Igzell caminaba en círculos, en el despacho de la Mafia.
-¿Puedes parar? Me agotas- Cilenita le miraba molesta desde uno de los sillones.
-¿No estás nerviosa? ¿Acaso no sabes qué día es hoy?- le respondió con angustia.
-4 de abril ¿y qué?- sonrió.
-¡Mira la desfachatez la tuya! ¿cómo que y qué? Todos los bandos están vueltos locos preparando regalos, y tú… muy tranquila, tirada sobre el sofá.
Cilenita se levantó con parsimonia, pasando por el costado de su adorada hija.
-Tú eres su asistente, haz algo- dijo con sorna.
Pudo oír el rosario tras ella, riendo con ganas. Fue hasta su dormitorio, buscó dentro de sus cajones hasta dar con lo que necesitaba. Puso el arma en su espalda, se acomodó la chaqueta y salió. “Si esto no resulta, seguro me mata”
Con discreción, fue hasta el garaje, donde su amado guardaba su colección de autos. Los observó, uno por uno, calculando cuál sería mejor para la ocasión. No pudo evitar burlarse de los federales mientras seguía inspeccionando. Si bien los dividendos por las obras teatrales de amado eran buenos, no eran lo suficientemente lucrativos para costear estos gustos.
-Bingo.
Un Maserati 5000, fue el elegido. Pensó en Terry, mientras buscaba las llaves del auto en la cajonera dispuesta para estos efectos. No debería de disgustarse por tomar el vehículo prestado, al fin y al cabo, era por el bien no sólo de la familia, sino de todos los bandos.
Mientras manejaba recordó cómo llegó a la Mafia Terrytana, la impresión que había causado en ella todas las mujeres que le conformaban, pero en especial Gezabel, su actual jefa. Si bien era una mujer de apariencia oscura, que infundía terror y respeto, para Cilenita no podía estar más lejos de eso. Geza no maldecía, nunca, jamás. Podía estar hirviendo de la rabia, pero nunca le oyó decir una palabrota. Siempre estaba disponible para sus hermanas de armas, por muy cansada que estuviera. Sus amenazas nunca llegó a concretarlas. Y su talón de Aquiles, si incansable amor por cada uno de sus hombres.
-¡No puedes ser tan promiscua!... ¡Déjate uno que sea!... No puedes quedártelos todos.- los reclamos de todas, eran diarios.
-No soy tal cosa, yo amo a todos y cada uno por igual, de la misma forma les soy fiel.
Fin del tema, les daba una mirada amenazadora, mientras llevaba una de sus manos a su arma, a modo de advertencia.
Cilenita suspiraba mientras seguía conduciendo. Definitivamente, el regalo que había escogido era perfecto.
La mansión bullía, todos celebrando a la gran jefa. Igzell se acercó rápidamente a la recién llegada.
-¿Dónde estabas?- le gruñó entre dientes. – Tenemos casa llena, y ni tú ni Terry estaban presentes. La jefa te va a hacer comida de tiburones- le aseguró.
-Respeto…que hablas con tu madre- le respondió del mismo modo. -¿Dónde está Geza? Lo mejor será que le entregue su regalo.
Igzell le señaló donde la manda más se encontraba. Su sonrisa era filosa, como las navajas que portaba bajo la falda. Agradecía, mientras evaluaba los regalos que llegaban a sus manos. A su lado la Condesa de la Mansión Leagan, azuzaba las respuestas de la jefa.
-¡Querida Hermana! ¡Feliz cumpleaños!
Cilenita llegó frente a ellas haciendo una pomposa reverencia, haciendo reír sólo a una de las mujeres, la otra se mostraba molesta.
-¿¡Dónde estabas!?- le reclamó Geza. - ¿Y dónde está Terrence?
-¿Y cómo adivinas que estaba conmigo?- contestó burlona.
-UUyyy ñañita, te he visto derramar sangre por menos- intervino la condesa.
-No se meta, su merce. Aunque… esto puede ser su interés- dijo de forma enigmática. -¿Quieres ver tu regalo? Acompáñenme- les indicó con un gesto que la siguieran.
No sólo Gezabel y la Condesa siguieron a Cilenita, sino que buena parte de la audiencia alcahueta que querían ver en qué acababa todo. Fueron hasta la parte trasera de la mansión Grandchester, hasta dar con las puertas que dan con las mazmorras de esta.
-¡Vamos! Bajemos- señaló Cilenita con entusiasmo.
Bajaron en orden, en el más absoluto silencio. A lo lejos se podían oír gritos, llantos y lamentos. Nadie se atrevía a decir palabra, sólo una risilla flotaba de cuando en cuando, mientras bajan los escalones.
-¿¡Qué significa esto!?- gritó Gezabel cuando por fin pudo ver la escena. -¿¡Terry!?
-Cuidado ñañita, avanza que se viene toda la gente atrás…- empujó a un costado a la gran jefa para poder ubicarse y ver. -¡Neal!
-¿No crees que se te pasó un poco la mano, Cilena?- espetó Terrence, molesto.
La audiencia exclamó de asombro. Heridas varias, rostros hinchados y ensangrentados. Terry acomodaba las amarras de todos los amores de Gezabel, mientras estos se quejaban del dolor.
- Me vio bajando un bulto a las mazmorras, no tardó en darse cuenta de que había usado uno de sus autos para completar mi misión- se explicó Cilenita. - el Maseratti- le susurró a la estupefacta mujer. – Y como no tenías regalo preparado, me perdonabas si te incorporaba en el mío ¿o, no?- ahora le reclamaba a Terrence.- Así que no te quejes.
La muchedumbre seguía impactada, la condesa reclamando por lo alto la ofensa. Cilenita se mantuvo al lado de su hermana y jefa.
-¿te gusto tu regalo?...
Última edición por cilenita79 el Sáb Abr 03, 2021 12:44 pm, editado 1 vez