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Las últimas palabras
Era una linda tarde de mayo, un día normal, un día más en el calendario, Candice White enfermera de profesión salía del hospital San Jacob en Chicago, su turno de trabajo había acabado y se dirigía a su casa, con veintisiete años y siendo siempre de carácter liberal la mujer dirigía sus pasos a su auto, con el paso del tiempo aprendió a conducir, no le gustaban esas cosas de tener chófer, ni cuando en algún momento la nombraron heredera ni mucho menos ahora que era una persona con otro status social.
Estaba por subir al vehículo de color rojo cuando algo la hizo volver la vista hacia su costado derecho, al hacerlo vio una figura que al tiempo que ella volteó se escondió detrás de un gran árbol situado al otro lado de la calle, curiosa por naturaleza miró a ambos lados para poder cruzar, no sabía porque lo hacía, pero sentía, en su interior que debía acercarse, era una fuerza tan atrayente que no pudo ignorarla.
– ¡Hola! – saludó al llegar junto al árbol – ¿Quién eres? – preguntó a la persona que estaba de espaldas a ella, recargada en el tronco del viejo roble.
– Hola Candy – saludó el hombre al tiempo que giraba su cuerpo para que la chica lo viera – soy yo – dijo Terrence Graham.
Candy abrió la boca sorprendida, diez años, seis meses y once días habían pasado desde la última vez que vio y escuchó a ese hombre, a Terry, a su Terry.
– ¿Qué haces aquí? – indagó con voz temblorosa.
– La compañía está de gira – expuso el hombre.
– Lo sé – respondió la rubia con un hilo de voz.
– Solo quería verte, aunque fuera de lejos, no sabía si estabas aquí o no, solo vine.
Ambos se quedaron observándose, fijándose cada uno en los cambios que el tiempo hizo con ellos, Terry estaba más alto, mucho más alto, su complexión más robusta que la última vez que Candy lo vio, se veía más fuerte, más viril, su rostro con las señales del paso de los años, si cuando jovencito era guapo ahora siendo un hombre era hermoso, con esos ojos que según los vieras transmitían amor, ternura o a veces eran tan fríos y fieros. Terry por su parte la miraba extasiado, ella estaba preciosa, su cuerpo con las curvas más exquisitas que había visto jamás, sus pantorrillas firmes, daba gracias a la moda que imperaba pues le permitía ver la belleza femenina de la rubia.
– Te cortaste el cabello – afirmó tomando entre sus dedos lo bucles cortos en estilo “Bob”.
Candy cerró los ojos, un estremecimiento recorriendo su cuerpo cuando él sujeto uno de sus rizos.
– Tú también – respondió después de un momento.
– Ya no soy un chiquillo para andar con ese estilo – explicó.
– Debo irme – dijo la rubia dando un paso atrás.
– ¡Por favor! No todavía – suplicó el hombre sujetándole del brazo.
– No podemos hablar aquí – manifestó Candy mostrando el lugar.
– Acompáñame – pidió el castaño.
Candy bajó la cabeza, pensando, no debía, su mente le decía que no, pero su corazón, ¡Ahh terco corazón! Qué latía acelerado por él.
– Mi auto está enfrente – respondió sin pensarlo más.
Abordaron el auto de Candy en silencio, sopesando la situación, recordando la despedida.
– Una vez me diste un paseo por Nueva York – recordó Candy – me toca devolver el favor – puntualizó.
– Estoy en un hotel cerca de la estación – mencionó Terry.
Candy asintió, nadie dijo nada más.
El hotel no era muy grande, Terry pidió llegarán por la parte de atrás donde había un estrecho callejón y la gente no pasaba lo cual era bueno para el quien al ser alguien conocido gustaba de buscar lugares poco concurridos para no ser molestado.
Bajaron del auto y Terry la guío hasta la tercera planta, la habitación al fondo del pasillo del lado izquierdo.
El cuarto era acogedor, nada fuera de lo común, una cama con buros a juego, una cómoda, una mesa con dos sillas y un diván.
