Bonne journée beaux combattants!! (¡Buen día hermosas combatientes!), en este segundo año que las Amazonas de Terry participamos en la Guerra Florida, queremos felicitar a las creadoras y administradoras de este hermoso Foro Rosa en su 20 aniversario. Merci! (¡Gracias!) Por darnos este espacio donde el amor por la hermosa serie que nos marcó a todas sigue vigente y creciendo cada día. Félicitations! (¡Felicidades!) Y que sean muchos años más
Y, sin más preámbulos, así aterrizamos las Amazonas por aquí en este 2019
Terry se acomodó en el enorme asiento del Bombardier Global 7000, exclusivo jet privado proporcionado por la Fundación Kido para sus traslados, junto con su equipo de guardianas; por supuesto esto fue por auspicio directo de Saori, una de las fans más acérrimas del marqués.
Finalmente, ¡alabados fueran los dioses! Habían logrado despegar a tiempo según el itinerario del actor, que no dejaba de dar la lata con el asunto ese de la puntualidad y orden en sus citas, a pesar de los repetidos ojos en blanco de las Amazonas; que se preocupaban bien poco, por cierto.
El bello castaño suspiró de alivio y miró su Rolex, satisfecho.
- Milagrosamente, estamos en tiempo justo – enarcó una ceja y tomó un sorbo de su vaso de whisky con hielos.
- ¿Ves my english muffin? – dijo Marcela sentándose despreocupadamente en el asiento al lado del marqués, al otro lado del espacioso pasillo del lujoso jet. – Deberías confiar más en tus amazonas – le guiñó un ojo y sacudió las manos, moviendo sus energías y tomando una respiración profunda.
- Ni te desgastes mia cara – la italiana voz se dirigió a la Gitana - Más de un año protegiéndolo y todavía no se acostumbra a nuestro estilo – apuntó quedamente la dulce Maia, que revisaba como de costumbre su inseparable celular ultra mega sofisticado; checando el itinerario y ruta de vuelo, el clima y hasta la configuración de la estación espacial internacional X-D. De todos modos no desaprovechó la oportunidad y le lanzó un besito a su Liath, acompañado de un coqueto guiño de ojo.
- Los caballeros ingleses jamás llegamos tarde a ningún lado – se defendió el ojiazul – Ya deberían de saberlo ustedes, trío de irrespetuosas de las buenas costumbres – dijo Grandchester, con una sonrisa por demás traviesa y al mismo tiempo mirando con extrañeza a su Bruja.
La francesa estaba sentada en el cómodo sillón frente a él, aparentemente ignorándolo alegremente con la cabeza metida en un libro, del cual no despegaba los ojos y que la tenía increíblemente seria, con mirada por demás intensa. Terrence se extrañó, pero decidió que disfrutaría de esa inusual calma de la amazona del hielo y prefirió no interrumpirla de su, al parecer, apasionante lectura. A juzgar por las caras que hacía y cómo abría la boca asombrada para luego morderse un labio con ojos de borrego a medio morir… sí, mejor que no la interrumpía.
Pasaron un buen rato en tranquilo silencio todos, cada uno en sus propias ocupaciones. Maia había dejado su celular y ahora estaba de lo más feliz leyendo un libro con tapas sospechosamente parecidas a las del libro de la Letellier, y con expresiones también sospechosamente similares a las de la ojiverde; Terrence escuchaba música en su celular, relajado y mirando por la ventanilla, sumido en profundos pensamientos sobre si este año también sus amazonas lo meterían en líos en la Guerra Florida, o le darían tremendos sustos como la vez anterior.
De pronto Marcela, que estaba en una especie de trance en charla interna con sus espíritus, se enderezó cual si le hubiesen dado un soberano zape; con los grises ojos muy abiertos y poniéndose tiesa de pies a cabeza.
- ¡¿Qué estáis diciendo?! ¡Hablen de uno en uno por los dioses!– Espetó, alterada y colocando los dedos en sus sienes - ¿Estáis seguros? – cuestionó con urgencia a sus voces.
Esto alertó al resto de los pasajeros, aunque tanto Moretti como Andreia ya estaban atentas a las fluctuaciones que percibieron en las corrientes energéticas del cosmo, ambas habiendo dejado tiradas sus respectivas lecturas.
La morena afiló los sentidos y su mirada, atenta a cualquier posible ataque externo y repentino; mientras se dejaba sentir un bajón de temperatura, cortesía de la castaña, que ya estaba plantada firmemente de pie a menos de medio metro de Terry; quien, por supuesto, se inquietó ante la sorpresiva actividad de sus chicas.
- Casi temo preguntar qué sucede – alcanzó a acotar antes de que una violenta turbulencia hiciera presa del vehículo en que viajaban y le hiciera pegar un bote de 15 centímetros de su mullido asiento y agarrarse de los descansabrazos como si en ello le fuera la vida.
Conste que no era de miedo, pero es que no le apetecía rebotar como pelota por todo el sitio.
La sacudida no logró desbalancear a las amazonas; pero sí que dejó sorprendido a morir a Terrence, pues un segundo después, se sintió una especie de frenada mortal del jet para luego quedar totalmente inmóvil. Eso sí que lanzó a la Letellier casi hasta la cabina de control de la aeronave, al menos atinó a caer medio decentemente X-D y de un salto volvió a su posición, es decir, pegada del castaño.
Antes de que el hermoso británico pudiese cuestionar ahora sí a las mujeres, las tres encendieron sus cosmos a plena potencia, iluminando el espacio en tonos morados, azules y verdes, con sus cabelleras meciéndose por la fuerza de sus energías. Instantes después se dejó ver una intensa luz de tonos indefinidos y mezclados que irrumpía en la cabina de pasajeros del avión, como en un caleidoscopio enorme. Luz tan intensa que Terry tuvo que cubrir sus bellísimos ojos con el brazo. Luego sintió una fuerte succión que lo arrastraba sin poder evitarlo, pero entonces una mano enguantada lo sujetó del brazo con tanta fuerza, que se le cortaba la circulación.
El torbellino los jaló a él y a la amazona del hielo que lo cubría con su propio cuerpo y cosmo, arrastrándolos hacia la potente luz. Cuando el movimiento cesó, se dio cuenta de que ya no estaban en la cómoda estancia del jet, sino en un extraño sitio en el que no parecía haber nada en absoluto; todo era incoloro y sin movimiento, era como una enorme nada… Estaba mareado, no escuchaba bien por el aturdimiento y parpadeó para lograr enfocar luego de la sacudida mortal que se llevó.
La escena era surrealista. Frente a él y sus chicas, estaba un sujeto muy alto, de facciones juveniles pero con blanco y largo cabello lacio; atlético y con porte absolutamente arrogante, emanando ondas de cosmo pulsante dorado y blanco que parecía poder aplastarte como un mazazo de proporciones épicas. Llevaba una armadura color oro viejo con incrustaciones y ornamentos simulando engranes de relojes antiguos. En su espalda se asomaban las empuñaduras también como engranes, de dos espadas cruzándola. El tipo, que era de piel pálida y ojos dorados con la profundidad de eones de vida, los miraba a los cuatro cual si fuesen gusanos. Su mano izquierda sujetaba una especie de guadaña, de cuya hoja, en la punta, pendía otro engranaje de reloj.
Terry enarcó las cejas, él no era un guerrero entrenado, pero seguro que podía sentir esa energía enorme proveniente del fulano ese.
- Saludos, amazonas de Athena – una voz atemporal y profunda como el universo se dirigió a las tres chicas.
Las luces de colores de las tres incrementaron su intensidad como respuesta, mientras Moretti siseaba, sin despegarle la vista al recién aparecido, ni a los cuatro guerreros que lo acompañaban.
- Chronos – susurró Maia, en posición de ataque.
Terry elevó las cejas hasta que casi se le despegaban de la frente ¿Este era el mentado dios del tiempo que traía fritas a sus guardianas? “Son of a…” (Hijo de…)
- Pensé que se vería como un anciano decrépito – soltó Terry un tanto burlón. Sin ápice de temor en su aterciopelada voz.
Inevitablemente, Andreia, que era quien estaba más cerca de él, soltó una risa sin poder contenerse… Seguida de Marcela y finalmente Maia, que tampoco evitó una risita divertida.
- ¿Qué has dicho, tú, humano insignificante? – gruñó uno de los guerreros, tratando de evitar que todos notaran la cómica expresión de ofensa divina del muy enojado dios primigenio del tiempo.
Terry, a quien le importaba dos cacahuates que el fulano ese fuese un dios griego ultra poderoso; mostró un brillo malicioso en sus maravillosos zafiros.
- Me disculpo por el error – hizo una reverencia burlona – No debí ‘pensar’ eso, porque en realidad sí ES un anciano decrépito en la crisis de los ¿qué? ¿13 mil millones de años? – mostró su sonrisa ladeada más divertida cruzando los brazos.
Las amazonas primero abrieron los ojos a todo lo que les daban y se prepararon para los ataques histéricos de su enemigo mortal y luego tuvieron que apretar los labios para contener la sonora carcajada.
En el mundo de Athena y familia, todos sabían de la legendaria y delicada sensibilidad de Chronos respecto a su edad y apariencia.
- ¡Humano insolente! – tronó otro de los esbirros, lanzando un ataque que pretendía acelerar el envejecimiento celular del objetivo, o séase Terry.
- Ice mirror! (Espejo de hielo) – gritó Andreia creando en menos de un segundo un gran espejo y protegiendo con ello a su adorado Liath.
