TERCER APORTE EN SOLITARIO
Después de que los chicos regresaron al departamento, sanos y salvos luego de rescatar a la pequeña Pouppe de las mazmorras, de poder celebrar a las cumpleañeras en el Café de Suno y de que cierta paz pareciera reinar de nueva cuenta en el Foro Rosa luego de que Geza recibió su 'regalo', las cosas parecieron volver a la normalidad.
La mañana se escuchaba tranquila y mientras en el departamento la actividad del día estaba por comenzar, de pronto la quietud del lugar se vio amenazada por un grito.
En eso, Candy y Adriana se levantaron de la mesa donde desayunaban para averiguar de qué se trataba. Al parecer había una conmoción en la habitación que los hermanos Cornwell y Neal compartían.
"¡Pero esto es el colmo!" Se escuchó una voz que gritaba dentro.
"Será mejor que te calmes..." Era la voz de Archie que trataba al parecer de tranquilizar a Neal que continuaba a grito pelón.
"¡No pudo soportarlo más!" Gritó de nuevo el señorito.
Tanto Candy como Adriana se miraron confundidas, pero antes de que pudieran tocar a la puerta, ésta se abrió y ambas vieron como Neal salía corriendo mientras se rascaba por todo el cuerpo.
"Pero... ¿Qué es lo que pasa?" Preguntó Candy.
En eso, Neal no pudo contenerse más y se sacó la camisa de la pijama. Abochornadas, tanto Candy como Adriana se volvieron a un lado sonrojadas.
"¡Oye! Será mejor que te comportes". Archie le reclamaba al notar al par de chicas que confundidas, se miraban una a la otra perplejas.
"Es fácil para ti decirlo". Comentó Neal que por fin parecía controlar la comezón y mirándose los brazos y el estómago, notó las ronchas que tenía. "¡No es posible!"
"A ver, déjame checar". Le comentó Archie y acercándose notó que por toda la espalda también había grandes ronchas.
"¿Será que es una alergia?" Preguntó Adriana.
"¡Qué alergia ni que nada! Es claro que se tratan de ronchas y lo más seguro es que sean de una alimaña..."
"¿No serán acaso de pulgas?" Preguntó Adriana acercándose y viendo que en efecto, parecían ser de eso.
En eso se escuchó una gran carcajada y todos se volvieron hacia el lugar de donde provenía. Terry hizo acto de aparición del balcón y con una gran sonrisa, agregó,
"Parece que tenemos a un 'pulgoso' entre nosotros".
"¡Oye actorsucho de cuarta! ¿A quién llamas 'pulgoso'?" Neal estaba rojo del coraje.
"¿Cómo me llamaste?" Obviamente Terry no se dejaría insultar así nada más.
Viendo que la situación podía salirse de control, Adriana rápidamente se fue a interponer entre ellos,
"¡Ya, chicos! Dejemos los insultos para después, ahora tenemos algo más importante en qué ocuparnos".
Rápidamente a los dos se les bajaron los humos y miraron a su amiga, que soltó un suspiro de alivio al evitarse la pelea.
"Hoy tenemos programado nuestro siguiente aporte, así que no nos distraigamos con 'niñerias', ¿de acuerdo?"
"Pues yo no llamo niñería al hecho de sufrir las picaduras de una alimaña y que de paso, el 'compadre' éste, se burle".
"Yo no soy tu 'compadre' para que te lo sepas". De inmediato protestó Terry cruzándose de brazos.
"Compadre o no, será mejor que dejen de alegar y me ayuden con el siguiente aporte".
"Pues tú nada más dime que quieres que haga..." Exclamó Terry con una encantadora sonrisa y se fue acercando a Adriana coquetamente. "¿Quieres que te sirva de modelo para una firma? ¿O tal vez pueda ser tu inspiración para una historia mía?"
Adriana rápidamente se alejó de Terry y éste simplemente soltó una carcajada.
"¡Corres como conejo asustado! Jajajajaja"
"Pues ya ves, es mejor aquí corrió que aquí se abochornó. Además, no le veo la gracia y para que lo sepas, lo siento mucho, pero necesito al 'pulg..', quiero decir al 'señorito' para que pueda subir su aporte".
"Entonces eso quiere decir que no es mi turno". El rostro de Terry cambió por completo y era obvio que el saber que no sería su aporte, lo molestó y mucho.
"Por favor, no me vayas a salir con tu acostumbrado 'berrinche dramático', sabes bien que la Tía Abuela así lo ordenó. Si quieres, hagamos un trato, yo trabajo en este aporte sin interrupciones de niños malcriados y te prometo hablar con la Tía para que considere un aporte tuyo, ¿sale?"
"¿Así que no tienes nada planeado para mí?"
"Bueno, digamos que tú tienes tus 'cameos' en casi todos los aportes. Como viste, apareciste en el de Archie y también en el Reto de George; te aseguro que también en este de Neal aparecerás...."
"¡No es suficiente! Quiero mi propio aporte exclusivo".
"Bueno, pues de eso se tratan los 'cameos', ¿no?... aparición de alguien famoso por breves momentos..."
"¿Ah? Ya entiendo, entonces, ¿me consideras famoso?"
"Pongámoslo así, Terry". Le explicó Adriana, "te has ganado tu fama por todoooo el Candy-mundo".
"Lo sabía". Escucharla hablar así le dibujó una gran sonrisa. "Es por eso que merezco toda la atención... solamente pido lo que mis admiradoras esperan".
"¡Bueno, ya! No alegues tanto" Le dijo ella y luego de pensarlo un poco con el dedo en el mentón, agregó, "prometo hablarlo esta noche con la Tía".
En eso, se acercó Albert para tratar de tranquilizar a su amigo para que pudieran seguir adelante con la preparación del aporte.
