Susana pareció volver en sí cuando los primeros rayos del sol acariciaron tímidamente su pálido rostro. Se estiró como pudo para alcanzar la manta que yacía descuidada al lado de su silla de ruedas y se cubrió los hombros, tiritando. ¿Cuánto rato había pasado en ese extraño estado de ensoñación?
La noche había sido tranquila y estrellada, con una fresca brisa que acarreaba aún consigo los últimos vestigios de un invierno particularmente duro en Nueva York. Pero el frío había sido la última de las preocupaciones de Susana, quien asomándose al amplio balcón de su departamento a admirar por última vez la ciudad, se encontró cara a cara con un espectáculo inesperado.
Una luna inmensa y rosada se elevaba triunfante delante de ella, brillante, majestuosa, y a Susana le pareció que había llegado hasta ahí para ser silenciosa testigo de su último acto, su propia audiencia privada para el final de su historia.
Reclinó su cabeza levemente y secó sus lágrimas; Terry se encontraría bebiendo su amargura en algún bar de la ciudad, tal como había hecho durante todos los años que llevaban juntos, si es que a su relación podía realmente llamársele compañía. Y ella, atrapada eternamente en los brazos de una prisión rodante, pasaría su última noche lamentándose en soledad.
Pensó en su amada Desdémona, en Olivia y en Ofelia, pero sólo Julieta pudo llenarle el corazón del gozo y amargura que su espíritu dramático aún anhelaba volver a sentir.
Lentamente, con reverencia, introdujo su mano en el bolsillo de su largo vestido y sacó un pequeño frasco lleno hasta la mitad de un líquido transparente. Lo alzó hacia la luna, como invitándola a compartir junto a ella un brindis victorioso, y se encontró a sí misma mirándola fijamente.
La silenciosa luna la observaba tranquilamente desde las alturas, y a Susana en su delirio le pareció que se mofaba de ella. Solitaria muchacha de carne y hueso, que anhelas un final de heroína, no habrá para ti un Romeo que siga tus pasos.
Gruesas lágrimas cayeron por las mejillas de Susana mientras, con dedos temblorosos, removía la delicada tapa de cristal que protegía el potente veneno contenido en el frasco. A sus oídos llegó el recuerdo de aquella voz suplicante, aquella joven dulce que le implorara que viviera, que amara a Terry por ella. Pero tras años intentando borrar la presencia de esos ojos verdes en el corazón de su amado, Susana descubrió que no tenía la fortaleza para hacer honor a su promesa.
Febril y con el corazón acongojado, Susana miró por última vez a la luna y quedó hipnotizada por su brillo carmesí. ¡Oh, luna indolente, que pareces sonreír a la espera de que cometa este acto inhumano!
Algo dentro de sí despertó entonces, a la luz de la luna. Una voz oculta en lo más profundo de su ser, y Susana no pudo decir si escuchaba a la mismísima Selene o a aquella parte de sí que había dejado olvidada en las tablas de su añorado teatro.
No hemos nacido para la soledad. ¿Ha de terminar su historia en abandono aquella que nació para recibir aplausos?
La pena, la ira y la impotencia desbordaron entonces en un torrente de frustración, y Susana dejó escapar un grito tan desgarrador que sus cuerdas vocales fueron incapaces de emitir sonido alguno. Sobrecogida así, temblando entre sollozos, la joven finalmente confesó el más grande de sus pecados ante la luna inmutable.
Había salvado la vida de Terry, pero había olvidado completamente la suya.
Anhelos, sueños sin cumplir, promesas rotas, todo esto abandonó a Susana con cada una de sus lágrimas, las que deslizándose por su rostro se convirtieron en un bálsamo para sus heridas. La luna brillante tomó su tristeza en su regazo y lentamente, con el cariño de una madre, le reveló otro camino, otro futuro, otra vida para Susana Marlow.
Cuando el sol alumbró su rostro, Susana no supo decir si el episodio de la noche anterior había sido parte de una ensoñación, pero encontró a sus pies el frasco de cristal roto con el veneno derramado. Era aún temprano, Terry no habría regresado a casa de sus correrías, pero ella despertaría de todas formas al resto de la casa; había hecho una promesa a la luna y los arreglos para preparar el viaje de regreso donde su madre tomarían buena parte de la mañana.