El ataque fue repelido y devuelto al guerrero, que no alcanzó ni a parpadear cuando quedó convertido en un anciano tambaleante, con su propio ataque.
- ¡Cómete eso! – se burló la rumana; divertida y enojada a partes iguales.
- Uno in meno (uno menos) – sonrió la cazadora de serpientes.
Los otros tres guerreros que quedaban se prepararon para defender el honor de su dios y su compañero; pero Chronos, con cara de aburrido, los detuvo interponiendo en sus trayectorias su guadaña del tiempo; y revirtiendo los efectos del que quedó tirado todo viejito.
- Entréguenme al humano y no saldrá lastimado. De lo contrario se quedarán todos en este espacio sin tiempo, indefinidamente – Anunció el dios, con calma.
- ¡Hasta crees! – soltó la Luna de inmediato – su cosmo fluctuaba al tiempo que se veían siluetas traslúcidas a su alrededor, susurrándole toda clase de coloridas frases para que le dijera al tipo.
- ¿Por qué haríamos tal cosa? – cuestionó la italiana, que analizaba rápidamente la situación.
Cuatro guerreros, ellas eran dos para pelear directamente; Andreia no debía despegarse de su Liath, así que ella sólo atacaría moderadamente, su prioridad era Terrence. Debían utilizar toda su velocidad y poder y al mismo tiempo averiguar cómo salir de ese sitio.
- Porque ustedes son guerreras de Athena, es a ella a quien deben su lealtad y devoción y no a este insolente y malcriado mocoso – hasta eso, sí les explicó. – Y por cierto, por cada media hora transcurrida en este plano, en su realidad pasa un día entero. – Agregó, con sonrisa siniestra.
Él sabía que iban de camino a la mentada Guerra Florida, que era muy importantisimísima para el mozalbete humano y para ellas; así que disfrutaba a lo grande arruinándoles los planes. No contaba con la reacción de las amazonas.
Las tres rodaron los ojos y casi dejaban caer la cabeza en gesto dramático.
- Par Athena! (¡Por Athena!) ¿Sigues con eso? – la ojiverde habló, aburrida – por enésima vez, ELLA nos asignó esta misión – cruzó los brazos, sin apagar su cosmo obvio. – Ya sabemos por qué haces esto, así que ahórranos el drama griego y déjanos ir. Nos aburrimos aquí. – Arqueó la ceja.
- O si no ¿qué? – alegó fiero uno de los guerreros, recibiendo de volada un fregadazo en toda la cabeza con la guadaña, que le sacó lagrimitas y le dejó un bonito chichón, por metiche.
- O si no ¿Qué? – repitió la pregunta Chronos.
Todos pusieron los ojos en blanco.
- O nos veremos en la ‘penosa’ necesidad de publicar en tooodas las redes sociales del Olimpo ese vídeo que tenemos donde se ve que duermes abrazado a un osito de peluche – fue la maliciosa respuesta de la Amazona del Veneno. – Hades y Ares lo van a amar – agregó, con una sonrisa diabólica la “dulce” amazona.
El dios abrió los ojos grandes, preguntándose cómo diantres estas mujeres tenían ese vídeo ultrasecreto. El pobre no tenía idea de que Maia era un as en la informática. Pero de todos modos no tenía ganas ya de seguir hablando con las tipas estas.
Terry obvio, estaba de lo más divertido. Y es que claro, lo negaba rotundamente, pero sí que confiaba al 100% en sus guardianas, y no dudaba de que saldrían de ahí, por las buenas, por peleas o porque hartaran al tal Chronos con sus parloteos y diabluras. Se acercó a su Bruja y le habló al oído, discretamente
- Luego me pasan ese vídeo – le pidió.
La chica soltó una risilla y le guiñó un ojo, asintiendo.
Por unos momentos, u horas, vete tú a saber, todo se quedó quieto; todos mirándose y analizándose… salían rayos por los ojos de todos, se escuchaban gruñidos, pero nadie movía un pelo. Las Amazonas no atacaban, tampoco los guerreros de Chronos; el dios estaba de pie en toda su majestad esperando que sus esbirros empezaran su chamba. Ninguno hizo amago de hacerlo.
Una gran gota resbaló por la parte trasera del dios del tiempo cuando se dio cuenta de que Grandchester iba y se sentaba en el piso y fingía quedarse dormido de aburrimiento.
- ¿Qué esperan idiotas? ¡Tráiganme a ese insecto! – bramó el de pelos blancos, furibundo.
Los cuatro monos saltaron sobre sus botas y se cuadraron cual militares, lanzándose luego al ataque.
Andreia desplegó alrededor de Terrence su impenetrable Ice Shield (Escudo de hielo), para evitar que el divino británico recibiera el más mínimo rasguño y luego desató su Winter Storm (Tormenta invernal), impidiendo así que nadie se acercara a su precioso protegido; al tiempo que congelaba al esbirro más cercano, dejándolo con expresión bastante cómica en la cara por la sorpresa.
Rayos negros y morados salían de las manos de los otros tres tratando de alcanzar a las chicas, sin mucho éxito. Maia lanzó su Inferno (Infierno) a uno y de una vez 6 de los toques de su brutal Zanna Mortale (Colmillo mortal) al otro; no estaban para seguir perdiendo el tiempo.
Marcela por su parte, siguiendo las voces de sus espíritus y su guía, lanzó sin dudas al restante su Lament de infernal (Lamento infernal)… y se divirtió a lo grande viéndolo retorcerse envuelto en su bruma verde brillante.
Los tipos no eran rivales para las Amazonas de Terry, que no se habían siquiera despeinado para deshacerse de esos cuatro.
Chronos rodó los ojos…
- Inútiles, ¿tengo que hacerlo todo yo? – dejó caer los hombros, todo drama King. – Todo yo, todo yo. – refunfuño cual adolescente a la que su madre ordena limpiar la cocina.
Maia, Marcela y Andreia se prepararon, el dios atacaría personalmente.
Las tres desplegaron sus técnicas defensivas a toda caña, pero aun así fueron arrastradas hacia atrás por el poder devastador de Chronos… ellas formaron un escudo humano alrededor de Terry, que ya estaba de pie y preparado para pelear si era necesario. No, no era rival para un dios, pero ni de chiste se quedaría al lado como un nene inútil.
- No se resistan y entréguenmelo de una vez – insistió la divinidad.
- Sobre nuestro cadáver – respondió Maia mostrando los dientes y acomodándose el cabello luego del revolcón que el cosmo del fulanito les puso.
- Nostru este de ciocolată delicioasă! (¡es nuestro chocolate delicioso!) – completó la Gitana.
- ¡Dejen de babear por ese mocoso! – rugió Chronos, todo berrinche mode – Él no es nadie, ¿por qué todas enloquecen por él? – lloriqueó cual nenita de ocho años. Sólo le faltaba patear el piso.
- Qu'est-ce qui n'est pas évident? (¿Qué no es obvio?) – espetó la francesa, rodando los ojos, toda obviedades ella – Míralo nada más – le dirigió una mirada totalmente embobada al castaño, que no sabía si preocuparse o sentirse halagado.
Decidió lo último. Sí, arrogancia a toda potencia.
Al dios le cayó todavía más como patada a su divino hígado ver a Terrence en toda su majestuosa elegancia y belleza, no podía soportar que no solamente estas guerreras dieran su vida por él, sino que la mitad del mismísimo Olimpo estaba comiendo de su mano…
Chronos odiaba, ODIABA con toda su alma inmortal que no le prestaran la atención a él y dedicaran todo el tiempo al muchachito este. Los humanos debían su devoción a los dioses, sobre todo a ÉL en estos tiempos modernos (los tenía esclavizados a todos ), no a actorcitos. Si hasta su preciosa Clío tiraba baba por él. Nop… no le gustaba ni un poquito.
Lanzó un nuevo golpe de cosmo que volvió a mandar por los aires a las amazonas, con todo y su adoradísimo Terry. Yendo a aterrizar sin mucha elegancia unas cuantas decenas de metros más allá.
Por supuesto eso no se iba a quedar así, las tres mujeres se levantaron de un salto y volvieron a rodear al actor, envolviéndolo en sus cosmos y preparándose para atacar.
De pronto, una cálida luz rosácea apareció de la nada, sintiéndose también la dulzura de la brisa de primavera… De entre los destellos surgieron varias siluetas femeninas, desdibujadas al principio; luego más nítidas.
Envueltas en bellas, delicadas y sensuales túnicas color marfil, cuatro hermosas mujeres se plantaron entre el dios y las sacudidas pero decididas amazonas.
Calíope, Musa de la elocuencia y la poesía épica; Clío, Musa de la historia; Melpómene, Musa de la tragedia (por supuesto la más enamorada de Terrence, ella no iba a faltar ni loca) y Talía, Musa de la comedia, llegaron repentinamente; salidas de sabrá Zeus dónde.
Todos abrieron mucho los ojos, ¿Qué carambas hacían ellas ahí? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?... bien, el ‘cuándo’ como que no entraba, pero la idea era esa.
Clío de inmediato dio un paso al frente, mirando con dureza al dios. Ella sabía que era su crush, en especial después de que Ananké decidiera que ya no lo aguantaba y lo había dejado con tres palmos de narices, había recogido sus trastos y se había largado de vacaciones de él. Permanentes.
- Mi bella musa… - automáticamente el sujeto le bajó tres rayitas a sus efectos de luces multicolores y furia.
Vamos, parecía un cachorrito frente a su dueña.
