POV CANDY.
La maldita misión había acabado mal, no tengo ni puta idea de lo que sucedió, de un momento a otro, sirenas, balazos y una huída repentina nos alcanzó intempestivamente.
Corrí a mi vehículo blindado, no sin antes buscar a Leagan y verlo subir a su suv, lo habían herido... herido, pero no matado, ¡maldita sea! Sólo esperaba que la misión no se fuera al caño por la idiotez de la policía británica.
Llegué a mi departamento salpicada de la sangre de Neil y con los oídos retumbándome por los gritos de la imbécil de Eliza, ¡perra miedosa!
Pasé directo a mi tina de baño, despojándome de mi traje de cuero negro, lo único que deseaba era quitarme de encima el apeste de aquellos órganos congelados y la repugnante sangre que había bañado mi rostro.
Dejé que la tina se llenará mientras me metía debajo del agua caliente de la regadera, limpiando mi cuerpo de los rastros de impureza que se adhirieron a él, tratando de recordar cómo mierda todo se había salido de control, lo último que recuerdo es ver a Grandchester saliendo de la bodega y... ¡Grandchester!
¿Dónde carajos estaba? Una opresión en el pecho me hizo contener el aire y reprimir un gemido... Dejé que el agua cayera sobre mi rostro, estás viva, me dije, ¡es-tás vi‐va! Volví a repetirme. Deja de sufrir por otros... ¡maldita sea! Mis ojos empezaron a nublarse, las estúpidas lágrimas amenazaron con salir... Parpadeé varias veces para reprimirlas, pero las muy desgraciadas afloraron sin permiso...
Recuerdos dolorosos vinieron a mi mente... yo no debería estar preocupada por él, "Primero tú y siempre tú", fue la recomendación que se me dio... Cerré la regadera y volví a la tina, dejando caer los cristales aromáticos de baño... Me sumergí completamente en ella y retuve el aire lo más que me fue posible, para luego volver a emerger. Cerré mis ojos y dejé que el agua relajará mis músculos.
Grandchester estaba bien, eso es seguro, ese malnacido no es un hueso fácil de roer, seguramente logró escabullirse como la rata de alcantarilla que es... eso debió pasar... Recosté mi cabeza en el borde de la tina, y practiqué respiración, hasta relajarme por completo...
No sé cuánto tiempo pasó antes de oír el timbre del departamento y abrir los ojos abruptamente. Me puse de pie ipso facto, colocándome mi bata blanca de seda y tomando la pistola que siempre me acompañaba, desde que comencé en este mundo...
Caminé sigilosamente hacia la entrada. Las luces estaban apagadas. Los golpes volvieron a hacerse notar, está vez más fuertes. Agradecía que el bajo de la puerta estuviera cubierto para evitar dejar ver la sombra desde adentro, cuando estaba a punto de observar por la mirilla, el teléfono de casa sonó, ocasionándome un sobresalto de muerte... ¡Maldición! ¿Se habían propuesto llevarme al infierno, a caso?
Dejé que el maldito aparato sonara y me decanté por ver quién estaba del otro lado de la puerta, al observar, casi se me cae la mandíbula de la impresión... Sin detenerme a actuar precautoriamente, abrí la puerta y corrí a sostener a Grandchester, quien se notaba herido y maltrecho. Lo ayudé a ingresar y lo recosté sobre el sofá del PH. El teléfono volvió a sonar, así que corrí a contestarlo, ya me imaginaba quién era.
–Ardlay.
–¡Puta madre Candice! ¿Por qué no respondes el teléfono?
–Estoy ocupada.
–¿Ocupada? Terminé arrestado por tratar de ir a dar contigo y verificar que nada te hubiera sucedido, ¿y tú te excusas de estar ocupada? Eso es no tener madre...
—En efecto, ya lo sabías. Te marco luego, estoy ocupada. –Dije mirando hacia Terrence quién tenía la cabeza recargada sobre el sofá y los ojos cerrados. –Y deja de actuar como idiota, o no serás de mucha ayuda. –Pedí antes de colgar y dirigirme hacia Grandchester. –Terrence... –Hablé, tocando su hombro.
–Mmm... –Fue su respuesta.
–¿Qué haces aquí? –Perra, perra, perra... pero esto era así...
Abrió sus ojos y me vio fijamente, luego intento levantarse, pero gimió, seguramente de dolor.
–Disculpa, no quise molestar... pero fue a lo más cercano que pude llegar.