El castaño la invitó a sentarse en una de las sillas, él tomó asiento en la otra, frente a Candy, la mesa fungiendo de barrera entre los dos.
– Ella falleció – el primero en hablar fue Terry.
– Lo sé – dijo Candy.
El no tuvo necesidad de decir nombres, ambos sabían bien de quien se trataba.
– Quise venir a buscarte después de un tiempo, pero...– Terry no pudo terminar la frase, un nudo en su garganta le impedía hablar, dolía mucho recordar.
– Ya me había casado – terminó Candy por él.
Terry no pudo responder a eso.
– Prometí ser feliz – expuso Candy con la cabeza gacha, las manos entrelazadas sobre su regazo – durante mucho tiempo pensé que jamás podría serlo sin ti, lloraba noches enteras añorando tu recuerdo, viendo tu rostro en los recortes de periódicos y revistas, enfermé de dolor, de tristeza, me estaba dejando morir Terrence, por ti, por tu recuerdo, por ese amor que no pudo ser pero… entonces... él llegó a mi vida cuando más lo necesitaba, fue paciente, fue amable, me dio su amistad y poco a poco se ganó mi confianza…
– Es un buen hombre – afirmó el castaño.
– Sí, es bueno, también ha sufrido, estuvo en la gran guerra, en el ejército francés, conoció a Alistear y me contó algunas anécdotas de él – Candy sonrió con melancolía – ¿Sabías que Stear murió?
– Sí, lo supe, me dolió mucho, era un gran tipo.
– Si que lo era – afirmó la rubia.
De nuevo el silencio se instaló entre los dos, había mucho que decir, pero las palabras simplemente no salían.
– Debo regresar a mi casa – mencionó Candy levantándose.
– No te vayas todavía – pidió Terry poniéndose de pie para tomarle la mano e impedir que la mujer se fuera – debo decirte algo, solo...unas últimas palabras.
Candy asintió soltándose disimuladamente del firme agarre.
– Te amo – dijo Terry mirándola fijamente a los ojos – lo he hecho desde que te conocí.
– Nunca me lo dijiste – mencionó Candy mientras las lágrimas salían de sus ojos – También te amo y lo voy a hacer siempre – finalizó la rubia para luego dirigirse a la puerta.
Terry la vio caminar, ella se limpiaba las lágrimas y él se quedaba ahí, de pie, de nuevo sin detenerla, entonces… en dos zancadas ya estaba junto a ella impidiendo que saliera, la giró para ver sus ojos, esos hermosos luceros que invadían sus sueños impidiéndole dormir, los que no pudo ver por última vez esa noche fría cuando la dejó ir.
Un hombre y una mujer, solos en una habitación sin que nadie los interrumpa, dos personas que se amaban a pesar del tiempo, de las circunstancias ¿Quién podría culparlos por lo que pasó?
Años atrás un beso robado que provocó una cachetada, hoy más de diez años después otro beso fue el preámbulo de horas de entrega absoluta, de pasión desbordada, de amor infinito.
La cama deshecha fue la única evidencia de lo sucedido, los cuerpos desnudos entrelazados yaciendo en ella con las pieles brillando de sudor.
– ¿Qué te pasó? – inquirió Terry acariciando la marca de una cicatriz en el vientre de Candy.
– Mi hijo nació por una operación cesárea, venía mal colocado y tuvieron que operarme para que naciera o podría haberlo perdido – informó Candy.
– ¿Cuántos años tiene? – preguntó el castaño al tiempo que sus manos subían hasta los pechos ligeramente caídos seguramente por amamantar a la criatura.
– Cumplió dos el mes pasado – dijo Candy acariciando el rostro de Terry.
– ¿Se parece a ti?
– Si, es rubio de ojos verdes como yo, pero la nariz y la boca son de su padre – un beso en la barbilla masculina.
– ¿Quién es él?
– Se llama Michael, es médico, aunque ahora es el director del hospital donde trabajo.