Las cuatro bellísimas mujeres AMABAN a Terry, bueno las nueve musas lo adoraban, pero en este momento las otras cinco andaban algo ocupadas y por eso nada más fueron cuatro. Y no estaban ni un poco contentas con que el señor este, estuviese dándoles la lata a él y a sus guardianas, con quienes se llevaban a las mil maravillas, por cierto. Eran “rete” amigas de las tres.
- ¿Qué cree que hace mi señor? – preguntó con su voz de murmullo de arroyo la Musa de la historia; sabiendo el poder que ejercía sobre el dios de las Edades.
Las otras tres se acercaron a los zarandeados Terrence y guardianas para ver que estuviesen bien; luego de sacudirles amablemente y dejarlos solos, se fueron a ayudar a su hermana a entretener al envidioso Chronos.
Maia ni tarda ni perezosa sacó su celular (sepa Athena de dónde y cómo es que no sufrió ni un solo rayón, pero bueno) y rápidamente analizó el plano de espacio-no-tiempo en que se encontraban, localizando una ruptura atemporal de la dimensión, por donde podrían escapar.
De inmediato les comunicó su hallazgo a sus compañeras y Liath, que no lidiaba bien con el hecho de ser dejado de lado de los planes de sus chicas.
- Podemos escapar por aquí – les mostró la pantalla, moviendo velozmente los dedos para enseñarles el punto exacto a las otras dos – sin embargo su ceño no se relajaba, como cuando no encontraba fácilmente la solución a cualquier problema que se les presentara.
- Mais quoi? Qu'est-ce qui’il passe, chérie? (¿Pero? ¿Qué sucede querida?) – cuestionó Letellier, que la conocía bien.
- La ruptura es muy pequeña, necesitamos ensancharla para que pueda pasar el jet sin tanto problema – espió a su lado, donde Chronos seguía fascinado con la atención que las musas le daban. Bien facilona que resultó el fulano. – E bisogna evitare che l'urlatore di Chronos segua con le sue stizze (Y hay que evitar que el chillón de Chronos siga con sus berrinches). Yyyy… hay que movernos muy rápido. -
- Lo primero dejádmelo a mí y a mis espíritus– afirmó Marcela, decidida.
La pelirroja cerró los ojos, invocando a sus eternos compañeros para que desde su dimensión, ayudaran con su poder ancestral a ensanchar la brecha encontrada por la morena; no encendió su cosmo para no atraer la atención del dios del tiempo, por ello se apoyó totalmente en sus espíritus y elevó una oración a Athena, que respondió de inmediato envolviendo con su poder a la gitana, quien con ojos apretados, el poder de sus ancestros y toda su propia fuerza empática, logró ampliar lo suficiente el agujero de ese plano temporal.
- Perffeto mia cara (perfecto querida), sigue así y vamos todos al avión, ¡ahora! – indicó Moretti, ayudando a sostenerse a la gitana, y luego a correr para escapar.
Todas se movieron usando su velocidad amazónica, es que la cosa no era para menos; la francesa arrastró de una mano a Terry al avión metiéndolo dentro sin mucha ceremonia, pasándose por el arco del triunfo los berrinches y protestas del bellísimo marqués por ser mangoneado de ese modo, después fue a sentarse en el asiento del copiloto.
- Bruja… ¿qué crees que haces? – preguntó Liath todo zarandeado y medio asustado de verla presionar botones y encender switches velozmente en la cabina de mando y colocarse los audífonos.
- Sacarnos de aquí, évidemment (evidentemente) – respondió ella, otra vez toda obviedades y verificando los controles del tablero.
- ¡Pero tenemos piloto! – debatió el bello ojiazul, que no estaba nada seguro de que la ojiverde supiera lo que hacía y buscando con la mirada al susodicho.
Lo encontró en su respectivo lugar, con su cinturón de seguridad bien ajustado, sus instrumentos de trabajo aún colocados en su sito, y con la cabeza colgando sobre su hombro derecho.
- Está fuera de combate – le explicó su Nerd, al tiempo que ayudaba a una agotada Marcela a acomodarse en un espacioso asiento.
- ¡Pues despiértenlo! – exigió Terry todo crispado al darse cuenta de que la aeronave empezaba a moverse.
- No se puede – Moretti se encogió de hombros, terminando de sentar a la Luna, que seguía en trance y había agotado ya casi toda su energía – está bajo los efectos de una técnica de Kalos – volvió a explicar, tan quitada de la pena.
Andreia ni se molestó en gastar saliva, empuñó con firmeza el mando del carísimo cacharro y empujó decidida, haciendo que ganara velocidad rápidamente para despegar y lanzarse como alma que lleva Hades a la apertura localizada por Maia y ensanchada por la pelirroja.
- Accrochez-vous (Sujétense). La ruptura se está cerrando y esto se va a poner intenso – avisó toda controlada terminando de fijar los parámetros del vuelo y sin rastro de estrés alguno en su voz.
Contrastando con la tranquilidad de la Letellier, Liath, que sentía la boca toda seca, abrió mucho los ojos y se aferró de la amazona del veneno, quien se había sentado alegremente a su lado cubriendo el puesto de su amiga francesa; se abrazó a ella con fuerza y Maia sonrió encantada de la vida, aprovechando para apretar su agarre de la cintura de Terry y pegándose toda a él. Que conste que él la abrazó primero.
- ¡Ah por Athena guardad silencio de una condenada vez y no soltéis el hechizo dimensional! – les ordenaba la rumana a sus espíritus, que sin duda estaban bastante entretenidos con la situación – Y no, no estoy asustada. ¡Dejad de reíros y concentraos! – manoteaba frenética, haciendo que todas sus pulseras tintinearan felizmente.
- Diables! (¡diablos!) – siseó la amazona del hielo con el primer asomo de emoción, al ver que el espacio por donde iban a escapar se hacía más angosto rápidamente.
Empujó más el volante para ganar mayor velocidad y en ese momento extrañó el poder del trueno de Luana, que hubiese dado un montón de impulso al aparato del demonio; como con el Aston Martin del año pasado. Ni modo, era lo que había ahora.
Telegrafió una plegaria solicitando ayuda a Athena y a Zeus y vía cosmo mandó apoyo a la gitana, para que sus espíritus y ella sostuvieran un poco más la presión en el agujero y lograran atravesarlo enteros.
Al alcanzarlo, realizó una arriesgada maniobra y el jet dio un viraje intempestivo y mortal para el que estaba perfectamente segura que no había sido diseñado, quedando con las alas en vertical para poder pasar a toda velocidad por la abertura que se cerraba y haciendo que a sus compañeras y a Terry, se les pusieran los pelos de punta por el espeluznante giro.
La atravesaron por un pelo de rana calva justo cuando se terminaba de cerrar.
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…
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Chronos era un dios feliz en esos instantes. Era el centro de atención de las musas, que lo mimaban muy solícitas.
Melpómene recitaba un trozo de Hamlet, Calíope susurraba una bella poesía, Talía le peinaba el cabello en una trenza y su favorita Clío estaba a su lado tomada de su brazo y con la cabeza recargada en el mismo, trazando lentos dibujos en su mano con la yema de los dedos. ¿Podía acaso una divinidad como él pedir algo más en su existencia? Pensó todo complacido.
Estaba tan entretenido y contento que se olvidó por completo de sus rehenes y negras intenciones para con ellos. Acostumbrado a tener y controlar todo el tiempo del universo, poco y nada le importaba estar dejándolo pasar; total lo podía controlar a voluntad. Estaba muy concentrado en las cosas que hacían las chicas y en esas suaves caricias en su manita.
Hasta que sintió una ondulación en la barrera dimensional del plano en el que se encontraban y le cayó el veinte.
Las amazonas se le habían escapado con todo y su actorcito dichoso. En sus divinas narices.
Se sacudió de encima a Clío y Talía de un solo manotazo y encendió su cosmo, con los ojos dorados lanzando chispas de furia y su cabello blanco ondeando magnífico a su alrededor. Trenzado. Empuñó la mano derecha y… recibió un reverendo sopapo de parte de Clío para acomodarle las ideas, apagando de sopetón los efectos especiales.
Aunque fuera difícil de creer, la mujer tenía tremenda fuerza. Los ojitos de Chronos se llenaron de lagrimitas.
- ¿Por qué hiciste eso? – gimoteó el consentido griego
- No es bueno tener tan mal carácter mi señor – le respondió ella con dulzura, y una sonrisa demoniaca que le provocó escalofríos a él.
- ¿Acaso pensaba ir en busca del bello Marqués de Grandchester y sus amazonas? – cuestionó Melpómene, cruzando los brazos y mirándolo como una madre mira a su pequeño al cacharlo a punto de hacer una diablura.
Chronos apretó la mandíbula, estaba enojado y empecinado en detener a esos cuatro; pero si hacía sentir mal de cualquier mínima forma a las Musas por haberles ayudado, se acarrearía un buen lío con Febo, en consecuencia con Artemisa y Athena, que equivalía a un lío de proporciones divinas con Zeus… se frotó el puente de la nariz. ¿Qué carambas tenía que hacer un dios primigenio como él para obtener un poco de obediencia de esas necias amazonas de Athena?
La respuesta era tan simple que él no la veía.
- Déjelas cumplir en paz su misión mi señor –
Calíope se le acercó, y, usando todas sus dotes en la elocuencia, le soltó un discursito acerca de la libertad de albedrío, del respeto por las órdenes de la diosa de ojos garzos, que si no las molestaba seguramente las chicas lo tomarían más en serio, y bla, bla, bla.
