Me encontraba escuchando un poco de música cuando a en mi loca cabecita apareció la imagen de Terry viendo hacia el infinito por una gran ventana (según me platicó después en ese momento estaba reflexionando sobre Rockstone), así que empecé a escribir esto (sí suelo ser intensa mientras escribo).
Antes de empezar con la lectura les cuento que la historia está inspirada en la canción italiana del mismo nombre "Il mondo" escrita por Italo Nicola Greco, Carlo Pes, Enrico Sbriccoli, Giovanni Meccia. Les dedejo el link (no sé todavía como pegar el video) con el video que tiene letra traducida, no colocó la canción en español porque como suele suceder la intención se desvirtúa de su idioma original.
https://youtu.be/cOSGq6R5xhk
Por cierto, para quien no lo sepa, aún , el personaje de Terry Grandchester pertenece a sus respectivas autoras (Kyōko Mizuki e Yumiko Igarashi).
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Il mondo
By Gissa A. Graham
En un pequeño departamento ubicado muy cerca de la avenida Broadway y de la zona de teatros de la ciudad de Nueva York, un joven castaño de no más de veinte años se despertaba de un largo y reconfortante sueño como el que hace más de un año no tenía, se sentía extrañamente descansado. Lentamente abrió sus ojos mostrando su bello color profundamente azul, casi zafiro entre mezclado con vetas verdosas, girando su cabeza a un lado, luego al otro, sin levantarse, miro a su alrededor un tanto desconcertado intentando reconocer donde se hallaba, pues hasta hace unas semanas a tras vivía vagabundeando en una carpa ambulante haciéndole de remedo de actor y nunca completamente sobrio, por lo que no solio despertar en el mismo sitio, además de que en ocasiones tampoco lo hacía solo y lamentablemente no recordando nada. Poco a poco reconoció el lugar como su casa, un modesto departamento. Eso lo hizo sonreír levemente, comprendía porque había dormido tan relajado.
Después de unos minutos se incorporó para quedar sentado y buscar su reloj de bolsillo que había acomodado una noche anterior en el mueble junto a su cama, se dio cuenta que ya pasaban de las nueve de la mañana. Pesadamente se levantó dirigiéndose al diminuto sitio que hacía de cocina y así tomar un vaso de agua fresca.
La primavera comenzaba a despuntar y con ella el sol a llenar los espacios aumentando la temperatura de la ciudad. Mientras bebía el transparente líquido observó por la ventana lo que parecía un bello día de esa estación del año; no pudo evitar volver a esbozar una sonrisa al mirar a un par de niños que correteaban a un enorme perro que traía algo en el hocico, muy probablemente un objeto que les hubiese robado a los pequeños; luego noto al vendedor de periódicos voceando las noticias más relevantes del día, nada verdaderamente nuevo y mucho menos alentador, la guerra continuaba; más allá un anciano con un ramo de lilis en la mano cruzaba la calle auxiliado por un joven que en cuanto llegaron al otro lado regreso para retomar su camino; en fin todo lo que veía hablaba de una clásica postal primaveral: árboles verdes, niños jugando, el sol en lo alto, hasta pajarillos trinando y los narcisos floreciendo.
—«Narcisos»– pensó para sí el joven, lo que le recordó su natal Inglaterra y con ello a una chica rubia de ojos verdes intensos–. «Esta noche no soñé contigo, ni desperté contigo en mis pensamientos. Este amanecer fue como el que cualquiera desearía tener, tranquilo, con el sol brillando y con… muchas decisiones que tomar. Y alguna que otra promesa que cumplir.»
El joven siguió viendo por la ventana algún rato más para luego volverse, necesitaba comenzar en ese preciso instante.
Después de un hora Terry salió de su apartamento dispuesto a continuar con lo planeado, restituir su vida, ya había tocado fondo. Con apenas veinte años ya era un alcohólico en recuperación, una estrella de teatro fracasada y una mala copia de su padre, no logrando hacer feliz a la mujer que más había amado hasta ese entonces, así que ahí estaba él, buscando como resarcirlo todo nuevamente, ¿cómo comenzaría?, regresando al teatro otra vez pero empezando desde cero, con mal sueldo y papeles pequeños, además de retomar sus responsabilidades por decisiones mal tomadas pero suyas al fin de cuentas.