Acá les dejo el reto, yo sé que muchas odian a muerte a Susana xD pero quise emporderarla un poco más, que ya estamos en el siglo XXI para seguir sufriendo por hombres, jejeje. Algo diferente, en texto nada más para ir entrenando otros músculos creativos. ¡Ojalá les guste!
La noche había sido tranquila y estrellada, con una fresca brisa que acarreaba aún consigo los últimos vestigios de un invierno particularmente duro en Nueva York. Pero el frío había sido la última de las preocupaciones de Susana, quien asomándose al amplio balcón de su departamento a admirar por última vez la ciudad, se encontró cara a cara con un espectáculo inesperado.
Una luna inmensa y rosada se elevaba triunfante delante de ella, brillante, majestuosa, y a Susana le pareció que había llegado hasta ahí para ser silenciosa testigo de su último acto, su propia audiencia privada para el final de su historia.
Reclinó su cabeza levemente y secó sus lágrimas; Terry se encontraría bebiendo su amargura en algún bar de la ciudad, tal como había hecho durante todos los años que llevaban juntos, si es que a su relación podía realmente llamársele compañía. Y ella, atrapada eternamente en los brazos de una prisión rodante, pasaría su última noche lamentándose en soledad.
Pensó en su amada Desdémona, en Olivia y en Ofelia, pero sólo Julieta pudo llenarle el corazón del gozo y amargura que su espíritu dramático aún anhelaba volver a sentir.
Lentamente, con reverencia, introdujo su mano en el bolsillo de su largo vestido y sacó un pequeño frasco lleno hasta la mitad de un líquido transparente. Lo alzó hacia la luna, como invitándola a compartir junto a ella un brindis victorioso, y se encontró a sí misma mirándola fijamente.
La silenciosa luna la observaba tranquilamente desde las alturas, y a Susana en su delirio le pareció que se mofaba de ella. Solitaria muchacha de carne y hueso, que anhelas un final de heroína, no habrá para ti un Romeo que siga tus pasos.
Gruesas lágrimas cayeron por las mejillas de Susana mientras, con dedos temblorosos, removía la delicada tapa de cristal que protegía el potente veneno contenido en el frasco. A sus oídos llegó el recuerdo de aquella voz suplicante, aquella joven dulce que le implorara que viviera, que amara a Terry por ella. Pero tras años intentando borrar la presencia de esos ojos verdes en el corazón de su amado, Susana descubrió que no tenía la fortaleza para hacer honor a su promesa.
Febril y con el corazón acongojado, Susana miró por última vez a la luna y quedó hipnotizada por su brillo carmesí. ¡Oh, luna indolente, que pareces sonreír a la espera de que cometa este acto inhumano!
Algo dentro de sí despertó entonces, a la luz de la luna. Una voz oculta en lo más profundo de su ser, y Susana no pudo decir si escuchaba a la mismísima Selene o a aquella parte de sí que había dejado olvidada en las tablas de su añorado teatro.
No hemos nacido para la soledad. ¿Ha de terminar su historia en abandono aquella que nació para recibir aplausos?
La pena, la ira y la impotencia desbordaron entonces en un torrente de frustración, y Susana dejó escapar un grito tan desgarrador que sus cuerdas vocales fueron incapaces de emitir sonido alguno. Sobrecogida así, temblando entre sollozos, la joven finalmente confesó el más grande de sus pecados ante la luna inmutable.
Había salvado la vida de Terry, pero había olvidado completamente la suya.
Anhelos, sueños sin cumplir, promesas rotas, todo esto abandonó a Susana con cada una de sus lágrimas, las que deslizándose por su rostro se convirtieron en un bálsamo para sus heridas. La luna brillante tomó su tristeza en su regazo y lentamente, con el cariño de una madre, le reveló otro camino, otro futuro, otra vida para Susana Marlow.
Cuando el sol alumbró su rostro, Susana no supo decir si el episodio de la noche anterior había sido parte de una ensoñación, pero encontró a sus pies el frasco de cristal roto con el veneno derramado. Era aún temprano, Terry no habría regresado a casa de sus correrías, pero ella despertaría de todas formas al resto de la casa; había hecho una promesa a la luna y los arreglos para preparar el viaje de regreso donde su madre tomarían buena parte de la mañana.
Acá les dejo el reto, yo sé que muchas odian a muerte a Susana xD pero quise emporderarla un poco más, que ya estamos en el siglo XXI para seguir sufriendo por hombres, jejeje. Algo diferente, en texto nada más para ir entrenando otros músculos creativos. ¡Ojalá les guste!