Hola chicas, les dejo otra sencilla historia basada en los hermosos arts de Oladys.
Quien no solo me ha inspirado, si no a muchas otras lovers más.
Espero les agrade y si gustan se llevan el regalito incluído.
Quien no solo me ha inspirado, si no a muchas otras lovers más.
Espero les agrade y si gustan se llevan el regalito incluído.
SUEÑO DE AMOR EN PARIS
Era domingo por la tarde, ya el sol había pintado el cielo con esos colores de fuego, matizando el ambiente primaveral de ese día. Estaba tomando fotografías, no era una experta pero me encantaba hacerlo y varias de ellas adornaban mi pequeño departamento.
Veía a las parejas que se reunían admirando el paisaje y de vez en vez prodigándose tiernos besos. Por otro lado los chiquillos que iban tomados de la mano de sus padres, unos contentos y otros en pleno berrinche. Más allá un par de gemelos iban dormidos en su cochecito doble empujados por su padre, que a leguas se notaba apurado pero disfrutando el paseo con sus pequeños. Los turistas iban y venían y yo escuchando, sin entender, sus pláticas escudada detrás de la lente de mi cámara.
Me dí un pequeño descanso para disfrutar, con mis propios ojos y sin artificios de por medio, el hermoso paisaje que nos regalaba la naturaleza. ¿Qué tenía París que con su encanto parecía poner románticos y de buen humor a las personas? Habia llegado ahí hace dos años, solicitando un puesto en un importante hospital francés para una especialidad en biología reproductiva. Necesitaba otros aires y esa era una oportunidad estupenda. Así que no lo pensé. Tomé una maleta, mis diplomas y huí al otro lado del charco... aunque el destino me tenía deparado un par de sorpresas.
Y aquí estoy, disfrutando una hermosa tarde, caminando en Les Champs-Élysées, el Sena y terminando mi paseo en el campo de Marte y su hermosa torre. De pronto mi mirada se topó con un atractivo joven que parecía ansioso, llevaba un ramo sencillo y precioso de margaritas y entre los paseantes, parecía buscar a alguien. Sonreí abiertamente cuando el joven se topó con mi mirada y también me sonrió. Parecía haberse dado cuenta que lo observaba y tratando de disimular el nerviosismo que lo consumía, se alejó perdiéndose en la distancia para luego volver al mismo sitio. Sus pupilas azules miraban insistentemente su reloj y apretaba el ramo con desesperación.
— ¡Hey! — le dije sonriendo — vas a estropear las flores si sigues apretando demasiado los tallos.
— ¡Oh! — exclamó y acercándose, se sentó a mi lado — ¿Se me nota lo ansioso?
— Un poco, pero sea quien sea la mujer a quien esperas, no merece recibir un ramo roto ¿Me permites arreglarlo un poco?
— Claro — dijo y me entregó el ramo.
— ¿Eres francés? — le pregunté, tratando de hacerle pasar el rato mientras trataba de arreglar las ajadas margaritas.
— No, soy americano… de Chicago.
— ¿Estás de vacaciones?
— No — me sonrió un poco más relajado — Solo estoy cumpliendo una promesa hecha hace varios años.
— Supongo que se la hiciste a una chica — El amplió más sus sonrisa y pude notar un brillo hermoso en sus pupilas azules.— ¡Ya está! — exclamé, entregándole las margaritas.
— Si… éramos unos niños cuando nos conocimos.— Me dijo, dejando a un lado el ramito — Ella lloraba en una colina y la consolé cuando era yo mismo quien necesitaba que alguien me dijera que todo estaba bien.
— ¡Oh… lo siento! — susurré. No hacía falta decirlo pero entendía que había pasado por una terrible pena. Quizás la muerte de un ser querido, así que no pregunté y él entendió mi silencio y prosiguió.
— Mi hermana, había fallecido y buscando la soledad fue que la encontré. Era unos años menor que yo, pero su llanto consoló mi llanto y pronto tuve la necesidad de hacerla reír y sin esperarlo su risa me contagió, que terminamos estallando a carcajadas. Tuve que irme corriendo porque no quería que me encontraran, pero le dejé un medallón como recuerdo y agradecimiento de ese momento. Varios meses después la encontré y fue que hicimos el juramento. Cuando ella cumpliera 21 años nos encontraríamos aquí, un 8 de mayo para ser exactos, durante el atardecer.
— ¡Ay que bonita historia! — exclamé — Es muy romántica ¿La volviste a ver después de eso? ¿Sabes cómo es?
— Se llama Candy y es una chica preciosa de cabello ensortijado y hermosos ojos verdes. Y no… no sé cómo es actualmente pero recuerdo su pelo rubio y su mirada húmeda por el llanto y después brillante a causa de la risa.
— ¿Crees que ella cumplirá la promesa? Ya casi termina el atardecer y aparecen las primeras estrellas — Le dije tratando de no parecer metiche y hacerle perder la ilusión.
