ESA NOVIA ES MÍA
CAPÍTULO 2.
Deslizaba su índice por el borde del vaso, con vista alterada y con garganta ya adolorida por las lágrimas y todo el alcohol que había bebido ¿Hacia cuántas semanas la había dejado ir por su propia cobardía? Ya no tenía la menor idea.
¿Era un cobarde? ¿Un pobre idiota que después de pelear por su libertad aún en contra de los deseos de su padre esta vez se había dejado atar por cadenas aún peores? ¿Qué hacía con su vida?
—Lo siento ¡Lo siento! —Grita al tiempo que tira el vaso de brandy en algún rincón del departamento. No había salido en todo ese tiempo, no quería ver a nadie, solo la quería a ella en todo el sentido de la palabra y expresión.
Ella había ido a verlo, había sido la única persona que le había dedicado sus poemas y el movimiento de sus manos en el teatro. Ese único boleto de tren era un mensaje subliminal que advertía que se quedaría con él. Que no la volvería a dejar al igual que en San Pablo... Pero esta vez, todo se había repetido, pero para peor.
Y lo que más le dolía, era que ella no había volteado para verlo, no había vuelta atrás. Ella lo estaba dejando definitivamente, sin derecho a réplicas, sin escuchar su versión de los hechos o al menos dar la oportunidad de entre ellos encontrar una solución diferente a entregarlo como un triste premio de consolación a una chica que por supuesto amor había sacrificado su carrera por él.
Pero Terry no pidió ser salvado, a esas alturas hubiera preferido él ser quien quedará lisiado si esa era la forma de que Candy se quedará a su lado. Pero no fue así, era todo una triste realidad a la cual no podría asimilar jamás. Y lo peor ¿Quién en su sano juicio entregaría a su prometido a otra solo por una amenaza de suicidio? ¿Por qué Candy le hizo eso? ¿Acaso no lo amaba lo suficiente como para pelear?
—¡Terrence! —Llama alguien a la puerta de su departamento —Por favor ¡Abre la puerta!
—¡Largo! —Es lo que trata de gritar, pero no tiene las fuerzas suficientes para hacerlo. A duras penas se incorpora para arrojarse en el mueble principal para acostarse en posición fetal. Era en esos días en donde deseaba que la muerte fuera de una buena vez por él, para salvarlo del suplicio de tener que desposar a una lisiada que no amaba y para no tener que recordar a la mujer que lo había hechizado quizás desde el primer momento que se vieron en el Mauritania y lo había entregado así, sin más.
Él adoraba su buen corazón... Pero ese estúpido y buen corazón les había hecho eso a los dos.
—Terrence, abre la puerta o la tiraré —Vuelve a gritar la persona que estaba del otro lado de la puerta. No tenía la menor idea de quién podría llegar a ser, y mucho menos le interesaba. Sólo quería emborracharse hasta olvidar el nombre de Candy.
No es hasta que escucha algo ceder detrás suyo y un jadeo que se da la vuelta y la encuentra ahí ¿En serio había entrado a su departamento?
—¡Ay por todos los cielos! —Exclama una voz femenina sorprendida del desastre de ese lugar —¿Qué diablos paso aquí?
—¿Qué carajos haces aquí, entrometida? —Escupio al ver a esa ordinaria mujer que trabajaba con él en la compañía. Karen Claise fue quizás la mejor Julieta con la que pudo haber interpretado una obra. Pero solo por la cara, del resto era una mujer insolente y sin pelos en la lengua.
—Gracias por lo de entrometida. Y vengo a buscarte, supe lo que pasó en el hospital.
—¿Qué? ¿Como?
—Lo que una escucha al asomarse detrás de las paredes —La chica se quita el chal, se arremanga el vestido y se agacha para verlo en ese terrible estado —Por Dios Santo ¿Qué fue lo que pasó? ¿En donde esta tu novia? La chiquilla con cara de muñeca rusa.
—Ella... ella... —No podía siquiera hablar. Estaba tan borracho de dolor que apenas si pudo ponerse de pie y caminar hacia Karen para al final caer arrodillado para llorar ingrimamente. La chica se agacha junto a él y no puede hacer nada ante la forma como su amigo se aferra a un abrazo forzoso, quizás, era todo lo que necesitaba.
Karen observa sorprendida a ese joven llorar de esa manera. Era un hombre que estaba destruido en todo el sentido de la palabra ¿Qué fue lo que sucedió para que Terrence estuviera en ese estado?
......
—¿Qué es eso?
—Es la dote de Candy —Explica la tía abuela a Sarah pasándole un sobre —Despues de la muerte de Anthony, William decidió reunir todo en un sólo fondo.
