Pov Terry.
Ella fue fenomenal, no le tembló la mano para acabar con "el jefe", su decisión fue determinante y precisa... Tenía que acabar con él...
La CIA y policía británica están trabajando en la recopilación de evidencias, lamentablemente Eliza escapó y tendremos que seguirle la pista para cerrar este ciclo, jamás me hubiera imaginado que el malnacido terminaría siendo su aliado, pero ya caerán.
Dejo que el servicio médico cure el roce de bala que tocó mi hombro, por proteger a Ardlay del impacto... Al recordarla, me es imperativo buscarla con la vista, y la veo siendo atendida por un paramédico, a su lado se encuentra un rubio, podría ser su jefe... o su novio. No despego mi mirada de ambos, tratando de decidir el lugar que él ocupa en su vida. Lo veo abrazarla y ella corresponderle, y una sensación extraña se expande en mi pecho.
Finalmente terminan de atenderme y aparto mi mirada de la dudosa pareja. Veo caminar hacia mí a George, mi jefe. El cabrón está más entero que un rompecabezas, ¡jodido yo!
–¡Excelente trabajo, Grandchester! Una pena que el perro de Leagan haya muerto, sabes que lo queríamos vivo.
–Una pena, merecía sufrir más.
–Como siempre, los americanos de impulsivos, pero qué le vamos a hacer. Ahora sólo nos resta atrapar a la hermana, aunque, sin el poder político que representaba su hermano, le será difícil volver a levantar su "confraternidad".
–Pronto la tendremos.
–No lo dudo, sabueso. Por ahora será mejor que te tomes unos analgésicos y vayas a dormir, traes una cara de perro, que no te la aguantas.
–Gracias por el elogio, "jefecito", no esperaba menos de usted.
–Para eso estamos, hombre. Bien, te dejo, empieza la parte pesada de la misión... el papeleo.
Ruedo los ojos ante su queja, ¿parte pesada? Mis huevos. Si para él eso es lo trabajoso del asunto, ahora entiendo por qué está de jefe... ¿en algún momento habrá tenido que sobrevivir por algo? Un movimiento atrae mi atención: Ardlay siendo abrazada por el rubio.
Los veo caminar hacia una de las lujosas y blindadas camionetas que usó para su misión, me carcome la necesidad de hablarle e invitarla a salir... No hoy, ni mañana... uno de estos días, tal vez. Cuando está a punto de subirse al vehículo, el impulso me gana, y grito su nombre, apellido o apodo, lo que sea...
–¡Ardlay!
La veo detener sus pasos. El primero en voltear fue el rubiecillo, ¿lo nombré despectivamente? Sí. ¿Por qué? Lo sabrá el diablo. No me doy cuenta, pero estoy caminando hacia ellos. Lo veo hablarle y ella asentir, y luego deja un beso sobre su frente, para retirarse del lugar. Rápidamente llegó hasta ella, quien aún me da la espalda.
–¿Ardlay?
Gira sobre sus pasos y me mira directamente a los ojos.
–Grandchester...
Nos miramos en silencio, sin decir nada más... El mutismo se hace incómodo entre ambos, lo puedo ver en la tensión de su mandíbula. Digo lo primero que se me ocurre.
–¿Estás bien?
Ella esboza una sonrisa burlona, y asiente.
–Lo estoy, sigo viva...
–Sí, bien... me alegra...
–Igual a mí me alegra estar bien. –Dijo ya con la burla en cada palabra.
–¿Tú... te vas? Es decir, ¿hoy? O te quedarás unos días más en Lond...
–Salgo mañana para América. –Me interrumpe.
Apreto mis labios y asiento.
–Sí, claro... Imagino que tu... novio... te estará esperando.
La veo rodar sus ojos, pero no responde mi insinuación.
–Cuídate Grandchester, fue un placer trabajar contigo...
De toda la frase, lo único que recuerdo fue la palabra "placer" y su mano extendida hacia mí, la cual tomó y apreto fuertemente.
–Tú también... cuídate...
No quiero, pero debo soltar su mano... Con reticencia, logro hacerlo... Ella me regala una de sus amplias sonrisas, y luego me sorprende regalándome un beso que me calentó el alma, y el cuerpo, en fracción de segundos. Subo mis manos a su cabeza, con un ligero dolorcillo en el hombro, pero sólo me importa profundizar el contacto...
La aferro contra mí y ella lleva sus manos a mi cabello, arrancándome un gemido de satisfacción y deseo. De a poco, se va separando de mí...
–¡¡¡Quédate!!! –Brota de mis labios sin poder detenerlo.
Ella me mira inexpresivamente, se ve tan bella con sus labios hinchados por el beso que acabamos de darnos, me regala una triste sonrisa, mientras sus manos apartan nuestros cuerpos que, sé, estarían más que listos para una entrega completa de sexo.
–Cuídate Grandchester. Hasta que volvamos a encontrarnos. –Responde ya girando hacia la camioneta negra que la espera.
Quiero correr y zarandearla para que me explique lo que sus palabras significan, pero no soy idiota... Nuestros destinos se cruzaron por cuestiones laborales, pero no sé si nuestras vidas estén destinadas a estar juntas...
Veo alejarse a la camioneta. Respiro profundo tratando de convencerme que fue lo mejor. Cierro los ojos y sonrío al recordar los buenos momentos que pasamos juntos. Abro mis ojos y repito su frase:
–Hasta que nos encontremos... y lo haremos... –Me prometo.
Esperando que el viento le lleve mi sentencia...