Comencé a reír frenético ¿Cómo es que estaba dispuesto a caer de nuevo en su juego? Lo que pedía era quimérico. “Ni siquiera sé porque te creo en primer lugar, es absurdo. Porque habrías de renunciar a todo esto” apunté.
“Mi estimado” posó su ardiente brazo sobre mis hombros, invitándome a avanzar “Tengo cuentas muy importantes que saldar, estas requieren de mi tiempo y ausencia. Verás, el muy maldito no se quiere mostrar…” dijo apuntando a los cielos “He buscado mil formas de provocarle ¡Y nada! Pensaba que los hijos de Set eran de su predilección, pero al parecer no es así. Guerras, terremotos, virus, miserias… Recuerdo la época en que un simple vellocino le hacía perder la cabeza ¿y ahora?… Es como si los hubiera dejado a su suerte…” miró hacia la oscuridad pensativo.
“Libre albedrío, quizás… Qué se yo” estaba harto y lo último que quería era escuchar sus estúpidas quejas.
“¿No fuiste tú quien dijo… Dios, un niño caprichoso que juega a los dados con sus creaciones? Comienzo a creer que tienes toda la razón. Veras, uno de sus juegos predilectos es revivirlos”
“¿Cómo así?”
“Si, si… es como si les diera una segunda oportunidad, ¿no sabias?” su perversa sonrisa me hizo temblar “Si hubieras rezado… Oh padre, perdóname, dame una oportunidad para enmendar… Quizás no estarías aquí conmigo. Te lo advertí ¿recuerdas?” se burló. “Vamos, no me odies… lo admito, nada me hace más feliz que hacerte a ti, y a mis lacayos, sufrir. Nada, excepto joderlo a Él”
“¡Es imposible! ¿Cómo pretendes que me acerque?”
“No son las mismas personas… Bueno, sí y no… ¿No pretenderás que te entregue todo en bandeja, o sí? ¡HAZ TU TAREA! ¡TRABAJA MIERDA! Esta es la oportunidad que te doy, si no te interesa…”
“La tomo” le corté.
“¿Y qué haces todavía aquí?”
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoooOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Corría el año 1905 en ese entonces éramos solo unos niños. Mi padre había dicho que Eliza necesitaba de una dama de compañía. Desde aquel entonces ya llamaba mi atención. Recuerdo aquella vez que fuera a su habitación. Ella se cambiaba de vestido. A esa edad el morbo no era mismo, sólo quería verla, saber cómo era. Se cubrió con el vestido, gritando molesta.
“¡Fuera de aquí, me estoy vistiendo! ¡¿Acaso no sabes tocar la puerta?!”
“¿A quién le interesa ver a una mugrosa como tú?”
Ahora río de mí mismo al ver hasta donde me ha arrastrado el interés. Saco el celular del bolsillo, las siete de la tarde. Se suponía que él aparecía en esta esquina, o al menos eso me había dicho el oráculo. ¡Demonios! Más vale no me haya mentido ¿dónde consigo otro sacrificio?
“Disculpa ¿Tienes fuego?”
Quedé perplejo. ¡Es ella! ¿Es ella? ¿Qué hace aquí? 115 años habían transcurrido desde la primera vez que le viera. Su rostro, es el mismo. Sus mismos ojos esmeraldas, el mismo pelo rebelde. Ahora lo lleva suelto. Seguí contemplándola, chaqueta roñosa, debajo una blusa, su cuello cubierto por una bufanda a cuadros. ¡Ah! Podía ver su ombligo, su piel de blanca seda, su pequeña cintura, sus caderas; minifalda azul, medías negras, botines.
“¿Te gusta lo que ves?” alzo una ceja “¡Aló! ¿Hay alguien ahí?” paseo su mando delante de mi rostro, soltó una carcajada y se alejó de mí.
¡Lo que él dijo era verdad! Era ella, pero no a la vez. ¡No sabe quién soy! No quiso abofetearme como hiciera años antes. Piensa ¡rápido! ¿Qué hago? ¿Dónde carajos esta él?
“¿Tienes fuego?”
“¿Sólo fuego? ¿Una cena tal vez?”
