Hola... otra vez... creo que debo de pensar en otro saludito. Pero en fin.
Les dejo un pequeño mini dedicado obviamente a mi principe. Todos tenemos recuerdos hermosos que atesoramos en lo más profundo de nuestro corazón y memoria... pero no todos son bellos, algunos prácticamente quisieramos olvidar.
Intenté recrear un momento de la vida de Albert en Africa, donde no todo fué alegría y bueno... mejor lean... pero hasta el final, ya que está escrita en dos pequeñas historias que se entrelazan.
Las dos imágenes de Albert son de la talentosísima Keila Nott todos los derechos pertenecen a ella.
Gracias amix!!!
Si les gusta mi historia, se llevan el regalito de el final que va dedicado a Keila.
Les dejo un pequeño mini dedicado obviamente a mi principe. Todos tenemos recuerdos hermosos que atesoramos en lo más profundo de nuestro corazón y memoria... pero no todos son bellos, algunos prácticamente quisieramos olvidar.
Intenté recrear un momento de la vida de Albert en Africa, donde no todo fué alegría y bueno... mejor lean... pero hasta el final, ya que está escrita en dos pequeñas historias que se entrelazan.
Las dos imágenes de Albert son de la talentosísima Keila Nott todos los derechos pertenecen a ella.
Gracias amix!!!
Si les gusta mi historia, se llevan el regalito de el final que va dedicado a Keila.
RECUERDOS DE AFRICA.
Inolvidable.
Siempre te llevaré en mi corazón.
Porque cada vez que mire un atardecer te recordaré. Estos son los instantes que te gustaban, donde por un momento dejabas de ser la enfermera y te permitías ser mujer. Yo te observaba desde cierta distancia pero siempre con la prudencia necesaria. Disfrutaba cuando soltabas tu cabello y este caía en rizos suaves de color dorado, que en un inicio me hacían recordar a otros. Los ojos verdes tan parecidos, pero los tuyos poco a poco se volvieron especiales.
Me agradaste, luego me gustaste y al final me enamoraste.
Inglesa, de buena cuna y rancio abolengo. La tía Elroy estaría muy feliz si hubieras sido mi esposa... lástima que tu corazón pertenecía a otro.
El esta desaparecido.
Pero Caroline no pierde las esperanzas.
Lo sé.
Siempre la escuchaba rezar. Implorando con todas sus fuerzas porque él esté bien y regrese a su lado. No puedo evitar sentir un pinchazo de celos y entonces me alejo. Busco un lugar solitario, como este, donde solo pueda escuchar el furor de mis pensamientos y los sonidos de estas tierra semiáridas que poco a poco me calman. Entonces, más tranquilo, recuerdo el momento en que te conocí. Fue en Italia en el tren que nos llevaría hasta la costa y de ahí a África. Bueno, ese era mi plan mientras el tuyo seria pasar una temporada junto al mar por indicación médica, pero te interesaron mas los míos y de buenas a primeras ya me acompañabas.
Debí mentir diciendo que eras mi esposa para que no te vieran con repudio ni te ofendieran. Me lo agradeciste con una de tus deslumbrantes sonrisas que me hacían recordar, una vez más, las de una chiquilla pecosa. En ese momento pensé que si Candy terminaba sus estudios en el colegio y aprendía a comportase, sería una gran dama pero reí, porque conociéndola, seguramente nunca pondría atención. Candy es como yo... un espíritu libre.
Ahí, en estas preciosas tierras, ella floreció. Las monjas te proporcionaron un sencillo uniforme que rechazaste. Te encantaba vestir con pantalones como yo. Y pronto aprendiste, convirtiéndote en una muy eficiente enfermera. A las monjas y médicos les gustaba que "mi esposa" tuviera disposición y un alma sensible. Ayudabas a quien te lo pidiera... siempre con una sonrisa.
Compartíamos la habitación. Yo dormía en la hamaca y tú en la cama. Me gustaba escuchar tu respiración acompasada y los murmullos en francés de alguna conversación pasada. Vislumbraba tu silueta a través de la fina tela del mosquitero y mi cuerpo respondía después de unos instantes de visión prohibida, entonces me daba vuelta... en esos momentos como me costaba comportarme como un caballero.
