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Capítulo 1 aquí
Capítulo 3 Aquí
Ch2 Burning Hearts
Lista chicas ya va a llegar nuestro invitado apuraba Temperance a las demás mientras acomodaba el servicio de té en la mesa especial de manera ceremoniosa. Le encantaba prestar especial atención al detalle en un mundo fuera de control, era la forma en la que de algún modo podía canalizar su poder de observación sin afectarse ella misma o alguien más, prefería contribuir a que las cosas quedaran lindas y dispuestas para el disfrute de todos en este caso de su amado emperador que llegaría en cualquier momento. ya que sus alas constantemente hacían ruido delatando su gran emoción y nerviosismo.
Mist y Maegalle sonreían a Temperance la reina de oros mientras le ayudaban a que todo estuviera perfectamente dispuesto. Las más pequeñas de las divinas místicas estaban divertidas a la expectativa de los acontecimientos de esa noche. La lección a cargo de Psyquie la reina de copas era un punto importante, más bien crucial para recordarle uno de los propósitos por los que había decidido Terry enfrascarse en el crecimiento de su alma en primera instancia.
No había que dejarse engañar por la aparente rigidez que Psychie proyectaba, ya que dotada de alta sensibilidad era capaz de nutrir el alma del más puro amor, conectarse con las emociones de las personas psíquicamente para atraer amores del pasado y memorias emocionales transmutando las sensaciones negativas, en realidad le dolía el dolor ajeno más que a cualquiera por eso mismo no se permitía demostrar siempre lo que sentía.
Moira, guardiana del destino acababa de tener una discusión con su compañera, ya que discordaban siempre que se hablaba de corazones cada una apasionada en su tema. La princesa de oros defendía la importancia e injerencia que tenía el destino en la vida de los mortales en este caso en la vida de Terry. Psychie difería en ese concepto.
—El destino no te rige, el destino te muestra opciones y “ella” es la clave para el crecimiento de su alma aunque chilles y hagas berrinche — le refutaba a su divina compañera quien hacía muecas de exasperación desde donde se encontraba de pie observando por la ventana. Ella veía otras posibilidades para el emperador, pero bien sabía que en el corazón de este estaba incrustada esa alma pecosa a la que había sido unido desde el principio de los tiempos.
La campanilla del Mandala sonó alegremente dándole la bienvenida a la elegante reina de espadas ¿Ahora qué sucedió no les bastó con la mojada del otro día? Ustedes dos son un caso perido y no quisiera recurrir como Fedra a la ley del espejo, pero…— fue interrumpida por un fuerte aleteo desde afuera Laera y Fedra las divinas místicas del fuego habían sido las encargadas en esa ocasión de ir por el alma de Terry y prepararlo para el reto.
Su porte regio, su cabellera algo alborotada por el viaje en el león alado de la reina de bastos y con su mirada de cobalto recorrió el Mandala, las Divinas Místicas y sus invitadas de honor esperaban ansiosas su llegada. No encontraba la manera de darles a conocer todo lo que para él significaba que estuvieran ahí partiéndose la cara por ayudarlo. Si pudiera les besaría gustoso la mano a cada una de ellas.
Laera y Fedra obviamente percibían los ánimos caldeados de las apasionadas féminas encerradas en cuerpos humanos con un solo propósito. Fedra sonrió divertida y con paso decidido camino a la gran rockola en la esquina del Mandala dirigiendole una mirada de complicidad a Terry. Justamente la plática previa a su arribo se había centrado en vivir la vida con nuevos ánimos, agradeciendo el estar vivo y más que nada ser libre de tomar tus propias decisiones, ser dueño de tu propio destino viviendo en agradecimiento.
Los acordes de una sensual canción empezaron a sonar. Terry sacó un cigarrillo a manera lenta casi al ritmo de los acordes caminó hasta donde se encontraba Fedra quien sacó una flama de su dedo. Él tomó la femenina mano entre las suyas para encenderlo regalándole su irresistible combo de ceja levantada y sonrisa de medio lado dándole a saber que había captado su mensaje, Antes de empezar a recitar con su profunda voz -que embelesaba los sentidos de mortales y divinas por igual- los primeros versos de la canción que sonaba en la rockola.
Feeling good de Nina Simone.
Recorrió la sala pasando con cada una de sus Místicas haciendo despliegue de virilidad con movimientos elegantes entre bailando y caminando...
— Birds flying high you know how I feel — dirigiéndose hacia el fondo donde se encontraba Temperance mientras le rozaba la mejilla con el dorso de su mano.
