SÉPTIMO APORTE EN SOLITARIO
Ya en la recta final, todos en el Foro Rosa se estaban dando prisa para poder presentar los últimos aportes de este año y Adriana no fue la excepción.
Sin embargo, últimamente algo muy raro estaba sucediendo en el departamento. Aparte de que ciertas cosas de refri y la alacena estaban desapareciendo misteriosamente, el señorito continuaba sufriendo de las picaduras y éstas eran cada vez peor. Escucharlo quejándose era ya intolerable y por esa razón, se decidió hacer algo y llamaron a los de control de plagas.
Una vez que los encargados de deshacerse de los 'visitantes indeseables' se retiraron, Adriana tuvo que ir por enésima vez al súper para surtirse y que nada les hiciera falta. En eso estaba cuando alguien se acercó sigilosamente. Al parecer ella estaba distraída acomodando las compras en los estantes.
"Esperemos que el control de plagas que llamaste funcione..." Adriana casi se cae de la escalerilla en donde estaba.
"¡Neal, casi me caigo del susto!" Le respondió agarrándose de donde pudo para no azotar.
"Uh, pues qué caray. ¿Qué culpa tengo yo de que no tengas la conciencia tranquila?"
"¡Ya te pareces a Terry! No alegues y ayúdame a bajar de aquí... parece que a Terry y a ti les encanta andar asustándome. ¿No ves que ando ocupada en esto?"
"¿Cómo dices? No me andes comparando con ése... si yo sólo vengo a comentarte que los chicos encargados de las plagas ya se fueron".
"¡Vaya! Más bien dirás que los dejaste ir, porque hasta donde yo sé los pobres acabaron desde hace rato, pero tú insististe en que debían fumigar tu habitación y la de los chicos por enésima vez y por cuánto rincón se te ocurriera. Me imagino que en ese lugar no se acercará ni una mosca en mil años... lo que me cuerda que deberás asegurarte de que se ventile bien, sino Archie y Stear serán los que quedarán más que fumigados".
"Jaja". Exclamó con sarcasmo el señorito. "Sí, claro, como tú no eres el que tiene que andar sufriendo con las ronchas".
"Ahora que lo mencionas, eso sí que me parece extraño. A ninguno de nosotros pareció afectarnos los bichos que anduvieron por ahí, solamente tú".
"Debe ser porque tengo sangre real, muy codiciada por ellos". Comentó con orgullo, cruzándose de brazos.
"Más bien creo que se debe a que preferían sangre 'pesada', ¿no?"
"¿Qué?"
"¡Ya, olvídalo! Te aseguro que desde hoy ya no tendrás que sufrir con las picaduras, así que deja tus dramas 'telenovelescos' y terminemos con esto. Necesito preparar el siguiente aporte".
"¿De quién se trata esta vez?"
"Shhh... ¿no ves que las paredes oyen?" Le dijo mirando hacia los lados para asegurarse de que no la fuera a escuchar cierta 'personita'.
"Ah, ya veo. ¿Te refieres a Terry?"
"Eso me pasa por andar confiando a la ligera. ¡La culpa la tengo yo, no hay duda! Si bien me lo decía..."
"Pero claro que tienes la culpa, ¿te queda alguna duda?" La voz de Terry la interrumpió.
Tanto Neal como Adriana se volvieron a mirarlo mientras que el inglés se cruzaba de brazos y mostraba cara de pocos amigos.
"¡Hola, Terry!" Lo saludó Adriana.
"...." El actor simplemente se le quedo mirando sin decir nada.
"Bueno, ya que andas tan 'amigable' hoy, quisiera informarte que tu aporte aún no está listo y que por instrucciones de la Tía, ese será el que usaremos para cerrar con broche de oro nuestra participación este año".
"¿Entonces tan sólo quedan dos aportes más?" Preguntó Neal.
"Así es y si no hay nada más que discutir, me retiro. Tengo mucho que hacer como para andar entreteniéndonos... así que con permiso".
Pero antes de que pudiera escabullirse y lograr una exitosa retirada, un brazo detuvo a Adriana. Terry no estaba dispuesto a dejarla ir nada más.
"¿Y ahora, qué te pasa?" Preguntó ella.
"Nada, solamente quiero que me expliques con punto y coma el por qué no subirás mi aporte hoy?"
"Realmente nunca dejas de sorprenderme. Pues bien, ahí te va y para que no perdamos detalles, te lo enumero:
1- La Tía decide cuándo y cuáles son los aportes, así que reclamos a ya sabes dónde.
2-Yo solamente sigo órdenes así que no me veas con ojos de pistola.
3-Se te dio la oportunidad de aparecer con la Tía, pero ah no, el joven nene se puso sus 'moños' y no quiso, negándose rotundamente a dar muestras de cariño al Alto Mando.
4-Aunque breves y fugaces, ya tuviste 'cameos' en las otras historias, así que digamos que ignorarte, ignorarte, pues no sucedió.
5-Aún cuando tuve que pasar horas y horas al teléfono para convencer a la Tía Abuela que no era necesario cerrar con broche de oro con una bella historia de ella, y que lo mejor era hacer un aporte tuyo... al final lo único que saco a mi favor son reclamos y miradas fulminantes.
Y lo más importante de todo es que el siguiente aporte también contiene una aparición de la Tía, y bueno, creo que dejaste en claro que tú pasabas sin ver... sí, me parece que esas fueron tus palabras". Concluyó Adriana poniendo el dedo en el mentón.
De sólo escuchar todo esto, Terry hasta se sintió mareado. En verdad que no sabía qué decir. Sin embargo, la discusión fue interrumpida por un maullido y todos se quedaron callados para comprobar lo que habían escuchado.
"Eso es un gato". Comentó Neal.
"¿Y qué esperabas que fuera, si lo que oímos fue un maullido?" Comentó con sarcasmo Terry.
"Miauuuu"
"No me queda duda..." Exclamó Adriana, "hay un gato en el departamento y si no me equivoco proviene de la habitación de los chicos".
Sin demora, Adriana se dirigió pronta hasta la habitación seguida por Neal y Terry. Se quedó un momento cerca de la puerta y luego, cuando se escuchó otro maullido, pudo comprobar que en efecto provenía de ahí. Como la puerta estaba un tanto entreabierta, solamente tuvo que empujarla levemente para poder mirar en el interior.
"¡Stear!" Dijo ella con sorpresa al ver que el inventor tenía entre sus manos a un gatito.
"...." De la sorpresa, el chico no supo qué decir. Estaba sentado en el piso dandole de comer al gato leche y un poco de atún.
"¡Con qué eras tú! Dime, ¿qué hace ese gato aquí?" Le preguntó su amiga.
"Bueno, yo..."
Y en eso, el gatito se asustó y salió corriendo para irse a esconder debajo de la cama del señorito.
"¡Oye! Se escondió debajo de mi cama".
"Es que es el único lugar en el que le gusta esconderse y dormir". Confesó nervioso Stear.
"Ahora comprendo lo de las pulgas..." Comentario de Adriana que de inmediato sacó de sus casillas a Neal.
"¡Pero esto es el colmo!" Casi lo gritó a los cuatro vientos. "Yo sufriendo todo este tiempo por las picaduras y todo porque a este gato mugriento, pulgoso, simplemente se le antojó dormir debajo de mi cama y... y..."
Del coraje, casi le dio el soponcio a Neal. Se llevó la mano a la cabeza y negándolo todo, salió de la habitación para sorpresa de todos.
"Creo que las picaduras lo afectaron más de lo que pensamos". Murmuró Adriana.
"Ahora sí que estás en un aprieto, Stear". Le advirtió Terry. "Deja que se le pase el puchero al 'quejumbroso' y te las verás con él..."
"Pero, ¿yo por qué? Este gatito estaba abandonado en la calle, sin comida y techo. Yo simplemente quería ayudarlo".
"No, pues sí". Afirmó Adriana. "Aparte de traer alimañas de contrabando a la casa, al 'invitado' se le ocurrió afectar al más quisquilloso de todos, al punto que todos aquí hemos tenido que aguantar sus numerosas quejas por días y por supuesto, a todas horas. Ah, pero eso no es todo. También, aunque no se creyera por lo flaco que está tu pequeño amigo, la cocina ha sido sumamente afectada en raciones de comida que han estado desapareciendo a un ritmo vertiginoso. Lo que me dice que aparte de traer consigo a un batallón de pulgas, el minino además tiene gran un apetito que sólo mis idas y venidas diarias al súper pueden controlar..."
"Te lo repito, inventor, estás en un gran problema". La sonrisa de Terry hacía sentir a Stear aún más avergonzado por todo.