Le importó un pepino al tipo, él quería que se hiciera su divinísima voluntad. Punto. Sí que era un dios MUY mimado.
Las cuatro musas se miraron entre sí, había que sacar la artillería pesada. Talía fue la encargada de lanzarla.
- Mi señor don Chronos – empezó ella, toda divertida – Mejor déjelo por la paz, en serio. Y de paso deje que los chicos regresen a su dimensión justo en el mismo tiempo en que los secuestró y los trajo acá. Se va a arrugar si sigue haciendo berrinches, y se le pondrá blanco el cabello… Oh cierto, ya lo tiene blanco ¡ji, ji! – El dios le lanzó una mirada de toro necio. Ella suspiró, fingiéndose resignada, no les dejaba más opción - ¿Recuerda el vídeo ese todo bonito del osito de peluche? – preguntó, examinándose atentamente la manicura de su mano izquierda. Él tensó los hombros – Pues nosotras lo tenemos completito, si sabe a lo que me refiero. – Extendió el brazo para admirar mejor sus perfectamente arregladas uñas.
Fue el turno de la Musa de la Comedia de sonreír diabólicamente…
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…
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El estómago de los pasajeros del lujoso Global 7000 dio tres vueltas en su barriga antes de volver a su sitio cuando la aeronave recuperó la posición horizontal, la ya de por sí blanca piel de Terry se puso del color de la cera y el alma se le escapaba por la boca.
- Bullshit! – graznó el pobre Liath todo afónico - ¿Qué diablos fue eso? – los sedosos y castaños mechones de su cabello apuntaban en todas direcciones, y, aun así, se veía divino. - ¿Y desde cuándo sabes pilotear aviones Bruja? – quiso saber, como si eso fuese de vida o muerte.
- Desde que recibí entrenamiento con los Spetsnaz mon amour – fue su corta explicación.
Él hizo un leve asentimiento, como diciéndose a sí mismo que no estaba mal.
La hermosa pelirroja estaba quitándose las largas hebras encendidas de su cabello del rostro y recuperando el aliento. Hizo el ademán de sacudirse polvo imaginario de encima y miró al techo…
- Seguid, seguid riéndoos; ya veréis luego mi desquite – les gruñó a sus espíritus – Pero agradezco infinitamente vuestra ayuda – hizo una leve venia con la cabeza; se mareó.
- Oh sagrada diosa Athena, grazie mille (muchas gracias) – murmuró la Capitana Moretti al darse cuenta de que habían escapado por los pelos. Eso sí, sin soltar el férreo abrazo del suo cuore (de su corazón).
- Ne chantons pas de victoire (No cantemos victoria) – la Bruja dijo esto con frialdad – Escapamos de esa dimensión, pero el bebé llorón de Chronos todavía puede venir tras nosotros. – Dicho esto giró el mando del jet para dar la vuelta y dirigirse a su destino original. Revisó fecha y hora en los instrumentos del tablero. – Oh vaya – se sorprendió la chica.
- ¿Ahora qué? - cuestionó Liath, mirando hasta donde alcanzaba por la ventana. No veía nada claro.
- Estuvimos de vuelta en los segundos posteriores al momento en que fuimos abducidos – informó, mirando hacia atrás a todos con una pequeña sonrisa en los labios.
- ¿En serio? – los ojos grises de Marcela se abrieron enormemente. - ¿Cómo ha sido eso? ¿No nos habían retenido como mil horas? – preguntó juntando las cejas en expresión confundida.
- Ma che cosa… (pero qué cosa) el mugre Chronos juega con nosotras, mejor estar atentas. – reflexionó Maia, ahora peinando con suavidad el alborotado cabello de Terry, sin fijarse que el suyo estaba hecho un nido de carancho.
No esperaban que el bellísimo actor cerrara los ojos con su sonrisa ladeada patentada, esa que era endemoniadamente sexy, con total tranquilidad. Maia y Marcela intercambiaron miradas, Andreia arqueó la ceja al percatarse del silencio, pero nadie la vio.
- La musas seguro se encargan de él, don’t worry my ladies (no se preocupen mis damas). – les informó el marqués, muy seguro de lo que decía.
- ¿Cómo es que estás tan seguro my delicious muffin (mi delicioso muffin)? – cuestionó Marcela, todavía recuperándose del tremendo gasto de energía que tuvo.
- Y por cierto ¿cómo es que ellas aparecieron allá? Maia chérie ¿tú las llamaste? – la francesa tenía esa duda.
- No, io non fui (no, yo no fui) – la cazadora de serpientes respondió rápidamente, con los ojos muy abiertos – Mio amore, fuiste tú certo? (¿cierto?) –
Liath sonrió más amplio, su Nerd obviamente se daría cuenta de inmediato al mostrarse él tan seguro de que las musas se encargarían del nefasto del dios del tiempo.
Entonces les contó que cuando fue a pedir apoyo a Athena para evitar que su pariente siguiera incordiando a sus amazonas, la diosa de la sabiduría se la negó, alegando que si ella intervenía podrían provocar una nueva guerra entre dioses y todo el rollo ese. Cuando Terry ya se iba todo molesto, sobre todo porque empleó a fondo sus encantos para convencerla, sin éxito; Saori lo detuvo un momento para mostrarle su nuevo libro; contándole descuidadamente un detalle aparentemente inocente y que no tenía nada que ver con la conversación.
‘Todos necesitamos de inspiración de vez en cuando Terry. Tú, mis caballeros y amazonas, Shion, mis hermanos, yo… hasta el tiempo es feliz rodeándose de algo de eso todas las veces posibles. De hecho, la historia es su inspiración predilecta.’
En esa ocasión, Grandchester se quedó algo confundido y no le tomó demasiada importancia, pues pensó que era una forma de continuar con la conversación por parte de la señorita Kido. Entretenerlo para tenerlo más tiempo con ella, pues.
Luego se había olvidado de ello, pero cuando estaban atrapados en ese sitio aburrido y sus amazonas estaban recibiendo una buena paliza, por obra y gracia de su prodigiosa y oportuna memoria recordó esas frases de Athena y entonces entendió. ¿Los griegos dónde obtenían inspiración? De las Musas… y Saori le había contado que incluso los dioses las tenían en estima, haciendo especial énfasis en ‘el tiempo’ ¿Y quién era el dios del tiempo? Voilà! Si conseguía que las chicas esas fueran a ayudar a sus amazonas…
La cosa era que no tenía ni la más remota idea de cómo solicitar su ayuda. Le dio un par de vueltas al asunto y decidió que su única opción era invocarlas directamente, él desconocía que Melpómene tenía una muy marcada debilidad por su persona, pero fue justamente a la que llamó, siendo la Musa de la tragedia (teatro), le resultó lo más lógico. Se concentró profundamente y repitió el nombre de la musa varias veces, abriendo las puertas de su mente para que quedara al descubierto la razón por la que la llamaba… y ¿quién lo hubiera dicho? Su llamado fue escuchado.
Maia, Marcela y Andreia lo escucharon la mar de orgullosas. Es que su Liath no solamente era divino y talentosísimo, ¡era sencillamente brillante!
- Sei un genio mio amore! (¡Eres un genio mi amor!) – Moretti suspiró las palabras, mirando a Terry con sus amatistas brillantes de admiración y amor.
- Te mereces un premio Inima de ciocolată (corazón de chocolate) – la pícara de la amazona de la empatía le guiñó un ojo y viéndolo entero, decidiendo por dónde mordería primero.
Terry se removió nervioso otra vez, esas miradas intensas de sus amazonas no auguraban un resto de viaje muy tranquilo que digamos. Afortunada, o desafortunadamente, quién sabe, en esos instantes la francesa anunció por el altavoz que estaban arribando a destino, ‘Estimados pasajeros, les habla la Capitana Letellier, favor de abrocharse los cinturones, estamos a punto arribar a destino. Aterrizaremos en cinco minutos. Esperamos que hayan disfrutado su vuelo a la dimensión desconocida. Gracias por volar con K-G Airlines’; con entonación de azafata y toda la cosa.
Lo que no les dijo es que cuando atravesaron la abertura que se iba cerrando, el borde de la misma les había volado una parte del tren de aterrizaje… Ya iban en el bajón de la adrenalina, ¿para qué espantar a su precioso otra vez? Mejor que no decía nada.
Y así aterrizaron de trancazo, dando tumbos y sacando chispas, yendo a parar levantando una polvareda y con gran escándalo, justo en la parte trasera del sitio donde se llevaría a cabo la Guerra Florida y dejando el lujoso jet estacionado de lado y todo raspado.
Cuando el barullo cesó dentro de la nave, Andreia sonreía encantada de la vida…
- No ha estado tan mal n’est ce pas? (¿No es así?) – les preguntó divertidísima a todos, que todavía estaban dándole una patada a sus funciones vitales para que hicieran el favorcito de volver a trabajar.
Finalmente, gracias a todos los dioses y a las musas, Terry y sus amazonas abrieron la puerta de la aeronave y mientras Marcela y Maia escaneaban el sitio con sus cosmos y celular para confirmar que no había amenazas acechando, el marqués se regresó al dormitorio que le correspondía, para volver a aparecer en la puerta con un enorme ramo de rosas rojas, que quién sabe cómo siguieron enteras después de tremendos jaloneos y viajes interdimensionales, pero en fin.
Sí, al bajar del avión, las 50 amazonas honorarias lo estaban esperando para recibirlo.