— Sun in the sky you know how I feel — Tomó por la barbilla a Moira,
—Breeze driftin' on by you know how I feel —le guiñó el ojo a la pequeña Mist
Dirigió su deslumbrante sonrisa a las hermosas invitadas místicas a su alrededor llevando su mensaje contagioso de renovación y agradecimiento. Era la manera que él tenía de decir gracias a Cherry, Rossy, Doralix, Magnolia, Palas, Shey, EFantasía y a sus porristas por hacer lo que hacían por estar ahí con él y para él.
—It's a new dawn— besó la mano de Maegalle.
—It's a new day— continúo cantando y enamorando con sus movimientos a cada una de las presentes que se deshacían al tenerlo tan cerca con el derroche de feromonas exudando de su emperador.
— It's a new life for me yeah— estiro la mano rápidamente para lograr detener la caída de Dení su fotógrafa personal quien había tropezado al verlo tan cerquita.
It's a new dawn, it's a new day, it's a new life for me
Ouh
And I'm feeling good
Al llegar frente a Psychie le ofreció coqueto, un cigarrillo que retiró juguetón para después volvérselo a ofrecer. La reina lo aceptó, sabía que era su chico.
Retuvo el cigarrillo entre sus labios y tomando por sorpresa primero a la despistada de Laera y después a Lexi las hizo girar simultáneamente sobre sus ejes para terminar con una inclinación ante sus bellas damas. Le dio la última calada al cigarro y al exhalar, concluyó.
—Estoy listo para mi reto —
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[/color]Lista chicas ya va a llegar nuestro invitado apuraba Temperance a las demás mientras acomodaba el servicio de té en la mesa especial de manera ceremoniosa. Le encantaba prestar especial atención al detalle en un mundo fuera de control, era la forma en la que de algún modo podía canalizar su poder de observación sin afectarse ella misma o alguien más, prefería contribuir a que las cosas quedaran lindas y dispuestas para el disfrute de todos en este caso de su amado emperador que llegaría en cualquier momento. ya que sus alas constantemente hacían ruido delatando su gran emoción y nerviosismo.
Mist y Maegalle sonreían a Temperance la reina de oros mientras le ayudaban a que todo estuviera perfectamente dispuesto. Las más pequeñas de las divinas místicas estaban divertidas a la expectativa de los acontecimientos de esa noche. La lección a cargo de Psyquie la reina de copas era un punto importante, más bien crucial para recordarle uno de los propósitos por los que había decidido Terry enfrascarse en el crecimiento de su alma en primera instancia.
No había que dejarse engañar por la aparente rigidez que Psychie proyectaba, ya que dotada de alta sensibilidad era capaz de nutrir el alma del más puro amor, conectarse con las emociones de las personas psíquicamente para atraer amores del pasado y memorias emocionales transmutando las sensaciones negativas, en realidad le dolía el dolor ajeno más que a cualquiera por eso mismo no se permitía demostrar siempre lo que sentía.
Moira, guardiana del destino acababa de tener una discusión con su compañera, ya que discordaban siempre que se hablaba de corazones cada una apasionada en su tema. La princesa de oros defendía la importancia e injerencia que tenía el destino en la vida de los mortales en este caso en la vida de Terry. Psychie difería en ese concepto.
—El destino no te rige, el destino te muestra opciones y “ella” es la clave para el crecimiento de su alma aunque chilles y hagas berrinche — le refutaba a su divina compañera quien hacía muecas de exasperación desde donde se encontraba de pie observando por la ventana. Ella veía otras posibilidades para el emperador, pero bien sabía que en el corazón de este estaba incrustada esa alma pecosa a la que había sido unido desde el principio de los tiempos.
La campanilla del Mandala sonó alegremente dándole la bienvenida a la elegante reina de espadas ¿Ahora qué sucedió no les bastó con la mojada del otro día? Ustedes dos son un caso perido y no quisiera recurrir como Fedra a la ley del espejo, pero…— fue interrumpida por un fuerte aleteo desde afuera Laera y Fedra las divinas místicas del fuego habían sido las encargadas en esa ocasión de ir por el alma de Terry y prepararlo para el reto.
Su porte regio, su cabellera algo alborotada por el viaje en el león alado de la reina de bastos y con su mirada de cobalto recorrió el Mandala, las Divinas Místicas y sus invitadas de honor esperaban ansiosas su llegada. No encontraba la manera de darles a conocer todo lo que para él significaba que estuvieran ahí partiéndose la cara por ayudarlo. Si pudiera les besaría gustoso la mano a cada una de ellas.
