ÉRASE UNA VEZ
¿Annie dijo que ese hombre era horrible?
¡No puede haber nada más horrible que subir una montaña que debía medir cien mil metros!
Muy bien, estoy mintiendo, pero estoy tan cansada y asustada que siento que llevo todo el día caminando por el terreno boscoso. Bueno, eso sí es cierto. Llevo casi todo el día caminando porque resulta que el pueblo más cercano a “la montaña del terror” como bien la llamé, está a dos kilómetros del pie de la misma. Y lo más espectacular es que no hay ningún tipo de transporte, y nadie quiso traerme. ¿Dónde está eso de “ama a tu prójimo”? Me dejaron subir sola, con todo y mi equipaje, afortunadamente solo traje una maleta pequeña, ¿qué tal que empaco como si no fuera a haber un mañana?
¿Y qué es lo peor?
Ya está anocheciendo, y los ruidos a mi alrededor no ayudan a calmar mis nervios. Siento que en cualquier momento saldrán tigres y leones.
¿Hay tigres y leones en una montaña?
Un aullido hace que se me erice la piel y salte más ágilmente que un saltamontes. Ok, no sé si haya tigres y leones, pero definitivamente sí hay lobos. Acelero mi paso y un trueno ilumina el cielo y hace que varios pájaros salgan volando, junto con mi corazón.
¿En qué estaba pensando cuando decidí venir a este lugar yo sola? Seguramente me sentía la mujer maravilla, pues nadie sabe mi paradero. ¡Oh Dios mío! No quiero morir tan joven, sola, y sin haber amado. Bueno, que tu amor platónico sean personajes de libros, ¿cuenta? Si es así, entonces he amado a una decena de hombres…pensándolo bien…eso me haría más fácil que la tabla del uno.
Un ruido a mis espaldas hace que mire hacia atrás. Tal parece que alguien camina y rompe las hojas secas que yacen en el suelo. Así que es momento de salir corriendo. Más vale que digan: aquí corrió, que, aquí murió.
-¡Annie! ¡Annie! ¡Ayuda por favor!
Sí, esa soy yo que grita como loca a la nada. Estoy muriendo de miedo, y de frío, pues traspasa mí desgastada chaqueta, y si me comen en este lugar nadie sabrá dónde buscarme. Una tormenta se avecina, trozos de hielo comienzan a pegarme directo en la cara. El viento se ha hecho más fuerte y tengo que caminar con mucho esfuerzo, pues la cuesta no me ayuda para nada.
Finalmente me detengo para descansar, y me recargo inconscientemente en una superficie dura, supongo que es un árbol. La lluvia ya está presente, el granizo ha pasado y me estoy empapando. Mi mirada recorre el panorama, nada más tétrico podría decir, porque ya está totalmente oscuro y no veo más allá de la punta de mi nariz. Ahora sí estoy verdaderamente asustada. Ni siquiera sé en donde estoy.
Temblando, con los dientes castañeando, y tomando mi maleta, giro hacia la derecha, debo llegar a donde sea que esté “el castillo”, como lo llaman en el pueblo. Doy solo unos cuantos pasos y me detengo asombrada.
Estaba allí. Lo había hecho. El castillo era real, no un producto de la imaginación de alguien. Se elevaba sobre montaña, parte roca, parte mármol, un enorme armatoste, grande y extenso. Las antorchas encendidas a su alrededor le daban un aspecto triste y melancólico. La estructura tenía varios pisos de altura, con largas almenas coronando los muros, y grandes torres.
Pude divisar grandes leones de piedra que guardaban las torres, gárgolas de piedra con afilados picos posadas sobre los aleros. Sus ojos están vacíos, pero siento como si me observaran y no perdieran detalle de mí.
Mi corazón empezó a latir tan ruidosamente que tronaba en mis oídos. Lo había hecho. Debería sentirme aliviada, pero no puedo suprimir el terror que fluye en mi interior.
Permanecí en pie un largo rato, respirando profundamente, esperando recobrar sus fuerzas. Levanté la mirada hacia el castillo, me mordí con los dientes el labio inferior. Ahora que estaba en realidad allí, ahora que le había encontrado, no tenía ni idea de lo que iba a hacer.
Nubes de niebla giran a mi alrededor, creando en extraño efecto. La niebla permanece en el lugar, aparentemente anclada allí a pesar de la ferocidad con que el viento me golpea.