"Y solo por curiosidad, dime, ¿por qué no nos dijiste nada, Stear?" Le preguntó Adriana.
"Creo que no quería molestar a nadie y quise hacerme cargo de él yo mismo".
"¡No, bueno! Ya me imagino si tu intención fuera causarnos problemas..." Terry y sus comentarios cargados de sarcasmo hicieron que Adriana tomara una decisión.
"Pues en vista de lo ocurrido, no me queda de otra. Stear, saca al gato de debajo de la cama y por favor, dale un baño. Ya gastamos suficiente en exterminadores por lo que resta del siglo. Luego, cuando esté limpio y presentable, llamamos a una junta a todos y vemos lo que haremos con el minino".
"No te preocupes, lo haré de inmediato..."
"Pero eso no es todo". Lo interrumpió ella, "en cuanto termines, tenemos que ponernos a trabajar en tu aporte". Y mirando a Terry, continuó diciendo, "y ni se te ocurra alegar, ya bastante tenemos que lidiar hoy como para que le eches de tu cosecha al asunto".
"...." Terry estaba tan divertido que simplemente soltó una sonora carcajada y salió de la habitación sin decir nada más.
Soltando un gran respiro de alivio, sabiendo que por lo menos esa gran parte de sus preocupaciones se había calmado por el momento, Adriana se dirigió de inmediato hasta la computadora para poder terminar con el aporte, mientras que Stear sacaba a regañadientes a un gato que se rehusaba a ir al baño.
Después de un rato y muchos rasguños después, Stear por fin salió del baño con un 'invitado' más decente y lo mejor de todo, sin sus alimañas ´polizontes´. Luego, calladamente, el inventor se sentó al lado de su amiga para poder terminar su aporte.
Parecía que el misterio de las pulgas y la desaparición de la comida, por fin se había resuelto.
¡Hola a todos!
Con un poco de retraso vengo a presentarles el aporte de Stear. Este año, como se habrán dado cuenta, quise volver a escribir sobre ellos siendo fiel a la historia. Sin embargo, en ésta, quise agregar algo más, ya que la original no nos presenta una situación en donde los chicos tuvieran una oportunidad de convencer a Candy de ir con ellos a Inglaterra. Así que, espero y les guste lo que agregué.
Sin más, disfruten de la historia y estén pendientes del siguiente aporte que será la firma de despedida y el final de las quejas de una personita este año.
¡Estamos en contacto!
Abrazos
AL FINAL DE LA MELANCOLÍA
Las campanadas en la iglesia sobre la colina se escuchaban diferentes. Tal vez aquella persona que las estaba haciendo resonar de alguna manera quisiera transmitir lo que ahí sucedía en esos momentos. Probablemente era eso.
Se trataba de los funerales de un miembro de la familia más acaudalada e importante de la región. Esa tarde los poderosos Ardley estaban despidiendo a uno de sus miembros y para sorpresa de todos, se trataba ni más ni menos que uno de los jóvenes herederos.
El repicar continuó por un largo rato una vez que hubo terminado el servicio. Como la procesión se dirigía en silencio a donde sería el lugar de descanso final de aquel joven Ardley, lo único que podía escucharse a su alrededor era el viento otoñal que ya pintaba de naranja el horizonte.
En efecto, todos parecían estar como en shock, nadie se aventuró a decir nada y con resignación solamente se colocaron en silencio a un lado para que con una oración en su interior, dieran el último adiós a quien partió en su camino a la eternidad.
Con un nudo en la garganta, Stear trataba inútilmente controlar las lágrimas que ya se asomaban debido al gran dolor que le producía perder a su primo. El mayor de los Cornwell posicionado al lado de la Tía Abuela, daba el último adiós a aquel chico que fue como un hermano para él.
Una vez que los funerales terminaron, tomó con delicadeza a la anciana por el brazo. A Emilia se le veía desconsolada y frágil... algo que nunca antes se había visto. Y no era para menos, aquel jovencito que terminó su vida en aquel infortunado accidente de caza era no sólo el sobrino favorito de la Sra. Elroy, sino alguien mucho más allegado a ella. Anthony era el hijo que ella nunca pudo tener y del que ahora tristemente se despedía.
La vida había sido cruel con Emilia, primero al negarle el ser madre y ahora que había tenido la dicha de cuidar y criar al hijo de su sobrina favorita, el destino se ensañaba al arrebatárselo de esta manera tan cruel. Fue un gran golpe, incluso para una persona de tan férreo carácter como el de ella.
Bajo aquel cielo rojizo y naranja, todos los presentes se fueron despidieron una vez más en su interior y en silencio de Anthony. De esta manera y antes de abandonar el lugar, mostraron sus respetos a la solitaria cruz adornada por las numerosas flores.
Este sería su último adiós.
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Una vez de vuelta en la mansión, Stear y Archie acompañaron a la Tía Abuela hasta sus habitaciones. Una vez que la anciana se retiró para descansar, ambos se dirigieron prontamente a la habitación de Candy. Pero al llegar Dorothy les indicó que la chica descansaba después de que el doctor le diera un sedante.
Estaban sorprendidos al saber que al parecer la atribulada jovencita había intentado ir al cementerio. En su delirio y por la fiebre, Candy pensó que podría salir corriendo para despedirse de Anthony. ¡Qué locura!
Era obvio que no hablarían con ella por ahora, así que sin más por hacer, los hermanos se despidieron uno del otro. Como ninguno tuvo los ánimos para bajar a cenar, se retiraron de inmediato a sus habitaciones.
Una vez dentro de la suya, Stear por fin dejó salir toda la tristeza contenida hasta entonces. Gruesas lágrimas rodaron sin control hasta el punto que tuvo que quitarse los anteojos que se empañaron de inmediato.
Sin fuerzas para continuar de pie, se deslizó sobre la puerta hasta quedar en el piso, recargándose sobre ésta. Con las rodillas dobladas, entonces se abrazó a ellas para dejar escapar hasta el último sentimiento de desesperanza que lo agobiaba. Jamás se había sentido tan perdido.
Por largo rato sollozó en silencio y una vez más calmado permaneció ahí sentado, tan solo contemplando la oscuridad mientras su mente continuaba embargada por miles de pensamientos.
Tal vez si hubiera inventado algo más efectivo para cazar el zorro, el animal habría sido atrapado mucho antes de lo esperado y la cacería hubiese terminado temprano. Sí, tal vez él mismo era de alguna manera responsable de esta tragedia.
Soltando un gran suspiro, levantó la mirada para encontrarse con unos tenues rayos de luna que se daban paso a través d ella ventana.
"Anthony". Susurró, "les he fallado a todos, a la familia, a Candy... pero en especial, a ti".
Las lágrimas volvieron a empañar sus ojos y restregándose con el dorso de la mano, continuó diciendo, "Lo siento, espero que algún día me perdones".
Y con este sentimiento de culpa, se levantó para dirigirse a su cama. Extenuado y aún con la ropa oscura de duelo, se dejó caer y sin sentirlo, pronto el cansancio lo venció, sumergiéndolo en un profundo sueño.
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Al día siguiente, el vaivén del personal en la mansión lo despertó. Tratando de enfocar mejor, entrecerró los ojos para mirar mejor el reloj sobre la chimenea. Era más de mediodía. Así que mientras buscaba sus anteojos se dio cuenta de que aún llevaba puesta aquella ropa del día anterior.
Por lo que de inmediato se levantó para darse un baño, uno que por cierto le hizo bien al relajarlo. Ya después de afeitarse y peinarse, tomó otra muda del guardarropa. Como había que llevar el luto por unos días, vistió de nueva cuenta el negro.
Una vez fuera de su habitación, se dirigió a la de Archie.
Tocó varias veces y al no recibir respuesta volvió a intentarlo un par de veces más, pero al parecer su hermano no se encontraba ahí. Suponiendo que tal vez estaría con la Tía Abuela, el inventor decidió bajar y al ver al mayordomo en el salón, le preguntó por su hermano.
"El joven Archibald está en el jardín". Respondió solemnemente el hombre.
Así que sin demora, salió de la casa y lo buscó por todas partes. El día estaba nublado y era muy probable que pronto lloviera, ya que el recio viento que soplaba lo estaba anunciando. Aún así continuó buscando, pero al parecer su hermano no estaba a la vista, por lo que caminó por la vereda principal hasta dar con la fuente. Nada.
"Tal vez ya haya regresado y esté con la Tía Abuela", se dijo quedamente.
Sin embargo, justo al darse la vuelta para regresar, le pareció ver a alguien cerca de la entrada. Curioso por saber si se trataba de Archie, Stear se encaminó hasta el Rosedal. En efecto, ahí se encontraba su hermano.
