su hijo. Si la niña que trajo Candy consigo, era hija de aquellos paseos de su vástago, no podía dejarla sin apellido, como había estado la madre al no ser adoptada.
--- Señora, le preguntará a su hijo ¿si esa niña es de él?
--- Debe serlo, Angelina. Ellos tuvieron un tórrido noviazgo, por eso pelearon tantas veces, mi hijo ama a esa chica, no importa que no tenga familia, el siempre la amo.
CONTINUARA...
Por Mayra Exitosa
LleGaba llorosa, cansada, la pequeña había dormido todo el camino en su regazo, hacía más de ocho años que se había ido del pueblo, pero ahora más que nunca necesitaba un descanso, y su hija necesitaba respirar el aire puro, jugar, reír, estar con más niños. Fue el día en que decidió regresar a casa.
Las vacaciones de verano habían llegado para todos, las mansiones estaban colmadas de familias deseosas de alejarse de la ciudad, el lago tenía tantos peces, que muchos hombres gozaban de competir en atrapar uno.
Las familias más acaudaladas tenían mansión cerca de aquel precioso lago de Michigan, era basto, enorme y muy relajante en el verano. La juventud de Candy había sido un fracaso tras otro, todos lo habían vivido desde que era una niña, rebelde, juguetona, hermosa, pero… huérfana, sin fortuna y sin futuro… eso lo pensaron en su momento los hombres y mujeres que formaban un grupo selecto de aquellas renombradas familias.
La familia de los Brown, era muy conocida, el Capitán Brown había llegado con su familia y gozaba de terrenos enormes con una gran parte frente al lago, donde el Capitán tenía un yate hermoso y paseaba a su joven esposa y a su hijo, que era bastante atractivo siendo un joven muy prominente al ser hijo único, en aquellos años en que conoció a la hermosa huérfana del hogar de Ponny.
La familia de los Cornwall, solo pasaba los veranos ahí, sus ingresos acaudalados eran bastante renombrados, la mansión una de las más hermosas de Lakewood, los hijos jóvenes deseosos de conocer el mundo y comérselo tal como sus padres. Así como la fortuna, los paparazzi los seguían a todos lados, sabían de sus romances, de las modelos que los amaban por su atractivo no solo era el dinero que derrochaban, sino la caballerosidad y la pasión que cada uno de estos hermanos poseía.
En su juventud los dos se enamoraron de la joven Candy, siendo una adolecente hermosa, ambos habían caído rendidos a sus pies, al darse cuenta que los dos la amaban, ambos se alejaron de ella, sin decir nada. Su amor fraterno siempre fue más fuerte y al verse amando a la misma chica, decidieron ocultar sus sentimientos y sobre todo lo que ella despertaba a su manera, en ambos hermanos. Mientras que para ella, era la alegría de no ser rechazada por ser una joven sin familia, sin apellido y sin fortuna.
Los Grandchester era otra familia que no estaba cerca del lago, sino en la zona boscosa de Lakewood, la madre de familia era una actriz muy apreciada por no temer en la actuación y había sido en su tiempo una mujer que mostraba su cuerpo con mucho placer ante la pantalla, eso había sacado de quicio a su marido y aunque fueron imágenes profesionales, el Sr. Grandchester opto por darle mucho más de su tiempo y sacarla de la actuación, al embarazarla de su atractivo hijo. El joven era rebelde, engreído, posesivo y por los compañeros del colegio, supo que su madre había realizado desnudos y algunos jóvenes mencionaban detalles sórdidos de su amor platónico por la hermosa y candente dama, utilizado en sus noches húmedas, logrando que el joven tranquilo se rebelara y golpeara a cada estúpido que se atrevía a faltarle el respeto a su bella madre.
El día que conoció a la chica del bosque, comenzaron sus problemas de control de sí mismo, siendo mayor y respetando a las mujeres por ser damas, alabar su belleza con poemas y arte. Se vio en la encrucijada de enamorarse perdidamente de la chica que corría por los bosques jugando con otros chicos, dejándola en una posición poco decorosa, pero ignoraba que ella vivía en el orfanato y que todos esos chicos eran su familia temporal, antes de ser adoptados. Así temiendo que el pasara ahora sus lamentables sentimientos apasionados, soñando en la diosa de piel suave y blanca que había visto bañarse en el lago una tarde, fue que aprendió que no era inmune a pasar por lo que aquellos jóvenes compañeros del colegio y el también podía caer en la tentación de amar a una mujer sin haberla tocado.
