Aquí vengo con mi pequeño aporte para el Pelotón Comando de Centinelas.
La verdad es que me tomó de nuevo volver a escribir, hace tiempo que no lo hacía
Me muero de nervios, porque es como si publicara por primera vez.
Y bueno, mejor vamos a lo que vinimos. ¿Verdad? Para que seguir alargando la tortura
¿Listas?
Aquí va
La noche caía lentamente sobre la ciudad cubriendo cada rincón de tinieblas, solo el tenue brillo de las farolas que se encendían una a una impedían que la oscuridad fuera absoluta en las calles.
Sus ojos miraban sin mirar a su alrededor, sintiendo como su alma se hundía con cada latido en la oscuridad, pero para su alma no había farolas que la iluminaran, porque cada vestigio de esperanza se había ido apagando con el pasar del tiempo.
Y ahora, la última llama de esperanza apenas titilaba bajo el peso de la realidad.
Cerró los ojos unos segundos, preguntándose por milésima vez que hacía aquí, si sabía muy bien que era demasiado tarde, pero necesitaba verla una vez más.
La calidez de su mirada volvió a su mente como si la estuviera mirando frente a frente, pero no era cierto, todo estaba muerto, incluso él lo estaba, sobre todo desde que llegó a sus manos aquella noticia.
¿Tal vez solo eran especulaciones?
Y por eso estaba aquí, necesitaba comprobar la veracidad de aquel papel que ahora parecía quemar dentro de su bolsillo y que lo había enviado al infierno en cuanto lo leyó.
Ella se iba a casar.
Con otro
Que no era él.
La odiaba y se odiaba.
Porque a pesar del tiempo transcurrido aun la seguía amando.
La seguía amando como al principio.
La seguía amando a pesar que él no era libre para amar.
Maldijo su vida.
Pero entonces recordó que su vida era lo que era por su propia decisión.
No la eligió a ella, eligió el deber y con eso se condenó de por vida.
Aquella herida aún suturaba pus y sangre cada que recordaba aquel adiós.
Un adiós que aún dolía.
Abrió los ojos sin poder soportar el dolor punzante de la pérdida, y la vio. Pero no estaba sola.
¿Podía un corazón romperse más de lo que ya estaba?
Si, mil veces más. Los pedazos salieron disparados en todas direcciones. Tuvo que llevarse la mano al pecho tratando de detener algunos vestigios que le permitieran seguir viviendo.
Quería increparla, gritarle que era suya. Pero ningún músculo se movió, se había quedado de piedra al ver como ella miraba al extraño que se la estaba llevando para siempre de su lado.
Una vez, hace bastante tiempo ya, ella lo había mirado así.
Pero él la había cambiado, la había perdido.
Volvió a maldecir.
Había viajado tanto para esto.
Debería darle la orden al chofer para salir de ahí. Pero no podía. Sabía que si abría la boca perdería el poco autocontrol que le quedaba.
Volvió a cerrar los ojos tratando de recordar porqué había renunciado a ella, pero todas las razones que le dio su mente no justificó el dolor de su corazón.
Apretó sus puños con furia y abrió los ojos para ver como ella se despedía de aquel hombre y entraba a su casa.
Esperó unos instantes y fuera de toda lógica se encaminó a su puerta, dejando atrás su dignidad y su orgullo para mendigar unos minutos de su adorada presencia.
Tragó seco antes de golpear la puerta, ni siquiera sabía que le iba a decir, pero ahí estaba, parado esperando que la puerta se abriera y poder verla una vez más, tal vez fuera la última vez que podría verla.
- ¿¿Tú?? –dijo ella al borde de un colapso en cuanto abrió la puerta, sin creer a quién estaba viendo.
-Yo –confirmó él, mirándola con profundidad, deleitándose del asombro y el horror que se entremezclaban en su rostro. El tiempo no había pasado para ella, seguía siendo hermosa y ahora parecía serlo aún más.
- ¿Qué haces aquí? –preguntó sin soltar la puerta esperando el menor descuido para cerrarla en su aristocrático rostro.
- ¿No me invitas a pasar? –le sugirió él
- No son horas de visita –argumentó decidida a dar por zanjada aquella inesperada visita.
- He venido desde muy lejos para hablar contigo… -ella creyó escuchar un tono de súplica en sus palabras.
- ¿Y de qué quieres hablar? –preguntó sin soltar la puerta.
Él siempre fue un hombre directo que no se andaba por las ramas, si ella quería hablar en la puerta, en la puerta hablarían.
- Te casas – soltó sin preámbulos.
