Aporte a Terry - Minific

Green Eyes

El viento de finales de otoño era cada vez más frío. Las hojas de los árboles revoloteaban sin parar y los árboles casi estaban desnudos.
Ambos habían permanecido un tiempo observando el cielo, sentados uno al lado del otro, disfrutando del silencio y las miradas cómplices.
Candy se estremeció con el viento, abrazándose a sí misma. Mientras el frío se hacía más fuerte, Terry sintió la necesidad de abrazar a Candy, como si ella pudiese desvanecerse con el viento.
Sin pensarlo, cedió a sus impulsos.
- Candy… - La voz de Terry tenía un toque melancólico. Él únicamente cerró sus ojos y la atrajo contra su pecho, enterrando su rostro entre los risos de ella.
Sintiendo la calidez del cuerpo de Terry, Candy cerró sus ojos sintiéndose adormecida. Sus mejillas ardían y su cuerpo comenzaba a sentirse cálido.
Yo quiero quedarme así para siempre… El pensamiento de Candy fue la respuesta de su corazón.
Un susurro se escuchó entre el viento.
- Siempre…- Terry dijo para que Candy escuchara.
Ella escondió su sonrisa en el pecho de él.
- Creo que el invierno está a punto de empezar – Las palabras de Terry  llegaron a ella. - ¿Sientes mucho frío?- él la seguía abrazando.
- Sólo un poco – sonrió – Pero está bien así.
- Si estamos juntos el invierno no será un problema. – Dijo pícaramente.
Ella lo miró a los ojos, sueños, esperanza, felicidad… Todo eso representaba estar junto él.
- Creo que siempre me gustará más el verano.
- A mí también, pero no importan cuántos inviernos pasen, siempre seguirá una nueva estación, la vida sigue.
- Inevitablemente – Candy lo miró risueña – Pensándolo bien podremos jugar con la nieve y tomaremos chocolate caliente.
Candy dio un brinco de la emoción.
Terry la observó tan feliz, que su pecho se llenó de ese mismo sentimiento.
- Nunca cambiarás, Candy.
- Bueno, seguramente en algunas cosas no, pero muy pronto me convertiré en una linda dama. – dijo ella orgullosa.
- De eso no me queda duda, serás una bonita dama, pecosa y atolondrada.
- Y seguramente tú serás un caballero noble muy respetable. – Candy le respondió con ironía.
- Se equivoca Señorita Pecas, me convertiré en un actor. – Terry.
- Es verdad. Estoy segura que lo lograrás. Pero… ¿Podré verte cuándo seas muy famoso?
- Aún no lo sé, seguramente tendré demasiadas admiradoras, todas ellas muy hermosas. – Terry dijo esto en tono burlón.
- Eres un engreído – Candy hizo un puchero y lo miró arrugando la frente.
- Jajajaja! –La carcajada de él resonó en la colina – ¡Haciendo eso te pareces más a la Hermana Grey! Eres la Hermana Grey con Pecas– diciendo eso, Terry se retorcía de risa
- ¡Eres un odioso!- ella lo empujó.
- ¡Ouch!- tambaleó-  ¡Qué poco delicada! Así tardarás más en convertirte en una dama.
Candy lo miró seria.
- Será mejor que me vaya, tu influencia no es saludable para mi.- Candy cruzó sus brazos y volteó en dirección a las aulas.
Me llama mono, tarzán, hermana Grey y ahora me dice que soy poco delicada. ¡Es un tonto!
- ¡No te vayas!
La voz seria de Terry hizo que ella dudara, pero siguió caminando.
- Espera, pecas. – Terry se adelantó y se colocó en frente de ella.
- Muévete.
- No lo haré.
- No estoy jugando, Terrence.- Candy intentaba esquivarlo, pero él era más alto y fuerte.
- Yo tampoco, Candice – Él sonreía.
- Saldré de aquí así tenga que irme trepando por esos árboles.
- Inténtalo.
- No me retes.
- Veremos si puedes…
Ella no esperó a que él terminara de decir la frase cuando corrió en dirección a uno de los árboles. Terry, rápido como ella, no tardó en alcanzarla sujetándola de la cintura. En ese momento, Candy pataleó con todas las fuerzas que tenía haciendo que Terry cayera al piso llevándosela consigo.
Las carcajadas de ambos se escucharon por toda  la colina.
Con gran habilidad, antes que ella pudiese escapar, Terry se colocó sobre ella sujetando sus manos a cada lado.
- Te lo dije – Sonrió- Perdiste.
Candy se llenó de vergüenza, su rostro estaba tan cerca que podía sentir su respiración.
- Estas toda roja.
- ¡Eres un atrevido!
- No juegues conmigo, Señorita Candice.