Laera y Fedra obviamente percibían los ánimos caldeados de las apasionadas féminas encerradas en cuerpos humanos con un solo propósito. Fedra sonrió divertida y con paso decidido camino a la gran rockola en la esquina del Mandala dirigiendole una mirada de complicidad a Terry. Justamente la plática previa a su arribo se había centrado en vivir la vida con nuevos ánimos, agradeciendo el estar vivo y más que nada ser libre de tomar tus propias decisiones, ser dueño de tu propio destino viviendo en agradecimiento.
Los acordes de una sensual canción empezaron a sonar. Terry sacó un cigarrillo a manera lenta casi al ritmo de los acordes caminó hasta donde se encontraba Fedra quien sacó una flama de su dedo. Él tomó la femenina mano entre las suyas para encenderlo regalándole su irresistible combo de ceja levantada y sonrisa de medio lado dándole a saber que había captado su mensaje, Antes de empezar a recitar con su profunda voz -que embelesaba los sentidos de mortales y divinas por igual- los primeros versos de la canción que sonaba en la rockola.
Feeling good de Nina Simone.
Recorrió la sala pasando con cada una de sus Místicas haciendo despliegue de virilidad con movimientos elegantes entre bailando y caminando...
— Birds flying high you know how I feel — dirigiéndose hacia el fondo donde se encontraba Temperance mientras le rozaba la mejilla con el dorso de su mano.
— Sun in the sky you know how I feel — Tomó por la barbilla a Moira,
—Breeze driftin' on by you know how I feel —le guiñó el ojo a la pequeña Mist
Dirigió su deslumbrante sonrisa a las hermosas invitadas místicas a su alrededor llevando su mensaje contagioso de renovación y agradecimiento. Era la manera que él tenía de decir gracias a Cherry, Rossy, Doralix, Magnolia, Palas, Shey, EFantasía y a sus porristas por hacer lo que hacían por estar ahí con él y para él.
—It's a new dawn— besó la mano de Maegalle.
—It's a new day— continúo cantando y enamorando con sus movimientos a cada una de las presentes que se deshacían al tenerlo tan cerca con el derroche de feromonas exudando de su emperador.
— It's a new life for me yeah— estiro la mano rápidamente para lograr detener la caída de Dení su fotógrafa personal quien había tropezado al verlo tan cerquita.
It's a new dawn, it's a new day, it's a new life for me
Ouh
And I'm feeling good
Al llegar frente a Psychie le ofreció coqueto, un cigarrillo que retiró juguetón para después volvérselo a ofrecer. La reina lo aceptó, sabía que era su chico.
Retuvo el cigarrillo entre sus labios y tomando por sorpresa primero a la despistada de Laera y después a Lexi las hizo girar simultáneamente sobre sus ejes para terminar con una inclinación ante sus bellas damas. Le dio la última calada al cigarro y al exhalar, concluyó.
—Estoy listo para mi reto —
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CICATRICES DE UN ALMA REBELDE
Capítulo 2
"Burning Hearts"
"Burning Hearts"
–Pero Candy ¿qué se supone que debo hacer si te descubren?
–Nada, fingir que no sabes nada – Le dijo la rubia a la pelinegra cerrándole un ojo y sacando su lengua a manera divertida. Amaba a su amiga, pero le daba ternura ver como se preocupaba por ella, a veces se imaginaba que en vez de tener dieciséis años tenía ochenta y tal vez sería mejor amiga de la tía abuela. Annie su amiga de la infancia, pero siempre tan reprimida en todo, constantemente seguía las reglas, incluso cuando fue obligada por su madre a aleajrse de Archie su amor platónico de toda la vida porque ya sabía de alguna manera lo que vendría.
– Pero ¿y si Archie se entera? – A la rubia le rechinaron los dientes al escuchar la pregunta. Decidió ignorarla, no permitiría que nada ni nadie le estropeara su escapada. Continuó sacando la cuerda de debajo de su cama mientras observaba a Annie elevar una plegaria por enésima vez en la noche – Última llamada, dime, ¿quieres venir o prefieres quedarte aquí y preocuparte mientras me divierto? – La mirada suplicante le dio la respuesta final.
La pequeña chica se acomodó su bolso en la espalda con cuidado que sus preciados contenidos no se fueran a caer, mientras bajaba ágilmente por la cuerda perdiéndose en la oscuridad que ya empezaba a cubrir el bosque del internado para señoritas en el que el tío William la había recluido.
