*Aviso de utilidad pública: Esta historia se puede leer por si sola, pero lo cierto es que para mi es la continuación de otra historia, una que se escribí el 2012 para el cumpleaños del señorito. En esos años Odet le dio un final, el cual es precioso! pero, siempre me quedé con las ganas de terminarlo. Entonces, si quieren más contexto bien pueden leer esos dos trabajos, o de plano no XDD (también pueden escucharlo en el canal de Odet)"
Las cosas no habían salido como lo había planificado. El trato era sencillo, yo podía tenerla por el tiempo que quisiera, siempre y cuando ella no pronunciara palabras de amor. Era algo que daba por contado. Tan hijo de puta había sido con ella, que era prácticamente imposible que algo como eso tuviera lugar.
Aun bajo estas circunstancias no puedo evitar sonreír ante los recuerdos. La muy mojigata solía ignorarme delante de los Andrew. Si lo pienso bien, también delante de los Cornwell, de mi hermana, de mi madre. Para luego escalar rejas y árboles hasta montarse en mi cama. Ahhh tan solo pensar en su sexo hace que me ardan las bolas. Me muevo hacia un sector aún más oscuro. Todo en este reino esta rodeado de penumbras, de sombras, pero con ojos en todas partes. Ella era lo único que quería mantener para mí, los estragos que causaba no podía ser información para otros rebelada. Vivimos en un mondo donde las argucias y las puñaladas en la espalda son pan de cada día. Lo sabre yo, que hice uso de mi astucia para escalar a lo más alto, hasta llegar sólo a unos pocos eslabones del Príncipe reinante. Una vez seguro de no ser visto, troné los dedos. Y ahí estaba.
Apretaba con fuerza los labios, así como los parpados. El dosel convulsionaba como si de un terremoto se tratara, el respaldo de la cama se azotaba contra la pared con el vaivén, mientras yo en ella me enterraba. Me había vuelto un voyerista, sufriendo por lo que alguna vez tuve. Lleve la mano al pantalón sacando mi verga ante la visión que había conjurado ante mí. ¿Cuántas veces me había corrido viendo esta mierda? ¿Sería parte de la penitencia que planeara para mi este hijo de perra? Comencé a mover mi mano, como todas las veces anteriores, buscando empatar la loca carrera que llevaba aquella fatídica noche. La última que disfrute junto a ella. ¡Ahí está! el momento en que me acerque a su oído, con la voz llena de risa. Ambos repetimos al unisonó las palabras “No hay nadie en casa” Lamí su oreja, bajé con la lengua hasta su cuello. No estoy ahí, pero puedo sentir su salado sabor. Tomé con fuerza sus nalgas, buscando el ángulo perfecto para clavarme aun más profundo. Ella comienza a gritar, recuerdo como me apretaba por dentro, como palpitaba entera, sus pezones erectos, su nívea piel erizada, sus uñas en mi espalda. Una, dos, tres profundas embestidas, su boca abierta, un grito ahogado, convulsionaba entera. Seguí moviéndome dentro sin dejarle descansar.
“Basta… Neal… Basta, no puedo más” lloriqueaba mientras a duras penas golpeaba mi espalda.
Yo sabía que podía. Había aprendido a contener mi orgasmo, me gustaba llevarla al extremo, castigándola. Solté una nalga para llevar mi mano al punto donde nos conectábamos. Me miró alarmada.
“No…”
Callé su protesta con un húmedo beso. Siento la corriente en mi espalda, estoy por venirme mientras mi yo de aquella época seguía con su juego. Quise evitarlo, pero no pude parar. ¡JODER! ¡La puta que me pario! Candy seguía gritando y yo ya había acabado. Un nuevo movimiento de dedos, en mi mano un par de pañuelos. Limpie mi triste miseria, acomode el pito dentro de los pantalones y me dispuse a mirar con cierto desgano lo que se venía. Mi yo, absolutamente satisfecho, se dejaba caer lánguido sobre ella. Vi como subió sus manos por mi espalda hasta llegar a mi pelo, lo acaricio con mimo, mientras yo me enderezaba mirándole asustado.
“Te amo…” suspiró.
De ahí en más todo se fue a la mierda, no pude ver más, una fuerte luz me encegueció. Acto seguido estaba vestido, en mi despacho, frente al mismo maricón al que le firmara el contrato. Quería llorar, quería gritar, romper todo a mi paso. Mas estaba tieso, gracias a algún hechizo, mirándole con ojos rojos tratando de contener el llanto.
“Tenemos que irnos” hizo un burlón ademan.
“¿Y Candy?”
Sonrió socarrón “Durmiendo en su habitación” comenzó a pasearse a mi alrededor. “Veras, la novia tiene que estar fresca para el gran día, así que se retiro temprano…”
“¡MIENTES!” grite con desespero.
“Soy un maldito, bastardo, un perro infeliz… Me lo dicen a menudo…” se seguía riendo de mi “pero hasta yo tengo un corazoncito” apuntó a su pecho “¿no crees que la pobre ha sufrido lo suficiente? Yo sólo quiero verla feliz”
“MIENTES”
“¿La verdad? Sí” soltó una siniestra carcajada “Me gusta verte sufrir… ¿Quieres saber el nombre de aquella persona?” se acercó hasta quedar a centímetros de mi rostro.
“¡DÍMELO, TE LO EXIJO!”
“Pues no” su risa taladraba mis oídos. “Lo tendrás que imaginar, porque no la veras. No lo permitiré. Nunca más”
Me mantuve en silencio, desde ese momento por lo que parece una eternidad. Aprendí a jugar el juego en este nuevo lugar. Irónicamente, ahora soy yo el que recolecta almas. Haciendo tratos por una eternidad. Observo el inframundo. Bien podría ser el gobernador.