Extasiadas vieron cómo el majestuoso castaño arrojaba las rosas hacia ellas como agradecimiento por haber ido a recibirlo y acompañarlo en esta aventura
Y así llegaron a la Guerra Florida las Amazonas de Terry. Marcela por delante, en seguida Liath flanqueado por sus dos capitanas y tras ellos, las encantadoras y entusiastas amazonas honorarias, listas para la batalla…
Y, sin más preámbulos, así aterrizamos las Amazonas por aquí en este 2019
Terry se acomodó en el enorme asiento del Bombardier Global 7000, exclusivo jet privado proporcionado por la Fundación Kido para sus traslados, junto con su equipo de guardianas; por supuesto esto fue por auspicio directo de Saori, una de las fans más acérrimas del marqués.
Finalmente, ¡alabados fueran los dioses! Habían logrado despegar a tiempo según el itinerario del actor, que no dejaba de dar la lata con el asunto ese de la puntualidad y orden en sus citas, a pesar de los repetidos ojos en blanco de las Amazonas; que se preocupaban bien poco, por cierto.
El bello castaño suspiró de alivio y miró su Rolex, satisfecho.
- Milagrosamente, estamos en tiempo justo – enarcó una ceja y tomó un sorbo de su vaso de whisky con hielos.
- ¿Ves my english muffin? – dijo Marcela sentándose despreocupadamente en el asiento al lado del marqués, al otro lado del espacioso pasillo del lujoso jet. – Deberías confiar más en tus amazonas – le guiñó un ojo y sacudió las manos, moviendo sus energías y tomando una respiración profunda.
- Ni te desgastes mia cara – la italiana voz se dirigió a la Gitana - Más de un año protegiéndolo y todavía no se acostumbra a nuestro estilo – apuntó quedamente la dulce Maia, que revisaba como de costumbre su inseparable celular ultra mega sofisticado; checando el itinerario y ruta de vuelo, el clima y hasta la configuración de la estación espacial internacional X-D. De todos modos no desaprovechó la oportunidad y le lanzó un besito a su Liath, acompañado de un coqueto guiño de ojo.
- Los caballeros ingleses jamás llegamos tarde a ningún lado – se defendió el ojiazul – Ya deberían de saberlo ustedes, trío de irrespetuosas de las buenas costumbres – dijo Grandchester, con una sonrisa por demás traviesa y al mismo tiempo mirando con extrañeza a su Bruja.
La francesa estaba sentada en el cómodo sillón frente a él, aparentemente ignorándolo alegremente con la cabeza metida en un libro, del cual no despegaba los ojos y que la tenía increíblemente seria, con mirada por demás intensa. Terrence se extrañó, pero decidió que disfrutaría de esa inusual calma de la amazona del hielo y prefirió no interrumpirla de su, al parecer, apasionante lectura. A juzgar por las caras que hacía y cómo abría la boca asombrada para luego morderse un labio con ojos de borrego a medio morir… sí, mejor que no la interrumpía.
Pasaron un buen rato en tranquilo silencio todos, cada uno en sus propias ocupaciones. Maia había dejado su celular y ahora estaba de lo más feliz leyendo un libro con tapas sospechosamente parecidas a las del libro de la Letellier, y con expresiones también sospechosamente similares a las de la ojiverde; Terrence escuchaba música en su celular, relajado y mirando por la ventanilla, sumido en profundos pensamientos sobre si este año también sus amazonas lo meterían en líos en la Guerra Florida, o le darían tremendos sustos como la vez anterior.
De pronto Marcela, que estaba en una especie de trance en charla interna con sus espíritus, se enderezó cual si le hubiesen dado un soberano zape; con los grises ojos muy abiertos y poniéndose tiesa de pies a cabeza.
- ¡¿Qué estáis diciendo?! ¡Hablen de uno en uno por los dioses!– Espetó, alterada y colocando los dedos en sus sienes - ¿Estáis seguros? – cuestionó con urgencia a sus voces.
Esto alertó al resto de los pasajeros, aunque tanto Moretti como Andreia ya estaban atentas a las fluctuaciones que percibieron en las corrientes energéticas del cosmo, ambas habiendo dejado tiradas sus respectivas lecturas.
La morena afiló los sentidos y su mirada, atenta a cualquier posible ataque externo y repentino; mientras se dejaba sentir un bajón de temperatura, cortesía de la castaña, que ya estaba plantada firmemente de pie a menos de medio metro de Terry; quien, por supuesto, se inquietó ante la sorpresiva actividad de sus chicas.
- Casi temo preguntar qué sucede – alcanzó a acotar antes de que una violenta turbulencia hiciera presa del vehículo en que viajaban y le hiciera pegar un bote de 15 centímetros de su mullido asiento y agarrarse de los descansabrazos como si en ello le fuera la vida.
Conste que no era de miedo, pero es que no le apetecía rebotar como pelota por todo el sitio.
La sacudida no logró desbalancear a las amazonas; pero sí que dejó sorprendido a morir a Terrence, pues un segundo después, se sintió una especie de frenada mortal del jet para luego quedar totalmente inmóvil. Eso sí que lanzó a la Letellier casi hasta la cabina de control de la aeronave, al menos atinó a caer medio decentemente X-D y de un salto volvió a su posición, es decir, pegada del castaño.
Antes de que el hermoso británico pudiese cuestionar ahora sí a las mujeres, las tres encendieron sus cosmos a plena potencia, iluminando el espacio en tonos morados, azules y verdes, con sus cabelleras meciéndose por la fuerza de sus energías. Instantes después se dejó ver una intensa luz de tonos indefinidos y mezclados que irrumpía en la cabina de pasajeros del avión, como en un caleidoscopio enorme. Luz tan intensa que Terry tuvo que cubrir sus bellísimos ojos con el brazo. Luego sintió una fuerte succión que lo arrastraba sin poder evitarlo, pero entonces una mano enguantada lo sujetó del brazo con tanta fuerza, que se le cortaba la circulación.
El torbellino los jaló a él y a la amazona del hielo que lo cubría con su propio cuerpo y cosmo, arrastrándolos hacia la potente luz. Cuando el movimiento cesó, se dio cuenta de que ya no estaban en la cómoda estancia del jet, sino en un extraño sitio en el que no parecía haber nada en absoluto; todo era incoloro y sin movimiento, era como una enorme nada… Estaba mareado, no escuchaba bien por el aturdimiento y parpadeó para lograr enfocar luego de la sacudida mortal que se llevó.
La escena era surrealista. Frente a él y sus chicas, estaba un sujeto muy alto, de facciones juveniles pero con blanco y largo cabello lacio; atlético y con porte absolutamente arrogante, emanando ondas de cosmo pulsante dorado y blanco que parecía poder aplastarte como un mazazo de proporciones épicas. Llevaba una armadura color oro viejo con incrustaciones y ornamentos simulando engranes de relojes antiguos. En su espalda se asomaban las empuñaduras también como engranes, de dos espadas cruzándola. El tipo, que era de piel pálida y ojos dorados con la profundidad de eones de vida, los miraba a los cuatro cual si fuesen gusanos. Su mano izquierda sujetaba una especie de guadaña, de cuya hoja, en la punta, pendía otro engranaje de reloj.
Terry enarcó las cejas, él no era un guerrero entrenado, pero seguro que podía sentir esa energía enorme proveniente del fulano ese.
- Saludos, amazonas de Athena – una voz atemporal y profunda como el universo se dirigió a las tres chicas.
Las luces de colores de las tres incrementaron su intensidad como respuesta, mientras Moretti siseaba, sin despegarle la vista al recién aparecido, ni a los cuatro guerreros que lo acompañaban.
- Chronos – susurró Maia, en posición de ataque.
Terry elevó las cejas hasta que casi se le despegaban de la frente ¿Este era el mentado dios del tiempo que traía fritas a sus guardianas? “Son of a…” (Hijo de…)
- Pensé que se vería como un anciano decrépito – soltó Terry un tanto burlón. Sin ápice de temor en su aterciopelada voz.
Inevitablemente, Andreia, que era quien estaba más cerca de él, soltó una risa sin poder contenerse… Seguida de Marcela y finalmente Maia, que tampoco evitó una risita divertida.
- ¿Qué has dicho, tú, humano insignificante? – gruñó uno de los guerreros, tratando de evitar que todos notaran la cómica expresión de ofensa divina del muy enojado dios primigenio del tiempo.
Terry, a quien le importaba dos cacahuates que el fulano ese fuese un dios griego ultra poderoso; mostró un brillo malicioso en sus maravillosos zafiros.
- Me disculpo por el error – hizo una reverencia burlona – No debí ‘pensar’ eso, porque en realidad sí ES un anciano decrépito en la crisis de los ¿qué? ¿13 mil millones de años? – mostró su sonrisa ladeada más divertida cruzando los brazos.
Las amazonas primero abrieron los ojos a todo lo que les daban y se prepararon para los ataques histéricos de su enemigo mortal y luego tuvieron que apretar los labios para contener la sonora carcajada.
En el mundo de Athena y familia, todos sabían de la legendaria y delicada sensibilidad de Chronos respecto a su edad y apariencia.
- ¡Humano insolente! – tronó otro de los esbirros, lanzando un ataque que pretendía acelerar el envejecimiento celular del objetivo, o séase Terry.
- Ice mirror! (Espejo de hielo) – gritó Andreia creando en menos de un segundo un gran espejo y protegiendo con ello a su adorado Liath.
El ataque fue repelido y devuelto al guerrero, que no alcanzó ni a parpadear cuando quedó convertido en un anciano tambaleante, con su propio ataque.
- ¡Cómete eso! – se burló la rumana; divertida y enojada a partes iguales.