¡MIERDA! Perdí mi oportunidad. ¿Pero qué clase de línea fue esa? No quería verlo junto a ella. Tengo que hacer algo… Troné los dedos para invocar a la lluvia. La sonrisa triunfante se me borró cuando lo vi abrir el paraguas para cubrirlos a ambos. ¡Fantástico! Le había dado una excusa al imbécil ese para acercársele aún más.
“¿A dónde vamos rubia?”
¡¿Qué?! ¡JA! Candy no cae con una frase tan patética.
“A donde tú me lleves” contestó, tomaron el primer taxi vacío que pasó.
¡ME TIENES QUE ESTAR JODIENDO! Corrí hacía la esquina, lo único que quedó tras ellos fue un encendedor. Lo levante del suelo y haciendo gala de todas las artes demoníacas que sé pude dar con el galancete de ali express. Podía oír lo que conversaban.
“Mi casa está a unas pocas cuadras… Para que te seques, lo que si te advierto, la calefacción no funciona. Lo hable con el concer…”
Ella posó un dedo en sus labios “De estufa, corazón, te tengo a ti” se acercó a él de forma sugestiva
Me hervía la sangre. ¿Quién chucha es esta mujer, y que pasó con mi Candy? Era su cara, eran los mismos ojos. Podía ver en ellos las mismas vicisitudes. ¿Qué es esto? ¿Cómo? Me agarraba de los pelos. No sé si podré con esto. Lo mejor será trasladarme hasta allí. Tomé con fuerza el encendedor, cerré los ojos concentrándome. Cuando volví a abrirlos me encontraba a las afueras de un bloque de departamentos. El taxi en el que viajaban estaba llegando, sacando todos los trucos de la manga me volví de transparente, bajaron de la mano pasando de mí. Corrí tras ellos, con suerte alcance a entrar antes que cerraran la puerta. Le indicó donde estaba el baño, y mientras ella se arreglaba él se apresuraba hacia la cocina. El departamento es un asco, pequeño, sin paredes de separación entre dormitorio, cocina y living. El único espacio privado era el baño. La cama desecha. Sobre la mesa periódicos por doquier. Aproveche que el tarado calentaba algo en la olla para mirar… ¿Así que quiere ser actor? Hay cosas que no cambian por lo que veo.
Candy salió del baño. Mordí con fuerza mi labio inferior. Su cabello mojado, le daban un aspecto deseable. Como solía quedar después de horas de sexo, cuando caía agotada sobre mi pecho, bañada en sudor. Sacudí la cabeza con rabia. No es momento. Recién ahora caigo en cuenta, se había desecho de la ropa y sólo vestía una camisa.
“Perdona” su voz era seductora, Terrence se giró al instante “Esto es todo lo que encontré en el baño para ponerme… mientras mi ropa se seca” se explicó mientras modelaba coqueta la prenda
El aristócrata no habla, esta duro como un palo. ¿Quién no? Si hago algo me delato. No sé cuánto tiempo podré permanecer impávido.
“… No es problema” el tarado tiene la boca seca. “Disculpa el desorden” sacó los periódicos de la mesa, con gestó le invitó a tomar asiento. “¿Sopa?”
“Me parece perfecto”
Con cuidado me senté al borde de la cama. Tenía que recordar aquel Neal que solía ser, aquel que era capaz de sonsacar la debilidad de cualquiera en medio de una conversación. Necesitaba de algo, una pista, lo que fuese que sirviera a mis propósitos. Tendría que hacer la vista gorda si terminaban encamados. ¡Por amor al innombrable! El duquesito era demasiado leeento, contrario a mis predicciones, le habló casi toda la noche. El tipo seguro y fantoche había dado paso a todo un caballero. Como dijera el jefe, al de arriba le gustaba burlarse, definitivamente. Este hijo de perra seguía siendo un paria, rechazado por el padre y la madre por sus ambiciones de fama. Candy también parecía abrirse, bajando la guardia como la careta. No importaban cuantas vidas, ni reencarnaciones, ella seguía siendo una huérfana, el único cambio en el escenario era que ahora Annie era realmente su hermana. Terrence no hace más que preguntar y preguntar para poder indagar más sobre su vida, pero veo que eso de alguna forma u otra le molesta… Bien, aquí vamos. Se levanto de la mesa un tanto enérgica. Pensé iría al baño para vestirse y partir. No podía estar más equivocado. Fue hasta el interruptor para apagar las luces, la luz de la luna se colaba por la ventana.
