Al parecer había llegado tarde a la fiesta, no había casi nadie y, los pocos que quedaban se estaban despidiendo del cumpleañeros: Anthony Brown.
Aun estaba rodeado de unas que otras “damas”. Yo no quería incomodar, a decir verdad no quería asistir a la fiesta ni mucho menos ver al festejado.
Pero algo me impulso a ir, aunque había llegado tarde, pero llegue.
Cuando entre al gran salón donde se suponía que se iba a dar tremenda fiesta llena de personas, meseros brindando los mejores manjares y vinos de la noche, no había nada de eso, solo el festejado y unas damiselas que lo acortejaban y él parecía estar feliz por ello: al parecer yo había llegado tarde y lo peor, no era muy grata mi presencia en ese lugar.
Mis ojos al ver tal espectáculo tan bochornoso, le mando una tremenda señal a mi cerebro y este se encargo de esparcilla por todo mi cuerpo porque, mis manitas estaban apretujando con fuerza una cajita que llevaba según yo, el mejor regalo para el niño de las rosas.
Su mirada azul, luego de unos momentos de estar mirando a las “damas”, se topó con mis ojos color miel.
Mi rostro que hace unos momentos se tornaban frívolos y firme, cambio de una forma radical.
Él se abrió paso a través de la cortina humana que lo tenían “protegido”.
Se dirigió hacia mi, sin quitarme la mirada del frente con tremenda sonrisa en su rostro perfecto. Sin embargo yo, no sabía dónde poner la mirada; mi cabeza se movía de una forma, como si tratase de buscar alguna escapatoria de la mirada azul. Al parecer su objetivo era llegar hacia donde mi, escucharme solo a mí, porque una de las jovencitas le hablaba con un tono indignado, haciendo berrinche como una niña de 5 años cuando le quitan su juguete favorito, pero él no la escuchaba, o no quería hacerlo.
No podía escuchar con seguridad, porque mi cabeza solo pensaba en escapar, pero mi cuerpo no, ese parecía estar clavado en el lugar en donde estaba en esos momentos desde que llegue a dicho salón.
Cuando al fin llego a mí, me acerco hacia su pecho, me abrazaba cada vez más fuerte, como si no me quisiera dejar ir nunca; yo era prisionera en ese momento de tan dulces y cálidos brazos.
Aun no entiendo el porqué de ese recibimiento, si yo en el pasado le hice tanto daño: lo había engañado con sus dos primos: Neil y Stear; y con el rebelde mas guapo que puede existir: Terry.
Recuerdo que cuando le conté sobre mi engaño, faltaban tan solo días para su cumpleaños el cual celebrábamos juntos ya que cumplimos años en el mismo mes, habíamos decidido hacer doble celebración.
Su dulce y tierno rostro el cual estaban tan feliz, cambio, y no es para menos.
Él había depositado todas sus ilusiones en esta chica, y le falle. Intente explicarle las rezones, pero él no quiso escucharla, en vez de eso sostuvo su mano más arriba de mi cabeza, como señal de pegarme tremenda cachetada, mis ojos se abrieron como plato y si hacia minutos atrás derramaban lagrimas como cascada, ahora parecían diluviar; él seguía sosteniendo su mano mas arriba de mi cabeza, pero no hizo nada, en vez de eso la cerro y agacho su mirada la cual estaba como la mía en esos momentos y, se fue corriendo.
Yo quería salir detrás de él, pero no lo hice…
A partir de ese día jamás lo volví haber, pero si le enviaba regalo en forma anónima, porque estaba segura que si sabía que era yo, no lo querría recibir, y eso no quería. Me conformaba con saber que lo disfrutaba.
Me sorprendió ver la invitación que me habían enviado.
Y ahí estaba yo, luego de un tiempo, nuevamente en sus brazos. Creí que lo había dejado de querer, pero no.