"No te preocupes, Terry. Te aseguro que la Tía Elroy le parecerá buena idea el que incluyamos un aporte tuyo. Si es necesario, hablaré yo mismo con ella". A Albert no le gustaba mucho la idea de tener que lidiar con la Tía, pero con tal de tener paz, lo haría.
"¿Ves, Terry? Hasta Tío Albert apoya la moción, así que no pienses que no te dejaremos sin aportar algo tuyo y déjame avanzar en el aporte, si no, ¡lo acabaré hasta final de mes con tantas interrupciones!"
Y diciendo esto, se dirigió a la computadora. Sin embargo, en ese preciso momento se escuchó un pequeño maullido. Y todos se volvieron a mirar al balcón, de donde parecía provenir.
"No sabía que el vecino tuviera un gato..." Comentó Adriana.
"¿Qué no están prohibidas las mascotas?" Preguntó Archie.
"¡Shhhhh! No tan alto, Archie. Recuerda que tenemos a Pouppe y Clin de incógnito".
Pero el maullido continuaba y Adriana quiso levantarse a investigar cuando de pronto vio a Stear saliendo de la cocina con un pequeño tazón y leche.
"¿A dónde vas con eso, Stear?" Preguntó Adriana curiosa.
"Bueno, yo..." Se sintió descubierto, "voy a tomar leche al balcón".
"¿Tomas leche en un tazón?" Le preguntó Terry con duda.
"Este... sí, a veces me gusta tomarla así, jeje".
"Stear, ¿desde cuándo adoptaste costumbres raras?"
"Desde... en sí, hace poco que lo hago".
En eso, se volvió a escuchar el maullido y Stear se dirigió rápidamente al balcón, cerrando la puerta tras de sí.
"Pues es todo muy raro, sabía que era extraño, pero para mí que hay gato encerrado". Comentó Terry.
"Bueno, chicos, ya no me distraigan que necesito terminar con esto. Neal, por favor, ponte tu camisa y ven acá para ayudarme."
Así Adriana y el señorito se sentaron frente a la computadora para poder acabar con el aporte. No obstante, de vez en cuando la chica se volvía a mirar hacia el balcón. Si no conociera bien a Stear, diría que se traía algo entre manos, tal como lo comentó Terry.
¡Hola a todos! Espero que sigan disfrutando de los aportes. Increíble que ya se nos fue la tercera parte de mes, creo que eso pasa cuando la pasamos bien.
Hoy como lo había prometido, traigo un minific del señorito. De nueva cuenta, he usado mis celdas para ambientar la historia y espero que les gusten.
Sin más, pasemos al relato y estén pendientes porque pronto daré firma del protagonista.
¡Un abrazo a todas!
CONFESIONES
El segundo encuentro había sido tal como el primero, sólo que ahora se sentía más confundido que antes. ¡Diantres! ¿Por qué últimamente se sentía de esta manera? Era obvio que algo había cambiado dentro de él y jamás volvería a mirarla de la misma manera.
"Pensé que la odiaba, pero, ¿por qué estoy siempre pensando en ella?" Neal suspiró sin entenderlo. "¿Por qué es que siempre me persigue en mi mente..."
Estos confusos pensamientos hicieron que se sintiera peor. Las heridas causadas por el accidente en auto no eran nada comparadas con la incertidumbre que su conflicto interior le causaba.
Por ese motivo, al regresar a la mansión Leagan, fue directamente a su habitación y se encerró ahí. No tenía ganas de hablar con nadie y mucho menos dar explicaciones a su madre que al verlo con raspones y moretones, estaba como una histérica.
Hastiado de no saber la respuesta a sus dudas y por el hecho de no tener control sobre sus pensamientos, se tiró en la cama y con rabia, miraba absorto el pañuelo en su mano.
Sus ojos leían y releían el nombre grabado ahí: Candy.
El sólo pensar en ella le causaba un revuelo en su estómago. Jamás antes el señorito había experimentado la sensación de vacío acompañado de un revolotear de cientos de mariposas. Siempre había pensado que un sentimiento así no era más que una cursilería barata; sin embargo ahora, todo era distinto.
Golpeando a un lado con el puño, se cubrió los ojos con el otro brazo y sin querer un delicado y sutil perfume lo invadió. Abriendo súbitamente los ojos con incredulidad, miró a su alrededor para buscar de dónde procedía y para su sorpresa, descubrió el origen: se trataba del pañuelo mismo que envolvía su mano.
¡Esto era el colmo! Ahora no solamente tenía que lidiar con la imagen de esa chica de establo no lo dejaba en paz, sino que ahora también su aroma parecía perseguirlo.
"¡Rayos!" Exclamó furioso.
Y sin más, no tardó ni un minuto en quitárselo y aventarlo a un lado.
Sentándose a la orilla y con las manos sujetándose la cabeza, Neal lo negaba todo, como si con esto, pudiera deshacerse de lo que su interior trataba desesperadamente de decirle.
-------
Al día siguiente fue el mismo joven Leagan que propició su encuentro con ella. Armado con los encantos que podrían conquistar a cualquier otra chica, esperaba paciente por Candy en una sala privada del hospital.
La noche anterior se la había pasado en vela, pensando y analizando una y otra vez lo que haría con aquello que no lo dejaba en paz. Dándose por vencido, decidió que lo mejor era propiciar otro encuentro con ella. Sí, era lo mejor. Tal vez hasta llegaría a descubrir lo que realmente estaba sucediendo con él.
Así que por la tarde, se dirigió al hospital. Como quería que todo saliera bien, planeó a detalle todo lo necesario para que Candy tuviera una cita con él.
¿Cita? El sólo pensar en esto le causaba gran nerviosismo. Jamás antes había tenido una sensación similar. Estaba tan nervioso y se sentía inquieto por lo que sucedería al punto que simplemente no dejaba de sentirse abochornado. Aún así, se dio el valor y sin dudarlo más, estaba a la espera.
