Me presento, soy la Novicia del fuego de los altares del Monasterryo. Y como tal, me gusta jugar con fuego...
* Dalkomhan: En coreano significa Dulce.
* Banhangjeong in: En coreano significa Rebelde.
Apocalipsis
En los tiempos de la Dinastía Shilla, reino una hermosa mujer. Ojos verdes como esmeraldas, un corazón puro más valioso que el oro, sabía y generosa, era amada por todos. Su nombre, Dalkomhan*
Cuenta la historia que un espíritu rebelde, desobedeció al padre, descendiendo de los cielos para vivir entre los humanos tomando su forma. Banhangjeong in* le llamaban. El joven gustaba de recorrer los reinos, mezclándose con la gente, mimetizándose, volviéndose uno con la masa. Fue en este deambular que llego hasta Seorabal, las calles atiborradas, la gente celebraba el natalicio de su amada reina. Flores y guirnaldas decoraban las calles, faroles de color rosa iluminaban las casas. Banhangjeong in miraba feliz y atónito, a pesar de sus ropas sucias por su deambular, la gente se le acercaba y le abrazaba, le brindaban de su comida y trago. Era en día para dar, todos siguiendo el ejemplo de su dadivosa reina. De pronto, la muchedumbre se volvió eufórica, al inicio de la calle una procesión, mujeres ataviadas lanzaban pétalos flores, monjes tocaban sus instrumentos, mientras otros acarreaban una silla de oro, sobre ella Dalkomhan. Elevada en lo alto de su asiento, la reina cantaba, con su voz melodiosa que hechizaba. Al verla Banhangjeong in sintió como en su pecho brotaba una llama. Ella era perfecta y la quería para él.
El padre miro desde los cielos, y vio con preocupación cómo el amor de su hijo se había vuelto obsesión. Durante el día, Banhangjeong in lo pregonaba por los cuatro vientos, ensalzaba su amor en cantos y poemas. Sentía envidia de los besos en la frente de los amantes, de los cálidos abrazos. Mientras que él padecía frio, hambriento por el calor que solo podría darle unos brazos. En las noches, bajo un árbol, remembraba y canturreaba la canción que le escuchara a su reina, apoyando las manos en su pecho, entonaba. “Dime por qué? Has estado encerrada aquí para siempre, y no puedes decir adiós…” lloraba. El padre bajo de los cielos, tratando de disuadir a su hijo, pues temía perderlo. “Volved conmigo, os prometo que no habrá castigo…” Pero era tarde, tomo entre sus manos el sucio rostro, tratando de mirarle a los ojos. En ellos ya no había entendimiento solo reinaba la tormenta.
Llego a oídos de la reina la historia del chico que enloqueció por su amor. Y dada su gentil naturaleza la mujer se compadeció. Subió hasta la colina donde el joven se encontraba, durmiendo agotado a causa del llanto. Se arrodillo junto a él, saco un pañuelo de su manga, y se dispuso a limpiar su rostro. El muchacho era hermoso, no se merecía vivir de la forma en que lo estaba haciendo. Rozo al padre en los cielos para que le curara. Dolido este le respondió. “Si no deseáis hacerle un mal mayor, alejaos de él, dejadle en paz, de lo contrario su locura los consumirá” Dalkomhan se sintió molesta, ¿cómo podría abandonar al joven a su suerte? Haciendo caso omiso a las palabras del padre continúo limpiando el hermoso rostro, quizás si rezaba a la bondadosa madre obtendría otra respuesta. No estaba prestando atención a lo que hacía, pues su mente divagaba buscando una salida. Una cálida mano la saco de su concentración. Miro la tormenta en los ojos turquesas y ahí se quedó, atrapada en su locura. “Sé que me deseas, ven y obsesióname…” podía oír la voz profunda de Banhangjeong in rezando esa frase en su mente. Sentía el peligro más no lucho contra su mirada, ella misma se sabía perdida. Dejaron que la atracción los guiara, miraban de forma hambrienta los labios. Hasta que de pronto fue consiente de la cálida y húmeda lengua. Dieron rienda suelta al hambre devorándose, el calor en sus bocas y en sus corazones comenzó a expandirse por el resto del cuerpo, convirtiéndose en fuego. Uno tan incontrolable que comenzó a arrasar todo a su paso. Puentes se desmoronaban, paisajes urbanos convertidos en polvo…