Conforme se fue acercando, Stear pudo notar que Archie parecía estar pensativo mientras miraba las flores marchitas. Ya de cerca se dio cuenta de que más bien estaba como ausente. Tanto que no se dio cuenta cuando se hermano mayor se colocó a su lado.
Seguramente Archie estaba ensimismado pensando en algo y por esa razón, Stear decidió permanecer junto a él en silencio.
Minutos después, sin siquiera despegar la mirada de los arbustos marchitos, Stear por fin se decidió a romper el silencio. Uno que ya lo comenzaba a agobiar.
"Se marchitarán todos los pimpollos recién florecidos". No se le ocurrió decir nada más.
"Sus pétalos parecen lágrimas..." Archie por fin le decía algo, pero su mirada continuaba perdida.
"Parece que hubieran llorado su muerte." Stear comentó mientras con una leve sonrisa, meditaba en el hecho de que aún las flores mismas sintieran la partida de quién cuidó tanto de ellas. En verdad que esto le resultaba un tanto irónico. Anthony era querido por todos, aún por sus amadas rosas.
Meditaba en eso cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por su hermano.
"También la familia Ardley ha llorado su muerte, Stear".
Ambos se miraron y por primera vez los dos descubrieron en el otro que no eran los únicos en sentir que una infinita tristeza que los agobiaba.
De alguna manera, los hermanos se hablaron sin palabras, sus ojos les bastaron para expresarse que la situación en la familia jamás volvería a ser la misma. Anthony se había ido para siempre y de ahora en adelante un gran vacío ocuparía su lugar.
Este pensamiento les hizo sentir escalofríos a los hermanos. De nueva cuenta ambos volvieron a sentirse solos en el mundo.
En ese momento, tal y como si el lugar mismo quisiera mostrar su dolor de pronto, tenues gotas como lágrimas comenzaron a caer una tras otra hasta convertirse en lluvia torrencial. Sin demora, ambos hermanos corrieron a buscar refugio. Una vez en la casa, tomaron las toallas que una de las mucamas les ofreció para secarse.
Entonces Archie se acomodó en el sillón, volviéndose a sumir en sus pensamientos. De nueva cuenta el silencio reinó ente ellos.
Stear solamente se dedicó a mirarlo sin decirle nada. Conocía bien a su hermano y este comportamiento suyo no le era para nada extraño. Era su costumbre que cada vez que tenía algún conflicto emocional, Archie se volviera retraído.
Esto había sucedido en el pasado, en espacial cuando sus padres tomaron la decisión de ir a Saudí Arabia y dejarlos a cargo de la Tía Elroy.
Stear lo recordaba todo perfectamente. Esas eran unas memorias que aunque quisiera olvidarlas, estaban muy presentes.
De pequeños, su hermano y primo fueron muy unidos en la infancia y era por eso que la partida de Anthony le afectara tanto a Archie. Había sido como si parte de él se hubiese ido... como si algo de él mismo hubiese muerto también.
Stear no estaba seguro de cómo sería todo de ahora en adelante, pero de una cosa sí lo estaba, no permitiría que Archie se cerrara en su mundo, por supuesto que no lo dejaría hacerlo.
Sin embargo, aunque esta actitud de Archie le preocupara, en este momento por la mente del inventor había una consternación aún más grande. Se trataba de Candy. Era consciente que debía hacer algo para poder ayudar a la pequeña.
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Con el paso de los días, la vida en la mansión volvió relativamente a la normalidad y aunque los ánimos no fuesen los mismos, todos trataban de seguir adelante con la rutina diaria.
Todos a excepción de Candy.
La pequeña parecía no poder superar la tristeza de su pedida y se le veía melancólica y retraída, con lagrimas recorriendo su rostro cada tanto sin que ella misma se diese cuenta. Era común verla llorar desconsolada.
Por su parte, la Tía Elroy evitaba estar en compañía de Candy. No era porque la anciana quisiese culparla por lo sucedido, sino porque al verla le recordaba de alguna manera a Anthony... su cabello era rubio como lo era el de su hijo, pero en especial lo eran sus ojos, aquellos tan parecidos a la madre de Anthony y que le traían a la mente tantos dolorosos recuerdos.
Ese era el conflicto que Emilia enfrentaba en esos momentos de dolor. Era demasiado para la pobre anciana.
Sin embargo, esta actitud fue malinterpretada y la jovencita lo tomó mal al punto que apenas y se le veía salir de su habitación, recluyéndose la mayor parte del día en sus aposentos. Aún cuando los hermanos trataron de alguna manera disculpar la indiferente actitud de la Tía Abuela y animar a la chica, no resultó como lo esperaban.
Así, las semanas transcurrieron y sin darse cuenta, el frío volvía a anunciar un cambio de temporada. Pronto llegaría el invierno.
Por esta razón, una fría tarde en la que Archie y Stear se encontraban leyendo en la biblioteca, el menor de ellos dejó su libro a un lado para comentarle algo a su hermano que había estado rondando por su mente.
"Stear..." El inventor levantó la vista. "He estado pensando que debemos hacer algo."
"¿A qué te refieres exactamente?" El tono serio que se escuchaba en su hermano menor lo alertó inmediatamente de que se trataba de algo importante.
"Bueno, es que, ¿no crees que ha llegado el momento de pensar en el futuro?"
El chico de anteojos sabía exactamente a lo que Archie se estaba refiriendo. Ya en una ocasión lo habían hablado con George y si los jóvenes planeaban comenzar en serio con sus estudios, la mejor opción era que asistieran a un prestigioso colegio en Londres.
"El otro día, la Tía Abuela comentó que muy pronto se mudará a Chicago. Esta casa le trae muy tristes recuerdos y dice que le gustaría reponerse de su tristeza estando allá. Entonces, bueno, yo pensé que sería una buena oportunidad para que nosotros fuésemos a Inglaterra."
De inmediato un pensamiento cruzó por la mente de Stear. "¿Y qué pasará con Candy?"
Archie lo miró fijamente antes de responder. "Por supuesto que me gustaría que ella viniera con nosotros. Le hará bien alejarse de aquí y sabes bien que no quiero dejarla sola".
"Sí, creo que sería lo mejor. Ha pasado tanto tiempo encerrada en su cuarto que creo que hasta podría enfermar".
"Entonces, ¿estás de acuerdo?" Preguntó el castaño.
"Hablaré con ella, te lo prometo."
Archie se acercó hasta su hermano y colocando su mano sobre el hombro, agregó, "Te lo agradezco. No sabía cómo reaccionarías y créeme que yo mismo hablaría con ella, pero..."
"No hace falta que me lo expliques, lo entiendo perfectamente".
Los ojos de Archie mostraban gratitud ante las palabras de su hermano.
"Es que lo que siento por ella es tan profundo que si yo le hablara, siento que no podría contenerme ahora que Anthony ya no está... simplemente hablar del futuro con ella, para mí sería como hacer planes para estar juntos y eso es algo para lo que aún no estoy preparado".
Stear no pudo más que dibujar una sonrisa. No era un secreto para el inventor que Archie guardara tan profundos sentimientos por Candy. ¡Si tan sólo supiera que él mismo estaba tan o más enamorado de la pequeña!
Pero eso tenía que guardárselo en lo más profundo de su ser y encubrirlo ante los demás. En especial ante Archie. Más que nada en el mundo, Stear anhelaba que su hermano tuviera la oportunidad de ganarse el corazón de Candy... aún cuando él mismo lo quisiera para sí.
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Por esa razón, al día siguiente fue directo a la habitación de Candy y una vez que la chica abrió la puerta, el inventor no pudo más que sentir cómo su corazón latía emocionado por lo que venía a proponerle.
"Candy, hoy hace un lindo día. Dime, ¿te gustaría salir a dar un paseo conmigo? Mi auto está listo y si tú quieres, podemos ir al lago".
La jovencita solamente lo miró extrañada. Ante esta reacción, Stear pensó que tal vez su propuesta sería rechazada, pero antes de que siquiera pudiera agregar algo, ella le respondió con una leve sonrisa.
"Creo que me hará bien ir a pasear al lago". Y una mágica sonrisa despejó toda duda en la mente de Stear.
Así que tomando a Clin, los dos se dirigieron a la entrada donde los esperaba el auto. Pronto se pusieron en camino.
Por un rato permanecieron en silencio y solamente se podía escuchar el motor del auto a toda velocidad. Candy miraba distraída el paisaje mientras que Stear estaba tanto al pendiente del camino como de todos los gestos de ella. El joven inventor quería asegurarse de que estuviera bien.