Por lo que poniendo a un lado nada más ni nada menos que su orgullo, esperó paciente con un gran ramo de flores en su mano, una gran sonrisa y incontenible emoción. Pronto tendría la oportunidad de hablar a solas con ella para convencerla de salir.
Sin embargo, las cosas no resultaron como esperaba y con un palmo de narices, tuvo que aceptar su rechazo al recibir una rotunda negativa a sus avances.
Esto era simplemente inaudito y con gran furia, salió de inmediato de ahí jurando que la haría cambiar de idea y ella aprendería quién era Neal Legan. Sin embargo, no tenía ni la más remota idea de cómo conseguirlo. Por esa razón, quiso darle un giro a la situación y en esta ocasión no tuvo más remedio que pedir consejo.
Obviamente no podía ir a su madre ni mucho menos a su hermana. De sólo pensar lo que pasaría si alguna de ellas se enterara, ¡sería el acabóse! ... no, lo mejor no era pensar en eso. En especial, le preocupaba que su hermana de alguna manera u otra lo supiera, ya que sabiendo cuánto odiaba a Candy, seguro que haría hasta lo imposible por detenerlo.
Por supuesto que eventualmente ellas lo averiguarían al momento de él pedir la mano de Candy... ¿Matrimonio? !Por los mil demonios! ¿En qué momento había decidido que ella sería su esposa? Simplemente esto se estaba saliendo totalmente de control. Ahora ni él mismo podía controlar sus emociones y eran éstas las que estaban llevando la rienda de su vida.
Suspirando en señal de derrota, Neal supo que lo mejor ahora era volver a intentarlo, su prioridad era tratar de convencer a la chica a salir con él. Ya luego ya pensaría en cómo darle la noticia a su familia acerca de su decisión de estar con ella. ¡Vaya complicación!
Por esa razón, no tuvo otro remedio más que consultar con alguien más y se le ocurrió que lo mejor era que fuera de las mucamas, ya que la relación de patrón y sirviente le permitiría pedir su total discreción sin temor a ser descubierto por su familia. Lo más lógico era saber desde un punto de vista femenino y en especial de alguien de la misma edad que Candy, cómo poder acercarse y conquistar su corazón.
¿Qué se podía perder? Además, por más que la consejera fuera alguien muy inferior a su alcurnia, seguramente la chica podría por lo menos darle una idea, un norte para saber qué paso dar a continuación, en especial si tomaba en cuenta de que Candy provenía de la misma clase social que la servidumbre en su casa.
De esta manera un singular consejo le fue dado. "Pedirle el favor con todo el corazón y gentileza". Pero, ¿cómo? Era la pregunta que estuvo rondando su cabeza toda esa noche. Bueno, si tenía que cambiar de táctica, entonces había que mostrarse sincero y gentil. Eso era exactamente lo que haría.
----------
¡Quién lo hubiera dicho! Él, Neal Leagan, el heredero de las empresas y fortuna de una de las familias más importantes de Chicago, estuviera esperando como un tonto enamorado por una chica común y corriente... una simple enfermera que ni siquiera era una gran belleza.
¿Tan bajo había caído? No daba crédito. ¿De qué tipo de encantamiento se había valido esa chica para atraparlo de esta manera? Estas cuestiones se las preguntaba una y otra vez al tiempo que esperaba paciente por ella. Cada vez que su mente lo cuestionaba, el corazón acelerado le respondía de la misma manera... Candy no le era indiferente, no ahora.
Sin poder evitarlo, sus pensamientos lo transportaban a los últimos encuentros en donde ella se había comportado diferente. En efecto, en esas ocasiones ella había sido muy amable, dulce y hasta tierna.
Tal vez el odio y resentimiento que ambos habían compartido por tanto tiempo era algo que había quedado en el pasado y que ahora estaba dando paso a algo nuevo. Alguna vez leyó que entre el odio y el amor existía tan sólo un paso. Bueno, esto no estaba tan alejado de la realidad después de todo.
Pensando en esto y con la emoción de volver a verla, continuaba esperando escondido detrás de un árbol, mientras el ensueño de estar a su lado lo envolvía en su espera.
Desgraciadamente para él sus expectativas fueron hechas trizas justamente cuando la jovencita simplemente rechazó su invitación para salir. Por segunda vez, sus planes se vinieron abajo. ¡Maldición!
Furioso, no podía creerlo. ¡Cómo se atrevía a volver a rechazarlo! A él, todo un galán y uno de los solteros más codiciado por numerosas chicas de sociedad... en especial las amigas de Eliza. ¡Simplemente inaudito!
No obstante, aunque no quiso pensar más en el asunto, las cosas fueron de mal en peor y si antes no podía apartar la imagen de Candy en su mente, ahora todo era mucho más grave. Por lo que dándose por vencido, no tuvo más que admitir la verdad tras este aparente capricho suyo: estaba perdidamente enamorado.
Descubrir esta verdad lo dejó sin habla. Jamás lo había experimentado antes y ahora que descubría este sentimiento por primera vez, la jovencita simplemente lo rechazaba. ¡Vaya suerte!
La dura realidad de las cosas lo golpeó muy duro causando que se hundiera más en la desesperación. Así que no tuvo otro remedio más que volver a intentarlo. Sin darse cuenta, esto ya caía en la obsesión.
--------
Al ser una de las familias más acaudaladas de Chicago, los Leagan poseían una villa en un risco situado en la parte alta del lago. La propiedad era espectacular, pero como raramente era visitada, el lugar permanecía cerrado y hasta había ciertas señales de abandono.
Esa tarde, mientras manejaba sin rumbo alrededor el lago, Neal trataba de despejar un poco sus pensamientos. Así fue como de pronto y sin pensarlo, llegó hasta donde se encontraba dicha villa.
