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Luna de las Flores
Reto
—Estas seguro que le gustara un regalo como este?—preguntaba el castaño dubitativo ante eso que le proponía su colega.
La persona a quien iba dirigido aquel obsequio llevaba por nombre Candy, aquella enfermera que tuvo la oportunidad de conoce hace algunos años en medio de una fiesta orquestada por Eliza Leagan, la que Candy hizo mucho mas interesante con sus arrebatos, Michael no negaba que esa locura le costó varios latidos demás al ver a la extrovertida rubia bajando por aquella cuerda con una pequeña pero pesada maleta en una de sus manos mientras que con la otra se sostenía dela cuerda e intentaba bajar por allí ágilmente.
«Ya estas a salvo» le dijo cuando la sostuvo con uno de sus brazos, su profesión le impedía ignorar como una vida se ponía en peligro por culpa de una vendida maleta mientras que en su país, Francias, morían cientos y cientos de inocentes que tenían la sed de continuar con vida; y lo expuso tal cual en palabras audibles a la rubia con el ceño fruncido por el poco valor que parecia darle la chica a su vida, ella asintió y le prometió que no volvería a suceder mas.
Esa misma noche, cuando el susto y los regaños hubo pasado, Michael se tomó la confianza de invitar a la rubia a bailar y mientras lo hacían pudo leer en los hermosos ojos de la chica el interés mutuo que compartían. Ahí supo que no debia desaprovechar la ocasión de pedir su consentimiento para pretenderla, pero su chofer irrumpió a la fiesta con gritos que delataba que el telegrama que tenia en la mano demandaba suma urgencia a lo que Michael lo tomؚó para verificar lo que ya se temia: el deber le llamaba, debia ir al frente.
Pero no todo fue malo—claro que no—Candy, la rubia que lo habia prendado con sus ocurrencias desde que la conoció, debia ir a hacer su servicio de enfermera a lo que él no perdió la oportunidad y se ofreció en llevarla.
Desde aquella noche no la volvió a ver hasta hace unos meses que llegó a aquel hospital y algo, que permaneció dormido por todos esos años despertó ante la presencia y sonrisa que le dedicó la rubia en el momento que este se presentó, demostrándole al doctorcito que nada habia cambiado en él.
—Llévese de mi, no hay creatura con alma que se pueda resistir a un regalo como este ¡Es lo máximo!—a lo mejor su colega no se equivocaba del todo, ese era un regalo ideal para una chica tan especial; además, el significado de este decía mucho.
—Y la temporada es la apropiada—musitó el doctor llevándose el sobre al pecho mientras miraba al vacío con una sonrisa bobalicona coronándole los sentimientos, dejando a su colega confuso ante lo que escuchó que fue muy vago la verdad
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Todo el hospital estaba en un rotundo desorden ante la falta de un coordinador medico que repartiera las tareas, las enfermeras no se ponían de acuerdo con los que haceres de ese dia por lo que se pusieron a debatir que cosa le tocaba a cada quien y, obviamente, no llegaban a ningún acuerdo.
Candy se mantenía a raya, sonriendo ante las discusiones que mantenían sus compañeras mientras ella ordenaba y revisaba el papeleo de los días previos para continuar con las tareas que le habían asignado; tampoco iba perder el tiempo en esas bobadas el cual podia estar invirtiendo entre los pacientes que no podían esperar.
Cuando se dignaba en irse, Julia, una muchacha del personal de limpieza, la intercepto para hacerle entrega de una pequeña cajita.
—Y esto? — preguntó la rubia un tanto extrañada, sin perder la sonrisa.
—sepa—dijo la mujer alzándose de hombros—Yo solo cumplo con lo que se me encomendó—y se retiró silbando una pequeña canción que tenia cierto sonido de romanticismo.
Candy se quedó mirando la caja por un momento, hasta que decidió en ponerle su atención mas tarde, cuando terminara su turno, pues sus pacientes eran prioridad.
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Ya anocheciendo, Candy se frotaba el cuello en respuesta a la molestia y al cansancio que sentía: estaba realmente exhausta, sus compañeras le habian dejado prácticamente todo a ella porque no acababan de ponerse de acuerdo hasta que el director del centro se hizo presente y por fin seleccionó a quien seria la nueva enfermera en jefe.
Candy arrojó sus brazos sobre el mostrador de la sala de enfermera y allí apoyó su rostro por un buen rato hasta que por poco se queda dormida.
—¡La caja!—se acordó— donde fue que la puse?—rebuscaba por todo el salón, hasta se arrascó la cabeza.