Una vez que cruzaron el bosque y justo al llegar a la cima de la colina, ambos pudieron contemplar la vista del lago, que se presentaba en todo su esplendor. Aunque era un día frío, los colores ocres de los alrededores contrastaban con el cielo azul y los reflejos del sol sobre las aguas. En verdad que era un espectáculo increíble que simplemente los dejó maravillados. ¡Había tanta paz!
De inmediato, Stear detuvo el auto y se volvió discretamente a mirar a Candy que contemplada anonadada el paisaje. El joven inventor sólo sonrió sabiendo que esto era justamente lo que ella necesitaba.
"¿No te parece espectacular?" Le preguntó él contemplando el lago, pero también mirándola de reojo.
"¡Es bellísimo!" Respondió Candy y sin querer dibujó una sonrisa.
A Stear le pareció que esa sonrisa que había eludido por semanas ese pecoso rostro, deslumbraba más que cualquier otra cosa en el mundo. Él la quería ver así, feliz... y estaba seguro que daría su vida misma para conseguirlo.
En eso, cuando ella se volvió a mirarlo, él evadió esos ojos esmeralda que tanto amaba y arrancando de nuevo el auto, comentó, "Vayamos hasta la orilla".
Al llegar, el pequeño Clin saltó de los brazos de la chica y corriendo, se acercó hasta la orilla de las aguas y comenzó a juguetear con el suave vaivén de éstas. El pobre animalito había permanecido encerrado por tanto tiempo que ahora que se sentía libre, se estaba dando rienda suelta.
Candy fue tras de él y una vez que lo alcanzó, el coatí salió corriendo para comenzar un juego. Sin demora, la jovencita le siguió la corriente y muy pronto ambos iban de un lado a otro de la orilla, riendo y divirtiéndose como en los viejos tiempos.
El joven inventor se sentó en un viejo tronco caído y solamente se dedicó a contemplar a la pequeña.
Escucharla reír así llenó su corazón de esperanza... una que al parecer había perdido con el curso de los eventos. Esa risa cristalina resultó ser el bálsamo que necesitaba para sentirse mejor. Sí, era precisamente eso lo que necesitaba para recuperarse.
La necesitaba a ella.
Pronto Candy se cansó del juego y casi sin aliento se fue a sentar al lado de su amigo. Como Clin continuaba dando rienda suelta a sus travesuras, los dos se dedicaron a contemplar al pequeño que ahora jugaba traviesamente con unas ardillas que se encontraban por ahí.
"Gracias, Stear". La voz de Candy interrumpió el silencio del lugar. "Siento mucho el que me haya retraído en mi habitación. No sabes cuánta falta me había hecho esto..."
"Estaba muy preocupado por ti, Candy". Ella se volvió a mirarlo. "No sólo yo, sino Archie también". Él desvió su mirada para que no viera el nerviosismo que le causaba abrirse de esta manera con ella.
"Lo sé, por eso quisiera disculparme". Su voz parecía desvanecerse.
"¿Sabes?, el que quisiera disculparse soy yo. Siento que no he hecho lo suficiente para poder aligerar el peso de tu corazón. Como tú paladín, es mi deber..."
"¡De ninguna manera!" Candy interrumpió, poniéndose de pie. "Al contrario, soy yo quien debe estar agradecida por tenerlos a mi lado".
En eso, mientras desvío la mirada que fijó en el horizonte, se susurró a sí misma, "Stear y Archie, siempre seré feliz cuando esté con ustedes..."
Aunque Candy misma creyó que lo había pensado, sus palabras fueron claramente escuchadas por el joven a su lado que no pudo más que mirarla sorprendido. El corazón de Stear incluso dejó de latir por un momento, debido a la emoción que sintió.
Con la mirada aún brillando por la confesión, el joven Cornwell supo que era el momento justo para poder hablarle sobre los planes que los hermanos venían preparando.
"Candy..." Su voz se escuchaba ronca de la emoción que aún experimentaba y ella se volvió a mirarlo atenta. Las miradas se entrelazaron por unos breves instantes y entonces carraspeando, Stear se puso de pie rompiendo con el sutil contacto.
"Archie y yo hemos decidido que es el momento de pensar en nuestro futuro. Como Anthony ya no está, pensamos que lo mejor sería ir a estudiar a Inglaterra..."
"¿Inglaterra?" Candy no pudo esconder la sorpresa que esto le causaba.
"Así es". Se volvió a mirarla para darse el valor de continuar. "Es hora de pensar en el mañana y lo que queremos para el porvenir. Lo hemos hablado con George y dice que podemos partir antes de que comience el invierno".
"¿Tan pronto?" Su voz denotaba ya desesperación. De sólo pensar que ella tendría que quedarse sola sin ellos en Lakewood, la angustió.
Esto fue algo que Stear notó de inmediato y colocándose frente a ella, la tomó de los hombros para mirarla fijamente y decirle, "Candy, ni por un momento pienses que te abandonaremos, es más, queremos que vengas con nosotros".
Los ojos de Candy reflejaban confusión y duda, algo que no eran para nada una buena señal. Desvío su mirada a un lado, cabizbaja.
Stear se sintió confundido. Nunca pensó que ella reaccionaria así, tomándolo a mal. Era muy posible que ahora se negara a viajar con ellos y suspiró derrotado. Tal vez en su arrebato se apresuró a decirle lo que pensaban y ella ahora presintiera que ellos de alguna manera la estaban presionando.
Así que prontamente, quiso aclararlo todo.
"Candy... es el momento de olvidar las tristezas del pasado y mirar hacia adelante. Hay mucho más por hacer que quedarnos estancados en el pasado".
Ella se volvió a mirarlo y en esos ojos que brillaban por las lágrimas que trataban de contener, Stear pudo ver claramente que había algo más. Esto lo confirmó de inmediato.
"Tienes razón. Debo seguir adelante y dejar a un lado las tristezas, pero primero debo estar segura de que esto es realmente lo que quiero. Por el momento, no lo sé".
Y dándose la vuelta para que Stear no viera las lágrimas que ya rodaban por sus mejillas, se quedó contemplando los reflejos en el agua.
Por unos minutos el corazón de Stear se inquietó. Verla dudando de esta manera no era una buena señal. Lo más probable es que se negara. Entonces, poniendo a trabajar su mente, dio con lo que le pareció lo más lógico.
"Candy, ¿y si regresaras al Hogar de Pony por unas semanas para pensarlo mejor?" En ese momento ella se limpió rápidamente las lágrimas con el dorso de su mano, antes de mirarlo de frente.
"Si te decides ir a estudiar con nosotros, podrías alcanzarnos en la primavera". Le disgustaba la idea de separarse de su lado, pero por lo visto era necesario.
Aunque la propuesta pareciera arriesgada, ésta parecía ser la única opción.
"¿Ir al Hogar de Pony?" Se preguntó ella quedamente.
"Sí, Candy". Él se acercó nuevamente a ella y con una sonrisa, agregó, "te hará mucho bien sanar las penas de tu corazón en el lugar en que te criaste. Vuelve por unos días y piensa en lo que te gustaría hacer. Cuando te decidas, contacta a George y..."
"¡Lo haré!" Interrumpió ella con decisión.
Se miraron por unos instantes y dibujando una gran sonrisa, ella dejó escapar un gran suspiro. Luego sonriendo, súbitamente corrió hasta donde estaba Clin y tomándolo en sus brazos, lo alzó casi gritando.
"¡Iremos al Hogar de Pony, Clin!" Y entre risas, comenzó a dar vueltas con el animalito.
Stear dejó escapar un suspiro contenido. Obviamente la había subestimado. Esa pequeña era mucho más fuerte y decidida de lo que pensaba. Aún en su dolor, Candy había demostrado una vez más que no dejaría que nada se interpusiera en su camino. En definitiva, estaba ya en vías de recuperarse.
Verla así de feliz aligeró un gran peso de su corazón, dándole nuevas y renovadas expectativas de un futuro mejor para todos. En especial para ella.
Así que colocando las manos en los bolsillos, el joven inventor se acercó hasta donde ella continuaba celebrando. Feliz y con una gran sonrisa se dedicó simplemente a admirarla mientras pensaba.
'Mi pequeña, no hay nada más que quisiera tanto en el mundo, que el de verte feliz. Espero que pronto sanes tu corazón y dejes atrás toda la melancolía. ¿Quién sabe? Hasta quizás puedas volver a abrirlo para que alguien más tenga una oportunidad de conquistarlo...'
Y dejando escapar una largo suspiro, Stear sonrió ante la idea de que tal vez, sólo tal vez, algún día él mismo llegara a ser esa persona que tuviera esa oportunidad. Sí, a lo mejor las tierras inglesas serían el lugar propicio para que el amor tocara de nueva cuenta en el corazón de Candy.
Pare él, verla nuevamente feliz era lo único que importaba.