Un día te vi agotada después de una larga jornada. Muchos niños y mujeres además de animales heridos, habían llegado después de un incendio y no nos dimos abasto pero esa tarde, por tu palidez, me di cuenta que no estabas tan bien como aparentabas.
— Voy a morir — me confesaste entre lágrimas. — Mi esposo al enterarse me abandonó... cuando nos conocimos, mis planes eran ir al mar y… — Temblé ante la sola idea. Hasta a ti te resultaba difícil pronunciar esa palabra, pero continuaste — Después los diarios hablarían de la trágica muerte de una Lady inglesa. — Para mí alivio, vi que poco a poco recuperabas el color pero no me atreví a interrumpir — Pero tú, mi querido Albert me devolviste la alegría y decidí pasar mis últimos días en tu compañía... si tan solo nos hubiésemos conocido en otro momento — hizo una pausa y suspiró — ¿Sabes que mis rezos no eran porque el regresara?... eran plegarias pidiendo más tiempo a tu lado, para seguir adorándote en silencio porque… te amo. — Confesó con un brillo especial en sus ojos verdes dejándome un poco aturdido y sin aliento.
Fue maravilloso escuchar que me amaba. Y solo atiné a abrazarla. Le confesé que sentía lo mismo y esa noche, por primera vez, nos besamos. Y a la siguiente la hice mi mujer. Dos semanas duró nuestra luna de miel. Esta mañana se acentuó tu palidez, dormías y solo despertabas para mirarme y sonreír. Al caer la tarde, entendí lo que querías. La acuné entre mis brazos, mirando juntos el atardecer y al aparecer la primera estrella, ella me dejó. Se quedó lánguida y suave entre mi pecho. Las lágrimas fluyeron sin control y lloré como nunca, en mi vida adulta, lo había hecho.
Te sepulté bajo la frondosa acacia donde muchas veces a lo lejos, te miraba. Una cruz de blanca madera quedó como recuerdo de tu nombre. De ese ángel que llego a mi vida, convirtiéndose en mi compañera y dejando una huella imborrable en mi vida. Tu muerte me hizo recordar la obligación que tengo con mi familia. Son casi dos años que dejé Londres, escapando de mi destino pero la guerra me empuja a regresar. Una vez más miro la última carta que debí haber leído hace seis meses.
Candy y Stear.
Ellos me necesitan.
Y aunque no quiero marcharme y dejarte, sé que me comprenderás. Beso esa hermosa orquídea que dejo como ofrenda… ya un mes de tu ausencia. Adiós Caroline... adiós mi amor.
Regresaré, lo prometo… regresaré.
Seis semanas después, soy ingresado a un hospital americano, según me han dicho. No recuerdo nada. Solo una explosión y gritos de dolor además del aroma a carne chamuscada es lo único que viene a mi cabeza.
¿Quién soy?
¿Dónde estoy?
¿Por qué me tratan así?
¡¡Arghhh!!! Estos malditos mareos y dolores de cabeza.
Este cuarto deprimente, me ahoga. Estoy a punto de golpearme contra el cristal del ventanal y es entonces que ella entra. Nada más la vi, supe que todo estaría bien. Ese cabello rubio y esos ojos verdes, me estremecen.
— Me llamo Candy… — dice.
Y entonces, otros sonidos y otros aromas llegan a mi mente. Siento que de alguna manera, ella es importante, mi corazón me lo dice.
Me cuida con esmero y sus dulces sonrisas me reconfortan. Pero escucho rumores y decido escaparme. Camino perdido pero encuentro un gran bosque. Busco refugio en el único lugar que creo conocer y bajo un árbol descanso un poco. Aún estoy convaleciente y me obligo a recordar pero no lo logro. Frustrado, miro las primeras estrellas y una opresión en mi pecho me impide respirar, trato de que ese nudo que se ha formado no colapse mi garganta. Miro al lago y por un momento siento que me trasporto a otro lugar, entonces unos suaves sollozos me hacen reaccionar. Giro sorprendido y solo veo un par de esmeraldas anegadas… ya he visto antes unos ojos así.