- Uno in meno (uno menos) – sonrió la cazadora de serpientes.
Los otros tres guerreros que quedaban se prepararon para defender el honor de su dios y su compañero; pero Chronos, con cara de aburrido, los detuvo interponiendo en sus trayectorias su guadaña del tiempo; y revirtiendo los efectos del que quedó tirado todo viejito.
- Entréguenme al humano y no saldrá lastimado. De lo contrario se quedarán todos en este espacio sin tiempo, indefinidamente – Anunció el dios, con calma.
- ¡Hasta crees! – soltó la Luna de inmediato – su cosmo fluctuaba al tiempo que se veían siluetas traslúcidas a su alrededor, susurrándole toda clase de coloridas frases para que le dijera al tipo.
- ¿Por qué haríamos tal cosa? – cuestionó la italiana, que analizaba rápidamente la situación.
Cuatro guerreros, ellas eran dos para pelear directamente; Andreia no debía despegarse de su Liath, así que ella sólo atacaría moderadamente, su prioridad era Terrence. Debían utilizar toda su velocidad y poder y al mismo tiempo averiguar cómo salir de ese sitio.
- Porque ustedes son guerreras de Athena, es a ella a quien deben su lealtad y devoción y no a este insolente y malcriado mocoso – hasta eso, sí les explicó. – Y por cierto, por cada media hora transcurrida en este plano, en su realidad pasa un día entero. – Agregó, con sonrisa siniestra.
Él sabía que iban de camino a la mentada Guerra Florida, que era muy importantisimísima para el mozalbete humano y para ellas; así que disfrutaba a lo grande arruinándoles los planes. No contaba con la reacción de las amazonas.
Las tres rodaron los ojos y casi dejaban caer la cabeza en gesto dramático.
- Par Athena! (¡Por Athena!) ¿Sigues con eso? – la ojiverde habló, aburrida – por enésima vez, ELLA nos asignó esta misión – cruzó los brazos, sin apagar su cosmo obvio. – Ya sabemos por qué haces esto, así que ahórranos el drama griego y déjanos ir. Nos aburrimos aquí. – Arqueó la ceja.
- O si no ¿qué? – alegó fiero uno de los guerreros, recibiendo de volada un fregadazo en toda la cabeza con la guadaña, que le sacó lagrimitas y le dejó un bonito chichón, por metiche.
- O si no ¿Qué? – repitió la pregunta Chronos.
Todos pusieron los ojos en blanco.
- O nos veremos en la ‘penosa’ necesidad de publicar en tooodas las redes sociales del Olimpo ese vídeo que tenemos donde se ve que duermes abrazado a un osito de peluche – fue la maliciosa respuesta de la Amazona del Veneno. – Hades y Ares lo van a amar – agregó, con una sonrisa diabólica la “dulce” amazona.
El dios abrió los ojos grandes, preguntándose cómo diantres estas mujeres tenían ese vídeo ultrasecreto. El pobre no tenía idea de que Maia era un as en la informática. Pero de todos modos no tenía ganas ya de seguir hablando con las tipas estas.
Terry obvio, estaba de lo más divertido. Y es que claro, lo negaba rotundamente, pero sí que confiaba al 100% en sus guardianas, y no dudaba de que saldrían de ahí, por las buenas, por peleas o porque hartaran al tal Chronos con sus parloteos y diabluras. Se acercó a su Bruja y le habló al oído, discretamente
- Luego me pasan ese vídeo – le pidió.
La chica soltó una risilla y le guiñó un ojo, asintiendo.
Por unos momentos, u horas, vete tú a saber, todo se quedó quieto; todos mirándose y analizándose… salían rayos por los ojos de todos, se escuchaban gruñidos, pero nadie movía un pelo. Las Amazonas no atacaban, tampoco los guerreros de Chronos; el dios estaba de pie en toda su majestad esperando que sus esbirros empezaran su chamba. Ninguno hizo amago de hacerlo.
Una gran gota resbaló por la parte trasera del dios del tiempo cuando se dio cuenta de que Grandchester iba y se sentaba en el piso y fingía quedarse dormido de aburrimiento.
- ¿Qué esperan idiotas? ¡Tráiganme a ese insecto! – bramó el de pelos blancos, furibundo.
Los cuatro monos saltaron sobre sus botas y se cuadraron cual militares, lanzándose luego al ataque.
Andreia desplegó alrededor de Terrence su impenetrable Ice Shield (Escudo de hielo), para evitar que el divino británico recibiera el más mínimo rasguño y luego desató su Winter Storm (Tormenta invernal), impidiendo así que nadie se acercara a su precioso protegido; al tiempo que congelaba al esbirro más cercano, dejándolo con expresión bastante cómica en la cara por la sorpresa.
Rayos negros y morados salían de las manos de los otros tres tratando de alcanzar a las chicas, sin mucho éxito. Maia lanzó su Inferno (Infierno) a uno y de una vez 6 de los toques de su brutal Zanna Mortale (Colmillo mortal) al otro; no estaban para seguir perdiendo el tiempo.
Marcela por su parte, siguiendo las voces de sus espíritus y su guía, lanzó sin dudas al restante su Lament de infernal (Lamento infernal)… y se divirtió a lo grande viéndolo retorcerse envuelto en su bruma verde brillante.
Los tipos no eran rivales para las Amazonas de Terry, que no se habían siquiera despeinado para deshacerse de esos cuatro.
Chronos rodó los ojos…
- Inútiles, ¿tengo que hacerlo todo yo? – dejó caer los hombros, todo drama King. – Todo yo, todo yo. – refunfuño cual adolescente a la que su madre ordena limpiar la cocina.
Maia, Marcela y Andreia se prepararon, el dios atacaría personalmente.
Las tres desplegaron sus técnicas defensivas a toda caña, pero aun así fueron arrastradas hacia atrás por el poder devastador de Chronos… ellas formaron un escudo humano alrededor de Terry, que ya estaba de pie y preparado para pelear si era necesario. No, no era rival para un dios, pero ni de chiste se quedaría al lado como un nene inútil.
- No se resistan y entréguenmelo de una vez – insistió la divinidad.
- Sobre nuestro cadáver – respondió Maia mostrando los dientes y acomodándose el cabello luego del revolcón que el cosmo del fulanito les puso.
- Nostru este de ciocolată delicioasă! (¡es nuestro chocolate delicioso!) – completó la Gitana.
- ¡Dejen de babear por ese mocoso! – rugió Chronos, todo berrinche mode – Él no es nadie, ¿por qué todas enloquecen por él? – lloriqueó cual nenita de ocho años. Sólo le faltaba patear el piso.
- Qu'est-ce qui n'est pas évident? (¿Qué no es obvio?) – espetó la francesa, rodando los ojos, toda obviedades ella – Míralo nada más – le dirigió una mirada totalmente embobada al castaño, que no sabía si preocuparse o sentirse halagado.
Decidió lo último. Sí, arrogancia a toda potencia.
Al dios le cayó todavía más como patada a su divino hígado ver a Terrence en toda su majestuosa elegancia y belleza, no podía soportar que no solamente estas guerreras dieran su vida por él, sino que la mitad del mismísimo Olimpo estaba comiendo de su mano…
Chronos odiaba, ODIABA con toda su alma inmortal que no le prestaran la atención a él y dedicaran todo el tiempo al muchachito este. Los humanos debían su devoción a los dioses, sobre todo a ÉL en estos tiempos modernos (los tenía esclavizados a todos ), no a actorcitos. Si hasta su preciosa Clío tiraba baba por él. Nop… no le gustaba ni un poquito.
Lanzó un nuevo golpe de cosmo que volvió a mandar por los aires a las amazonas, con todo y su adoradísimo Terry. Yendo a aterrizar sin mucha elegancia unas cuantas decenas de metros más allá.
Por supuesto eso no se iba a quedar así, las tres mujeres se levantaron de un salto y volvieron a rodear al actor, envolviéndolo en sus cosmos y preparándose para atacar.
De pronto, una cálida luz rosácea apareció de la nada, sintiéndose también la dulzura de la brisa de primavera… De entre los destellos surgieron varias siluetas femeninas, desdibujadas al principio; luego más nítidas.
Envueltas en bellas, delicadas y sensuales túnicas color marfil, cuatro hermosas mujeres se plantaron entre el dios y las sacudidas pero decididas amazonas.
Calíope, Musa de la elocuencia y la poesía épica; Clío, Musa de la historia; Melpómene, Musa de la tragedia (por supuesto la más enamorada de Terrence, ella no iba a faltar ni loca) y Talía, Musa de la comedia, llegaron repentinamente; salidas de sabrá Zeus dónde.
Todos abrieron mucho los ojos, ¿Qué carambas hacían ellas ahí? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?... bien, el ‘cuándo’ como que no entraba, pero la idea era esa.
Clío de inmediato dio un paso al frente, mirando con dureza al dios. Ella sabía que era su crush, en especial después de que Ananké decidiera que ya no lo aguantaba y lo había dejado con tres palmos de narices, había recogido sus trastos y se había largado de vacaciones de él. Permanentes.
- Mi bella musa… - automáticamente el sujeto le bajó tres rayitas a sus efectos de luces multicolores y furia.
Vamos, parecía un cachorrito frente a su dueña.
Las cuatro bellísimas mujeres AMABAN a Terry, bueno las nueve musas lo adoraban, pero en este momento las otras cinco andaban algo ocupadas y por eso nada más fueron cuatro. Y no estaban ni un poco contentas con que el señor este, estuviese dándoles la lata a él y a sus guardianas, con quienes se llevaban a las mil maravillas, por cierto. Eran “rete” amigas de las tres.