Decían que esos ritmos no eran para la gente decente, una señorita jamás debería tener contacto alguno con un chico y mucho menos con uno del tipo que estuviera en un baile clandestino. La brecha entre adultos y jóvenes siempre había sido algo común entre generaciones, pero en 1954 esta parecía más como el Gran Cañón que como una simple diferencia de edades. La mentalidad entre los adultos de la postguerra chocaba constantemente con la juventud rebelde que quería expresarse y celebrar la vida con ritmos que iban específicamente dedicados a ese sector de la población. Muchos de ellos habían crecido en un ambiente de conflicto bélico y en el Rock & Roll los adolescentes habían encontrado una manera para desahogarse sanamente a pesar de lo que la mayoría de los adultos pensaba. Era una manera de disfrutar y sublevarse ante las imposiciones del recato. Las chispeantes hormonas propias de la edad se aceleraban bullendo en su interior buscando un alivio a la presión que ejercían en los vibrantes cuerpos en proceso de desarrollo. Para Candice White Andrey hija adoptiva del muy misterioso y millonario Tío William era la manera de vivir su vida bajo sus condiciones, al menos mientras encontraba una alternativa al mapa trazado que al parecer ya le tenía preparado la cabeza del clan.
Se deleitaba bajo la luz de la luna, recorriendo los jardines del majestuoso colegio percibiendo el aroma de las hierbas y florecillas que al igual que ella se sentían libres para desplegar sus exuberantes fragancias bajo la protección de las estrellas. El ritual siempre era el mismo, se escabullía sigilosamente desde su habitación y corría a treparse al árbol más alto. Ahí con la brisa acariciando sus rizos su mente divagaba al que ella consideraba su hogar y a las personas que por ahí habían pasado dejándole una huella indeleble y añorante.
Sus escapadas nocturnas habían empezado casi a la par de haber llegado de Charleston, Carolina del Sur. La hermana Margaret siempre le había aconsejado ser ella misma, seguir su corazón. Esa monja amorosa y de alma rebelde al igual que ella, la había hecho sentirse como en familia ya que le recordaba a sus madres del Hogar de Pony. Le dolía saber que por su constante oposición a las normas sin sentido habían terminado por alejarla de ella, de su protección y consejo dejándole en su lugar un sentimiento de desasosiego, incrementando aún más sus ganas de querer insurreccionarse ante cualquier provocación. Sus constantes protestas a pesar de estar bien fundamentadas, lo único que habían ocasionado era que corrieran a la religiosa por siempre intentar justificarla, o bueno que la transfirieran al colegio hermano con sede en Londres.
En este "nuevo" colegio las clases especiales para señoritas eran más que las que recibiera antes. Ese colegio en particular se especializaba en crear esposas perfectas que supieran el manejo de un hogar y la manera correcta de tratar a sus maridos. Candy sentía que cada clase que tomaba intentaba robarle un pedazo de su alma, pretendían que olvidase su personalidad y antepusiera los deseos de su futuro esposo a los propios. Se le antojaban como pensamientos retrógrados que le robaban el color, agotaban su oxígeno y si ella lo permitía, terminarían por convertirla en una abnegada esposa.
Un día deambulando por los cuartos de servicio escuchó una música que inmediatamente la hizo sentirse viva. Robín, la chica de color que varias veces había visto encargada de recoger el comedor después de cada comida lavaba los trastes, limpiaba y lo hacía con total alegría disfrutando de su música, moviéndose, contoneándose de un lado para otro.
Para qué era la vida si no para disfrutarla, ahí lo recordó, había estado demasiado enfrascada en complacer a “su salvador” quién la había rescatado de los malos tratos de los Leagan dándole nuevas expectativas de una vida con oportunidades inimaginables. Todo eso había sido cortado de tajo al traerla de vuelta a Memphis. No reconocía a este Tío Abuelo que había decidido arrancarle dichas opciones. Estaba enojada consigo misma, se había convertido en una abnegada hija.
La amistad entre ella y Robin se había dado de manera natural, cada vez que podía se escapaba al cobertizo para escuchar la música que ella le compartía y de paso le enseñaba a bailar. La manera desparpajada en la que su curvilínea amiga meneaba sus caderas le fascinaba. Los movimientos cadenciosos la hacían sentirse en contacto con su femineidad. La música hacía eco con los tambores de su corazón despertando a su adormecida criatura salvaje. Se abrazaba acariciándose a sí misma para sentirse viva. No era una muñeca de aparador para que la tuvieran ahí de adorno o siguiendo órdenes, era alguien con mente propia y quería poder tomar sus propias decisiones con respecto a su vida.
Uno de esos días en los que paseaba observó a su amiga guardar algo en su bolso muy sospechosa.
— ¡Bu! — la espantó, Robin saltó tan alto que le pareció haber dejado las uñas clavadas en el techo.
—¿Que traes ahí? — sonreía juguetona.
—Mi vestido que voy a usar esta noche — respondió la morena en tono misterioso y divertido.
