Habían sido días interminables de amargo sufrimiento, noches enteras sin conciliar el sueño por estar velando la agonía de la que era presa Susana. A pesar de los tranquilizantes que le eran suministrados, Susana no paraba de emitir frases sin sentido para el personal médico que rotaba por la habitación, pero que bien entendían las dos personas cercanas a la rubia que se encontraban a su lado.
-¡Mamá, mamá! ¡Por favor revisa el correo! ¡Por qué no responde a la carta que le envié!- Susana pedía a gritos- ¡Espero le haya quedado claro que Terry es mio, ella no lo ama como yo, ¿Verdad mami?...Él prometió quedarse a mi lado... Se lo dije... Mamá ¡¿Porqué Candy no responde a mi carta?!- era la diatriba agonizante que Susana no se cansaba de repetir.
Un par de ojos color azul tan profundo como el océano en tormenta, la miraba fijamente tratando de descifrar a qué se refería la rubia con aquellas palabras, pero sobre todo quería saber que demonios le había escrito en aquella carta que parecía ser el principal suplicio de la agonía de Susana.
-Tranquila cariño, no dejaré que nada empañe tu felicidad- le susurraba tiernamente Eloise Marlowe a su hija mientras acariciaba dulcemente la frente perlada en sudor de Susana.
-Gracias mamá- Susana sonreía débilmente a su madre respirando con dificultad, repentinamente se sumió en un profundo sueño.
-Deberían de aprovechar e ir a comer algo a la cafetería- les sugirió el médico en turno.
Sin pensarlo dos veces, Terry salió de la lúgubre habitación con un lento andar. Sumido en sus pensamientos, no se percataba de que era el tema de conversación entre el personal, pues de ser ciertos los delirios de la desahuciada ex actriz, se valió de artimañas para obligar a permanecer a su lado al guapo y exitoso actor, y por lo que deducían las enfermeras que estaban presentes en dichos delirios, el actor amaba a otra mujer.
Tomando entre sus manos aquella taza caliente de café, Terry pensaba en todo lo que decía Susana, jamás imaginó que se atrevería a escribirle a Candy pero lo más importante era el descubrir lo corrompida de su alma al lacerar con sus palabras el noble corazón de Candy.
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La habitación estaba tenuamente iluminada por las luces callejeras que se colaban entre las cortinas, los párpados le pesaban para poder abrir sus ojos, entre parpadeos, una sombra en el rincón más oscuro llamó su atención, tratando de enfocar la mirada, sonrió al reconocer a su amado.
-Terry- exclamó en un susurro, mientras elevaba su mano llamándolo a su lado.
La alta figura se fue acercando lentamente a ella, tomando su mano entre la suya.
-¡Oh, Terry! No sabes cuánto te amo. El que estés a mi lado, eclipsa el haber quedado postrada en una silla de ruedas, pagaría gustosa nuevamente ese precio si con ello te tengo.
El caballero de sedosa cabellera castaña la miraba fijamente mientras acariciaba con dulzura la mano de la rubia. Una pequeña sonrisa curvó los suaves labios del hombre. Susana miraba fascinada los gestos de su amado, grabándolos en su mente, conciente de que el final se acercaba.
-Terry... Por favor bésame y perdóname.
De manera deliberada el caballero se acercó al rostro de la rubia, permitiendo que Susana embebiera la escena con la que siempre soñó. Posó sus fríos labios sobre los rosados pálidos de la rubia presionándolos dulcemente, con un disparo de adrenalina Susana toma su cabeza enredando sus dedos entre los sedosos cabellos castaños haciendo más profundo el beso bebiendo el loco frenesí que solo en sus sueños era capaz de vivir, el caballero hambriento con su lengua se abre paso en la virginal boca, bebiendo su último aliento.
El grito lastimero de Eloise Marlowe provocó que Terry corriera presuroso, a su llegada a aquella habitación que por mucho tiempo fue su prisión, se encontró a una resquebrajada madre llorando a los pies de su hija.
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El rostro pacifico y la dulce sonrisa que curvaba los labios de Susana en su lecho de muerte, fue suficiente para que Terry dejara ir todos los sentimientos amargos que llenaron su vida a lo largo de esos cinco años.
-Descansa en paz Susana, te perdono- expresó en silencio Terry, mientras veía como colocaban el último montículo de tierra a la última morada de Susana y con ella se iba todo el dolor vivido, mientras su rostro carente de emoción, conmocionaba a la gente que había acudido al sepelio.
La muerte es la única
Que alivia el dolor del desamor,
Generosa cubre con su túnica
Cuando escucha un clamor*
Notas de la autora: * fragmento tomado del poema "Dulce muerte" autor: hasher, del sitio poemas del alma