- ¿Qué cree que hace mi señor? – preguntó con su voz de murmullo de arroyo la Musa de la historia; sabiendo el poder que ejercía sobre el dios de las Edades.
Las otras tres se acercaron a los zarandeados Terrence y guardianas para ver que estuviesen bien; luego de sacudirles amablemente y dejarlos solos, se fueron a ayudar a su hermana a entretener al envidioso Chronos.
Maia ni tarda ni perezosa sacó su celular (sepa Athena de dónde y cómo es que no sufrió ni un solo rayón, pero bueno) y rápidamente analizó el plano de espacio-no-tiempo en que se encontraban, localizando una ruptura atemporal de la dimensión, por donde podrían escapar.
De inmediato les comunicó su hallazgo a sus compañeras y Liath, que no lidiaba bien con el hecho de ser dejado de lado de los planes de sus chicas.
- Podemos escapar por aquí – les mostró la pantalla, moviendo velozmente los dedos para enseñarles el punto exacto a las otras dos – sin embargo su ceño no se relajaba, como cuando no encontraba fácilmente la solución a cualquier problema que se les presentara.
- Mais quoi? Qu'est-ce qui’il passe, chérie? (¿Pero? ¿Qué sucede querida?) – cuestionó Letellier, que la conocía bien.
- La ruptura es muy pequeña, necesitamos ensancharla para que pueda pasar el jet sin tanto problema – espió a su lado, donde Chronos seguía fascinado con la atención que las musas le daban. Bien facilona que resultó el fulano. – E bisogna evitare che l'urlatore di Chronos segua con le sue stizze (Y hay que evitar que el chillón de Chronos siga con sus berrinches). Yyyy… hay que movernos muy rápido. -
- Lo primero dejádmelo a mí y a mis espíritus– afirmó Marcela, decidida.
La pelirroja cerró los ojos, invocando a sus eternos compañeros para que desde su dimensión, ayudaran con su poder ancestral a ensanchar la brecha encontrada por la morena; no encendió su cosmo para no atraer la atención del dios del tiempo, por ello se apoyó totalmente en sus espíritus y elevó una oración a Athena, que respondió de inmediato envolviendo con su poder a la gitana, quien con ojos apretados, el poder de sus ancestros y toda su propia fuerza empática, logró ampliar lo suficiente el agujero de ese plano temporal.
- Perffeto mia cara (perfecto querida), sigue así y vamos todos al avión, ¡ahora! – indicó Moretti, ayudando a sostenerse a la gitana, y luego a correr para escapar.
Todas se movieron usando su velocidad amazónica, es que la cosa no era para menos; la francesa arrastró de una mano a Terry al avión metiéndolo dentro sin mucha ceremonia, pasándose por el arco del triunfo los berrinches y protestas del bellísimo marqués por ser mangoneado de ese modo, después fue a sentarse en el asiento del copiloto.
- Bruja… ¿qué crees que haces? – preguntó Liath todo zarandeado y medio asustado de verla presionar botones y encender switches velozmente en la cabina de mando y colocarse los audífonos.
- Sacarnos de aquí, évidemment (evidentemente) – respondió ella, otra vez toda obviedades y verificando los controles del tablero.
- ¡Pero tenemos piloto! – debatió el bello ojiazul, que no estaba nada seguro de que la ojiverde supiera lo que hacía y buscando con la mirada al susodicho.
Lo encontró en su respectivo lugar, con su cinturón de seguridad bien ajustado, sus instrumentos de trabajo aún colocados en su sito, y con la cabeza colgando sobre su hombro derecho.
- Está fuera de combate – le explicó su Nerd, al tiempo que ayudaba a una agotada Marcela a acomodarse en un espacioso asiento.
- ¡Pues despiértenlo! – exigió Terry todo crispado al darse cuenta de que la aeronave empezaba a moverse.
- No se puede – Moretti se encogió de hombros, terminando de sentar a la Luna, que seguía en trance y había agotado ya casi toda su energía – está bajo los efectos de una técnica de Kalos – volvió a explicar, tan quitada de la pena.
Andreia ni se molestó en gastar saliva, empuñó con firmeza el mando del carísimo cacharro y empujó decidida, haciendo que ganara velocidad rápidamente para despegar y lanzarse como alma que lleva Hades a la apertura localizada por Maia y ensanchada por la pelirroja.
- Accrochez-vous (Sujétense). La ruptura se está cerrando y esto se va a poner intenso – avisó toda controlada terminando de fijar los parámetros del vuelo y sin rastro de estrés alguno en su voz.
Contrastando con la tranquilidad de la Letellier, Liath, que sentía la boca toda seca, abrió mucho los ojos y se aferró de la amazona del veneno, quien se había sentado alegremente a su lado cubriendo el puesto de su amiga francesa; se abrazó a ella con fuerza y Maia sonrió encantada de la vida, aprovechando para apretar su agarre de la cintura de Terry y pegándose toda a él. Que conste que él la abrazó primero.
- ¡Ah por Athena guardad silencio de una condenada vez y no soltéis el hechizo dimensional! – les ordenaba la rumana a sus espíritus, que sin duda estaban bastante entretenidos con la situación – Y no, no estoy asustada. ¡Dejad de reíros y concentraos! – manoteaba frenética, haciendo que todas sus pulseras tintinearan felizmente.
- Diables! (¡diablos!) – siseó la amazona del hielo con el primer asomo de emoción, al ver que el espacio por donde iban a escapar se hacía más angosto rápidamente.
Empujó más el volante para ganar mayor velocidad y en ese momento extrañó el poder del trueno de Luana, que hubiese dado un montón de impulso al aparato del demonio; como con el Aston Martin del año pasado. Ni modo, era lo que había ahora.
Telegrafió una plegaria solicitando ayuda a Athena y a Zeus y vía cosmo mandó apoyo a la gitana, para que sus espíritus y ella sostuvieran un poco más la presión en el agujero y lograran atravesarlo enteros.
Al alcanzarlo, realizó una arriesgada maniobra y el jet dio un viraje intempestivo y mortal para el que estaba perfectamente segura que no había sido diseñado, quedando con las alas en vertical para poder pasar a toda velocidad por la abertura que se cerraba y haciendo que a sus compañeras y a Terry, se les pusieran los pelos de punta por el espeluznante giro.
La atravesaron por un pelo de rana calva justo cuando se terminaba de cerrar.
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…
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Chronos era un dios feliz en esos instantes. Era el centro de atención de las musas, que lo mimaban muy solícitas.
Melpómene recitaba un trozo de Hamlet, Calíope susurraba una bella poesía, Talía le peinaba el cabello en una trenza y su favorita Clío estaba a su lado tomada de su brazo y con la cabeza recargada en el mismo, trazando lentos dibujos en su mano con la yema de los dedos. ¿Podía acaso una divinidad como él pedir algo más en su existencia? Pensó todo complacido.
Estaba tan entretenido y contento que se olvidó por completo de sus rehenes y negras intenciones para con ellos. Acostumbrado a tener y controlar todo el tiempo del universo, poco y nada le importaba estar dejándolo pasar; total lo podía controlar a voluntad. Estaba muy concentrado en las cosas que hacían las chicas y en esas suaves caricias en su manita.
Hasta que sintió una ondulación en la barrera dimensional del plano en el que se encontraban y le cayó el veinte.
Las amazonas se le habían escapado con todo y su actorcito dichoso. En sus divinas narices.
Se sacudió de encima a Clío y Talía de un solo manotazo y encendió su cosmo, con los ojos dorados lanzando chispas de furia y su cabello blanco ondeando magnífico a su alrededor. Trenzado. Empuñó la mano derecha y… recibió un reverendo sopapo de parte de Clío para acomodarle las ideas, apagando de sopetón los efectos especiales.
Aunque fuera difícil de creer, la mujer tenía tremenda fuerza. Los ojitos de Chronos se llenaron de lagrimitas.
- ¿Por qué hiciste eso? – gimoteó el consentido griego
- No es bueno tener tan mal carácter mi señor – le respondió ella con dulzura, y una sonrisa demoniaca que le provocó escalofríos a él.
- ¿Acaso pensaba ir en busca del bello Marqués de Grandchester y sus amazonas? – cuestionó Melpómene, cruzando los brazos y mirándolo como una madre mira a su pequeño al cacharlo a punto de hacer una diablura.
Chronos apretó la mandíbula, estaba enojado y empecinado en detener a esos cuatro; pero si hacía sentir mal de cualquier mínima forma a las Musas por haberles ayudado, se acarrearía un buen lío con Febo, en consecuencia con Artemisa y Athena, que equivalía a un lío de proporciones divinas con Zeus… se frotó el puente de la nariz. ¿Qué carambas tenía que hacer un dios primigenio como él para obtener un poco de obediencia de esas necias amazonas de Athena?
La respuesta era tan simple que él no la veía.
- Déjelas cumplir en paz su misión mi señor –
Calíope se le acercó, y, usando todas sus dotes en la elocuencia, le soltó un discursito acerca de la libertad de albedrío, del respeto por las órdenes de la diosa de ojos garzos, que si no las molestaba seguramente las chicas lo tomarían más en serio, y bla, bla, bla.
Le importó un pepino al tipo, él quería que se hiciera su divinísima voluntad. Punto. Sí que era un dios MUY mimado.
Las cuatro musas se miraron entre sí, había que sacar la artillería pesada. Talía fue la encargada de lanzarla.