Miles de preguntas llegaron a mi mente ¿Si ella no se presentaba? ¿Y si lo hacía y se decepcionaba?... quizás ya estaba comprometida o casada ¿O había cambiado mucho y no le gustara? Pero él hablaba de una niña tierna y dulce y la de ahora ya era una mujer. Posiblemente se había teñido el pelo, hecho tatuajes o llevaba un percing en la nariz... qué sé yo. Pero escuchaba como hablaba y hablaba. A quien lo escuchara por primera vez, sin conocer la historia, se daría cuenta que estaba enamorado de una hermosa mujer y que su nerviosismo era porque se le declararía en esa tarde.
— ¿En qué piensas? — De pronto él preguntó.
— Yo… — quería externarle todas mis dudas pero en ese preciso momento miré a una hermosa chica que se acercaba, buscando a alguien, ella llevaba una rosa blanca en la mano. Y sin saberlo supe que era ella y mi sonrisa se convirtió en carcajada. — Mira —Le dije y señalé discretamente.
Él se quedó sin habla. Estaba mirando a una bella mujer rubia, de rizos perfectamente peinados y vistiendo un sencillo vestido amarillo pálido. Unos hermosos y grandes ojos verdes miraban preocupada su reloj y mordía su labio en un coqueto y nervioso mohín.
— Es ella — dijo él con alivio y emoción en su voz.
— Anda, ve… no sea que piense que has incumplido con tu promesa.
— Gracias por escucharme.— Dijo y tomándo las margaritas, se levantó
— Soy muy buena en eso… ¿Puedo? — pregunté mostrándole mi cámara.
— Claro — y entonces sin muchas poses pero con una gran sonrisa, lo fotografié.
— Por cierto me llamo Janik — le dije extendiéndole la mano.
— Albert… Albert Andrew — y estrechando la mía, se alejó.
Me quedé observándolos.
Eran una hermosa pareja.
Miré como de la sorpresa inicial, se estrechaban en un muy apretado abrazo para terminar riendo. Y antes de alejarse, él volteó y se despidió con un adiós y un gesto de mano. Sin duda ese par de rubios eran el amor personificado. Entonces, suspiré añorando a mi amor. Aquel guapo chico de cabellos oscuros y gafas que me robó el corazón con su sonrisa franca. Estaba en misión con médicos sin fronteras en África, tratando de controlar la pandemia de ébola. Yo estaría también ahí, acompañándolo, pero mi embarazo lo impidió y ahora él regresaría para esperar juntos a la que sin duda, será nuestra mayor alegría.
La noche se tachonó de estrellas, miré la foto de mi sonriente amigo, y no pude evitar también sonreí. Porque nuevamente había sido testigo de la magia de la ciudad luz… de un sueño de amor en París.
Veía a las parejas que se reunían admirando el paisaje y de vez en vez prodigándose tiernos besos. Por otro lado los chiquillos que iban tomados de la mano de sus padres, unos contentos y otros en pleno berrinche. Más allá un par de gemelos iban dormidos en su cochecito doble empujados por su padre, que a leguas se notaba apurado pero disfrutando el paseo con sus pequeños. Los turistas iban y venían y yo escuchando, sin entender, sus pláticas escudada detrás de la lente de mi cámara.
Me dí un pequeño descanso para disfrutar, con mis propios ojos y sin artificios de por medio, el hermoso paisaje que nos regalaba la naturaleza. ¿Qué tenía París que con su encanto parecía poner románticos y de buen humor a las personas? Habia llegado ahí hace dos años, solicitando un puesto en un importante hospital francés para una especialidad en biología reproductiva. Necesitaba otros aires y esa era una oportunidad estupenda. Así que no lo pensé. Tomé una maleta, mis diplomas y huí al otro lado del charco... aunque el destino me tenía deparado un par de sorpresas.
Y aquí estoy, disfrutando una hermosa tarde, caminando en Les Champs-Élysées, el Sena y terminando mi paseo en el campo de Marte y su hermosa torre. De pronto mi mirada se topó con un atractivo joven que parecía ansioso, llevaba un ramo sencillo y precioso de margaritas y entre los paseantes, parecía buscar a alguien. Sonreí abiertamente cuando el joven se topó con mi mirada y también me sonrió. Parecía haberse dado cuenta que lo observaba y tratando de disimular el nerviosismo que lo consumía, se alejó perdiéndose en la distancia para luego volver al mismo sitio. Sus pupilas azules miraban insistentemente su reloj y apretaba el ramo con desesperación.
— ¡Hey! — le dije sonriendo — vas a estropear las flores si sigues apretando demasiado los tallos.
— ¡Oh! — exclamó y acercándose, se sentó a mi lado — ¿Se me nota lo ansioso?
— Un poco, pero sea quien sea la mujer a quien esperas, no merece recibir un ramo roto ¿Me permites arreglarlo un poco?
— Claro — dijo y me entregó el ramo.
— ¿Eres francés? — le pregunté, tratando de hacerle pasar el rato mientras trataba de arreglar las ajadas margaritas.
