EL TESORO
Tom vomitaba por tercera vez desde que había subido a ese barco. Se lamentaba hasta lo mas profunda de su alma haber aceptado realizar ese viaje por mar, siendo él un hombre de campo y demasiado acostumbrado a tener sus pies bien plantados a la tierra. Se consideraba a si mismo un tipo rudo y acostumbrado al trabajo duro y peligroso, haciéndose cargo de la granja y todo lo relacionado con el manejo del ganado, se sentía preparado para cualquier prueba que se le pusiera frente, pero esto si que era un terreno desconocido y que definitivamente no estaba en su elemento. Su padre había querido premiarlo por su trabajo y los generosos resultados obtenidos por este regalandole un viaje a las paradisíacas playas del caribe mexicano. Le habían hablado de que el lugar hacia donde ese crucero viajaba, llamado Cozumel, el cual era paradisíaco y sin pensarlo mucho, el hombre deseando darle una sorpresa compró el pasaje para que su hijo adoptivo viajara hasta Nueva York en tren y de ahí tomará el dichoso crucero.
Thomas en un principio tomó el regalo con agrado después de años de no tener unas vacaciones y mucho menos sin salir de la región, ya no dijera a una ciudad lejana como Nueva York, sino a a cualquier lugar en el que debiera subirse a un barco. En el momento que vio la inmensidad del océano atlántico sintió que se le doblaban las rodillas del miedo de ver tanta agua junta. No queriendo quedar como un cobarde, subió con su equipaje hacia la nave, le habían dicho que el lugar al que viajaba había una pesca increíble así que ignorando sus reservas se dispuso a partir.
Tan pronto el barco se alejó de la orilla el suplicio del joven comenzó. El mareo comenzó de tal manera que no podía sostenerse por si mismo sin detenerse en las paredes del barco. Se encerró en su camarote y recibía alimentos de parte de la tripulación para no morirse de hambre. Así que toda le emoción de realizar un viaje tan especial se fue por el caño, perdió la cuenta de los días que estuvo encerrado y esa tarde decidió obligarse a salir a cubierta para demostrarse que no era un cobarde pusilánime. Pero tan pronto llegó a cubierta tuvo que sostenerse de la barandilla de la cubierta para devolver lo poco que había comido esa mañana, se quedó ahí prendido de los tubos tratando de no irse de cabeza, cuando al levantar su vista hacia la inmensidad del mar y entonces vio algo saltando entre las olas del mar, le pareció que era un pez o algo así, de tamaño considerable de la cola que alcanzó a ver. "Será un tiburón o algo parecido!" Sin perder de vista el lugar donde vio el pez, su malestar fue poco a poco desapareciendo y pudo poner mayor atención presa de la curiosidad. De pronto volvió a ver salpicar el agua, pero para su sorpresa y azoro, lo que vio no fue un tiburón, ni siquiera un pez. Asombrado y asustado de que los malestares le hubieran vuelto loco, se talló con desesperación los ojos y le volvió a mirar aparecer entre las aguas, era una mujer! Claramente vio como levantaba su cuerpo sobre el agua, su cabello mojado y pechos desnudos, de un color alabastro que resplandeció a la luz del sol y se inclinaba clavándose mientras el resto de su cuerpo emergía mostrando una cola centelleante de pez. Los ojos parecían querer salirse de sus órbitas de la impresión y pudo ver como la figura se acercaba hacia donde estaba él dejando una estela blanca de espuma marina.
Tom volteó hacia todos lados en la cubierta, pero no había nadie cerca, los únicos pasajeros que alcanzó a divisar estaban a más de 10 metros jugando a las barajas lejos de la orilla de la cubierta. Cuando regresó su mirada hacia el mar la vio con claridad, tenía un hermoso rostro y una sonrisa angelical, completamente arrolladora. No podía creer que lo que veía era cierto, y fue peor su impresión cuando escucho una voz en su cabeza.
"Hola, Hola, ola, olaaaaa"
"No puede ser, me he vuelto loco!!"
"Noooo, no estas loco... puedes escucharme, yo escucho tus pensamientos..."
Tom se dejó caer al piso para sacar su cabeza por la orilla y poder verla con mas claridad.
"Como que puedes oír mis pensamientos? Estoy soñando, esto no puede ser cierto"
"Nooo, no estas soñando, como te llamasssss"
"Ehhh, Tom, me llamo Tom..." -Demonios, que demonios está pasándome?? Tom habló en voz alta y ella rió a carcajadas.
"Ya te dije que todo esta bien, Tom, no estás loco, necesito tu ayuda, ven baja conmigo..."
-Por supuesto que no voy a bajar, no se nadar!!!
Ella le miró directamente a los ojos y Tom sintió que se le secaba la boca, había algo hechizante en ella que lo hizo comenzar a sentir como si se hubiera empinado una botella entera de whisky, aturdido y somnoliento.
"No te preocupes, ceri, no te pasará nada... ven, ven!"
"No se nadar, me voy a ahogar..."
"No te ahogarás, si te dejas caer yo te sostendré y podrás respirar bajo el agua, necesito me ayudes con algo y si me ayuda te daré lo que tu desees..."
-Lo que yo desee... Tom se empezó a deslizar dejando su cuerpo salir lentamente de la seguridad de la cubierta.
"Lo que desees, Tom!"
Cayó de cabeza a la fría agua y ella lo recibió y Tom sintió que mil agujas se le clavaban en el cuerpo por la temperatura casi a cero grados. Ella lo ayudó a mantener la cabeza en el aire y él luchaba por no hundirse mientras veía con terror como el barco se alejaba aparentemente sin que nadie se diera cuenta de su accidente.