“¿Qué hacemos con la ropa?” preguntó
El silencio era denso. El aire caliente. Oh, ella sabía lo que hacía. Con tortuosa calma fue jugando con los botones de esa puta camisa, uno a uno, los abrió hasta llegar al último. Si hubiera sido él, estaría a sus pies. Mi única religión, el cuerpo de esa mujer. El ruido de una silla arrastrándose me saco del trance. Él se había puesto de pie, acortando las distancias, tomándola del cuello, besándola con fuerza, abriendo la camisa hasta que esta, al fin, cayó al suelo. Otra vez me quedaba tieso mientras veía como ella le desvestía, como él la alzaba, como la apretaba contra la pared acomodándose entre sus piernas. El odio que sentía me calaba hasta los huesos, me envenenaba con cada beso. Pero no cerré los ojos, no quise hacerlo. La amarró a su cintura, los llevo hasta la cama. Sus embistes eran firmes, lentos. Me consuela pensar que yo soy mejor amante. Me pierdo en la amargura, con cada gemido que esa boca desprende, su piel de hada brilla, toda perlada. Pero lo que más me mata. Ella no cerró lo ojos, ni una sola vez, parecía perdida, absorta en los ojos de él. No era necesario ser un genio, este par estaba perdido el uno en el otro.
Sentía que el espíritu, si es que tenía uno, comenzaba a quebrarse, lo mejor para mí era retirarme. Me senté en los escalones esperando que despuntara el alba. Enorme fue mi sorpresa cuando la vi salir más cargada de lo que había llegado a ese departamento. Guarde silenció esperando a que el incauto despertara. Reí cuando escuché las maldiciones del romeo de cuarta. Así que mi querida huérfanita es una ladronsilla profesional.
CONTINUARA...
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No tenía la más mínima intención en extender esto, pero la historia se esta contando sola y es más larga de lo que quería XDDD
“Mi estimado” posó su ardiente brazo sobre mis hombros, invitándome a avanzar “Tengo cuentas muy importantes que saldar, estas requieren de mi tiempo y ausencia. Verás, el muy maldito no se quiere mostrar…” dijo apuntando a los cielos “He buscado mil formas de provocarle ¡Y nada! Pensaba que los hijos de Set eran de su predilección, pero al parecer no es así. Guerras, terremotos, virus, miserias… Recuerdo la época en que un simple vellocino le hacía perder la cabeza ¿y ahora?… Es como si los hubiera dejado a su suerte…” miró hacia la oscuridad pensativo.
“Libre albedrío, quizás… Qué se yo” estaba harto y lo último que quería era escuchar sus estúpidas quejas.
“¿No fuiste tú quien dijo… Dios, un niño caprichoso que juega a los dados con sus creaciones? Comienzo a creer que tienes toda la razón. Veras, uno de sus juegos predilectos es revivirlos”
“¿Cómo así?”
“Si, si… es como si les diera una segunda oportunidad, ¿no sabias?” su perversa sonrisa me hizo temblar “Si hubieras rezado… Oh padre, perdóname, dame una oportunidad para enmendar… Quizás no estarías aquí conmigo. Te lo advertí ¿recuerdas?” se burló. “Vamos, no me odies… lo admito, nada me hace más feliz que hacerte a ti, y a mis lacayos, sufrir. Nada, excepto joderlo a Él”
“¡Es imposible! ¿Cómo pretendes que me acerque?”
“No son las mismas personas… Bueno, sí y no… ¿No pretenderás que te entregue todo en bandeja, o sí? ¡HAZ TU TAREA! ¡TRABAJA MIERDA! Esta es la oportunidad que te doy, si no te interesa…”
“La tomo” le corté.
“¿Y qué haces todavía aquí?”
