NOVENO APORTE EN SOLITARIO: MINIFIC DE TERRY
El día estaba transcurriendo sin novedad alguna y curiosamente, no se veía a nadie por el departamento. Esto era en verdad inusual, espacialmente cuando ya todos se encontraban en la recta final.
Allá en el balcón se encontraban los hermanos Cornwell, quienes charlaban despreocupadamente sobre las últimas novedades de Archie y su café. En eso, el joven Leagan se acercó hasta ellos,
-Parece que ahora sí estás a gusto con la ropa que te compramos- comentó Stear.
-Ni tanto- respondió con una mueca Neal - llevo esto ya que no quiero usar más esos trapos... nada más de pensar de quién son, me dan escalofríos.-
-Ya, Neal, no seas exagerado- interrumpió Archie.
-Claro, como no eres tú el que tuvo que ponerse esos harapos... jamás en mi vida había visto talla XXXXXL... ¡cinco equis! ¿Qué acaso hacen ropa para hipopótamos?-
-Bueno, pues parece que alguien no le gusta hacer dieta, jeje- fue el comentario de Stear.
-¡Yuk!- respondió Neal -no sabes el suplicio que fue... pero si te parece tan gracioso la próxima me encargaré yo de quemar tu ropa y ya te veré luciendo esas 'tiendas de campaña'- dijo cruzando los brazos.
En eso, los tés chicos se volvieron a mirar a Adriana que recién llegaba,
-¡Hola, chicos!- los saludó -¿De pura casualidad, han visto a Terry?-
-¿Y para qué buscas a ese?- preguntó Archie no muy contento.
-Es que ya tengo su aporte listo y quería que lo viniera a ver.-
-¿Para qué?- preguntó intrigado Stear.
-Para qué será... para que le de el visto bueno y luego no me venga con sus reclamos, ya saben cómo es...-
-Sí, muy quisquilloso- agregó Neal.
-¿Quisquilloso?- rápidamente intervino Archie -dirás, ¡caprichoso!-
-Se ve que no te pasa, ¿no?- Neal preguntó divertido.
-¿Y quién puede soportar a alguien como él?-
-Pues, déjame decirte que en ese sentido, los dos se parecen...-
-¿Cómo dices?-
Y tomándolo del cuello de la camisa, Archie amenazó a Neal alzando el puño. Curiosamente, el 'señorito' comenzó a reír,
-Jajaja...-
-¿Se puede saber qué es tan gracioso?-
-¡Como dije, igualitos!-
-Ya, Neal, deja de estar provocando a Archie- interrumpió Adriana colocándose entre ambos -bien sabes que esos dos no se pueden ver 'ni en pintura' y ahora tú te pones a compararlos...-
-¿Y yo qué culpa tengo que los dos parezcan dos gotas de agua?- se defendió diciendo Neal.
-Dirás gotas de agua y aceite- comentó sonriendo Stear.
Tanto Archie como Adriana se volvieron a mirarlo serios.
-¡No le des cuerda, Stear!- comentó Adriana -mira que si Terry te oye nos arde Troya aquí y el incendio que provocaste será una pequeña chispita comparado con el incendio que estos dos pudieran provocar con sólo mirarse...-
-¿De qué incendio hablan?- era Terry que llegaba en ese momento.
Todos se miraron unos a otros mientras tragaban en seco. Si al 'señorito' se le ocurría decirle lo que pensaba, su inocente comentario desataría la Tercera Guerra Mundial. Así que sin pensarlo dos veces, Adriana se puso frente a Terry para comentarle mientras lo distraía de los demás,
-El incendio que vas a provocar en el Foro...-
-¿Provocar?- preguntó él no entendiendo.
-Así es, cuando tus 'miles' de admiradoras lean tu historia, la pasión desatada será tanta que parecerá un incendio...-
-¡Vaya! Hasta que alguien reconoce el efecto de mis encantos- dijo cruzando los brazos y con una gran sonrisa.
Poniendo los ojos en blanco, todos los demás menearon de un lado al otro la cabeza, pero antes de que Terry preguntara por la cara de duda que mostró ante esto , Adriana lo tomó de los hombros y dándole vuelta, casi lo empujó para dirigirse al escritorio,
-Sí, sí... lo que digas. Vamos a publicar tu historia y no te hagas del rogar...-
-¿Pero... por qué la prisa?- reclamó él al sentirse arrastrado fuera de ahí.
-Recuerda que las chicas están más que ansiosas por leerte, además, eso es lo que querías, ¿no? Porque si no quieres, tengo justo una historia de mi Amorcito... quiero decir, Anthony, ya casi lista y si...-
-Bueno, si lo pones así- interrumpió él -vamos a publicarla- respondió él tomando la palabra, sabiendo que Adriana bien podía cumplir su amenaza y él se quedaría sin historia.
Así, evitando que se diera un argumento sin fin ente los 'muchachitos', Adriana tuvo que darse prisa para publicar la tan ansiada y esperada historia de nuestro querido Terry.
¡Hola a todos! Créanme que aunque es muy tarde para mí, quise venir a publicar la historia de Terry. Por un lado, quería darles suficiente tiempo para que pudieran disfrutarla, y por el otro, quiero tener paz en mi casa y no estar escuchando reclamos sin fin jeje.
Ya en serio, espero que esta historia sea de su agrado, ya que se la escribí con mucho cariño a Terry y a todas las Terrytanas. En lo personal, me ha gustado mucho y fue inspirada por un evento que me sucedió en mi último viaje a Edimburgo.
Seguimos en contacto y el siguiente aporte será la última firma de este año, ¡estén al pendiente!
Abrazos con cariño a la distancia
ESA INOLVIDABLE RUTINA
En aquel sobrio y antiguo apartamento en pleno de centro de Edimburgo, solamente se podían escuchar los sonidos que los cubiertos de plata hacían al golpetear suavemente contra la delicada loza de porcelana.
Dos figuras estaban de pie a un lado de la mesa del gran comedor, una de rojiza y fina caoba. Se trataba de la servidumbre que estaba esperando las instrucciones de su señor, el cual en esos momentos estaba por terminar el plato principal de la cena.
Así que cuando los cubiertos fueron colocados a lo largo del plato, la mujer que portaba un uniforme negro y blanco muy formal, se acercó hasta la mesa para retirar en una charola los utensilios que ya no eran necesarios, para luego desaparecer por la gran puerta del comedor.
Por otra parte, un serio y elegante mayordomo situaba hábilmente un nuevo juego de cubiertos frente de la figura ahí, para luego colocar otro plato cubierto por una charola, obviamente también de fina plata.
A la señal del joven sentado a la mesa, James levantó prontamente la cubierta para mostrar su contenido: un elaborado postre de creme brulee que era la obra maestra del afamado chef de la residencia, el cual cual había dedicado horas en su elaboración.
Sin embargo, el joven sólo arqueó levemente la ceja y dejando escapar un imperceptible suspiro, indicó con la mano que se llevara el exquisito postre. De inmediato, el hombre lo hizo así y cubriéndolo de nuevo, lo puso a un lado para en su lugar colocar una taza de té a la cual agregó un poco de crema. Poco después, se posicionó de nueva cuenta a un lado y en absoluto en silencio.
Entonces, dirigiendo su mirada hacia los ventanales al frente, el joven ahí sentado se dedicó a contemplar el exterior, mientras saboreaba su acostumbrado té inglés.
Los penetrantes ojos azul mar se posaron un tanto distraídos en el apenas rojizo cielo. Aún cuando las manecillas marcaban un poco más de las siete y media en el reloj, el día parecía querer extenderse un tanto más al negarse el sol a ocultarse tras el horizonte.
En definitiva, el verano podía también traer ciertas desventajas y ésta era una de ellas... en especial para quien ansiaba con terminar con el día.
Sin embargo, Terry no tenía otra alternativa más que acostumbrarse a este ritmo de vida en la ciudad donde solía a pasar sus días veraniegos durante las vacaciones escolares. Unas que para su desgracia, estaban recién comenzando.
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Para Terriuce Grandchester, el hecho de ser el hijo de un alto noble inglés, no le daba muchas libertades. Por lo menos, no tanto como las que quisiera.
Durante la mayor parte del año se encontraba recluido en uno de los mejores y más prestigiosos colegios del Reino Unido, con el pretexto de recibir la mejor educación. Lo que su padre, el gran Duque desconocía, era que a Terry no le interesaba en absoluto la vida y las costumbres de una de las realezas más antiguas del mundo. Una que por cierto, encontraba muy aburrida y simplemente irritante.
El mayor anhelo de aquel joven y gallardo heredero era el poder viajar por el mundo y cumplir el mayor de sus sueños: el de poder ser un afamado actor en Broadway, tal y como lo era su madre.
Aún con todo, Terry era consciente de que sus sueños no eran más que eso, anhelos inalcanzables al estar atrapado sin remedio en una situación en donde su destino estaba ya marcado, y que era decidido por las costumbres de la monarquía.
De esta manera, aquel joven noble no era más que un prisionero en su penosa realidad. Aquello que tanto anhelaba estaba totalmente fuera de su alcance y de alguna manera, lo había aceptado... pero no sin rebeldía y total desinterés de su parte.
Así, con la delicada taza en mano, el joven se dedicó a contemplar impávido el exterior, ya que esto era algo que le daba cierta sensación de libertad. Era por esa razón que había ordenado que las altas cortinas en el salón se abrieran de par en par para poder disfrutar lo que ocurría en la calle, y lo hacía a través de los grandes cristales que tenía al frente.
Esto resultaba extraño y hasta se podría decir fuera de lugar para la servidumbre. Pero como todos en la mansión estaban acostumbrados a la singular manera de ser del joven, solamente obedecían cuanto capricho se le ocurría. No obstante, éste les era el más peculiar de todos.
Día a día, la rutina en el lujoso apartamento se fue dando exactamente de la misma manera. La cena era servida puntualmente a las siete y a eso de las siete y media, el joven se dedicaba a disfrutar de su acostumbrado té mientras que por espacio de media hora, simplemente contemplaba el tránsito en la calle justo hasta el atardecer. Luego al oscurecer, Terry se dirigía a la biblioteca para leer un rato antes de retirarse a dormir.
Esta parecía ser la rutina que llevaría al pie de la letra durante los siguientes dos meses que estaría en Escocia.
Sin embargo, un acontecimiento que a simple vista pareciera algo nada inusual, vendría a cambiarlo todo en la vida del joven heredero.
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Una tarde después de haber cenado y al estar de nueva cuenta contemplando en silencio los autos y a la gente que iban y venían por la calle, Terry se dio cuenta de que en un momento dado algo estaba sucediendo afuera: al parecer se había generado algo de tráfico y los autos comenzaron a transitar más despacio que de costumbre.