La familia Leagan era la que estaba más atrás en las parcelas de las mansiones del pueblo, ahí había dos jóvenes una princesa mimada y un joven bastante soberbio, molesto e incomodo con su exagerada madre, que en su educación mostraba siempre un itinerario completo obligado y del control de actividades de su hijo mayor. Rebelde interiormente aguantaba todo con tal de no enfurecer a su madre y a su hermana, que parecían aliarse en condenar su vida a un horario sin retiro a descanso. Su padre había querido mandarlo a un colegio militar para que se hiciera hombre y tuviera mejores conocimientos de valores. Sin embargo su madre escandalosamente lo había evitado.
El odio y desprecio que había mostrado su hermana por una joven que acompañaba a un vaquero a dejar las compras de alimentos a la mansión, había despertado en él a un hombre protector y sin querer, apreciar a la dama que jugaba con el vaquero y aseguraba ser su hermana. El tiempo paso y la joven se negó a tener un noviazgo con él, sin aclararle que realmente no tenía apellido, no era la hermana de Tom, solo habían vivido en un orfanato de niños y el desprecio de la madre del joven, había terminado abofeteando a la rubia gritándole, que sus ojos jamás se posaran en su primogénito, ya que era un hombre de nivel alto y la sociedad reclamaba la integridad de su sangre real.
Un noviazgo, era conocido para todos en el pueblo. Candy fue la mujer más noviera del condado, primero fue con el rubio hijo del Capitán, luego con dos hermanos hijos del hotelero millonario, se la turnaban entre ambos según los rumores, hasta que llego el hijo de la desnudista y ese fue el novio más apasionado, muchas veces los hombres de la cacería lo encontraron sacudiéndose la ropa porque había estado… retozando con… ya saben quien, pero entonces vino una pelea, la del Leagan con el hijo de la actriz, no una, varias veces, pero después de que el joven Leagan la conociera, la familia había pagado para que ella nunca más volviera a pasar frente a la mirada de su bello hijo.
Había una gran propiedad lejana y parecía sola, rodeada en parte de lago, del bosque y de otras áreas de la colina, ahí vivía una dama mayor, sola, las familias alrededor eran sus familiares lejanos algunos de ellos, la vida la había golpeado. Amargada por la muerte de la mayor parte de sus familiares cercanos, se había hecho cargo de un niño y de este, su educación, se empeño por sacar adelante al único ser que creía suyo y que era la última gota de sangre de su dinastía directa. Eligio a los mejores profesores, lo mando a estudiar muchas veces fuera, paso por muchos viajes y por fin se hacía cargo de las empresas y las compañías que le heredara su familia. Alejado en los negocios, viajes y responsabilidades, nadie lo conocía. Lo consideraban un extravagante hombre de negocios, por el exceso de estudios y viajes jamás lo habían visto de cerca. Sabían que no era mayor de treinta años en la actualidad, pero al no verlo en su juventud, nadie sabía nada de su persona.
En el pueblo el rumor se extendió a recordar todo lo que las familias de alto nivel habían hecho por deshacerse del orfanato del pueblo, aun con todo y sus innumerables intentos, nada pudieron hacer, al contrario, el gobierno los apoyo y ahora estaba mejor que en otros años. La casucha de madera que fuese en algún tiempo, ahora poseía una capilla divina con antigüedades y cristales costosos, el orfanato poseía dos niveles y un patio central, habitaciones con actividades escolares, manualidades, repostería fina, un sinfín de actividades exclusivas para los niños que ahí eran enviados.
Candy a su regreso, fue recibida por las maestras. Tom que había ido por ellas, tomaba a la niña que traía en su brazo. Llevándola dentro a la habitación que le tenían preparada, para dejarla descansar al verla dormida, las encargadas se desvivían brindándole atenciones y mimos como si fuera la hija que nunca se fue de ahí.
--- ¡Oh Candy! Estas hecha toda una mujer.
--- Madre María, ya soy madre y tengo una hija, qué más puedo pedir.
--- Mi niña, aun que nos hayas traído a Dulce, para que la conociéramos, siempre serás mi niña. Aseguraba la bajita mujer encargada de todo el orfanato. Tom sonriente se despedía. Feliz por tener de nuevo a Candy ahí, le daba un beso en su cabeza, no sin antes asegurarle que programarían un día, iría por ellas para que fueran a su rancho.
Los días iniciaban en el verano. Candy dejo de llorar, cuidaba de su pequeña y la llevaba a caminar junto a muchos niños del hogar de Ponny. Ella a la distancia supervisaba y la niña emocionada le gritaba cada que podía de manera tímida y esperando confirmación de su madre,
--- ¡Mira mamá!
La pequeña saltaba junto a los demás tras las ranas cercanas al lago, haciendo reír a Candy por como su niña le daba tal ternura,
A lo lejos una pareja mayor observaba reconociendo a Candy, al escuchar a la niña, su asombro fue increíble, la esposa se sujetaba el pecho, emocionada y el esposo, tomaba el celular haciendo llamadas y dando indicaciones al ayudante de que regresaban a la casa.