Desde los cielos el padre se lamentaba, y en la tierra los súbditos de la reina lloraban. Así dicen que termino inundando Seorabal…
Cuenta la historia que un espíritu rebelde, desobedeció al padre, descendiendo de los cielos para vivir entre los humanos tomando su forma. Banhangjeong in* le llamaban. El joven gustaba de recorrer los reinos, mezclándose con la gente, mimetizándose, volviéndose uno con la masa. Fue en este deambular que llego hasta Seorabal, las calles atiborradas, la gente celebraba el natalicio de su amada reina. Flores y guirnaldas decoraban las calles, faroles de color rosa iluminaban las casas. Banhangjeong in miraba feliz y atónito, a pesar de sus ropas sucias por su deambular, la gente se le acercaba y le abrazaba, le brindaban de su comida y trago. Era en día para dar, todos siguiendo el ejemplo de su dadivosa reina. De pronto, la muchedumbre se volvió eufórica, al inicio de la calle una procesión, mujeres ataviadas lanzaban pétalos flores, monjes tocaban sus instrumentos, mientras otros acarreaban una silla de oro, sobre ella Dalkomhan. Elevada en lo alto de su asiento, la reina cantaba, con su voz melodiosa que hechizaba. Al verla Banhangjeong in sintió como en su pecho brotaba una llama. Ella era perfecta y la quería para él.
El padre miro desde los cielos, y vio con preocupación cómo el amor de su hijo se había vuelto obsesión. Durante el día, Banhangjeong in lo pregonaba por los cuatro vientos, ensalzaba su amor en cantos y poemas. Sentía envidia de los besos en la frente de los amantes, de los cálidos abrazos. Mientras que él padecía frio, hambriento por el calor que solo podría darle unos brazos. En las noches, bajo un árbol, remembraba y canturreaba la canción que le escuchara a su reina, apoyando las manos en su pecho, entonaba. “Dime por qué? Has estado encerrada aquí para siempre, y no puedes decir adiós…” lloraba. El padre bajo de los cielos, tratando de disuadir a su hijo, pues temía perderlo. “Volved conmigo, os prometo que no habrá castigo…” Pero era tarde, tomo entre sus manos el sucio rostro, tratando de mirarle a los ojos. En ellos ya no había entendimiento solo reinaba la tormenta.
Llego a oídos de la reina la historia del chico que enloqueció por su amor. Y dada su gentil naturaleza la mujer se compadeció. Subió hasta la colina donde el joven se encontraba, durmiendo agotado a causa del llanto. Se arrodillo junto a él, saco un pañuelo de su manga, y se dispuso a limpiar su rostro. El muchacho era hermoso, no se merecía vivir de la forma en que lo estaba haciendo. Rozo al padre en los cielos para que le curara. Dolido este le respondió. “Si no deseáis hacerle un mal mayor, alejaos de él, dejadle en paz, de lo contrario su locura los consumirá” Dalkomhan se sintió molesta, ¿cómo podría abandonar al joven a su suerte? Haciendo caso omiso a las palabras del padre continúo limpiando el hermoso rostro, quizás si rezaba a la bondadosa madre obtendría otra respuesta. No estaba prestando atención a lo que hacía, pues su mente divagaba buscando una salida. Una cálida mano la saco de su concentración. Miro la tormenta en los ojos turquesas y ahí se quedó, atrapada en su locura. “Sé que me deseas, ven y obsesióname…” podía oír la voz profunda de Banhangjeong in rezando esa frase en su mente. Sentía el peligro más no lucho contra su mirada, ella misma se sabía perdida. Dejaron que la atracción los guiara, miraban de forma hambrienta los labios. Hasta que de pronto fue consiente de la cálida y húmeda lengua. Dieron rienda suelta al hambre devorándose, el calor en sus bocas y en sus corazones comenzó a expandirse por el resto del cuerpo, convirtiéndose en fuego. Uno tan incontrolable que comenzó a arrasar todo a su paso. Puentes se desmoronaban, paisajes urbanos convertidos en polvo…
Desde los cielos el padre se lamentaba, y en la tierra los súbditos de la reina lloraban. Así dicen que termino inundando Seorabal…
FIN
* Dalkomhan: En coreano significa Dulce.
* Banhangjeong in: En coreano significa Rebelde.