Me encogí más profundamente dentro de mi chaqueta y tiré de la capucha hacia arriba para que me rodeara la cabeza y protegerme, inútilmente del clima extremo. Tropezando en el viento, logré llegar con esfuerzo a los pronunciados escalones. Por alguna razón había estado segura de que el castillo estaría en mal estado, pero los escalones eran de un sólido y brillante mármol bajo mis pies estaban resbaladizos por las partículas de hielo que había sobre ellos.
Enormes cabezas de león estaban talladas en las grandes puertas dobles. Los ojos parecían feroces, las melenas peludas, y los grandes hocicos abiertos de par en par, revelando los colmillos. El llamador estaba dentro de una boca, y estoy obligada a introducir la mano entre los dientes. Tomando un profundo aliento, la introduje, cuidando de no cortarme con los afilados bordes. El sonido pareció vibrar a través del lugar mientras el viento azotaba las ventanas.
Temblando, y con las piernas débiles, me incliné contra la pared esperando que alguien acudiera a mi llamado, librándome de este inclemente tiempo. Creo que ahora era más mi urgencia de sentir la calidez que estaba segura se sentía por dentro del castillo, que la urgencia de salir corriendo lejos de aquí. Y si se tardaban demasiado, sería otra estatua más, adornando la entrada del castillo. ¿Debería montarme en uno de los leones? Así cuando me descubrieran toda congelada, al menos tendría buen porte.
El chirrido de la puerta me advirtió que habían oído mi llamada. Un hombre ya entrado en años, vestido de un negro severo, aguantó su mirada con ojos tristes.
-¿Qué desea?
Metiéndome las manos heladas en los bolsillos, tomé un profundo aliento para calmar el temblor de su cuerpo.
-Buenas noches. –Genial, ahora estoy titiritando –. Deseo ver a la señorita Britter.
El sirviente permaneció impasible, mirándome fijamente. Ni se apartó de su camino ni abrió más la puerta para permitirme entrar. Me negué a apartar la mirada de él, negándome a ceder ante la mirada intimidatoria del hombre y el sonido de desdén que lanzó ante la mención de Annie.
-Esa joven ya no se encuentra aquí, así que, por favor, retírese.
-¡¡¿¿Qué??!! No puede estar hablando en serio. ¿Viajé hasta este horrible lugar para nada? No le creo, señor, mi amiga, me habló desde este lugar hace un par de días.
El hombre arqueó una ceja. Era obvio que no le gustaba que le dijera mentiroso, pero eso no era posible, Annie no me hubiera llamado de no necesitarme. ¿Y si le hubiera sucedido algo? ¿Y si eran una banda de malhechores? O peor aún, ¿y si era un asesino en serie que mataba a jóvenes incautas que acudían tras falsas promesas de trabajo? Al menos esperaba que me incluyeran en un capítulo de mentes criminales. Desearía que la actriz que me interpretara fuera Dove Cameron.
-¿Señorita?
Dentro de las intensas divagaciones en las que continuamente me sumía, y que en esta ocasión no fue la excepción, no me percaté de que una señora de aspecto amable había sustituido al hombre taciturno de antes.
-Será mejor que entre, señorita. Está congelada.
La mirada amable de la señora me impulsó a cruzar el umbral. Estaba entumecida, fría, ya no sentía los dedos de los pies y las manos, además, estaba temblando.
-Sígame. Le asignaré una habitación. Se espera que la tormenta dure
varios días. - La mujer le sonrió, una sonrisa genuina -. Soy la señorita Pony - Se quedó allí un momento esperando. Quise decirle mi nombre, pero las palabras se atascaron en mi garganta -. Oh, señorita, debe estar tan cansada –. La señorita Pony inmediatamente enroscó un
brazo alrededor de mi cintura –. Permítame ayudarla. Puedo decirle al criado para que la lleve si es necesario.
Se refería al joven que iba detrás de nosotras y cargaba mi pequeño equipaje, ¿a qué hora la solté? Afortunadamente la buena mujer no esperaba respuesta de mi parte y me guio a través de las larguísimas y altísimas escaleras.