- Si no me sueltas gritaré hasta llamar a todas las monjas.
- ¿En serio harías eso?
- No lo dudes -  Candy lo miró fijamente.
- Entonces tendré que hacer esto.
Con los ojos abiertos, Candy sintió los labios de Terry presionar suavemente los suyos. Ella cerró sus ojos y dejó de luchar.
- ¿Y ahora?
- La próxima vez que hagas eso te morderé.
- Confirmado, eres una mona rabiosa.
- Pues esta mona desatará toda su furia si no la sueltas en este instante.
- Esa no es la manera de pedir clemencia.
Candy estudió el rostro de Terrence, bajo la mirada y luego suspiró resignada.
- Está bien – Ella cambió el tono de voz - ¿Podrías, por favor, soltarme?
- Eso suena mejor. Pero antes debes prometer algo.- Ella lo miró dudosa – Esta vez serás tú la que me bese.
- Esperarás sentado, Terry.
- Puedo permanecer aquí todo el tiempo que quiera.
Ella observó la posición en la que se encontraban. Suspiró resignada.
- De acuerdo, pero suéltame ya.
- Debes prometerlo.
- Lo prometo.
- Perfecto.
Sin decir más Terry soltó las muñecas de Candy y se hizo a un lado incorporándose y ofreciendo su mano a Candy para ayudarla. Ella aceptó la ayuda y empezó a sacudir su vestido.
- Bueno, estoy esperando.
Ella lo miró sonriendo.
- Mmm... Necesito que cierres los ojos. -  Ella guiñó un ojo.
- Te advierto que si intentas engañarme, te irá peor.
- No lo haré…
Des confiado Terry cerró sus ojos.
Ella miró su rostro. Estaba tranquilo y sonriendo pícaramente. Sus facciones marcadas… El hoyuelo que se formaba cuando sonreía de lado… La forma en que su cabello caía sobre sus hombros.
Todas las chicas del colegio se morían por él, incluida Elisa. Y él estaba ahí, con ella…
Aun cuando seas el chico más problemático de la escuela… Yo…
Candy se acercó a él y trató de alcanzar el rostro de Terry parándose de puntillas. Apoyó sus manos en los hombros de él. Terry se inclinó un poco, sintiendo ya la respiración de ella sobre su rostro.
Un largo minuto pasó.
Él abrió los ojos confundido. Ella lo miraba con los ojos muy abiertos.
- ¿Y ahora?
- Terry… -  Ella se acercó un poco más al rostro de él -  Yo…
- Estás…
Pestañeó un par de veces…
- Estoy…
Ella cerraba sus ojos y él hizo lo mismo.
En ese momento la campana sonó.
Candy se quedó a un centímetro del rostro de Terry. Ambos abrieron los ojos.
- ¡Salvada por la campana! – dijo ella con un guiño travieso.
- ¡Demonios! ¡Eso no se vale!
- Lo siento, pero debo ir a clases-  sonriendo le sacó la lengua.
- Eres una tramposa, esperaste mucho tiempo a que suene la campana.
Ella reía divertida viendo el rostro frustrado de Terry. Antes de que él pudiese reaccionar, ella ya empezaba a correr. Rápidamente él la sujeto de un brazo.
- Pensabas escaparte…
- Déjame ir a clases.
- No cumpliste tu promesa.
- No ahora…
- ¿Eso quiere decir…?
- Quizá después.
- Eso es mentira…
- No soy mentirosa.
- Me engañaste una vez.
- Eso no es cierto.
- Señorita Pecas, no volveré a confiar en…
De pronto, Terry se quedó en silencio, sin poder terminar la frase. En su mejilla, sintió como los labios de Candy dejaban un tierno beso.
Ambos se miraron confundidos. Ella había actuado sin pensar.
- Ahora sí debo irme -  Sintiendo su rostro arder, Candy corrió en dirección a las aulas.
- ¡Hiciste trampa! – Terry dijo en voz alta, divertido al ver a Candy correr nerviosa. Podría tropezar en cualquier momento.
- Eso no es cier…
En un segundo, Candy estaba sentada en el suelo. Se había caído fuertemente por estar distraída.
Terry se acercó y la ayudó a levantarse.
- Eso te pasa por tramposa.
- Ya no sigas – Ella hizo un puchero.
- No lo haré… Pero…
- ¿Pero qué?
- Yo también quiero hacer trampa.
- ¿Eh?
En ese momento Terry cerró sus ojos y depositó un suave beso en la frente de Candy. Ella sólo sonrió feliz.
- Ahora si puede ir a estudiar, señorita tarzan.
Sin decir nada Candy caminó nuevamente en dirección al colegio. Su corazón latía tan fuerte, que respirar se le hacía difícil.