Muy buenos días, querido Foro, y respetables combatientes. Es una alegría muy grande poder compartir con ustedes un año más.En esta ocasión, haré el seguimiento de la historia presentada el año anterior, para así cerrar el ciclo. De antemano, gracias a todas por el apoyo.That Special Gift
Capítulo 16
Nada será suficiente
(Primera parte)
— ¿Hola? ¿Amelia? ¿Estás ahí? ¡Amelia!
— ¿Qué pasa, Stair?
— Estaba hablando con Amelia y… la escuché gritar y luego… no me contesta — Mientras hablaba, Stair Cornwell apretaba teclas en su teléfono celular, moviendo los dedos rápidamente al enviar un mensaje. Apretando el botón de marcar, comenzó a caminar de un lado a otro por la sala de su casa, repitiendo la acción ante la nula respuesta.
— ¿Gritando? ¿Les habrá pasado algo a los niños? — preguntaba Paty, esposa de Stair, al tiempo que luchaba por levantarse del sofá, ya que su gran barriga le impedía moverse con soltura.
El psicólogo detuvo su andar para ayudar a su mujer a ponerse en pie.
— No, no son los niños — Se apresuró él a aclarar al notar la preocupación en la voz de Paty — Escuché… escuché la voz de Terry…
— ¿Crees que él… le haya…? — Paty se agarró fuerte del brazo de su esposo con los ojos muy abiertos.
— ¡No! ¡Claro que no! — Negó Stair con énfasis — Estoy seguro que Terry no le levantaría la mano.
A pesar de la seguridad en sus palabras, Stair volvió a marcar el número de su protegida. Con delicadeza, se soltó del agarre de Patricia, dirigiéndose hacia la ventana con el celular pegado a la oreja, su frente arrugada debido a la inquietud.
Desde el día anterior, cuando recibió un mensaje de Amelia diciéndole que surgió algo de última hora, se quedó muy inquieto. Trató de disimular ante Paty, pues debido al embarazo, y sobre todo en esos días, estaba muy sensible.
La cena que compartió con los parientes de su mujer, no fueron distracción suficiente. Menos aún cuando le cuestionaron la lesión en su boca, a la cual, por obvias razones, tuvo que mentir, aduciendo que, al sacar la basura, sin sus lentes, no se fijó en uno de los postes del pórtico de su casa. Sí le creyeron o no era irrelevante, pues estuvo pendiente del teléfono metido en el bolsillo delantero de su pantalón el resto de la velada. Cuando lo sintió vibrar, se excusó, fue a la cocina, y volteando a ver por si su esposa lo seguía, lo sacó para revisar los mensajes. Tuvo que agarrarse a una silla cuando leyó. "Terry está viajando con nosotros, se subió a la camioneta, fue imposible hacerlo bajar, sus padres también están aquí. Acabamos de parar para comer algo. Estoy un poco asustada, te mandaré mensajes cada que hagamos una parada. Se que le dirás a Paty, así que dile que no se preocupe, que estaremos bien. Que pasen una bonita Nochebuena".
El hombre de ojos oscuros se tocó la mandíbula, haciendo un gesto de dolor al hacerlo al tiempo que salía de sus cavilaciones.
Colgó el teléfono, se lo guardó en el bolsillo, y se volvió hacia su esposa.
— Todo va a estar bien — Aseguró ella, frotando su amplia espalda, agarrándose a su brazo — ¿No dices que llevas años diciéndole que debe hablar con su marido? — Lo soltó, se puso de frente, y le sujetó la cara con las manos — La has preparado bien, Stair.
— Es que…
— ¿Tengo que preocuparme por cómo te estás poniendo? — Los ojos color miel de Paty buscaron los de Stair, que miraba hacia abajo — Siempre me recalcas que Amelia es como una hija para ti, pero a veces reaccionas de una manera… — Lo soltó, alejándose dos pasos, colocando sus manos sobre su vientre hinchado.
Stair levantó la cabeza de inmediato.