“Podría darte mi reino”
“¿Qué es lo que debo hacer?”
“Un alma debes conseguir…” sonrió misterioso
CONTINUARA…
Aun bajo estas circunstancias no puedo evitar sonreír ante los recuerdos. La muy mojigata solía ignorarme delante de los Andrew. Si lo pienso bien, también delante de los Cornwell, de mi hermana, de mi madre. Para luego escalar rejas y árboles hasta montarse en mi cama. Ahhh tan solo pensar en su sexo hace que me ardan las bolas. Me muevo hacia un sector aún más oscuro. Todo en este reino esta rodeado de penumbras, de sombras, pero con ojos en todas partes. Ella era lo único que quería mantener para mí, los estragos que causaba no podía ser información para otros rebelada. Vivimos en un mondo donde las argucias y las puñaladas en la espalda son pan de cada día. Lo sabre yo, que hice uso de mi astucia para escalar a lo más alto, hasta llegar sólo a unos pocos eslabones del Príncipe reinante. Una vez seguro de no ser visto, troné los dedos. Y ahí estaba.
Apretaba con fuerza los labios, así como los parpados. El dosel convulsionaba como si de un terremoto se tratara, el respaldo de la cama se azotaba contra la pared con el vaivén, mientras yo en ella me enterraba. Me había vuelto un voyerista, sufriendo por lo que alguna vez tuve. Lleve la mano al pantalón sacando mi verga ante la visión que había conjurado ante mí. ¿Cuántas veces me había corrido viendo esta mierda? ¿Sería parte de la penitencia que planeara para mi este hijo de perra? Comencé a mover mi mano, como todas las veces anteriores, buscando empatar la loca carrera que llevaba aquella fatídica noche. La última que disfrute junto a ella. ¡Ahí está! el momento en que me acerque a su oído, con la voz llena de risa. Ambos repetimos al unisonó las palabras “No hay nadie en casa” Lamí su oreja, bajé con la lengua hasta su cuello. No estoy ahí, pero puedo sentir su salado sabor. Tomé con fuerza sus nalgas, buscando el ángulo perfecto para clavarme aun más profundo. Ella comienza a gritar, recuerdo como me apretaba por dentro, como palpitaba entera, sus pezones erectos, su nívea piel erizada, sus uñas en mi espalda. Una, dos, tres profundas embestidas, su boca abierta, un grito ahogado, convulsionaba entera. Seguí moviéndome dentro sin dejarle descansar.
“Basta… Neal… Basta, no puedo más” lloriqueaba mientras a duras penas golpeaba mi espalda.
Yo sabía que podía. Había aprendido a contener mi orgasmo, me gustaba llevarla al extremo, castigándola. Solté una nalga para llevar mi mano al punto donde nos conectábamos. Me miró alarmada.
“No…”
Callé su protesta con un húmedo beso. Siento la corriente en mi espalda, estoy por venirme mientras mi yo de aquella época seguía con su juego. Quise evitarlo, pero no pude parar. ¡JODER! ¡La puta que me pario! Candy seguía gritando y yo ya había acabado. Un nuevo movimiento de dedos, en mi mano un par de pañuelos. Limpie mi triste miseria, acomode el pito dentro de los pantalones y me dispuse a mirar con cierto desgano lo que se venía. Mi yo, absolutamente satisfecho, se dejaba caer lánguido sobre ella. Vi como subió sus manos por mi espalda hasta llegar a mi pelo, lo acaricio con mimo, mientras yo me enderezaba mirándole asustado.
“Te amo…” suspiró.
De ahí en más todo se fue a la mierda, no pude ver más, una fuerte luz me encegueció. Acto seguido estaba vestido, en mi despacho, frente al mismo maricón al que le firmara el contrato. Quería llorar, quería gritar, romper todo a mi paso. Mas estaba tieso, gracias a algún hechizo, mirándole con ojos rojos tratando de contener el llanto.
“Tenemos que irnos” hizo un burlón ademan.
“¿Y Candy?”
Sonrió socarrón “Durmiendo en su habitación” comenzó a pasearse a mi alrededor. “Veras, la novia tiene que estar fresca para el gran día, así que se retiro temprano…”
“¡MIENTES!” grite con desespero.
“Soy un maldito, bastardo, un perro infeliz… Me lo dicen a menudo…” se seguía riendo de mi “pero hasta yo tengo un corazoncito” apuntó a su pecho “¿no crees que la pobre ha sufrido lo suficiente? Yo sólo quiero verla feliz”
“MIENTES”
“¿La verdad? Sí” soltó una siniestra carcajada “Me gusta verte sufrir… ¿Quieres saber el nombre de aquella persona?” se acercó hasta quedar a centímetros de mi rostro.
“¡DÍMELO, TE LO EXIJO!”
“Pues no” su risa taladraba mis oídos. “Lo tendrás que imaginar, porque no la veras. No lo permitiré. Nunca más”
Me mantuve en silencio, desde ese momento por lo que parece una eternidad. Aprendí a jugar el juego en este nuevo lugar. Irónicamente, ahora soy yo el que recolecta almas. Haciendo tratos por una eternidad. Observo el inframundo. Bien podría ser el gobernador.
“Podría darte mi reino”
“¿Qué es lo que debo hacer?”
“Un alma debes conseguir…” sonrió misterioso
CONTINUARA…
Última edición por cilenita79 el Mar Abr 21, 2020 7:50 pm, editado 1 vez