CAPÍTULO 15 AQUÍ
-¡Largo! No quiero ser molestado.
Bramó con voz ronca y enojado.
-Terry abre, soy yo.
-Como si es la Reyna en calzones ¡No quiero ver a nadie!
REVENGE, 16
"LAS RELIQUIAS DEL PASADO GUARDAN SECRETOS GRABADOS EN ORO, TIERRA Y SANGRE."
Las vacaciones navideñas habían acabado y los alumnos regresaron al Real Colegio Saint Paul, pero nadie se dio cuenta que uno de ello no estaba el día que había sido señalado. Luego se acomodaron nuevamente en sus habitaciones, a la mañana siguiente como era bien sabido, tocaba en las primeras dos horas misa para que los jóvenes purgaran la efervescencia de las fiestas pasadas. Es primordial para la madre superiora que los alumnos retomasen pronto la rutina.
Tras haber pasado dos semanas finalmente el hijo mayor de los Grandchester regresaba a Londres, entró como si fuese el dueño del lugar sin temor alguno a una reprimenda o castigo por parte de la directora. Su habitación estaba como si nada y en su corazón imperaba la desolación, era inevitable que las revelaciones de los días pasados hubieran mermado su buen humor. De presto llaman a la puerta.
-¡Largo! No quiero ser molestado.
Bramó con voz ronca y enojado.
-Terry abre, soy yo.
-Como si es la Reyna en calzones ¡No quiero ver a nadie!
Dijo, había reconocido la voz y con mucha más razón tenía menos ganas de verlo, pero el intruso desoyó sus palabras y abrió la puerta, un chico de cara regordeta y cabellos castaños asomaba por el umbral, verlo no disminuyó en lo más mínimo su disgusto, al contrario, lo acrecentó.
-Terry, qué te parece si vamos a la taberna… los chicos han organizado una partida de póker.
-Connor, hazme el favor y desaparece de mi vista. No quiero ver a nadie.
-Oh vamos hermano… no sé en dónde has estado éstos días, pero has hecho falta, los muy jodidos me han desvalijado, me he quedado sin blanca, vamos y ayúdame a recuperar algo de dinero.
-Connor ¡Eh dicho largo!
-Está bien, está bien… me voy, pero ya que te quedas, cúbreme con las monjas.
Le rogaba el chico mientras era empujado por el mayor, tras conseguir lo que deseaba cerró la puerta con fuerza. Connor por su parte ya sabía qué carácter se gasta su hermano Terry cuando algo o alguien lo molesta por lo que no insistió más y se fue.
Connor Grandchester era un año menor que su hermano, con tan sólo 15 años ya disfruta de las apuestas, cartas y alcohol que ofrece la vida nocturna; Terry había prometido tanto a su madrastra como a él que lo cuidaría todo el tiempo, por ello le acompañaba en sus escapadas, se hacía el rebelde en el colegio para que todos los ojos se fijaran en él mientras que el pequeño y travieso Connor aprovechaba para ir a su puesto y que nadie se diera cuenta de sus escapadas o travesuras.
A Terry no le había importaba en un principio, incluso hasta llegó a considerarlo normal, pero desde que escuchó la conversación de su padre con su madrastra Lauren en la fiesta de navidad se había sentido insultado. Ahora entendía que simplemente había sido un títere en sus manos; Connor es torpe, lento en el aprendizaje y está acostumbrado a obtener todo lo que se le antoja sin siquiera tener que esforzarse, como todo niño mimado.
Pero al fin de cuentas es su hermano ¿Podría siquiera considerarlo un poco más? Como alguien de su propia sangre y no como un simple vasallo que tiene que estar dispuesto a cumplir todos sus caprichos. ¿A caso Connor lo había respetado y tratado como a su hermano mayor, o ya estaba influenciado por los pensamientos perniciosos de Lauren? No podía ser radical con él sin siquiera ponerlo a prueba primero o tener pruebas tangibles que lo acusen, por lo que decide mejor ir a dar un paseo, tal vez la brisa nocturna le ayude con sus pensamientos.
Caminando por la entrada del colegio, sentía la tentación de ir tras Connor y preguntarle directamente cuando de presto ve la figura de una persona, se acerca para saludar pensado que era alguien conocido cuando se da cuenta que es una mujer mayor. La señora responde al saludo casual del chico y le dice que está ahí porque desea ver a su nieta, ella estudia en el Real Colegio de Saint Paul. Terry le abre la puerta y le guía hasta donde están las habitaciones de las chicas.
