Envuelta sólo por una toalla, se dirigió sin ganas hacia la cama, se sentó por un momento mientras buscaba sus cigarrillos en la mesita de noche. Encendió uno al tiempo que miraba la cama deshecha. Tengo que cambiar las sabanas, pensó. No estaba dispuesta a dormirse en una cama que aun cargaba restos ajenos. ¿Cómo es que existen personas que después del coito se abrazan y se duermen? Ella prefería eliminar rastros, después de despachado el amante ella cambiaba las sabanas. Sabía que el acto no borraba lo acaecido, pero para ella se había vuelto como una especie de ritual de limpieza. Se levantó de esta para dirigirse al escritorio, no soportaba la vista de esta, ya después, cuando se desperezara se haría cargo de ella.
Miro los papers que Archie le dejara. Sonrió, los recuerdos de su encuentro, sólo unos minutos atrás, llenaron su mente, haciendo que el deseo golpeara nuevamente. Se lo imagino sobre la cama, ella dejando caer su toalla, para luego gatear sobre las sabanas, meneándose por completo, cual gata. Se le montaría encima y luego… Suspiro lamentando haber echado muy pronto a su amante. Volvió su vista nuevamente al escritorio, lo mejor era despejar la cabeza y que mejor que comenzar a trabajar en la tesis que pronto debía presentar. Agarró un cenicero, tomó asiento y se dispuso a leerlos.
Luna rosa, luna llena. Su luz era más eficaz que la de su endeble lámpara. Inconsciente, dejó los papeles sobre la mesa, apoyó el rostro en la palama de su mano izquierda mientras se perdía en esta.
“¡¿Luna de Gusano?!” se carcajeaba mientras apuntaba al articulo “mira, cae justo para tu cumpleaños. ¿Dime si no es poético? Además, Susana rima con Gusana” Terrence llegaba a llorar de tanto reír mientras ella repartía zapes sobre su cabeza, furiosa. “¿Cómo es que me veo involucrada con un pendejo como tú?” Terry, como solían llamarle, tomó sus manos deteniendo su ataque. “Porque te gusto” dijo guiñándole un ojo. “¡Ya quisieras! Actor de cuarta” él se contrajo como si hubiera recibido un golpe “Auch” le sonrió de costado. “Mejor será que me vaya, no quiero seguir siendo blanco de tu ira. Nos vemos más rato, voy por tu hermana”
Se limpió las lágrimas, debía dejar de pensar, pero la luna se empecinaba. Su mente traicionera viajó tiempo atrás. Rey Lear fue la obra, la escuela de teatro de su universidad hacía montajes para todos en el campus. Parte de las pruebas que el vanguardista profesor les hacía. Tema obligado entre sus compañeras, todas soñaban con el chico nuevo, un alumno de intercambio, recién llegado de la lejana Londres. Tanta fue la insistencia de sus amigas que decidió acompañarlas a una de las funciones. En cuanto le vio sobre el escenario sintió su corazón cautivado. Terminada la función acompaños a sus amigas tras bastidores. Como era de esperarse estaba rodeado por buena parte del alumnado femenino de la universidad. Así no conseguiría nada, sabía que si se lo proponía podría llegar a él, no por nada era considerada una de las bellezas del campus. A la siguiente función fue sin avisarle a nadie. Esquivo a cualquiera que pudiera reconocerle y delatarle delante de sus amistades. Y como ocurriera la noche en que le conociera, terminada la función, fue en su búsqueda. Llamó la atención del actor, sabía sería así. “¿Buscas a alguien?” le ofreció esa sonrisa que ahora era su perdición. Ella decidió mentir, parecer esquiva. Dicen que lo que llega fácil, fácil se va. Y ella lo quería para sí para mucho tiempo más. ¿Equivoco el camino en el juego? Él siempre le coqueteaba, pero nunca concretó nada, comportándose como el mejor de los caballeros, medio año y aun no conseguía nada. Pronto a sus oídos llegaron sus andanzas, tal y como pensaba, tomaba a quien se le ofreciera, pero luego no reparaba en ellas. ¿Entonces, debo ser más directa?
