Guerra Florida 2017
Candy Candy: Final Story de Keiko Nagita.
“Derivación” Yuri/18+
Advertencia:
Historia con contenido ADULTO, lenguaje EXPLICITO, de temática Homosexual. Si nada de lo anterior les incomoda, sean bienvenidas...
"...Tres sexos existían entonces: el masculino, descendiente del sol; el femenino, descendiente de la tierra y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos. Como eran tan poderosos querían escalar al cielo a luchar contra los dioses, y por ello, Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida...El amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta" El Banquete, Platón.
-¿Tenemos que terminar de este modo?- murmuro mientras cubría su cuerpo con las sabanas.
-No sé qué decirte… Me gustaría que todo fuera diferente - dijo mientras le daba la espalda, tomó la bata que colgaba de una esquina de la cama. Sus movimientos eran lentos, como si el cuerpo le pesara. Por un momento se volteó a mirarla. –Es hora que me vaya, él puede regresar en cualquier momento… llamaré a tu mucama.-
-¡NO!- gritó Susana con lágrimas en sus ojos. -¿Por qué quieres dejarme? ¿No dijiste acaso que me amabas? ¿Que yo era lo más importante?!- comenzó a llorar sin control.
Karen corrió a su lado, sujetándole el rostro. – No puedo hacerle esto… - bajó la mirada
-¿¡A quien!? ¡¿A Terry?! ¿¡Pero si él no me ama! – acusó-.
- Lo sé… Pero lo he visto, año tras año, subyugarse a tu “sacrificio” Sin quejarse, sin decir nada si quiera. Pero yo lo conozco, ¿sabes? Y sé que a pesar de los años, en él nada ha cambiado. - Karen comenzó a alejarse de Susana, visiblemente molesta. - No te entiendo… ¿Para qué le enviaste esa carta?-
-¿De qué carta me hablas?-
-¡Tú sabes de qué carta hablo! ¿Para qué retenerlo? ¡¿Para qué aferrarlo a tu palabra?! - Karen se paseaba en el cuarto como un león enjaulado. – ¿Estarías dispuesta a dejarlo marchar?- Le miró fijamente.
Susana se quedó en silencio, los segundos parecían avanzar más lento, el aire se volvió denso. Se tomó del cuello buscando aliento, mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas nuevamente, no fue capaz de mirar a Karen a la cara.
– No puedo… ¡¡No puedo!! – dijo, mientras con la otra mano estrujaba las sábanas. - … Sacrifiqué mi carrera… mis sueños… ¡¡Todo, por él! -
- ¡¿Por él?- dijo Karen con tristeza. – ¿O por ti?... ¿Y ahora quieres esclavizarme a mí?-
- ¡Es diferente! - se escuchaba la desesperación en la voz de Susana. – Tú me amas, y yo… yo aprendí… yo conocí el amor contigo… Tenemos el derecho…-
- ¡¿ El derecho a qué?! Si ni siquiera se me está permitido a estar contigo a plena luz del día. Y no por el qué dirán, ¡¡ sino porque no eres capaz de dejarlo a él!! ¡¡Por mí!! ¿Tan mezquina es tu forma de amar?… - Se acercó con violencia a Susana, para atrapar nuevamente su rostro, pero ahora con desespero. – Yo sabía que eras así. Te encontraba una niña caprichosa… Yo te odiaba, o creía hacerlo. Pensaba que eran celos profesionales, pero… Cuando me di cuenta, nada importó, o al menos eso pensaba. Si tú llegabas a corresponderme… solo eso me bastaba, pero… - se derrumbó a su lado, llorando pesadamente.
Susana trataba de tragar sus propias lágrimas, mientras acariciaba la espalda de Karen. Miraba al cielo tratando de evitar su caída, más no podía. Las palabras de Karen calaron fuerte y profundo. Por primera vez haría lo que creía correcto por la persona que amaba.
-Tienes razón… Ahora nos toca asumir nuestros errores, los de él y los míos… Yo prometí que viviría por él, ¿sabes?... En esa maldita carta le pedí su compasión, ¿te lo dije?... Que viviría para amarle por las dos… Y ahora me toca cumplir… mi parte del trato – apenas y podía hablar, mientras se ahogaba en llanto. Las palabras de Susana se hundieron en el corazón de Karen, levantó la cabeza lentamente, tomó el rostro de Susana con la mayor dulzura de la que era capaz en ese momento. Y selló su despedida con un beso.