–Para meterme en problemas, ¿no? –Reclamé y su dura mirada volvió a dirigirse a mí.
–Ahora me voy, nadie me vio entrar, así que no tienes nada qué temer.
Lo vi levantarse y dirigirse a la puerta. Ordené a mi boca quedarse callada, pero tal parece que la muy desgraciada hace lo que se le antoja.
–¡Quédate! Ya no es seguro que... te vayas...
Él se quedó con la mano en el picaporte, apretándolo fuertemente, me moví hasta donde estaba y coloqué mi mano sobre la suya.
–No quiero que... ninguno de los dos se arriesgue... –Él no soltó el picaporte, así que tuve que tomar su rostro y girarlo hacia mí. –Deja de ser tan orgulloso... –Lo solté y sonreí. –Ahora, toma una ducha y... –Lo ví desplomarse sobre el suelo y llevar la mano a su costado. —¡Grandchester! –Exclamé.
–Ne... necesito... extraer u... una bala...
Abrí mis ojos sorprendida, el hombre estaba herido y yo embromándole como una idiota. Lo ayudé a levantarse y me dirigí con él a la habitación. Para cuando lo recosté en la cama, ya no estaba consciente.
Me puse manos a la obra para extraer el proyectil lo más rápido posible y tratar de costurar la herida, agradezco el entrenamiento que me ayudó a poder resolver este tipo de situaciones.
En menos de 15 minutos, la bala ya estaba fuera, la herida limpiada y cerrada con el parche especial, y el antibiótico recorriéndole por el canal sanguíneo, gracias a la intravenosa que le coloqué para hidratarse. Me cambié de bata nuevamente y me recosté a su lado, quedándome dormida en el acto.
Cuando volví a abrir mis ojos, aún estaba oscuro, pero Grandchester no estaba junto a mí. Me senté de golpe, mareándome, pero no me detuve en esas banalidades, busqué mi pistola, pero no la tenía junto a mí, inmediatamente supe que estaba en la sala, no logré salir de la habitación, cuando Grandchester salió del baño, duchado, y con sólo el pantalón, el agua corriéndole por el torso desnudo. Tragué grueso ante la visión.
–¿A dónde ibas? –Me preguntó. Mi mirada estaba sobre su pecho, hubiera querido decir que también sobre la herida, pero no acostumbro a automentirme. –¿Te comieron la lengua los ratones, pecosa?
Su frase me dejó lívida. Yo sabía quién era él, lo había descubierto por pura coincidencia, mientras buscaba un lugar para instalar una puta micro cámara con visión nocturna. Había escuchado la conversación con su superior, es del servicio de inteligencia británico y está detrás de Leagan y sus actividades ilícitas. Esa información la guardé para mí, en su momento podría usarla a mi favor, pero ahora, que él había descubierto mi verdadero yo, me sentía acechada.
–No me llames así.
–Y tu cabello es rizado. –Dijo tomando una hebra entre sus dedos, la cual le arrebaté bruscamente.
–Deja de hablar idioteces. Por lo que veo ya estás mejor, ahora sí podrías largarte.
Él soltó una carcajada y yo, idiotamente, me deleité con esa acción.
–Chica ruda... –Dijo sonriendo. –No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. –Me envaré con su frase. –Así como el mío lo está contigo, ¿no es así? –Lo miré sin responder, apretando mi mandíbula. –¿Ardlay es tu nombre o tu novio?
–Sí quieres seguir vivo, será mejor que calles tu puta boca.
–¡Uy! Tan hermosa y sexy, como letal... Me encanta cómo te ves con tu cabello rizado... No deberías alarciarlo, ni ocultar tus pecas, aunque... me place ser el primero de la confraternidad en verte tal y como eres... y me encantas.
–Hablas mucho Grand...
No pude terminar de decir mi frase pues él ya me tenía sobre el tocador, con su boca sobre la mía, hundiendo su lengua hasta lo profundo de mi garganta, instintivamente llevé mis manos a su cabello y correspondí al beso. Sabía que necesitaba esto, había sido una noche de la chingada. Enredé mis piernas a la altura de sus caderas y lo acerqué a mí, mientras él me atraía hasta su duro miembro.
Su boca bajó por mi cuello hasta mis pechos, los cuales lamió y succionó salvajemente. No había nada romántico en esto, era sexo crudo y pasional, y ambos lo necesitamos para descargar nuestro sistema de tanta mierda.
