Hola, bonito viernes. Hoy es día de actualización de este fic. les agradecemos por sus lecturas y comentarios. Les dejo el capítulo 10
LA MUJER DEL PASADIZO
Terry contemplaba a la joven mujer pensando que sus ojos lo engañaban. La piel blanca de la muchacha brillaba por las gotas de agua que se deslizaban por todo su cuerpo. El príncipe, atónito, detalló las facciones delicadas del bello rostro, los preciosos ojos estaban fijos en él, los mismos que vio el día anterior, verdes como la profundidad del bosque y relucientes como un par de gemas preciosas. Su estupor lo obligó a mantener la vista en el pálido rostro asustadizo. Los ojos de Terry se abrieron más cuando sus fosas nasales fueron impregnadas por el exquisito aroma que reconoció de inmediato.
El mismo olor que lo había embriagado días antes en la alcoba de Eliza y en los rosales.
—Qué… ¿Qué hace usted aquí? —ella fue la primera en reaccionar.
Candy en esos momentos sintió el aroma, pero creía que era el recuerdo de él, ya que antes de que Terry entrara, mientras su cuerpo se cubría con la cálida agua, estaba pensando en él.
A pesar de que era un tema laborioso darse un baño de agua caliente, sobre todo teniendo en cuenta su condición de no salir de ese cuarto secreto. Candy tenía la costumbre, inculcada por su madre, de darse baños habitualmente en los ríos y lagos, puesto que su progenitora siempre le dijo que el agua no solo se llevaba las impurezas del cuerpo, sino también las del alma, y esto la ayudaría a estar fuerte y sana, no solo físicamente sino mentalmente.
Por tal razón y con el afán de tenerla un poco más cómoda, a la que Eliza consideraba su posible salvadora, permitió que Paty ayudara en esta tarea, siendo ella la que le llevaba tal cantidad de agua para disfrutar de baños con regularidad.
—¿Cómo llegó hasta aquí? — preguntó de nuevo con voz aterrada Candy, mientras tomaba su capa a toda prisa para cubrir su desnudez.
Terry se quedó ahí de pie sin saber qué responder a la aparición que tenía enfrente, sentía que estaba en un sueño del cual no quería despertar. Veía que ella movía su boca, pero la estupefacción lo había dejado mudo. Cuando siguió al ave esperaba encontrar telarañas o muebles viejos, baúles con las cosas de Rose Mary, que Anthony resguardaba allí, pero no imaginó encontrar a una hermosa mujer.
Candy después de ponerse su capa, salió de la tinaja donde se aseaba. Trató de cubrir su rostro con prontitud.
—¿Cuánto tiempo lleva ahí mirándome? —Candy se oía molesta y desconcertada.
Las palabras de reproche sacaron de su conmoción a Terry, la mujer tenía el entrecejo arrugado y la boca un poco fruncida, visiblemente enfadada. Con una sonrisa ladeada dijo lo primero que se le vino a la mente.
—Te vi, pero no te miré —fue la frase que finalmente salió de los labios de Terry.
Candy se quedó turbada por lo dicho. Al igual que él, que prefirió quitar su atención de ella para contemplar el extraño lugar.
—¡Qué grosero! —dijo Candy con molestia. Se dio la vuelta para no verle la cara, cubriéndose rápidamente con el velo y acomodando la capucha en la cabeza.
—¿Grosero, yo?
Terry regresó su mirada a la rubia, no le causó ninguna molestia, su tono de voz, al contrario, le divertía. Hasta que recordó que no le había preguntado quién era y qué hacía ahí.
—Mejor dime, ¿quién eres?, y ¿qué haces aquí en mi castillo?
La tomó del brazo para voltearla, pero esta acción hizo que su piel sintiera corrientazos, al igual que en Candy, que no salía de su desconcierto. Tenía a Terry tan cerca que le nublaba todo pensamiento.
—¡Y descubre tu rostro! —Terry arrancó el velo y la capucha de su capa con fuerza, lo que hizo que su rostro y parte de sus hombros giraran, quedando su rostro frente a ella, encontrándose las miradas de un confundido Terry y una asustada Candy.
—¡Eras tú!... La que me observaba a través de la ventana —habló Terry, perdiéndose en los ojos color esmeraldas de Candy.
—Su Alteza, me hace daño —dijo ella en un hilo de voz, con sus ojos brillando por las lágrimas.
Terry reaccionó soltándola de inmediato. Candy intentó tomar su manto para cubrirse la cara.
—¡No lo hagas! —ordenó Terry— Me dirás quién eres y qué haces aquí —añadió el castaño con seriedad.
—Se lo diré, pero antes dígame, ¿cómo entró? ¿Y mi madre, dónde está? —musitó resignada. Candy miró a todos lados sin ver al halcón.