*********************
Sentada frente la ventana, en la oscuridad de su departamento, Karen se recreaba jugando con el reflejo de la luna en su vaso. Soltó un fuerte suspiro antes de terminarse el contenido, se sentía exhausta. Si lo pensaba, ese sentimiento nunca llego a abandonarla, más bien se entremezclaba con otros como el amor, el odio, la desesperanza. Y todos ellos se conjugaban en una sola persona: Susana.
Se recostó en el asiento con los ojos perdidos en la nada, no había necesidad de cerrarlos para que ante ella apareciera la imagen de la mujer que tiranizaba su mente.
Karen se sentía como la “prima donna” en la compañía de teatro Stratford, ninguna de sus compañeras se le comparaba en belleza o talento. Podía palpar ese futuro casi perfecto, la fama que tendría, la riqueza y el reconocimiento de sus pares. En su mente, se sentía tan superior al resto, que nunca dudo que lo lograría, nunca dio cabida a ningún otro tipo de pensamiento.
Los sentimientos, por otra parte, eran secundarios para ella, siempre hizo uso de ellos buscando su beneficio, fingiendo afectos para lograr objetivos, como hiciera con su tío rico. Un hombre “solitario, exitoso y excéntrico” que preocupaba a su familia por la falta de la propia, todos veían con alivio y alegría, la cercanía entre ambos.
Karen fue lo suficientemente astuta, guardando silencio, o diciendo lo justo y necesario, para mantener a su familia alejada de su tío, con el beneplácito de saberla a ella cerca. Y él supo agradecer este gesto, enviándola a estudiar a los mejores colegios, alimentando sus caprichos, y sus deseos de éxito. Fue gracias a su tío, y sus excéntricas fiestas, que conoció el mundo de las artes, pintores, bailarines, músicos, actores; ella supo que podía llegar a ser como uno de ellos.
Le lloró para que le ayudara a sacarse a su familia de encima, cuando decidió que se dedicaría al teatro. Desde el escenario miraba hacia adelante, satisfecha y segura de lo que el destino le deparaba. Mas no paso mucho tiempo, desde su llegada a la compañía, para ver como sus ambiciones se iban por los suelos.
La llegada de Susanna al grupo de teatro estaba echando por tierra sus sueños, al poco tiempo comenzaron a desplazarla, todos los roles en los que había puesto el ojo, de cada nuevo proyecto que se presentaba, terminaban en manos de esa mujer. Aun así decidió que no se rendiría tan fácilmente ante su rival. Se quedaba hasta más tarde ensayando los textos, los propios y los de ella. Esperando el momento en que tropezara para poder reemplazarla.
Karen comenzó a detestarla con toda su alma, para ella, esa mujer no era más que una cara bonita, y Robert un imbécil que pensaba con su otra cabeza. Había días en que caía en la desesperación, ya que sus intentos parecían fútiles. Y lo que era peor Susana parecía no reconocer su existencia, ni siquiera la miraba como una posible rival. El odio comenzó a consumirla, al punto de obsesionarse con ella, la observaba en secreto, rogando que un rayo la partiera. Soñaba despierta y sonreía con cada crueldad que su mente le prodigaba.
Cierto día la vio acompañando a un joven por los pasillos del teatro, juntos entraron al despacho de Robert. Terrence Grandchester resulto ser todo un prodigio, y pronto se volvió el nuevo favorito de Robert. Karen pensó que quizás si se arrimaba a ese árbol las cosas podrían cambiar, podría hacer uso de él como hiciera con su tío. Pero ni eso resulto tarea fácil, Susanna siempre estaba al lado del joven actor, cosa que la enervaba de sobremanera.
Aun así busco la forma de acercarse a él, si lograba seducirlo, si lo hacía suyo, podía llegar a Robert. Para su sorpresa, y a pesar de desplegar todos sus encantos, él le rechazo, pero al menos podía congraciarse al ver como también rehuía de los encantos de Susana. A pesar de esto no claudicó en su idea de acercarse a él, quizás no le iban las mujeres, ya estaba acostumbrada a estar rodeada de ese tipo de hombres. Cambiando su estrategia, logró establecer un extraño lazo de amistad con Terrence; el tipo resultó ser de su absoluto agrado, ambos tenían una forma de comportarse muy similar, lo que los hizo sentirse cómodos en torno al otro rápidamente, no había necesidad de decoros, ni palabras de buena crianza, podían ser ellos mismos.