Esto era raro en una avenida que aunque era una de las principales en la ciudad, tuviera tantos autos circulando lentamente, tal y como comenzaban a hacerlo en ese momento.
Así que volviéndose a James, su mayordomo, le preguntó si sabía lo que estaba ocurriendo.
"Hoy en la tarde comenzaron con las obras de remodelación al final de la calle, señor, y como ésta es la hora más transitada, hay más autos que de costumbre. Pero no se preocupe, será solamente por esta semana. ¿Desea que cierre las cortinas? Con el tráfico, seguramente habrán ojos curiosos mirando hacia el interior de la residencia."
"No, déjalo así." Respondió el joven, mientras tomaba otro sorbo de té. "Si las cierras ya no habrá más luz natural y eso daría la sensación de estar encerrado en cuatro paredes. Además, ¿desde cuándo nos importan los transeúntes? Por supuesto que no dejaré que las miradas curiosas impidan que disfrute del cielo de la tarde."
"Como usted diga, señor." Respondió no muy convencido el mayordomo, al tiempo que retiraba la taza de té vacía y los pocos cubiertos que restaban. A continuación, salió del lugar dejando solo a Terry.
El joven se puso de pie para acercarse a los ventanales y poder comprobar por él mismo que en efecto, el tránsito comenzaba a avanzar lento debido a las remodelaciones que se estaban efectuando no muy lejos de ahí.
"¡Ojalá y terminen pronto! Será una larga semana si tenemos que tolerar esto por días." Fueron sus pensamientos hablando en voz alta que claramente reflejaban su disconformidad.
Suspirando con hastío, levantó su mirada para escapar de su realidad y de alguna forma tratar de encontrar un poco de paz, mientras contemplaba el azul del cielo y los toques del atardecer que ya se cernían sobre la ciudad.
En eso, bajando la mirada, súbitamente se topó con un par de ojos que lo observaban curiosos. Se trataba de una chica sentada en el autobús detenido al frente y que obviamente lo estaba mirando con interés.
Por supuesto que Terry no se inmutó ante esto y sin despegar la vista de aquella desconocida, tan sólo colocó sus manos en los bolsillos con pose desafiante para que la joven desistiera de su osadía. Aunque al parecer ella era la única que se había percatado de su presencia, ya que el autobús estaba casi vacío.
Por unos instantes ambas miradas se entrelazaron, una un tanto inquisitiva mientras que la otra se mostraba dura y osada.
Sin embargo, en el momento justo en que el autobús comenzó a avanzar lentamente, aquella joven desconocida haría algo insólito para el desconcierto de Terry: dedicarle una sincera sonrisa al tiempo que se perdía en la distancia, entre los otros tantos autos.
En cuanto ella desapareció de vista, Terry solamente reaccionó con seriedad, primero frunciendo el ceño confundido y levantando la ceja con orgullo. Luego, con una pequeña sonrisa de desdén, se dio la media vuelta saliendo del lugar para dirigirse a la biblioteca para continuar con su libro.
No obstante, una vez frente al calor de la acogedora la chimenea, los pensamientos del joven inglés eran constantemente distraídos por el recuerdo de aquella enigmática sonrisa. Había algo en esa chica que Terry no acertaba a comprender ... ¿por qué una desconocida le había sonreído?
Esto le resultaba incomprensible. A menos que la jovencita estuviera coqueteando con él, todo el asunto le resultaba ilógico.
Por lo que poniendo a un lado todo, Terry decidió que el incidente no pasaría a mayores y que su vida continuara como de costumbre. Por lo menos, eso era lo que en esos momentos él creyó que pasaría.
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Un nuevo día alumbró con su calor a la vieja ciudad y la vida de sus habitantes volvió a la cotidianidad.
Para Terry, esto implicaba tratar de pasar el tiempo de la mejor manera y no aburrirse en el apabullante y constante silencio del lugar. Detestaba que todo fuera monótono, sin nada nuevo por hacer o tan siquiera disfrutar. Le gustaba leer, pero, ¿a cuántos libros podía dedicar las largas horas en las que se encontraría ahí?
Por esa razón, a veces solía salir a cabalgar o se distraía tocando el piano, pero también, ¿por cuánto tiempo podía hacerlo?
La servidumbre no era la mejor compañía para él. El verano pasado trató de entablar conversación con el chico que cuidaba de su caballo, pensando en tal vez podría tener alguien más o menos de su edad con quien charlar. No obstante, fue claro desde el principio que aquel joven mantuvo su distancia guardando el protocolo, solamente haciendo sus deberes y hablándole con formalidad.
Así esta manera, el joven a quien muchos podrían envidiar por su estatus social y por la realeza que corría por sus venas, en realidad era la persona más solitaria e infeliz del mundo.
Varias veces trató de convencer a su padre para que lo dejara ir a América para reunirse con su madre. Obviamente el Duque se negó rotundamente y más que eso, se hasta se lo prohibió terminantemente.
De esta manera, Terry se topó de frente al eterno dilema de su vida: o se encontraba prisionero en un colegio donde los carceleros eran unas estrictas monjas como gendarmes y que al parecer no poseían sentimiento alguno, o se hallaba rodeado como de fantasmas en un lugar donde él mismo parecía ser una figura invisible para el mundo.
Fue por esa razón que el simple gesto que trajo a su mundo una sonrisa por parte de una desconocida, lo había inquietado un tanto. Aunque, era probable de que tal vez fuese algo fortuito y casual que no volvería a darse. Por esa razón, hubo momentos en que hasta llegó a pensar que lo había imaginado todo.
No obstante, a la tarde siguiente la misma rutina fue seguida al pie de la letra y mientras esperaba a que anocheciera, el joven miraba contemplativo hacia el cielo pensando en cualquier cosa para distraerlo de su realidad cuando en eso, sintió de nueva cuenta una mirada sobre él.
Ahí estaba ella, tal y como había ocurrido el día anterior, mirándolo atentamente. En cuanto ambas miradas se cruzaron, la chica volvió a sonreírle ante la sorpresa de Terry. Justo en el momento en que él se levantó con la intención de acercarse hasta la ventana, el autobús casi vacío y con la única pasajera en la ventanilla, avanzó para desaparecer por la avenida.
Terry no perdió tiempo, y llegando prontamente hasta el ventanal, miró cómo el vehículo desaparecía.
"No fue una coincidencia." Se dijo él en su mente, "realmente ella me estaba sonriendo y no lo imaginé ayer."
Aún desconcertado, esos intensos ojos azules miraron hacia abajo totalmente confusos.
¿Cómo era que estaba sucediendo?, se preguntaba él. Nadie es amable con otros a menos que necesite o busque algo. Esto obviamente no sucedía con ella... no, lo más seguro era que le estuviera coqueteando. Sí, era lo más lógico. Pero, esa tierna sonrisa no se parecía en nada a la de las otras chicas que había conocido en el pasado.
Entonces, ¿por qué insistía en sonreírle?, ¿qué era lo que buscaba ella al hacerlo? Tal vez ella estaba deslumbrada por la elegancia y lujo de la residencia, pero de alguna manera sintió que este no era el caso. Ella simplemente se dedicaba a mirarlo a él, no su entorno.
Pensando en esto, Terry entonces se dio cuenta de algo más.
"¿Habría sido una coincidencia que ella pasara por ahí exactamente a la misma hora?" Se preguntaba Terry con duda. La única respuesta a la que llegó era que simplemente lo desconocía.
Por lo que sin más, se dirigió a la biblioteca y tomando un libro, trató de despejar su mente de lo ocurrido. Como quiera, esto no lo consiguió por más que lo intentara, frustrándolo aún más.
Así que poniéndose de pie y con cierto aire de enfado, salió pronto del lugar al no poder concentrarse en su lectura. Esto era lo único que le faltaba, que un desconocido viniera a robarle la única paz de la que disponía.
Enfadado, se dirigió hasta el piano en el salón de música y haciendo alarde de sus dotes como gran músico que era, se dedicó a tocar intensamente. Desesperado, sus dedos comenzaron a moverse hábilmente sobre el teclado y tanto era su furor, que las notas comenzaron a invadir el ambiente y se escucharon por todo el lugar.
Más de uno de la servidumbre se acercó hasta la puerta del salón atraído por la música y así también, para mirar a su joven patrón tocando lo que era en sí una complicada melodía. Admirados, la pequeña audiencia lo escuchaba hasta que en un momento dado el mayordomo les impidió seguir disfrutando, al pedirles que se retirasen con un gesto.
James lo hizo con el propósito de poder darle privacidad al joven, quien a su juicio, parecía estar más molesto que nunca.
Para el fiel mayordomo esto le resultaba preocupante, ya que según él, se estaba dando sin alguna causa aparente. Por lo que retirándose también a los pocos minutos, Terry se volvió a quedar solo para poder dar rienda suelta a sus dotes de pianista que eran alimentados por un torbellino de emociones internas.
También, por lo intenso de su interpretación y con el transcurrir de los minutos, sus manos hábilmente arrancaron una magnífica pieza musical del instrumento. En verdad que cuando Terry trataba de sacar a flote sus sentimientos a través de la música, el resultado era algo en verdad extraordinario.
Pero no importando cuánto lo intentara, Terry simplemente no podía apartar esa imagen de ella sonriéndole y para colmo, esto constantemente lo distraía, hasta que decidió no tocar más. Agitado ante la intensidad del momento, sus manos dieron fin al recital con un sonido hueco y entonces, decidió retirarse a descansar, pensando que tal vez que con un sueño reparador lo lograría.
No obstante, el joven dueño de ojos embravecidos como de mar, estaba totalmente equivocado, debido a que esa inquietante sensación lo acompañó casi toda la noche.
Tanto se fijó en su mente ese recuerdo que hasta llegó un momento que pensó que tal vez esa sonrisa lo estaba persiguiendo, tal y como si fuera una obsesión, inquietándolo de sobremanera. Evidentemente, el joven heredero no pudo dormir ante el fantasma de la visión que tuvo en esos dos días, sino hasta altas horas de la madrugada.
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Por esa razón, día siguiente a los residentes de la mansión les resultó curioso ver a su joven señor rompiendo la estricta rutina que acostumbraba llevar, debido a que esa misma mañana, Terry se quedó dormido hasta casi el medio día.
Como resultado de esto, al joven noble se le encontraba mucho más irritable que de costumbre. Dando como resultado el que entonces todos lo evitaran con el fin de no ser el blanco de su irascibilidad.
Por lo que de nueva cuenta a la hora de la cena, la servidumbre preparó todo a tiempo como era su costumbre; pero en esta ocasión, cuidaron con más detalle sus acciones para no causar molestias innecesarias a su patrón y hacerlo enfadar más de lo que ya parecía estarlo.