En cuanto se estacionó frente a la entrada, un extraño pensamiento lo invadió. Así que sin pensarlo mucho, se bajó del auto y simplemente se dedicó a contemplar el lugar. Era el mediodía y los colores de las paredes con el contraste de azul tanto del lago como del cielo, le dieron una cálida sensación. Sonriendo, decidió ingresar por la entrada principal abriendo la reja.
Una vez en la puerta de la casa, un hombre que al parecer era el que estaba a cargo, se acercó a él y reconociéndolo de inmediato, con toda formalidad le preguntó si se le ofrecía algo.
"Quisiera inspeccionar el lugar". Fueron las palabras del joven patrón y de inmediato el hombre sacó un juego de llaves y abriéndola, lo invitó a entrar.
El lugar mostraba ciertos signos de abandono, pero aun así, se podía admirar el señorío del lugar.
"Abra las ventanas". Fue la orden que Neal le dio al empleado.
Y mientras una a una las cortinas se corrían para dar paso a la luz, Neal contemplaba admirado.
"¡Es perfecto!" Exclamó emocionado ante la curiosidad del hombre.
En efecto, este sería el lugar ideal para que una vez que estuvieran casados, él y Candy pudieran vivir. Neal dibujó una gran sonrisa de satisfacción, ya que estaba seguro de que su padre no se opondría a darle la villa. Es más, era parte de su herencia.
Por supuesto que no era la gran mansión de los Ardley en Chicago, ni la formidable residencia en Lakewood, pero por algún lugar tendría que comenzar.
Sí, este iba a ser el lugar perfecto para comenzar su romance y qué mejor que invitando a quién sería la protagonista principal: a la mismísima Candy.
Sin embargo, había un problema. Neal era consciente de que no sería posible traerla con tan sólo una invitación. Es más, la chica en cuestión se había negado a salir con él y de ninguna manera aceptaría venir a la villa.
"¡Diablos y re-contra diablos!" Se dijo a sí mismo sabiendo que este sería un gran problema. Parecía ser que debía ingeniárselas de alguna manera.
Frustrado, se dirigió hasta la terraza y tratando de aclarar sus pensamientos, por un rato simplemente permaneció ahí, con la mirada perdida y una sensación de vacío. ¿Por qué ahora que se había interesado de verdad en una chica, ésta simplemente lo rechazaba?
No obstante, entre más era la distancia que ella quería poner entre ellos, él sentía cada vez más la necesidad de romperla para estar a su lado. Jamás antes tuvo esta obsesión ante algo o alguien y simplemente, estaba totalmente confundido y perdido.
Meditando en esto, un nombre y rostro vinieron a la mente.
"Ese actor de cuarta debe ser el causante..." Murmuró ente dientes.
Y fue entonces que tuvo una revelación. Tal vez si pretendiera que era Terry quien la buscaba, ella no dudaría en dirigirse a la villa. Una vez a solas y sin estar bajo la mirada de otros, él le abriría su corazón y tal vez habría una oportunidad para que ella sin timidez, tomara en cuenta sus sentimientos.
Sí, era una buena idea. Valía la pena intentarlo.
Así que con determinación, se dirigió feliz a su auto. De esta manera, mientras se dirigía de vuelta a casa, planeaba los pasos a seguir, ya que todo debía ser perfecto... el escenario, sus gestos, pero ante todo la declaración de amor misma.
De sólo pensar en que tendría una oportunidad de estar a solas con ella, su mente lo llevó a un sinnúmero de posibles situaciones y esto lo llenó de esperanza. Obviamente de vez en cuando, sombríos pensamientos de rechazo nublaban su horizonte, pero poniéndolos a un lado, decidió que aquellos en donde él la conquistaba y resultaba triunfante eran en los que valían la pena meditar.
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El sol se ocultaba lentamente tras las montañas en el horizonte y a lo lejos se veía la luna que ya despuntaba.
Un auto llevando lo más preciado en el mundo para cierta persona, se aproximaba a la villa. La figura de un joven enamorado miraba atento desde el balcón el camino con cierta inquietud. En cuanto vislumbró las luces del vehículo que se aproximaba, su corazón comenzó a latir emocionado y sus ojos brillaban con emoción. ¡Cómo hubiera querido que el auto mismo literalmente volara hasta donde él esperaba¡
Simplemente pensar que muy pronto se daría la oportunidad de poder estar frente a ella, abrazarla y envolverla en sus brazos. De hablarle con suavidad confesando sus más íntimos pensamientos y deseos... ¡cuánto no le diría!
Con todo, la ansiedad, la emoción misma y los posibles escenarios de su encuentro, palpitaban en la oscuridad llevándolo por una senda hacia lo desconocido. Esto también cierto miedo, lo tenían de un hilo.
Aún así, Neal apenas y podía contener su alegría, y prefirió poner todo a un lado. Pronto estaría con ella y en cuestión de minutos ambos tendrían un reencuentro... uno que en definitiva definiría la postura de ambos y que ciertamente cambiaría para siempre la relación entre ellos.
Muy pronto no tan sólo él le entregaría su amor con el corazón en la mano, sino que también le daría a ella la oportunidad de decidir su destino... y Neal creía firmemente que mientras su corazón latiera intensamente por ella, confiaba en que todo se daría a su favor.
No había duda de ello.... no, en realidad no quería titubear, no justo cuando estaban por encontrase y saber todo de una buena vez. ¡Tenía que darse valor!
Por esa razón y a pesar de todo, había esperanza en el futuro y Neal Leagan estaba seguro de ello. En sí, desde el momento justo que descubrió y aceptó sus sentimientos hacia Candy, se prometió que jamás vacilaría y menos ahora que precisamente ella estaba ingresando a la mansión.
Cubiertos por las sombras de la noche y con la luna llena por testigo, el escenario estaba listo y la hora crucial para ambos por fin había llegado... ya no habría marcha atrás.
