“LA IMAGINACION NO TIENE FIN, TAN SOLO LIMITES Y ESE LIMITE ERES TU…”
IGZELL
- Quisiera decirte algo… -dijo la voz varonil detrás de Igzell, quien nerviosa se volteó a mirar a su interlocutor.
- Por supuesto… respondió ella con una amplia sonrisa esperando que él, al fin se le declarara.
Aquella noche estrellada todo parecía parte de un sueño, ella, él, los dos paseando por aquel solitario paraje, lleno de árboles y flores, ella con un vestido blanco que contrastaba completamente con la oscuridad de la noche y el con un pantalón negro y una camisa azul que hacia resaltar aún más sus ojos. El momento invitaba a algo más que un simple paseo, Igzell lo sabía y por eso se había puesto aquel atrevido vestido, pensándolo bien no recordaba en que momento lo había elegido pero se veía espectacular.
Terry la miraba absorto por su belleza, sus labios rojos invitaban a ser besados… ¿rojos? No, mejor rosas, el rojo era demasiado atrevido y además con la ropa que traía se veía hasta un poco corriente… si, mejor rosas… suspiro…
Terry se fue acercando a ella lentamente haciéndola temblar por completo, parecía atraído por el imán que era la mirada de Igzell. Ah, perderse en el azul de esos ojos, era un azul tan profundo que podía sentir la humedad en su cuerpo… humedad… agua… frio…
- ¿Sabes una cosa…? - volvió a decirle Terry en el oído mientras la acercaba más a sus cuerpo cubriéndolo del frio de la noche.
- ¿Que? Dime ya!!! ¿Qué quieres que sepa?… dímelo… pregunto ella desesperada, confusa, extasiada de estar en aquellos brazos únicos, podía sentir los bellos erizados que indicaban que él estaba tan extasiado con ella, como ella con él.
- Tienes una gran imaginación… - escucho y abrió los ojos que se encontraban cerrados esperando la confesión que no llegaba.
- ¿Que?
- Que sueltes al perro, ¿no te da asco?
Igzell reacciono, otra vez su bendita imaginación le había jugado una broma. Ahí estaba el Husky de Ariss restregándose en su pierna, después de haberla marcado con su orina… si, humedad… si, ojos azules también…
Lo dicho, su imaginación no tenía fin… tal vez limites… agarro al perro quien con una cara enorme de felicidad se abrazaba a ella… cerro los ojos mientras este empezaba a lamerle la boca.
Que más daba, el único límite era ella y prefería seguir imaginando que era Terry quien la estaba besando mientras sus harapos se convertían en un hermoso vestido y su boca rosa probaba los labios húmedos de Terry, solo que esta vez debía ponerle más entusiasmo pues el cabello del perro y la nariz fría no la dejaba concentrarse… bendita imaginación.