— ¡No! Linda, no es lo que te imaginas — Él se acercó, sujetándola por los hombros — Mi corazón es solo tuyo, mi ángel — La atrajo hacia él — Amelia era tan frágil, ha pasado por tanto… es solo… cómo tú bien has dicho, es como mi hija, y no puedo evitar angustiarme por ella — Le besó la coronilla — Que esa cabecita tuya no haga maquinaciones raras. Te amo Patricia, desde el día que te vi, ¡Cielos! — Exclamó — Me tomó más de un año atreverme a pedirte una cita — Se rió — ¿Me crees, verdad?
— Te creo, tonto — Paty le dio un manazo en el brazo — Stair se quejó, no obstante, la apretó un poco más — Cuando ella pueda te llamará, si necesita tu consejo lo hará, siempre lo hace.
El hombre suspiró, abrazó a su esposa, y susurró un "si, siempre lo hace". Luego, regresó al sofá con Paty, haciendo que está se recostara, con los pies sobre sus piernas, para que él le diera un masaje mientras veían una película, tratando de no angustiarse de más, pues tal como lo dijo Patricia, llevaba años preparando a su protegida para ese día.
.
.
.
Mientras tanto, en ese momento, en la casa que compartió con Terry, Candy o Amelia, miraba a este con los ojos muy abiertos.
Terry sostenía la puerta de la que fue la habitación de ambos, esperando a que ella entrara.
— No voy… no voy… — Balbuceaba ella, al tiempo que se hacía para atrás.
Al joven ya le dolía la cabeza. Entre el cansancio del viaje, la falta de sueño, la visita del detective, los niños, y evitar mirar a su esposa durante toda la tarde, sentía como si un taladro le estuviera perforando la sien. Sentir el maldito celular de Candy vibrando una y otra vez dentro de su bolsillo, seguramente con la llamada del estúpido psicólogo, lo tenían con la paciencia al límite. Chasqueo la lengua con fastidio. Le bastó una zancada larga para estar junto a su esposa quien, mirándolo horrorizada, se replegó a la pared. De su garganta salió una especie de gruñido al tomarla de la muñeca, y jalarla al interior de la habitación.
Justo en ese momento, Eleonor y Richard se asomaron por el pasillo.
— ¡Terry! — Exclamó Eleonor — ¿Qué estás haciendo?
— Necesitamos hablar — Respondió él, con los ojos llameantes — ¿Pueden estar pendiente de los niños? — Se dirigió a su padre.
Richard asintió.
— Vamos, querida — Tomó del codo a su esposa — Dejémoslos solos.
El mayor de los Grandchester instó a su mujer a avanzar, no sin antes, dirigir una mirada significativa, de advertencia a su hijo al tiempo que apretó el hombro de Candy al pasar junto a ella.
Una vez los mayores entraron al cuarto de los niños, Terry, de un fuerte jalón, terminó de meter a Candice. El corazón de esta palpitaba a gran velocidad. Se quedó completamente inmóvil, viendo sin mirar el interior de la habitación. Ni siquiera sintió cuando Terry la soltó.
Por su parte, el actor, después de cerrar muy despacio la puerta, se quedó parado, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón de deportes, a espaldas de su mujer. Cerró los ojos un momento, aspiró un poco, dejando salir el aire despacio, intentando calmar el río candente corriendo por sus venas. Solo hasta que sintió que podía hablar sin levantar la voz, es que se colocó por delante de Candy.
— ¿Cuándo…? — Carraspeo un poco — ¿Cuándo nacieron? — De tanto que quería decir, fue lo primero que salió de su boca.
— Veintinueve de junio — La respuesta salió en automático.
— ¿Hubo… tuviste…? Son dos…
— La única complicación fue que se adelantaron ocho semanas, tuvieron que hacerme una cesárea, fue imposible que nacieran de forma natural.
— ¿Cómo es que…? — Terry se pasó la mano por el pelo, luego por la cara, dio un par de pasos a un lado y otro, abrió la boca, pero ningún sonido salió de ella. Se estaba exaltando, y no quería, no debía — Sigo… estoy tratando… — Seguía paseándose, jalando sus cabellos ya húmedos por el sudor que comenzaba a empapar su cuerpo debido a la contención que se estaba obligando a mantener.
Al final, tras unos segundos más, Terry dejó salir un grito de frustración al tiempo que cayó sentado en la orilla de la cama.