Invierno. Carta de Chicago, su hermana menor, estudiante de enfermería, estaba atravesando por una crisis tras la muerte de un paciente. Tanto le habían aconsejados sus padres no encariñarse, pero su dulce corazón se revelaba a tal orden. Buscando levantarle los ánimos, le invitó a su residencia. La llevaría a ver Romeo y Julieta, montaje que sería el examen de fines de año para los alumnos de teatro. Sin saber bien porque, miraba el correo donde iba el ticket electrónico, releyó las disuasivas palabras, que tenían como fin convencer a su hermana. Mas no se animaba a pinchar el botón de enviar. Sacudió su cabeza, regañándose mentalmente, ella no creía en corazonadas.
“¡¿Candy viene a Nueva York?!” las palabras cargadas de ilusión le hacían sufrir por su compañero. Archie había quedado prendado de su hermana desde el minuto que le conociera. Varios fueron sus intentos, pero su hermana parecía no advertir sus avances. “¿me acompañarías al aeropuerto?” su amigo le brindo la más grande las sonrisas “¡Por supuesto!... Pensé que le pedirías ayuda al aristócrata ese” dijo un momento después. “¿Terry? Hace dos semanas que no le veo, está en ensayos, ya sabes es Romeo” comentó orgullosa. “No me interesa” soltó molesto “Retomemos temas más agradables, como por ejemplo la fecha en que llega tu hermana…” Susana sonrió dándole en el gusto “mañana”
“¿Podemos quedarnos en tu habitación?” sus esmeraldas se veían tristes y cansados “tu y Archie no me han dejado descansar” protestó. “No quiero dejarte pensar” le dijo con ternura, pudo ver que cada pequeño momento libre en su mente, la joven estudiante volvía a recordar al que fuera su paciente. “Además esta noche es especial, quiero que conozcas a alguien” consiguió llamar la atención de la muchacha. “¡¿Un novio?!” dijo acomodándose en la cama. No quiso mentirle, pero tampoco le dijo toda la verdad. “Un amigo, actor, esta noche será Romeo” dijo sonriendo. “mmm. Ok, pero terminada la obra nos volvemos ¿vale?”
Se odio a si misma, algo en su interior le había dicho que traer a su hermana era mala idea, pero jamás se imagino hasta que punto. Como todas, ella también había quedado prendada de Terrence. Sin darle importancia ofreció presentárselo, a lo que Candy accedió encantada. Todos en el grupo de teatro la conocían, los consideraban la pareja ideal, sabían que no era el caso y lo lamentaban, igual o tanto como ella. Estos le llevaron hasta los camarines, donde no podían entrar los demás. Vio como su hermana miraba todo a su alrededor entusiasmada. Una vez frente estuvo a punto de echar pie atrás. Nuevamente se sacudió esa sensación del cuerpo y golpeo la madera. Terry la recibió con una enorme sonrisa, la cual pronto desapareció, así como su atención. En cuanto se vieron ella dejo de existir para ambos. Desde aquel maldito momento todo cambio. Murió el Don Juan para dar paso al caballero inglés. Se vio a sí misma ofreciéndose de forma descarada y él como si no hubiera visto u oído nada. Su hermana era otro cuento aparte, le agradecía la invitación de forma constante, le restregaba cada avance. El incipiente romance estaba tomando una fuerza inusitada. Cuando se marchó Terry les acompañaba. Hasta ese momento, los encuentros eran castos, ni un beso se habían dado. Llego el minuto en que debía de entrar a la sala de embarque. Su hermana fue hasta ella para abrazarle. “Te agradezco tanto” sus palabras eran puñales. Pero nada fue peor que verle tomar la iniciativa. El hombre al que amaba abrazaba a otra con fuerza, tomaba el rostro de otra con delicadeza, beso con fervor labios que no eran los suyos.
