La fresca brisa nocturna de primavera mecía suavemente las hojas de los árboles cuando la mujer se acomodó el bulto que llevaba entre sus brazos y avanzó con paso firme hacia la cima de la colina. La luna en lo alto brillaba esplendorosa, tiñendo la escena de un pálido resplandor que cubría hierba y flores de un manto descolorido, pequeños manchones de nieve reflejando la luz como linternas. Era una noche más fría de lo esperado, pero la mujer sentía sus mejillas arder por el esfuerzo de la caminata en subida y el calor que emanaba del bultito envuelto en mantas que dormía plácidamente en brazos de su madre.
El mes de mayo había quedado atrás con un sinfín de recuerdos y tribulaciones, y la mujer llegaba a la cima de la colina ahora, en los últimos días del mes fatal, en un acto desesperado para intentar cerrar el abismo por donde sentía que se escapaba su vida.
La mujer tragó dificultosamente, el nudo en su garganta más intenso ahora que se encontraba a sólo metros de su destino, y aferró más firmemente el bulto contra su pecho. A lo lejos, sumido en la tranquilidad del valle, el Hogar de Pony dormía al calor de la chimenea que humeaba lentamente.
Como intuyendo que se acercaba el momento inevitable, la bebé dentro del bulto comenzó a moverse y quejarse suavemente, y la mujer separó levemente las mantas para descubrir a la luz de la luna el rostro de su hermosa niña de cabellos dorados. El susurro de su madre y la cercanía de su piel fueron suficientes para que la pequeña volviera a dormirse con una sonrisa dibujada en sus labios, pero la mujer apenas podía contener sus manos temblorosas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas; ¿se habría sentido también así su madre cuando la abandonó en este mismo lugar, hace más de veinte años?
"Perdóname," susurró, al tiempo que besaba entre lágrimas a la criaturita que dormía entre sus brazos. "Por favor, perdóname."
¿Era esta la única solución? Su corazón que siempre había sido tan optimista no tuvo más remedio que rendirse ante la magnitud de la realidad que enfrentaba. Si la verdad acerca del padre de la niña salía a la luz, la familia entera se vería involucrada en un escándalo que los destruiría a todos. A ella, a su hija… pero sobre todo a él.
Enceguecida por el reflejo de la luna en sus lágrimas, la mujer descendió trabajosamente de la colina y se arrodilló lentamente al pie del majestuoso roble, posando suavemente el bulto sobre una cama de fragantes flores. Envuelta así en mantas, la pequeña no sentiría frío y despertaría recién cuando los primeros rayos del sol iluminaran su nuevo hogar.
“Volveré por ti, mi pequeña”, susurró la mujer, en una promesa que era tanto para su hija como para ella misma.
A la mañana siguiente, los niños llevarían entre gritos y risas a la hermana María y la señorita Pony a los pies del árbol, para mostrarles sonrientes a su nueva hermanita, la hermosa Flor Blanca.
El mes de mayo había quedado atrás con un sinfín de recuerdos y tribulaciones, y la mujer llegaba a la cima de la colina ahora, en los últimos días del mes fatal, en un acto desesperado para intentar cerrar el abismo por donde sentía que se escapaba su vida.
La mujer tragó dificultosamente, el nudo en su garganta más intenso ahora que se encontraba a sólo metros de su destino, y aferró más firmemente el bulto contra su pecho. A lo lejos, sumido en la tranquilidad del valle, el Hogar de Pony dormía al calor de la chimenea que humeaba lentamente.
Como intuyendo que se acercaba el momento inevitable, la bebé dentro del bulto comenzó a moverse y quejarse suavemente, y la mujer separó levemente las mantas para descubrir a la luz de la luna el rostro de su hermosa niña de cabellos dorados. El susurro de su madre y la cercanía de su piel fueron suficientes para que la pequeña volviera a dormirse con una sonrisa dibujada en sus labios, pero la mujer apenas podía contener sus manos temblorosas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas; ¿se habría sentido también así su madre cuando la abandonó en este mismo lugar, hace más de veinte años?
"Perdóname," susurró, al tiempo que besaba entre lágrimas a la criaturita que dormía entre sus brazos. "Por favor, perdóname."
¿Era esta la única solución? Su corazón que siempre había sido tan optimista no tuvo más remedio que rendirse ante la magnitud de la realidad que enfrentaba. Si la verdad acerca del padre de la niña salía a la luz, la familia entera se vería involucrada en un escándalo que los destruiría a todos. A ella, a su hija… pero sobre todo a él.
Enceguecida por el reflejo de la luna en sus lágrimas, la mujer descendió trabajosamente de la colina y se arrodilló lentamente al pie del majestuoso roble, posando suavemente el bulto sobre una cama de fragantes flores. Envuelta así en mantas, la pequeña no sentiría frío y despertaría recién cuando los primeros rayos del sol iluminaran su nuevo hogar.
“Volveré por ti, mi pequeña”, susurró la mujer, en una promesa que era tanto para su hija como para ella misma.
A la mañana siguiente, los niños llevarían entre gritos y risas a la hermana María y la señorita Pony a los pies del árbol, para mostrarles sonrientes a su nueva hermanita, la hermosa Flor Blanca.
Última edición por Zarina el Mar Abr 28, 2020 8:30 pm, editado 2 veces