Después de que los chicos regresaron al departamento, sanos y salvos luego de rescatar a la pequeña Pouppe de las mazmorras, de poder celebrar a las cumpleañeras en el Café de Suno y de que cierta paz pareciera reinar de nueva cuenta en el Foro Rosa luego de que Geza recibió su 'regalo', las cosas parecieron volver a la normalidad.
La mañana se escuchaba tranquila y mientras en el departamento la actividad del día estaba por comenzar, de pronto la quietud del lugar se vio amenazada por un grito.
En eso, Candy y Adriana se levantaron de la mesa donde desayunaban para averiguar de qué se trataba. Al parecer había una conmoción en la habitación que los hermanos Cornwell y Neal compartían.
"¡Pero esto es el colmo!" Se escuchó una voz que gritaba dentro.
"Será mejor que te calmes..." Era la voz de Archie que trataba al parecer de tranquilizar a Neal que continuaba a grito pelón.
"¡No pudo soportarlo más!" Gritó de nuevo el señorito.
Tanto Candy como Adriana se miraron confundidas, pero antes de que pudieran tocar a la puerta, ésta se abrió y ambas vieron como Neal salía corriendo mientras se rascaba por todo el cuerpo.
"Pero... ¿Qué es lo que pasa?" Preguntó Candy.
En eso, Neal no pudo contenerse más y se sacó la camisa de la pijama. Abochornadas, tanto Candy como Adriana se volvieron a un lado sonrojadas.
"¡Oye! Será mejor que te comportes". Archie le reclamaba al notar al par de chicas que confundidas, se miraban una a la otra perplejas.
"Es fácil para ti decirlo". Comentó Neal que por fin parecía controlar la comezón y mirándose los brazos y el estómago, notó las ronchas que tenía. "¡No es posible!"
"A ver, déjame checar". Le comentó Archie y acercándose notó que por toda la espalda también había grandes ronchas.
"¿Será que es una alergia?" Preguntó Adriana.
"¡Qué alergia ni que nada! Es claro que se tratan de ronchas y lo más seguro es que sean de una alimaña..."
"¿No serán acaso de pulgas?" Preguntó Adriana acercándose y viendo que en efecto, parecían ser de eso.
En eso se escuchó una gran carcajada y todos se volvieron hacia el lugar de donde provenía. Terry hizo acto de aparición del balcón y con una gran sonrisa, agregó,
"Parece que tenemos a un 'pulgoso' entre nosotros".
"¡Oye actorsucho de cuarta! ¿A quién llamas 'pulgoso'?" Neal estaba rojo del coraje.
"¿Cómo me llamaste?" Obviamente Terry no se dejaría insultar así nada más.
Viendo que la situación podía salirse de control, Adriana rápidamente se fue a interponer entre ellos,
"¡Ya, chicos! Dejemos los insultos para después, ahora tenemos algo más importante en qué ocuparnos".
Rápidamente a los dos se les bajaron los humos y miraron a su amiga, que soltó un suspiro de alivio al evitarse la pelea.
"Hoy tenemos programado nuestro siguiente aporte, así que no nos distraigamos con 'niñerias', ¿de acuerdo?"
"Pues yo no llamo niñería al hecho de sufrir las picaduras de una alimaña y que de paso, el 'compadre' éste, se burle".
"Yo no soy tu 'compadre' para que te lo sepas". De inmediato protestó Terry cruzándose de brazos.
"Compadre o no, será mejor que dejen de alegar y me ayuden con el siguiente aporte".
"Pues tú nada más dime que quieres que haga..." Exclamó Terry con una encantadora sonrisa y se fue acercando a Adriana coquetamente. "¿Quieres que te sirva de modelo para una firma? ¿O tal vez pueda ser tu inspiración para una historia mía?"
Adriana rápidamente se alejó de Terry y éste simplemente soltó una carcajada.
"¡Corres como conejo asustado! Jajajajaja"
"Pues ya ves, es mejor aquí corrió que aquí se abochornó. Además, no le veo la gracia y para que lo sepas, lo siento mucho, pero necesito al 'pulg..', quiero decir al 'señorito' para que pueda subir su aporte".
"Entonces eso quiere decir que no es mi turno". El rostro de Terry cambió por completo y era obvio que el saber que no sería su aporte, lo molestó y mucho.
"Por favor, no me vayas a salir con tu acostumbrado 'berrinche dramático', sabes bien que la Tía Abuela así lo ordenó. Si quieres, hagamos un trato, yo trabajo en este aporte sin interrupciones de niños malcriados y te prometo hablar con la Tía para que considere un aporte tuyo, ¿sale?"
"¿Así que no tienes nada planeado para mí?"
"Bueno, digamos que tú tienes tus 'cameos' en casi todos los aportes. Como viste, apareciste en el de Archie y también en el Reto de George; te aseguro que también en este de Neal aparecerás...."
"¡No es suficiente! Quiero mi propio aporte exclusivo".
"Bueno, pues de eso se tratan los 'cameos', ¿no?... aparición de alguien famoso por breves momentos..."
"¿Ah? Ya entiendo, entonces, ¿me consideras famoso?"
"Pongámoslo así, Terry". Le explicó Adriana, "te has ganado tu fama por todoooo el Candy-mundo".
"Lo sabía". Escucharla hablar así le dibujó una gran sonrisa. "Es por eso que merezco toda la atención... solamente pido lo que mis admiradoras esperan".
"¡Bueno, ya! No alegues tanto" Le dijo ella y luego de pensarlo un poco con el dedo en el mentón, agregó, "prometo hablarlo esta noche con la Tía".
En eso, se acercó Albert para tratar de tranquilizar a su amigo para que pudieran seguir adelante con la preparación del aporte.
