https://www.elainecandy.com/t28267-reto-valkirias-reto-parejas-imposibles-legendarias-guerreras-del-zafirono-puede-ser-el-sarafic?highlight=legendarias+guerreas+del+zafiro
Ahora era un hombre con memoria y sabía bien que cada uno de sus actos tendría consecuencia. Era ni más ni menos el patriarca del clan Ardley y como tal tenía que comportarse. El grueso cortinaje de su habitación se había convertido en su mayor escudo; pues desde ahí la podía ver cada vez que ella iba a la mansión.
Observarla de lejos en las pocas ocasiones que pisaba la mansión era un placer y a la vez una tortura. Su sonrisa había desaparecido y en su lugar se había instalado una melancolía perenne en su bello rostro de porcelana, sin embargo, su cabello, el brillo de sus ojos seguían siendo especiales para él. «¿Qué te entristece?» «¿Acaso me extrañaba?» pensaba.
Todos y cada uno de sus delicados gestos los adoraba, aunque bien sabía que no eran para él; sin embargo se había conformado con observarla en silencio, sin que nadie lo juzgue por admirarla desde lejos. Porque bien sabía que ella ya tenía dueño.
Como anhelaba regresar a los días en que solamente era Albert, aquel hombre sin pasado y que podía disfrutar de la vida sin las complicaciones de su rimbombante apellido. Ser simplemente Albert le había dado la libertad de amarla, aunque sabía que desde un inicio no era correcto, él decidió apostar todo cuando vio en sus hermosos ojos un brillo especial.
Ese día en que ella le regaló una mirada y una bella sonrisa supo que podía dar ese paso.
Un largo suspiro salió de su boca y un nuevo vaso de whisky iba a parar a sus labios. Los recuerdos de cómo su relación había iniciado lo invadieron.
*****Flashback******
Estaba recargado sobre uno de los árboles de aquel parque donde se habían citado.
«¡Demonios! No debí ser tan impulsivo, tal vez no venga a nuestro encuentro. Preferiría verla de lejos y no que huya de mí» –pensó el rubio–.
Sus manos reflejaban el nerviosismo que sentía. A pesar de ser un hombre de 28 años, se sentía como un adolescente en su primera cita; sin embargo tenía que arriesgarse; el brillo de sus bellos ojos le habían dicho que ella le correspondía.
De pronto la vio acercarse hasta él. Ella también estaba muy nerviosa y trataba de ocultar su rostro con el coqueto sombrero de plumas que traía. Su enguantada mano sostenía la nota que momentos atrás él le había entregado.
–Hola– Saludó sencillamente el rubio
–¿Qué significa esto? Usted… usted creo que ha confundido mi gentileza con ligereza. . Yo soy una dama y tengo a quien respetar.
–Disculpe, mi intención no ha sido molestarla, solo quería que supiera que me parece… simplemente hermosa, es la más bella entre las rosas.
–¡Ya basta de decirme esas cosas!
Estaba por marcharse cuando él la tomó de su brazo y la hizo girar para mirarse de frente. Sus celestes pupilas se toparon los los ojos color miel de aquella bella señora que había sido por muchos días su loca insensatez. Ella tembló, pero no rehuyó a su contacto.
–Señora, usted me gusta tanto que quisiera me regalara el privilegio de tan solo mirarla, aunque sea de lejos.
–Yo… yo no sé qué decir.
–Solo diga que me regala unos cuantos minutos de su vida y seré feliz.
–Por favor… déjeme ir.
–Mírame Sara… solo mírame.
Ella no se negó, solo se perdió en sus celestes ojos y dejó que él se la llevara para iniciar un fuego que no tendría manera de terminar.
******Fin del flashback******
Su boca sonreía ante el recuerdo de aquellos encuentros clandestinos. A su memoria llegó el recuerdo de sus cabellos enredados entre sus manos y el dulce sabor de su boca entregándose por entero a él. El calor de su cuerpo aún estaba presente en su memoria y deseaba volverlo a sentir. ¿Quién diría que su amnesia había despertado en él el gusto por los vinos añejados? Reía con tan solo pensar en la ironía de la vida.
Cuando recuperó su memoria supo que quien había sido su amante ocasional no era otra más que la señora Lagan, la altiva e inmisericorde Sara Lagan. Había caído en un profundo pozo de desesperación al ver la realidad que lo rodeaba, era como si una pistola se detonara en su cabeza.
Georges le cuestionaba el motivo por el cual él había dejado a Candy sin decirle que su memoria había vuelto, pero solo él sabía la verdad. Sara había sido la causa; quería estar cerca de ella, aunque sea para verla de lejos.
Había tratado de esconder su identidad el mayor tiempo posible, pero el día de mostrarse quien era en realidad llegó y no podía dar marcha atrás, pero en esas circunstancias…
Tenía conocimiento de que ese día se celebraba la presentación de su hija adoptiva en sociedad y su fiesta de compromiso con un joven de familia importante. En un inicio no lo vio mal; pues pensó que sería una buena oportunidad para Candy de ser una dama de sociedad. Esas eran las costumbres de su élite, pero jamás pensó que ese pretendiente sería su sobrino Neal. Eso era impensable, pues sabía perfectamente que su pequeña Candy odiaba a ese muchacho.
