Arreglaba su cabello mientras observaba su reflejo. ¿En que momento se convirtió en esta sombra? Había personas que se paseaban sobre los escombros de lo que alguna vez fueron, pero en su caso no había nada, ni un atisbo, él había barrido con todo. Ojos rojos, surcos negros en su rostro, rápidamente seco sus lágrimas. No quiero ser esto, no quiero ser tú. Se dijo en silencio mientras retocaba su maquillaje.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Anthony, le idolatraba desde que eran niños, él representaba lo bueno, la dulzura, la alegría. Su sonrisa, sus ojos, iluminaban su día. Ella quiso tenerle, siempre tuvo todo lo que su corazón deseaba, ¿por qué esto habría de ser diferente? Pero él no la miró, ni una sola vez, del modo en que ella quería. Lo vio perderse en ensoñaciones, suspirar, por un harapiento ser humano. Sintiéndose mil veces mejor que esa huérfana ¿Por qué? Su rechazo constante fue incluso peor que su muerte. Las primeras grietas. Pudo verlas, más pensó podía vivir con ellas.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Terrence, su antiguo enamoramiento palidecía respecto a este nuevo sentimiento. Su corazón parecía salir desbocado de su pecho. Sentía el cuerpo hirviendo, desconociéndolo por completo. Un constante cosquilleo la recorría, alojándose, en ciertas ocasiones, en lugares que la hacían ruborizarse, rezando sin entender. Lo debo tener. Nuevamente esa bazofia se interponía en sus planes. Le tendió una trampa, esperando alejarla para siempre. Él se había ido, se sacrifico por ella abandonando la escuela. Su pecho comenzó a doler, el aire era denso, apenas podía respirar. No otra vez. Sintió el retumbar dentro del pecho, derrumbes. Más aun así podía vivir con esto.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Neal, a nadie llegó a amar más que a su hermano. Casi se volvió loca, la desesperación comenzó a hacer mella. ¿Acaso esta huérfana de mierda la dejaría sin nada, sin nadie? Verlo sufrir por amor hacia esa mujer fue más de lo que podía soportar. Se sintió tan pequeña, tan poca cosa. Ninguno de los que amo realmente la apreció. No supo entonces que ya caminaba sobre las ruinas de lo que alguna vez fue.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Inauguración de uno de los hoteles de la familia, ahí estaba la bastarda, resplandeciente, llena de esa felicidad que a ella le era tan esquiva. Él no miró a nadie en la fiesta, sólo a ella. Ni siquiera se fijó en la huérfana. Se agarró a él como a un salvavidas. Su pecho henchido de ¿Felicidad? Se perdieron en los pasillos del lujoso y recién estrenado hotel, alejándolo lo más posible de la gente, de ella. Se pegó a su cuerpo, devoro su boca, suspiraba lánguida mientras se restregaban. No le importó el dolor al sentir la intromisión. Era una señal de que en ella aún había vida. No importó lo duro de la pared, ni el rasgado de sus bragas, lo rápido que fue, ni lo impersonal de su comportamiento después. Alguien la deseaba más que aquella. A los meses llegó la consecuencia. Una familia montada en ira le reclamo un nombre. Fue una boda rápida, sin anuncios, sin invitados. Sin importarle como fue que terminaron juntos, ella quiso formar familia, quiso ser amada, soportando los constantes insultos de su señor marido.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
No, ella no quería seguir siendo la mujer de aquel reflejo. Ella volvería a ser Eliza Leagan, tomó las tijeras mientras sonreía “Cariño” le llamo…
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Anthony, le idolatraba desde que eran niños, él representaba lo bueno, la dulzura, la alegría. Su sonrisa, sus ojos, iluminaban su día. Ella quiso tenerle, siempre tuvo todo lo que su corazón deseaba, ¿por qué esto habría de ser diferente? Pero él no la miró, ni una sola vez, del modo en que ella quería. Lo vio perderse en ensoñaciones, suspirar, por un harapiento ser humano. Sintiéndose mil veces mejor que esa huérfana ¿Por qué? Su rechazo constante fue incluso peor que su muerte. Las primeras grietas. Pudo verlas, más pensó podía vivir con ellas.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Terrence, su antiguo enamoramiento palidecía respecto a este nuevo sentimiento. Su corazón parecía salir desbocado de su pecho. Sentía el cuerpo hirviendo, desconociéndolo por completo. Un constante cosquilleo la recorría, alojándose, en ciertas ocasiones, en lugares que la hacían ruborizarse, rezando sin entender. Lo debo tener. Nuevamente esa bazofia se interponía en sus planes. Le tendió una trampa, esperando alejarla para siempre. Él se había ido, se sacrifico por ella abandonando la escuela. Su pecho comenzó a doler, el aire era denso, apenas podía respirar. No otra vez. Sintió el retumbar dentro del pecho, derrumbes. Más aun así podía vivir con esto.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Neal, a nadie llegó a amar más que a su hermano. Casi se volvió loca, la desesperación comenzó a hacer mella. ¿Acaso esta huérfana de mierda la dejaría sin nada, sin nadie? Verlo sufrir por amor hacia esa mujer fue más de lo que podía soportar. Se sintió tan pequeña, tan poca cosa. Ninguno de los que amo realmente la apreció. No supo entonces que ya caminaba sobre las ruinas de lo que alguna vez fue.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
Inauguración de uno de los hoteles de la familia, ahí estaba la bastarda, resplandeciente, llena de esa felicidad que a ella le era tan esquiva. Él no miró a nadie en la fiesta, sólo a ella. Ni siquiera se fijó en la huérfana. Se agarró a él como a un salvavidas. Su pecho henchido de ¿Felicidad? Se perdieron en los pasillos del lujoso y recién estrenado hotel, alejándolo lo más posible de la gente, de ella. Se pegó a su cuerpo, devoro su boca, suspiraba lánguida mientras se restregaban. No le importó el dolor al sentir la intromisión. Era una señal de que en ella aún había vida. No importó lo duro de la pared, ni el rasgado de sus bragas, lo rápido que fue, ni lo impersonal de su comportamiento después. Alguien la deseaba más que aquella. A los meses llegó la consecuencia. Una familia montada en ira le reclamo un nombre. Fue una boda rápida, sin anuncios, sin invitados. Sin importarle como fue que terminaron juntos, ella quiso formar familia, quiso ser amada, soportando los constantes insultos de su señor marido.
“¡Sácate ese vestido, pareces una zorra!”
No, ella no quería seguir siendo la mujer de aquel reflejo. Ella volvería a ser Eliza Leagan, tomó las tijeras mientras sonreía “Cariño” le llamo…