—¿Vestido? — Está hermoso dijo admirando a confección y los exquisitos detalles ¿a dónde vas? — la curiosidad de la rubia estaba llegando a niveles insospechados.
—Hoy es noche de baile amiga — sus hermosos ojos avellana brillaban con emoción y picardía.
—¿Un baile dices? —
—Sí. —
— ¿Y habrá chicos? ¿Te verás con Charlie? — preguntaba entusiasmada, relamiéndose los labios de recordar alguno de los relatos de su amiga y sus fortuitos encuentros con su novio. Las candentes confesiones siempre lograban provocarle cosquillas, le hacían pensar en las infinitas posibilidades de cambiar su destino. Era casi ilógico, pero en verdad moría de ganas por asistir, algo o alguien la estaba llamando.
— Sí y una banda de verdad— Contestó contagiándose de la emoción que irradiaba la rubia.
—Tengo que ir, me ahogaré, me apagaré hasta que el fuego que siento dentro de mí se extinga por completo— suplicó apesadumbrada creyendo firmemente que si no aprovechaba esta oportunidad terminaría muerta en vida como lo había planeado su familia adoptiva.
—No, ¿estás loca?, ¿sabes lo que puede pasar si te atrapan? — Su anterior excitación fue súbitamente sustituida por pavor.
— ¡Pues me expulsan y ya! y yo igual ni quiero estar aquí. Por favor amiga sabes que me muero estando aquí encerrada. ¿Puedo ir por favor por favor?
Unió sus manos suplicantes y con sus esmeraldas brillando detrás de sus espesas pestañas, ya no tuvo que decir más.
OoOoOoOoOoOoOo
Siguió a Robin por las calles que rápidamente se oscurecían ante la caída del atardecer su cabello oculto bajo una mascada que tuvo que ponerse ante la insistencia de su amiga.
— ¡Ya no me sigas retando o te quedas! ¿Qué no entiendes que alguien de tú clase no sería bien recibida por estos rumbos? — final de la discusión.
—¿Cuándo aprenderás Robín que yo no pertenezco a esa clase que tanto mencionas? En fin, creo que he pasado ya mucho tiempo bajo el cobijo de los Andrey así que estoy lista para sacudirme la polilla — dijo meneándose alocadamente como para exorcizar sus demonios.
Robin quería reprenderla, pero la realidad era que se veía tan graciosa que no podía dejar de reír.
Sintió una mirada penetrante sobre ella, volteó al escuchar un ruidoso motor y solo alcanzó a ver la espalda de un chico que se alejaba rápidamente en una motocicleta y cuya larga cabellera castaña volaba rebelde al viento. Candy sintió que su corazón se aceleraba sin saber a ciencia cierta el motivo.
La energía que se percibía en el ambiente era indescriptiblemente excitante. Decenas de alborotados adolescentes con las hormonas exacerbadas se daban reunión en las instalaciones de una fábrica abandonada. Una banda se disponía a tomar su lugar sobre un improvisado escenario se afanaban en afinar sus instrumentos para dar comienzo a la velada.
Los chicos lucían encopetados pompadours, portaban pantalones y sacos; las damas con vestidos de vuelos que morían por ser desplegados en pleno al girar por los aires en piruetas atrevidas. Los jóvenes que ahí se daban cita no provenían de las familias más poderosas, ni de los barrios más respetables, pero sus atuendos eran formales según las posibilidades dándole la importancia a la ocasión como lo requería el evento. Se podía ver una mezcla interracial poco común para la época en donde las leyes de segregación aumentaban la fricción entre estadounidenses de raza negra y blanca, Pero algunos de ellos dejaban de lado las rencillas clasistas y se unían por la música.
Este hecho contribuía a hacer de este un baile clandestino ya que en varias partes del país sobre todo en las áreas más conservadoras del sur, el Rock & Roll, como música pero sobre todo como movimiento de protesta era prohibido, la mezcla de razas era prohibida y los jóvenes hartos de tanta represión gozaban rebelándose al poner sus cuerpos a disposición del pegajoso ritmo.
Vestido me manera impecable con un pantalón negro perfectamente confeccionado con amor, camisa blanca y saco azul hizo su entrada el chico por el que la mayoría de las féminas del lugar suspiraban. Candy no fue la excepción, de inmediato se sintió atraída cual magneto del polo opuesto a los bellos cobaltos enmarcados por espesas cejas, una de las cuales se elevó al igual que la comisura izquierda de los apetecibles labios del joven que, aunque estaba a considerable distancia de donde ella se encontraba podía percibir un cierto aire familiar que exudaba de su aura.