– ¿Y tú hijo? ¿Cómo se llama?
– Graham – respondió la rubia al tiempo que dejaba un camino de besos sobre el pecho firme de Terry.
– Como mi abuelo – declaró suspirando, de nuevo reaccionando ante las caricias de Candy.
– Y como tú padre y como tú.
De nuevo no hubo más palabras, tan solo el ritual más antiguo del mundo, un ritual de amor entre un hombre y una mujer.
– Ya tengo que irme – decía Candy al tiempo que se vestía, la noche había caído y debía ir a su casa.
– ¿Cómo puedo dejarte ir de nuevo después de lo que ha pasado? – cuestionó Terry – ¡Vente conmigo! Trae a tu hijo, será mío también.
Candy se sentó de nuevo en la orilla de la cama, acarició el rostro amado depositando un tierno beso en los labios del castaño.
– No – respondió contundente - tengo una familia Terry, tú debes seguir adelante, esto nos lo debíamos, pero ya no hay deudas, solo la tuya, de que seas feliz como yo lo soy – expuso la rubia.
El hombre asintió, con un nudo en la garganta, dejarla ir de nuevo era como morir, más aún después de haber probado la dulce miel de su cuerpo.
– Voy a amarte siempre – confesó Candy antes de abrir la puerta para salir.
– Adiós Candy, jamás volveré, pero siempre, hasta el último momento de mi vida voy a amarte – afirmó Terry de pie, junto a ella, desnudo como estaba pues se levantó de la cama para despedirla, sin pudor alguno.
Fueron las últimas palabras que se dijeron, luego un beso, largo, uno de despedida, el último.
Un año después….
– Mira mi amor, tu amigo el actor se casó – proclamó Michael mostrando el periódico del día a su mujer.
– Me alegra por él – respondió Candy sonriendo con dulzura al tiempo que amamantaba a su hija de tres meses.
– Creo que yo también señaló el hombre depositando un beso en la frente de su esposa – iré por Graham para cambiarle el pijama, te lo dejaré listo antes de irme al hospital, ¿Vendrá Albert a verte? – preguntó el hombre acariciando la cabecita rubia de su hija.
– Si, anoche me llamó para confirmar que traerá regalos para los niños, está loco con Julieth.
– Cualquiera que la vea quedará prendado de mi pequeña – afirmó el hombre tomando en sus brazos a la niña que ya había terminado de comer – es tan hermosa como su madre y mira nada más esos ojos – mencionó Michael admirando el tono azulado con verde en las órbitas infantiles – es una combinación de color entre tus ojos y los míos – declaró el hombre – ahora sí me voy o llegaré tarde al trabajo, pediré a Dorothy que sirva el desayuno mientras te cambias, ya que este ángel se va a dormir.
Candy le sonrió a su marido, era un gran hombre, muy comprensivo, una vez llegó tarde a su casa, no necesito dar muchas explicaciones, dijo la verdad, no toda pero la dijo, que se encontró un amigo a quien tenías años de no ver, Michael supo quién era pero guardó total compostura, ella era una gran mujer, intrépida, alegre, valiente, así la conoció un día años atrás en una fiesta organizada por Eliza Leagan, luego él se regresó a Francia a servir a su país y cuando todo acabó regreso a América para reinventarse después de los horrores vividos anduvo de aquí para allá en diferentes hospitales hasta que llegó de nuevo a Chicago, entonces la vio, más hermosa que antes pero triste y apagada, un fantasma que iba y venía un día tras otro, la vio caer, casi muere entre sus brazos, delgada, ojerosa, como si nada en este mundo le importara, y él se acercó, se hizo su amigo, se contaron sus penas y sin quererlo una chispa se encendió entre los dos, una esperanza, un futuro, ella se recuperó de su tristeza y de paso él también revivió, ella lo aceptaba tal cual era, no lo juzgo, no lo miro extraño como otras personas, no tomó en cuenta la falta de una de sus partes corporales porque él estaba incompleto además de los traumas mentales la guerra le quitó un brazo, pero ella lo aceptó como tal y Michael la acepto como ella era, libre y fuera de convencionalismos, se casaron ahí en Chicago, en la capilla de lo que fue su hogar infantil, con los amigos y los seres que los querían, eran felices, llevaban una vida sana; un día su esposa llegó muy tarde, se notaba que había llorado, su olor era diferente pero él comprendió, no le reclamó, ella lo amaba, él lo sabía. Después de ese día ella cambió, ahora brillaba como un sol, estaba más alegre, como si un peso se le quitara de encima y unos meses después ella lo sorprendió con un nuevo embarazo a pesar de que tomaban precaución pues habían acordado esperar a que Graham fuera más grande y así disfrutarlo más pero no importaba, ellos eran felices, ahora lo eran más.