Ya en la recta final, todos en el Foro Rosa se estaban dando prisa para poder presentar los últimos aportes de este año y Adriana no fue la excepción.
Sin embargo, últimamente algo muy raro estaba sucediendo en el departamento. Aparte de que ciertas cosas de refri y la alacena estaban desapareciendo misteriosamente, el señorito continuaba sufriendo de las picaduras y éstas eran cada vez peor. Escucharlo quejándose era ya intolerable y por esa razón, se decidió hacer algo y llamaron a los de control de plagas.
Una vez que los encargados de deshacerse de los 'visitantes indeseables' se retiraron, Adriana tuvo que ir por enésima vez al súper para surtirse y que nada les hiciera falta. En eso estaba cuando alguien se acercó sigilosamente. Al parecer ella estaba distraída acomodando las compras en los estantes.
"Esperemos que el control de plagas que llamaste funcione..." Adriana casi se cae de la escalerilla en donde estaba.
"¡Neal, casi me caigo del susto!" Le respondió agarrándose de donde pudo para no azotar.
"Uh, pues qué caray. ¿Qué culpa tengo yo de que no tengas la conciencia tranquila?"
"¡Ya te pareces a Terry! No alegues y ayúdame a bajar de aquí... parece que a Terry y a ti les encanta andar asustándome. ¿No ves que ando ocupada en esto?"
"¿Cómo dices? No me andes comparando con ése... si yo sólo vengo a comentarte que los chicos encargados de las plagas ya se fueron".
"¡Vaya! Más bien dirás que los dejaste ir, porque hasta donde yo sé los pobres acabaron desde hace rato, pero tú insististe en que debían fumigar tu habitación y la de los chicos por enésima vez y por cuánto rincón se te ocurriera. Me imagino que en ese lugar no se acercará ni una mosca en mil años... lo que me cuerda que deberás asegurarte de que se ventile bien, sino Archie y Stear serán los que quedarán más que fumigados".
"Jaja". Exclamó con sarcasmo el señorito. "Sí, claro, como tú no eres el que tiene que andar sufriendo con las ronchas".
"Ahora que lo mencionas, eso sí que me parece extraño. A ninguno de nosotros pareció afectarnos los bichos que anduvieron por ahí, solamente tú".
"Debe ser porque tengo sangre real, muy codiciada por ellos". Comentó con orgullo, cruzándose de brazos.
"Más bien creo que se debe a que preferían sangre 'pesada', ¿no?"
"¿Qué?"
"¡Ya, olvídalo! Te aseguro que desde hoy ya no tendrás que sufrir con las picaduras, así que deja tus dramas 'telenovelescos' y terminemos con esto. Necesito preparar el siguiente aporte".
"¿De quién se trata esta vez?"
"Shhh... ¿no ves que las paredes oyen?" Le dijo mirando hacia los lados para asegurarse de que no la fuera a escuchar cierta 'personita'.
"Ah, ya veo. ¿Te refieres a Terry?"
"Eso me pasa por andar confiando a la ligera. ¡La culpa la tengo yo, no hay duda! Si bien me lo decía..."
"Pero claro que tienes la culpa, ¿te queda alguna duda?" La voz de Terry la interrumpió.
Tanto Neal como Adriana se volvieron a mirarlo mientras que el inglés se cruzaba de brazos y mostraba cara de pocos amigos.
"¡Hola, Terry!" Lo saludó Adriana.
"...." El actor simplemente se le quedo mirando sin decir nada.
"Bueno, ya que andas tan 'amigable' hoy, quisiera informarte que tu aporte aún no está listo y que por instrucciones de la Tía, ese será el que usaremos para cerrar con broche de oro nuestra participación este año".
"¿Entonces tan sólo quedan dos aportes más?" Preguntó Neal.
"Así es y si no hay nada más que discutir, me retiro. Tengo mucho que hacer como para andar entreteniéndonos... así que con permiso".
Pero antes de que pudiera escabullirse y lograr una exitosa retirada, un brazo detuvo a Adriana. Terry no estaba dispuesto a dejarla ir nada más.
"¿Y ahora, qué te pasa?" Preguntó ella.
"Nada, solamente quiero que me expliques con punto y coma el por qué no subirás mi aporte hoy?"
"Realmente nunca dejas de sorprenderme. Pues bien, ahí te va y para que no perdamos detalles, te lo enumero:
1- La Tía decide cuándo y cuáles son los aportes, así que reclamos a ya sabes dónde.
2-Yo solamente sigo órdenes así que no me veas con ojos de pistola.
3-Se te dio la oportunidad de aparecer con la Tía, pero ah no, el joven nene se puso sus 'moños' y no quiso, negándose rotundamente a dar muestras de cariño al Alto Mando.
4-Aunque breves y fugaces, ya tuviste 'cameos' en las otras historias, así que digamos que ignorarte, ignorarte, pues no sucedió.
5-Aún cuando tuve que pasar horas y horas al teléfono para convencer a la Tía Abuela que no era necesario cerrar con broche de oro con una bella historia de ella, y que lo mejor era hacer un aporte tuyo... al final lo único que saco a mi favor son reclamos y miradas fulminantes.
Y lo más importante de todo es que el siguiente aporte también contiene una aparición de la Tía, y bueno, creo que dejaste en claro que tú pasabas sin ver... sí, me parece que esas fueron tus palabras". Concluyó Adriana poniendo el dedo en el mentón.
De sólo escuchar todo esto, Terry hasta se sintió mareado. En verdad que no sabía qué decir. Sin embargo, la discusión fue interrumpida por un maullido y todos se quedaron callados para comprobar lo que habían escuchado.
"Eso es un gato". Comentó Neal.
"¿Y qué esperabas que fuera, si lo que oímos fue un maullido?" Comentó con sarcasmo Terry.
"Miauuuu"
"No me queda duda..." Exclamó Adriana, "hay un gato en el departamento y si no me equivoco proviene de la habitación de los chicos".
Sin demora, Adriana se dirigió pronta hasta la habitación seguida por Neal y Terry. Se quedó un momento cerca de la puerta y luego, cuando se escuchó otro maullido, pudo comprobar que en efecto provenía de ahí. Como la puerta estaba un tanto entreabierta, solamente tuvo que empujarla levemente para poder mirar en el interior.
"¡Stear!" Dijo ella con sorpresa al ver que el inventor tenía entre sus manos a un gatito.
"...." De la sorpresa, el chico no supo qué decir. Estaba sentado en el piso dandole de comer al gato leche y un poco de atún.
"¡Con qué eras tú! Dime, ¿qué hace ese gato aquí?" Le preguntó su amiga.
"Bueno, yo..."
Y en eso, el gatito se asustó y salió corriendo para irse a esconder debajo de la cama del señorito.
"¡Oye! Se escondió debajo de mi cama".
"Es que es el único lugar en el que le gusta esconderse y dormir". Confesó nervioso Stear.
"Ahora comprendo lo de las pulgas..." Comentario de Adriana que de inmediato sacó de sus casillas a Neal.
"¡Pero esto es el colmo!" Casi lo gritó a los cuatro vientos. "Yo sufriendo todo este tiempo por las picaduras y todo porque a este gato mugriento, pulgoso, simplemente se le antojó dormir debajo de mi cama y... y..."
Del coraje, casi le dio el soponcio a Neal. Se llevó la mano a la cabeza y negándolo todo, salió de la habitación para sorpresa de todos.
"Creo que las picaduras lo afectaron más de lo que pensamos". Murmuró Adriana.
"Ahora sí que estás en un aprieto, Stear". Le advirtió Terry. "Deja que se le pase el puchero al 'quejumbroso' y te las verás con él..."
"Pero, ¿yo por qué? Este gatito estaba abandonado en la calle, sin comida y techo. Yo simplemente quería ayudarlo".
"No, pues sí". Afirmó Adriana. "Aparte de traer alimañas de contrabando a la casa, al 'invitado' se le ocurrió afectar al más quisquilloso de todos, al punto que todos aquí hemos tenido que aguantar sus numerosas quejas por días y por supuesto, a todas horas. Ah, pero eso no es todo. También, aunque no se creyera por lo flaco que está tu pequeño amigo, la cocina ha sido sumamente afectada en raciones de comida que han estado desapareciendo a un ritmo vertiginoso. Lo que me dice que aparte de traer consigo a un batallón de pulgas, el minino además tiene gran un apetito que sólo mis idas y venidas diarias al súper pueden controlar..."
"Te lo repito, inventor, estás en un gran problema". La sonrisa de Terry hacía sentir a Stear aún más avergonzado por todo.
"Y solo por curiosidad, dime, ¿por qué no nos dijiste nada, Stear?" Le preguntó Adriana.