—Charlie te presento a Candy, ¿Candy? — La rubia escuchaba su nombre a la lejanía, pero en realidad de la única persona cuyos labios deseaba que pronunciaran su nombre se encontraba justo en línea recta a unos cuantos metros de ella y al parecer tampoco podía alejar su vista de ella.
La pasión que James sentía por el baile era solo equiparable a la emoción que le daba el desarmar y reconstruir motores, eran unos verdaderos rompecabezas que gustaba de ensamblar por tiempo indefinido. Lo que esta chica de rubios tirabuzones y enigmáticos ojos verdes le había removido era una amalgama de ambas. Se sentía atrapado en una vorágine de emociones que le hacía perder el piso y al mismo tiempo sentirse bien plantado en este. La música dio comienzo en ese justo momento los primeros acordes de “Johnny Be Good” se escucharon y sin pensárselo dos veces se dirigió a la diosa del viento causante de semejante remolino lanzando la petición implícita en su mirada, no, de ninguna manera “el inglés” haría una petición, se trataba de una orden en la flama de sus cobaltos que no daba lugar a la objeción. La asió por la cintura y con su infaltable guante en la mano izquierda la tomó de la mano para empezar una serie de movimientos cadenciosos que la incitaban a seguirle el paso.
Se había equivocado por completo, esos ojos no eran un enigma, al contrario, no escondían absolutamente nada, eran cristalinos reflejos del alma de su dueña y él se veía reflejado en ellos, al mismo tiempo ese pequeño cuerpo era el de una ninfa traviesa la sinuosidad de sus movimientos tan perfectamente acoplados con él era fuego puro en la pista. Debajo de ese vestido blanco de negros lunares había una divina diosa esperando ser liberada. James jamás se había acoplado tan bien con alguien antes. Habían iniciado un diálogo con sus cuerpos al compás de la música. Un intercambio acelerado de brincos y piruetas que los que conocían a James, sabían que no siempre ejecutaba al no encontrar parejas competentes con quienes poderlas llevar a cabo con éxito y sí es que lo hacía, debía cambiar de pareja ya que no había quien le aguantara el paso, ni en pericia, ni en energía. Sin embargo, con esa pequeña pecosa, ni siquiera había dudado que lograría realizarlas. Definitivamente tenía cierta chispa combativa que le enganchaba. La manera como se dejaba guiar, pero al mismo tiempo proponía con su mirada, era una excelente compañera y a juzgar por la manera en la que otros jóvenes la veían estaría loco de dejarla suelta para que eligiera a alguien más para bailar. Lanzó una mirada de advertencia, dirigida a los depredadores a su alrededor, haciendo un silencioso reclamo que marcaba su territorio, había decidido que esa chica era…
Era el motivo que necesitaba, era parte de su origen —¿Pero qué rayos me pasa de dónde ha salido eso? ¿Parte de mí origen? ¡Bah! Como si en realidad lo supiera— No sabía de qué manera, pero no tenía duda alguna que ella, esa pequeña pecosa formaba parte del rompecabezas de su vida. La magnitud de lo que le estaba provocando ese torbellino pecoso con su vaivén de caderas lo descolocó, eran sus ojos, su aroma…
—¡Agh! — James meneó la cabeza perdiendo el paso por una fracción de segundo lo cual fue suficiente para que Candy se estrellara contra su pecho.
—¿Qué te pasa, estás bien? — la preocupación en el rostro de su compañera de baile lo hizo sentir vulnerable, un sentimiento del todo inaceptable para él.
—¿Disculpa? Sí lo que pretendías era abrazarme podrías haberlo pedido lindura, deberás esperar un poco más las canciones lentas vienen al final y de una vez te advierto que no son mi estilo así que tendrás que buscarte otra pareja. — ¡Pero qué estupidez!, si moría por sentirla más de cerca. Bueno, qué más daba, ya estaba hecho ahí en la preciosa carita se dibujaba la incredulidad, la señal inequívoca de que ya había caído -como todos los que pretendían acercársele- al vacío del precipicio que rodeaba resguardando su corazón flotante dentro de su pecho
—Pero que engreído que has resultado, ¿quién te dijo que yo querría bailar canciones lentas contigo? —
—Ah entonces lo tuyo es la acción eh, haberlo dicho antes, conozco algún lugar donde podríamos estar a solas. —sonrió malicioso.
—¿Perdón? Habrase visto semejante imbécil — no podía creer lo que le estaba diciendo, este joven con quien había disfrutado bailar hasta ese momento, levantó su mano con la firme intención de propinarle una cachetada, pero James fue más rápido y alcanzó a tomarle la muñeca regalándole una sonrisa irónica antes de soltarle bruscamente la mano. Candy lo volteó a ver altanera, tal vez no era quien ella había pensado, que gran decepción — Y que te quede claro, por supuesto que elegiré a alguien más de pareja— a punto estaba de retirarse cuando se escucharon unas sirenas a lo lejos.