-No se preocupe abuela, yo llamaré la atención de las monjas y las alumnas, entonces usted aproveche para filtrarse hasta la habitación de su nieta.
-Muchas gracias Terry, eres todo un caballero… uuhhhh… siento que estoy haciendo como una de las travesuras de las adolescentes
-Tranquila abuela, sólo esté atenta a mi señal y suba esas escaleras.
Le dice mientras le señala la dirección en donde se encuentra la puerta trasera del edificio, mientras que él se dirige en la dirección contraria. De presto se escuchó el sonido de unos cristales romperse, eso llamó la atención de la hermana Margaret que se encontraba cerca y la de varias alumnas también. El barullo que se hizo fue tal, que más jóvenes salieron de sus habitaciones y se acercaron para ver de qué se trataba.
Candice también estaba tan asombrada como todos cuando descubrió que Terry estaba ahí apoyado sobre una columna al lado de la prueba de su delito. Las chicas murmuraban diciendo que él se había querido infiltrar en las habitaciones de las chicas para espiarlas, la monja lo reprendió y él con su gran grandilocuencia sacaba su lado más sarcástico y mordaz, le irritaba que se dieran aires de dignidad y recato mientras a él lo señalaba como un sinvergüenza y más, cuando sabe más de uno que otro trapo sucio de ellas o sus familiares de las chicas ahí presentes.
Pasado el tiempo que considero propicio y por petición de la monja decide marcharse no sin antes hacer su última reverencia exagerada y un guiño zalamero. Acto seguido la encargada les pide a todas las chicas que regresen a sus habitaciones. Cuando Candice entra en su recamara unos brazos la rodean y saludan cariñosamente.
-Hola Patty, aquí estoy
-¡AAhh!
-Lo siento, tú no eres Patty, creo que me equivoqué.
Se excusa la señora con una sonrisa risueña, entonces el corazón de Candice de olvidó de un latido, es como si hubiese visto a su querida abuela Candy abrazarla tierna y jovialmente como cada vez que la visitaba. Tras pasar la primera impresión se recompuso y le preguntó a quién buscaba, es entonces que le explica.
-Mi nieta Patricia O’Bryan ¿Sabes dónde queda su cuarto?
-¿Patricia O’Bryan?
Repite mientras intenta recordar, ese nombre le suena muy, pero que muy familiar; pero al ser consciente de la ansiedad de la mujer se concentra y le indica que es la habitación de al lado, con mucho sigilo salen de la habitación para ir a la de la señorita en cuestión, quien se sorprende en gran manera por la sorpresa inesperada.
Patricia no se hubiese imaginado que su abuela se hubiese colado en el Saint Paul, teniendo en cuenta su estricto reglamento y supervisión de las monjas. Candice observa cómo se escandaliza la chica cada dos por tres con los comentarios de la anciana y más todavía cuando vio que tenía intenciones de deshacer su maleta y colgar sus ropas para que no se arrugaran.
De presto, esa imagen ante ella era como si estuviese viendo nuevamente a su abuela Candy, y ese nombre “Patty” resonar en sus recuerdos. ¡Lo tenía! Patricia O’Bryan era la abuela materna de Bruce. Había pasado tanto tiempo sin recordar su vida anterior que casi lo olvida.
Patricia O’Bryan se había casado pasada la edad que acostumbraban las señoritas a hacerlo, pero había conocido a un buen hombre, pronto tuvo a su única hija Madison Spencer O’Bryan. Cuando la joven cumplió los veinte años en 1948, Neil Leagan, quien había enviudado, se encaprichó de la joven Madisón y aprovechó que el negocio de la familia estaba a punto de declararse en bancarrota para proponerle matrimonio. Con ello Neil no sólo lograba adquirir a una empresa y aumentar su poder, también obtenía una esposa joven y capaz de darle un heredero que tanto le faltaba.
No es de extrañar que Patricia quisiera rechazar la propuesta matrimonial, pues Neil tenía la misma edad que ella, sesenta. Pero esas familias todavía tenían presente las viejas costumbres y no le quedó más remedio que aceptar, siempre y cuando ese enlace salvara a la familia Spencer de la ruina, todo estaría bien. Al año de haberse celebrado las nupcias nacía Bruce Leagan Spencer, pero lastimosamente Madison no aguantó el parto y falleció. Neil dejaba que la abuela materna visitara a su hijo, pero cuando estaba por cumplir los siete años, ella falleció.