- ¿Qué haces aquí Kleise?- dijo Terry interrumpiéndola mientras ensayaba sus líneas.
- ¿Acaso el escenario es tuyo Grandchester?- replicó molesta. - No recuerdo que tuvieras la hegemonía de este. - dijo alzando una ceja.
- Jajajajajaja. ¡Calma, calma!- dijo sonriendo de manera maliciosa. –Te noto estresada Kleise, digo, por tu forma de responder. Quizás te hace falta la compañía de algún hombre… -
- ¿Ahora te crees comediante? - lo miró con odio. - ¿Y tú sombra?- apuntó, buscando con la vista detrás de la espalda de Terry.
- Si te refieres a Susanna, no lo sé, algo dijo que tenía que hacer, la verdad es que no la escuché - dijo encogiéndose de hombros. - ¿Por qué la pregunta? ¿La extrañas acaso?- sonrió nuevamente.
- ¡No seas estúpido! ¿No ves que no la tolero?- se cruzó de brazos haciéndole un desprecio
- ¿Cómo dice el dicho?- decía mientras buscaba la respuesta en los cielos, para luego mirarla de forma burlona - Del odio al amor… jajajajaja- reía con ganas
- ¡No hables sandeces Grandchester!- Karen se puso lívida, de un golpe corrió del escenario buscando una salida.
- ¡INSISTO!- le gritaba Terry mientras su amiga huía. – ¡TE HACE FALTA UN HOMBRE! jajajaja-
“!Imbécil!”
Las palabras de Terry daban vueltas por su cabeza, una y otra vez. Para cuando por fin puso atención al camino, pudo ver que se encontraba en pleno Columbus Circus, frente al Central Park. Había caminado todo Broadway y ni siquiera sintió el cansancio por la larga caminata. Miró a su alrededor buscando su siguiente objetivo.
Entró al primer bar decente que vio, tomando asiento en la barra. Todos le miraban, pero a ella poco le importaba. No tuvo que esperar demasiado para que algún hombre le ofreciera un trago y compañía. El hombre que tenía en frente era guapo, pero hablaba demasiado, después de una hora o más, porque le pareció una eternidad, el tipo hizo su avance.
Karen lo rechazó automáticamente, asustada ante su propia reacción, tomó su bolso y salió nuevamente despavorida, esto no era lo que estaba buscando. Maldecía para sus adentros, maldecía los inoportunos comentarios de su amigo.
Desde que se enfrentó a la pubertad supo que era diferente, ella no anhelaba lo mismo que las muchachas de su edad; una casa, hijos, un marido… Una razón más para buscar el aislamiento, una razón más que la unía a su tío.
“Te noto estresada Kleise”… “Estresada y cansada” pensó.
“… digo, por tu forma de responder. Quizás te hace falta la compañía de algún hombre”
“No precisamente de un hombre” suspiró
Tomó un carruaje buscando su siguiente destino. Si el dinero de los hombres era bueno, por qué no habría serlo el de ella. Tampoco es que supiera dónde tenía que ir, nunca antes lo había intentado. Era una jugada riesgosa, pero sentía que tenía que hacerla. Por primera vez sintió vergüenza.
Karen le dijo al conductor cuál era su siguiente parada, más bien le ordenó que la llevara, mientras le entregaba una buena suma de dinero, no permitiendo ningún tipo de réplica. El hombre, en un comienzo turbado, acepto el pago, volviéndose hacia adelante encogiéndose de hombros.
Karen se mantuvo en silencio todo el camino, nerviosa miraba como se alejaban de parque rumbo hacia el norte, tomándole el peso a la decisión que había tomado, sentía como una electricidad le recorría el cuerpo, haciendo que se encogiera cuando este se detenía en su estómago. El temor y la adrenalina, le turbaban el pensamiento.
- Llegamos. - señalo el conductor
Se bajó en silencio, despachando al conductor con la mano sin mediar palabras. La respiración se volvió rápida, sintiendo como el calor subía por su cuerpo hasta anidarse en su cara, las manos inquietas comenzaron a sudar.
“¡Ya basta!” se dijo buscando gobernar su cuerpo nuevamente. Tomo una fuerte bocanada, llenando sus pulmones de aire y valor. Decidida se dirigió hacia la puerta de la enorme casona...