Lo sé porque mi corazón latió en ese momento con más fuerza y, mi cuerpo temblaba sin razón alguna; deje caer la caja que minutos atrás estaba a punto de romper por causa de los celos, ahora lo sé.
Y de esa caja brotaron unas que otras mariposas: ese era el regalo que le enviaba años tras años, él no parecía sorprendido, pero si feliz.
"Cuenta una leyenda en lengua náhuatl, una lengua de origen azteca, que si quieres que un deseo se vuelva realidad debes contárselo a papalotl, la mariposa, como ésta no emite sonido alguno sólo podrá decírselo a Xochiquetzal, la diosa de la alegría y de las flores. Por lo tanto si pides el deseo y liberas a la mariposa, ésta llevará a los cielos tu deseo como agradecimiento por haberla liberado."
Recito este sin dejar de mirar a las bellas mariposas que volaban por todo el salón, así decía la tarjeta que años tras años le enviaba junto con mi regalo, se la había aprendido de memoria.
Tomo mi mano y me condujo hacia la puerta “lista”, me dijo.
Yo asentí como adivinando sus pensares, y con una tremenda sonrisa dibujada en mi rostro, le ayude abrir la gran puerta de aquel salón.
Las mariposas salieron hacia afuera como si la sacaran de la caja donde yo la tenia prisionera, la cara de Anthony estaba fascinado la mía también, era hermoso ver eso que estaban viendo mis ojos en esos momentos, y no me refiero solo a las mariposas.
Me estaba alejando de sus brazos, lista para irme ya, pero sus brazos en auto reflejo me sostuvieron con más fuerzas:
-Esta vez no te dejare ir, Igzell- me decía sin dejar de mirar el espectáculos de las mariposas.
Yo por mi parte me ruborice…Neil, Terry y mi Stear estarán preocupados porque mi celular no dejaba de sonar mientras yo estaba con mi príncipe de las rosas, mi niño en un lugar donde…bueno, ya se lo podrán imaginar.
-Feliz cumpleaños, Igzell- me decía entre gemidos.
-Feliz cumpleaños, mi amor- le respondí.
Aun estaba rodeado de unas que otras “damas”. Yo no quería incomodar, a decir verdad no quería asistir a la fiesta ni mucho menos ver al festejado.
Pero algo me impulso a ir, aunque había llegado tarde, pero llegue.
Cuando entre al gran salón donde se suponía que se iba a dar tremenda fiesta llena de personas, meseros brindando los mejores manjares y vinos de la noche, no había nada de eso, solo el festejado y unas damiselas que lo acortejaban y él parecía estar feliz por ello: al parecer yo había llegado tarde y lo peor, no era muy grata mi presencia en ese lugar.
Mis ojos al ver tal espectáculo tan bochornoso, le mando una tremenda señal a mi cerebro y este se encargo de esparcilla por todo mi cuerpo porque, mis manitas estaban apretujando con fuerza una cajita que llevaba según yo, el mejor regalo para el niño de las rosas.
Su mirada azul, luego de unos momentos de estar mirando a las “damas”, se topó con mis ojos color miel.
Mi rostro que hace unos momentos se tornaban frívolos y firme, cambio de una forma radical.
Él se abrió paso a través de la cortina humana que lo tenían “protegido”.
Se dirigió hacia mi, sin quitarme la mirada del frente con tremenda sonrisa en su rostro perfecto. Sin embargo yo, no sabía dónde poner la mirada; mi cabeza se movía de una forma, como si tratase de buscar alguna escapatoria de la mirada azul. Al parecer su objetivo era llegar hacia donde mi, escucharme solo a mí, porque una de las jovencitas le hablaba con un tono indignado, haciendo berrinche como una niña de 5 años cuando le quitan su juguete favorito, pero él no la escuchaba, o no quería hacerlo.
No podía escuchar con seguridad, porque mi cabeza solo pensaba en escapar, pero mi cuerpo no, ese parecía estar clavado en el lugar en donde estaba en esos momentos desde que llegue a dicho salón.