Ella le volteó el rostro y lo hizo mirar sus profundo ojos verde brillante, sonriendole con esa sonrisa inhumana y esplendorosa.
"Ahora podrás respirar, no te preocupes"
Tomándole el rostro por las mejillas le dio un profundo beso que a Tom tomó por sorpresa pero que no pudo resistir y dejándose llevar por el embrujo que la criatura ejercía en él, la tomó por la cintura. Ella metió su lengua por la garganta del muchacho y en el momento en que él abrió los ojos ya estaban a metros y metros debajo de la superficie, se separaron y él sintió como el largo apéndice salía de su traquea y en ese momento sintió que el agua corría por su nariz y pulmones sin ahogarse. La vio en todo su esplendor debajo del mar, su rubia cabellera flotaba cual algas de oro entre el agua dándole un aspecto de halo de luz que la hacía ver maravillosa.
"Es una sirena!!!"
"Sirena no, Nereida! Ven, acompáñame, no está lejos lo que quiero mostrarte"
Tomándolo por la mano lo llevó a un arrecife de coral cercano y lo que vio le pareció todavía más inverosímil de todo lo que sus asombrados ojos habían visto hasta ese momento, sobre la blanca arena. Un cofre como los que se describían en los cuentos de piratas, con un gran candado y muchos objetos regados alrededor, piezas de vajillas que se veían costosas entre otras cosas, él la miró y vio la fascinación con que la Nereida miraba los objetos humanos.
"Eso, eso es lo que querías mostrarme?"
"Si Tom, quiero que me ayudes a abrir esa almeja humana"
"Te refieres al cofre?"
"Si, quiero su contenido, pero yo no puedo por que no se como hacerlo y no quiero dañar lo que hay adentro"
Tom se sintió confundido y no tenía idea de que podría hacer para abrir un candado que quizá por el contacto del agua se había dañado volviéndolo imposible de abrir, pero la forma insistente y dulce como la Nereida le miraba lo hizo decir, Que diablos! Todo puede ser posible.
Ella lo ayudó a acercarse al objeto, el cual era de un tamaño poco más grande que un baúl de equipaje.
Revisó con cuidado el candado y recordó su navaja suiza que siempre llevaba en el bolsillo de su pantalón y por fortuna aún estaba ahí. Festejando en su mente la sacó y con el palillo de dientes de acero hizo el intento de mover los engranes del candado, estuvo aproximadamente 10 minutos manipulando la pieza de metal y sus manos tenían la sensibilidad de percibir como uno a uno se iban moviendo hasta que finalmente y para sorpresa suya el cerrojo se abrió y lo quitó dejando el cofre listo para ser abierto. Ella rió con su boca abierta y dejando escapar montones de alegres burbujas que a él le resultaron encantadoras. Acercándose, con sus manos anfibias abrió la tapa y el contenido centelleó bajo el agua, al contacto de la tenue luz del sol del caribe. Eran piezas de oro y plata, y en el centro, una hermosa corona de rubíes que ella tomó encantada, observándola extasiada.
"Yo vi a la dueña de este objeto portarlo sobre el barco en el que viajaban, yo la quería para mi y aunque la llamé en sueños no accedió a dármela dejándola caer al agua, así que hice que el mar volteara su barco con toda su carga, los viajeros se salvaron y se fueron en navíos mas pequeños, yo lo que quería era esta joya"
Tom sintió miedo al escuchar lo que la Nereida le decía, a lo que ella respondió con ternura:
"Yo soy la dueña y señora de estos mares, yo hago mi voluntad, Tom, fui muy buena permitiendoles a todos irse con vida, o no te parece justo?"
El sonrió nervioso eligiendo cuidadosamente sus pensamientos
"Claro que si, su majestad! Usted es una reina entonces..."
"Si, por eso quería esta joya para ponérmela igual que ella la llevaba..."
La Nereida se puso la corona sobre la cabeza y sus cabellos como tentáculos la aferraron a su cráneo de una forma que parecía magia. Tom intentó no pensar nada por su propia seguridad.
"Muy bien, Tom, ahora pide tu deseo. Te daré cualquier cosa que el mar pueda dar..."
"Su majestad, deseo volver al puerto de donde partí para regresar a mi hogar, creo que el mar no es para mi"
Ella lo miró con ternura, y con su mano que tenía membranas entre los dedos y pequeñas uñas puntiagudas acarició la mejilla del joven, regresó al cofre y sacó una moneda de oro la cual le puso a él en la mano cerrándola posteriormente.
"Este es un regalo que yo te daré pues lo que tu corazón ha pedido es sencillo y sin avaricia. Regresarás a la bahía de la dama de la antorcha, y algún día nos veremos de nuevo..."
Lo tomó por las mejillas de nuevo y le dio un apasionado beso que a él lo tomó por sorpresa mientras pensaba asustado
"Nos veremos de nuevo???"
Un torbellino lo envolvió y sintió como un tornado marino lo sacaba desde el fondo marino elevándolo por los aires y gritó de pavor al verse volando por dentro de un embudo de agua junto a peces y pequeñas conchas que atravesaron a gran velocidad la enorme distancia que había tardado cinco días en surcar. Cayó de sentón sobre la playa rocosa que de inmediato supo era de la ciudad que nunca dormía por que vio a lo lejos la estatua de la libertad.
Poco tiempo después, estaba en su granja y miraba con nostalgia la moneda que la Nereida le había dado en su aventura submarina, si no fuera por ese valioso objeto que resultó ser un doblón español cuyo valor era de varios miles de dólares, jamas hubiera creído que semejante locura había de verdad ocurrido.