"No te preocupes, Terry. Te aseguro que la Tía Elroy le parecerá buena idea el que incluyamos un aporte tuyo. Si es necesario, hablaré yo mismo con ella". A Albert no le gustaba mucho la idea de tener que lidiar con la Tía, pero con tal de tener paz, lo haría.
"¿Ves, Terry? Hasta Tío Albert apoya la moción, así que no pienses que no te dejaremos sin aportar algo tuyo y déjame avanzar en el aporte, si no, ¡lo acabaré hasta final de mes con tantas interrupciones!"
Y diciendo esto, se dirigió a la computadora. Sin embargo, en ese preciso momento se escuchó un pequeño maullido. Y todos se volvieron a mirar al balcón, de donde parecía provenir.
"No sabía que el vecino tuviera un gato..." Comentó Adriana.
"¿Qué no están prohibidas las mascotas?" Preguntó Archie.
"¡Shhhhh! No tan alto, Archie. Recuerda que tenemos a Pouppe y Clin de incógnito".
Pero el maullido continuaba y Adriana quiso levantarse a investigar cuando de pronto vio a Stear saliendo de la cocina con un pequeño tazón y leche.
"¿A dónde vas con eso, Stear?" Preguntó Adriana curiosa.
"Bueno, yo..." Se sintió descubierto, "voy a tomar leche al balcón".
"¿Tomas leche en un tazón?" Le preguntó Terry con duda.
"Este... sí, a veces me gusta tomarla así, jeje".
"Stear, ¿desde cuándo adoptaste costumbres raras?"
"Desde... en sí, hace poco que lo hago".
En eso, se volvió a escuchar el maullido y Stear se dirigió rápidamente al balcón, cerrando la puerta tras de sí.
"Pues es todo muy raro, sabía que era extraño, pero para mí que hay gato encerrado". Comentó Terry.
"Bueno, chicos, ya no me distraigan que necesito terminar con esto. Neal, por favor, ponte tu camisa y ven acá para ayudarme."
Así Adriana y el señorito se sentaron frente a la computadora para poder acabar con el aporte. No obstante, de vez en cuando la chica se volvía a mirar hacia el balcón. Si no conociera bien a Stear, diría que se traía algo entre manos, tal como lo comentó Terry.
¡Hola a todos! Espero que sigan disfrutando de los aportes. Increíble que ya se nos fue la tercera parte de mes, creo que eso pasa cuando la pasamos bien.
Hoy como lo había prometido, traigo un minific del señorito. De nueva cuenta, he usado mis celdas para ambientar la historia y espero que les gusten.
Sin más, pasemos al relato y estén pendientes porque pronto daré firma del protagonista.
¡Un abrazo a todas!
CONFESIONES
El segundo encuentro había sido tal como el primero, sólo que ahora se sentía más confundido que antes. ¡Diantres! ¿Por qué últimamente se sentía de esta manera? Era obvio que algo había cambiado dentro de él y jamás volvería a mirarla de la misma manera.
"Pensé que la odiaba, pero, ¿por qué estoy siempre pensando en ella?" Neal suspiró sin entenderlo. "¿Por qué es que siempre me persigue en mi mente..."
Estos confusos pensamientos hicieron que se sintiera peor. Las heridas causadas por el accidente en auto no eran nada comparadas con la incertidumbre que su conflicto interior le causaba.
Por ese motivo, al regresar a la mansión Leagan, fue directamente a su habitación y se encerró ahí. No tenía ganas de hablar con nadie y mucho menos dar explicaciones a su madre que al verlo con raspones y moretones, estaba como una histérica.
Hastiado de no saber la respuesta a sus dudas y por el hecho de no tener control sobre sus pensamientos, se tiró en la cama y con rabia, miraba absorto el pañuelo en su mano.
Sus ojos leían y releían el nombre grabado ahí: Candy.
El sólo pensar en ella le causaba un revuelo en su estómago. Jamás antes el señorito había experimentado la sensación de vacío acompañado de un revolotear de cientos de mariposas. Siempre había pensado que un sentimiento así no era más que una cursilería barata; sin embargo ahora, todo era distinto.
Golpeando a un lado con el puño, se cubrió los ojos con el otro brazo y sin querer un delicado y sutil perfume lo invadió. Abriendo súbitamente los ojos con incredulidad, miró a su alrededor para buscar de dónde procedía y para su sorpresa, descubrió el origen: se trataba del pañuelo mismo que envolvía su mano.
¡Esto era el colmo! Ahora no solamente tenía que lidiar con la imagen de esa chica de establo no lo dejaba en paz, sino que ahora también su aroma parecía perseguirlo.
"¡Rayos!" Exclamó furioso.
Y sin más, no tardó ni un minuto en quitárselo y aventarlo a un lado.
Sentándose a la orilla y con las manos sujetándose la cabeza, Neal lo negaba todo, como si con esto, pudiera deshacerse de lo que su interior trataba desesperadamente de decirle.
-------
Al día siguiente fue el mismo joven Leagan que propició su encuentro con ella. Armado con los encantos que podrían conquistar a cualquier otra chica, esperaba paciente por Candy en una sala privada del hospital.
La noche anterior se la había pasado en vela, pensando y analizando una y otra vez lo que haría con aquello que no lo dejaba en paz. Dándose por vencido, decidió que lo mejor era propiciar otro encuentro con ella. Sí, era lo mejor. Tal vez hasta llegaría a descubrir lo que realmente estaba sucediendo con él.
Así que por la tarde, se dirigió al hospital. Como quería que todo saliera bien, planeó a detalle todo lo necesario para que Candy tuviera una cita con él.
¿Cita? El sólo pensar en esto le causaba gran nerviosismo. Jamás antes había tenido una sensación similar. Estaba tan nervioso y se sentía inquieto por lo que sucedería al punto que simplemente no dejaba de sentirse abochornado. Aún así, se dio el valor y sin dudarlo más, estaba a la espera.
