Para seguir el hilo de esta historia:
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Adoraba a su hermana, y en más de una ocasión, sin que ella lo supiera, había renunciado a algo, o a alguien, para su beneficio. Sin importar si el acto en sí pudiera provocarle algún tipo de dolor, con saber que le hacia un bien le era suficiente para realizar cualquier sacrificio.
Eran tan distintas y a su vez tan similares. Sus gustos, sentimientos, dos corazones tan conectados que sin hablar se entendían. Era una comunión, una conexión, que nunca supo explicar, casi ancestral.
Cuando Susana le hablo de su nuevo amigo, supo de inmediato que su hermana guardaba sentimientos más profundos por el muchacho de los que manifestaba. Se sentía realmente feliz por ella, de ver que por vez primera hablara con tal entusiasmo. Siempre estuvo rodeada de pretendientes ¿Cómo no? Tan bella, tan culta y compuesta. Ella en cambio, jugando de forma ruda con sus compañeros de clases, montada en árboles, ensuciándose constantemente. Sus amigos solían mirar a su hermana con devoción, como a una santa, una diosa lejana. Era algo que no llegó a molestarle hasta llegada la adolescencia. Cuando ya no quería ser vista como a un par, si no como a una mujer. Su hermana se llevaba la preferencia. Pero ninguno de ellos lo llegó a tener en mayor estima. Quizás si cambiaba, su panorama mejoraba. Pero se resistía cambiar su naturaleza libre y rebelde. Ella veía a su hermana tan “cuidada” que le parecía que, en su fuero interno, no gozaba de la misma libertad.
Triste fue la despedida cuando su hermana partió a estudiar a Nueva York ¿Quién la defendería ante sus padres? ¿Quién se reiría de sus locuras? No se despegó de su lado hasta el momento en que tenía que abordar. Antes de marcharse Susana le apartó del resto de la familia. “No es que me vaya a Siberia lo sabes ¿verdad?” con ternura secó sus lágrimas “tienes que empezar a pensar en tu futuro, sólo te queda un año para decidir qué harás…”
“Suenas como mamá…” le espetó haciendo un puchero “… no se me ocurre nada” dijo apenada.
“Mira en tu interior, tu naturaleza tan humana, abnegada y desinteresada. Yo te veo, siempre lo he hecho, aunque no lo creas” le sonrió dándole un fuerte abrazo, para luego despedirse de sus padres e irse a embarcar.
Las palabras de su hermana habían llegado a puerto. Se vio a si misma en sueños, traje blanco, su desordenado pelo recogido con un par de coletas y sobre su cabeza una boina con una cruz roja. Una extraña y ajena visión de sí misma. Pero que de todos modos le producía una sensación de alegría. Se imagino ayudando a gente, aprendiendo a su vez, ser capaz de ver cosas nuevas como conmovedoras. Un anhelo crecía, ardía en su pecho. Tenía un rumbo trazado y eso le hacía feliz. No quiso estudiar lejos de sus padres, si bien vivía peleando con ellos, se sentía, del mismo modo, muy apegada. No se imaginaba lejos, como lo hiciera su hermana.
En la universidad se hizo de amigas, una de ellas, Patricia, a su vez voluntariaba en el hogar de ancianos donde vivía su abuela, para poder estar mas cerca. Dado el carácter de Candice, ella también quiso cooperar. Mucho se encariño con la abuela Martha, veía en ella un símil, un reflejo de su rebelde espíritu, ella era la confirmación de que no tenía por qué cambiar, que incluso de las tonterías también se podían aprender. Sus tareas en el hogar eran menores, más de acompañamiento que otra cosa, pero les era permitido estar al lado de los médicos y enfermeras cuando estos atendían a algún abuelo enfermo. Sentía admiración por ellos, tan fuertes, sabios y pacientes. Sobre todo, lo último, con lo proclive que era a equivocarse por atarantarse. Fue muy feliz durante ese primer año.
Llegó el verano y con él Susana, no había progreso alguno con el Tenorio de la NYU, como solía llamarle su amigo y compañero en la facultad. Archie tenía su familia en Chicago por lo que decidieron viajar juntos de vuelta a sus hogares al inicio de la época estival. Se había mostrado muy amistoso cuando se conocieron en el aeropuerto. Después de ese primer encuentro se lo paso encontrándoselo en casa visitando a su hermana, cosa que le incomodaba, ya que sentía robaba su atención.
“Puedes ser tan obtusa a veces” su hermana se burlaba.
