Portada elaborada por Mist/Byul Hye
Era de noche, todas las Divinas estaban en el Mandala Café, era necesario revisar los avances logrados en pro del bienestar del Emperador, quién en los últimos días estaba encantado de estar con las hermosas mujeres, que además de momentos divertidos, le brindaban el calor de una familia, a pesar de los retos a los que cada dueto de Místicas le imponía para transmutar sus pensamientos y sentimientos.
El trabajo no sólo se enfocaba a las habilidades de cada elemento, era una conjunción de todos los poderes, dado que cada una de las Divinas complementaba la unidad que poco a poco iban cambiando el destino por él, si por Terry a través de la aceptación de él mismo, el camino no había sido fácil, pero con la ayuda de ellas el chico sentía que cada una de ellas le había transmitido valor, humildad, agradecimiento, entre otros sentimientos que él se había negado a dejarlos salir.
Cada dueto se había encargado de imponer al guapo actor ciertos retos que debía de pasar para ir recuperando uno a uno aquellos pedazos de su corazón que fue perdiendo desde que era un niño, si era una fuerte introspección, pero necesaria al fin y las Místicas lo sabían.
Su objetivo siempre había sido recuperar su vida, pero para ello tenía que enfrentar todavía diferentes desafíos, entre ellos, claro recuperar su Amor Propio, mismo que se perdió desde el momento que tomó decisiones equivocadas…
Capítulo IV
Incertidumbre
La señora Marlow se encontraba en la sala de espera del hospital Monte Sinaí el más lujoso de Manhattan, aun no le habían dado noticias de Susana, estaba sola y así se sentía, porque a pesar de hacer todo lo posible para ser incluida en la alta sociedad o dentro de la élite del mundo artístico, lo cierto era que en ninguno de los dos mundos eran aceptadas ella, ni su hija. No contaba con una verdadera amiga, dado que su interés siempre estuvo orientado a acercarse a personas famosas o con renombre. Si había entablado alguna relación, ésta había sido fugaz debido a las contadas ocasiones en que obligado por ella Terence las había llevado a una cena de gala.
De la misma manera logró que el hospital no cobrara el ingreso de Susana, utilizando el nombre del famoso actor aludiendo a que él personalmente iría a pagar la cuenta de todos los gastos de hospitalización. Para todo anteponía el nombre del ex prometido de su hija, su cabeza daba vueltas y vueltas a todo lo que estaba por venir, peor aún si no se localizaba al muchacho, quien era el único que podría contener la furia de sus progenitores, además era consciente de que esta vez había llegado muy lejos.
Si algo había conocido ese día Carolina Marlow era el temperamento de Eleanor Baker con quien unas horas antes había sostenido una acalorada discusión cuando junto con la policía llegó a la residencia de la diva, quien de inmediato le mostró su apatía mirándola con recelo y sin más comentó
─ ¿A qué debo tan desagradable visita señora? Señores oficiales, buenas noches ─Saludó la mujer con una deslumbrante sonrisa. ─ ¿Les ofrezco algo de tomar? ─ No, gracias, nuestra visita es breve ─Respondió el sargento responsable de la indagatoria. Estamos buscando al Sr. Terence Grandchester o mejor conocido como Terence Graham, acusado de intento de homicidio en contra de Susana Marlow, sabemos que es su hijo y que tal vez se encuentre escondido aquí ─Respondió el uniformado ─Pues no, él no está aquí ─ Respondió la actriz sin inmutarse. ─ ¡Mentira! ¡Está mintiendo! ¿Qué más podría esperarse? ¡Si es su madre! ─Reparó la señora Marlow
¡Por favor señora! Expresó la rubia con un dejo de molestia en la voz. ─Señores si quieren revisar mi casa adelante, sólo esperen a que llegue mi abogado que no tarda en hacerlo ─Concluyó. ¡Ven! ¡Ella sabe dónde está ese delincuente! ─Gritó Carolina jalando al sargento de la chaqueta. ─ ¡Cálmese señora! ¡Suélteme! ─Decía el agente, mientras separaba las manos de la mujer de su uniforme.
Eleanor volteó a ver a los oficiales conminándolos a sentarse. ─Gracias Madame, pero… ─Lo sé sargento, pero le pido por favor que espere un poco mi abogado les explicará todo ─Se aventuró a decir interrumpiendo al policía. ─ ¡Vea ha llegado! ─ Repuso la actriz cuando se escuchó el timbre de la puerta. ─Caballeros, buenas noches ─Saludó un hombre maduro ataviado con un traje gris oscuro y portafolios en mano.
─Pase señor Barton, le estamos esperando parece ser que la señora aquí presente ha denunciado a Terence de intento de homicidio e imagino que ha dicho a las autoridades que mi hijo se encuentra aquí, porque no veo otra explicación, ¿o me equivoco, sargento? ─Indicó la diva ─En efecto madame, es por ello nuestra presencia aquí, ahora que ya llegó su abogado procedemos a revisar el interior de su residencia, si usted no tiene inconveniente ─Rebatió el guardia
─No, en efecto mi cliente no tiene inconveniente, sólo que antes permítame aclararle que al hacer tal revisión están atentando contra la monarquía británica, el joven al que ustedes buscan es hijo del Duque de Grandchester, quien viene en camino y seguramente no le gustará lo que está pasando, lo cual podría convertirse en un problema de índole diplomático ─ Argumentó el letrado Barton
─En ese caso, como ya se le había comentado a la señora, es necesario realizar una investigación, así que será mejor que el delegado atienda el asunto, nosotros nos retiramos ─Tartamudeo el oficial para dirigirse a la salida. Carolina con grandes ojos miró al uniformado para reclamarle ─ ¿No puede irse?, ¡No ha revisado la casa!, ¿No ve que los están intimidando? ¡Cumpla con su trabajo! ─ Alegaba la mujer con las mejillas rojas como un tomate, mientras que los policías salían de la residencia.