La acusación en el tono de su voz y el dolor filtrándose por sus profundos ojos le dejó sin pensamientos por varios minutos.
- Que rápido vuelan las noticias –dijo sosteniendo la puerta que era el soporte que le permitía seguir de pie.
Él se limitó a levantar una ceja, otorgándole la razón.
- Me caso – reconoció tratando de erguirse para que no viera como le afectaba el dolor que él transmitía en su mirada.
Abrió la puerta y decidió darle paso, sin estar segura de estar haciendo lo correcto. Sus ojos la miraban con muda súplica.
- ¿Por qué a estas alturas? – preguntó él manteniéndose de pie frente a ella.
- Porque a estas “alturas” – recalcó con ironía – he encontrado el amor que no supe encontrar en nadie.
- Lo encontraste en mí – refutó él.
- Pero mi amor no fue suficiente para ti –contraatacó ella.
- Lo era – admitió él derrotado. Sintiendo todo el peso de su rancio abolengo sobre sus hombros.
- No, nunca lo fue─ agitó la cabeza en señal de negación dando más realce a sus palabras y sus rubios cabellos se agitaron desprendiendo un suave aroma que a él le caló hasta el alma.
- Lo fue –volvió a insistir ─ Siempre lo fue y lo será – reconoció casi en un susurro.
- Te casaste con otra – lo acusó sin piedad.
- Por obligación. – le aclaró sin dejar de mirarla.
- No entiendo a qué viene todo esto –murmuró ella estrujándose las manos visiblemente nerviosa─ ¿No crees que ya es un poco tarde…?
Él no dijo nada, se metió las manos en los bolsillos y dio dos pasos para mirar por la ventana las sombras de la noche.
- Te vi junto a él ─ confesó luego de un momento, sin mirarla.
Ella no supo que contestar y bajó la mirada a sus manos. Dio un gran suspiro antes de volver a levantar el rostro para recorrer con los ojos su espalda. No importaba cuanto tiempo hubiera pasado él seguía emanando ese aire aristocrático que de joven la atrajo como a un imán.
- ¿Lo amas? –preguntó sintiéndose perdido, esperando su respuesta de cara a la ventana.
Ella lo miró con tristeza.
- Por favor, contéstame – le pidió al ver que ella no pronunciaba palabra alguna.
- Esto es de antología – dijo ella– el duque de Grandchester pidiendo algo de favor – ironizó.
- Evades mi pregunta, porque a lo mejor te apena reconocer que las razones por las que te estas casando son mezquinas.
- ¿Qué quieres decir? ─ ella parpadeó sin entender.
- Que te casas por soledad o tal vez por interés, aunque se de buena fuente que no es alguien acaudalado.
- ¿Lo investigaste? ─ preguntó abriendo los ojos con incredulidad.
Él no contestó, solo se limitó a girarse y levantar los hombros.
- ¡Basta ya! ─ agitó la cabeza irritada – No tienes ningún derecho a meterte en mi vida. Y voy a pedirte que te mantengas al margen de todo.
- ¿Por qué te pones a la defensiva?
- Mira Richard, solo te lo diré una vez – se paró erguida frente a él ─ Amo a George con todo mi corazón y me voy a casar con él por amor, y doy gracias a Dios cada día, de que él sea una persona común y corriente que no tenga un título nobiliario ni raíces aristocráticas que le obliguen a elegir entre el amor y el deber. George Johnson es un hombre de bien que me demostró que el amor si existe. Y en cuanto a lo que a ti respecta, duque de Grandchester, ─ le apunto con el dedo ─ quiero que te quede claro que lo único que nos une es Terry, porque el resto está muerto ─ se encaminó a la puerta y la abrió.
Richard Grandchester no dijo nada, se encaminó a la puerta sin dignidad ni orgullo.
-Se feliz Eleonor – le dijo antes de salir─ Se feliz por los dos.
Era muy consciente de todo lo que había dejado por su título, pero eso no lo hacía menos duro. Mientras Eleonor permaneció soltera había una esperanza para ellos…para un nosotros…
Ahora era tarde, demasiado tarde.
Primero que nada gracias por leer
A que no se lo esperaban que fueran ellos estoy segura que pensaron que eran otros ¿a que sí? si yo no lo hubiera escrito, les juro que yo también hubiera pensando que eran los otros .
La verdad, es que al escribir este one-shot, vi la similitud entre las dos historias.
No soy de las que le gusta escribir este tipo de finales pero este es un extra de In Fraganti y para las que lo han leído ya saben quien se queda con quien.
