Escrito regalo para Gezabel Alighieri, esperando ahí tenido un gran día.
El tiempo no perdona.
El humo del cigarrillo se elevaba en espirales hacia el cielo nocturno mientras Gezabel observaba la ciudad desde la azotea. A su lado, Terry, Neil y Stear permanecían en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. La brisa nocturna agitaba sus gabardinas, un recordatorio constante del paso del tiempo.
Habían pasado cinco años desde aquella fatídica noche, aquella en que sus vidas cambiaron para siempre. El robo al casino, meticulosamente planeado por Terry, había sido un éxito rotundo. Sin embargo, la codicia los había cegado y, en su escape, una bala encontró su destino en el cuerpo de un policía.
Desde entonces, la vida se convirtió en una carrera contra el tiempo. La policía los perseguía sin descanso y la paranoia se había convertido en su sombra inseparable. Vivían ocultos, refugiados en la oscuridad, como fantasmas de su propio pasado.
Gezabel, la líder de la banda, era una mujer de carácter fuerte y determinación inquebrantable. A pesar del peso de la culpa sobre sus hombros, se negaba a rendirse. En sus ojos brillaba una chispa de esperanza, la esperanza de encontrar una redención que parecía imposible.
Stear, el científico loco, era un genio atormentado por sus propios demonios. Su mente brillante había sido la artífice del plan, pero también la responsable de la tragedia. Consumido por el remordimiento, buscaba en vano una forma de enmendar sus errores.
Terry, el amor secreto de Gezabel, era un hombre de corazón noble y lealtad inquebrantable. Aunque no estuvo de acuerdo con el robo, siguió a Gezabel hasta el final. Su amor por ella era lo único que lo mantenía en pie.
Neil, el compinche, era un hombre calculador con un pasado turbulento. Su único deseo era aumentar su fortuna. Aunque nunca confiaba en las personas, en la banda encontró algo parecido a la amistad, un lazo que los unía a pesar del peligro.
Los cuatro personajes, unidos por el destino y la culpa, se enfrentaban a una encrucijada. ¿Huir del tiempo o aceptarlo? ¿Escapar de la justicia o buscar la redención? La decisión final marcaría el curso de sus vidas para siempre.
Frente a ellos se encontraba la puerta al pasado. Al parecer, el científico loco lo había logrado: la máquina del tiempo se activaba, expulsando un humo blanquecino que les erizaba la piel. El peligro del efecto mariposa estaba frente a ellos, pero también las sirenas de las patrullas. El tiempo estaba contado y su decisión se había sellado.