De esta manera, cuando Terry se sentó a la mesa, de inmediato se le sirvió la sopa de crema que en esta ocasión estaba acompañada por pan francés. Con menosprecio, el joven la hizo a un lado y pidió que se le sirviera de inmediato el plato principal. James hizo como le indicó y el suntuoso platillo de pescado y verduras al vapor fue servido. Aún cuando a Terry no le pareció muy apetitoso, no tuvo más remedio que comerlo.
Al terminar, indicó con la mano que podían retirar el plato y cubiertos, ya que no comería el postre. Eso sí, solamente pidió que de inmediato le sirvieran su té. En cuanto lo tuvo al frente, Terry lentamente se dedicó a darle vueltas distraído con la cuchara cuando en eso, sintió de nueva cuenta la extraña sensación de que era observado.
Cuál sería su sorpresa al encontrarse otra vez de frente con esa desconocida que para entonces lo estaba observando detenidamente, conforme había sucedido los días anteriores.
Al verla, Terry tan sólo se quedó totalmente inmóvil, como si se tratase de una aparición.
Súbitamente, el autobús comenzó a moverse y con una sonrisa dibujada en su rostro, en esta ocasión ella inclinó suavemente la cabeza como si lo estuviera saludando, para luego desaparecer de vista.
Aún atónito ante lo que acababa de suceder, Terry se puso inmediatamente de pie y dirigiéndose a la ventana, alcanzó a ver cómo el autobús otra vez desaparecía por la avenida. Era exactamente la misma escena que se había dado los días anteriores.
Esta ya había sido la tercera vez que la veía y tal como antes, esto le dio un dejo de intranquilidad, no sabiendo a bien el por qué ese rostro, pero sobre todo, esa sonrisa le resultaban un enigma que parecía no darle tregua.
Así que al no encontrar una respuesta, se propuso que averiguaría de una vez por todas lo que estaba ocurriendo, y lo haría al día siguiente.
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Esa noche, en vez de mantenerse despierto por el fantasma de la incógnita que parecía perseguirlo, sin darse cuenta, el recuerdo comenzó a despertar en él cierta curiosidad que era muy distinta a la que había sentido inicialmente. Aún así, el joven duque no pudo conciliar el sueño como resultado de meditar constantemente en esos encuentros.
Por la tarde, después de levantarse casi a medio día y para despejar un poco su atribulada mente, decidió salir a cabalgar en su querida Theodora, un hermoso corcel blanco que era su única compañía. Por más de una hora, Terry recorrió gran parte de las campiñas a las afueras de la ciudad, dándole cierta paz al sentirse enteramente libre de todos y todo lo que lo rodeaban. Para cuando regresó a la mansión y por fortuna, se sentía un poco mejor y más tranquilo.
Así que para cuando dieron las seis en el gran reloj del salón, subió a toda prisa para poder asearse y estar puntualmente listo para la cena, que se serviría a las siete. Pero en esta ocasión, extrañamente un nuevo y desconocido sentimiento de ansiedad lo acompañaba.
"¿Volverá esa chica a pasar frente de la mansión así como lo había hecho los días anteriores?" Esta es la pregunta que rondaba constantemente su mente y que no pudo apartar de si durante todo el día.
Por lo que, mientras degustaba la cena, Terry se dedicó a mirar más de una vez el antiguo reloj de madera que estaba a un lado. En más de una ocasión, hasta le pareció que las manecillas avanzaban más lento que de costumbre y tanta fue su insistencia en volverse a verlo, que James mismo lo notó y por esa razón se atrevió a preguntarle.
"¿Tiene usted algo por hacer o tal vez espere a alguien, señor?" Terry solamente lo miró de reojo y con una negación de la cabeza, le indicó que no para luego seguir comiendo.
Con todo, cuando las campanillas indicaron que eran exactamente las siete y media, Terry rápidamente colocó sus cubiertos sobre el plato que aún contenía comida, y antes de que el mayordomo lo retirara para colocar la taza para su acostumbrado té, el joven noble ya se había puesto de pie y dirigido a la ventana para sorpresa de los demás.
James miró con asombro lo que pasaba y dirigiendo su mirada a la mucama a su lado como preguntándole lo que sucedía, ésta solamente se encogió de hombros negando desconocerlo.
Aún desconcertado, el hombre preparó el té y acercándose con una charola, se lo ofreció a su joven patrón que se encontraba mirando muy concentrado a los autos que iban y venían por la calle.
Al darse cuenta de que James estaba a su lado, Terry tomó entre sus manos el plato y la taza para continuar observando el ir y venir del tránsito que para entonces ya se estaba volviendo un tanto lento por la cantidad de vehículos que intentaban transitar por la avenida.
Se encontraba tan concentrado en mirar el tránsito y darle sorbos a su bebida, que bien pudo distinguir a lo lejos y sin problema cuando dicho autobús se acercaba lentamente. Una vez que se halló a tan sólo unos metros, Terry extendió la mano con la taza a un lado sin despegar ni por un instante la mirada y al verlo, el mayordomo rápidamente la retiró de su mano.
Así que para cuando el autobús se posicionó directamente frente a él, los ojos de mar se volvieron a encontrar con aquellos de la desconocida. Tal y como había sucedido en los días anteriores, la chica estaba sentada de lado izquierdo y junto a la ventana, con su mirada atenta hacia donde se encontraba la residencia.
Al notar que Terry estaba en esta ocasión de pie al frente, justo detrás del ventanal, la joven le dedicó una sutil sonrisa acompañada de un gesto que el joven nunca se esperó: lo estaba saludando con la mano que se agitaba suavemente de un lado al otro. Era obvio que para ella, Terry había dejado de ser un desconocido y de alguna manera le decía 'hola' como si se tratase de un amigo, causando una extraña sensación en el joven noble.
Una que por cierto, jamás había sentido antes.
Con una desconcertante sensación que fue a parar justo a la boca del estómago, Terry sintió como si una fuerte corriente lo estuviera recorriendo de arriba a abajo causando cierto nerviosismo al ser algo totalmente desconocido para él.
Su encuentro, así como ocurrió en los últimos dos días, fue en sí muy breve y antes de que Terry pudiese reaccionar, el autobús se estaba marchando llevándose consigo a la desconocida.
Para cuando Terry apenas había levantado un tanto su mano con la intención de poder devolverle el saludo, ella ya se había ido.
Desconcertado por lo que ésta jovencita estaba ocasionando en sus emociones, Terry salió a toda prisa del lugar y dirigiéndose a su alcoba, al entrar cerró estrepitosamente la puerta para recargarse en ella y tratar de recuperar el aliento por la carrera que tuvo al literalmente escapar de lo que había sido 'el encuentro' del día.
Para alguien como Terry, era hasta cierto punto fácil el esconder sus emociones de los demás, en especial aquellas que tanto deseaba reprimir. Era obvio que éstas eran reemplazadas por otras más fáciles de dominar como lo eran el enojo, la irritabilidad y el desinterés. Así, el joven duque encontraba más fácil el mostrarse con rebeldía ante las personas, que el expresar un sentimiento como lo es el de amistad o de cariño.
De esta manera, el que una desconocida estuviera causando que todo este revuelo y se viera envuelto en completo caos interior, era algo insólito que Terry jamás pensó que llegaría a suceder.
En sí, muchas chicas en el colegio donde estaba estudiando le habían mostrado durante su estancia ahí, cierto interés de su parte. Era claro que para muchas su título de nobleza y su inigualable físico, fueran un aliciente para mostrarse amigables con él y querer entablar cierta amistad.
Por esta razón, no era nada nuevo para él que las jovencitas coquetearan y hasta se desvivieran en atenciones con tal de siquiera llamar su atención. Estaba más que acostumbrado a ser el centro de su interés y esto en lugar de alagarlo lo enfadaba, ya que sentía que estaba perdiendo su privacidad.
Fue por eso que se volvió un ermitaño, no queriendo entablar amistad ni siquiera con los chicos y al mismo tiempo, evitando a toda costa a las chicas. Esto irremediablemente lo llevó a convertirse en el ser solitario del colegio que con el tiempo todos terminaron evitando y tachando de 'rebelde'.
Sin embargo, ¿cómo era que esta jovencita, aparentemente sin hacer mucho de su parte, pudiera poner su mundo de cabeza? Esa sería una incógnita que por el momento, Terry estaba destinado a no poder responderse y que al mismo tiempo, en verdad que le desesperaba.
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Ya era viernes y todos en la residencia se estaban preparando para el fin de semana. Como solamente se encontraba Terry viviendo ahí por el momento, la mayoría de los empleados tendrían la tarde del sábado y el domingo libres.
El único que quedaría a cargo sería James, una de las doncellas que se encargaría de la limpieza y por supuesto, el chef. Todos los demás volverían a sus casas que se encontraban no muy lejos de ahí, para volver de nueva cuenta el lunes siguiente.
No obstante, para Terry esto significaba que el sombrío y silencioso lugar, se volvería aún más lúgubre, sin gente yendo y viniendo para romper la solemnidad que tanto le irritaba. Era por esa razón que odiaba los fines de semana, para él esto significaba la soledad absoluta; en especial en una cuidad en la cual no había mucho que hacer, ya que la mayoría salían a los alrededores de paseo o simplemente se dirigían a la campiña para disfrutar de un agradable día de campo.
Así que esa tarde, cuando las campanillas de su reloj marcaron más del medio día, Terry comenzó a despertarse aún cansado y somnoliento. Del mismo modo que había ocurrido en las noches anteriores, le había sido muy difícil conciliar el sueño.
Aún cuando la pesadez del sueño todavía lo invadía, sintió que era hora de levantarse y de comenzar de alguna manera su día. Por consiguiente, tomó un baño frío que acabó por despertarlo y vistiendo la ropa que James le había preparado en el perchero, se dirigió prontamente a la planta baja.
Como cada viernes, la servidumbre iba y venía preparando todo para el fin de semana. Las mucamas limpiaban a conciencia todo, mientras que otras llevaban los comestibles que habían recién comprado en el mercado para colocarlos en la alacena y los estantes de la cocina.
Atraído entonces por la tranquilidad del jardín que se encontraba en la parte trasera, Terry se dirigió hasta ahí para escapar un poco del barullo del ajetreo que se estaba dando en el salón.
En cuanto se sentó en la mesa bajo la sombra de la cubierta formada por el ramaje de las enredaderas con las numerosas flores y bajo la copa misma de los árboles, James se acercó rápidamente a él para servirle algo de comer.
Terry no tenía apetito y por eso mismo, tan sólo comió algo de las frutas y un pan tostado. Eso sí, no faltó su acostumbrado café de la mañana que más bien parecía el de la tarde, porque ya estaban dando casi las dos... algo de lo que se percató al escuchar el repicar de las campanas de la catedral a lo lejos.
Al terminar y mientras retiraba los platos y cubiertos, James le comentó al joven que todo estaba listo para el fin de semana.
Sin interés, Terry asintió al tiempo que le daba el último sorbo a su café. Pero antes de terminar, James agregaría algo más.
