Las hojas y ramas crujían bajo sus pisadas, con la mirada al frente y sin ninguna queja, todos marchaban a paso firme siguiendo a aquellos que les habían dado un hogar y una razón para seguir luchando cuando ya todo estaba perdido.
El invierno había sido más crudo que los anteriores y eso provocó que tuvieran que tomar la ruta más larga y más peligrosa, sorteando desfiladeros, bosques densos privados incluso de los rayos del sol, y también ríos con agua embravecida, además de tormentas que no permitían ni escuchar los propios pensamientos por la manera en que lograban agitar todo a su paso. El cansancio empezaba a mermar los ánimos de todos, ya no reían como lo hacían el primer día, solo caminaban. Y aunque les hubiera gustado continuar el avance durante la noche, tuvieron que optar por descansar. Pero estando ahí, todos tendidos sobre la hierba, contemplar las estrellas les ayudaba a mantener la calma, aunque no podían evitar afligirse al notar que según la posición de éstas, hacía varios días ya que debían haber llegado al campo de batalla. Jamás habían faltado, y todos juraron hacia sus adentros, que esta vez, sin importar nada, iban a cumplir nuevamente esa promesa hecha hacía ya tantos años. El sueño les venció, mientras la mente los transportaba al sitio amado, donde las gaitas y los tambores hacían danzar su corazón, inflamándolo de coraje y esperanza.
El amanecer llegó con un rugido, ese rugido que les había guiado por incontables batallas, instándolas a todas a tomar las armas y pelear por ellas, por sus ancestros, por su clan. Hacía tanto que no lo escuchaban, pero lo reconocieron al instante. Hoy, los primeros rayos del sol habían traído consigo los ecos de su peregrinar por las extensas tierras Altas. Inmediatamente las Scot´s se pusieron de pie y se alistaron, libres de cansancio, libres de temor, totalmente decididas pues sus patriarcas se encontraban encabezando la marcha. En cuestión de segundos ya todos estaban en formación, veían el fuego ondear en la cabellera roja de su matriarca, aquella que les había devuelto la familia que les había sido arrebatada por la crueldad de los invasores; mientras que la luz dorada y el azul del extenso firmamento se posaba y materializaba en aquel que las acunó y les dio un nuevo lugar al que podían llamar hogar, el patriarca del Clan Andrew.
A una señal los tambores empezaron a escucharse, mientras las gaitas se mezclaban con el trinar de las aves. Las banderas ondeaban excitadas, como si supieran que estaban a nada de pisar nuevamente ese campo, ese lugar en donde la magia existía y se manifestaba en infinidad de formas, ese sitio donde la guerra adquiría otro significado.
Así, marchando como uno, el clan avanzó cimbrando a su paso el campo rosa, las Scot´s llegaban nuevamente, las gaitas y los tambores se escucharon en cada rincón, en cada hondonada.
Los pulmones de cada uno se hincharon, olvidando todo rastro de agotamiento y desesperación, y a una señal de sus patriarcas se escuchó un grito que no provenía de sus gargantas, sino de su corazón.
Por fin había llegado, y con paso firme se dirige a su trinchera, ondeando en alto su estandarte, dispuestos a dar la vida por su patriarca, Sir Williams Albert Andrew y todos los nobles barones que integran este antiguo Clan.
El invierno había sido más crudo que los anteriores y eso provocó que tuvieran que tomar la ruta más larga y más peligrosa, sorteando desfiladeros, bosques densos privados incluso de los rayos del sol, y también ríos con agua embravecida, además de tormentas que no permitían ni escuchar los propios pensamientos por la manera en que lograban agitar todo a su paso. El cansancio empezaba a mermar los ánimos de todos, ya no reían como lo hacían el primer día, solo caminaban. Y aunque les hubiera gustado continuar el avance durante la noche, tuvieron que optar por descansar. Pero estando ahí, todos tendidos sobre la hierba, contemplar las estrellas les ayudaba a mantener la calma, aunque no podían evitar afligirse al notar que según la posición de éstas, hacía varios días ya que debían haber llegado al campo de batalla. Jamás habían faltado, y todos juraron hacia sus adentros, que esta vez, sin importar nada, iban a cumplir nuevamente esa promesa hecha hacía ya tantos años. El sueño les venció, mientras la mente los transportaba al sitio amado, donde las gaitas y los tambores hacían danzar su corazón, inflamándolo de coraje y esperanza.
El amanecer llegó con un rugido, ese rugido que les había guiado por incontables batallas, instándolas a todas a tomar las armas y pelear por ellas, por sus ancestros, por su clan. Hacía tanto que no lo escuchaban, pero lo reconocieron al instante. Hoy, los primeros rayos del sol habían traído consigo los ecos de su peregrinar por las extensas tierras Altas. Inmediatamente las Scot´s se pusieron de pie y se alistaron, libres de cansancio, libres de temor, totalmente decididas pues sus patriarcas se encontraban encabezando la marcha. En cuestión de segundos ya todos estaban en formación, veían el fuego ondear en la cabellera roja de su matriarca, aquella que les había devuelto la familia que les había sido arrebatada por la crueldad de los invasores; mientras que la luz dorada y el azul del extenso firmamento se posaba y materializaba en aquel que las acunó y les dio un nuevo lugar al que podían llamar hogar, el patriarca del Clan Andrew.
A una señal los tambores empezaron a escucharse, mientras las gaitas se mezclaban con el trinar de las aves. Las banderas ondeaban excitadas, como si supieran que estaban a nada de pisar nuevamente ese campo, ese lugar en donde la magia existía y se manifestaba en infinidad de formas, ese sitio donde la guerra adquiría otro significado.
Así, marchando como uno, el clan avanzó cimbrando a su paso el campo rosa, las Scot´s llegaban nuevamente, las gaitas y los tambores se escucharon en cada rincón, en cada hondonada.
Los pulmones de cada uno se hincharon, olvidando todo rastro de agotamiento y desesperación, y a una señal de sus patriarcas se escuchó un grito que no provenía de sus gargantas, sino de su corazón.
¡¡¡POR ALBA!!!
¡¡El Clan Alba Highland´s Andrew!!
¡¡El Clan Alba Highland´s Andrew!!
Por fin había llegado, y con paso firme se dirige a su trinchera, ondeando en alto su estandarte, dispuestos a dar la vida por su patriarca, Sir Williams Albert Andrew y todos los nobles barones que integran este antiguo Clan.