UN PERSONAJE, UN GATO
# 3
RANDOLPH
(EL ADUSTO)
Randolph era un "scottish fold" de pelo corto, gris y blanco. De patas grandes y cabeza generosa.
Con unos ojos amarillos que en su juventud fueron fieros, pero ahora en su vejez, son medio adormilados pero conservan la hipnótica fijeza de sus años mozos.
Y es que Randolph ya no era un gato joven, había pasado sus mejores años corriendo por entre la campiña que rodeaba la blanca mansión donde era amo y señor, y persiguiendo animalillos diversos por puro divertimento; nunca se alimentó de ninguno de ellos, no lo necesitaba.
Tenía todo lo que necesitaba a manos llenas tal como lo denuncia su pesado cuerpo redondo y regordete.
El quizá no lo sepa, quizá no lo recuerde, pero lo pasó muy mal en el barco que lo llevaba a su nuevo hogar; lo separaron de su madre y sus hermanos y, hecho un manojo de susto y desolación, lo metieron dentro de una jaulilla de hierro de la que no lo sacaron durante todo lo que duró aquel molesto viaje en barco; sino para asearlo y que su nueva dueña no lo recibiera en condiciones tan indignas.
No él no lo recuerda, o quizá sí; por eso le gustaba tanto ese lugar, ese prado esa campiña; los árboles tan altos al pie del lago ante el cualse sentaba durante horas, apreciando esos matices de colores extraños que el ojo humano, dicen, no es capaz de de discernir como lo hace el de los felinos.
Era parco en cariños, quizá debido a su primera cruel experiencia con los humanos; su carácter era así: los cariñoneos burdos no eran para él, que lo agarraran y lo abrazaran ¡Puaj! ¿Acaso intentaban asfixiarlo? Luchaba tremendamente por soltarse hasta que salía muy orondo por ahí, sin emitir ni un sonido ni mirar hacia atrás. No atendía a nombres, a palabritas, a soniditos ridículos.
No quería nada de nadie, ni siquiera de ella.
Es que Randolph era un solitario; nunca se metía con nadie, ni para bien ni para mal, pero si alguien se metía con él; como los antepasados de la tierra de la cuál venía, arremetía con todo sin miedo alguno ¡a matar o morir, qué más daba! Lo único propio de uno es la dignidad, es por eso que es la única cosa que valía la pena defender con uñas y dientes, tal como Randolph lo hacía.
Es por eso que hizo pasar muchas noches de pena a su dueña; él fue para ella su único compañero en los difíciles años de soledad y luto, por eso cada vez que el desconsiderado se perdía era para ella un suplicio, y verlo volver luego con el pelaje hecho nada y con agujeros supurantes en el cuerpo ¡Cómo sufría tratando de mermar una fiebre feral con agüita de hierbas como hiciera con sus sobrinos cuando eran niños...! Era lo único que ella tenía, ojalá lo entendiera ¡Condenado gato!
Con el tiempo pareció irlo comprendiendo; los seres como Randolph, que son adustos y ariscos por naturaleza, necesitan de pruebas muy fuertes para comprender lo que es el amor verdadero; y después de años de noches en vela y amorosas atenciones, él pareció entender que las cada vez más arrugadas manos que lo acariciaban, lo hacían con amor verdadero.
Por eso luego de sus mozos años rebeldes de escapes y descalabros, había encontrado remanso al lado de la solitaria anciana que solo le pedía compañía.
Seguía gustando de la campiña, seguía gustando de la brisa, el aroma y los altos árboles; había hecho del ancho patio cubierto de fragantes rosas de colores su sitio favorito para tomar el sol.
Sus más de diez años y su cuerpo gordo y pesado, lo habían vuelto algo lento, algo pausado. Llegaba paso a pasito de la habitación al inicio de la escalera; y reposaba un ratito.
Bajaba la escalera un peldaño a la vez y al llegar abajo, reposaba otro ratito.
Llegaba a la puerta y paraba otra vez; y así iba hasta que llegaba a la fuente del jardín y se recostaba sobre sus patas a disfrutar del sol y el aroma.
Unos gatitos vecinos que Dios sabrá de dónde han salido, se le pegan a veces; él, que ni para bien ni para mal se ha metido nunca con nadie, los mira fijo y los espanta de dos manotones casi siempre. Le gusta su soledad, sus momentos son suyos y, como a todo anciano de pocas pulgas, el bullicio infantil le fastidia... y otra vez el manotazo ¡Fuera! ¡A molestar a otro lado!
Se hace el duro, dicen que todas las cosas se parecen a su dueño, y aunque Randolph no es precisamente una cosa, se podría decir que era calcado de su dueña.
Pero eso no evita que deplore las injusticias; como aquel medio día en que un feral extraño llegó hasta el patio, con su semblante malencarado, hediendo a basurero y con toda la mala intención en la mirada.
Se abalanzó hacia los fastidiosos gatitos y agarró del cuello a uno mientras a los otros dos, a manotones los sometió, como si fueran ratones, bajo sus patazas.
Randolph ni lo pensó, el solo olor del intruso lo enfadaba.
El sucio aquel solo sintió una bola maza que lo arremetió y cuando recuperó la postura, se halló con aquel enorme y corpulento scottish fold que lo miraba fiijo fieramente, con todo el lomo erizado.
Se encarnizaron, pero poco pudo hacer el intruso... la dignidad es lo último que se pierde, pero ese ya la había perdido por ahí en algún basurero si era capaz de entrar como un ladrón y atacar sin víscera a tres cachorros.
Decir que marchó con la cola entre las patas, sería poco; nunca más se le vio.
Agotado el gran escocés, da dos pasos y, dando un rodeo, se deja caer haciendo sonar su gran panza sobre la baldoza del patio; los gatitos se le acercan agradecidos y él, a monotones se los quita de encima; los pobres se agazapan, le miran apenados. Pobrecitos, si son tan chiquitos; tres, que están solitos.
"Mmmm..." Suspira Randolph; se acomoda sobre sus patas, y ronronea; fuerte, ronco, pausado; haciendo vibrar toda su redonda humanidad (¿o debería decir "gatinidad"?) como si fuera una caliente y mullida gelatina. Se acerca uno, luego el otro y pronto los tres están así, pegaditos a su panza y acurrucados, gozando del calor y la seguridad que ese malhumorado pero justo anciano les ofrece.
Con un nuevo gañido fastidiado, parece advertirles que ni se acomoden, que será solo un ratito ¡que ni se acostumbren!... pero ronronea.
-Randolph... ¡Randolph! - llama una angustiada voz desde el jardín.
-Tía abuela, entre. Está enfriando...
-Pero mi gato, dónde está mi gato... Ah ahí estás querido mio; Archie, alcánzamelo por favor.
-Sí tía - responde el joven y luego con un pujido, levanta al nada liviano gato del suelo mientras la anciana lentamente entra de nuevo apoyada en su bastón.
Antes de entrar, Randolph mira hacia atrás y ve a los cachorros, plácidamente dormidos.
No hubo forma de alejarlo de la ventana esa noche, Mrs. Elroy no entendía por qué, pero ni preguntaba.
Randolph vigilaba, porque cuando uno es único amo y señor, una noche en vela no es nada. No vaya a ser que volviera aquel habiendo tres solitarios inocentes a los cuales defender.
Mrs. Elroy dormía tranquila, mientras Randolph de cara a la luna, como un antiguo rey escocés, vigilaba su castillo.
# 1 LYON EL ASTUTO
#2 SYLVIA LA TRAVIESA