—¿Madre? ¿Quién es tu madre? ¿Acaso ella también vive aquí? —Terry arqueó una ceja y continuó— Yo solo seguí al ave que estaba en la entrada de este lugar— dijo el castaño buscando con la mirada por todo el cuarto—, no vi a nadie más —finalizó.
—¿Y dónde está mi ave? —Candy se notaba nerviosa.
—¿Es tuya? —preguntó él.
—Sí —Candy empezaba a angustiarse al no ver a su madre.
—Basta de responder a tus preguntas, ahora serás tú quién responda —Terry volvió a tomar el control de la situación— te lo preguntaré otra vez. ¿Quién eres?, y por qué estás aquí escondida en mi castillo.
Candy se quedó muda al escuchar el tono alto y amenazador del príncipe, pero soltó un suspiro de alivio al ver que el ave estaba en la entrada de su cuarto. Se perdió en la mirada de su madre que le asintió, ella entendió de inmediato lo que su madre le indicó.
—Soy prisionera en este lugar —dijo con voz apenas audible.
—¿Prisionera? —preguntó con los penetrantes ojos endurecidos—¿De quién?, No entiendo… ¿Quién eres? ¿Y por qué estás aquí de prisionera? Además, ni la entrada al castillo ni la del cuarto están selladas, mucho menos custodiada —Terry se veía confundido—. Por qué no te has ido si puedes hacerlo. ¿Quién te puede tener aquí encerrada? ¿Es mi padre? O... —Terry se paralizó, recordando que Anthony fue quien ocupó esa habitación del castillo antes de que Eliza viviera en ella. Y recordó lo de la noche anterior, como su hermano le prohibió acercarse a los muros después de que él vio los bellos ojos que lo miraban— ¿Anthony? —dijo más para sí mismo, que para Candy— ¿Él es quién te tiene aquí prisionera? —Terry sintió que la sangre le hirvió de coraje.
—¿Anthony? ¿Quién es Anthony? —preguntó ella.
—Mi hermano.
Terry miraba a Candy de nuevo, ahora de forma más detenida. A pesar de estar cubierta con esa gruesa y negra capa, que le hacía resaltar su blanco y sonrojado rostro, en el que se apreciaban unas bellas pecas y una linda y delicada nariz, con unos rosados y gruesos labios que formaban sin proponérselo un corazón, enmarcado por el sol que tenía como cabello, con un arco de cejas perfecto, como el más perfecto arco de batalla. Pero lo que lo tenía más fascinado de ella, eran esos ojos verdes, grandes y brillantes, adornados por gruesas pestañas que parecían custodios de un tesoro. Y su aroma que lo estaba enloqueciendo, apenas y podía controlarse de no tomarla en brazos y arrancarle la capa, para besarla hasta saciarse de ella. Quedó cautivado por la mujer frente a él, la vio tan dulce e indefensa que quiso acercarse.
“Si yo la hubiera visto primero, también la tendría aquí, solo para mí” —Se dijo, creyendo que su hermano era el captor, pero se reprendió de sus lascivos y posesivos pensamientos.
—Anthony… ¿Su hermano?
Candy sacó a Terry de su escudriño. Por alguna razón, con él no se sentía incómoda ante su intensa mirada fija en ella, parecía querer ver a través de ella. Sin responderle a su pregunta, recordó que hacía un momento él la vio totalmente desnuda y que lo único que tenía encima era su capa que sostenía con sus manos. Vio que era una presa frágil ante un depredador, y la mirada azul profundo de Terry parecía ser inmune de aquel manto negro.
Candy bajó su mirada y apretó un poco la tela, se quedó ahí sin moverse ante él que no dejaba de observarla. Los pensamientos de Terry en aquellos momentos eran una guerra sin cuartel, por un lado, sentía que debía indagar cuál era la razón por la que ella estaba allí y ayudarle. Y por otro, su cuerpo estaba reaccionando a mil por hora al deseo que le despertaba. Su cuerpo estaba en rebelión, reclamando ser saciado.
“Es la amante de tu hermano, aunque él también ha querido intimar con tu esposa” —se recriminaba internamente el heredero.
Sus pensamientos se debatían entre el bien y el mal, sostenía un monólogo en su cabeza que estaba a punto de explotar.
“Ella no tiene la culpa de que esté siendo forzada —se decía, pero al momento cambiaba de parecer— Solo es una prostituta que satisface a tu hermano, ¿qué mujer se baña a estas horas de la noche y desnuda? Tal vez espera a su amante. Tómala y enséñale lo que es tener un hombre de verdad. ¿Y si Anthony está a punto de llegar? —pensó—. Me tendrá que explicar. Solo tiene una capa cubriendo su desnudez, tomarla sería muy fácil. Quiero probar su piel —Terry tragó en seco ante este pensamiento— No seas un patán —decía el contraataque en su cabeza.
No está bien, eres casado y ella le pertenece a otro hombre” —Fue el último pensamiento en su cabeza antes de escuchar la voz de Candy.