No me queda más remedio que escucharla y aunque tengo mis dudas acerca de su plan, al final acepto. Vivimos juntos, aparentando ser hermanos. Y de vez en cuando, siento que algunas situaciones ya las he experimentado aunque no estoy seguro de ello… solo es una sensación que rápidamente desaparece porque una vez más, ella, Candy me ha hecho sonreír. No sé cuándo recuperaré mis recuerdos, situación que me aterra, pero esta nueva vida al lado de esta chiquilla, me anima y una vez más me sorprendo, observando como sus rizos caen en doradas cascadas y mi corazón late sin control cuando su mirada verde me atrapa.
Y entonces, no me queda más que disimular estos sentimientos.
Siempre te llevaré en mi corazón.
Porque cada vez que mire un atardecer te recordaré. Estos son los instantes que te gustaban, donde por un momento dejabas de ser la enfermera y te permitías ser mujer. Yo te observaba desde cierta distancia pero siempre con la prudencia necesaria. Disfrutaba cuando soltabas tu cabello y este caía en rizos suaves de color dorado, que en un inicio me hacían recordar a otros. Los ojos verdes tan parecidos, pero los tuyos poco a poco se volvieron especiales.
Me agradaste, luego me gustaste y al final me enamoraste.
Inglesa, de buena cuna y rancio abolengo. La tía Elroy estaría muy feliz si hubieras sido mi esposa... lástima que tu corazón pertenecía a otro.
El esta desaparecido.
Pero Caroline no pierde las esperanzas.
Lo sé.
Siempre la escuchaba rezar. Implorando con todas sus fuerzas porque él esté bien y regrese a su lado. No puedo evitar sentir un pinchazo de celos y entonces me alejo. Busco un lugar solitario, como este, donde solo pueda escuchar el furor de mis pensamientos y los sonidos de estas tierra semiáridas que poco a poco me calman. Entonces, más tranquilo, recuerdo el momento en que te conocí. Fue en Italia en el tren que nos llevaría hasta la costa y de ahí a África. Bueno, ese era mi plan mientras el tuyo seria pasar una temporada junto al mar por indicación médica, pero te interesaron mas los míos y de buenas a primeras ya me acompañabas.
Debí mentir diciendo que eras mi esposa para que no te vieran con repudio ni te ofendieran. Me lo agradeciste con una de tus deslumbrantes sonrisas que me hacían recordar, una vez más, las de una chiquilla pecosa. En ese momento pensé que si Candy terminaba sus estudios en el colegio y aprendía a comportase, sería una gran dama pero reí, porque conociéndola, seguramente nunca pondría atención. Candy es como yo... un espíritu libre.
Ahí, en estas preciosas tierras, ella floreció. Las monjas te proporcionaron un sencillo uniforme que rechazaste. Te encantaba vestir con pantalones como yo. Y pronto aprendiste, convirtiéndote en una muy eficiente enfermera. A las monjas y médicos les gustaba que "mi esposa" tuviera disposición y un alma sensible. Ayudabas a quien te lo pidiera... siempre con una sonrisa.
Compartíamos la habitación. Yo dormía en la hamaca y tú en la cama. Me gustaba escuchar tu respiración acompasada y los murmullos en francés de alguna conversación pasada. Vislumbraba tu silueta a través de la fina tela del mosquitero y mi cuerpo respondía después de unos instantes de visión prohibida, entonces me daba vuelta... en esos momentos como me costaba comportarme como un caballero.
Un día te vi agotada después de una larga jornada. Muchos niños y mujeres además de animales heridos, habían llegado después de un incendio y no nos dimos abasto pero esa tarde, por tu palidez, me di cuenta que no estabas tan bien como aparentabas.
— Voy a morir — me confesaste entre lágrimas. — Mi esposo al enterarse me abandonó... cuando nos conocimos, mis planes eran ir al mar y… — Temblé ante la sola idea. Hasta a ti te resultaba difícil pronunciar esa palabra, pero continuaste — Después los diarios hablarían de la trágica muerte de una Lady inglesa. — Para mí alivio, vi que poco a poco recuperabas el color pero no me atreví a interrumpir — Pero tú, mi querido Albert me devolviste la alegría y decidí pasar mis últimos días en tu compañía... si tan solo nos hubiésemos conocido en otro momento — hizo una pausa y suspiró — ¿Sabes que mis rezos no eran porque el regresara?... eran plegarias pidiendo más tiempo a tu lado, para seguir adorándote en silencio porque… te amo. — Confesó con un brillo especial en sus ojos verdes dejándome un poco aturdido y sin aliento.