Susy, me traslado a Nueva York…
No termino de leer la carta, no fue capaz. En silencio se la entregó a su amigo, era hora que, como ella, desistiera. Desde entonces, ambos se acompañaban y se hacían cariño. Se emborrachaban juntos para pasar las penas. Siempre terminaba en sexo, satisfactorio, caliente, arrebatado y culposo.
Miró de nuevo su cama, luego hacia la Luna llena. El aire era tibió, signo de que llegaba la primavera, pero no para ella...
Miro los papers que Archie le dejara. Sonrió, los recuerdos de su encuentro, sólo unos minutos atrás, llenaron su mente, haciendo que el deseo golpeara nuevamente. Se lo imagino sobre la cama, ella dejando caer su toalla, para luego gatear sobre las sabanas, meneándose por completo, cual gata. Se le montaría encima y luego… Suspiro lamentando haber echado muy pronto a su amante. Volvió su vista nuevamente al escritorio, lo mejor era despejar la cabeza y que mejor que comenzar a trabajar en la tesis que pronto debía presentar. Agarró un cenicero, tomó asiento y se dispuso a leerlos.
Luna rosa, luna llena. Su luz era más eficaz que la de su endeble lámpara. Inconsciente, dejó los papeles sobre la mesa, apoyó el rostro en la palama de su mano izquierda mientras se perdía en esta.
“¡¿Luna de Gusano?!” se carcajeaba mientras apuntaba al articulo “mira, cae justo para tu cumpleaños. ¿Dime si no es poético? Además, Susana rima con Gusana” Terrence llegaba a llorar de tanto reír mientras ella repartía zapes sobre su cabeza, furiosa. “¿Cómo es que me veo involucrada con un pendejo como tú?” Terry, como solían llamarle, tomó sus manos deteniendo su ataque. “Porque te gusto” dijo guiñándole un ojo. “¡Ya quisieras! Actor de cuarta” él se contrajo como si hubiera recibido un golpe “Auch” le sonrió de costado. “Mejor será que me vaya, no quiero seguir siendo blanco de tu ira. Nos vemos más rato, voy por tu hermana”
Se limpió las lágrimas, debía dejar de pensar, pero la luna se empecinaba. Su mente traicionera viajó tiempo atrás. Rey Lear fue la obra, la escuela de teatro de su universidad hacía montajes para todos en el campus. Parte de las pruebas que el vanguardista profesor les hacía. Tema obligado entre sus compañeras, todas soñaban con el chico nuevo, un alumno de intercambio, recién llegado de la lejana Londres. Tanta fue la insistencia de sus amigas que decidió acompañarlas a una de las funciones. En cuanto le vio sobre el escenario sintió su corazón cautivado. Terminada la función acompaños a sus amigas tras bastidores. Como era de esperarse estaba rodeado por buena parte del alumnado femenino de la universidad. Así no conseguiría nada, sabía que si se lo proponía podría llegar a él, no por nada era considerada una de las bellezas del campus. A la siguiente función fue sin avisarle a nadie. Esquivo a cualquiera que pudiera reconocerle y delatarle delante de sus amistades. Y como ocurriera la noche en que le conociera, terminada la función, fue en su búsqueda. Llamó la atención del actor, sabía sería así. “¿Buscas a alguien?” le ofreció esa sonrisa que ahora era su perdición. Ella decidió mentir, parecer esquiva. Dicen que lo que llega fácil, fácil se va. Y ella lo quería para sí para mucho tiempo más. ¿Equivoco el camino en el juego? Él siempre le coqueteaba, pero nunca concretó nada, comportándose como el mejor de los caballeros, medio año y aun no conseguía nada. Pronto a sus oídos llegaron sus andanzas, tal y como pensaba, tomaba a quien se le ofreciera, pero luego no reparaba en ellas. ¿Entonces, debo ser más directa?
Invierno. Carta de Chicago, su hermana menor, estudiante de enfermería, estaba atravesando por una crisis tras la muerte de un paciente. Tanto le habían aconsejados sus padres no encariñarse, pero su dulce corazón se revelaba a tal orden. Buscando levantarle los ánimos, le invitó a su residencia. La llevaría a ver Romeo y Julieta, montaje que sería el examen de fines de año para los alumnos de teatro. Sin saber bien porque, miraba el correo donde iba el ticket electrónico, releyó las disuasivas palabras, que tenían como fin convencer a su hermana. Mas no se animaba a pinchar el botón de enviar. Sacudió su cabeza, regañándose mentalmente, ella no creía en corazonadas.