Candy vio a su esposo cargar a Julieth, ella era tan hermosa, muy parecida a ella, pero con los ojos de su padre sin duda alguna, suspiró tomando el periódico en sus manos, sus verdes ojos se posaron en la nota de espectáculos.
El actor Terry Graham contraerá matrimonio con la también actriz Grace Hathaway, hija del director y productor Robert Hathaway, aunque la diferencia de edades es de casi diez años al parecer se han logrado compenetrar al grado de que el arisco actor se ha dejado ver de la mano de la joven castaña en diferentes eventos sociales, el hombre de casi treinta años expresó en una entrevista que Grace es el soplo de viento fresco que le hacía falta a su siempre fría y lluviosa vida.
Cabe mencionar que el padre de la novia comentó que al principio no estaba muy de acuerdo, pero al ver la felicidad de su hija y el cambio que se fue dando con el actor terminaron por convencerlo y aceptar la relación.
Las nupcias se llevarán a cabo a finales de este mes de mayo, el evento será exclusivo y solamente se dejarán tomar algunas fotografías a la prensa acreditada.
Agradecemos al señor Graham y a Grace el haber accedido a posar para nuestra cámara, les dejamos la imagen la cual habla por sí sola dejando en claro así los rumores de que podría ser una noticia falsa pues el amor entre la pareja se pudo captar por nuestra lente.
La rubia apreció la fotografía, el reportero tenía razón la imagen hablaba sola, acarició el rostro del castaño que ahora no veía a la cámara sino a la joven de ojos claros que lo miraba con adoración, Candy sonrió, Terry tenía una sonrisa deslumbrante se veía tan feliz, enamorado, por fin tendría lo que tanto se merecía, alguien a quien amar por completo y quien lo amara sólo a él.
– ¡Mami! – sonó la voz infantil del pequeño Graham – ¡Vamos mami! ¡Vamos a comer!
– Lo que tú digas pequeño glotón, pero no hagas mucho ruido o despertarás a Julieth – le dijo Candy bajando la voz al tiempo que tomaba la tierna manita.
El niño la llevó casi a rastras junto a la cuna donde momentos antes su esposo la había dejado bien dormida, el niño le hizo una seña para que lo cargará y ver mejor a su hermanita, le lanzó un beso al aire para después mostrar a su madre la puerta de salida pues tenía hambre.
Candy salió despacio con el niño, dejó la puerta abierta para escuchar por si la niña despertaba, pero justo antes de dar un paso miró a su niña, suspiró para ir a atender a su otro pequeño, caminaba hacia el comedor pensando que la vida era hermosa, y que quedarse con su familia fue la mejor decisión que pudo haber tomado jamás.
Fin.
Por: Temperance (Primrose)
Para: GF 2020.
Gracias por leer.
Última edición por Rosi Kary el Jue Abr 23, 2020 9:16 am, editado 3 veces
pero está casada con Michael y tienen un hijo y una familia feliz, luego él nota el cambio de Candy y resulta embarazada a pesar que se están cuidando, el cambio en Candy es asombroso y tienen a Julieth. 
ya no entendí nada. 
muchas felicidades. 