Al llegar a una puerta igual de alta que todo lo demás, crucé el umbral entrando en el dormitorio. La habitación era grande, el fuego rugía con la calidez de llamas
rojas y naranjas. Estaba tan cansada y exhausta que lo más que ofrecí fue un murmullo de apreciación por la belleza de la larga fila de vidrieras y los muebles hermosamente elaborados. Incluso la enorme cama y la gruesa colcha pasaron desapercibidas en mi atención.
En medio de la habitación, me encontré siendo consciente de que Pony me estaba desvistiendo. Instintivamente me llevé las manos a los broches de mi blusa para evitar que me tocara, pero con paciencia me explicó que estaba haciéndolo porque era necesario que tomara un baño. ¿Tan mal olería? Si me había bañado por la mañana. Un delicioso aroma me llegó poco a poco y comprendí que el olor procedía de la bañera llena con agua caliente, preparada para mí. El olor a lavanda inundó mis sentidos y comencé a sentirme mejor y a apreciar el hecho de que en pleno siglo XXI todavía tomaran el baño en una enorme bañera de cobre labrado con hermosas ornamentas de oro.
Inhalé profundamente al sumergirme en ella y agradecí la taza de
té que la mujer presionó en mi mano temblorosa.
- Debe beber esto inmediatamente. Está usted muy fría, ayudará a
calentarla. Bébase hasta la última gota... eso es, buena chica.
El té ayudó a calentar mi interior, y sonreí agradecida, pensé que nunca volvería a sentir la calidez otra vez. Miré atentamente a Pony y, aunque todavía temblaba, me terminé rápidamente la bebida. Ella comenzó a lavarme el cabello, me sentí como una princesa.
-En realidad puedo arreglármelas. No deseo causarle problemas. Esta habitación es encantadora, y tengo todo lo que podría necesitar. Por cierto, soy Candice White.
-Mucho gusto, señorita White, ahora permita que Dorothy la ayude enjuagarse.
Dorothy debía ser la chica que estaba en estos momentos ocupándose de mi cuerpo. Este debió ser el baño más rápido de la historia, pues minutos después ya estaba fuera con una toalla envuelta en el pelo y una gruesa bata de baño.
Miré hacia la confortable cama, el fuego alegre y cálido, mientras el calor del agua comenzaba a hacer efecto, y mi temblor empezó a disminuir. Estaba tan cansada, que mis ojos comenzaron a cerrarse, a tropezones llegué hasta la cama.
Sentí a Pony trabajando en los nudos de mi pelo trenzándolo cuidadosamente, mientras la chica que le ayudaba me recostaba y arropaba. Mis párpados se fueron cerrando paulatinamente, el estupor del baño haciendo efecto en mí. Solo susurré un “gracias” a las mujeres que me atendieron, sentí mi cuerpo desnudo bajó los cálidos edredones que me cobijaban, pero ahora, ya nada me importa, solo quiero estar calientita y dormir.
Escuché un golpe en la puerta, pero ni siquiera abrí los ojos, quería dormir y alejar todas las preocupaciones y miedos.
Algo me sobresaltó en medio del sueño, abrí los ojos, despejándome del todo, recordando en dónde estaba y por qué. Miré a mi alrededor, pero todo estaba demasiado oscuro, me di cuenta de que, la luz había fallado. un reloj a lo lejos marcó las tres de la mañana. Cuando mi vista se paseó por la habitación, en la oscuridad pude distinguir la silueta de un hombre.
Era alto, de anchos hombros, y pelo corto. Estaba mirándome desde las sombras, en una esquina del cuarto, no podía discernirle claramente, pero mi piel se erizó por el terror que me invadió ante la presencia oscura que ni siquiera se movía.
¿¡Oh, Dios mío¡? ¿A dónde vine a caer? Y lo peor era que ni siquiera sabía si Annie estaba aquí, y con bien. Me encogí dentro de las cobijas y mi corazón comenzó a golpear con fuerza dentro de mí al ver que el hombre iba caminando hacia mi…
CONTINUARÁ...
Hola qué tal!! Yo de nuevo, estuve un poco alejada este fin de semana, pero aquí estoy dando lata otra vez. ¿Cómo ven? ¿Creen que ese hombre misterioso le haga algo a Candy? ¿Y dónde estará Annie?
No se pierdan el próximo capítulo, jejejeje.
Y por cierto, espero les guste la descripción del castillo. Hice harta investigación para saber cómo se llamaba cada cosa, jajajaja, a ver qué salió.
Un saludo!!