“¡¿Candy viene a Nueva York?!” las palabras cargadas de ilusión le hacían sufrir por su compañero. Archie había quedado prendado de su hermana desde el minuto que le conociera. Varios fueron sus intentos, pero su hermana parecía no advertir sus avances. “¿me acompañarías al aeropuerto?” su amigo le brindo la más grande las sonrisas “¡Por supuesto!... Pensé que le pedirías ayuda al aristócrata ese” dijo un momento después. “¿Terry? Hace dos semanas que no le veo, está en ensayos, ya sabes es Romeo” comentó orgullosa. “No me interesa” soltó molesto “Retomemos temas más agradables, como por ejemplo la fecha en que llega tu hermana…” Susana sonrió dándole en el gusto “mañana”
“¿Podemos quedarnos en tu habitación?” sus esmeraldas se veían tristes y cansados “tu y Archie no me han dejado descansar” protestó. “No quiero dejarte pensar” le dijo con ternura, pudo ver que cada pequeño momento libre en su mente, la joven estudiante volvía a recordar al que fuera su paciente. “Además esta noche es especial, quiero que conozcas a alguien” consiguió llamar la atención de la muchacha. “¡¿Un novio?!” dijo acomodándose en la cama. No quiso mentirle, pero tampoco le dijo toda la verdad. “Un amigo, actor, esta noche será Romeo” dijo sonriendo. “mmm. Ok, pero terminada la obra nos volvemos ¿vale?”
Se odio a si misma, algo en su interior le había dicho que traer a su hermana era mala idea, pero jamás se imagino hasta que punto. Como todas, ella también había quedado prendada de Terrence. Sin darle importancia ofreció presentárselo, a lo que Candy accedió encantada. Todos en el grupo de teatro la conocían, los consideraban la pareja ideal, sabían que no era el caso y lo lamentaban, igual o tanto como ella. Estos le llevaron hasta los camarines, donde no podían entrar los demás. Vio como su hermana miraba todo a su alrededor entusiasmada. Una vez frente estuvo a punto de echar pie atrás. Nuevamente se sacudió esa sensación del cuerpo y golpeo la madera. Terry la recibió con una enorme sonrisa, la cual pronto desapareció, así como su atención. En cuanto se vieron ella dejo de existir para ambos. Desde aquel maldito momento todo cambio. Murió el Don Juan para dar paso al caballero inglés. Se vio a sí misma ofreciéndose de forma descarada y él como si no hubiera visto u oído nada. Su hermana era otro cuento aparte, le agradecía la invitación de forma constante, le restregaba cada avance. El incipiente romance estaba tomando una fuerza inusitada. Cuando se marchó Terry les acompañaba. Hasta ese momento, los encuentros eran castos, ni un beso se habían dado. Llego el minuto en que debía de entrar a la sala de embarque. Su hermana fue hasta ella para abrazarle. “Te agradezco tanto” sus palabras eran puñales. Pero nada fue peor que verle tomar la iniciativa. El hombre al que amaba abrazaba a otra con fuerza, tomaba el rostro de otra con delicadeza, beso con fervor labios que no eran los suyos.
Susy, me traslado a Nueva York…
No termino de leer la carta, no fue capaz. En silencio se la entregó a su amigo, era hora que, como ella, desistiera. Desde entonces, ambos se acompañaban y se hacían cariño. Se emborrachaban juntos para pasar las penas. Siempre terminaba en sexo, satisfactorio, caliente, arrebatado y culposo.
Miró de nuevo su cama, luego hacia la Luna llena. El aire era tibió, signo de que llegaba la primavera, pero no para ella...
Última edición por cilenita79 el Mar Mayo 05, 2020 10:15 pm, editado 3 veces