Mi mano viajó a su pantalón y la introduje sintiendo la dureza y largura de su gruesa polla, la cual palpitaba bajo mis dedos. Comencé a masajearla y extraerla, deleitándome con su grosor. Una gota de presemen destilaba de la ancha punta, la cual acaricié dispersando la humedad.
–Te voy a follar hasta que me meta bajo tu piel y jamás te olvides de mí.
–Deja de hablar tanto y hazlo, mi coño ya está palpitando y tú pierdes el tiempo en promesas ridículas.
Tomó mi cabeza entre sus manos y dijo, con voz ronca:
–Me voy a clavar hasta el fondo, y mañana, cuando no puedas sentarte, sabrás que quien te jodió, fui yo.
Grandchester elevó mis piernas hasta la altura de sus hombros, ¡joder! Menos mal que estaba apoyada contra el espejo del tocador, se acercó lo más que pudo a mí, acariciando con su punta mis pliegues húmedos, que para este momento ya estaban más que hinchados, y, de una estocada brutalmente salvaje, se clavó hasta lo profundo de mi útero.
–¡Mierda! —Exclamé.
–¡Puta gloria! Ahora sí, puedo morir después de haber probado este coño tan apretado.
–Pues... procura no... morir ahora... porque soy capaz de... revivirte hasta que... termines lo que empezaste... ¡Ahh! —Exclamé cuando salió de mi interior y volvió a meterse.
Estaba sostenida por mis piernas, con la dura, larga y gruesa polla de Grandchester llegándome casi a la garganta. Él intensificó los movimientos llenándome por completo, era una mezcla de dolor y placer, inigualable. Yo me sentía a su merced pero, increíblemente, me gustaba...
Sus movimientos se intensificaron, sus manos en mis nalgas, acariciando mi botón anal, plus sus embestidas, me estaban llevando a un precipicio del que seguramente caería para estrellarme.
Sentí cómo mi orgasmo comenzó a construirse. Mis jugos fluyendo torrencialmente, bañando la polla del hombre que me estaba dando la mejor follada de mi vida.
–Oh cariño, estás a punto de ordeñarme, siento cómo tus paredes se aferran a mi ve...%&a erguida, sólo tú me pones así, sólo tú Ardlay.
Escucharlo hablarme sucio, sumado a que dijera mi apellido, algo cierto, algo mío, me hizo sentirme real, no una invención, no una espía... sólo yo... Ese fue el detonante que me hizo estallar y decir su nombre, al menos el que usa...
–¡¡¡Terrence!!! –Exclamé echando la cabeza hacia atrás, lo más que pude, sosteniéndome, ya no de mis piernas, sino de sus anchos hombros.
–¡¡¡Ardlay!!! –Dijo roncamente corriéndose junto a mí, dejando su semilla caliente y espesa en mi interior, bañándome con ella y marcando mi cuerpo con su esencia...
Después de unos minutos, que parecieron horas, cuando nuestros ritmos cardíacos se controlaron, me ayudó a bajar mis piernas, pero no del tocador, pues él se quedó en medio de ellas, con su longitud aún dentro de mí...
–Eres como siempre soñé, una explosión de pasión, Ardlay...
–Grandchester... –Dije en tono de advertencia.
–No digas nada, sé que esto es una maldita utopía, pero quiero creer que este será nuestro estilo de vida después de una larga y maldita jornada de trabajo... –Habló acariciando mi hinchado labio inferior con su rudo pulgar. –Sólo déjame soñar...
–No será un sueño... esto podremos repetirlo las veces que queramos, eres realmente bueno, nunca despreciaría una buena follada... Nada mejor para relajarse...
Él me miró y acarició mi mejilla. Algo se removió en mi interior, pero le di una patada por el culo, no estaba para romanticismo baratos.
–¿Quién eres? –Preguntó sin dejar de acariciarme.
Detuve su acción con mi mano y exclamé.
–Esto es lo que hay, Grandchester, lo tomas o lo dejas... Si empiezas a querer saber más de lo que debes, tendré que deshacerme de ti, y en eso, no hay opciones...
Nuestras miradas se mantuvieron la una en la otra, sin darnos tregua, entonces lo vi ceder y asentir, para luego arrasar mi boca, nuevamente, con un beso largo y húmedo, y así comenzar una nueva y emocionante sesión de sexo salvaje, que es lo más a lo que podíamos aspirar...