Fue hasta su casillero, de allí extrajo su pequeña cartera y el objeto que estuvo buscando por acerca unos diez minutos o más, no cabe duda que el cansancio hacen que sus neuronas trabajen con la velocidad de una babosa.
Abrió la pequeña caja y allí se topó con una gran bola de cristal, de esas que utilizan las adivinas para ver allí el futuro de las personas.
«¡Es hermosa!» dijo quedándose anonadada ante el pesado y cristalino objeto, tomando asiento en unos de los bancos que estaban en aquel salón. Los ojos le brillaban ante la atracción de ese pesado objeto el cual tenia cierta parecido con la luna que esa noche se mostraba. Sin proponérselo dejó caer la caja de la cual salió un pequeño sobre de color amarillo pálido «¿Y esto?» se preguntó.
Tomó y rasgo el sobre para luego sacar de allí la carta:
«Quiero ver el futuro contigo…»
Decía la carta en sus primeras líneas, para mas a bajo: dejar dicho la hora y el lugar en donde se haría conocer la persona que le diera tan hermoso presente.
Por un rato Candy se quedó atrapada en sus fantasías, suspirando ante tan hermoso gesto, pues habian pasado algún tiempo desde la ultima vez que alguien se fijara en ella de esa manera, se quedó admirando la bola hasta que se dio cuenta de la hora y se dirigió hasta el lugar citado sin siquiera pensárselo.
Ya estando a fuera del hospital y debajo del árbol indicado, pensamientos extraños comenzaron a rondarla, los cuales la pusieron un tanto paranoica.
«Y si es Neal? ¿Y si es una de sus trampas?» estaba realmente espantada, enojada ante ese nuevo intento de Leagan, y mas consigo misma por haber ido hasta allí a encontrarse con un supuesto desconocido.
Estaba preparada para explotarle la bola aquella al moreno cuando este se dignara en hacerle frente, estaba canalizando fuerza, quería dejarle claro con golpes que con ella no se metiera, ya que, al parecer, las advertencia que le habia dejado el tio abuelo a este no sirvieron de nada.
Los minutos pasaban, la temperatura cada vez era mas baja, Candy no llevaba lo suficiente para protegerse del frio, pero al menos estaba acompañada por la enorme luna, esplendorosa, grande y mágica, la cual, con sus poderes curativos iba mermando el enojo en la chica.
—Es una hermosa luna, ¿verdad? —dijo una voz muy pero muy cerca de los oídos de las ojos verdes.
—Doctor, que hace usted aquí? — preguntó con los ojos como dos bolas de la impresión.
—Le estas haciendo competencia o qué? —Michael estaba realmente nervioso, no sabia como dar riendas a sus palabras, solo soltaba lo primero que se le ocurría; estaba temblando y no era causa precisamente del frio.
—No diga tonteria doctor, nadie podria hacerle competencia a la luna, ni siquiera el sol. —Candy frotaba sus manos a la vez que exhalaba aire caliente de su boca para mantener la calidez en esta.
—Te equivocas, tú podrías…—hablaba mirando directamente a la gran roca plateada del firmamento y la señalaba, ganándose con eso que dijo la mirada de Candy quien habia llegado a la conclusión de…
—Doctor, a caso usted ha sido…?—y las palabras murieron en el umbral de su boca en el preciso momento que el doctor asintió antes de ella siquiera terminar la frase, mirándola fijo, tomando sus manos.
—Te he citado aquí, en esta hermosa noche con la ultima luna de mayo como testigo, la cual es muy especial, pues tiene un significado casi tan hermoso como la persona que estoy viendo ahora mismo…—la voz le vibraba ante los nervios que le causaba esa improvisación—Esta luna representa al renacer, la evolución y la curación de algo; por lo tanto, astrológicamente hablando: da apertura a una nueva etapa, concediéndole al hombre desprenderse del pasado y dar a bienvenida a lo desconocido…
—Doctor…—quería expresar la emoción que en ese mismo momento la estaba embargando, pero no sabia como.
—Candy, quieres abrir un nuevo ciclo junto a mi, quieres ser mi novia?—y la vio a sentir con los ojos brillantes, estaban colmados de emociones que no tenían nombre.
—Puedo?—pidió permiso a la vez que señalaba con sus parpados los pequeños y delgados labios de la rubia, ella una vez mas asintió, concediendo sellar esa nueva etapa.
Sus labios se encontraron, fueron puros y torpes roces los cuales ambos recibían con carcajada, pues las emociones que hacían remolinos en sus interiores no daban paso a otra cosa, además de que Candy no tenia mucha experiencia en ese campo.
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Gracias por leer
(Tapándose la cara por lo cursi de este relato)
Gracias por leer
(Tapándose la cara por lo cursi de este relato)