—El de Candy ¿No es así? —Pregunta Sarah observando el contenido del sobre y leyendo a detenimiento lo que tenían esos papeles. Abrió la boca con sorpresa al leer todo eso —Esto... ¿William estaba acaso loco?
—A veces pienso eso. Pero según ese papel, estaba en sus tres esferas mentales cuando declaró a Candy su heredera universal.
—Esto... —Sarah se lleva las manos a la boca con sorpresa. De modo que la huérfana hedionda de Candy era una heredera imponente, en sus manos tenía poder sobre la familia Ardley. Nada la iba a detener desde el momento en que hagan entrega de lo que le corresponde —Lo leo y no lo creo.
—Es así. Ahora, deberemos hacer esto público.
—¿Y William? —Pregunto Sarah —¿Qué harás cuando él vea esa noticia?
—La única excusa, es que él me indico que buscará el bienestar de su hija —Sonrie con malicia mientras se lleva las manos a la barbilla —La deshonra de su pequeña al andar coqueteando con un actor de pacotilla es la excusa para salvar su honor. Si supieras todo lo que dijo la madre de la actriz en el hospital, que la abrazo por la espalda y ella se dejó.
—¡Que desvergonzada!
—Ahora no importa. Candy volvió de Nueva York y espero que con esas ansias de cumplir una promesa no vuelva a pisarla por muchos años más.
—Aún así... tiene que cubrir todos los huecos en este plan para que nadie se interponga.
—A la Marlowe el silencio fue el dinero. Y el tuyo, la posición que te convendrá al casar a tu hijo con la huérfana —Ordena la tía abuela Elroy tomando un abrecartas para señalar a Sarah —Y si consigue embarazarla pronto, mucho mejor.
—Descuide tía abuela. Ese trabajo se encargará mi hijo —Sarah se reclina del asiento con una sonrisa de satisfacción ante todo lo que obtendrían de ese matrimonio.
—Bien, deberás hacer la noticia pública. La boda del año, Daniel Leagan y Candice White Ardley. —Es la orden de la tía abuela —Y por cierto... debere mandar a buscar a Candy, quizás la esconda en Lakewood, o no se. No sabemos que quiera hacer después de esto.
Detrás de la puerta, Dorothy seguía escuchando esa conversación, sabía que era indebido y de mala educación. Pero ante eso no podía dejar de indignarse de que ese par de brujas se atrevieran a engañar y a hacerle daño a Candy ¿Qué les hizo para ser odiada de esa manera? En especial de la tía abuela que tanta alcurnia pregona con su comportamiento.
Ella sabe que debe hacer algo, pero solo era una sirvienta, no tenía poder alguno y nadie iba escucharla. Solo tenia la pista en Nueva York, y alguien iba a ayudarla en ese momento, por lo que decide correr por el pasillo principal esperando a que él no se haya ido.
—¡Señor Alistear! —Grita Dorothy buscando al joven quien ese día había llegado a casa. Para su propia lastima, Candy se había ido antes de siquiera refugiarse en los brazos de su amigo y que él tuviera una idea para sacarla de ese impensable matrimonio —¡Stear!
No lo encontró en la habitación, por lo que cambia de dirección y se va al desván. No había pensado en ese lugar de entrada, y fue providencia encontrarlo ahí, guardando todos sus inventos y portando otra ropa que no era la de él, aquello sorprendió a Dorothy.
—¿Qué está haciendo? —Exclama al verlo colocandose un uniforme militar —¿Acaso pretende irse a la guerra?
—Yo... Dorothy, puedo explicarlo todo.
—¡Pues debería hacerlo! ¿Cómo se le ocurre ir y arriesgar la vida en un momento así?
—Lo quiero para defender a mi país —Dice tomando una bufanda roja para colocarsela en el cuello —Por ellos hago esto.
—No lo está pensando lo suficiente ¡Usted aquí hace mucho más de lo que cree!
—¡Sólo mira esto, Dorothy! —Stear alza la voz y su retumbar se escucha por todo el desván —No hago nada solo esperando a que todo se resuelva por arte de magia. Debo hacer algo y la solución es irme a la guerra para darle paz a mi familia y a mis amigos.
—¡No! —Sentencia la chica —Usted es la paz y la tranquilidad de esta familia.Y es el único que puede ayudarme en este momento.
—¿Qué? —Logra decir Stear dando la vuelta para ver a Dorothy —¿Qué es lo que pasa?
—Quieren obligar a la señorita Candy a casarse ¡Con el señorito Neal!
—¿Cómo dices? —Vocifera al mismo tiempo que va y toma a la chica de los brazos. Tan solo pensar en eso y siente ganas de vomitar, Candy no podía aceptar esa asquerosa propuesta —¿Y Candy lo sabe?