Cuando al fin llego a mí, me acerco hacia su pecho, me abrazaba cada vez más fuerte, como si no me quisiera dejar ir nunca; yo era prisionera en ese momento de tan dulces y cálidos brazos.
Aun no entiendo el porqué de ese recibimiento, si yo en el pasado le hice tanto daño: lo había engañado con sus dos primos: Neil y Stear; y con el rebelde mas guapo que puede existir: Terry.
Recuerdo que cuando le conté sobre mi engaño, faltaban tan solo días para su cumpleaños el cual celebrábamos juntos ya que cumplimos años en el mismo mes, habíamos decidido hacer doble celebración.
Su dulce y tierno rostro el cual estaban tan feliz, cambio, y no es para menos.
Él había depositado todas sus ilusiones en esta chica, y le falle. Intente explicarle las rezones, pero él no quiso escucharla, en vez de eso sostuvo su mano más arriba de mi cabeza, como señal de pegarme tremenda cachetada, mis ojos se abrieron como plato y si hacia minutos atrás derramaban lagrimas como cascada, ahora parecían diluviar; él seguía sosteniendo su mano mas arriba de mi cabeza, pero no hizo nada, en vez de eso la cerro y agacho su mirada la cual estaba como la mía en esos momentos y, se fue corriendo.
Yo quería salir detrás de él, pero no lo hice…
A partir de ese día jamás lo volví haber, pero si le enviaba regalo en forma anónima, porque estaba segura que si sabía que era yo, no lo querría recibir, y eso no quería. Me conformaba con saber que lo disfrutaba.
Me sorprendió ver la invitación que me habían enviado.
Y ahí estaba yo, luego de un tiempo, nuevamente en sus brazos. Creí que lo había dejado de querer, pero no.
Lo sé porque mi corazón latió en ese momento con más fuerza y, mi cuerpo temblaba sin razón alguna; deje caer la caja que minutos atrás estaba a punto de romper por causa de los celos, ahora lo sé.
Y de esa caja brotaron unas que otras mariposas: ese era el regalo que le enviaba años tras años, él no parecía sorprendido, pero si feliz.
"Cuenta una leyenda en lengua náhuatl, una lengua de origen azteca, que si quieres que un deseo se vuelva realidad debes contárselo a papalotl, la mariposa, como ésta no emite sonido alguno sólo podrá decírselo a Xochiquetzal, la diosa de la alegría y de las flores. Por lo tanto si pides el deseo y liberas a la mariposa, ésta llevará a los cielos tu deseo como agradecimiento por haberla liberado."
Recito este sin dejar de mirar a las bellas mariposas que volaban por todo el salón, así decía la tarjeta que años tras años le enviaba junto con mi regalo, se la había aprendido de memoria.
Tomo mi mano y me condujo hacia la puerta “lista”, me dijo.
Yo asentí como adivinando sus pensares, y con una tremenda sonrisa dibujada en mi rostro, le ayude abrir la gran puerta de aquel salón.
Las mariposas salieron hacia afuera como si la sacaran de la caja donde yo la tenia prisionera, la cara de Anthony estaba fascinado la mía también, era hermoso ver eso que estaban viendo mis ojos en esos momentos, y no me refiero solo a las mariposas.
Me estaba alejando de sus brazos, lista para irme ya, pero sus brazos en auto reflejo me sostuvieron con más fuerzas:
-Esta vez no te dejare ir, Igzell- me decía sin dejar de mirar el espectáculos de las mariposas.
Yo por mi parte me ruborice…Neil, Terry y mi Stear estarán preocupados porque mi celular no dejaba de sonar mientras yo estaba con mi príncipe de las rosas, mi niño en un lugar donde…bueno, ya se lo podrán imaginar.
-Feliz cumpleaños, Igzell- me decía entre gemidos.
-Feliz cumpleaños, mi amor- le respondí.