Otro día relajado, Candy leía sentada bajo una sombra, su hija era tan linda, se había identificado con todos de forma inmediata y la habían aceptado ahí para todos los juegos, ella observaba recordando como en su infancia, jugaba y daba órdenes, mientras su hija era retraída, seria y sonriente. No reaccionaba, como lo hacía ella, sino que le sonreía a todos y a todos seguía.
Fue con Tom y la niña al pueblo a traer los consumibles que llevaban en una lista, ambos sonreían y recordaban detalles de cuando eran niños, las confusiones, las risas, la música, todo era nostálgico,
--- ¿Y no piensas proponerle matrimonio, Tom?
--- Si, es solo que… su madre no me acepta. Soy muy poca cosa para ella.
--- ¡Tom!
--- Sabes Candy, no quiero que sepa nadie lo nuestro. Yo… prefiero que continúe siendo en secreto, sé que ella ha sufrido mucho, es una atracción entre ambos desde siempre, pero recuerda todo lo que pasaste cuando estabas aquí.
--- Fue un infierno. Te comprendo, Tom.
--- Cambiemos de tema, quieres que llevemos a mi sobrina a conocer a Jim.
--- Me encantaría, pero mira, está ansiosa de llegar a jugar con los niños. Será otro día, apurémonos a terminar con el listado.
--- Bien.
Candy observaba como Tom y los ayudantes del supermercado, subían todo, mientras la niña observaba los juguetes en un escaparate.
--- Dulce, ¡quieres ver alguna muñequita? La niña asentía, ella se separaba un poco para llevarla a la juguetería. La pequeña tomaba un oso de peluche y lo abrazaba. Candy sonriente se iba a la caja pagando por él. El anciano de la tienda le sonreía y comentaba,
--- Ahora ya no solo los ves desde afuera, Candy. Vienes a comprárselos a los niños del orfanato.
--- ¡Oh señor Wilson! ¿Me ha reconocido usted? Ella es mi hijita Dulce. El hombre se le soltaba las quijadas, tomaba el papel nervioso envolviendo el osito y cerraba la boca donde casi se le salía la placa dental.
--- Que le vaya bien, señora… Candy. Esta apretaba los labios para no reír por como se había puesto el anciano al saber que la niña no era del orfanato, sino suya. Salía con su pequeña quien abrazaba el envoltorio con un bracito y con el otro tomaba la mano de su mami.
Regresaban felices, la niña abrazaba cariñosa el envoltorio, hasta que Tom le decía que lo sacara del paquete y ella temerosa, preguntaba a su madre para confirmar, a lo que Candy asentía. Con cuidado tratando de no romper el papel, desenvolvía lentamente el pequeño osito. Le daba a su madre para que se lo cuidara y Tom observaba asombrado como la niña desarrugaba la envoltura y la doblaba de nuevo con cuidado, los listones usados los enrollaba y juntaba con mucho detalle.
--- Toma, mami. Ya se pueden volver a usar.
--- Gracias mi vida. Cuidare de esto. Ten tu osito. Tom con risas mudas comentaba,
--- Los niños la echaran a perder, Candy. Ellos hubieran roto todo el papel.
--- ¡Tom! Deja en paz a mi hija, ella es así, muy cuidadosa.
--- Nada que ver contigo, Candy. Es mi sobrina. La niña sonreía y Candy le confirmaba que podía decirle Tío Tom, a lo que ella callada y ruborizada aceptaba de forma tímida.
El señor de la juguetera marcaba el teléfono, contándole a otra persona que había conocido a la hija de la joven Candy, esta le llamaba a otra y para media tarde, mucho se volvía a rumorar. Como en otros años a costillas de Candy, parecía volver a recobrar forma, se necesitaba con urgencia internet por aquellos lugares.
En la mansión de los Cornwall, el mayordomo llamaba de forma discreta al dueño de la propiedad, el mayor de los Cornwall, Alistar y este informaba de un rumor que se estaba dando cercano a la mansión,
--- Si señor, como le comento, la joven ha vuelto. Trae una niña y dicen que es su hija. Alistar se quedaba mudo, meditando aquella frase. Con un suspiro, confirmaba la información y respondía,
--- Prepara todo, iremos para allá mi hermano y yo. No le avises a mis padres, solo iremos mi hermano y yo.
--- Bien señor como usted ordene.
La Ama de llaves que había escuchado lo que el mayordomo comento a uno de los jóvenes dueños, esperaba a que se fuera, luego entraba escurridiza y marcaba un número telefónico,
--- Si señora, lo oí cuando se lo comentaba a uno de sus hijos, que la niña es de él, pero no supe con quien hablaba, si con el señorito Alistar o el señorito Archivald.
--- ¡Dios! ¡Tengo una nieta! ¿Qué edad tiene, Margot?