—Estuvo aquí a mediodía para reclamarle eso a la tía abuela Elroy que con la cara muy lavada le dice que ella y el tío abuelo lo aprobaron. Y eso no es lo peor...—La mucama no puede evitar apretar entre sus manos su delantal por la rabia de que todo eso era mero perjurio —Es que ha sido engañada. Alguien hizo que ella y su novio en Nueva York se separaran, no se exactamente qué clase de truco hicieron, pero la señorita Candy se fue destrozada. Por favor, debemos hacer algo por ella y solo puedo recurrir a usted... No nos abandone en un momento así.
Eso hizo que todo en la mente de Stear temblará. Y para su mala suerte la chica tenía razón, no era el mejor momento para irse, sería dejar a Candy a merced de los Leagan justo cuando está vulnerable. Deja la valija buen escondida y vuelve a ver a Dorothy.
—Cuentame... —Ordena —Cuentame todo lo que escuchaste y sobre todo ¿Quién más está implicado en esta mentira?
—Eso es lo que más pena y vergüenza me da —La chica traga en seco y se prepara para hablar. —No sólo están los Leagan y unas tales Marlowe en esta cruel mentira, sino también la tía abuela Elroy.
Con ello, todo el mundo acaba de derrumbarse sobre los hombros de Stear. Hablan por horas y horas antes de siquiera darse cuenta de que la noche les había llegado encima, y de que solo ellos podían hacer algo por Candy.
Y que al día siguiente, tenían que pensar las cosas fríamente. Era el momento de que alguien se relevará ante las órdenes de la tía abuela y ese sería Stear.
.....
Candy lloró por horas y horas en su departamento, no quiso comer y mucho menos ir a trabajar. Y era obvio, se estaba viendo en un matrimonio sin amor con un hombre que era autoritario y no tenía el más mínimo respeto por ella ¿Qué haría entonces?
—Vamos Candy. Piensa ¡Piensa! —Se decía asimisma golpeándose la cabeza. Una de sus piernas le temblaba de los nervios, debía hacer algo, cualquier cosa por evitar esa boda.
Si por ella estuviera, se enfrentaría primeramente al tío abuelo por ceder a ese matrimonio sin sentido. Pero no tenía mucho tiempo para pensar en ello. La única opción que se le vino a la cabeza fue escapar. Si, era el plan más cobarde de todos, pero quizás así no la encontrarían, pero debía irse lejos, a algún sitio en donde nadie la pudiera encontrar y quizás, en donde pudiera olvidar a Terry.
Empaco solamente lo necesario y sus pocos ahorros para sobrevivir, y cuando pensó que lograría todos sus objetivos, alguien llama a la puerta, con prisa va a abrir, pero se arrepiente casi al instante.
—¡Tu! —Exclama aterrada.
—¿A donde crees que vas, Candy? —Menciona Neal adentrándose al departamento —¿Pretendes huir de tu futuro marido?
—Alejate de mi —Grita Candy conteniendo las lágrimas —¿Qué más quieres?
—Solamente he venido por ti. Debemos concretar todo lo de nuestro matrimonio ¿Lo olvidaste tan pronto?
—Primero muerta antes de casarme contigo. Te odio ¡Te aborrezco! —Grita la chica con todas sus fuerzas y justo cuando pretende salir de esa habitación es sujetada por un par de hombre que la fuerzan. —No, sueltenme ¡Sueltenme!
—No te resistas Candy. La boda es el momento más feliz de una mujer.
—No, no ¡Terry, ayuda! —Grita con todas sus fuerzas la chica. Uno de ellos coloca un trapo con una sustancia nauseabunda que hace que le piquen los ojos y lentamente vaya perdiendo la conciencia.
Quedando a merced de ellos.
......
Terry abre los ojos abruptamente, el pecho le duele y la garganta le arde, no sabía que había sido eso. Pero dentro de su corazón algo le advertía que su pecosa corría peligro, lo llamaba.
—¡Terry! ¿Estas bien? —Escucha la voz de Karen dentro del departamento ¿Qué hacia ella ahí? ¿Cuánto tiempo durmió? Él sigue en el sofá y sigue somnoliento, pero está mucho más que seguro de lo que en su subconsciente escucho.
—Yo... la escuché... Candy me llamaba, y me pedía ayuda.
Continuará....
LAS BANDOLERAS DE TERRY, NO BUSCAMOS SUPERAR A NADIE, SINO A NOSOTRAS MISMAS.
Última edición por MaxineWinters19 el Jue Abr 14, 2022 5:05 pm, editado 1 vez