Tuvo que intervenir y presentar su negativa para ese enlace. No quería que su sobrino pasara por tal bochorno, pero por nada del mundo permitiría que Candy se casara con alguien a quien aborrecía.
El caos se apoderó de la fiesta y el cuchicheo estaba en su máximo esplendor; sin embargo, él no pudo dejar de mirarla. Estaba toda nerviosa al reconocerlo, pero él solo podía observar cuán hermosa estaba.
–¡Que me lleve el diablo, estaba realmente hermosa! – se decía. A pesar de que aquella fiesta se convirtió en una auténtica locura, él solamente se había perdido en sus ojos color miel.
La vio correr por los largos pasillos sin poder asimilar quien era él. Su amante estaba ahí parado frente a ella y era nada más y nada menos que el patriarca del clan.
Ahora estaba ahí, encerrado en su despacho, con su quinto vaso de whisky en la mano y esperando que ella vaya a la cita en el invernadero.
Había tratado de no pensar en ella, pero era igual que cerrar los ojos frente al sol; el mismo que lo atormentaba hasta en la oscuridad. Verla ahí tan hermosa, envuelta en su bello vestido color malva lo sacó de su precaria concentración.
–Necesito verte, Sara. Yo necesito más de tí.
El reloj dio las ocho en punto y él ya se encaminaba hacia el invernadero. Cuando ingresó la vio ahí. Apenas si su figura se notaba pues estaba oculta por los nacientes rosales, pero pudo distinguir su cabellera, estaba suelta tal cual como la recordaba.
La tomó por la cintura y ella simplemente se dejó abrazar. Su boca se apoderó de su cuello y ella se arqueó para darle total acceso a su cuerpo.
–Yo necesito más de ti que cualquier cosa para vivir– le susurró. Ya no lo podía negar, ella era el amor de su vida aunque sea prohibida. Ella era de él, le pertenecía.
Las ansias incontrolables que tenían de sus cuerpos era palpable. Sus hábiles manos la despojaron de su atuendo y ella solo acariciaba su rubia cabellera pidiendo que ese momento no acabara.
–Tómame Albert.
Su boca devoraba cada rincón de su cuerpo y sin pensarlo dos veces la tomó ahí mismo. La frágil figura de ella era empujada fieramente sobre los cristales que servían de refugio a los rosales, pero que esa noche se convertirían en su lecho de amor.
–Cómo te amo– decía ella entre susurros y jadeos.
Esa noche no hablaron de su prohibido amor, solo se limitaron a amarse hasta que sus almas se llenaron. Ya después verían como salir de esa oscura espiral en la que ellos dos habían caído.
TRES AÑOS DESPUÉS
La fiesta de inauguración de los elegantes Hoteles Lagan fue maravillosa. La opulencia y exquisitez fue de primera, sin embargo, Sara Lagan se encontraba molesta.
Una traviesa boca besaba ardorosamente su espalda desnuda para tratar de que ese mal humor se disipara.
–Vamos cariño, deja ese mal humor.
–Recuerda que esto solo lo hice por ti, pero jamás me vuelvas a pedir algo semejante.
–Sabes bien que era necesaria esa disculpa. Candy era inocente de todas las travesuras de tus angelitos.
–Lo sé, pero disculpas públicas… ¡Es demasiado, Albert!
–¿Cómo te recompenso?
Ella no contestó, pero al minuto la boca de él tomaba posesión de los labios de ella y la tumbaba sobre la cama de una apartada habitación en un escondido hotel de La Florida.
Hace tres años atrás habían tratado de alejarse uno del otro; sin embargo, habían sucumbido a esa pasión que los consumía. Desde entonces las lejanas habitaciones de la mansión Ardley se habían convertido en los testigos silenciosos de ese amor clandestino.
Su cabello castaño se alborotaba ante la cabalgata de amor que sostenía. Sus ojos celestes se deleitaron con la figura de ella sobre él dominándolo por completo. El dulce gemir de sus labios y el vaivén de sus senos lo tenían obnubilado. Escuchar su nombre salir de aquella suculenta boca mientras le hacía el amor era música para sus oídos.
–Lléname Albert… ¡Hazlo!... ¡Ahora!
Sus varoniles manos sostenían su cintura y era ella quien imponía el movimiento, quería llenarse de él. Sabían que ellos eran el pecado en persona, pero ahí en la oscuridad de esa habitación eran simplemente un hombre y una mujer amándose sin pensar en el mañana.
FIN
Para las que llegaron hasta aquí les cuento que falta una tercera parte de este triángulo amoroso. ¿quién será?
aquí te dejo el enlace
ABRAZAME FUERTE
Última edición por SHALOVA el Jue Abr 28, 2022 8:48 am, editado 1 vez