Continuara.-
Candy Candy: Final Story de Keiko Nagita.
“Derivación” Yuri/18+
Advertencia:
Historia con contenido ADULTO, lenguaje EXPLICITO, de temática Homosexual. Si nada de lo anterior les incomoda, sean bienvenidas...
Julieta
"...Tres sexos existían entonces: el masculino, descendiente del sol; el femenino, descendiente de la tierra y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos. Como eran tan poderosos querían escalar al cielo a luchar contra los dioses, y por ello, Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida...El amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta" El Banquete, Platón.
-¿Tenemos que terminar de este modo?- murmuro mientras cubría su cuerpo con las sabanas.
-No sé qué decirte… Me gustaría que todo fuera diferente - dijo mientras le daba la espalda, tomó la bata que colgaba de una esquina de la cama. Sus movimientos eran lentos, como si el cuerpo le pesara. Por un momento se volteó a mirarla. –Es hora que me vaya, él puede regresar en cualquier momento… llamaré a tu mucama.-
-¡NO!- gritó Susana con lágrimas en sus ojos. -¿Por qué quieres dejarme? ¿No dijiste acaso que me amabas? ¿Que yo era lo más importante?!- comenzó a llorar sin control.
Karen corrió a su lado, sujetándole el rostro. – No puedo hacerle esto… - bajó la mirada
-¿¡A quien!? ¡¿A Terry?! ¿¡Pero si él no me ama! – acusó-.
- Lo sé… Pero lo he visto, año tras año, subyugarse a tu “sacrificio” Sin quejarse, sin decir nada si quiera. Pero yo lo conozco, ¿sabes? Y sé que a pesar de los años, en él nada ha cambiado. - Karen comenzó a alejarse de Susana, visiblemente molesta. - No te entiendo… ¿Para qué le enviaste esa carta?-
-¿De qué carta me hablas?-
-¡Tú sabes de qué carta hablo! ¿Para qué retenerlo? ¡¿Para qué aferrarlo a tu palabra?! - Karen se paseaba en el cuarto como un león enjaulado. – ¿Estarías dispuesta a dejarlo marchar?- Le miró fijamente.
Susana se quedó en silencio, los segundos parecían avanzar más lento, el aire se volvió denso. Se tomó del cuello buscando aliento, mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas nuevamente, no fue capaz de mirar a Karen a la cara.
– No puedo… ¡¡No puedo!! – dijo, mientras con la otra mano estrujaba las sábanas. - … Sacrifiqué mi carrera… mis sueños… ¡¡Todo, por él! -
- ¡¿Por él?- dijo Karen con tristeza. – ¿O por ti?... ¿Y ahora quieres esclavizarme a mí?-
- ¡Es diferente! - se escuchaba la desesperación en la voz de Susana. – Tú me amas, y yo… yo aprendí… yo conocí el amor contigo… Tenemos el derecho…-
- ¡¿ El derecho a qué?! Si ni siquiera se me está permitido a estar contigo a plena luz del día. Y no por el qué dirán, ¡¡ sino porque no eres capaz de dejarlo a él!! ¡¡Por mí!! ¿Tan mezquina es tu forma de amar?… - Se acercó con violencia a Susana, para atrapar nuevamente su rostro, pero ahora con desespero. – Yo sabía que eras así. Te encontraba una niña caprichosa… Yo te odiaba, o creía hacerlo. Pensaba que eran celos profesionales, pero… Cuando me di cuenta, nada importó, o al menos eso pensaba. Si tú llegabas a corresponderme… solo eso me bastaba, pero… - se derrumbó a su lado, llorando pesadamente.
Susana trataba de tragar sus propias lágrimas, mientras acariciaba la espalda de Karen. Miraba al cielo tratando de evitar su caída, más no podía. Las palabras de Karen calaron fuerte y profundo. Por primera vez haría lo que creía correcto por la persona que amaba.
-Tienes razón… Ahora nos toca asumir nuestros errores, los de él y los míos… Yo prometí que viviría por él, ¿sabes?... En esa maldita carta le pedí su compasión, ¿te lo dije?... Que viviría para amarle por las dos… Y ahora me toca cumplir… mi parte del trato – apenas y podía hablar, mientras se ahogaba en llanto. Las palabras de Susana se hundieron en el corazón de Karen, levantó la cabeza lentamente, tomó el rostro de Susana con la mayor dulzura de la que era capaz en ese momento. Y selló su despedida con un beso.