La verdad es que me tomó de nuevo volver a escribir, hace tiempo que no lo hacía
Me muero de nervios, porque es como si publicara por primera vez.
Y bueno, mejor vamos a lo que vinimos. ¿Verdad? Para que seguir alargando la tortura
¿Listas?
Aquí va
TARDE
Por Tita Calderón
Por Tita Calderón
La noche caía lentamente sobre la ciudad cubriendo cada rincón de tinieblas, solo el tenue brillo de las farolas que se encendían una a una impedían que la oscuridad fuera absoluta en las calles.
Sus ojos miraban sin mirar a su alrededor, sintiendo como su alma se hundía con cada latido en la oscuridad, pero para su alma no había farolas que la iluminaran, porque cada vestigio de esperanza se había ido apagando con el pasar del tiempo.
Y ahora, la última llama de esperanza apenas titilaba bajo el peso de la realidad.
Cerró los ojos unos segundos, preguntándose por milésima vez que hacía aquí, si sabía muy bien que era demasiado tarde, pero necesitaba verla una vez más.
La calidez de su mirada volvió a su mente como si la estuviera mirando frente a frente, pero no era cierto, todo estaba muerto, incluso él lo estaba, sobre todo desde que llegó a sus manos aquella noticia.
¿Tal vez solo eran especulaciones?
Y por eso estaba aquí, necesitaba comprobar la veracidad de aquel papel que ahora parecía quemar dentro de su bolsillo y que lo había enviado al infierno en cuanto lo leyó.
Ella se iba a casar.
Con otro
Que no era él.
La odiaba y se odiaba.
Porque a pesar del tiempo transcurrido aun la seguía amando.
La seguía amando como al principio.
La seguía amando a pesar que él no era libre para amar.
Maldijo su vida.
Pero entonces recordó que su vida era lo que era por su propia decisión.
No la eligió a ella, eligió el deber y con eso se condenó de por vida.
Aquella herida aún suturaba pus y sangre cada que recordaba aquel adiós.
Un adiós que aún dolía.
Abrió los ojos sin poder soportar el dolor punzante de la pérdida, y la vio. Pero no estaba sola.
¿Podía un corazón romperse más de lo que ya estaba?
Si, mil veces más. Los pedazos salieron disparados en todas direcciones. Tuvo que llevarse la mano al pecho tratando de detener algunos vestigios que le permitieran seguir viviendo.
Quería increparla, gritarle que era suya. Pero ningún músculo se movió, se había quedado de piedra al ver como ella miraba al extraño que se la estaba llevando para siempre de su lado.
Una vez, hace bastante tiempo ya, ella lo había mirado así.
Pero él la había cambiado, la había perdido.
Volvió a maldecir.
Había viajado tanto para esto.
Debería darle la orden al chofer para salir de ahí. Pero no podía. Sabía que si abría la boca perdería el poco autocontrol que le quedaba.
Volvió a cerrar los ojos tratando de recordar porqué había renunciado a ella, pero todas las razones que le dio su mente no justificó el dolor de su corazón.
Apretó sus puños con furia y abrió los ojos para ver como ella se despedía de aquel hombre y entraba a su casa.
Esperó unos instantes y fuera de toda lógica se encaminó a su puerta, dejando atrás su dignidad y su orgullo para mendigar unos minutos de su adorada presencia.
Tragó seco antes de golpear la puerta, ni siquiera sabía que le iba a decir, pero ahí estaba, parado esperando que la puerta se abriera y poder verla una vez más, tal vez fuera la última vez que podría verla.
- ¿¿Tú?? –dijo ella al borde de un colapso en cuanto abrió la puerta, sin creer a quién estaba viendo.
-Yo –confirmó él, mirándola con profundidad, deleitándose del asombro y el horror que se entremezclaban en su rostro. El tiempo no había pasado para ella, seguía siendo hermosa y ahora parecía serlo aún más.
- ¿Qué haces aquí? –preguntó sin soltar la puerta esperando el menor descuido para cerrarla en su aristocrático rostro.
- ¿No me invitas a pasar? –le sugirió él
- No son horas de visita –argumentó decidida a dar por zanjada aquella inesperada visita.
- He venido desde muy lejos para hablar contigo… -ella creyó escuchar un tono de súplica en sus palabras.
- ¿Y de qué quieres hablar? –preguntó sin soltar la puerta.
Él siempre fue un hombre directo que no se andaba por las ramas, si ella quería hablar en la puerta, en la puerta hablarían.
- Te casas – soltó sin preámbulos.
La acusación en el tono de su voz y el dolor filtrándose por sus profundos ojos le dejó sin pensamientos por varios minutos.