Por lo que poniendo a un lado nada más ni nada menos que su orgullo, esperó paciente con un gran ramo de flores en su mano, una gran sonrisa y incontenible emoción. Pronto tendría la oportunidad de hablar a solas con ella para convencerla de salir.
Sin embargo, las cosas no resultaron como esperaba y con un palmo de narices, tuvo que aceptar su rechazo al recibir una rotunda negativa a sus avances.
Esto era simplemente inaudito y con gran furia, salió de inmediato de ahí jurando que la haría cambiar de idea y ella aprendería quién era Neal Legan. Sin embargo, no tenía ni la más remota idea de cómo conseguirlo. Por esa razón, quiso darle un giro a la situación y en esta ocasión no tuvo más remedio que pedir consejo.
Obviamente no podía ir a su madre ni mucho menos a su hermana. De sólo pensar lo que pasaría si alguna de ellas se enterara, ¡sería el acabóse! ... no, lo mejor no era pensar en eso. En especial, le preocupaba que su hermana de alguna manera u otra lo supiera, ya que sabiendo cuánto odiaba a Candy, seguro que haría hasta lo imposible por detenerlo.
Por supuesto que eventualmente ellas lo averiguarían al momento de él pedir la mano de Candy... ¿Matrimonio? !Por los mil demonios! ¿En qué momento había decidido que ella sería su esposa? Simplemente esto se estaba saliendo totalmente de control. Ahora ni él mismo podía controlar sus emociones y eran éstas las que estaban llevando la rienda de su vida.
Suspirando en señal de derrota, Neal supo que lo mejor ahora era volver a intentarlo, su prioridad era tratar de convencer a la chica a salir con él. Ya luego ya pensaría en cómo darle la noticia a su familia acerca de su decisión de estar con ella. ¡Vaya complicación!
Por esa razón, no tuvo otro remedio más que consultar con alguien más y se le ocurrió que lo mejor era que fuera de las mucamas, ya que la relación de patrón y sirviente le permitiría pedir su total discreción sin temor a ser descubierto por su familia. Lo más lógico era saber desde un punto de vista femenino y en especial de alguien de la misma edad que Candy, cómo poder acercarse y conquistar su corazón.
¿Qué se podía perder? Además, por más que la consejera fuera alguien muy inferior a su alcurnia, seguramente la chica podría por lo menos darle una idea, un norte para saber qué paso dar a continuación, en especial si tomaba en cuenta de que Candy provenía de la misma clase social que la servidumbre en su casa.
De esta manera un singular consejo le fue dado. "Pedirle el favor con todo el corazón y gentileza". Pero, ¿cómo? Era la pregunta que estuvo rondando su cabeza toda esa noche. Bueno, si tenía que cambiar de táctica, entonces había que mostrarse sincero y gentil. Eso era exactamente lo que haría.
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¡Quién lo hubiera dicho! Él, Neal Leagan, el heredero de las empresas y fortuna de una de las familias más importantes de Chicago, estuviera esperando como un tonto enamorado por una chica común y corriente... una simple enfermera que ni siquiera era una gran belleza.
¿Tan bajo había caído? No daba crédito. ¿De qué tipo de encantamiento se había valido esa chica para atraparlo de esta manera? Estas cuestiones se las preguntaba una y otra vez al tiempo que esperaba paciente por ella. Cada vez que su mente lo cuestionaba, el corazón acelerado le respondía de la misma manera... Candy no le era indiferente, no ahora.
Sin poder evitarlo, sus pensamientos lo transportaban a los últimos encuentros en donde ella se había comportado diferente. En efecto, en esas ocasiones ella había sido muy amable, dulce y hasta tierna.
Tal vez el odio y resentimiento que ambos habían compartido por tanto tiempo era algo que había quedado en el pasado y que ahora estaba dando paso a algo nuevo. Alguna vez leyó que entre el odio y el amor existía tan sólo un paso. Bueno, esto no estaba tan alejado de la realidad después de todo.
Pensando en esto y con la emoción de volver a verla, continuaba esperando escondido detrás de un árbol, mientras el ensueño de estar a su lado lo envolvía en su espera.
Desgraciadamente para él sus expectativas fueron hechas trizas justamente cuando la jovencita simplemente rechazó su invitación para salir. Por segunda vez, sus planes se vinieron abajo. ¡Maldición!
Furioso, no podía creerlo. ¡Cómo se atrevía a volver a rechazarlo! A él, todo un galán y uno de los solteros más codiciado por numerosas chicas de sociedad... en especial las amigas de Eliza. ¡Simplemente inaudito!
No obstante, aunque no quiso pensar más en el asunto, las cosas fueron de mal en peor y si antes no podía apartar la imagen de Candy en su mente, ahora todo era mucho más grave. Por lo que dándose por vencido, no tuvo más que admitir la verdad tras este aparente capricho suyo: estaba perdidamente enamorado.
Descubrir esta verdad lo dejó sin habla. Jamás lo había experimentado antes y ahora que descubría este sentimiento por primera vez, la jovencita simplemente lo rechazaba. ¡Vaya suerte!
La dura realidad de las cosas lo golpeó muy duro causando que se hundiera más en la desesperación. Así que no tuvo otro remedio más que volver a intentarlo. Sin darse cuenta, esto ya caía en la obsesión.
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Al ser una de las familias más acaudaladas de Chicago, los Leagan poseían una villa en un risco situado en la parte alta del lago. La propiedad era espectacular, pero como raramente era visitada, el lugar permanecía cerrado y hasta había ciertas señales de abandono.
Esa tarde, mientras manejaba sin rumbo alrededor el lago, Neal trataba de despejar un poco sus pensamientos. Así fue como de pronto y sin pensarlo, llegó hasta donde se encontraba dicha villa.