"Una cosa más, señor. Esta mañana recibimos una nota del ayuntamiento diciendo que afortunadamente ya han terminado con las obras de remodelación, disculpándose por cualquier inconveniente causado. Así que hoy no tendremos el tráfico que hemos estado tolerando toda la semana."
James se lo comentó con aire de alivio, ya que erróneamente pensaba y asumía que el extraño comportamiento del joven se debía principalmente a lo mucho que a éste le disgustaba el tráfico que se generaba justo frente a la residencia.
No obstante y al escucharlo, Terry de inmediato se vivió a mirarlo sorprendido.
"Ya no tendrá que preocuparse por las miradas curiosas de los transeúntes y podremos volver a la rutina acostumbrada." Agregó el mayordomo casi sonriendo y diciendo esto, tomó la charola en sus manos y desapareció por la puerta.
Terry se quedó de una pieza, totalmente confundido, pensando en eso que James acababa de decirle.
"Volver a la rutina..." Susurró al tiempo que sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo.
Si ya no había más tráfico, entonces esto implicaba que aquel autobús que durante la semana había transitado lentamente frente a la residencia, pasaría a toda prisa. Esto tan sólo significaba una cosa: no tendría oportunidad de volver a verla.
Entonces al pensarlo, un sentimiento inquietante se depositó en su interior.
Justo ayer cuando él quiso demostrarle a ella que él también podía devolver un gesto de amabilidad, algo lo detuvo. Probablemente fue su orgullo o a lo mejor sólo tal vez, había sido su timidez ante lo desconocido.
Cualquiera que fuese la razón eso ya no importaba, ya que jamás volvería a verla.
Por consiguiente, Terry se quedó únicamente mirando hacia al jardín y a la que parecía ser de nuevo su solitaria vida... una rutina monótona sin fin, en donde volvería estar atrapado sin algo que le hiciese sentir vivo.
En efecto, justo entonces el joven reconoció que esa desconocida lo había hecho sentirse diferente: nuevamente con vida.
Pero ahora, esa enigmática persona que había traído algo único a su solitario mundo, se había ido tal y como cuando llegó, sin aviso alguno.
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Aquella tarde, mientras el autobús se acercaba puntualmente a su destino en el centro de la ciudad, una joven que se había sentado al lado de la ventana como había sido hasta su costumbre, miraba atenta a través de la ventana.
Al ser viernes, la chica había terminado su arduo trabajo de la semana y ahora se dirigía a casa para poder disfrutar de lo que sería su fin de semana y un merecido descanso.
Sin embargo, algo que había estado sucediendo últimamente y que había transformado su rutina, la llevaba a ansiar el momento en que pasaría frente a esa lujosa y sobria residencia. Por ese motivo, justo cuando estaba por llegar a su destino, ansiaba el ver de nuevo a aquel chico con el que se había encontrado varias veces durante los últimos días.
Al principio, le había llamado la atención aquella construcción tan regia y elegante por la que pasaba y que se mostraba majestuosa rápidamente ante sus ojos. Sin embargo, desde el inicio de semana y al quedar envuelta en medio del tráfico, ella pudo apreciar con más detalle la vivienda. Pero para su sorpresa, ese mismo día había descubierto también que había algo o más bien, alguien más para apreciar ahí.
El que parecía ser uno de los inquilinos, se hallaba sentado ante la grandiosa mesa del comedor mientras disfrutaba de su cena. De inmediato, se dio cuenta de que era un joven de finas facciones y en un momento dado, cuando él se volvió a mirar donde ella estaba, pudo apreciar que también era portador de unos hermosos ojos azules.
Se trataban de una intensa mirada que adornaba a tan deslumbrante y galante figura, una que podría arrancar más de un suspiro a cualquiera. No obstante y a su parecer, extrañamente daban la impresión de que reflejaran una infinita tristeza y melancolía.
Fue por esa razón que desde un principio, ella se sintió inclinada a dedicarle por lo menos una sonrisa. Tal vez no era mucho, pero a veces un gesto gentil quiere decir mucho y hasta puede significar algo importante para aquellos que lo reciben.
Así, mientras el autobús daba vuelta para incorporarse al tráfico de la avenida por donde volvería a encontrarse con ese joven, la chica se acomodó nuevamente en su asiento y volvió a mirar atenta a su izquierda para poder verse con él una vez más.
Sin embargo, en esta ocasión el tráfico era fluido y el autobús no desaceleró, pasando a toda prisa por la construcción en dónde estaría aquel joven. Y para cuando se detuvo detrás del semáforo, la residencia ya se encontraba a media cuadra atrás.
Totalmente confundida, miró alrededor y entonces ella lo entendió todo, especialmente al descubrir que la esquina estaba ahora despejada, sin los letreros que en algún momento estuvieron ahí. La obra de remodelación parecía concluida y por consiguiente, el congestionamiento que había traído consigo, desapareció ese mismo día... llevándose también la oportunidad de verlo una vez más.
Dejando escapar un largo suspiro, la joven bajó la mirada a su regazo donde estaba su libro. Resignada ante la situación, se acomodó de nuevo en su asiento y abriéndolo en donde un separador estaba marcando una página, volvió a su lectura.
Al tiempo que ella estaba tratando de concentrarse sin éxito en el libro, el autobús comenzó de nueva cuenta a moverse para luego detenerse en la parada. Sin levantar la vista, la joven escuchó que un nuevo pasajero se incorporaba a los pocos que había con ella.
Así que para cuando el autobús arrancó, una figura se fue aproximando hasta donde estaba sentada. Cuál sería su sorpresa al escuchar que el desconocido se dirigió a ella preguntándole.
"¿Está ocupado este asiento?" Obviamente se refería al que estaba a su lado.
Distraída con su libro e intrigada con la inusual de la pregunta al haber muchos otros asientos desocupados, ella levantó la vista para responderle. Nunca espero encontrarse con unos azules color mar que la miraban expectantes.
Grande fue su sorpresa al ver frente a ella al mismo chico que había estado observando a lo lejos durante los últimos días. Aquel joven rodeado de lujos en una residencia de ensueño, se encontraba precisamente a su lado.
Al no recibir respuesta, esta vez con una ligera y casi imperceptible sonrisa, Terry volvió a preguntarle señalando el lugar. "¿Está ocupado?"
Ella solamente negando levemente y sin responder nada, lo siguió con la mirada mientras él se colocaba a su lado.
A todas luces, Terry notó el nerviosismo que ahora ella estaba desplegando ante él y para aligerar un poco la tensión de la situación, dirigió su mirada al libro en su mano leyendo el título de éste.
"Es una excelente novela. Dime, ¿la estás disfrutando tanto como yo cuando la leí por primera vez?" Sus ojos la miraron curiosos al tiempo que su rostro dibujaba ahora sí, una amigable sonrisa.
Al verlo sonreír, ella no pudo evitar hacer lo mismo y entonces Terry pudo ver de nueva cuenta aquella magia que lo había llevado a esa locura.
"Disculpa," La joven no pudo evitarle preguntarle para cerciorarse si estaba en lo correcto o era un truco de su imaginación, "¿eres acaso el chico que vive a un par de cuadras de aquí?" Ella le preguntó aún con duda señalando hacia atrás, no creyendo lo que estaba sucediendo.
"Así es." Fue su respuesta.
"Entonces... tú..." La joven lo miró aún más confundida mirándolo a él y también hacia atrás.
"Quería conocer a la chica que de alguna manera felizmente rompió con una aburrida rutina, transformándola en otra más interesante." Se encogió de hombros para luego reír un poco.
La joven entonces lo entendió todo y río con él.
"Me llamo Terry, ¿y tú?" Se presentó extendiendo su mano.
"Soy Anna María." Estrechó la suya.
"Bien, Anna María. ¿Te gustaría acompañarme a cenar? Conozco un buen restaurante no lejos de la estación de autobuses."
La chica lo miró aún más sorprendida y esta vez lo hizo con el rostro serio, algo que de inmediato Terry percibió.
"Bueno, quiero decir, si no tienes otro compromiso." Un aire de duda los rodeó a ambos en esos momentos.
Reaccionando, ella rápidamente negó con la cabeza. "Claro que sí, digo... quiero decir que no tengo compromisos y por supuesto que me gustaría acompañarte, pero..." Le preguntó entonces ella con duda. "¿No has cenado?"
Soltando una risilla, entendiendo su confusión, él le respondió. "Aunque lo creas, aún no. ¿Sabes? Es aburrido comer solo. Además, no sabes las ganas que tengo de comer algo diferente... la comida en casa ya no me gusta."
La joven lo entendió todo de inmediato y con un asentimiento de cabeza dijo, "Pues no se diga más, yo en lo personal tengo hambre."
"¡Y yo tengo tanta que comería una vaca entera!"
Ambos rieron no sólo ante el comentario sino ante la singular situación que se había generado entre los dos, relajándolos un poco.
Unos minutos después, cuando el autobús llegó a su destino final, Terry se puso rápidamente de pie para poder darle el paso a su acompañante y que ambos pudieran descender.
Una vez en la avenida, Terry, como todo un caballero inglés, le ofreció prontamente la mano para ayudarla a bajar y señalando un pequeño café no lejos de ahí, le indicó que estaban cerca del lugar.
Sonrientes, los dos comenzaron a caminar lentamente y una vez dentro, en una mesa junto a la ventana que daba al parque, los dos se dedicaron a disfrutar de una sencilla cena en compañía de alguien que hacía unos momentos era un total desconocido para ambos... algo que muy pronto cambió al iniciarse una amena charla que los llevaría poco a poco a conocerse.
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Era curioso ver que lo que comenzó como algo casual, eventualmente le ayudaría a Terry a darse cuenta de lo mucho que necesitaba cambiar en su mundo, no sólo el que lo rodeaba, sino también en su interior mismo.
Tal vez el haberse abierto a una situación ya de por sí peculiar, que resultaba por demás extraño y hasta se podría decir totalmente fuera de lugar, le diera la pauta para poder cambiar un poco su trato con los demás en el futuro.
Especialmente, cuando alguien espacial estaba justo al frente y le abría las posibilidades a que fuera el inicio de una aventura juntos que lo llevaría eventualmente a todo lo que él tanto anhelaba... y que por supuesto, sería al lado de una persona que lo alentaría a ir por mucho más de lo que él alguna vez hubiese siquiera imaginado.
La motivación que necesitaba sin siquiera saberlo, había por fin llegado.
La insoportable rutina habitual, aquella que tanto lo había irritado y hasta frenado en la búsqueda de sus sueños e ideales, se volvió desde ese momento en otra por completo diferente. Desde esa vez, todo cambiaría para Terry y lo sería debido a que su mundo estaba por transformarse.
En especial al ya no sentirse tan solo... porque desde ahora, esa tediosa rutina se volvió entonces en una felizmente inolvidable.