—¡LA POLICIA! — irrumpió alguien en el micrófono. Se desató el caos, fue hasta ese momento que Candy recordó en dónde estaba y que había llegado ahí con Robin volteó a buscarla desesperadamente entre la multitud que corría de un lado a otro.
— ¡Vámonos James! — Un chico pelirrojo le gritaba a su excompañero de baile y la rubia sintió que el alma se le iba del cuerpo, todo ese tiempo bailando no habían intercambiado palabra alguna hasta que tuvieron ese tropiezo, ni siquiera se habían dicho sus nombres y él le parecía tan familiar solo con alguien había sentido eso antes, una conexión más allá de las palabras.
—¡James! — dijo ella muy bajito, para sí misma. Todos huían como desesperados de aquél lugar alcanzaba a ver las sirenas de las patrullas que se estacionaban, todos huían excepto James que seguía junto a ella, le decía algo, pero todo estaba en cámara lenta.
— ¡Ven pecosa, ven conmigo! — Candy seguía sin reaccionar, así que sin esperar un minuto más la tomó de la mano y la guio, más bien la jaló hasta quedar detrás de unos paneles que apenas los cubrían a los dos.
— Me pareció ver a unos que se fueron por acá— escucharon que decía uno de los oficiales que apenas lograron evadir.
— ¡Agáchate!— le dijo el inglés al tiempo que la empujó con la enorme mano en su cabeza hacia abajo y la atrajo hacia su pecho para ocupar menos espacio como si fuera una cobija protectora. Ahora estaba él en cuclillas y ella en medio de sus piernas con la cara en su pecho.
Habría protestado en cualquier otro momento, pero su aroma, la cercanía de sus cuerpos, el toqueteo constante entre ellos mientras bailaban, había hecho mella en ella, había logrado un efecto embriagador, era tóxico y adictivo, era reconfortante, era un aroma conocido, era regresar a casa. La intensidad de la adrenalina bombeando por su sistema le enrojecía las mejillas, las pequeñas pecas como besos del sol que él quería devorar una a una.
El inconfundible ruido de las detonaciones de unos petardos lo regresó al presente. Los policías se dirigieron hacia afuera pues la charada había funcionado dándoles algo de valioso tiempo para emprender la escapatoria.
— ¡Gracias Cookie! — Dijo primero dirigiendo una mirada rápida hacia el lugar de donde provenían las detonaciones y después volteándola a ver con sus perturbadores ojos azul profundo y sonriendo de nueva cuenta petulante, irresistible y engreído — ¡Vamos te llevaré a tú casa! — de un tirón la puso de pie y la llevó hasta una moto que aguardaba en una especie de callejón escondido detrás de la estructura que había servido de salón de baile.
—¿En eso? ¿Me, me llevarás en esa moto? — preguntó por demás sorprendida.
—Por supuesto, a menos que quieras caminar, en cuyo caso espero que vivas cerca— James puso los ojos en blanco, pues a juzgar por su apariencia se notaba que no era del barrio, sin mencionar que él conocía a la mayoría de las chicas de su vecindario y esta pecosa no era alguien que le habría pasado desapercibida. Encima de todo, ahora debía convencerla que era seguro subirse con él. —Mira, te pue.. — empezó decir, pero el rostro de Candy se iluminó, mientras ya estaba sacudiendo manos y caderas al ritmo de su propia música interna, haciendo un bailecito que le pareció ridículamente encantador.
—Siempre he querido subirme a una de estas — dijo aplaudiendo como una pequeña niña a la que se le ofrece una gran bolsa de deliciosas golosinas. Esa imagen le provocó al inglés una punzada en su cabeza que de nueva cuenta se sacudió.
De manera desparpajada, se levantó el vestido para pasar la pierna del otro lado y se abrazó a la cintura del apuesto joven con quien había bailado increíblemente bien. Pegó su mejilla a la masculina espalda y se permitió cerrar los ojos para disfrutar la excitante y a la vez reconfortante sensación que la cercanía de James le provocaba.
En el trayecto, Candy debía hablarle cerca del oído para darle indicaciones en cuanto a su destino. Esa intimidad, el tenerla así pegada a su espalda, sentir sus pequeñas manos apretando su cintura con fuerza y la determinación que había mostrado en cada uno de los silenciosos desafíos lanzados por él al ejecutar los pasos de baile lo tenían al borde del abismo, la maravillosa incertidumbre lo hacía querer conducir por siempre con ella así o más bien detener el curso y besar esos tiernos labios que rozaban el lóbulo de su oreja cada vez que le hablaba.