"Creo que no quería molestar a nadie y quise hacerme cargo de él yo mismo".
"¡No, bueno! Ya me imagino si tu intención fuera causarnos problemas..." Terry y sus comentarios cargados de sarcasmo hicieron que Adriana tomara una decisión.
"Pues en vista de lo ocurrido, no me queda de otra. Stear, saca al gato de debajo de la cama y por favor, dale un baño. Ya gastamos suficiente en exterminadores por lo que resta del siglo. Luego, cuando esté limpio y presentable, llamamos a una junta a todos y vemos lo que haremos con el minino".
"No te preocupes, lo haré de inmediato..."
"Pero eso no es todo". Lo interrumpió ella, "en cuanto termines, tenemos que ponernos a trabajar en tu aporte". Y mirando a Terry, continuó diciendo, "y ni se te ocurra alegar, ya bastante tenemos que lidiar hoy como para que le eches de tu cosecha al asunto".
"...." Terry estaba tan divertido que simplemente soltó una sonora carcajada y salió de la habitación sin decir nada más.
Soltando un gran respiro de alivio, sabiendo que por lo menos esa gran parte de sus preocupaciones se había calmado por el momento, Adriana se dirigió de inmediato hasta la computadora para poder terminar con el aporte, mientras que Stear sacaba a regañadientes a un gato que se rehusaba a ir al baño.
Después de un rato y muchos rasguños después, Stear por fin salió del baño con un 'invitado' más decente y lo mejor de todo, sin sus alimañas ´polizontes´. Luego, calladamente, el inventor se sentó al lado de su amiga para poder terminar su aporte.
Parecía que el misterio de las pulgas y la desaparición de la comida, por fin se había resuelto.
¡Hola a todos!
Con un poco de retraso vengo a presentarles el aporte de Stear. Este año, como se habrán dado cuenta, quise volver a escribir sobre ellos siendo fiel a la historia. Sin embargo, en ésta, quise agregar algo más, ya que la original no nos presenta una situación en donde los chicos tuvieran una oportunidad de convencer a Candy de ir con ellos a Inglaterra. Así que, espero y les guste lo que agregué.
Sin más, disfruten de la historia y estén pendientes del siguiente aporte que será la firma de despedida y el final de las quejas de una personita este año.
¡Estamos en contacto!
Abrazos
AL FINAL DE LA MELANCOLÍA
Las campanadas en la iglesia sobre la colina se escuchaban diferentes. Tal vez aquella persona que las estaba haciendo resonar de alguna manera quisiera transmitir lo que ahí sucedía en esos momentos. Probablemente era eso.
Se trataba de los funerales de un miembro de la familia más acaudalada e importante de la región. Esa tarde los poderosos Ardley estaban despidiendo a uno de sus miembros y para sorpresa de todos, se trataba ni más ni menos que uno de los jóvenes herederos.
El repicar continuó por un largo rato una vez que hubo terminado el servicio. Como la procesión se dirigía en silencio a donde sería el lugar de descanso final de aquel joven Ardley, lo único que podía escucharse a su alrededor era el viento otoñal que ya pintaba de naranja el horizonte.
En efecto, todos parecían estar como en shock, nadie se aventuró a decir nada y con resignación solamente se colocaron en silencio a un lado para que con una oración en su interior, dieran el último adiós a quien partió en su camino a la eternidad.
Con un nudo en la garganta, Stear trataba inútilmente controlar las lágrimas que ya se asomaban debido al gran dolor que le producía perder a su primo. El mayor de los Cornwell posicionado al lado de la Tía Abuela, daba el último adiós a aquel chico que fue como un hermano para él.
Una vez que los funerales terminaron, tomó con delicadeza a la anciana por el brazo. A Emilia se le veía desconsolada y frágil... algo que nunca antes se había visto. Y no era para menos, aquel jovencito que terminó su vida en aquel infortunado accidente de caza era no sólo el sobrino favorito de la Sra. Elroy, sino alguien mucho más allegado a ella. Anthony era el hijo que ella nunca pudo tener y del que ahora tristemente se despedía.
La vida había sido cruel con Emilia, primero al negarle el ser madre y ahora que había tenido la dicha de cuidar y criar al hijo de su sobrina favorita, el destino se ensañaba al arrebatárselo de esta manera tan cruel. Fue un gran golpe, incluso para una persona de tan férreo carácter como el de ella.
Bajo aquel cielo rojizo y naranja, todos los presentes se fueron despidieron una vez más en su interior y en silencio de Anthony. De esta manera y antes de abandonar el lugar, mostraron sus respetos a la solitaria cruz adornada por las numerosas flores.
Este sería su último adiós.
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Una vez de vuelta en la mansión, Stear y Archie acompañaron a la Tía Abuela hasta sus habitaciones. Una vez que la anciana se retiró para descansar, ambos se dirigieron prontamente a la habitación de Candy. Pero al llegar Dorothy les indicó que la chica descansaba después de que el doctor le diera un sedante.
Estaban sorprendidos al saber que al parecer la atribulada jovencita había intentado ir al cementerio. En su delirio y por la fiebre, Candy pensó que podría salir corriendo para despedirse de Anthony. ¡Qué locura!
Era obvio que no hablarían con ella por ahora, así que sin más por hacer, los hermanos se despidieron uno del otro. Como ninguno tuvo los ánimos para bajar a cenar, se retiraron de inmediato a sus habitaciones.
Una vez dentro de la suya, Stear por fin dejó salir toda la tristeza contenida hasta entonces. Gruesas lágrimas rodaron sin control hasta el punto que tuvo que quitarse los anteojos que se empañaron de inmediato.
Sin fuerzas para continuar de pie, se deslizó sobre la puerta hasta quedar en el piso, recargándose sobre ésta. Con las rodillas dobladas, entonces se abrazó a ellas para dejar escapar hasta el último sentimiento de desesperanza que lo agobiaba. Jamás se había sentido tan perdido.
Por largo rato sollozó en silencio y una vez más calmado permaneció ahí sentado, tan solo contemplando la oscuridad mientras su mente continuaba embargada por miles de pensamientos.
Tal vez si hubiera inventado algo más efectivo para cazar el zorro, el animal habría sido atrapado mucho antes de lo esperado y la cacería hubiese terminado temprano. Sí, tal vez él mismo era de alguna manera responsable de esta tragedia.
Soltando un gran suspiro, levantó la mirada para encontrarse con unos tenues rayos de luna que se daban paso a través d ella ventana.
"Anthony". Susurró, "les he fallado a todos, a la familia, a Candy... pero en especial, a ti".
Las lágrimas volvieron a empañar sus ojos y restregándose con el dorso de la mano, continuó diciendo, "Lo siento, espero que algún día me perdones".
Y con este sentimiento de culpa, se levantó para dirigirse a su cama. Extenuado y aún con la ropa oscura de duelo, se dejó caer y sin sentirlo, pronto el cansancio lo venció, sumergiéndolo en un profundo sueño.
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Al día siguiente, el vaivén del personal en la mansión lo despertó. Tratando de enfocar mejor, entrecerró los ojos para mirar mejor el reloj sobre la chimenea. Era más de mediodía. Así que mientras buscaba sus anteojos se dio cuenta de que aún llevaba puesta aquella ropa del día anterior.
Por lo que de inmediato se levantó para darse un baño, uno que por cierto le hizo bien al relajarlo. Ya después de afeitarse y peinarse, tomó otra muda del guardarropa. Como había que llevar el luto por unos días, vistió de nueva cuenta el negro.
Una vez fuera de su habitación, se dirigió a la de Archie.
Tocó varias veces y al no recibir respuesta volvió a intentarlo un par de veces más, pero al parecer su hermano no se encontraba ahí. Suponiendo que tal vez estaría con la Tía Abuela, el inventor decidió bajar y al ver al mayordomo en el salón, le preguntó por su hermano.
"El joven Archibald está en el jardín". Respondió solemnemente el hombre.
Así que sin demora, salió de la casa y lo buscó por todas partes. El día estaba nublado y era muy probable que pronto lloviera, ya que el recio viento que soplaba lo estaba anunciando. Aún así continuó buscando, pero al parecer su hermano no estaba a la vista, por lo que caminó por la vereda principal hasta dar con la fuente. Nada.
"Tal vez ya haya regresado y esté con la Tía Abuela", se dijo quedamente.
Sin embargo, justo al darse la vuelta para regresar, le pareció ver a alguien cerca de la entrada. Curioso por saber si se trataba de Archie, Stear se encaminó hasta el Rosedal. En efecto, ahí se encontraba su hermano.
