-Yo creo que puedo volar
Dijo el pequeño con seguridad cuando su maestro les preguntó en la escuela si tenían alguna habilidad.
Los chiquillos a su alrededor soltaron risitas ante el comentario.
-¡Embustero! ¡Nadie puede hacerlo!
-Yo sí -Replicó el chico con seguridad
-¡Pruebalo! -Le dijeron -te retamos a que vueles desde la azotea de la escuela-
El chico se acomodó las gafas y apretó la quijada, miró al suelo y respondió con voz firme.
-Les dije que puedo volar, pero jamás les dije que soy un tonto impruente.
Los chiquillos rieron en coro ante la respuesta.
Al atardecer miraba arriba sentado en la colina, su vista se perdía en la inmensidad del cielo, observó las aves que hacían una danza entre las nubes antes de irse a dormir.
Dejó a un lado el libro que estaba leyendo, poniendo un marcador a su poema favorito y cerrando los ojos recitó muy quedito:
El alto vuelo sigo
con mis manos:
honor del cielo, el pájaro
atraviesa
la transparencia, sin manchar el día.
Cruza el oeste palpitando y sube
por cada grada hasta el desnudo azul
todo el cielo es su torre
y limpia el mundo con su movimiento.
Aunque el ave violenta
busque sangre en la rosa del espacio
aquí está su estructura:
flecha y flor es el pájaro en su vuelo
y en la luz se reúnen
sus alas con el aire y la pureza.
¡Oh plumas destinadas
no al árbol, ni a la hierba, ni al
combate,
ni a la atroz superficie,
ni al taller sudoroso,
sino a la dirección y a la conquista
de un fruto transparente!
El baile de la altura
con los trajes nevados
de la gaviota, del petrel, celebro,
como si yo estuviera
perpetuamente entre los invitados:
tomo parte
en la velocidad y en el reposo,
en la pausa y la prisa de la nieve.
Y lo que vuela en mí se manifiesta
en la ecuación errante de sus alas.
¡Oh viento junto al férreo
vuelo del cóndor negro, por la bruma!
Silbante viento que traspuso el héroe
y su degolladora cimitarra:
tú guardas el contacto
del duro vuelo como una armadura
y en el cielo repites su amenaza
hasta que todo vuelve a ser azul.
Vuelo de la saeta
que es la misión de cada golondrina,
vuelo del ruiseñor con su sonata
y de la cacatúa y su atavío!
Vuelan en un cristal los colibríes
conmoviendo esmeraldas encendidas
y la perdiz sacude
el alma verde
de la menta volando en el rocío.
Yo que aprendía volar, con cada vuelo
de profesores puros
en el bosque, en el mar, en las
quebradas,
de espaldas en la arena
o en los sueños.
me quedé aquí, amarrado
a las raíces,
a la madre magnética, a la tierra,
mintiéndome a mí mismo
y volando
solo dentro de mí,
solo y a oscuras.
Muere la planta y otra vez se entierra,
vuelven los pies del hombre al
territorio,
sólo las alas huyen de la muerte.
El mundo es una esfera de cristal,
el hombre anda perdido si no vuela
no puede comprender la transparencia.
Por eso yo profeso
la claridad que nunca se detuvo
y aprendí de las aves
la sedienta esperanza,
la certidumbre y la verdad del vuelo.*
Se levantó, cerró los ojos un momento para sentir la briza que comenzaba a soplar cálida y extendió las manos. Corrió colina abajo y se elevó en el aire, el viento acariciaba su cuerpo mientras volaba a la par de las aves a su alrededor. Tocó las nubes con las puntas de sus dedos y atrapó entre sus alas los últimos rayos del sol. Hizo piruetas, se lanzó en picada y suavemente aterrizó.
Se detuvo al pie de la colina y sonrió agitado por la carrera. Tomó el pequeño avión que estaba a unos pasos de él y sonrió satisfecho.
Pues él era el único que sabía que con tan sólo cerrar los ojos se puede volar.
* POEMA EL VUELO PABLO NERUDA
Última edición por Mimicat Cornwell el Mar Abr 14, 2015 6:54 am, editado 1 vez