El día estaba transcurriendo sin novedad alguna y curiosamente, no se veía a nadie por el departamento. Esto era en verdad inusual, espacialmente cuando ya todos se encontraban en la recta final.
Allá en el balcón se encontraban los hermanos Cornwell, quienes charlaban despreocupadamente sobre las últimas novedades de Archie y su café. En eso, el joven Leagan se acercó hasta ellos,
-Parece que ahora sí estás a gusto con la ropa que te compramos- comentó Stear.
-Ni tanto- respondió con una mueca Neal - llevo esto ya que no quiero usar más esos trapos... nada más de pensar de quién son, me dan escalofríos.-
-Ya, Neal, no seas exagerado- interrumpió Archie.
-Claro, como no eres tú el que tuvo que ponerse esos harapos... jamás en mi vida había visto talla XXXXXL... ¡cinco equis! ¿Qué acaso hacen ropa para hipopótamos?-
-Bueno, pues parece que alguien no le gusta hacer dieta, jeje- fue el comentario de Stear.
-¡Yuk!- respondió Neal -no sabes el suplicio que fue... pero si te parece tan gracioso la próxima me encargaré yo de quemar tu ropa y ya te veré luciendo esas 'tiendas de campaña'- dijo cruzando los brazos.
En eso, los tés chicos se volvieron a mirar a Adriana que recién llegaba,
-¡Hola, chicos!- los saludó -¿De pura casualidad, han visto a Terry?-
-¿Y para qué buscas a ese?- preguntó Archie no muy contento.
-Es que ya tengo su aporte listo y quería que lo viniera a ver.-
-¿Para qué?- preguntó intrigado Stear.
-Para qué será... para que le de el visto bueno y luego no me venga con sus reclamos, ya saben cómo es...-
-Sí, muy quisquilloso- agregó Neal.
-¿Quisquilloso?- rápidamente intervino Archie -dirás, ¡caprichoso!-
-Se ve que no te pasa, ¿no?- Neal preguntó divertido.
-¿Y quién puede soportar a alguien como él?-
-Pues, déjame decirte que en ese sentido, los dos se parecen...-
-¿Cómo dices?-
Y tomándolo del cuello de la camisa, Archie amenazó a Neal alzando el puño. Curiosamente, el 'señorito' comenzó a reír,
-Jajaja...-
-¿Se puede saber qué es tan gracioso?-
-¡Como dije, igualitos!-
-Ya, Neal, deja de estar provocando a Archie- interrumpió Adriana colocándose entre ambos -bien sabes que esos dos no se pueden ver 'ni en pintura' y ahora tú te pones a compararlos...-
-¿Y yo qué culpa tengo que los dos parezcan dos gotas de agua?- se defendió diciendo Neal.
-Dirás gotas de agua y aceite- comentó sonriendo Stear.
Tanto Archie como Adriana se volvieron a mirarlo serios.
-¡No le des cuerda, Stear!- comentó Adriana -mira que si Terry te oye nos arde Troya aquí y el incendio que provocaste será una pequeña chispita comparado con el incendio que estos dos pudieran provocar con sólo mirarse...-
-¿De qué incendio hablan?- era Terry que llegaba en ese momento.
Todos se miraron unos a otros mientras tragaban en seco. Si al 'señorito' se le ocurría decirle lo que pensaba, su inocente comentario desataría la Tercera Guerra Mundial. Así que sin pensarlo dos veces, Adriana se puso frente a Terry para comentarle mientras lo distraía de los demás,
-El incendio que vas a provocar en el Foro...-
-¿Provocar?- preguntó él no entendiendo.
-Así es, cuando tus 'miles' de admiradoras lean tu historia, la pasión desatada será tanta que parecerá un incendio...-
-¡Vaya! Hasta que alguien reconoce el efecto de mis encantos- dijo cruzando los brazos y con una gran sonrisa.
Poniendo los ojos en blanco, todos los demás menearon de un lado al otro la cabeza, pero antes de que Terry preguntara por la cara de duda que mostró ante esto , Adriana lo tomó de los hombros y dándole vuelta, casi lo empujó para dirigirse al escritorio,
-Sí, sí... lo que digas. Vamos a publicar tu historia y no te hagas del rogar...-
-¿Pero... por qué la prisa?- reclamó él al sentirse arrastrado fuera de ahí.
-Recuerda que las chicas están más que ansiosas por leerte, además, eso es lo que querías, ¿no? Porque si no quieres, tengo justo una historia de mi Amorcito... quiero decir, Anthony, ya casi lista y si...-
-Bueno, si lo pones así- interrumpió él -vamos a publicarla- respondió él tomando la palabra, sabiendo que Adriana bien podía cumplir su amenaza y él se quedaría sin historia.
Así, evitando que se diera un argumento sin fin ente los 'muchachitos', Adriana tuvo que darse prisa para publicar la tan ansiada y esperada historia de nuestro querido Terry.
¡Hola a todos! Créanme que aunque es muy tarde para mí, quise venir a publicar la historia de Terry. Por un lado, quería darles suficiente tiempo para que pudieran disfrutarla, y por el otro, quiero tener paz en mi casa y no estar escuchando reclamos sin fin jeje.
Ya en serio, espero que esta historia sea de su agrado, ya que se la escribí con mucho cariño a Terry y a todas las Terrytanas. En lo personal, me ha gustado mucho y fue inspirada por un evento que me sucedió en mi último viaje a Edimburgo.
Seguimos en contacto y el siguiente aporte será la última firma de este año, ¡estén al pendiente!
Abrazos con cariño a la distancia
ESA INOLVIDABLE RUTINA
En aquel sobrio y antiguo apartamento en pleno de centro de Edimburgo, solamente se podían escuchar los sonidos que los cubiertos de plata hacían al golpetear suavemente contra la delicada loza de porcelana.
Dos figuras estaban de pie a un lado de la mesa del gran comedor, una de rojiza y fina caoba. Se trataba de la servidumbre que estaba esperando las instrucciones de su señor, el cual en esos momentos estaba por terminar el plato principal de la cena.
Así que cuando los cubiertos fueron colocados a lo largo del plato, la mujer que portaba un uniforme negro y blanco muy formal, se acercó hasta la mesa para retirar en una charola los utensilios que ya no eran necesarios, para luego desaparecer por la gran puerta del comedor.
Por otra parte, un serio y elegante mayordomo situaba hábilmente un nuevo juego de cubiertos frente de la figura ahí, para luego colocar otro plato cubierto por una charola, obviamente también de fina plata.
A la señal del joven sentado a la mesa, James levantó prontamente la cubierta para mostrar su contenido: un elaborado postre de creme brulee que era la obra maestra del afamado chef de la residencia, el cual cual había dedicado horas en su elaboración.
Sin embargo, el joven sólo arqueó levemente la ceja y dejando escapar un imperceptible suspiro, indicó con la mano que se llevara el exquisito postre. De inmediato, el hombre lo hizo así y cubriéndolo de nuevo, lo puso a un lado para en su lugar colocar una taza de té a la cual agregó un poco de crema. Poco después, se posicionó de nueva cuenta a un lado y en absoluto en silencio.
Entonces, dirigiendo su mirada hacia los ventanales al frente, el joven ahí sentado se dedicó a contemplar el exterior, mientras saboreaba su acostumbrado té inglés.
Los penetrantes ojos azul mar se posaron un tanto distraídos en el apenas rojizo cielo. Aún cuando las manecillas marcaban un poco más de las siete y media en el reloj, el día parecía querer extenderse un tanto más al negarse el sol a ocultarse tras el horizonte.
En definitiva, el verano podía también traer ciertas desventajas y ésta era una de ellas... en especial para quien ansiaba con terminar con el día.
Sin embargo, Terry no tenía otra alternativa más que acostumbrarse a este ritmo de vida en la ciudad donde solía a pasar sus días veraniegos durante las vacaciones escolares. Unas que para su desgracia, estaban recién comenzando.
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Para Terriuce Grandchester, el hecho de ser el hijo de un alto noble inglés, no le daba muchas libertades. Por lo menos, no tanto como las que quisiera.
Durante la mayor parte del año se encontraba recluido en uno de los mejores y más prestigiosos colegios del Reino Unido, con el pretexto de recibir la mejor educación. Lo que su padre, el gran Duque desconocía, era que a Terry no le interesaba en absoluto la vida y las costumbres de una de las realezas más antiguas del mundo. Una que por cierto, encontraba muy aburrida y simplemente irritante.
El mayor anhelo de aquel joven y gallardo heredero era el poder viajar por el mundo y cumplir el mayor de sus sueños: el de poder ser un afamado actor en Broadway, tal y como lo era su madre.
Aún con todo, Terry era consciente de que sus sueños no eran más que eso, anhelos inalcanzables al estar atrapado sin remedio en una situación en donde su destino estaba ya marcado, y que era decidido por las costumbres de la monarquía.
De esta manera, aquel joven noble no era más que un prisionero en su penosa realidad. Aquello que tanto anhelaba estaba totalmente fuera de su alcance y de alguna manera, lo había aceptado... pero no sin rebeldía y total desinterés de su parte.
Así, con la delicada taza en mano, el joven se dedicó a contemplar impávido el exterior, ya que esto era algo que le daba cierta sensación de libertad. Era por esa razón que había ordenado que las altas cortinas en el salón se abrieran de par en par para poder disfrutar lo que ocurría en la calle, y lo hacía a través de los grandes cristales que tenía al frente.
Esto resultaba extraño y hasta se podría decir fuera de lugar para la servidumbre. Pero como todos en la mansión estaban acostumbrados a la singular manera de ser del joven, solamente obedecían cuanto capricho se le ocurría. No obstante, éste les era el más peculiar de todos.
Día a día, la rutina en el lujoso apartamento se fue dando exactamente de la misma manera. La cena era servida puntualmente a las siete y a eso de las siete y media, el joven se dedicaba a disfrutar de su acostumbrado té mientras que por espacio de media hora, simplemente contemplaba el tránsito en la calle justo hasta el atardecer. Luego al oscurecer, Terry se dirigía a la biblioteca para leer un rato antes de retirarse a dormir.
Esta parecía ser la rutina que llevaría al pie de la letra durante los siguientes dos meses que estaría en Escocia.
Sin embargo, un acontecimiento que a simple vista pareciera algo nada inusual, vendría a cambiarlo todo en la vida del joven heredero.
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Una tarde después de haber cenado y al estar de nueva cuenta contemplando en silencio los autos y a la gente que iban y venían por la calle, Terry se dio cuenta de que en un momento dado algo estaba sucediendo afuera: al parecer se había generado algo de tráfico y los autos comenzaron a transitar más despacio que de costumbre.
Esto era raro en una avenida que aunque era una de las principales en la ciudad, tuviera tantos autos circulando lentamente, tal y como comenzaban a hacerlo en ese momento.