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Corría el año 1905 en ese entonces éramos solo unos niños. Mi padre había dicho que Eliza necesitaba de una dama de compañía. Desde aquel entonces ya llamaba mi atención. Recuerdo aquella vez que fuera a su habitación. Ella se cambiaba de vestido. A esa edad el morbo no era mismo, sólo quería verla, saber cómo era. Se cubrió con el vestido, gritando molesta.
“¡Fuera de aquí, me estoy vistiendo! ¡¿Acaso no sabes tocar la puerta?!”
“¿A quién le interesa ver a una mugrosa como tú?”
Ahora río de mí mismo al ver hasta donde me ha arrastrado el interés. Saco el celular del bolsillo, las siete de la tarde. Se suponía que él aparecía en esta esquina, o al menos eso me había dicho el oráculo. ¡Demonios! Más vale no me haya mentido ¿dónde consigo otro sacrificio?
“Disculpa ¿Tienes fuego?”
Quedé perplejo. ¡Es ella! ¿Es ella? ¿Qué hace aquí? 115 años habían transcurrido desde la primera vez que le viera. Su rostro, es el mismo. Sus mismos ojos esmeraldas, el mismo pelo rebelde. Ahora lo lleva suelto. Seguí contemplándola, chaqueta roñosa, debajo una blusa, su cuello cubierto por una bufanda a cuadros. ¡Ah! Podía ver su ombligo, su piel de blanca seda, su pequeña cintura, sus caderas; minifalda azul, medías negras, botines.
“¿Te gusta lo que ves?” alzo una ceja “¡Aló! ¿Hay alguien ahí?” paseo su mando delante de mi rostro, soltó una carcajada y se alejó de mí.
¡Lo que él dijo era verdad! Era ella, pero no a la vez. ¡No sabe quién soy! No quiso abofetearme como hiciera años antes. Piensa ¡rápido! ¿Qué hago? ¿Dónde carajos esta él?
“¿Tienes fuego?”
“¿Sólo fuego? ¿Una cena tal vez?”
¡MIERDA! Perdí mi oportunidad. ¿Pero qué clase de línea fue esa? No quería verlo junto a ella. Tengo que hacer algo… Troné los dedos para invocar a la lluvia. La sonrisa triunfante se me borró cuando lo vi abrir el paraguas para cubrirlos a ambos. ¡Fantástico! Le había dado una excusa al imbécil ese para acercársele aún más.
“¿A dónde vamos rubia?”
¡¿Qué?! ¡JA! Candy no cae con una frase tan patética.
“A donde tú me lleves” contestó, tomaron el primer taxi vacío que pasó.
¡ME TIENES QUE ESTAR JODIENDO! Corrí hacía la esquina, lo único que quedó tras ellos fue un encendedor. Lo levante del suelo y haciendo gala de todas las artes demoníacas que sé pude dar con el galancete de ali express. Podía oír lo que conversaban.
“Mi casa está a unas pocas cuadras… Para que te seques, lo que si te advierto, la calefacción no funciona. Lo hable con el concer…”
Ella posó un dedo en sus labios “De estufa, corazón, te tengo a ti” se acercó a él de forma sugestiva
Me hervía la sangre. ¿Quién chucha es esta mujer, y que pasó con mi Candy? Era su cara, eran los mismos ojos. Podía ver en ellos las mismas vicisitudes. ¿Qué es esto? ¿Cómo? Me agarraba de los pelos. No sé si podré con esto. Lo mejor será trasladarme hasta allí. Tomé con fuerza el encendedor, cerré los ojos concentrándome. Cuando volví a abrirlos me encontraba a las afueras de un bloque de departamentos. El taxi en el que viajaban estaba llegando, sacando todos los trucos de la manga me volví de transparente, bajaron de la mano pasando de mí. Corrí tras ellos, con suerte alcance a entrar antes que cerraran la puerta. Le indicó donde estaba el baño, y mientras ella se arreglaba él se apresuraba hacia la cocina. El departamento es un asco, pequeño, sin paredes de separación entre dormitorio, cocina y living. El único espacio privado era el baño. La cama desecha. Sobre la mesa periódicos por doquier. Aproveche que el tarado calentaba algo en la olla para mirar… ¿Así que quiere ser actor? Hay cosas que no cambian por lo que veo.