--- No lo sé señora, ya conoce como es Robert, se ocultaba de mi para hablar.
--- Prepara mis habitaciones, le diré a mi esposo que pasemos el verano en Lakewood.
En el orfanato, todo era alegría. Ya anochecía pero nadie se iba a dormir aun, la cena había estado tranquila, los niños ahora estaban en el salón principal, las maestras comentaban que se contaría una historia y Candy con un libro en mano, subía a un pequeño escenario y tomaba asiento,
--- Hola chicos, ya saben que cuento voy a leer esta noche. Las aventuras de Tom Sawyer. Todos aplaudían emocionados y la niña de Candy giraba a ver felices porque su mami les leería y ellos estaban contentos. La madre María notaba su aprehensión y la tomaba de la mano,
--- Ven chiquita, siéntate aquí en mi regazo para escuchar a tu mami. Temerosa asentía, la madre le besaba la frente y la acunaba, viendo hacia Candy. Quien asentía al estar más tranquila por ver a la niña tomándole confianza a la madre María.
Para cuando terminaba, el salón tenía a varios dormidos abrazando una almohada en la alfombra, las madres llegaban y les cubrían con sus cobijas para después, los mayorcitos se iban a sus habitaciones.
--- Candy fue una bonita idea leerles y que pudieran dormir como si fuera un campamento. Aunque me temo que no queremos moverlos, pero será sorpresivo verlos despertar aquí, mañana por la mañana.
--- Aquí esta menos frío, la alfombra es cálida y mire que relajados están.
--- Tu niña también se durmió, me preocupa esa forma tan temerosa que tiene, pareciera asustarse con todo.
--- Lo sé. Pero aquí ella volverá a tomar confianza.
--- Bien hija, vayamos a descansar. Candy iba a tomar a su hija pero estaba muy pesada, y la madre María le decía que no, así se la llevaba hasta donde ambas dormían.
La mañana era una fiesta en el orfanato. La alfombra se había retirado, los niños tomaban sus baños y ahora ese lugar eran mesas del comedor para el almuerzo. Tom llegaba asustado y le pedía a la señorita Ponny que le llamara a Candy para hablar con ella. Esta de inmediato, se presentaba dejando a su hija que comiera con los niños y salía a hablar con Tom.
--- ¿Qué sucede, Tom?
--- Ayer paso algo muy grave, fíjate que a los Leagan les contaron que llegaste y que traes a tu hija contigo.
--- No me importa que deseen correrme, no soy una niña, Tom. Tengo mis derechos, por muchas influencias que tengan, no me podrán sacar del pueblo.
--- No creo que lo hayan tomado así. Cuando te fuiste el señor Leagan vino y se llevo a su hijo a un lugar militar, habían gritado mucho, se reveló con su hermana y su madre, dijo que jamás te separarían de él, que eras suya y que no permitiría que te hicieran daño. Candy bajaba el rostro apenada, recordaba como Niel sentía por ella un amor limpio y puro, muchas veces la defendió de las ofensas de su hermana, de los insultos de su madre y ahora con solo su llegada se habían removido el pasado. Niel ya debía estar casado o haber formado una familia.
--- Tom, es parte del pasado, Niel fue un gran chico, pero lo nuestro no pudo ser.
--- Candy… creen que la niña es suya y le han mandado llamar.
--- ¡Dios!
Candy estaba callada, asustad por lo que le decía Tom. Este era amante de Elisa, la hermana de Niel. El rumor de que la niña fuera una Leagan la dejaba muda.
En el supermercado dos mujeres caminaban una de ella una señora mayor y la otra al ser mayor parecía una joven delgada y preciosa, bajo unos lentes y un sombrero, caminaban en las compras.
--- Señora, debemos irnos.
--- Si Angelina. Deja que compre este esmalte de uñas, mira qué hermoso color, no lo tengo.
--- Es urgente que salgamos, señora. Parece que ya la reconocieron. Angelina subía apurada después de subir a su señora, comentaba lo escuchado por un par de mujeres dentro de los pasillos del supermercado. Después de escuchar la historia, Eleonor marcaba a su marido y después a su hijo.
--- Si mi vida, sería bueno que vinieras a Lakewood, el verano te sentará bien, cariño. Al confirmar que su marido y su hijo descansarían antes de lo planeado, llegarían con una semana de anticipación, con eso ella prevenía y hablaría con su hijo. Si la niña que trajo Candy consigo, era hija de aquellos paseos de su vástago, no podía dejarla sin apellido, como había estado la madre al no ser adoptada.
--- Señora, le preguntará a su hijo ¿si esa niña es de él?
--- Debe serlo, Angelina. Ellos tuvieron un tórrido noviazgo, por eso pelearon tantas veces, mi hijo ama a esa chica, no importa que no tenga familia, el siempre la amo.
CONTINUARA...