Así que volviéndose a James, su mayordomo, le preguntó si sabía lo que estaba ocurriendo.
"Hoy en la tarde comenzaron con las obras de remodelación al final de la calle, señor, y como ésta es la hora más transitada, hay más autos que de costumbre. Pero no se preocupe, será solamente por esta semana. ¿Desea que cierre las cortinas? Con el tráfico, seguramente habrán ojos curiosos mirando hacia el interior de la residencia."
"No, déjalo así." Respondió el joven, mientras tomaba otro sorbo de té. "Si las cierras ya no habrá más luz natural y eso daría la sensación de estar encerrado en cuatro paredes. Además, ¿desde cuándo nos importan los transeúntes? Por supuesto que no dejaré que las miradas curiosas impidan que disfrute del cielo de la tarde."
"Como usted diga, señor." Respondió no muy convencido el mayordomo, al tiempo que retiraba la taza de té vacía y los pocos cubiertos que restaban. A continuación, salió del lugar dejando solo a Terry.
El joven se puso de pie para acercarse a los ventanales y poder comprobar por él mismo que en efecto, el tránsito comenzaba a avanzar lento debido a las remodelaciones que se estaban efectuando no muy lejos de ahí.
"¡Ojalá y terminen pronto! Será una larga semana si tenemos que tolerar esto por días." Fueron sus pensamientos hablando en voz alta que claramente reflejaban su disconformidad.
Suspirando con hastío, levantó su mirada para escapar de su realidad y de alguna forma tratar de encontrar un poco de paz, mientras contemplaba el azul del cielo y los toques del atardecer que ya se cernían sobre la ciudad.
En eso, bajando la mirada, súbitamente se topó con un par de ojos que lo observaban curiosos. Se trataba de una chica sentada en el autobús detenido al frente y que obviamente lo estaba mirando con interés.
Por supuesto que Terry no se inmutó ante esto y sin despegar la vista de aquella desconocida, tan sólo colocó sus manos en los bolsillos con pose desafiante para que la joven desistiera de su osadía. Aunque al parecer ella era la única que se había percatado de su presencia, ya que el autobús estaba casi vacío.
Por unos instantes ambas miradas se entrelazaron, una un tanto inquisitiva mientras que la otra se mostraba dura y osada.
Sin embargo, en el momento justo en que el autobús comenzó a avanzar lentamente, aquella joven desconocida haría algo insólito para el desconcierto de Terry: dedicarle una sincera sonrisa al tiempo que se perdía en la distancia, entre los otros tantos autos.
En cuanto ella desapareció de vista, Terry solamente reaccionó con seriedad, primero frunciendo el ceño confundido y levantando la ceja con orgullo. Luego, con una pequeña sonrisa de desdén, se dio la media vuelta saliendo del lugar para dirigirse a la biblioteca para continuar con su libro.
No obstante, una vez frente al calor de la acogedora la chimenea, los pensamientos del joven inglés eran constantemente distraídos por el recuerdo de aquella enigmática sonrisa. Había algo en esa chica que Terry no acertaba a comprender ... ¿por qué una desconocida le había sonreído?
Esto le resultaba incomprensible. A menos que la jovencita estuviera coqueteando con él, todo el asunto le resultaba ilógico.
Por lo que poniendo a un lado todo, Terry decidió que el incidente no pasaría a mayores y que su vida continuara como de costumbre. Por lo menos, eso era lo que en esos momentos él creyó que pasaría.
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Un nuevo día alumbró con su calor a la vieja ciudad y la vida de sus habitantes volvió a la cotidianidad.
Para Terry, esto implicaba tratar de pasar el tiempo de la mejor manera y no aburrirse en el apabullante y constante silencio del lugar. Detestaba que todo fuera monótono, sin nada nuevo por hacer o tan siquiera disfrutar. Le gustaba leer, pero, ¿a cuántos libros podía dedicar las largas horas en las que se encontraría ahí?
Por esa razón, a veces solía salir a cabalgar o se distraía tocando el piano, pero también, ¿por cuánto tiempo podía hacerlo?
La servidumbre no era la mejor compañía para él. El verano pasado trató de entablar conversación con el chico que cuidaba de su caballo, pensando en tal vez podría tener alguien más o menos de su edad con quien charlar. No obstante, fue claro desde el principio que aquel joven mantuvo su distancia guardando el protocolo, solamente haciendo sus deberes y hablándole con formalidad.
Así esta manera, el joven a quien muchos podrían envidiar por su estatus social y por la realeza que corría por sus venas, en realidad era la persona más solitaria e infeliz del mundo.
Varias veces trató de convencer a su padre para que lo dejara ir a América para reunirse con su madre. Obviamente el Duque se negó rotundamente y más que eso, se hasta se lo prohibió terminantemente.
De esta manera, Terry se topó de frente al eterno dilema de su vida: o se encontraba prisionero en un colegio donde los carceleros eran unas estrictas monjas como gendarmes y que al parecer no poseían sentimiento alguno, o se hallaba rodeado como de fantasmas en un lugar donde él mismo parecía ser una figura invisible para el mundo.
Fue por esa razón que el simple gesto que trajo a su mundo una sonrisa por parte de una desconocida, lo había inquietado un tanto. Aunque, era probable de que tal vez fuese algo fortuito y casual que no volvería a darse. Por esa razón, hubo momentos en que hasta llegó a pensar que lo había imaginado todo.
No obstante, a la tarde siguiente la misma rutina fue seguida al pie de la letra y mientras esperaba a que anocheciera, el joven miraba contemplativo hacia el cielo pensando en cualquier cosa para distraerlo de su realidad cuando en eso, sintió de nueva cuenta una mirada sobre él.
Ahí estaba ella, tal y como había ocurrido el día anterior, mirándolo atentamente. En cuanto ambas miradas se cruzaron, la chica volvió a sonreírle ante la sorpresa de Terry. Justo en el momento en que él se levantó con la intención de acercarse hasta la ventana, el autobús casi vacío y con la única pasajera en la ventanilla, avanzó para desaparecer por la avenida.
Terry no perdió tiempo, y llegando prontamente hasta el ventanal, miró cómo el vehículo desaparecía.
"No fue una coincidencia." Se dijo él en su mente, "realmente ella me estaba sonriendo y no lo imaginé ayer."
Aún desconcertado, esos intensos ojos azules miraron hacia abajo totalmente confusos.
¿Cómo era que estaba sucediendo?, se preguntaba él. Nadie es amable con otros a menos que necesite o busque algo. Esto obviamente no sucedía con ella... no, lo más seguro era que le estuviera coqueteando. Sí, era lo más lógico. Pero, esa tierna sonrisa no se parecía en nada a la de las otras chicas que había conocido en el pasado.
Entonces, ¿por qué insistía en sonreírle?, ¿qué era lo que buscaba ella al hacerlo? Tal vez ella estaba deslumbrada por la elegancia y lujo de la residencia, pero de alguna manera sintió que este no era el caso. Ella simplemente se dedicaba a mirarlo a él, no su entorno.
Pensando en esto, Terry entonces se dio cuenta de algo más.
"¿Habría sido una coincidencia que ella pasara por ahí exactamente a la misma hora?" Se preguntaba Terry con duda. La única respuesta a la que llegó era que simplemente lo desconocía.
Por lo que sin más, se dirigió a la biblioteca y tomando un libro, trató de despejar su mente de lo ocurrido. Como quiera, esto no lo consiguió por más que lo intentara, frustrándolo aún más.
Así que poniéndose de pie y con cierto aire de enfado, salió pronto del lugar al no poder concentrarse en su lectura. Esto era lo único que le faltaba, que un desconocido viniera a robarle la única paz de la que disponía.
Enfadado, se dirigió hasta el piano en el salón de música y haciendo alarde de sus dotes como gran músico que era, se dedicó a tocar intensamente. Desesperado, sus dedos comenzaron a moverse hábilmente sobre el teclado y tanto era su furor, que las notas comenzaron a invadir el ambiente y se escucharon por todo el lugar.
Más de uno de la servidumbre se acercó hasta la puerta del salón atraído por la música y así también, para mirar a su joven patrón tocando lo que era en sí una complicada melodía. Admirados, la pequeña audiencia lo escuchaba hasta que en un momento dado el mayordomo les impidió seguir disfrutando, al pedirles que se retirasen con un gesto.
James lo hizo con el propósito de poder darle privacidad al joven, quien a su juicio, parecía estar más molesto que nunca.
Para el fiel mayordomo esto le resultaba preocupante, ya que según él, se estaba dando sin alguna causa aparente. Por lo que retirándose también a los pocos minutos, Terry se volvió a quedar solo para poder dar rienda suelta a sus dotes de pianista que eran alimentados por un torbellino de emociones internas.
También, por lo intenso de su interpretación y con el transcurrir de los minutos, sus manos hábilmente arrancaron una magnífica pieza musical del instrumento. En verdad que cuando Terry trataba de sacar a flote sus sentimientos a través de la música, el resultado era algo en verdad extraordinario.
Pero no importando cuánto lo intentara, Terry simplemente no podía apartar esa imagen de ella sonriéndole y para colmo, esto constantemente lo distraía, hasta que decidió no tocar más. Agitado ante la intensidad del momento, sus manos dieron fin al recital con un sonido hueco y entonces, decidió retirarse a descansar, pensando que tal vez que con un sueño reparador lo lograría.
No obstante, el joven dueño de ojos embravecidos como de mar, estaba totalmente equivocado, debido a que esa inquietante sensación lo acompañó casi toda la noche.
Tanto se fijó en su mente ese recuerdo que hasta llegó un momento que pensó que tal vez esa sonrisa lo estaba persiguiendo, tal y como si fuera una obsesión, inquietándolo de sobremanera. Evidentemente, el joven heredero no pudo dormir ante el fantasma de la visión que tuvo en esos dos días, sino hasta altas horas de la madrugada.
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Por esa razón, día siguiente a los residentes de la mansión les resultó curioso ver a su joven señor rompiendo la estricta rutina que acostumbraba llevar, debido a que esa misma mañana, Terry se quedó dormido hasta casi el medio día.
Como resultado de esto, al joven noble se le encontraba mucho más irritable que de costumbre. Dando como resultado el que entonces todos lo evitaran con el fin de no ser el blanco de su irascibilidad.
Por lo que de nueva cuenta a la hora de la cena, la servidumbre preparó todo a tiempo como era su costumbre; pero en esta ocasión, cuidaron con más detalle sus acciones para no causar molestias innecesarias a su patrón y hacerlo enfadar más de lo que ya parecía estarlo.
De esta manera, cuando Terry se sentó a la mesa, de inmediato se le sirvió la sopa de crema que en esta ocasión estaba acompañada por pan francés. Con menosprecio, el joven la hizo a un lado y pidió que se le sirviera de inmediato el plato principal. James hizo como le indicó y el suntuoso platillo de pescado y verduras al vapor fue servido. Aún cuando a Terry no le pareció muy apetitoso, no tuvo más remedio que comerlo.