Candy salió del baño. Mordí con fuerza mi labio inferior. Su cabello mojado, le daban un aspecto deseable. Como solía quedar después de horas de sexo, cuando caía agotada sobre mi pecho, bañada en sudor. Sacudí la cabeza con rabia. No es momento. Recién ahora caigo en cuenta, se había desecho de la ropa y sólo vestía una camisa.
“Perdona” su voz era seductora, Terrence se giró al instante “Esto es todo lo que encontré en el baño para ponerme… mientras mi ropa se seca” se explicó mientras modelaba coqueta la prenda
El aristócrata no habla, esta duro como un palo. ¿Quién no? Si hago algo me delato. No sé cuánto tiempo podré permanecer impávido.
“… No es problema” el tarado tiene la boca seca. “Disculpa el desorden” sacó los periódicos de la mesa, con gestó le invitó a tomar asiento. “¿Sopa?”
“Me parece perfecto”
Con cuidado me senté al borde de la cama. Tenía que recordar aquel Neal que solía ser, aquel que era capaz de sonsacar la debilidad de cualquiera en medio de una conversación. Necesitaba de algo, una pista, lo que fuese que sirviera a mis propósitos. Tendría que hacer la vista gorda si terminaban encamados. ¡Por amor al innombrable! El duquesito era demasiado leeento, contrario a mis predicciones, le habló casi toda la noche. El tipo seguro y fantoche había dado paso a todo un caballero. Como dijera el jefe, al de arriba le gustaba burlarse, definitivamente. Este hijo de perra seguía siendo un paria, rechazado por el padre y la madre por sus ambiciones de fama. Candy también parecía abrirse, bajando la guardia como la careta. No importaban cuantas vidas, ni reencarnaciones, ella seguía siendo una huérfana, el único cambio en el escenario era que ahora Annie era realmente su hermana. Terrence no hace más que preguntar y preguntar para poder indagar más sobre su vida, pero veo que eso de alguna forma u otra le molesta… Bien, aquí vamos. Se levanto de la mesa un tanto enérgica. Pensé iría al baño para vestirse y partir. No podía estar más equivocado. Fue hasta el interruptor para apagar las luces, la luz de la luna se colaba por la ventana.
“¿Qué hacemos con la ropa?” preguntó
El silencio era denso. El aire caliente. Oh, ella sabía lo que hacía. Con tortuosa calma fue jugando con los botones de esa puta camisa, uno a uno, los abrió hasta llegar al último. Si hubiera sido él, estaría a sus pies. Mi única religión, el cuerpo de esa mujer. El ruido de una silla arrastrándose me saco del trance. Él se había puesto de pie, acortando las distancias, tomándola del cuello, besándola con fuerza, abriendo la camisa hasta que esta, al fin, cayó al suelo. Otra vez me quedaba tieso mientras veía como ella le desvestía, como él la alzaba, como la apretaba contra la pared acomodándose entre sus piernas. El odio que sentía me calaba hasta los huesos, me envenenaba con cada beso. Pero no cerré los ojos, no quise hacerlo. La amarró a su cintura, los llevo hasta la cama. Sus embistes eran firmes, lentos. Me consuela pensar que yo soy mejor amante. Me pierdo en la amargura, con cada gemido que esa boca desprende, su piel de hada brilla, toda perlada. Pero lo que más me mata. Ella no cerró lo ojos, ni una sola vez, parecía perdida, absorta en los ojos de él. No era necesario ser un genio, este par estaba perdido el uno en el otro.
Sentía que el espíritu, si es que tenía uno, comenzaba a quebrarse, lo mejor para mí era retirarme. Me senté en los escalones esperando que despuntara el alba. Enorme fue mi sorpresa cuando la vi salir más cargada de lo que había llegado a ese departamento. Guarde silenció esperando a que el incauto despertara. Reí cuando escuché las maldiciones del romeo de cuarta. Así que mi querida huérfanita es una ladronsilla profesional.
CONTINUARA...
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No tenía la más mínima intención en extender esto, pero la historia se esta contando sola y es más larga de lo que quería XDDD