*********************
Sentada frente la ventana, en la oscuridad de su departamento, Karen se recreaba jugando con el reflejo de la luna en su vaso. Soltó un fuerte suspiro antes de terminarse el contenido, se sentía exhausta. Si lo pensaba, ese sentimiento nunca llego a abandonarla, más bien se entremezclaba con otros como el amor, el odio, la desesperanza. Y todos ellos se conjugaban en una sola persona: Susana.
Se recostó en el asiento con los ojos perdidos en la nada, no había necesidad de cerrarlos para que ante ella apareciera la imagen de la mujer que tiranizaba su mente.
Karen se sentía como la “prima donna” en la compañía de teatro Stratford, ninguna de sus compañeras se le comparaba en belleza o talento. Podía palpar ese futuro casi perfecto, la fama que tendría, la riqueza y el reconocimiento de sus pares. En su mente, se sentía tan superior al resto, que nunca dudo que lo lograría, nunca dio cabida a ningún otro tipo de pensamiento.
Los sentimientos, por otra parte, eran secundarios para ella, siempre hizo uso de ellos buscando su beneficio, fingiendo afectos para lograr objetivos, como hiciera con su tío rico. Un hombre “solitario, exitoso y excéntrico” que preocupaba a su familia por la falta de la propia, todos veían con alivio y alegría, la cercanía entre ambos.
Karen fue lo suficientemente astuta, guardando silencio, o diciendo lo justo y necesario, para mantener a su familia alejada de su tío, con el beneplácito de saberla a ella cerca. Y él supo agradecer este gesto, enviándola a estudiar a los mejores colegios, alimentando sus caprichos, y sus deseos de éxito. Fue gracias a su tío, y sus excéntricas fiestas, que conoció el mundo de las artes, pintores, bailarines, músicos, actores; ella supo que podía llegar a ser como uno de ellos.
Le lloró para que le ayudara a sacarse a su familia de encima, cuando decidió que se dedicaría al teatro. Desde el escenario miraba hacia adelante, satisfecha y segura de lo que el destino le deparaba. Mas no paso mucho tiempo, desde su llegada a la compañía, para ver como sus ambiciones se iban por los suelos.
La llegada de Susanna al grupo de teatro estaba echando por tierra sus sueños, al poco tiempo comenzaron a desplazarla, todos los roles en los que había puesto el ojo, de cada nuevo proyecto que se presentaba, terminaban en manos de esa mujer. Aun así decidió que no se rendiría tan fácilmente ante su rival. Se quedaba hasta más tarde ensayando los textos, los propios y los de ella. Esperando el momento en que tropezara para poder reemplazarla.
Karen comenzó a detestarla con toda su alma, para ella, esa mujer no era más que una cara bonita, y Robert un imbécil que pensaba con su otra cabeza. Había días en que caía en la desesperación, ya que sus intentos parecían fútiles. Y lo que era peor Susana parecía no reconocer su existencia, ni siquiera la miraba como una posible rival. El odio comenzó a consumirla, al punto de obsesionarse con ella, la observaba en secreto, rogando que un rayo la partiera. Soñaba despierta y sonreía con cada crueldad que su mente le prodigaba.
Cierto día la vio acompañando a un joven por los pasillos del teatro, juntos entraron al despacho de Robert. Terrence Grandchester resulto ser todo un prodigio, y pronto se volvió el nuevo favorito de Robert. Karen pensó que quizás si se arrimaba a ese árbol las cosas podrían cambiar, podría hacer uso de él como hiciera con su tío. Pero ni eso resulto tarea fácil, Susanna siempre estaba al lado del joven actor, cosa que la enervaba de sobremanera.
Aun así busco la forma de acercarse a él, si lograba seducirlo, si lo hacía suyo, podía llegar a Robert. Para su sorpresa, y a pesar de desplegar todos sus encantos, él le rechazo, pero al menos podía congraciarse al ver como también rehuía de los encantos de Susana. A pesar de esto no claudicó en su idea de acercarse a él, quizás no le iban las mujeres, ya estaba acostumbrada a estar rodeada de ese tipo de hombres. Cambiando su estrategia, logró establecer un extraño lazo de amistad con Terrence; el tipo resultó ser de su absoluto agrado, ambos tenían una forma de comportarse muy similar, lo que los hizo sentirse cómodos en torno al otro rápidamente, no había necesidad de decoros, ni palabras de buena crianza, podían ser ellos mismos.