Fue maravilloso escuchar que me amaba. Y solo atiné a abrazarla. Le confesé que sentía lo mismo y esa noche, por primera vez, nos besamos. Y a la siguiente la hice mi mujer. Dos semanas duró nuestra luna de miel. Esta mañana se acentuó tu palidez, dormías y solo despertabas para mirarme y sonreír. Al caer la tarde, entendí lo que querías. La acuné entre mis brazos, mirando juntos el atardecer y al aparecer la primera estrella, ella me dejó. Se quedó lánguida y suave entre mi pecho. Las lágrimas fluyeron sin control y lloré como nunca, en mi vida adulta, lo había hecho.
Te sepulté bajo la frondosa acacia donde muchas veces a lo lejos, te miraba. Una cruz de blanca madera quedó como recuerdo de tu nombre. De ese ángel que llego a mi vida, convirtiéndose en mi compañera y dejando una huella imborrable en mi vida. Tu muerte me hizo recordar la obligación que tengo con mi familia. Son casi dos años que dejé Londres, escapando de mi destino pero la guerra me empuja a regresar. Una vez más miro la última carta que debí haber leído hace seis meses.
Candy y Stear.
Ellos me necesitan.
Y aunque no quiero marcharme y dejarte, sé que me comprenderás. Beso esa hermosa orquídea que dejo como ofrenda… ya un mes de tu ausencia. Adiós Caroline... adiós mi amor.
Regresaré, lo prometo… regresaré.
ღ ღ ღ ღ ღ ღ ღ ღ
Seis semanas después, soy ingresado a un hospital americano, según me han dicho. No recuerdo nada. Solo una explosión y gritos de dolor además del aroma a carne chamuscada es lo único que viene a mi cabeza.
¿Quién soy?
¿Dónde estoy?
¿Por qué me tratan así?
¡¡Arghhh!!! Estos malditos mareos y dolores de cabeza.
Este cuarto deprimente, me ahoga. Estoy a punto de golpearme contra el cristal del ventanal y es entonces que ella entra. Nada más la vi, supe que todo estaría bien. Ese cabello rubio y esos ojos verdes, me estremecen.
— Me llamo Candy… — dice.
Y entonces, otros sonidos y otros aromas llegan a mi mente. Siento que de alguna manera, ella es importante, mi corazón me lo dice.
Me cuida con esmero y sus dulces sonrisas me reconfortan. Pero escucho rumores y decido escaparme. Camino perdido pero encuentro un gran bosque. Busco refugio en el único lugar que creo conocer y bajo un árbol descanso un poco. Aún estoy convaleciente y me obligo a recordar pero no lo logro. Frustrado, miro las primeras estrellas y una opresión en mi pecho me impide respirar, trato de que ese nudo que se ha formado no colapse mi garganta. Miro al lago y por un momento siento que me trasporto a otro lugar, entonces unos suaves sollozos me hacen reaccionar. Giro sorprendido y solo veo un par de esmeraldas anegadas… ya he visto antes unos ojos así.
No me queda más remedio que escucharla y aunque tengo mis dudas acerca de su plan, al final acepto. Vivimos juntos, aparentando ser hermanos. Y de vez en cuando, siento que algunas situaciones ya las he experimentado aunque no estoy seguro de ello… solo es una sensación que rápidamente desaparece porque una vez más, ella, Candy me ha hecho sonreír. No sé cuándo recuperaré mis recuerdos, situación que me aterra, pero esta nueva vida al lado de esta chiquilla, me anima y una vez más me sorprendo, observando como sus rizos caen en doradas cascadas y mi corazón late sin control cuando su mirada verde me atrapa.
Y entonces, no me queda más que disimular estos sentimientos.
Tzitziki Janik
Albert Lovers Secret Service.
Guerra Florida 2015.
Albert Lovers Secret Service.
Guerra Florida 2015.
Este es el regalito...
Hola chicas, buen fin de semana. Entrego lo prometido... sus tags por haber comentado una más de mis locuras.
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Última edición por Tzitziki Janik el Vie Mayo 01, 2015 5:35 pm, editado 4 veces