Al terminar, indicó con la mano que podían retirar el plato y cubiertos, ya que no comería el postre. Eso sí, solamente pidió que de inmediato le sirvieran su té. En cuanto lo tuvo al frente, Terry lentamente se dedicó a darle vueltas distraído con la cuchara cuando en eso, sintió de nueva cuenta la extraña sensación de que era observado.
Cuál sería su sorpresa al encontrarse otra vez de frente con esa desconocida que para entonces lo estaba observando detenidamente, conforme había sucedido los días anteriores.
Al verla, Terry tan sólo se quedó totalmente inmóvil, como si se tratase de una aparición.
Súbitamente, el autobús comenzó a moverse y con una sonrisa dibujada en su rostro, en esta ocasión ella inclinó suavemente la cabeza como si lo estuviera saludando, para luego desaparecer de vista.
Aún atónito ante lo que acababa de suceder, Terry se puso inmediatamente de pie y dirigiéndose a la ventana, alcanzó a ver cómo el autobús otra vez desaparecía por la avenida. Era exactamente la misma escena que se había dado los días anteriores.
Esta ya había sido la tercera vez que la veía y tal como antes, esto le dio un dejo de intranquilidad, no sabiendo a bien el por qué ese rostro, pero sobre todo, esa sonrisa le resultaban un enigma que parecía no darle tregua.
Así que al no encontrar una respuesta, se propuso que averiguaría de una vez por todas lo que estaba ocurriendo, y lo haría al día siguiente.
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Esa noche, en vez de mantenerse despierto por el fantasma de la incógnita que parecía perseguirlo, sin darse cuenta, el recuerdo comenzó a despertar en él cierta curiosidad que era muy distinta a la que había sentido inicialmente. Aún así, el joven duque no pudo conciliar el sueño como resultado de meditar constantemente en esos encuentros.
Por la tarde, después de levantarse casi a medio día y para despejar un poco su atribulada mente, decidió salir a cabalgar en su querida Theodora, un hermoso corcel blanco que era su única compañía. Por más de una hora, Terry recorrió gran parte de las campiñas a las afueras de la ciudad, dándole cierta paz al sentirse enteramente libre de todos y todo lo que lo rodeaban. Para cuando regresó a la mansión y por fortuna, se sentía un poco mejor y más tranquilo.
Así que para cuando dieron las seis en el gran reloj del salón, subió a toda prisa para poder asearse y estar puntualmente listo para la cena, que se serviría a las siete. Pero en esta ocasión, extrañamente un nuevo y desconocido sentimiento de ansiedad lo acompañaba.
"¿Volverá esa chica a pasar frente de la mansión así como lo había hecho los días anteriores?" Esta es la pregunta que rondaba constantemente su mente y que no pudo apartar de si durante todo el día.
Por lo que, mientras degustaba la cena, Terry se dedicó a mirar más de una vez el antiguo reloj de madera que estaba a un lado. En más de una ocasión, hasta le pareció que las manecillas avanzaban más lento que de costumbre y tanta fue su insistencia en volverse a verlo, que James mismo lo notó y por esa razón se atrevió a preguntarle.
"¿Tiene usted algo por hacer o tal vez espere a alguien, señor?" Terry solamente lo miró de reojo y con una negación de la cabeza, le indicó que no para luego seguir comiendo.
Con todo, cuando las campanillas indicaron que eran exactamente las siete y media, Terry rápidamente colocó sus cubiertos sobre el plato que aún contenía comida, y antes de que el mayordomo lo retirara para colocar la taza para su acostumbrado té, el joven noble ya se había puesto de pie y dirigido a la ventana para sorpresa de los demás.
James miró con asombro lo que pasaba y dirigiendo su mirada a la mucama a su lado como preguntándole lo que sucedía, ésta solamente se encogió de hombros negando desconocerlo.
Aún desconcertado, el hombre preparó el té y acercándose con una charola, se lo ofreció a su joven patrón que se encontraba mirando muy concentrado a los autos que iban y venían por la calle.
Al darse cuenta de que James estaba a su lado, Terry tomó entre sus manos el plato y la taza para continuar observando el ir y venir del tránsito que para entonces ya se estaba volviendo un tanto lento por la cantidad de vehículos que intentaban transitar por la avenida.
Se encontraba tan concentrado en mirar el tránsito y darle sorbos a su bebida, que bien pudo distinguir a lo lejos y sin problema cuando dicho autobús se acercaba lentamente. Una vez que se halló a tan sólo unos metros, Terry extendió la mano con la taza a un lado sin despegar ni por un instante la mirada y al verlo, el mayordomo rápidamente la retiró de su mano.
Así que para cuando el autobús se posicionó directamente frente a él, los ojos de mar se volvieron a encontrar con aquellos de la desconocida. Tal y como había sucedido en los días anteriores, la chica estaba sentada de lado izquierdo y junto a la ventana, con su mirada atenta hacia donde se encontraba la residencia.
Al notar que Terry estaba en esta ocasión de pie al frente, justo detrás del ventanal, la joven le dedicó una sutil sonrisa acompañada de un gesto que el joven nunca se esperó: lo estaba saludando con la mano que se agitaba suavemente de un lado al otro. Era obvio que para ella, Terry había dejado de ser un desconocido y de alguna manera le decía 'hola' como si se tratase de un amigo, causando una extraña sensación en el joven noble.
Una que por cierto, jamás había sentido antes.
Con una desconcertante sensación que fue a parar justo a la boca del estómago, Terry sintió como si una fuerte corriente lo estuviera recorriendo de arriba a abajo causando cierto nerviosismo al ser algo totalmente desconocido para él.
Su encuentro, así como ocurrió en los últimos dos días, fue en sí muy breve y antes de que Terry pudiese reaccionar, el autobús se estaba marchando llevándose consigo a la desconocida.
Para cuando Terry apenas había levantado un tanto su mano con la intención de poder devolverle el saludo, ella ya se había ido.
Desconcertado por lo que ésta jovencita estaba ocasionando en sus emociones, Terry salió a toda prisa del lugar y dirigiéndose a su alcoba, al entrar cerró estrepitosamente la puerta para recargarse en ella y tratar de recuperar el aliento por la carrera que tuvo al literalmente escapar de lo que había sido 'el encuentro' del día.
Para alguien como Terry, era hasta cierto punto fácil el esconder sus emociones de los demás, en especial aquellas que tanto deseaba reprimir. Era obvio que éstas eran reemplazadas por otras más fáciles de dominar como lo eran el enojo, la irritabilidad y el desinterés. Así, el joven duque encontraba más fácil el mostrarse con rebeldía ante las personas, que el expresar un sentimiento como lo es el de amistad o de cariño.
De esta manera, el que una desconocida estuviera causando que todo este revuelo y se viera envuelto en completo caos interior, era algo insólito que Terry jamás pensó que llegaría a suceder.
En sí, muchas chicas en el colegio donde estaba estudiando le habían mostrado durante su estancia ahí, cierto interés de su parte. Era claro que para muchas su título de nobleza y su inigualable físico, fueran un aliciente para mostrarse amigables con él y querer entablar cierta amistad.
Por esta razón, no era nada nuevo para él que las jovencitas coquetearan y hasta se desvivieran en atenciones con tal de siquiera llamar su atención. Estaba más que acostumbrado a ser el centro de su interés y esto en lugar de alagarlo lo enfadaba, ya que sentía que estaba perdiendo su privacidad.
Fue por eso que se volvió un ermitaño, no queriendo entablar amistad ni siquiera con los chicos y al mismo tiempo, evitando a toda costa a las chicas. Esto irremediablemente lo llevó a convertirse en el ser solitario del colegio que con el tiempo todos terminaron evitando y tachando de 'rebelde'.
Sin embargo, ¿cómo era que esta jovencita, aparentemente sin hacer mucho de su parte, pudiera poner su mundo de cabeza? Esa sería una incógnita que por el momento, Terry estaba destinado a no poder responderse y que al mismo tiempo, en verdad que le desesperaba.
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Ya era viernes y todos en la residencia se estaban preparando para el fin de semana. Como solamente se encontraba Terry viviendo ahí por el momento, la mayoría de los empleados tendrían la tarde del sábado y el domingo libres.
El único que quedaría a cargo sería James, una de las doncellas que se encargaría de la limpieza y por supuesto, el chef. Todos los demás volverían a sus casas que se encontraban no muy lejos de ahí, para volver de nueva cuenta el lunes siguiente.
No obstante, para Terry esto significaba que el sombrío y silencioso lugar, se volvería aún más lúgubre, sin gente yendo y viniendo para romper la solemnidad que tanto le irritaba. Era por esa razón que odiaba los fines de semana, para él esto significaba la soledad absoluta; en especial en una cuidad en la cual no había mucho que hacer, ya que la mayoría salían a los alrededores de paseo o simplemente se dirigían a la campiña para disfrutar de un agradable día de campo.
Así que esa tarde, cuando las campanillas de su reloj marcaron más del medio día, Terry comenzó a despertarse aún cansado y somnoliento. Del mismo modo que había ocurrido en las noches anteriores, le había sido muy difícil conciliar el sueño.
Aún cuando la pesadez del sueño todavía lo invadía, sintió que era hora de levantarse y de comenzar de alguna manera su día. Por consiguiente, tomó un baño frío que acabó por despertarlo y vistiendo la ropa que James le había preparado en el perchero, se dirigió prontamente a la planta baja.
Como cada viernes, la servidumbre iba y venía preparando todo para el fin de semana. Las mucamas limpiaban a conciencia todo, mientras que otras llevaban los comestibles que habían recién comprado en el mercado para colocarlos en la alacena y los estantes de la cocina.
Atraído entonces por la tranquilidad del jardín que se encontraba en la parte trasera, Terry se dirigió hasta ahí para escapar un poco del barullo del ajetreo que se estaba dando en el salón.
En cuanto se sentó en la mesa bajo la sombra de la cubierta formada por el ramaje de las enredaderas con las numerosas flores y bajo la copa misma de los árboles, James se acercó rápidamente a él para servirle algo de comer.
Terry no tenía apetito y por eso mismo, tan sólo comió algo de las frutas y un pan tostado. Eso sí, no faltó su acostumbrado café de la mañana que más bien parecía el de la tarde, porque ya estaban dando casi las dos... algo de lo que se percató al escuchar el repicar de las campanas de la catedral a lo lejos.
Al terminar y mientras retiraba los platos y cubiertos, James le comentó al joven que todo estaba listo para el fin de semana.
Sin interés, Terry asintió al tiempo que le daba el último sorbo a su café. Pero antes de terminar, James agregaría algo más.