Conforme se fue acercando, Stear pudo notar que Archie parecía estar pensativo mientras miraba las flores marchitas. Ya de cerca se dio cuenta de que más bien estaba como ausente. Tanto que no se dio cuenta cuando se hermano mayor se colocó a su lado.
Seguramente Archie estaba ensimismado pensando en algo y por esa razón, Stear decidió permanecer junto a él en silencio.
Minutos después, sin siquiera despegar la mirada de los arbustos marchitos, Stear por fin se decidió a romper el silencio. Uno que ya lo comenzaba a agobiar.
"Se marchitarán todos los pimpollos recién florecidos". No se le ocurrió decir nada más.
"Sus pétalos parecen lágrimas..." Archie por fin le decía algo, pero su mirada continuaba perdida.
"Parece que hubieran llorado su muerte." Stear comentó mientras con una leve sonrisa, meditaba en el hecho de que aún las flores mismas sintieran la partida de quién cuidó tanto de ellas. En verdad que esto le resultaba un tanto irónico. Anthony era querido por todos, aún por sus amadas rosas.
Meditaba en eso cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por su hermano.
"También la familia Ardley ha llorado su muerte, Stear".
Ambos se miraron y por primera vez los dos descubrieron en el otro que no eran los únicos en sentir que una infinita tristeza que los agobiaba.
De alguna manera, los hermanos se hablaron sin palabras, sus ojos les bastaron para expresarse que la situación en la familia jamás volvería a ser la misma. Anthony se había ido para siempre y de ahora en adelante un gran vacío ocuparía su lugar.
Este pensamiento les hizo sentir escalofríos a los hermanos. De nueva cuenta ambos volvieron a sentirse solos en el mundo.
En ese momento, tal y como si el lugar mismo quisiera mostrar su dolor de pronto, tenues gotas como lágrimas comenzaron a caer una tras otra hasta convertirse en lluvia torrencial. Sin demora, ambos hermanos corrieron a buscar refugio. Una vez en la casa, tomaron las toallas que una de las mucamas les ofreció para secarse.
Entonces Archie se acomodó en el sillón, volviéndose a sumir en sus pensamientos. De nueva cuenta el silencio reinó ente ellos.
Stear solamente se dedicó a mirarlo sin decirle nada. Conocía bien a su hermano y este comportamiento suyo no le era para nada extraño. Era su costumbre que cada vez que tenía algún conflicto emocional, Archie se volviera retraído.
Esto había sucedido en el pasado, en espacial cuando sus padres tomaron la decisión de ir a Saudí Arabia y dejarlos a cargo de la Tía Elroy.
Stear lo recordaba todo perfectamente. Esas eran unas memorias que aunque quisiera olvidarlas, estaban muy presentes.
De pequeños, su hermano y primo fueron muy unidos en la infancia y era por eso que la partida de Anthony le afectara tanto a Archie. Había sido como si parte de él se hubiese ido... como si algo de él mismo hubiese muerto también.
Stear no estaba seguro de cómo sería todo de ahora en adelante, pero de una cosa sí lo estaba, no permitiría que Archie se cerrara en su mundo, por supuesto que no lo dejaría hacerlo.
Sin embargo, aunque esta actitud de Archie le preocupara, en este momento por la mente del inventor había una consternación aún más grande. Se trataba de Candy. Era consciente que debía hacer algo para poder ayudar a la pequeña.
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Con el paso de los días, la vida en la mansión volvió relativamente a la normalidad y aunque los ánimos no fuesen los mismos, todos trataban de seguir adelante con la rutina diaria.
Todos a excepción de Candy.
La pequeña parecía no poder superar la tristeza de su pedida y se le veía melancólica y retraída, con lagrimas recorriendo su rostro cada tanto sin que ella misma se diese cuenta. Era común verla llorar desconsolada.
Por su parte, la Tía Elroy evitaba estar en compañía de Candy. No era porque la anciana quisiese culparla por lo sucedido, sino porque al verla le recordaba de alguna manera a Anthony... su cabello era rubio como lo era el de su hijo, pero en especial lo eran sus ojos, aquellos tan parecidos a la madre de Anthony y que le traían a la mente tantos dolorosos recuerdos.
Ese era el conflicto que Emilia enfrentaba en esos momentos de dolor. Era demasiado para la pobre anciana.
Sin embargo, esta actitud fue malinterpretada y la jovencita lo tomó mal al punto que apenas y se le veía salir de su habitación, recluyéndose la mayor parte del día en sus aposentos. Aún cuando los hermanos trataron de alguna manera disculpar la indiferente actitud de la Tía Abuela y animar a la chica, no resultó como lo esperaban.
Así, las semanas transcurrieron y sin darse cuenta, el frío volvía a anunciar un cambio de temporada. Pronto llegaría el invierno.
Por esta razón, una fría tarde en la que Archie y Stear se encontraban leyendo en la biblioteca, el menor de ellos dejó su libro a un lado para comentarle algo a su hermano que había estado rondando por su mente.
"Stear..." El inventor levantó la vista. "He estado pensando que debemos hacer algo."
"¿A qué te refieres exactamente?" El tono serio que se escuchaba en su hermano menor lo alertó inmediatamente de que se trataba de algo importante.
"Bueno, es que, ¿no crees que ha llegado el momento de pensar en el futuro?"
El chico de anteojos sabía exactamente a lo que Archie se estaba refiriendo. Ya en una ocasión lo habían hablado con George y si los jóvenes planeaban comenzar en serio con sus estudios, la mejor opción era que asistieran a un prestigioso colegio en Londres.
"El otro día, la Tía Abuela comentó que muy pronto se mudará a Chicago. Esta casa le trae muy tristes recuerdos y dice que le gustaría reponerse de su tristeza estando allá. Entonces, bueno, yo pensé que sería una buena oportunidad para que nosotros fuésemos a Inglaterra."
De inmediato un pensamiento cruzó por la mente de Stear. "¿Y qué pasará con Candy?"
Archie lo miró fijamente antes de responder. "Por supuesto que me gustaría que ella viniera con nosotros. Le hará bien alejarse de aquí y sabes bien que no quiero dejarla sola".
"Sí, creo que sería lo mejor. Ha pasado tanto tiempo encerrada en su cuarto que creo que hasta podría enfermar".
"Entonces, ¿estás de acuerdo?" Preguntó el castaño.
"Hablaré con ella, te lo prometo."
Archie se acercó hasta su hermano y colocando su mano sobre el hombro, agregó, "Te lo agradezco. No sabía cómo reaccionarías y créeme que yo mismo hablaría con ella, pero..."
"No hace falta que me lo expliques, lo entiendo perfectamente".
Los ojos de Archie mostraban gratitud ante las palabras de su hermano.
"Es que lo que siento por ella es tan profundo que si yo le hablara, siento que no podría contenerme ahora que Anthony ya no está... simplemente hablar del futuro con ella, para mí sería como hacer planes para estar juntos y eso es algo para lo que aún no estoy preparado".
Stear no pudo más que dibujar una sonrisa. No era un secreto para el inventor que Archie guardara tan profundos sentimientos por Candy. ¡Si tan sólo supiera que él mismo estaba tan o más enamorado de la pequeña!
Pero eso tenía que guardárselo en lo más profundo de su ser y encubrirlo ante los demás. En especial ante Archie. Más que nada en el mundo, Stear anhelaba que su hermano tuviera la oportunidad de ganarse el corazón de Candy... aún cuando él mismo lo quisiera para sí.
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Por esa razón, al día siguiente fue directo a la habitación de Candy y una vez que la chica abrió la puerta, el inventor no pudo más que sentir cómo su corazón latía emocionado por lo que venía a proponerle.
"Candy, hoy hace un lindo día. Dime, ¿te gustaría salir a dar un paseo conmigo? Mi auto está listo y si tú quieres, podemos ir al lago".
La jovencita solamente lo miró extrañada. Ante esta reacción, Stear pensó que tal vez su propuesta sería rechazada, pero antes de que siquiera pudiera agregar algo, ella le respondió con una leve sonrisa.
"Creo que me hará bien ir a pasear al lago". Y una mágica sonrisa despejó toda duda en la mente de Stear.
Así que tomando a Clin, los dos se dirigieron a la entrada donde los esperaba el auto. Pronto se pusieron en camino.
Por un rato permanecieron en silencio y solamente se podía escuchar el motor del auto a toda velocidad. Candy miraba distraída el paisaje mientras que Stear estaba tanto al pendiente del camino como de todos los gestos de ella. El joven inventor quería asegurarse de que estuviera bien.