Invierno, en la casa hogar había mucho movimiento, con la baja en la temperatura comenzaban a aparecer los primeros enfermos. Siendo la abuela Martha uno de ellos. Si no fuera tanta su porfía, si tan sólo hubiera hecho caso y tomado los medicamentos. Su cuadro se agravó, pasando de un simple resfriado a una compleja pulmonía. Ya no podían asistirla, ni acompañarla como en el hogar. Sólo eran permitidos familiares en el hospital. Candice no podía concentrarse en los estudios, la ausencia prolongada de su amiga le preocupaba, le escribía a diario, escuetas respuestas recibía de parte de ella. Un claro indicio que las cosas empeoraban. Así fue como una madrugada su teléfono sonó. Horas después acompañaba a Patricia en el velorio de su abuela querida. De pronto ayudar en el hogar se volvió complejo, la sola idea que uno a uno, en algún momento, los rostros de los ancianos que tan bien conocía, le dejarían comenzó a atormentarle. Ese lado complejo de la vida, uno al que dada su profesión siempre enfrentaría. Dudas ¿tendría la fortaleza, aguantaría su corazón semejante dolor? Le escribió un mail a su hermana, no era capaz de enfrentar a sus padres, de decirles que no podía, que dejaría la carrera. Susana le aconsejo que no se apresurara, como solía hacerlo. No es bueno tomar decisiones cuando no se esta con la cabeza fría, rezaba la carta…
Ven a verme, la escuela de artes monta Romeo y Julieta. Te servirá para distraerte y acompañarme. Ya lo hablé con los papás y están de acuerdo. En el adjunto va el ticket aéreo.
Te espero…
Susana.
Archie les acompañaba, y eso la exasperaba mas cuando quería un momento a solas con su hermana. La pasearon por toda la ciudad, sin darle tiempo para pensar. Nada le alegró más que llegar a los dormitorios y despedirse del pegote de Susana.
“¿Podemos quedarnos en tu habitación?” sus esmeraldas se veían tristes y cansados “tú y Archie no me han dejado descansar” protestó. Pero su hermana no estaba por esa labor. La promesa de conocer al Tenorio que robó el corazón de Susana le convenció. De pronto se sintió llena de energía, con los nervios a flor de piel. Tomó una ducha refrescante, secó su pelo dejándolo suelto; camisa, jeans, zapatillas y una chaqueta. Salieron cotorreando, sintiéndose contenta.
El teatro bullía, estaba llenos de chiquillas. Ha de ser muy bueno el tenorio. Si lo que creía era correcto, lo mejor era que aquel mujeriego se apartara de su hermana. Susana tenía buenos asientos, muy cerca del proscenio. Se apagaron las luces, grititos extasiados llenaron el aire. Con la aparición del primer actor, el teatro se volvió silente. Se sintió contagiada con la energía de los intérpretes, suspiró con la interpretación de Benvolio. Le pareció que el muchacho era lindo… Hasta que apareció Romeo.
La sonrisa se le borro del rostro
…Amor es fuego lanzado por el aura de un suspiro; fuego que arde y brilla en los ojos del amante. O más bien es torrente desbordado que las lágrimas aumentan. ¿Qué más puedo decir de él? Diré que es locura sabia, que emponzoña, dulzura embriagadora…
¿Cómo describir un sentimiento cuando no lo has vivido antes? El pecho apretado, infinitas ganas de llorar. Al momento que apareció la actriz que interpretaba Julieta bien la podía despedazar. Celos de su suerte que, aunque fuera una pantomima, ella podía tocarle, incluso besarle. La voz de Romeo era hechizante, su porte como su rostro tallado por ángeles. ¿Cómo controlar el pulso desbocado? La obra paso como un instante, lagrimas llenaban sus ojos, trato de pelear contra ellas, no las quería ver rodar.
“¿Lo quieres conocer?”
Susana… El estomago se le apretó cuando con su llamado le recordó su presencia. Su hermana lo quería, pero ahora también ella.
“Vamos” le sonrió. Si se lo proponía, podría verle una vez y como en muchas otras ocasiones se haría a un lado. Trato de distraerse observando su entorno, las bambalinas, los actores aún ataviados en esos peculiares ropajes atendiendo a sus visitas. Su hermana intercambio algunas palabras con uno de ellos, para luego indicarle el camino al camerino. Dejó que Susana tomara la delantera, se quedo tras ella esperando que golpeara la puerta. Ella había decidido rendirse, su estomago dolía, el corazón quería salir del pecho y nudo en la garganta le comenzaba a ahogar. No hizo más que alzar la vista y verle a los ojos para saber que, esta vez, no podía renunciar…
CONTINUARA…