Candy se echó para atrás al escuchar su lamento. El corazón le latía con tanta violencia, que temía se le saliera del tórax. Se abrazó a sí misma al sentir el golpe de la culpa.
— Te… Terry — Lo llamó con voz temblorosa, acercándose a él — Yo… — Se acuchilló — ¡Lo siento tanto!
— Seis años — Pronunció el, dejando ver su rostro colorado, sus ojos rojos llenos de lágrimas — Me negaste seis años con mis hijos — Señaló en dirección a la habitación de los niños — Después de lo que sufrimos al perder a David y me ocultaste que tuvimos dos más, me robaste seis años de arroparlos cómo lo he hecho hoy, de contarles un cuento, de jugar con ellos, de tenerlos en mis brazos ¡¿Con qué derecho Candice?! ¡¡¿Con qué?!!
Un golpe le hubiera dolido menos a Candy, que ver esos ojos terribles, llenos de acusación.
— Yo… Te… te lo he dicho… — Cayó sentada — Quise decirte… creí que… estaba buscando la manera…
— ¡¿Buscando una manera?! ¡¿Una manera de qué?! ¡¿De vengarte?! ¿Es eso? ¿Es tu venganza por lo que pasó ese día? ¿Te la cobraste ocultando a mis hijos?
— ¡¡No!! — Negó ella con vehemencia — Mis hijos no son moneda de cambio.
— ¡¿ENTONCE POR QUÉ?! — Gritó él, agarrándole por los hombros, inclinado sobre ella, sacudiendo su cuerpo menudo.
Ella levantó las manos de manera instintiva, apretando ojos y dientes, aguantando con orgullo el dolor que le producía el apretón, y la mirada iracunda de Terry.
Él, quien de repente pareció darse cuenta de lo que hacía, la soltó de inmediato.
Se puso en pie para alejarse de ella que seguía sentada en el piso con las manos en alto.
— No… no era mi intención hacerte daño… — Balbuceó con la respiración agitada.
Despacio, Candy también se incorporó.
Sin mirarlo, con la respiración agitada, sobándose no solo los brazos, sino también su seguridad zarandeada, habló:
— Sé perfectamente que lo que hice estuvo mal… — Reconoció.
— Nunca… — Él apretó los puños, incapaz de mantenerse callado y dejarla hablar — Jamás pensé que podrías hacer algo así — Caminó hacia la puerta — hiciste bien en cambiarte el nombre, Amelia — Pronunció con desprecio, dando la espalda a la joven — Candy sonaría demasiado dulce para un ser tan mezquino cómo tú.
La muchacha contuvo la respiración, arrugando la frente, aguantando con estoicismo las duras palabras.
Tras un silencio tan denso que hacía difícil la respiración, Candy se dio la media vuelta para salir. Sabía que todavía había mucho por decir, no obstante, la rabia era demasiada.
Caminó despacio hacia la salida. con la cabeza alta pasó junto a Terry, mirando solo su objetivo, la puerta color caoba.
Tomó el picaporte, lo giró, la pieza de madera comenzó a abrirse pero…
— ¿No piensas decirme nada más? — preguntó él, apoyando una de sus manos en la puerta, haciendo que está se cerrara de nuevo, impidiendo que la mujer saliera.
— ¿Qué más quieres que te diga? La situación no va a cambiar.
— ¡Oh no, Amelia! La situación sí que va a cambiar — Se inclinó hacia ella — Las cosas no se van a quedar así — Le dijo cerca del oído en tono amenazante — Tú y tu doctorcito no sé van a librar tan fácilmente.
— ¿Qué quieres decir con eso? — Ella se volvió hacia él con los ojos muy abiertos, el pecho subiendo y bajando por la agitación, no solo por el tono en el que él hablaba, sino también por su cercanía.
— A él lo voy a dejar refundido en la cárcel, y a ti… — Se acercó más — Te haré pagar por cada segundo de la vida de mis hijos que me he perdido — Declaró demasiado cerca de la cara de Candy...
Gracias por leer.
Para las que no lo han leído, los capítulos están en el apartado de la Fiesta Florida 2022, y en Wattpad.
Wattpad