Una vez que cruzaron el bosque y justo al llegar a la cima de la colina, ambos pudieron contemplar la vista del lago, que se presentaba en todo su esplendor. Aunque era un día frío, los colores ocres de los alrededores contrastaban con el cielo azul y los reflejos del sol sobre las aguas. En verdad que era un espectáculo increíble que simplemente los dejó maravillados. ¡Había tanta paz!
De inmediato, Stear detuvo el auto y se volvió discretamente a mirar a Candy que contemplada anonadada el paisaje. El joven inventor sólo sonrió sabiendo que esto era justamente lo que ella necesitaba.
"¿No te parece espectacular?" Le preguntó él contemplando el lago, pero también mirándola de reojo.
"¡Es bellísimo!" Respondió Candy y sin querer dibujó una sonrisa.
A Stear le pareció que esa sonrisa que había eludido por semanas ese pecoso rostro, deslumbraba más que cualquier otra cosa en el mundo. Él la quería ver así, feliz... y estaba seguro que daría su vida misma para conseguirlo.
En eso, cuando ella se volvió a mirarlo, él evadió esos ojos esmeralda que tanto amaba y arrancando de nuevo el auto, comentó, "Vayamos hasta la orilla".
Al llegar, el pequeño Clin saltó de los brazos de la chica y corriendo, se acercó hasta la orilla de las aguas y comenzó a juguetear con el suave vaivén de éstas. El pobre animalito había permanecido encerrado por tanto tiempo que ahora que se sentía libre, se estaba dando rienda suelta.
Candy fue tras de él y una vez que lo alcanzó, el coatí salió corriendo para comenzar un juego. Sin demora, la jovencita le siguió la corriente y muy pronto ambos iban de un lado a otro de la orilla, riendo y divirtiéndose como en los viejos tiempos.
El joven inventor se sentó en un viejo tronco caído y solamente se dedicó a contemplar a la pequeña.
Escucharla reír así llenó su corazón de esperanza... una que al parecer había perdido con el curso de los eventos. Esa risa cristalina resultó ser el bálsamo que necesitaba para sentirse mejor. Sí, era precisamente eso lo que necesitaba para recuperarse.
La necesitaba a ella.
Pronto Candy se cansó del juego y casi sin aliento se fue a sentar al lado de su amigo. Como Clin continuaba dando rienda suelta a sus travesuras, los dos se dedicaron a contemplar al pequeño que ahora jugaba traviesamente con unas ardillas que se encontraban por ahí.
"Gracias, Stear". La voz de Candy interrumpió el silencio del lugar. "Siento mucho el que me haya retraído en mi habitación. No sabes cuánta falta me había hecho esto..."
"Estaba muy preocupado por ti, Candy". Ella se volvió a mirarlo. "No sólo yo, sino Archie también". Él desvió su mirada para que no viera el nerviosismo que le causaba abrirse de esta manera con ella.
"Lo sé, por eso quisiera disculparme". Su voz parecía desvanecerse.
"¿Sabes?, el que quisiera disculparse soy yo. Siento que no he hecho lo suficiente para poder aligerar el peso de tu corazón. Como tú paladín, es mi deber..."
"¡De ninguna manera!" Candy interrumpió, poniéndose de pie. "Al contrario, soy yo quien debe estar agradecida por tenerlos a mi lado".
En eso, mientras desvío la mirada que fijó en el horizonte, se susurró a sí misma, "Stear y Archie, siempre seré feliz cuando esté con ustedes..."
Aunque Candy misma creyó que lo había pensado, sus palabras fueron claramente escuchadas por el joven a su lado que no pudo más que mirarla sorprendido. El corazón de Stear incluso dejó de latir por un momento, debido a la emoción que sintió.
Con la mirada aún brillando por la confesión, el joven Cornwell supo que era el momento justo para poder hablarle sobre los planes que los hermanos venían preparando.
"Candy..." Su voz se escuchaba ronca de la emoción que aún experimentaba y ella se volvió a mirarlo atenta. Las miradas se entrelazaron por unos breves instantes y entonces carraspeando, Stear se puso de pie rompiendo con el sutil contacto.
"Archie y yo hemos decidido que es el momento de pensar en nuestro futuro. Como Anthony ya no está, pensamos que lo mejor sería ir a estudiar a Inglaterra..."
"¿Inglaterra?" Candy no pudo esconder la sorpresa que esto le causaba.
"Así es". Se volvió a mirarla para darse el valor de continuar. "Es hora de pensar en el mañana y lo que queremos para el porvenir. Lo hemos hablado con George y dice que podemos partir antes de que comience el invierno".
"¿Tan pronto?" Su voz denotaba ya desesperación. De sólo pensar que ella tendría que quedarse sola sin ellos en Lakewood, la angustió.
Esto fue algo que Stear notó de inmediato y colocándose frente a ella, la tomó de los hombros para mirarla fijamente y decirle, "Candy, ni por un momento pienses que te abandonaremos, es más, queremos que vengas con nosotros".
Los ojos de Candy reflejaban confusión y duda, algo que no eran para nada una buena señal. Desvío su mirada a un lado, cabizbaja.
Stear se sintió confundido. Nunca pensó que ella reaccionaria así, tomándolo a mal. Era muy posible que ahora se negara a viajar con ellos y suspiró derrotado. Tal vez en su arrebato se apresuró a decirle lo que pensaban y ella ahora presintiera que ellos de alguna manera la estaban presionando.
Así que prontamente, quiso aclararlo todo.
"Candy... es el momento de olvidar las tristezas del pasado y mirar hacia adelante. Hay mucho más por hacer que quedarnos estancados en el pasado".
Ella se volvió a mirarlo y en esos ojos que brillaban por las lágrimas que trataban de contener, Stear pudo ver claramente que había algo más. Esto lo confirmó de inmediato.
"Tienes razón. Debo seguir adelante y dejar a un lado las tristezas, pero primero debo estar segura de que esto es realmente lo que quiero. Por el momento, no lo sé".
Y dándose la vuelta para que Stear no viera las lágrimas que ya rodaban por sus mejillas, se quedó contemplando los reflejos en el agua.
Por unos minutos el corazón de Stear se inquietó. Verla dudando de esta manera no era una buena señal. Lo más probable es que se negara. Entonces, poniendo a trabajar su mente, dio con lo que le pareció lo más lógico.
"Candy, ¿y si regresaras al Hogar de Pony por unas semanas para pensarlo mejor?" En ese momento ella se limpió rápidamente las lágrimas con el dorso de su mano, antes de mirarlo de frente.
"Si te decides ir a estudiar con nosotros, podrías alcanzarnos en la primavera". Le disgustaba la idea de separarse de su lado, pero por lo visto era necesario.
Aunque la propuesta pareciera arriesgada, ésta parecía ser la única opción.
"¿Ir al Hogar de Pony?" Se preguntó ella quedamente.
"Sí, Candy". Él se acercó nuevamente a ella y con una sonrisa, agregó, "te hará mucho bien sanar las penas de tu corazón en el lugar en que te criaste. Vuelve por unos días y piensa en lo que te gustaría hacer. Cuando te decidas, contacta a George y..."
"¡Lo haré!" Interrumpió ella con decisión.
Se miraron por unos instantes y dibujando una gran sonrisa, ella dejó escapar un gran suspiro. Luego sonriendo, súbitamente corrió hasta donde estaba Clin y tomándolo en sus brazos, lo alzó casi gritando.
"¡Iremos al Hogar de Pony, Clin!" Y entre risas, comenzó a dar vueltas con el animalito.
Stear dejó escapar un suspiro contenido. Obviamente la había subestimado. Esa pequeña era mucho más fuerte y decidida de lo que pensaba. Aún en su dolor, Candy había demostrado una vez más que no dejaría que nada se interpusiera en su camino. En definitiva, estaba ya en vías de recuperarse.
Verla así de feliz aligeró un gran peso de su corazón, dándole nuevas y renovadas expectativas de un futuro mejor para todos. En especial para ella.
Así que colocando las manos en los bolsillos, el joven inventor se acercó hasta donde ella continuaba celebrando. Feliz y con una gran sonrisa se dedicó simplemente a admirarla mientras pensaba.
'Mi pequeña, no hay nada más que quisiera tanto en el mundo, que el de verte feliz. Espero que pronto sanes tu corazón y dejes atrás toda la melancolía. ¿Quién sabe? Hasta quizás puedas volver a abrirlo para que alguien más tenga una oportunidad de conquistarlo...'
Y dejando escapar una largo suspiro, Stear sonrió ante la idea de que tal vez, sólo tal vez, algún día él mismo llegara a ser esa persona que tuviera esa oportunidad. Sí, a lo mejor las tierras inglesas serían el lugar propicio para que el amor tocara de nueva cuenta en el corazón de Candy.
Pare él, verla nuevamente feliz era lo único que importaba.