Una Dulce Candy
Nunca me he considerado romántico, creo que al contrario mis compañeros de trabajo me tiran de arrogante y engreído, los tabloides de los periódicos dicen lo mismo de mí, quizá porque nunca he querido dar una entrevista. Siempre fui reservado desde el colegio, hacía rabiar a la madre superiora para que me dejara encerrado en mi habitación, prefería eso a ver a los demás murmurar de mí, jamás me mandó al cuarto de castigo. ¡Como un Granchester podría estar ahí! decía la cara dura como la llamaste.
Tu mi querida Candy, veniste a cambiar mi perspectivas de la gente, me hacías sonreír sin yo quererlo, y aún hoy lo hago al recordar todo. Volabas como Tarzan fantasmagórico por la noche, si la madre superiora te hubiera visto de ese modo le hubiera dado un ataque al corazón, siempre me rio de tan solo imaginarlo. Trepabas los árboles y comías dulces con tu pequeño coatí, ese pequeño se volvió mi compañero en tu segunda colina de pony como le llamabas. Y aquella vez que tiraras mi cigarros y los pisaras vaya que eras atrevida mona pecas. Tu cara no tenía precio me regańabas con preocupación por mi, te veía sin decir nada y llegaba un momento en que tus mejillas se sonrojaron, te gustaba lo supe desde ese momento y tu también me gustabas mucho, eres muy bella por fuera; aún más por dentro por tus sentimientos y corazón, siempre hacías lo correcto sin esperar nada a cambio.
Hoy en mi Jardín, que más bien es de mi madre lo se muy bien, una dulce Candy ha florecido, está en medio de diminutas azules no me olvides. Vaya sorpresa me he llevado, la reconozco muy bien pues hace algún tiempo viaje a la Mansión Ardlay quería conocer aquella rosa de la que me hablaste alguna vez cultivo Anthony. Es la última vez que te vi, es un recuerdo muy hermoso ya no el de las escaleras de aquel hospital. Te encontrabas acostada en el césped hice un pequeño ruido y te escuche decir:
—¿Archie eres tú?
Te pusiste de pie y caminaste hacia la reja del portal de rosas, mi corazón palpitaba y mi estómago se contrajo de tan solo pensar me descubrirás.
—No juegues conmigo eres tú Albert, se que alguien está ahí.
Contuve la respiración en lo alto del árbol, cuando vi que te ponías de pie trepe al árbol más cercano, rogué que no voltearas hacia arriba. Espere a que te marcharas para bajar de allí.
Que locura, tuve la oportunidad de verte en lo secreto mi querida Candy. Tiempo después hubo una subasta que llamó mucho la atención de los amantes de las flores y jardinería. La Familia Ardlay subastó injertos de las
rosas de dulces Candy, la verdad no quise ir a tal subasta pues no quería encontrarme contigo había visto en los diarios estabas comprometida. Quién era yo para perturbarte habíamos prometido ser felices y tú lo eras eso me bastaba.
Por mi madre supe que fue una gran recaudación de dinero para orfanatos.
Eleanor me dijo hace días que pronto me llevaría un gran sorpresa en el jardín y hoy se que es, hay un bella dulce Candy, su aroma fragante invade mi ser. Cierro los ojos y puedo ver tu bello rostro, mi anheló más grande es que seas inmensamente feliz al lado de la persona que amas aunque en el fondo de mi corazón soy cómo estás diminutas flores azules al lado de esta rosa “don't forget me” espero al menos ser un bello recuerdo en tu vida. Tal vez mientras haya vida nos encontráremos algún día y tal vez puedas escuchar de mis labios decir:
Tu mi querida Candy, veniste a cambiar mi perspectivas de la gente, me hacías sonreír sin yo quererlo, y aún hoy lo hago al recordar todo. Volabas como Tarzan fantasmagórico por la noche, si la madre superiora te hubiera visto de ese modo le hubiera dado un ataque al corazón, siempre me rio de tan solo imaginarlo. Trepabas los árboles y comías dulces con tu pequeño coatí, ese pequeño se volvió mi compañero en tu segunda colina de pony como le llamabas. Y aquella vez que tiraras mi cigarros y los pisaras vaya que eras atrevida mona pecas. Tu cara no tenía precio me regańabas con preocupación por mi, te veía sin decir nada y llegaba un momento en que tus mejillas se sonrojaron, te gustaba lo supe desde ese momento y tu también me gustabas mucho, eres muy bella por fuera; aún más por dentro por tus sentimientos y corazón, siempre hacías lo correcto sin esperar nada a cambio.
Hoy en mi Jardín, que más bien es de mi madre lo se muy bien, una dulce Candy ha florecido, está en medio de diminutas azules no me olvides. Vaya sorpresa me he llevado, la reconozco muy bien pues hace algún tiempo viaje a la Mansión Ardlay quería conocer aquella rosa de la que me hablaste alguna vez cultivo Anthony. Es la última vez que te vi, es un recuerdo muy hermoso ya no el de las escaleras de aquel hospital. Te encontrabas acostada en el césped hice un pequeño ruido y te escuche decir:
—¿Archie eres tú?
Te pusiste de pie y caminaste hacia la reja del portal de rosas, mi corazón palpitaba y mi estómago se contrajo de tan solo pensar me descubrirás.
—No juegues conmigo eres tú Albert, se que alguien está ahí.
Contuve la respiración en lo alto del árbol, cuando vi que te ponías de pie trepe al árbol más cercano, rogué que no voltearas hacia arriba. Espere a que te marcharas para bajar de allí.
Que locura, tuve la oportunidad de verte en lo secreto mi querida Candy. Tiempo después hubo una subasta que llamó mucho la atención de los amantes de las flores y jardinería. La Familia Ardlay subastó injertos de las
rosas de dulces Candy, la verdad no quise ir a tal subasta pues no quería encontrarme contigo había visto en los diarios estabas comprometida. Quién era yo para perturbarte habíamos prometido ser felices y tú lo eras eso me bastaba.
Por mi madre supe que fue una gran recaudación de dinero para orfanatos.
Eleanor me dijo hace días que pronto me llevaría un gran sorpresa en el jardín y hoy se que es, hay un bella dulce Candy, su aroma fragante invade mi ser. Cierro los ojos y puedo ver tu bello rostro, mi anheló más grande es que seas inmensamente feliz al lado de la persona que amas aunque en el fondo de mi corazón soy cómo estás diminutas flores azules al lado de esta rosa “don't forget me” espero al menos ser un bello recuerdo en tu vida. Tal vez mientras haya vida nos encontráremos algún día y tal vez puedas escuchar de mis labios decir:
Nada ha cambiado en mi