- Mi señor don Chronos – empezó ella, toda divertida – Mejor déjelo por la paz, en serio. Y de paso deje que los chicos regresen a su dimensión justo en el mismo tiempo en que los secuestró y los trajo acá. Se va a arrugar si sigue haciendo berrinches, y se le pondrá blanco el cabello… Oh cierto, ya lo tiene blanco ¡ji, ji! – El dios le lanzó una mirada de toro necio. Ella suspiró, fingiéndose resignada, no les dejaba más opción - ¿Recuerda el vídeo ese todo bonito del osito de peluche? – preguntó, examinándose atentamente la manicura de su mano izquierda. Él tensó los hombros – Pues nosotras lo tenemos completito, si sabe a lo que me refiero. – Extendió el brazo para admirar mejor sus perfectamente arregladas uñas.
Fue el turno de la Musa de la Comedia de sonreír diabólicamente…
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El estómago de los pasajeros del lujoso Global 7000 dio tres vueltas en su barriga antes de volver a su sitio cuando la aeronave recuperó la posición horizontal, la ya de por sí blanca piel de Terry se puso del color de la cera y el alma se le escapaba por la boca.
- Bullshit! – graznó el pobre Liath todo afónico - ¿Qué diablos fue eso? – los sedosos y castaños mechones de su cabello apuntaban en todas direcciones, y, aun así, se veía divino. - ¿Y desde cuándo sabes pilotear aviones Bruja? – quiso saber, como si eso fuese de vida o muerte.
- Desde que recibí entrenamiento con los Spetsnaz mon amour – fue su corta explicación.
Él hizo un leve asentimiento, como diciéndose a sí mismo que no estaba mal.
La hermosa pelirroja estaba quitándose las largas hebras encendidas de su cabello del rostro y recuperando el aliento. Hizo el ademán de sacudirse polvo imaginario de encima y miró al techo…
- Seguid, seguid riéndoos; ya veréis luego mi desquite – les gruñó a sus espíritus – Pero agradezco infinitamente vuestra ayuda – hizo una leve venia con la cabeza; se mareó.
- Oh sagrada diosa Athena, grazie mille (muchas gracias) – murmuró la Capitana Moretti al darse cuenta de que habían escapado por los pelos. Eso sí, sin soltar el férreo abrazo del suo cuore (de su corazón).
- Ne chantons pas de victoire (No cantemos victoria) – la Bruja dijo esto con frialdad – Escapamos de esa dimensión, pero el bebé llorón de Chronos todavía puede venir tras nosotros. – Dicho esto giró el mando del jet para dar la vuelta y dirigirse a su destino original. Revisó fecha y hora en los instrumentos del tablero. – Oh vaya – se sorprendió la chica.
- ¿Ahora qué? - cuestionó Liath, mirando hasta donde alcanzaba por la ventana. No veía nada claro.
- Estuvimos de vuelta en los segundos posteriores al momento en que fuimos abducidos – informó, mirando hacia atrás a todos con una pequeña sonrisa en los labios.
- ¿En serio? – los ojos grises de Marcela se abrieron enormemente. - ¿Cómo ha sido eso? ¿No nos habían retenido como mil horas? – preguntó juntando las cejas en expresión confundida.
- Ma che cosa… (pero qué cosa) el mugre Chronos juega con nosotras, mejor estar atentas. – reflexionó Maia, ahora peinando con suavidad el alborotado cabello de Terry, sin fijarse que el suyo estaba hecho un nido de carancho.
No esperaban que el bellísimo actor cerrara los ojos con su sonrisa ladeada patentada, esa que era endemoniadamente sexy, con total tranquilidad. Maia y Marcela intercambiaron miradas, Andreia arqueó la ceja al percatarse del silencio, pero nadie la vio.
- La musas seguro se encargan de él, don’t worry my ladies (no se preocupen mis damas). – les informó el marqués, muy seguro de lo que decía.
- ¿Cómo es que estás tan seguro my delicious muffin (mi delicioso muffin)? – cuestionó Marcela, todavía recuperándose del tremendo gasto de energía que tuvo.
- Y por cierto ¿cómo es que ellas aparecieron allá? Maia chérie ¿tú las llamaste? – la francesa tenía esa duda.
- No, io non fui (no, yo no fui) – la cazadora de serpientes respondió rápidamente, con los ojos muy abiertos – Mio amore, fuiste tú certo? (¿cierto?) –
Liath sonrió más amplio, su Nerd obviamente se daría cuenta de inmediato al mostrarse él tan seguro de que las musas se encargarían del nefasto del dios del tiempo.
Entonces les contó que cuando fue a pedir apoyo a Athena para evitar que su pariente siguiera incordiando a sus amazonas, la diosa de la sabiduría se la negó, alegando que si ella intervenía podrían provocar una nueva guerra entre dioses y todo el rollo ese. Cuando Terry ya se iba todo molesto, sobre todo porque empleó a fondo sus encantos para convencerla, sin éxito; Saori lo detuvo un momento para mostrarle su nuevo libro; contándole descuidadamente un detalle aparentemente inocente y que no tenía nada que ver con la conversación.
‘Todos necesitamos de inspiración de vez en cuando Terry. Tú, mis caballeros y amazonas, Shion, mis hermanos, yo… hasta el tiempo es feliz rodeándose de algo de eso todas las veces posibles. De hecho, la historia es su inspiración predilecta.’
En esa ocasión, Grandchester se quedó algo confundido y no le tomó demasiada importancia, pues pensó que era una forma de continuar con la conversación por parte de la señorita Kido. Entretenerlo para tenerlo más tiempo con ella, pues.
Luego se había olvidado de ello, pero cuando estaban atrapados en ese sitio aburrido y sus amazonas estaban recibiendo una buena paliza, por obra y gracia de su prodigiosa y oportuna memoria recordó esas frases de Athena y entonces entendió. ¿Los griegos dónde obtenían inspiración? De las Musas… y Saori le había contado que incluso los dioses las tenían en estima, haciendo especial énfasis en ‘el tiempo’ ¿Y quién era el dios del tiempo? Voilà! Si conseguía que las chicas esas fueran a ayudar a sus amazonas…
La cosa era que no tenía ni la más remota idea de cómo solicitar su ayuda. Le dio un par de vueltas al asunto y decidió que su única opción era invocarlas directamente, él desconocía que Melpómene tenía una muy marcada debilidad por su persona, pero fue justamente a la que llamó, siendo la Musa de la tragedia (teatro), le resultó lo más lógico. Se concentró profundamente y repitió el nombre de la musa varias veces, abriendo las puertas de su mente para que quedara al descubierto la razón por la que la llamaba… y ¿quién lo hubiera dicho? Su llamado fue escuchado.
Maia, Marcela y Andreia lo escucharon la mar de orgullosas. Es que su Liath no solamente era divino y talentosísimo, ¡era sencillamente brillante!
- Sei un genio mio amore! (¡Eres un genio mi amor!) – Moretti suspiró las palabras, mirando a Terry con sus amatistas brillantes de admiración y amor.
- Te mereces un premio Inima de ciocolată (corazón de chocolate) – la pícara de la amazona de la empatía le guiñó un ojo y viéndolo entero, decidiendo por dónde mordería primero.
Terry se removió nervioso otra vez, esas miradas intensas de sus amazonas no auguraban un resto de viaje muy tranquilo que digamos. Afortunada, o desafortunadamente, quién sabe, en esos instantes la francesa anunció por el altavoz que estaban arribando a destino, ‘Estimados pasajeros, les habla la Capitana Letellier, favor de abrocharse los cinturones, estamos a punto arribar a destino. Aterrizaremos en cinco minutos. Esperamos que hayan disfrutado su vuelo a la dimensión desconocida. Gracias por volar con K-G Airlines’; con entonación de azafata y toda la cosa.
Lo que no les dijo es que cuando atravesaron la abertura que se iba cerrando, el borde de la misma les había volado una parte del tren de aterrizaje… Ya iban en el bajón de la adrenalina, ¿para qué espantar a su precioso otra vez? Mejor que no decía nada.
Y así aterrizaron de trancazo, dando tumbos y sacando chispas, yendo a parar levantando una polvareda y con gran escándalo, justo en la parte trasera del sitio donde se llevaría a cabo la Guerra Florida y dejando el lujoso jet estacionado de lado y todo raspado.
Cuando el barullo cesó dentro de la nave, Andreia sonreía encantada de la vida…
- No ha estado tan mal n’est ce pas? (¿No es así?) – les preguntó divertidísima a todos, que todavía estaban dándole una patada a sus funciones vitales para que hicieran el favorcito de volver a trabajar.
Finalmente, gracias a todos los dioses y a las musas, Terry y sus amazonas abrieron la puerta de la aeronave y mientras Marcela y Maia escaneaban el sitio con sus cosmos y celular para confirmar que no había amenazas acechando, el marqués se regresó al dormitorio que le correspondía, para volver a aparecer en la puerta con un enorme ramo de rosas rojas, que quién sabe cómo siguieron enteras después de tremendos jaloneos y viajes interdimensionales, pero en fin.
Sí, al bajar del avión, las 50 amazonas honorarias lo estaban esperando para recibirlo.
Extasiadas vieron cómo el majestuoso castaño arrojaba las rosas hacia ellas como agradecimiento por haber ido a recibirlo y acompañarlo en esta aventura
Y así llegaron a la Guerra Florida las Amazonas de Terry. Marcela por delante, en seguida Liath flanqueado por sus dos capitanas y tras ellos, las encantadoras y entusiastas amazonas honorarias, listas para la batalla…