En cuanto se estacionó frente a la entrada, un extraño pensamiento lo invadió. Así que sin pensarlo mucho, se bajó del auto y simplemente se dedicó a contemplar el lugar. Era el mediodía y los colores de las paredes con el contraste de azul tanto del lago como del cielo, le dieron una cálida sensación. Sonriendo, decidió ingresar por la entrada principal abriendo la reja.
Una vez en la puerta de la casa, un hombre que al parecer era el que estaba a cargo, se acercó a él y reconociéndolo de inmediato, con toda formalidad le preguntó si se le ofrecía algo.
"Quisiera inspeccionar el lugar". Fueron las palabras del joven patrón y de inmediato el hombre sacó un juego de llaves y abriéndola, lo invitó a entrar.
El lugar mostraba ciertos signos de abandono, pero aun así, se podía admirar el señorío del lugar.
"Abra las ventanas". Fue la orden que Neal le dio al empleado.
Y mientras una a una las cortinas se corrían para dar paso a la luz, Neal contemplaba admirado.
"¡Es perfecto!" Exclamó emocionado ante la curiosidad del hombre.
En efecto, este sería el lugar ideal para que una vez que estuvieran casados, él y Candy pudieran vivir. Neal dibujó una gran sonrisa de satisfacción, ya que estaba seguro de que su padre no se opondría a darle la villa. Es más, era parte de su herencia.
Por supuesto que no era la gran mansión de los Ardley en Chicago, ni la formidable residencia en Lakewood, pero por algún lugar tendría que comenzar.
Sí, este iba a ser el lugar perfecto para comenzar su romance y qué mejor que invitando a quién sería la protagonista principal: a la mismísima Candy.
Sin embargo, había un problema. Neal era consciente de que no sería posible traerla con tan sólo una invitación. Es más, la chica en cuestión se había negado a salir con él y de ninguna manera aceptaría venir a la villa.
"¡Diablos y re-contra diablos!" Se dijo a sí mismo sabiendo que este sería un gran problema. Parecía ser que debía ingeniárselas de alguna manera.
Frustrado, se dirigió hasta la terraza y tratando de aclarar sus pensamientos, por un rato simplemente permaneció ahí, con la mirada perdida y una sensación de vacío. ¿Por qué ahora que se había interesado de verdad en una chica, ésta simplemente lo rechazaba?
No obstante, entre más era la distancia que ella quería poner entre ellos, él sentía cada vez más la necesidad de romperla para estar a su lado. Jamás antes tuvo esta obsesión ante algo o alguien y simplemente, estaba totalmente confundido y perdido.
Meditando en esto, un nombre y rostro vinieron a la mente.
"Ese actor de cuarta debe ser el causante..." Murmuró ente dientes.
Y fue entonces que tuvo una revelación. Tal vez si pretendiera que era Terry quien la buscaba, ella no dudaría en dirigirse a la villa. Una vez a solas y sin estar bajo la mirada de otros, él le abriría su corazón y tal vez habría una oportunidad para que ella sin timidez, tomara en cuenta sus sentimientos.
Sí, era una buena idea. Valía la pena intentarlo.
Así que con determinación, se dirigió feliz a su auto. De esta manera, mientras se dirigía de vuelta a casa, planeaba los pasos a seguir, ya que todo debía ser perfecto... el escenario, sus gestos, pero ante todo la declaración de amor misma.
De sólo pensar en que tendría una oportunidad de estar a solas con ella, su mente lo llevó a un sinnúmero de posibles situaciones y esto lo llenó de esperanza. Obviamente de vez en cuando, sombríos pensamientos de rechazo nublaban su horizonte, pero poniéndolos a un lado, decidió que aquellos en donde él la conquistaba y resultaba triunfante eran en los que valían la pena meditar.
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El sol se ocultaba lentamente tras las montañas en el horizonte y a lo lejos se veía la luna que ya despuntaba.
Un auto llevando lo más preciado en el mundo para cierta persona, se aproximaba a la villa. La figura de un joven enamorado miraba atento desde el balcón el camino con cierta inquietud. En cuanto vislumbró las luces del vehículo que se aproximaba, su corazón comenzó a latir emocionado y sus ojos brillaban con emoción. ¡Cómo hubiera querido que el auto mismo literalmente volara hasta donde él esperaba¡
Simplemente pensar que muy pronto se daría la oportunidad de poder estar frente a ella, abrazarla y envolverla en sus brazos. De hablarle con suavidad confesando sus más íntimos pensamientos y deseos... ¡cuánto no le diría!
Con todo, la ansiedad, la emoción misma y los posibles escenarios de su encuentro, palpitaban en la oscuridad llevándolo por una senda hacia lo desconocido. Esto también cierto miedo, lo tenían de un hilo.
Aún así, Neal apenas y podía contener su alegría, y prefirió poner todo a un lado. Pronto estaría con ella y en cuestión de minutos ambos tendrían un reencuentro... uno que en definitiva definiría la postura de ambos y que ciertamente cambiaría para siempre la relación entre ellos.
Muy pronto no tan sólo él le entregaría su amor con el corazón en la mano, sino que también le daría a ella la oportunidad de decidir su destino... y Neal creía firmemente que mientras su corazón latiera intensamente por ella, confiaba en que todo se daría a su favor.
No había duda de ello.... no, en realidad no quería titubear, no justo cuando estaban por encontrase y saber todo de una buena vez. ¡Tenía que darse valor!
Por esa razón y a pesar de todo, había esperanza en el futuro y Neal Leagan estaba seguro de ello. En sí, desde el momento justo que descubrió y aceptó sus sentimientos hacia Candy, se prometió que jamás vacilaría y menos ahora que precisamente ella estaba ingresando a la mansión.
Cubiertos por las sombras de la noche y con la luna llena por testigo, el escenario estaba listo y la hora crucial para ambos por fin había llegado... ya no habría marcha atrás.