Al verse sola intentó salir, pero Eleanor la retuvo aseverando ─ ¡Ahora si hablaremos usted y yo! ─ ¡Pero yo…! Intentó contradecirla Carolina dirigiéndose a la puerta, sin embargo, la experimentada actriz no reparó en su intento de escapar y enfurecida le ordenó ─ ¡Claro que hablaremos y ahora mismo! ¡Así que tome asiento! La señora Marlow reparó ─ ¡Esta bien! conversemos acerca de la irresponsabilidad del delincuente de su hijo, apenas acababa de decir eso cuando ¡Plaf! ─ ¡Es la última vez que se expresa de Terry de esa manera! ¿Me oyó? ─ Vociferó la rubia, después de asestarle una bofetada a la altiva mujer.
─ ¡Usted se ha encargado de hacer de la vida de Terence un infierno a base de chantajes, exigencias, atribuyéndole una decisión de Susana! ¡Culpándolo una y otra vez! ¡Haciéndolo responsable de una mujer que no ama! ¡No le ha importado rebajar a su propia hija a mendigar amor! ¡Por Dios! ¿Qué clase de madre es usted? ─ Reprochó Eleanor con una interrogante en su rostro.
Carolina Marlow con la mano en la mejilla no daba crédito a todo lo que oía, sentía el ardor y calor recorrer su cara, la boca la tenía amarga como amarga era la verdad que escuchaba de los labios de la que pudo haber sido su consuegra. Intentó hablar, pero antes de decir palabra alguna. La dueña de la casa se le adelantó ─ ¡No me interesa lo que tenga que decir! ¡Todo lo que le han hecho a mi hijo, desde ahora lo arreglarán conmigo y con el padre de Terry! ¡Ahora váyase! Pronto tendrá noticias mías. Profirió esto último llamando al mayordomo a quien le ordenó ─ ¡Arthur! ¡Acompañe a la puerta a esta mujer y asegúrese de que no entre más!, el hombre obedeció instando a la llorosa Carolina a salir.
─ ¡Discúlpeme por favor Barton, pero era algo que necesitaba hacer! ─Comentó la diva dirigiéndose al letrado. ─Están por demás las disculpas, madame. Es imprescindible que me dirija a investigar qué cargos le fueron imputados al joven Terence para tener informado al Duque cuando llegue, así que es mejor que me vaya ─Apuntó el hombre haciendo una reverencia a la mujer para dirigirse a la puerta.
Eleanor Beker no se sentía muy bien con su comportamiento, pero enfrentarse a la madre de Susana que muchas veces maltrató a su hijo, era algo que traía en mente desde hacía mucho tiempo atrás, por fin sintió que ahora si estaba en el camino correcto para defenderlo. Sin embargo, tenía un pendiente, no sabía cómo le diría a Terence que desde hacía tiempo mantenía contacto con el Duque, quien al tanto de todo lo acontecido no tardaría en llegar a la ciudad para ayudar, pero también con el interés por arreglar las diferencias que años atrás habían separado a padre e hijo en Inglaterra. Oraba para que se lograra una conciliación entre ellos y porque Terry llegara a tiempo para hablar con Candy.
Mientras a kilómetros de distancia el castaño iba bajando del tren, era la madrugada del viernes, tenía que investigar el por qué Candy había decidido casarse con el elegante, había decidido que si ella estaba enamorada no se interpondría la dejaría ser feliz, no obstante, necesitaba saber y sería Annie a la que buscaría para que le dijera el por qué había terminado su noviazgo con Archie.
Antes de salir de la estación mandó un telegrama a su madre avisándole que había llegado y que en cuanto pudiera se comunicaría con ella. Saliendo abordó un carruaje para ir a un hotel, necesitaba descansar, el día había sido complicado, además era necesario asearse para iniciar la búsqueda de la tímida, conversación que le permitiría definir lo que haría.
En la mansión Ardlay los preparativos para la fiesta de compromiso mantenían a la tía abuela Elrroy atareada, hacía tiempo que no molestaba a Candy, desde que Albert le había anunciado que se casaría con Archie se había resignado, si bien la chica no le agradaba, también pensaba que era mejor que la herencia de la familia quedara en manos de uno de sus miembros.
Albert por su parte, estaba ansioso, en diferentes ocasiones había hablado con Candy para hacerla desistir de su enlace con Archie, sabía perfectamente que ella no amaba a su sobrino y no es que el menor de los Cornwell fuera un mal partido, sino que el corazón de la rubia seguía prendado de Terry, el chico rebelde del Colegio San Pablo.
El cómo amigo de la pecosa, siempre había sido su confidente, pero desde que Archie terminara su relación con Annie de forma intempestiva algo extraño sucedió entre esos dos que todos ignoraban, ambos jóvenes estaban renuentes a contar los motivos que los orillaron a comprometerse, sólo se limitaban a decir que era por el bien de la fortuna familiar.
Continuará…