—Su Alteza, debo vestirme. Le juro que me marcharé en la mañana —dijo postrándose e inclinando su cabeza ante Terry— Por favor, no me haga daño —suplicó con voz quebrada, los largos cabellos de Candy estaban extendidos en el piso.
—Solo dime, ¿quién te trajo? —Terry extendió su mano y la levantó con voz suave.
Candy dudó por un momento, pero miró a su madre y está de nuevo le asintió.
—La princesa Eliza, su esposa —dijo volteando su cara, sin querer mirarlo.
—¿Eliza? —Terry estaba sorprendido, por qué su esposa haría algo así. La palma de su mano alcanzó el rostro de la joven y lo giró con delicadeza, para que le viera a los ojos.
—Bueno, ella… yo —Candy no sabía si continuar y confesar el motivo de su estancia en el castillo.
—¿Qué pasa? —Terry se dio cuenta de su duda y miedo.
—Ella quiere tener un heredero suyo —los ojos de Candy se apagaron.
—¿Qué dices? ¿Un hijo mío? ¿Y tú qué tienes que ver con eso? —Terry sonó incómodo y molesto se apartó de Candy.
—Ella cree que yo soy Circe… mi madre —confesó. Terry la miró con sorpresa.
—¿Circe? ¿Eliza cree que eres Circe?, ¿Y Circe, es tu madre? —el rostro de Terry era de asombro.
—¿Conoce a mi madre? —Candy se percató del estado de shock del heredero.
—Sí… una vez me ayudó a salvarme del ataque de un lobo en el bosque, hace diez años, si no fuera por su intervención, aquel lobo me hubiera matado. Me curó, estoy vivo gracias a ella —explicó.
—Mi madre murió. Su esposa cree que soy ella y me trajo hasta aquí y si sabe la verdad, que yo soy su hija, seguro moriré —Terry miró a Candy, sus verdes ojos estaban llenos de temor.
Terry sintió un sentimiento de calidez ante la chica, que no solo lo tenía deslumbrado, sino que estaba ahí por las locuras de su esposa y era totalmente inocente.
—Por favor, majestad, perdóneme la vida y no diga nada. Me iré de inmediato y jamás volverá a saber de mí —Candy se volvió a postrar, implorando por su vida.
Estas palabras aterrorizaron a Terry. La idea de no volver a ver a esta mujer lo desoló.
—¿Cómo te llamas? —preguntó con voz temblorosa, aterrado por lo que estaba sintiendo. La tomó por el brazo para que se pusiera de pie.
—Candy —dijo ella aún con temor.
—Candy, hija de Circe. Le debo mucho a tu madre y tú serás la forma de pagarle el salvarme la vida —Terry suavizó su rostro—, no es tu culpa que estés aquí. Yo te protegeré, no te vayas, ya pensaré en algo, pero… no te vayas. ¿Entiendes? —la tomaba de los hombros, inclinándose un poco para estar más cerca de su cara. Lo que hacía que se les acelerara el pulso a ambos—. Prométeme que no te irás y confiarás en mí —él se sumergía en las verdes esmeraldas que lo observaban fijamente.
Candy que también estaba atrapada en la mirada azul verdosa, recordó aquella visión que tuvo y comprendió todo. Por eso esos ojos la acecharon los últimos días, él cuidaría de ella, sería su protector. Sintió alegría en su corazón, algo que ya no tenía desde la muerte física de su madre, desde que empezó a sentirse sola, a pesar de tener a Skrael.
—Lo prometo —dijo en voz baja, abandonándose en la penetrante mirada.
Ambos se quedaron contemplando, con los rostros muy cerca del otro. La atracción era palpable entre ellos, él quiso besarla, pero sabía que no era apropiado, tal vez eso la asustaría y escaparía.
—Bien, debes contarme todo, por qué Eliza te tiene aquí —Terry rompió el silencio, antes de obedecer lo que su cuerpo le pedía. Era mejor escuchar toda la historia para alejar las ganas de devorar sus labios.
Candy después de soltar el aire contenido por la cercanía de este hombre, siendo el primero que estaba así de cerca, ya que nunca nadie lo estuvo y mucho menos había tenido contacto íntimo con alguien, trató de responder.
—Bueno, ella —Candy fue interrumpida por ruidos externos de murmullos y algunos gritos— ¿Qué pasa? —dijo perturbada.
—No lo sé —Terry se quedó quieto cerca de la puerta, tratando de escuchar.
—¿Me descubrieron? —soltó atemorizada Candy, pero Terry le puso un dedo en sus labios, pidiéndole silencio. Ambos se quedaron mudos para entender la ola de voces de afuera.
¡LA REINA HA MUERTO!
Se escuchó una fuerte voz a los alrededores. Candy volteo a ver a Terry, que se había quedado de piedra ante la noticia.
Continuará...
CAPÍTULO 9
Última edición por Lady Ardlay el Sáb Abr 15, 2023 10:06 pm, editado 1 vez