Confesiones.
Dos jóvenes pasan a mi lado tomados de las manos empapados a pesar de que el sostiene la sombrilla para ambos, ella le susurra algo y el deja caer la sombrilla y la toma en volandas, la besa y la vuelve a depositar en el suelo, que daría yo por ser el actor de esa imagen junto a Candy, la besaría a cada instante en que la oportunidad se me presentara porque sé que nunca podría tener suficiente de ella, de nosotros.
Por fin llego y me paro frente al edificio donde vive, la lluvia ahora es más intensa y el paraguas ya no me ayuda mucho, un auto pasa y me baña por completo pero esas son nimiedades pues ahora toda mi energía está destinada a ella, cierro el paraguas y lo sacudo del agua, jalo la puerta y dejo a mi compañera en una estantería que está destinada a dejar diversos objetos.
Subo los escalones de uno en uno lentamente, mi corazón poco a poco aumenta su caminar conforme se acerca a su objetivo, se escucha como caballo desbocado en la carrera de su vida, me topo con algunos vecinos a los cuales saludo pues prácticamente la mayor parte del tiempo que tengo libre la paso aquí aunque en realidad no me gusta invadir su tiempo más de lo que puedo.
-Albert, tu por aquí con esta tormenta.
-Hola Nora, solo es un paseo veraniego.
-Sí claro, que gusto verte.
Nora, la vecina de Candy es una hermosa chica con impresionante melena azabache que contrasta con la blancura de su piel y sus enormes ojos grises y de quien se que está enamorada de mi sobrino.
-¿Buscas a Candy?
-Sí.
-Ella no se encuentra, salió quizá hace unos diez minutos, si deseas dejarle un mensaje y yo en cuanto regrese se lo paso.
Si lo que deseo confesarle fuera tan sencillo para dejarlo en un mensaje, pero aunque así fuera por supuesto que tampoco lo haría, como desperdiciar los momentos en que puedo verla y aunque a veces son cosas tan simples las que debo informarle prefiero siempre complacerme haciéndolo en persona.
-Te lo agradezco, esperare unos minutos.
-Está bien, cuídate, hasta pronto.
-Hasta pronto.
Ella sale del edificio y yo me quedo frente a la puerta del apartamento, nuestros recuerdos de días felices me viene a la mente, que días aquellos y cuanto los echo de menos pero ahora quiero imaginar muchos más con ella, me acuclillo y al final me dejo caer sobre la pared fría, cierro los ojos y viajo al pasado no sé cuánto tiempo ha transcurrido así que veo mi reloj de pulsera marcan las diez de la noche y aún no regresa tal vez le toco guardia en el hospital, me entristece no poder verla y hablar con ella no quiero pero debo marcharme llevo aquí más de tres horas, de pronto la puerta se abre se escuchan voces y risas y me pongo al pie de la escalera, desde esta posición puedo verla tan bella y hermosa para mí es como una diosa con esa melena rubia y rizada, esos preciosos y centelleantes ojos que desde siempre me han atrapado.
Levanta el rostro y puedo ver la sorpresa de verme aquí me dedica una resplandeciente sonrisa, corre y se une a mí.
-Albert, que gusto tenerte aquí.
-Candy, estas empapada, pensé que tal vez estabas en el hospital.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-No mucho, tal vez cinco o diez minutos.
-¡Oh! Albert pero si tú también estas mojado.
-Nada que un cambio de ropa y una buena taza de café no pueda remediar.
Me sonríes y me abrazas sorprendiéndome porque eso no me lo esperaba aun así aprovecho el momento y es un placer corresponder siempre a cada muestra de afecto que me regalas.
-Necesitas cambiarte de ropa, presiento que te mojaste demasiado y no quiero que vayas a enfermar.
-Tú estas empapada.
-Tienes razón creo que a este paso los dos vamos a enfermar.
Busca las llaves en el bolso hasta que por fin las encuentra, abre y ese aroma que solo es de ella me recibe, me deleito con esa agradable fragancia que tanto me embriaga, es un apartamento pequeño pero acogedor y perfecto, conozco cada rincón del mismo y a pesar de no vivir aquí lo imagino como nuestro pequeño refugio compartiéndolo con ella, salir del trabajo llegar aquí y saber cómo fue su día así como contarle que tal el mío, perderme por completo en sus brazos y en sus labios.
-Anda, ve y cámbiate de ropa mientras pongo a calentar un poco de agua y enciendo el fuego de la chimenea.
-Pero Albert, tu también necesitas cambiarte, creo que tengo algo que puede quedarte.
-¡Yo!, pero si casi estoy seco, ve o yo mismo te llevo.
Poniendo los ojos en blanco se aleja de mí, la contemplo y en este momento mi mente tendría que estar tratando en una y mil formas de confesarle mi secreto pero no me viene ni una sola, las ideas han abandonado mi cerebro, se que en el fondo tengo miedo de no ganar nada y si perder lo único que siempre ha sido mío, el cariño que me tiene como amigo.
Voy a la cocina y enciendo la hornilla, pongo la tetera y tomo las dos tazas que aún conserva con nuestras iniciales es cursi imaginarlo pero al estar esta tasa aquí creo que me imagina más cerca de ella, intento encontrar las palabras adecuadas para decirle confesarle por fin ese secreto, ¿cómo? “Candy, no solo quiero ser tu amigo, quiero ser el amor de tu vida”, no, con eso no demuestro nada, “Candy, quiero decirte que te amo”, por Dios eso dice aún menos, “Candy quiero decirte que conquístate mi corazón desde aquel día en la colina de Pony”, eso es un poco más cercano a lo que quiero expresarle, las manos me tiembla y no me siento capaz de imaginar su respuesta o un final sin futuro, termino de preparar el café y lo llevo junto a la chimenea, me quito la chaqueta e intento entrar en calor acercándome al fuego y así contemplo las fotos que están sobre ella y me emociona ver que toda esa repisa son fotos nuestras, en el parque, el zoológico, el cine y hasta bailando, ha dedicado un pequeño espacio solo para nosotros, quizá me este adelantando, quizá me este equivocando pero de lo único que estoy seguro es que hoy necesito saber si nosotros tenemos un futuro no solo siendo amigos.
-Albert, -su dulce voz me saca de todos estos pensamientos me giro y la contemplo.