- ¿Qué haces aquí Kleise?- dijo Terry interrumpiéndola mientras ensayaba sus líneas.
- ¿Acaso el escenario es tuyo Grandchester?- replicó molesta. - No recuerdo que tuvieras la hegemonía de este. - dijo alzando una ceja.
- Jajajajajaja. ¡Calma, calma!- dijo sonriendo de manera maliciosa. –Te noto estresada Kleise, digo, por tu forma de responder. Quizás te hace falta la compañía de algún hombre… -
- ¿Ahora te crees comediante? - lo miró con odio. - ¿Y tú sombra?- apuntó, buscando con la vista detrás de la espalda de Terry.
- Si te refieres a Susanna, no lo sé, algo dijo que tenía que hacer, la verdad es que no la escuché - dijo encogiéndose de hombros. - ¿Por qué la pregunta? ¿La extrañas acaso?- sonrió nuevamente.
- ¡No seas estúpido! ¿No ves que no la tolero?- se cruzó de brazos haciéndole un desprecio
- ¿Cómo dice el dicho?- decía mientras buscaba la respuesta en los cielos, para luego mirarla de forma burlona - Del odio al amor… jajajajaja- reía con ganas
- ¡No hables sandeces Grandchester!- Karen se puso lívida, de un golpe corrió del escenario buscando una salida.
- ¡INSISTO!- le gritaba Terry mientras su amiga huía. – ¡TE HACE FALTA UN HOMBRE! jajajaja-
“!Imbécil!”
Las palabras de Terry daban vueltas por su cabeza, una y otra vez. Para cuando por fin puso atención al camino, pudo ver que se encontraba en pleno Columbus Circus, frente al Central Park. Había caminado todo Broadway y ni siquiera sintió el cansancio por la larga caminata. Miró a su alrededor buscando su siguiente objetivo.
Entró al primer bar decente que vio, tomando asiento en la barra. Todos le miraban, pero a ella poco le importaba. No tuvo que esperar demasiado para que algún hombre le ofreciera un trago y compañía. El hombre que tenía en frente era guapo, pero hablaba demasiado, después de una hora o más, porque le pareció una eternidad, el tipo hizo su avance.
Karen lo rechazó automáticamente, asustada ante su propia reacción, tomó su bolso y salió nuevamente despavorida, esto no era lo que estaba buscando. Maldecía para sus adentros, maldecía los inoportunos comentarios de su amigo.
Desde que se enfrentó a la pubertad supo que era diferente, ella no anhelaba lo mismo que las muchachas de su edad; una casa, hijos, un marido… Una razón más para buscar el aislamiento, una razón más que la unía a su tío.
“Te noto estresada Kleise”… “Estresada y cansada” pensó.
“… digo, por tu forma de responder. Quizás te hace falta la compañía de algún hombre”
“No precisamente de un hombre” suspiró
Tomó un carruaje buscando su siguiente destino. Si el dinero de los hombres era bueno, por qué no habría serlo el de ella. Tampoco es que supiera dónde tenía que ir, nunca antes lo había intentado. Era una jugada riesgosa, pero sentía que tenía que hacerla. Por primera vez sintió vergüenza.
Karen le dijo al conductor cuál era su siguiente parada, más bien le ordenó que la llevara, mientras le entregaba una buena suma de dinero, no permitiendo ningún tipo de réplica. El hombre, en un comienzo turbado, acepto el pago, volviéndose hacia adelante encogiéndose de hombros.
Karen se mantuvo en silencio todo el camino, nerviosa miraba como se alejaban de parque rumbo hacia el norte, tomándole el peso a la decisión que había tomado, sentía como una electricidad le recorría el cuerpo, haciendo que se encogiera cuando este se detenía en su estómago. El temor y la adrenalina, le turbaban el pensamiento.
- Llegamos. - señalo el conductor
Se bajó en silencio, despachando al conductor con la mano sin mediar palabras. La respiración se volvió rápida, sintiendo como el calor subía por su cuerpo hasta anidarse en su cara, las manos inquietas comenzaron a sudar.
“¡Ya basta!” se dijo buscando gobernar su cuerpo nuevamente. Tomo una fuerte bocanada, llenando sus pulmones de aire y valor. Decidida se dirigió hacia la puerta de la enorme casona...
Continuara.-