"Una cosa más, señor. Esta mañana recibimos una nota del ayuntamiento diciendo que afortunadamente ya han terminado con las obras de remodelación, disculpándose por cualquier inconveniente causado. Así que hoy no tendremos el tráfico que hemos estado tolerando toda la semana."
James se lo comentó con aire de alivio, ya que erróneamente pensaba y asumía que el extraño comportamiento del joven se debía principalmente a lo mucho que a éste le disgustaba el tráfico que se generaba justo frente a la residencia.
No obstante y al escucharlo, Terry de inmediato se vivió a mirarlo sorprendido.
"Ya no tendrá que preocuparse por las miradas curiosas de los transeúntes y podremos volver a la rutina acostumbrada." Agregó el mayordomo casi sonriendo y diciendo esto, tomó la charola en sus manos y desapareció por la puerta.
Terry se quedó de una pieza, totalmente confundido, pensando en eso que James acababa de decirle.
"Volver a la rutina..." Susurró al tiempo que sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo.
Si ya no había más tráfico, entonces esto implicaba que aquel autobús que durante la semana había transitado lentamente frente a la residencia, pasaría a toda prisa. Esto tan sólo significaba una cosa: no tendría oportunidad de volver a verla.
Entonces al pensarlo, un sentimiento inquietante se depositó en su interior.
Justo ayer cuando él quiso demostrarle a ella que él también podía devolver un gesto de amabilidad, algo lo detuvo. Probablemente fue su orgullo o a lo mejor sólo tal vez, había sido su timidez ante lo desconocido.
Cualquiera que fuese la razón eso ya no importaba, ya que jamás volvería a verla.
Por consiguiente, Terry se quedó únicamente mirando hacia al jardín y a la que parecía ser de nuevo su solitaria vida... una rutina monótona sin fin, en donde volvería estar atrapado sin algo que le hiciese sentir vivo.
En efecto, justo entonces el joven reconoció que esa desconocida lo había hecho sentirse diferente: nuevamente con vida.
Pero ahora, esa enigmática persona que había traído algo único a su solitario mundo, se había ido tal y como cuando llegó, sin aviso alguno.
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Aquella tarde, mientras el autobús se acercaba puntualmente a su destino en el centro de la ciudad, una joven que se había sentado al lado de la ventana como había sido hasta su costumbre, miraba atenta a través de la ventana.
Al ser viernes, la chica había terminado su arduo trabajo de la semana y ahora se dirigía a casa para poder disfrutar de lo que sería su fin de semana y un merecido descanso.
Sin embargo, algo que había estado sucediendo últimamente y que había transformado su rutina, la llevaba a ansiar el momento en que pasaría frente a esa lujosa y sobria residencia. Por ese motivo, justo cuando estaba por llegar a su destino, ansiaba el ver de nuevo a aquel chico con el que se había encontrado varias veces durante los últimos días.
Al principio, le había llamado la atención aquella construcción tan regia y elegante por la que pasaba y que se mostraba majestuosa rápidamente ante sus ojos. Sin embargo, desde el inicio de semana y al quedar envuelta en medio del tráfico, ella pudo apreciar con más detalle la vivienda. Pero para su sorpresa, ese mismo día había descubierto también que había algo o más bien, alguien más para apreciar ahí.
El que parecía ser uno de los inquilinos, se hallaba sentado ante la grandiosa mesa del comedor mientras disfrutaba de su cena. De inmediato, se dio cuenta de que era un joven de finas facciones y en un momento dado, cuando él se volvió a mirar donde ella estaba, pudo apreciar que también era portador de unos hermosos ojos azules.
Se trataban de una intensa mirada que adornaba a tan deslumbrante y galante figura, una que podría arrancar más de un suspiro a cualquiera. No obstante y a su parecer, extrañamente daban la impresión de que reflejaran una infinita tristeza y melancolía.
Fue por esa razón que desde un principio, ella se sintió inclinada a dedicarle por lo menos una sonrisa. Tal vez no era mucho, pero a veces un gesto gentil quiere decir mucho y hasta puede significar algo importante para aquellos que lo reciben.
Así, mientras el autobús daba vuelta para incorporarse al tráfico de la avenida por donde volvería a encontrarse con ese joven, la chica se acomodó nuevamente en su asiento y volvió a mirar atenta a su izquierda para poder verse con él una vez más.
Sin embargo, en esta ocasión el tráfico era fluido y el autobús no desaceleró, pasando a toda prisa por la construcción en dónde estaría aquel joven. Y para cuando se detuvo detrás del semáforo, la residencia ya se encontraba a media cuadra atrás.
Totalmente confundida, miró alrededor y entonces ella lo entendió todo, especialmente al descubrir que la esquina estaba ahora despejada, sin los letreros que en algún momento estuvieron ahí. La obra de remodelación parecía concluida y por consiguiente, el congestionamiento que había traído consigo, desapareció ese mismo día... llevándose también la oportunidad de verlo una vez más.
Dejando escapar un largo suspiro, la joven bajó la mirada a su regazo donde estaba su libro. Resignada ante la situación, se acomodó de nuevo en su asiento y abriéndolo en donde un separador estaba marcando una página, volvió a su lectura.
Al tiempo que ella estaba tratando de concentrarse sin éxito en el libro, el autobús comenzó de nueva cuenta a moverse para luego detenerse en la parada. Sin levantar la vista, la joven escuchó que un nuevo pasajero se incorporaba a los pocos que había con ella.
Así que para cuando el autobús arrancó, una figura se fue aproximando hasta donde estaba sentada. Cuál sería su sorpresa al escuchar que el desconocido se dirigió a ella preguntándole.
"¿Está ocupado este asiento?" Obviamente se refería al que estaba a su lado.
Distraída con su libro e intrigada con la inusual de la pregunta al haber muchos otros asientos desocupados, ella levantó la vista para responderle. Nunca espero encontrarse con unos azules color mar que la miraban expectantes.
Grande fue su sorpresa al ver frente a ella al mismo chico que había estado observando a lo lejos durante los últimos días. Aquel joven rodeado de lujos en una residencia de ensueño, se encontraba precisamente a su lado.
Al no recibir respuesta, esta vez con una ligera y casi imperceptible sonrisa, Terry volvió a preguntarle señalando el lugar. "¿Está ocupado?"
Ella solamente negando levemente y sin responder nada, lo siguió con la mirada mientras él se colocaba a su lado.
A todas luces, Terry notó el nerviosismo que ahora ella estaba desplegando ante él y para aligerar un poco la tensión de la situación, dirigió su mirada al libro en su mano leyendo el título de éste.
"Es una excelente novela. Dime, ¿la estás disfrutando tanto como yo cuando la leí por primera vez?" Sus ojos la miraron curiosos al tiempo que su rostro dibujaba ahora sí, una amigable sonrisa.
Al verlo sonreír, ella no pudo evitar hacer lo mismo y entonces Terry pudo ver de nueva cuenta aquella magia que lo había llevado a esa locura.
"Disculpa," La joven no pudo evitarle preguntarle para cerciorarse si estaba en lo correcto o era un truco de su imaginación, "¿eres acaso el chico que vive a un par de cuadras de aquí?" Ella le preguntó aún con duda señalando hacia atrás, no creyendo lo que estaba sucediendo.
"Así es." Fue su respuesta.
"Entonces... tú..." La joven lo miró aún más confundida mirándolo a él y también hacia atrás.
"Quería conocer a la chica que de alguna manera felizmente rompió con una aburrida rutina, transformándola en otra más interesante." Se encogió de hombros para luego reír un poco.
La joven entonces lo entendió todo y río con él.
"Me llamo Terry, ¿y tú?" Se presentó extendiendo su mano.
"Soy Anna María." Estrechó la suya.
"Bien, Anna María. ¿Te gustaría acompañarme a cenar? Conozco un buen restaurante no lejos de la estación de autobuses."
La chica lo miró aún más sorprendida y esta vez lo hizo con el rostro serio, algo que de inmediato Terry percibió.
"Bueno, quiero decir, si no tienes otro compromiso." Un aire de duda los rodeó a ambos en esos momentos.
Reaccionando, ella rápidamente negó con la cabeza. "Claro que sí, digo... quiero decir que no tengo compromisos y por supuesto que me gustaría acompañarte, pero..." Le preguntó entonces ella con duda. "¿No has cenado?"
Soltando una risilla, entendiendo su confusión, él le respondió. "Aunque lo creas, aún no. ¿Sabes? Es aburrido comer solo. Además, no sabes las ganas que tengo de comer algo diferente... la comida en casa ya no me gusta."
La joven lo entendió todo de inmediato y con un asentimiento de cabeza dijo, "Pues no se diga más, yo en lo personal tengo hambre."
"¡Y yo tengo tanta que comería una vaca entera!"
Ambos rieron no sólo ante el comentario sino ante la singular situación que se había generado entre los dos, relajándolos un poco.
Unos minutos después, cuando el autobús llegó a su destino final, Terry se puso rápidamente de pie para poder darle el paso a su acompañante y que ambos pudieran descender.
Una vez en la avenida, Terry, como todo un caballero inglés, le ofreció prontamente la mano para ayudarla a bajar y señalando un pequeño café no lejos de ahí, le indicó que estaban cerca del lugar.
Sonrientes, los dos comenzaron a caminar lentamente y una vez dentro, en una mesa junto a la ventana que daba al parque, los dos se dedicaron a disfrutar de una sencilla cena en compañía de alguien que hacía unos momentos era un total desconocido para ambos... algo que muy pronto cambió al iniciarse una amena charla que los llevaría poco a poco a conocerse.
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Era curioso ver que lo que comenzó como algo casual, eventualmente le ayudaría a Terry a darse cuenta de lo mucho que necesitaba cambiar en su mundo, no sólo el que lo rodeaba, sino también en su interior mismo.
Tal vez el haberse abierto a una situación ya de por sí peculiar, que resultaba por demás extraño y hasta se podría decir totalmente fuera de lugar, le diera la pauta para poder cambiar un poco su trato con los demás en el futuro.
Especialmente, cuando alguien espacial estaba justo al frente y le abría las posibilidades a que fuera el inicio de una aventura juntos que lo llevaría eventualmente a todo lo que él tanto anhelaba... y que por supuesto, sería al lado de una persona que lo alentaría a ir por mucho más de lo que él alguna vez hubiese siquiera imaginado.
La motivación que necesitaba sin siquiera saberlo, había por fin llegado.
La insoportable rutina habitual, aquella que tanto lo había irritado y hasta frenado en la búsqueda de sus sueños e ideales, se volvió desde ese momento en otra por completo diferente. Desde esa vez, todo cambiaría para Terry y lo sería debido a que su mundo estaba por transformarse.
En especial al ya no sentirse tan solo... porque desde ahora, esa tediosa rutina se volvió entonces en una felizmente inolvidable.