Eliza ayudaba mucho a su hermano con Bruce, casi podría decirse que ella había ejercido el papel de madre con él, por lo que no era de extrañar que fuese extremadamente consentido en todos los aspectos por la pelirroja; ya que ésta nunca contó con la bendición de concebir en sus entrañas a un heredero para los Andrew.
-Imposible abuela, vendrán mis amigas y te verán en mi cuarto
Escuchó de presto Candice decir a Patty, quien seguía en la conversación con la abuela de lo aterrada que estaba que se hubiese infiltrado tan fácilmente; sintiéndose conmovida por la señora, la rubia le ofreció refugio en su habitación, logrando con ello tregua y tranquilidad para el corazón de su compañera. Además, quería con ello poder ayudar a la abuela de Bruce, sentía que como de esa manera estuviese haciendo algo por él.
Cuando regresaron la joven fue servicial y atenta con la señora, incluso se escabulló para conseguirle algo para que pudiese cenar. En agradecimiento ésta se ofreció a tocar el violín.
Las notas inundaron la estancia, eran suaves y dulces, pero lastimosamente atrajo la atención de más de una persona, entonces llaman a la puerta y la rubia se acerca para abrir.
-¿Si? Buenas noches hermana Margaret
-Candice ¿No te parece que es muy tarde para estar tocando el violín?
-Lo siento mucho...
-Será mejor que lo dejes por ahora y te vayas a dormir.
-Sí hermana.
Acepta ella y hace una reverencia antes de cerrar la puerta. Desde una rendija observa Eliza que había sido Candy quien estaba con el instrumento, por lo que le pareció muy extraño. Patty por su parte estaba apoyada sobre su puerta sintiendo que su corazón late a mil por hora, ya que había temido que su abuela fuese descubierta.
Tras las clases de la mañana del siguiente día, la señorita de los Leagan se acerca a su rival en amores con la clara intención de provocarla, o más aún. Dejarla en evidencia.
-Hola Candy
-¿Qué sucede Eliza? ¿Has perdido algo?
-¿Eras tú quien tocaba el violín anoche?
-¿Eh? ¿Por qué lo preguntas? ¿Estás tramando algo?
-¿Pedirte que toques el violín es tramar algo? No lo creo, a no ser que ocultes algo. Yo sólo te lo preguntaba porque me ha parecido muy extraño que siendo tan buena no compartas tu talento con nosotras ¿Por qué no tocas un concierto para nosotras ésta noche?
-¿De verdad quieres que toque?
-Sí, considéralo como un favor
-¿Un favor sin nada a cambio? No sé... mmm no me siento tentada ni con ganas de aceptar
-Oh vamos Candy ¿Tienes miedo?
La rubia no sabía muy bien cómo contestar sin siquiera dejarse en evidencia y para su mala pata, todas las alumnas estaban pendientes de su respuesta, pues suele ser la admiración y envidia de más de una de ellas, por lo que no le quedó más remedio.
-Eliza, no sé lo suficiente y me hubiese gustado tener un poco más de tiempo para prepararme, aún no estoy acostumbrada a tocar en público.
-Vamos Candice, todas escuchamos anoche y lo haces muy bien, concédenos el honor.
-Está bien Luisa, tocaré para vosotras. Pero a cambio no me lo volveréis a pedir nunca más ni me molestarán
-¿Y qué gano si realmente no apareces o no sabes tocar?
-Qué te parece algo que te hará mucha ilusión y que estoy segura que lo deseas con ansias...
-¿Y eso qué es según tú, Candy?
-Te dejaré ser la delegada por un mes... no, dos meses. Ya que sería una proeza muy difícil que puedas alcanzar.
Instantáneamente Eliza se sonrojó de la ira, era evidente que Candice la estaba provocando. Con mucha más razón deseaba poder aprovechar esa oportunidad y humillarla.
-Está bien Candy, acepto.
-Muy bien. Ahora si me disculpan debo prepararme para la noche.
Y con esas palabras deja a las chicas quienes reían satisfechas por haber logrado su cometido, Eliza por su parte empieza a maquinar cómo lograr su objetivo.
Última edición por Cherry Cheddar el Mar Mayo 10, 2022 3:07 pm, editado 1 vez