Mientras sus pasos lo guiaban a donde daría el primer paso rumbo a su nueva vida, Terry recordó el día que comenzó su cambio para levantarse, cuando en medio de una muy mala escena, en un mal intento de teatro y totalmente ebrio, vio a su ángel rubio entre los asistentes, con su cara triste por mirarlo en ese deplorable estado, él en medio de un intento de escenario sin poder actuar, porque eso que él pretendía no era actuación, sólo era un beodo que con sus ridículas acciones medió entretenía al escaso público.
Sacudió con energía la cabeza para borrar esa visión. Luego de aquel día Terrence comprendió que si bien en el momento de separarse ella tomó la decisión de irse a pesar de dejarlo en medio de un tormento de dudas y culpa, él tampoco se lo hubo impedido, no fue tras ella, quedándose y con eso escoger a otra chica y no a su novia, prefiriendo a la indefensa, a la sacrificada chica, a la pobre Susana, anteponiendo la responsabilidad al amor, como su padre lo hubiese hecho muchos años atrás. El joven inglés al tiempo que caminaba negó con la cabeza con una risa sarcástica en los labios.
—De seguro seré su burla duque –decía para sí mismo.
Llegó al lugar, la compañía Stratford, no sabía si lo aceptarían nuevamente pero sí sabía que una disculpa en ese sitio tenía que dar después de sus malas interpretaciones, por no decir pésimas e insulsas, su Romeo fue el peor de todos los tiempos seguramente.
—«Y yo que luche tanto por ese papel… sólo por ti… y por ti no lo retuve… te fallé a ti y sobretodo a mí, a mis sueños» –se recriminó.
La platica que hubo entre el actor y Robert Hathaway, director y productor de dicha compañía, sólo ellos dos la supieron, encerrados en un despacho pasaron al menos dos horas, por momentos se llegaron a escuchar alguno que otro grito de molestia, sobretodo en los primeros minutos de la plática, pero al final ambas partes quedaron satisfechas, saliendo Terrence con una hoja que contenía las fechas de las próximas audiciones con los papeles en lo que podría ser considerado, ninguno con más de tres apariciones en escena. Bueno, él mismo se dijo que desde cero empezaría otra vez y así sería.
Posterior a la visita en el teatro de la compañía Stratford se encaminó al lugar donde se concentraba su mayor carga, la responsabilidad que él sólo aceptó sin pensar en otras posibilidades, a la casa de la mujer que estuvo dispuesta a dar su vida por él, que sacrificó carrera y su integridad física por él, él que sólo era un adolescente con planes, con muchos planes, quien ya tenía con quien deseaba cumplirlos; que estaban realizando sus sueños sin ayuda y por sus propios medios por lo que mucho esfuerzo le había costado. Año y medio luchando, año y medio sin su amor, sacrificando su presencia para tener algo que otorgarle. Fueron meses de ahorros, de evitar gustos innecesarios, comidas extravagantes, salidas con compañeros, todo para poder cambiar de departamento, comprar un auto, para juntar para una sortija que ahora se encontraba arrinconada en una caja al fondo de un cajón. Otra risa sarcástica. Después de todo no podía echarle la culpa a su padre de no querer prestarle su apoyo antes de abandonar Londres, ni a Susanna por quererle de tal manera, ni a Candy por irse; si existía a alguien o algo que culpar tampoco serie a el destino; todo fueron decisiones, él que con su irreverente rebeldía no permitió que hubiese confianza con su padre; su padre que un día decidió apartarlo de su cercanía por, ¿quién sabe cuál razón?; Susanna que no acepto todos sus rechazos y se aferró a él como un náufrago a un salvavidas; Candy que decidió no preguntarle a él sobre lo sucedido, que salió a resolverlo sólo con la información que oyó de otros… ella que no pudo permanecer ni un segundo más en esa ciudad, que no le permitió acompañarle, que se fue sin dejarlo hablar, sin siquiera preguntar por como se sentía al respecto; y por supuesto también estaban sus decisiones, él que decidió elegir responsabilidad antes que amor.