- Que rápido vuelan las noticias –dijo sosteniendo la puerta que era el soporte que le permitía seguir de pie.
Él se limitó a levantar una ceja, otorgándole la razón.
- Me caso – reconoció tratando de erguirse para que no viera como le afectaba el dolor que él transmitía en su mirada.
Abrió la puerta y decidió darle paso, sin estar segura de estar haciendo lo correcto. Sus ojos la miraban con muda súplica.
- ¿Por qué a estas alturas? – preguntó él manteniéndose de pie frente a ella.
- Porque a estas “alturas” – recalcó con ironía – he encontrado el amor que no supe encontrar en nadie.
- Lo encontraste en mí – refutó él.
- Pero mi amor no fue suficiente para ti –contraatacó ella.
- Lo era – admitió él derrotado. Sintiendo todo el peso de su rancio abolengo sobre sus hombros.
- No, nunca lo fue─ agitó la cabeza en señal de negación dando más realce a sus palabras y sus rubios cabellos se agitaron desprendiendo un suave aroma que a él le caló hasta el alma.
- Lo fue –volvió a insistir ─ Siempre lo fue y lo será – reconoció casi en un susurro.
- Te casaste con otra – lo acusó sin piedad.
- Por obligación. – le aclaró sin dejar de mirarla.
- No entiendo a qué viene todo esto –murmuró ella estrujándose las manos visiblemente nerviosa─ ¿No crees que ya es un poco tarde…?
Él no dijo nada, se metió las manos en los bolsillos y dio dos pasos para mirar por la ventana las sombras de la noche.
- Te vi junto a él ─ confesó luego de un momento, sin mirarla.
Ella no supo que contestar y bajó la mirada a sus manos. Dio un gran suspiro antes de volver a levantar el rostro para recorrer con los ojos su espalda. No importaba cuanto tiempo hubiera pasado él seguía emanando ese aire aristocrático que de joven la atrajo como a un imán.
- ¿Lo amas? –preguntó sintiéndose perdido, esperando su respuesta de cara a la ventana.
Ella lo miró con tristeza.
- Por favor, contéstame – le pidió al ver que ella no pronunciaba palabra alguna.
- Esto es de antología – dijo ella– el duque de Grandchester pidiendo algo de favor – ironizó.
- Evades mi pregunta, porque a lo mejor te apena reconocer que las razones por las que te estas casando son mezquinas.
- ¿Qué quieres decir? ─ ella parpadeó sin entender.
- Que te casas por soledad o tal vez por interés, aunque se de buena fuente que no es alguien acaudalado.
- ¿Lo investigaste? ─ preguntó abriendo los ojos con incredulidad.
Él no contestó, solo se limitó a girarse y levantar los hombros.
- ¡Basta ya! ─ agitó la cabeza irritada – No tienes ningún derecho a meterte en mi vida. Y voy a pedirte que te mantengas al margen de todo.
- ¿Por qué te pones a la defensiva?
- Mira Richard, solo te lo diré una vez – se paró erguida frente a él ─ Amo a George con todo mi corazón y me voy a casar con él por amor, y doy gracias a Dios cada día, de que él sea una persona común y corriente que no tenga un título nobiliario ni raíces aristocráticas que le obliguen a elegir entre el amor y el deber. George Johnson es un hombre de bien que me demostró que el amor si existe. Y en cuanto a lo que a ti respecta, duque de Grandchester, ─ le apunto con el dedo ─ quiero que te quede claro que lo único que nos une es Terry, porque el resto está muerto ─ se encaminó a la puerta y la abrió.
Richard Grandchester no dijo nada, se encaminó a la puerta sin dignidad ni orgullo.
-Se feliz Eleonor – le dijo antes de salir─ Se feliz por los dos.
Era muy consciente de todo lo que había dejado por su título, pero eso no lo hacía menos duro. Mientras Eleonor permaneció soltera había una esperanza para ellos…para un nosotros…
Ahora era tarde, demasiado tarde.
Primero que nada gracias por leer
A que no se lo esperaban que fueran ellos estoy segura que pensaron que eran otros ¿a que sí? si yo no lo hubiera escrito, les juro que yo también hubiera pensando que eran los otros .
La verdad, es que al escribir este one-shot, vi la similitud entre las dos historias.
No soy de las que le gusta escribir este tipo de finales pero este es un extra de In Fraganti y para las que lo han leído ya saben quien se queda con quien.
Última edición por Tita**SCFA de Centinelas el Miér Abr 18, 2018 9:30 am, editado 1 vez