— No, soy americano… de Chicago.
— ¿Estás de vacaciones?
— No — me sonrió un poco más relajado — Solo estoy cumpliendo una promesa hecha hace varios años.
— Supongo que se la hiciste a una chica — El amplió más sus sonrisa y pude notar un brillo hermoso en sus pupilas azules.— ¡Ya está! — exclamé, entregándole las margaritas.
— Si… éramos unos niños cuando nos conocimos.— Me dijo, dejando a un lado el ramito — Ella lloraba en una colina y la consolé cuando era yo mismo quien necesitaba que alguien me dijera que todo estaba bien.
— ¡Oh… lo siento! — susurré. No hacía falta decirlo pero entendía que había pasado por una terrible pena. Quizás la muerte de un ser querido, así que no pregunté y él entendió mi silencio y prosiguió.
— Mi hermana, había fallecido y buscando la soledad fue que la encontré. Era unos años menor que yo, pero su llanto consoló mi llanto y pronto tuve la necesidad de hacerla reír y sin esperarlo su risa me contagió, que terminamos estallando a carcajadas. Tuve que irme corriendo porque no quería que me encontraran, pero le dejé un medallón como recuerdo y agradecimiento de ese momento. Varios meses después la encontré y fue que hicimos el juramento. Cuando ella cumpliera 21 años nos encontraríamos aquí, un 8 de mayo para ser exactos, durante el atardecer.
— ¡Ay que bonita historia! — exclamé — Es muy romántica ¿La volviste a ver después de eso? ¿Sabes cómo es?
— Se llama Candy y es una chica preciosa de cabello ensortijado y hermosos ojos verdes. Y no… no sé cómo es actualmente pero recuerdo su pelo rubio y su mirada húmeda por el llanto y después brillante a causa de la risa.
— ¿Crees que ella cumplirá la promesa? Ya casi termina el atardecer y aparecen las primeras estrellas — Le dije tratando de no parecer metiche y hacerle perder la ilusión.
Miles de preguntas llegaron a mi mente ¿Si ella no se presentaba? ¿Y si lo hacía y se decepcionaba?... quizás ya estaba comprometida o casada ¿O había cambiado mucho y no le gustara? Pero él hablaba de una niña tierna y dulce y la de ahora ya era una mujer. Posiblemente se había teñido el pelo, hecho tatuajes o llevaba un percing en la nariz... qué sé yo. Pero escuchaba como hablaba y hablaba. A quien lo escuchara por primera vez, sin conocer la historia, se daría cuenta que estaba enamorado de una hermosa mujer y que su nerviosismo era porque se le declararía en esa tarde.
— ¿En qué piensas? — De pronto él preguntó.
— Yo… — quería externarle todas mis dudas pero en ese preciso momento miré a una hermosa chica que se acercaba, buscando a alguien, ella llevaba una rosa blanca en la mano. Y sin saberlo supe que era ella y mi sonrisa se convirtió en carcajada. — Mira —Le dije y señalé discretamente.
Él se quedó sin habla. Estaba mirando a una bella mujer rubia, de rizos perfectamente peinados y vistiendo un sencillo vestido amarillo pálido. Unos hermosos y grandes ojos verdes miraban preocupada su reloj y mordía su labio en un coqueto y nervioso mohín.
— Es ella — dijo él con alivio y emoción en su voz.
— Anda, ve… no sea que piense que has incumplido con tu promesa.
— Gracias por escucharme.— Dijo y tomándo las margaritas, se levantó
— Soy muy buena en eso… ¿Puedo? — pregunté mostrándole mi cámara.
— Claro — y entonces sin muchas poses pero con una gran sonrisa, lo fotografié.
— Por cierto me llamo Janik — le dije extendiéndole la mano.
— Albert… Albert Andrew — y estrechando la mía, se alejó.
Me quedé observándolos.
Eran una hermosa pareja.
Miré como de la sorpresa inicial, se estrechaban en un muy apretado abrazo para terminar riendo. Y antes de alejarse, él volteó y se despidió con un adiós y un gesto de mano. Sin duda ese par de rubios eran el amor personificado. Entonces, suspiré añorando a mi amor. Aquel guapo chico de cabellos oscuros y gafas que me robó el corazón con su sonrisa franca. Estaba en misión con médicos sin fronteras en África, tratando de controlar la pandemia de ébola. Yo estaría también ahí, acompañándolo, pero mi embarazo lo impidió y ahora él regresaría para esperar juntos a la que sin duda, será nuestra mayor alegría.
La noche se tachonó de estrellas, miré la foto de mi sonriente amigo, y no pude evitar también sonreí. Porque nuevamente había sido testigo de la magia de la ciudad luz… de un sueño de amor en París.
© Tzitziki Janik
Albert Lovers Secret Service
GF 2015.
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GF 2015.
Este es el regalito.
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Última edición por Tzitziki Janik el Jue Abr 23, 2015 11:17 pm, editado 5 veces