Pero todo eso se acababa en ese instante, las decisiones que quería para con su vida comenzaría a tomarlas él solamente, y la primera decisión era afrontar todas las anteriores. Ya había hecho infeliz a dos personas, tres contándole a él quien tomó una fuerte responsabilidad que si bien le pesaba como plomo en los brazos, mala o buena, fue su decisión, así que a afrontarla, a intentar ser feliz de verdad y no sólo pretender intentarlo.
Con todos estos pensamientos iba nuestro hermoso protagonista inglés cavilando, caminando a paso lento mirando sus propia sombra avanzar y con las manos en los bolsillos, sabiendo lo que tenía que hacer pero no por ello se apresuraba. Doblando una esquina y viendo a su rededor antes de cruzar la calle se dio cuenta de un establecimiento cercano, lo pensó muy poco cuando comenzó a dirigirse hacia allí, necesitaba reflejar el cambio también en su exterior antes de llegar a la casa de su ahora "protegida", sí quería ser feliz también tenía que ser honesto, no buscaría a Candy, pero tampoco ofrecería cosas que no estaba dispuesto a cumplir, ni él, ni Susana se merecían una relación basada solo en el agradecimiento.
Luego de varios minutos en aquel local salió con un nuevo aire en su interior para continuar con su andar, su cambio interno se expresó en su apariencia por el detalle de que su siempre larga cabellera había dejado de ser así, por años la llevo de ese modo, en principio por incordiar a su madrastra al no querer arreglar su aspecto, luego para molestar a su padre quien siempre alegaba que un joven de su clase no debería presentar así su cabello; después por cierto agrado, ahora simplemente quería verse diferente, deseaba ser diferente en varios aspectos, por lo que comenzó con su imagen, esa larga melena, no lo sabía él, pero ya nunca más la llevaría por debajo de la altura de los hombros y nunca completamente recta, siendo por el momento un corte muy corto, casi militar el que había seleccionado, claro que con el rostro que el joven tenía podría incluso estar rapado y aún así seguiría luciendo singularmente guapo.
Por fin arribó a su destino, avanzó por los peldaños del pórtico, tomó mucho aire para llenar sus pulmones, apuntó de tocar la puerta algo llamo su atención, justo a lado, en la casa vecina el mismo anciano que horas antes cruzo la calle frente a su ventana salía, mientras era despedido por una señora también ya entrada en años, ambos con una hermosa sonrisa en el rostro y esa mirada cómplice que sólo los enamorados pueden compartir.
—«¡Con que aquí llegó el ramo de flores! »–pensó Terry de manera divertida, luego giró su rostro hacia la puerta que tenía al frente– «No, esta noche no he pensado más en ti, abrí los ojos para mirar mi rededor y me di cuenta que el mundo seguía girando como siempre. El mundo gira, no se detiene, tampoco puedo detenerme. Alguna vez te dije que debíamos mirar siempre adelante, te lo dije mientras cabalgábamos sobre Theodora, en Escocia. Al llegar a ese claro del bosque te dije que ocurre que nosotros seguimos vivos y tenemos que seguir vivos como los árboles y el pasto, te dije que arrojaras el peso de tu corazón*. Tu continuas viva, te podré ver algún día mientras continuemos vivos, pero también tengo que arrojar este peso de mi corazón, no porque ya no te quiera… Sé que fue un error sacrificar nuestra felicidad por la de alguien más, pero también hubiese sido un error mantenernos con culpa todo el tiempo sin poder disfrutar al completo de esa felicidad… No, no pensé más en ti esta noche, pero esto que hago lo hago por ti y más aún por mí, porque ya no soy un chiquillo jugando a molestar a su padre y tú ya no eres una niña que juega a imitar a Tarzan» –sonrío maliciosamente con esa hermosa retorcida forma que solo él sabe hacer ante este último pensamiento para después volver a girar el rostro y ver cómo la pareja seguía sin terminar de despedirse, miro frente a sí, suspiró largamente y se digo en voz alta.
—El mundo sigue girando apestar que ahora yo no te veo, pero… tal vez, sólo tal vez… el mundo gire hacia ti en algún momento.
¿Fin?
Gracias por perderse entre mis letras
*Frase tomada del Capítulo 44 "Lazos de sangre"