Reto: Canción "Que sufras más" de Diego Verdaguer
One shot: Turquesa
Punta Cana, abril 2019
La habitación era como un sueño, paredes blancas, piso de madera blanqueada, sábanas de suave algodón egipcio, una enorme cama de madera clara con doseles sin ningún adorno, algunos detalles en azul turquesa, como varios floreros que aprisionaban olorosas lilis, así como almohadones con pequeños vivos en ese color, una puerta de cristal que al abrirla acariciaba esos amorosos cuerpos con la brisa del mar y que se encontraba en una pequeña playa privada del caribe.
Pero lo más hermoso de esa habitación era el amor que se profesaban, que se respiraba y que se demostraba con el cuerpo desnudo.
Ambos se poseían, se amaban, se adoraban. Dos cuerpos tan bellos como sus corazones, Candy Andley y Terry Graham acababan de unir sus vidas en una ceremonia que marcaba la consigna “Hasta que la muerte los separe” no había pareja más enamorada.
Él acababa de despertar, llevaban días disfrutándose a solas, la vió con hambre que solo podía ser saciada con el hermoso y bronceado cuerpo de ella. Con suaves caricias hizo que ella despertara de su profundo y tranquilo sueño, ni siquiera pudo darle los buenos días, cuando él se puso encima de ella con un beso que clamaba mucho más que ese simple beso, ella sin resistirse se perdió en las sensaciones que él le provocaba y se preparó para lo que venía, su esposo era apasionado y demandante.
Ella acariciaba la castaña cabellera de él, que le llegaba un poco más abajo del cuello, abrió instintivamente sus piernas para recibirlo, él entró sin delicadeza, rudo, reclamando su territorio, y al mismo tiempo rindiéndose a su dueña, no tardaron mucho en gritarse muchos “te amo” acompañados de gritos de placer. Embestidas salvajes llenas de deseo y amor, y al fin el encuentro mañanero acabó en sudor y lágrimas de felicidad.
Terry la acercó a su pecho y volvió a prometerle la luna y todo lo que ella quisiera con tal de pasar la vida unido a esa pequeña pecosa, acabaron con besos tiernos y arrumacos, era la hora de desayunar, pero ellos seguían hambrientos de sus cuerpos. En un pequeño respiro, antes de la siguiente sesión amorosa, Candy preguntó algo que de repente vino a su mente.
— Oye Terry, ¿Y qué pasó con Susana?— soltó esa pregunta con su cabeza apoyada en el fuerte pecho de él mientras hacía pequeños círculos con su dedo índice sobre su piel.
— ¿Con quién?—Cuestionó él extrañado, lo descolocó un poco con esa pregunta tan fuera de lugar.
— Con esa chica, Susana, la sobrina de Robert tu jefe, que un día hizo todo un escándalo de loca después de conocerte y afirmó con todos tus compañeros de oficina que te amaba y que tú te casarías con ella— Candy comenzaba a darle pequeños besos en esos bien formados pectorales cubiertos por un suave y varonil vello que con los rayos del sol se veían dorados.
— Ah, te refieres a “la loca”, no sé ni me importa, después de ese teatro que se armó, creo que Robert le prohibió la entrada al edificio de las oficinas, ¿Porqué me preguntas eso Pecas? A mí se me había olvidado por completo ese terrorífico episodio en mi vida ¿No ves que me desconcentras de esto tan importante que vamos a seguir haciendo?
— Eso importante ¿Qué podría ser?— levantó un poco su cabeza para sonreírle a su esposo, él la tomó del torso para subirla y que ella se colocara encima de él, era el turno de ella de hacerle el amor…
Nueva York, abril 2019,
Nassau University Medical Center
Susana aún se preguntaba porqué Terry no pudo enamorarse de ella, con el pretexto de ayudarle a su tío, estuvo de visita en esa oficina por algunas semanas, lo miraba desde los rincones pero, él ni siquiera notaba su presencia, hasta ese día que decidió que todos en la oficina debían saber que él le pertenecía y que no importaba cómo pero, Terry Graham se casaría con ella.
Después de ese episodio, su madre quiso enfrentarla y regañarla, prohibirle que siguiera visitando la oficina de su tío, pero ella no lo iba permitir, se le fue a los golpes y tuvo una terrible crisis en la cual se la tuvieron que llevar en una ambulancia escoltada por una patrulla de la policía de Nueva York, inmovilizada con sábanas, hasta ese maldito hospital psiquiátrico.
El diagnóstico: esquizofrenia, con un delirio paranoico de Eromanía: “Ilusión delirante de ser amado” pero ella no estaba loca, por Dios, sólo enamorada y resentida, muy resentida.
La habitación era como un sueño, paredes blancas, piso de madera blanqueada, sábanas de suave algodón egipcio, una enorme cama de madera clara sin ningún adorno, algunos detalles en azul turquesa, como varios floreros de plástico que aprisionaban olorosas lilis, así como almohadones con pequeños vivos en ese color, sentada en la impoluta cama se encontraba una mujer que en algún momento había sido muy bella, de cabello largo y dorado, que "ellos" lo habían recortado un poco más abajo del cuello.
Esa belleza se iba marchitando con el pasar de los meses, aún bajo el efecto de una fuerte medicación, ella lo llamaba, lo soñaba, lo amaba, al mismo tiempo que lo odiaba.
Había caído en la absoluta obscuridad de su mente, a veces sus cuidadoras lograban escuchar frases de absoluto odio que salían de su boca "Quiero que sufras más de lo que yo sufrí…"
Sus cuidadoras le tenían lástima, nadie la visitaba, ni siquiera su madre y sus crueles deseos no irían más allá de esas 4 paredes, Susana moriría sola, ahogada en un odio nacido en la obscuridad de su mente, producto de su cruel enfermedad mental.