—El colegio se encuentra al pasar esa colina — notó en la voz un cierto tono de decepción que de igual manera se le figuró al de una pequeña. Se detuvo abruptamente y la cara de Candy se estrelló de lleno en su espalda, desmontó y sin esperar a que ella hiciera lo propio volvió a montar frente a ella y en un impulso incontrolable la estrechó entre sus brazos apoderándose de su boca, introduciendo su intempestiva lengua dentro de ella, masajeándola, saboreándola con todo el pleno de sus papilas gustativas. Las manos de Candy subieron por los omóplatos acariciando a su paso el cuerpo que había deseado sentir toda la noche desde que cayera bajo el embrujo de los cobaltos hechiceros. Jamás había bailado de esa forma con nadie, ¡diablos!, si ni siquiera sabía que era capaz de hacerlo, pero con él, con esa poderosa fuerza vital que James le transmitía sabía que era capaz de todo. Él avivaba esa flama que sentía se quería extinguir, la alentaba a elevarse con la fuerza de una hoguera inagotable.
En esa posición con la falda subida, revelaba los níveos muslos que quedaban al descubierto y para James estaban resultando una tentación demasiado poderosa de resistir. Pobar a esa señorita pecas era fuego líquido recorriéndole las venas, acumulándose particularmente en un punto específico en su entrepierna.
Candy sentía la potente motocicleta entre sus piernas y se descubrió con la necesidad de querer sentir algo más ahí. A James, quería a James ahí donde la tela de sus panties se empezaba a humedecer. Las pieles hervían con un calor abrasador que les quemaba y reconfortaba a partes iguales.
—James, te he extrañado— El inglés detuvo el beso y recargó su frente en la cabeza de Candy se separó de ella lo suficiente como para verla a los ojos y ahí algo sucedió, se perdió en la energía que emanaba de sus pupilas y el destino eligió ese momento para regalarle un fragmento de su historia.
—¡Ah! — Sintió un estallido en su mente. Una pequeña niña pecosa con rulos dorados y nívea piel lo invitaba a subir a un enorme árbol. Una migraña insoportable lo atacó de repente mermando su anterior excitación, la tomó de la cintura sin decir más nada bajándola de la moto y arrancó sin decir más dejando tras de sí a una bella joven completamente desconcertada, indignada y con ganas de más, mucho más.
El colegio se veía como un punto iluminado, sabía que muchas cosas de las que hacía no iban de acuerdo con su estatus de señorita, pero en este único aspecto le daba la razón a su prima Eliza, “Ella nunca sería una dama de sociedad” y el motivo real detrás de esta afirmación, era que no se le daba la gana serlo. No sí tendría que pedir permiso para tomar cualquier decisión en su vida, no sí esto significaba ir en contra de los deseos de su alma y la gota que había derramado el cántaro había sido el estúpido compromiso con Archie a quien antes había considerado casi su cómplice, pero ahora, después del decreto por parte del Tío Abuelo, se había tornado imposible de tratar queriendo saber cada paso que daba. Mucho menos no después de esa noche mágica en la que le había parecido que había estado en presencia de él, su niño rebelde del Hogar de Pony a quién tanto había buscado.
CONTINUARÁ...
Fic escrito en conjunto por Las Divinas Místicas de Terry para La GF2020
Portada por La Divina Mist\Byul Hye
Capítulo e Introducción por Fedra\Elby8a
Última edición por Elby8a el Dom Abr 12, 2020 1:45 pm, editado 3 veces
Muy buen capítulo, pero me dejas con varias dudas que necesito sean resueltas, jajaja, todo quiero... Gracias Elby, esperaré paciente por más capítulos.
que hermoso fic, me tienes enganchada. Son tan maravillosas tus letras que no puedo esperar para seguirte leyendo. 
Pero inclusive así decide ir al baile clandestina con Robin.
jaja... y Candy que no se puede quedar callada y le contesta que es un petulante engreído. 
Luego les cae la policía y pues claro Candy ¿cómo iba a saber que hacer?, ya que era la primera vez que iba a un baile clandestino... no encontrando a su amiga, James la jala y la esconde... pero de qué manera. 
que para la época y su posición no es para nada lo que se esperaría de ella, pero estaba ante James y sus encantos... 
Así ¿cómo? son jóvenes y es mucha la tentación... Terry comienza a besarla como si no existiera un mañana y luego le ve los muslos, la posición en la que están y Candy comienza a hacer lo propio. 
no me queda más que aplaudir, por tan maravillas letras e increíbles descripciones que me llevan al momento mismo de lo que estoy leyendo. 
